30 de enero de 2015

Capítulo nueve - Fresa con Chocolate.



Cristal

El autobús no tarda en desaparecer de mi vista. Me quedo mirando hacia donde se fue, fijamente. Como si haciendo eso pudiera lograr que retrocediera, o volviera de alguna forma u otra. No se puede, sin embargo. Y es tarde.

- No sabía que estuvieses con problemas a la vista -siento la voz de Drew. Por un momento me olvidé por completo que había venido con dos acompañantes indeseados.
- Nunca preguntaste -respondo, comenzando a caminar sola. Siento sus pasos tras de mi, y sé que me están siguiendo.
- Tu amiga es un poco maleducada -comenta, y es suficiente para que me voltee y lo mire desafiante. Me tiene con mis casillas por los cielos.
- ¿Ella es la maleducada? -pregunto sarcásticamente. Levanto mi dedo índice y lo entierro en su pecho, haciendo que se detenga, y su amigo Seth también lo hace- ¡Tú eres el único maleducado, nadie más!
- ¿Por qué yo? -comienza a reír.
- Y encima lo preguntas -ruedo los ojos, y alejo mi mano de él- ¡Ay, mira que es toda mía! -imito su voz de hace un rato- No quiero que vuelvas a decir eso.
- ¿Por qué no? -pregunta, y se encoje de hombros- ¿Vas a impedirlo, o qué?
- Eso mismo voy a hacer -me acerco a él, quedando a pocos centímetros de su rostro, para luego susurrar:- No te metas con mí mejor amiga, Drew. No quiero nada como tú sobre ella. ¿Estás entendiendo? -me acerco aún más- ¿Quieres que golpee tu rostro con una piedra para que lo entiendas?
- Drew, déjala en paz -siento a Seth hablar, lo que me sorprende. Toma a Drew por los hombros y lo aleja de mí- No te metas en problemas.
- Vamos, Seth. Ha sido divertido -le dice Drew, explotando en risas- Admítelo.
- ¡Lo admito! -exclama Seth, soltando risas igual que Drew. Al parecer se la había estado aguantando- Pero estamos en la calle, hay cosas más importantes que perder el tiempo.
- Es Cristal la que se lo toma tan a pecho -le explica Drew- Como ella es la amargada que no pasa ni un buen rato con ningún tipo, quiere que su amiga sea igual.
- De querer pasar buenos ratos con algún ignorante que no tiene idea de nada, lo haría -le digo- Soy totalmente libre de hacer lo que quiera hacer. ¡Si no lo hago es porque no quiero!
- Claro, lo que digas -rueda los ojos, esbozando una sonrisa burlona- Lo que pasa es que nadie te da bola.
- Puedes decir lo que quieras, Drew -le permito- Tú y tu amigo pueden decir y pensar lo que quieran de mí. Pero yo y Fabiola no somos unas fáciles calientes que están dispuestas a intercambiar saliva y sexo con cualquiera que se les cruza. Seguramente ustedes dos están acostumbrados a vulgaridades que dejan bajo a las mujeres ¿Cierto? Me decepcionas -Drew frunce el ceño- Cerdo. No te deseo mal, pero espero que ustedes dos, juntos, contraigan sida, herpes, hepatitis B y todo lo que puedan contraer.
- Simplemente disfrutamos la vida -se excusa.
- Prefiero disfrutar la vida teniendo buenos momentos como una persona que tiene perspectivas valiosas sobre la vida, y no liándome con cualquiera por diversión -lo empujo con fuerza, haciendo que se tambalee, porque no se lo esperaba- Deberían de aprender eso. No te metas en mi vida así como yo ya no me meto en la tuya. ¡Subnormal!

Me giro y comienzo a trotar hacia la casa. No sé si me siguen, no sé si vienen muy atrás de mí o se han quedado a hacer otra cosa. Lo único que sé es que estoy completamente harta de ese par de poco hombres que no tienen nada mejor que hacer que reír de dos chicas menores que ellos, que solamente no quieren ser iguales al resto.

+++

Llego a casa, y subo directo a mi habitación. Mamá, papá y Alejandro deben de estar ya en sus habitaciones, durmiendo o preparándose para dormir. Me quito la ropa, me pongo el pijama e intento no quedarme dormida por un rato. Cuando ya ha pasado media hora, tomo mi celular y llamo a Fabiola.

- ¿Aló? -contesta.
- ¿Ya llegaste? -le pregunto, soltando un bostezo.
- Sí, estoy caminando a casa con mamá -me dice- También ha venido papá -escucho unos balbuceos a través de la línea- Dicen que muchas gracias por ir a dejarme a la parada, y por llamarme para ver si he llegado bien.
- No hay de qué -digo sonriendo, mientras miro el techo- Supongo que hablamos mañana.
- No es necesario que preguntes eso, sabes la respuesta -suelta tiernas carcajadas. Eso me hace sentir un poco mejor- ¿Todo bien?
- Sí, sólo que Drew y yo tuvimos una pequeña discusión que fue interrumpida por el molesto de Seth -le doy a por saber- Pero puedo contarte mañana cuando hablemos. Ya sabes, por tus padres. Por precaución.
- Sí, es mejor -reconoce- Quédate tranquila. Buenas noches, entonces.
- Buenas noches. Te quiero -expreso.
- Y yo te quiero a ti. Muah -lanza un beso y me río.
- Ambas -y es lo último que escucho porque espero a que ella cuelgue, y cuando lo hace, dejo el celular en la mesita de noche.

Apago la lamparita, lista para dormir. No sin antes darme cuenta de que un motor es encendido, seguido de un auto que arranca. Al minuto, escucho cerrarse la puerta de la habitación de Drew. Ha llegado, y Seth se ha ido. Vaya, ha sido un día bastante loco para mí, estas cosas no suelen pasarme. Pero bueno, qué le voy a hacer.

+++

Cuando llega el lunes, hago la misma rutina de todas las mañanas. Apago el despertador antes de que suene, me digo a mí misma que todo está bien, que será un gran día, y me voy al baño a ducharme y a cambiarme a la ropa del instituto.

- Cristal, ¿Cuánto te falta? -me pregunta Drew a través de la puerta, mientras me arreglo la corbata. Suelto un bufido.
- Me falta poco -le digo.
- ¡Vamos! ¿Cuánto es eso? -vuelve a insistir. Miro hacia la puerta con molestia, como si pudiese verme a través de ella.
- ¡Me falta poco! -repito.
- Joder. ¿Por qué a mí? -lo escucho susurrar- ¿Por qué yo? Dios, por favor ten piedad y ayúdame a sobrevivir con esto -alzo una ceja. Él seguro cree que no lo escucho- Si lo haces, te prometo que seré bueno por todo un día.

Termino de arreglar mi corbata y abro la puerta cuidadosamente. La cara de Drew se ilumina. Su cabello está todo desarmado y sólo trae unos pantalones anchos de chandal. Los que suele usar para levantarse todos los días.

- Si vas a ser bueno sólo un día, para eso no hagas nada -le digo, y me encamino hacia las escaleras para luego bajarlas.

Comienzo a buscar mi tazón, mi cuchara, la leche, los cereales. Lo único que desayuno cada mañana, que por cierto, me encanta. No alcanzo ni a poner las cosas en la mesa y siento que tocan la puerta. Me encamino a abrir. Obviamente, es Seth, no tengo ni para qué pensarlo. Es el único que viene todos los días a esta hora. Nada nuevo.

Cuando lo dejo pasar, me vuelvo hacia la cocina y escucho el ruido minúsculo de la puerta al cerrarse. Entra a la cocina cuando yo estoy comenzando a poner mis cereales en el tazón. Luego le echo la leche encima y me siento. Me sorprendo cuando no se sienta en la misma silla de siempre. Esta vez se sienta frente a mí, lo que me hace abrir los ojos como platos. Él se percata de que lo miro de otra forma, pero no dice nada y simplemente me sigue observando. Rompo el contacto visual y comienzo a comer. Mientras lo hago, su mirada me parece tan pesada. No sé, es como si me hiciera tener una sensación rara. El tipo es escalofriante. Cada vez que estoy a solas con él es como si mis sentidos se disparasen y se pusiesen paranoicos. ¿Será un presentimiento malo? ¿Será Seth una mala persona, de esas de las que no hay que fiar? Debe de ser eso, ¡Yo soy muy buena presintiendo cosas!

- ¿Qué haces al lado de la espécimen? -escucho a Drew, entrando en la cocina. Su voz basta para hacerme estremecer, pero a la vez me hace sentir relajada porque me estaba poniendo muy mal con la presencia de Seth.
- Nada, sólo la observaba comer -dice él. ¿Ha dicho eso en realidad? ¿Lo admite?
- Debe de ser interesante ver cómo le chorrea la leche y saltan los pedazos de cereal -comenta divertido, y Seth ríe como si fuese lo más gracioso del mundo. De inmediato me pongo derecha y los miro, segura de mí misma.
- Yo sé comer, no soy como tú -escupo.
- La señorita perfecta ha hablado -alza los brazos- ¿Quieres un poco de sándwich con bistec y queso derretido? Seth y yo siempre llevamos a la universidad -ofrece. Pero no soy una tonta, me ofrece sólo porque sabe mi respuesta.
- ¡Asco! No pienso comer esa bomba putrefacta llena de calorías -le digo mirando el bistec que saca de la nevera para calentarlo- Lleno de aceite y grasa. Iugh.
- Cristal está obsesionada con las calorías -le explica Drew a Seth como si nada- Revisa cada envase de comida, para saber cuántas tiene cada porción. Y si no sale eso, no lo come.
- Ya me he dado cuenta -le dice Seth- El otro día la vi revisando el pote de la nueva margarina que compraron tus padres.
- ¡Pues ahí lo tienes! -exclama.

¿Qué? ¿Enserio? Pero si lo he hecho cuando estaba segura de que nadie estaba viéndome. ¿Lo estará diciendo solo por decir? Es decir, ¡Tuve mucho cuidado de que él no se diera cuenta! Lo último que necesito es que sepa cosas de mí.

No tengo ganas de discutir. Así que me pongo de pie, cojo mi tazón y lo llevo al lavaplatos. Abro la llave para que éste quede lleno de agua, y me voy de la cocina. Mientras subo las escaleras, escucho las horribles risas de los dos subnormales, que suenan como macacos dando a luz. Pero como paso completamente de ellos, ni me molesto en sentirme enojada.

Entro al baño y me cepillo los dientes para luego pintar mis labios. Tomo mi mochila de mi habitación, mi celular y bajo las escaleras. Un instinto malvado comienza a crecer en mí cuando me acerco a la cocina y noto que Drew está comiendo de mí cereal. ¡Mí cereal, de nadie más! ¿No puede entender eso? Odio tener que compartirlo, por el mismísimo Dios.

Sin poder controlarme, me acerco a Drew por atrás y le empujo la cabeza hacia el tazón, que por cierto es el mío ya que él no ha sido capaz de quitar toda la suciedad del suyo. Su cara queda hundida en su desayuno y yo salgo corriendo de ahí, no sin antes notar el ceño fruncido con un toque de impresión. Mala suerte porque él me vio yendo hacia mi hermano y ni se percató de mis intenciones porque no es más que un tonto.

- ¡Aggh, Cristal, eres una zorra! -me grita a lo lejos. Yo ya me encuentro en la puerta y la cierro, para después correr hacia la parada del autobús.

Corro y corro hacia la parada. Bueno, en realidad troto. O camino rápido. Yo no soy admiradora de correr o trotar, así que. Pero la cosa es que llego pronto al lugar para esperar mi autobús e ir al instituto. Decido revisar la hora del celular, porque noto que no hay nadie por los alrededores. Me quedo sorprendida al notar que apenas son las siete y diez. ¿Tan temprano he salido? Si siempre salgo a las siete y viente. ¿Cómo no miré la hora antes de venir? Posiblemente hoy mi cabeza está en otro lado.

Los minutos  van pasando y nadie llega a la parada. Miro a todos lados, y no hay ni un alma. Pero me animo cuando dos chicas vienen acercándose. Que bueno, así no estoy tan sola. He tenido suerte. Aunque fue mi culpa por salir tan temprano.

Mi ánimo se va por el drenaje cuando ellas hacen parar un taxi y se suben a él. Me quedo observando lo felices que se ven, y lo cómodas que se sienten. El taxi arranca y me cruzo de brazos sintiéndome más autista que nunca en lo que ha avanzado este año escolar.

Miro el celular, queriendo saber la hora que ya es, y me sorprendo todavía más cuando noto que son veinte para las ocho. ¿Qué es lo que sucede? ¡Voy a llegar tarde! ¡Que alguien me ilumine! Yo no soporto llegar tarde, no va conmigo. ¿Qué hago? ¡Me lleva treinta minutos de camino o un poco más llegar al instituto en el autobús! Estoy destinada.

Decido aceptar la realidad, por lo que me levanto del asiento de la parada para poder volver a casa. Ni loca llegaría caminando. Preferible no ir, a llegar tarde. Pero al estar de pie, me sorprendo cuando el auto de Seth viene acercándose a donde yo me encuentro, y se detiene. Cualquier persona reconocería tal joya. Incluyéndome. Alguien baja la ventana y Drew saca su cabeza.

- Eres tan ingenua que se te olvidó que hoy había paro de autobuses -dicho eso, comienza a reír tan fuerte que por poco debo taparme los oídos.
- ¿Qué paro? -pregunto confundida.
- El que te dije ayer. Que hoy ningún autobús iba a hacer sus recorridos por la ciudad.
- ¿Cuándo me dijiste eso según tú, Drew? -escupo enojada- ¡Jamás me dijiste nada! ¿Cómo pudiste? Juro que no te voy a perdonar, ¡Estás acabado!
- Vaya, debí haberlo olvidado -se ríe aún más fuerte y luego escucho las risas de Seth tras él. Era obvio que no me lo dio a por saber apropósito- Cómo lo siento. Ups.

Lo fulmino con la mirada y comienzo a correr. No me gusta, pero lo hago sólo para alejarme de ese par. Siento que el vehículo va avanzando luego de que yo estoy unos metros por delante, lo que sólo logra que me enfade más.

- ¿Quieres que te llevemos al instituto? -me pregunta por la ventanilla.
- Púdrete -escupo. Me voy cansando y redujo la velocidad.
- Súbete al auto y ya, Cristal -lo miro y está frunciendo el ceño.
- No quiero.
- ¿Crees que te lo digo porque enserio deseo que te vayas con nosotros? Lo hago sólo porque Seth me dijo que lo hiciera.
- No pienso tragarme eso, lo que pasa es que no puedes vivir sin mí -comienzo a burlarme de él- No tiene nada de malo que no puedas vivir sin tu increíble hermanita.
- Sube o te mato.
- Tendrás que matarme.

El auto se detiene y entonces comienzo a correr otra vez. Siento que una de las puertas del vehículo se cierra de un portazo y escucho pasos rápidos junto con el crujido de la tierra. Intento correr aún más, pero mi intento es en vano porque de un momento a otro estoy en los hombros de mi detestable hermano. ¡Que me deje en paz!

- ¡Bájame! -comienzo a golpear su torso, tan duro como una roca- ¡Auxilio, a alguien!
- Haz lo que quieras, no te voy a soltar. Y nadie va a ayudarte.

Cuando me baja, noto el auto en frente de mí y me empuja dentro de él a los asientos traseros, bruscamente. Caigo recostada y luego tira mi mochila sobre mí. Cierra la puerta, se mete en el lugar del copiloto y de pronto siento el ruido que suena al poner los seguros para niños. Me dispongo a mirar a Seth y tiene la mano en el botón para activarlos. Drew se gira hacia mí, luciendo un poco enojado.

- Para que no te escapes.
- Te odio -me percato de lo que digo de inmediato- No, los odio a ambos. Uno me obliga a hacer lo que no quiero y el otro, con quien jamás he hablado y no me interesa hablar, se burla de mí y de lo que me haces, y encima está de tu lado. ¡Odio mi vida! -golpeo con mis puños el asiento, sin intención de dejar de estar ahí tirada. Mi furia está hasta la coronilla.
- No seas tan dramática, Cristal. No es para tanto. Deberías agradecer a Seth, que se ha ofrecido a llevarte a tu feo instituto por su propia cuenta.

Miro a Seth por el espejo retrovisor, y está mirándome con una ceja alzada. ¿Acaso está esperando que enserio le agradezca? ¡Si he sido metida aquí contra mi voluntad! Por lo que ignoro su mirada y me quedo en la misma posición. Estos serán los posibles peores minutos de toda mi vida.

♥♥♥

Es tarde, las doce y media, pero no quería subir mañana, estaba decidida a hacerlo hoy así que aquí lo tienen. Me han corregido, en el capítulo anterior, al final, dije que subiría el martes y la cosa era viernes, me ha dado mucha risa, ¡gracias a la chica que me lo dijo! De lo contrario, ni cuenta me doy.
¡Adiós, y nos vemos aquí el Martes! Ahora sí es el Martes JAJAJA. Bueno. Buenas noches. Es todo. Tengan dulces sueños.




27 de enero de 2015

Capítulo ocho - Fresa con Chocolate.



Fabiola

Sé que a los padres de Cristal les debe de molestar que sus hijos peleen en frente de nosotros. Digo, lo demuestran y lo dicen, es lo más obvio del mundo. Pero no me molesta. Yo me siento bien enterándome y dándome cuenta de cómo es su vida en su hogar.

Mientras las conversaciones transcurren, Cristal toma un poco de miga de pan y hace pequeñas bolitas, para luego lanzar una por una a Drew. Él la fulmina con la mirada, entonces él mismo mira a su padre, para ver si se da cuenta de lo que ella le hace. Después Cristal lanza una por detrás de mí a Alejandro, llegando en su oído, y él mira para todos lados para ver de dónde ha venido eso. No puedo evitar reír. Le lanza otra y le llega justo en la boca. Esto hace que se atragante y comience a toser.

El poco de té que tenía en su boca comienza a salirse y a caer a su taza, y pone una cara tan horrible y desarmada que podría tomarse como una repentina mutación.

- ¡Mira que horrible se ha puesto! -exclama Cristal, partiéndose de risa, lo que hace que la mía solo crezca aún más. Ambas nos deleitamos viendo lo mal que se pone, lo feo y arrugado- ¡Papá, mamá, mírenlo, por favor!

Todos comienzan a reír, mientras mi mejor amiga no está consciente de eso y sólo se burla de Alejandro, mientras le grita que es un chimpancé que se escapó de un laboratorio lleno de virus.

Mientras intento controlar mi risa, sin querer miro a Drew, y el corazón me da un vuelco cuando me doy cuenta de que está mirándome. Su risa se ha ido y solo queda seriedad en su rostro. Rápidamente, bajo la mirada. Me pone nerviosa que la gente me mire.

Luego de unos segundos decido volver a mirarlo para ver si aún está pendiente de lo que hago. Me arrepiento al instante de hacerlo, porque aún tiene sus ojos fijos en mí. La intensidad con la que me mira parece irreal. ¿Será que ya me he ganado odio por su parte? No me sorprendería, pero no es lo que más quiero en este momento. Definitivamente, no.

- Fabiola, ¿Tienes novio? -siento que me preguntan. Miro hacia mi lado.
- Uhm, no, Alejandro -respondo extrañada- No tengo novio.
- ¡Que suerte! -exclama, alzando los brazos- ¿Qué te parece si eres mi novia?
- ¿Disculpa? -lo miro incrédula.
- ¡Alejandro! -interviene Cristal- Iugh. No puedo creer que le hayas preguntado eso a mi más mejor amiga en todo el mundo. Santo cielo, ¿Fui la única que escuchó eso?
- Oye cabrón, no le preguntes eso a la señorita -le dice Drew. Lo miro más incrédula que como lo había hecho con Alejandro. ¿Ha dicho señorita?- Que sepas que es mía. Me pertenece.

Aguanto mis ganas de querer abrir la boca hasta el piso con la impresión. Miro a Cristal, que está tan impresionada como yo. De un momento a otro Seth y Drew chocan los puños en señal de victoria, mientras se ríen.

- Esa estuvo buena -comenta Seth en voz baja, tratando de no reír.
- Pues claro. Somos los Dioses, compadre -es lo que le dice Drew a eso.
- ¡Nada que Dioses! -vuelve a intervenir mi amiga- No te burles de ella de esa forma. Fabiola no tiene dueño. Por Dios, ¿Sabes qué? Podría ser de cualquiera, pero tuya nunca. ¿No es cierto, amiga? -me pregunta. Yo he permanecido callada porque no sé qué decir. No estoy acostumbrada a este tipo de situaciones, ¡Para nada!- ¿Verdad que ningún idiota en esta casa tiene poder sobre ti?
- Es toda la verdad -respondo firme, sin querer que se note nada de lo que en realidad siento. Cristal sonríe- No tengo interés en nada que tenga que ver sobre chicos.
- Por favor, Drew -se mete el padre de ellos- No seas desubicado. Fabiola es una chica educada y se comporta como una dama. ¿Tan bajo vas a caer molestando a chicas como ella? ¿No deberías tener un poco de uso de razón?
- Oh -suelta Cristal, tapándose la boca y conteniendo su risa- Prácticamente, acaban de decir que estás por debajo de Fabiola. Que no llegas a su altura. Lo que es cierto, jamás nadie podrá ser como ella -la miro sonriendo, agradecida por lo que dice y por cómo habla de mí- Y menos tú. Sólo mírate. ¡Asco!
- No he dicho lo contrario -se defiende Drew- Chicas como ella son inalcanzables. Para qué hablar de ti, ambas son iguales -le dice. Yo solo me callo. ¿Inalcanzable?- En diferentes sentidos. Porque se creen superiores. Y a nosotros dos no nos gustan las chicas así.
- No tienes ni idea de lo que dices -pienso. Y de pronto todos me quedan mirando. Seth, Cristal, y Drew. ¿Lo he dicho en voz alta?

Tomo otra galleta y comienzo a comerla, queriendo que tomen eso como un: Lo siento, estoy ocupada, no puedo hablar más. No he querido decir eso, simplemente se me ha salido. Pero es la verdad, porque no me siento inalcanzable. No me siento superior a los demás. Como he dicho, él no tiene ni idea de lo que está hablando. Sólo se deja guiar por lo que cree.

- Drew -dice Cristal, de repente, sacándome del momento incómodo junto con sus miradas- Tú y yo vamos a hablar más tarde.
- ¿De qué, hermanita? -coge una galleta igual que yo. Comienza a morderla, de forma lenta y pasiva,  teniendo su boca en una media sonrisa, mientras me observa. Siento un vuelco aterrador en el pecho. ¡Suficiente! ¡Está burlándose de mí!
- Cristal, Dios -interrumpo su conversación rápidamente- Olvidé que dejé el frasco con pintura encima de tu cama. ¡Debe de estar abierto con la cama manchada! -ella capta de inmediato y como es buena disimulando y es la reina del drama, ni siquiera se nota que disimula.
- ¡No puede ser, mi cama! -grita en voz alta- Mamá, estaremos arriba. Es una emergencia.

Nos paramos de las sillas y corremos a través de la sala, subiendo las escaleras y terminamos encerrándonos en su habitación. Respiro agitada, apoyada contra la puerta como si corriera el gran riesgo de que alguien de abajo viniera como un salvaje y entrara a atacarme. Estoy aterrada. No sé cuánto tiempo paso en la misma posición.

- Lamento la escena de mi hermanito -dice Cristal. Su voz está tan pasiva, que me extraña. La miro y está sentada por la cabecera de la cama, con un libro entre sus manos, leyéndolo, o simulando hacerlo. Incluso se ha puesto unas gafas sin aumento.
- ¿Lamentarlo? ¿Por qué deberías? -pregunto con cierto tono de sarcasmo- Digo, no ha pasado nada. Solamente se ha burlado de mí, y ha querido, de alguna forma, coquetear. Eso no es nada, ¿O no?

Al terminar de hablar me doy cuenta de que me he pasado un poco. No era necesario decir eso. Capaz ni siquiera intentó coquetear. Quizás es costumbre de él morder la galleta de esa forma, mientras mira a una chica.

Cristal baja un poco sus gafas hacia su nariz. Baja el libro a sus piernas y me observa detenidamente. Parece tan aplicada que incluso luce graciosa.

- ¿Quieres hablar de eso? -me pregunta.
- Sí quiero.
- Bueno, tienes suerte. Tu cajita de secretos llamada Cristal, está libre para guardar en un lugar acogedor todos tus secretos y sentimientos -da palmaditas cerca de donde está ella, sonriendo pasivamente- Puedes empezar cuando quieras.

Camino hacia allá y me lanzo de espaldas en la cama. Miro el techo como una escapatoria de la realidad, de lo que acaba de pasar. Tiene estrellas pequeñas y otras medianas. No se nota que brillan porque la luz de la habitación está encendida. No puedo creer que no las haya quitado, porque se las regaló esa persona que ninguna de las dos está dispuesta a nombrar. Y me siento algo tonta porque, a pesar de que estuve bastante rato mirando este mismo techo por la tarde, no me había dado cuenta de que estaban ahí.

- Yo... -comienzo a hablar, y me aclaro la garganta- No sé si he alucinado o malinterpretado lo que él hizo. Me ha dejado algo nerviosa.
- ¿Te refieres al incidente con la galleta? -pregunta- ¿O a la propuesta de pareja de Alejandro?
- Obviamente a la galleta -la miro como si fuese una broma lo que ha dicho.
- No lo has malinterpretado, ni alucinado. Drew intentó lucir excesivamente sexy para ti. Lástima que no le sale. Digo, es Drew -no la miro pero sé que hace una mueca de asco.
- ¿Me toma como si fuese un títere de payaso, con quien él podrá divertirse?
- Es muy probable. Sus amigos o más bien ex-amigos, también me molestaban así.
- ¿Con la galleta?
- ¡No! -se apresura a exclamar- Bueno, pero lo hacían con piropos molestos que eran tan sarcásticos que dolía -responde.

Vuelvo a mirar el techo y comienzo a pasarme mil y un películas por la cabeza. Siempre he sido así. Doy demasiadas vueltas a las cosas. Cristal se refiere a eso como: Pensar demasiado. Y admito que es muy molesto. Porque no puedo estar ni un solo momento en paz, sin pensar lo que podría, lo que sucedería, lo que no podrá, lo que no sucederá.

- Tengo miedo de caer bajo en un futuro, por esto -digo. Y siento la rápida mirada de Cristal venir hacia mí como si no pudiera creer lo que he dicho.
- Oh, no -es lo que se limita a decir- ¿Has sentido algo?
- No -digo- No en ese sentido. Solamente me he sorprendido y puesto nerviosa. ¿Pero y si llega un momento en que esto continúa, y se me va de las manos?

Cristal no me responde, y ambas quedamos en silencio. Lo que pasa es, que los chicos solían dañarme fácilmente. Me refiero a que suelo encariñarme demasiado rápido de quien no debería. De quien no lo vale. Obvio no de personas como Drew, con su personalidad. Pero sí de otras. Así que, ¿Qué pasaría si de un momento a otro veo y siento cosas tontas por un chico como él? Porque es la primera persona así con quien me he relacionado. Es algo nuevo para mí.

Siento un ligero suspiro de parte de Cristal, y como si fuese una conexión, suelto otro. Ella deja el libro que tenía en sus manos encima de la mesita, y se recuesta a mi lado, para luego quedar mirando el techo, tal y como yo.

- Piensas demasiado, Fabiola -me dice, y sé que tiene razón- Deja que las cosas pasen, y sólo no pienses. En ocasiones, el pensar así te hace creer, en un futuro, que quieres cosas, pero que en realidad no las quieres. Te confunde el analizarlo todo. Sólo déjalo.

+++

Luego de nuestra pequeña charla sobre lo que yo sentía, me siento un poco mejor. Así que nos pusimos a ver una película que ya terminó. Son exactamente las diez de la noche, y mamá aún no me llama. ¿Porqué no lo hará?

Justo en ese momento, suena mi celular. Cristal lo alcanza de la mesita, y me lo entrega. Sin darme cuenta ya lo tengo en mi oído.

- ¿Aló?
- Hija, ya es hora de que vuelvas a casa -me dice- Es tarde.
- Está bien -le digo de mala gana. El que estuviera esperando su llamada, no quería decir que quisiese irme- Creí que llamarías más temprano.
- Estás en la casa de Cristal, así que no hay problema -me dice- ¿Ella está por ahí? -pregunta, y pongo el altavoz para que mi mejor amiga escuche.
- Sí, está escuchando ahora mismo -le digo.
- ¡Cristal! ¿Cómo has estado? -pregunta.
- Bien, tía -responde Cristal, animada- Muchas gracias por permitir a Fabiola el venir hoy.
- No hay de qué. Pero quería pedirte un favor. ¿Dejarías a Fabiola en el autobús, para que no le vaya a pasar algo? La esperaré en donde se baje.
- ¡Claro! Eso iba a hacer -le dice Cristal- No la dejaré ir sola hasta allá.
- Muchas gracias -agradece mamá- No llegues tarde, hija.
- Bueno -y eso es todo, porque ella corta.

Con Cristal salimos de la habitación, caminamos por el pasillo y bajamos las escaleras. El segundo piso tiene tres habitaciones. La de Cristal está al fondo. Las más cerca de la escalera son la de sus padres, y la otra la comparten Drew y Alejandro, supongo. Pero cuando llegamos abajo, me sorprendo al darme cuenta de que todos siguen muy a gusto conversando en la mesa, y aún comen.

- ¡Papá! -lo llama Cristal. Todos se quedan en silencio tan rápido y sus miradas quedan tan fijas en nosotras, que da un poco de miedo- Iré a dejar a Fabiola a la parada.
- ¿Sola? -pregunta él, mirando su reloj- Es muy tarde. No. No lo permitiré.
- ¡Pero si queda muy cerca! -se queja ella- No va a suceder nada, por Dios.
- Las voy a acompañar -comienza a ponerse de pie.

Cristal mira a su padre con un poco de pena, y me percato de que Drew lo mira de la misma foma. No puedo evitar darme cuenta de que Drew y Seth comienzan a discutir algo en voz baja. Pero no digo nada, solamente espero a ver qué pasa.

A diferencia de mi mejor amiga, yo soy muy observadora. Bastante. Me fijo en todo. Cristal, por su lado, es muy distraída y se da cuenta de casi ninguna cosa que incluya un secreto, o algo interesante que debería de llamarle la atención. Se fija en sólo lo que ella encuentra que es importante, como una vestimenta o algo incorrecto que hace una persona. No digo esto porque me moleste, si no porque son unas de las cosas que la hacen tan especial para mí. Es muy diferente a su manera, y soy la única que conoce todas las facetas de ella.

- Papá, Seth y yo vamos a ir con las chicas -le dice Drew- Tú ve a acostarte no más. Volveremos enseguida, ¿Vale?

La cara del padre de Cristal se ilumina. Se nota que no tenía ganas de ir a dejarnos. El pobre hombre ya se nota un poco cansado. Siempre se duerme temprano, según dice mi amiga, por lo que como hoy no lo ha hecho, debe de estarlo mucho.

Drew parece no tener ganas de hacerlo a pesar de haberse ofrecido, porque frunce el ceño y de mala gana se pone de pie, seguido por Seth. Miro a Cristal y ella está con los brazos cruzados y con su peso apoyado en una sola pierna, moviendo los dedos impaciente, como si se estuvieran demorando mucho. No puedo evitar reír a eso. Ella me mira al percatarse, y a pesar de no saber qué es lo que me hace gracia, sonríe.

Los dos se encaminan hacia nosotras. Y al estar a una distancia considerable, Cristal abre la puerta. Me despido con la mano de sus padres, y ambos me devuelven el gesto con una sonrisa. Alejandro voltea y hace lo mismo, pero pierde el equilibrio. Alcanza a afirmarse, pero su celular cae al piso.

Salimos de ahí, pasamos por debajo del parrón y caminamos hacia la puerta que da hacia la calle. Cristal y yo vamos por delante, y los chicos se quedan atrás, siguiendo nuestro paso. No hace nada de frío, más bien es una noche completamente exquisita y cálida.

Ambas nos vamos por el medio de la calle, porque no viene ningún auto. Habíamos comentado que nos encantaba hacer eso cuando íbamos a algún lado por la noche, y por fin lo estábamos haciendo juntas.

- ¡Cristal, si viene un auto y las atropella no va a ser mi culpa! -siento que grita Drew, unos metros tras nosotras.

Seguimos nuestro rumbo, ignorándolo por completo. Ruedo los ojos. ¡No viene ningún auto, y no hay ni un miserable ruido! Los hombres aveces son unos exagerados.

- La he pasado muy bien hoy -dice Cristal. Yo paso mi brazo por debajo y rodeo el suyo.
- Yo también la he pasado muy bien -le digo- Ha estado perfecto. ¿Cuando vamos a repetirlo? Estoy ansiosa.
- El viernes, si es posible -responde ella, sonriente- Si Drew sale, por supuesto.
- Sí, así sería mejor -suelto- Ya me he dado cuenta de que es un poco molesto.
- Lamento eso, por cierto -se disculpa.
- No importa, supongo que tendré que acostumbrarme -me encojo de hombros.

Llegamos a la parada, y esperamos a que pase mi autobús. Los chicos se sientan en los asientos que hay para esperar cómodos. Somos los únicos en el lugar. Me quedo pendiente de todo lo que anda en la carretera, para saber cuando viene el que me corresponde. Es sólo porque sé que Cristal no lo hará por mí. Su vista para ver cosas lejanas es tan mala que duele.

- ¡Ahí viene mi autobús! -grito, más fuerte de lo que quería. Me tapo la boca. Cristal mira fijamente al transporte que viene no tan lejos. Achina los ojos, e intenta ver bien. Luego, se rodea los ojos con los dedos, como si fuesen un binocular.
- ¿Cómo lo sabes? -me pregunta, aún intentando ver.
- Porque se ve muy bien -le digo riendo- ¿Le has dicho a tu padre sobre tu visión?
- Sí, le dije -deja de rodear sus ojos y me mira fijamente- Dice que me llevará al oculista en cuanto tenga tiempo y el dinero.
- Que bien. Bueno, me voy -aviso. Los chicos se ponen de pie y se acercan, cosa que no me esperé. Bueno, deben de estar impacientes por irse.

Me acerco a Cristal y la abrazo, para luego besar su mejilla. Ella hace lo mismo. Nos separamos después de unos segundos. Siento el autobús estacionar tras de mí. Miro a Drew y a Seth, que me miran fijamente. Sin embargo no me despido, paso de largo, así que sólo subo al autobús. Probablemente un poco descortés, pero bueno.

Pago mi pasaje. Me siento en el último lugar, el del fondo en la ventana. Cristal sonríe y levanta el dedo pulgar en aprobación. Sé que es porque le ha causado gracia que haya pasado de su hermano y su amigo así como si nada. Le digo adiós con la mano, y luego ya no los veo.

♥♥♥


Uy, para qué les cuento, por poco olvido subir. No sé, he estado algo ocupada y pues se me pasa. Pero bueno, ojalas les haya parecido interesante la narración de Fabiola, a mí en lo personal me ha fascinado, me gusta escribir sobre las dos personajes. Ahora un aviso:

He comenzado a subir Fresa con Chocolate a Wattpad, así que si quieren pueden seguirme o leer la novela por ahí, si les parece más cómodo. 

No olviden dejar +5 comentarios para que suba el martes, las adoro, muchas gracias por todo. Yo sé que a varias Cristal ahora les cae peor o les ha dejado de caer bien, pero ya entenderán. Un beso enorme, y buenas noches. Tengan buen día mañana. Chaaao.


23 de enero de 2015

Capítulo siete - Fresa con Chocolate.



Finalmente, estamos en la puerta de la casa. Miro a Fabiola, asegurándome de que aún no se ha arrepentido de entrar. Ella sonríe tímidamente, y me indica con un movimiento de cabeza la cerradura. Suspiro, saco mis llaves de mi bolsillo, para luego introducirla en donde debía. La giro, y esta se abre.

La verdad es que estoy nerviosa porque pienso cada cosa, y eso me hace tener un poco de miedo. No soportaría perder a mi mejor amiga por culpa de mi hermano. O más bien, de los amigos que él tenga. Tal vez el aparente mejor amigo de mi hermano, ese Seth, no la moleste si está solo, porque ni conmigo lo ha hecho. ¿Pero qué pasa si han venido más tipos? En grupo son el problema. Rezo para que este año no sea igual que los anteriores.

Retiro la llave, y me dispongo a abrir la puerta por completo. Nada más al mirar hacia adentro, noto que mamá y papá ya habían llegado, así como predije. Ambos estaban sentados en la mesa. Pero mi sorpresa fue grande, porque conversando con ellos estaban Drew y Seth. Por poco se me cae la cara.

Dejo pasar a Fabiola, pero nadie se ha percatado siquiera de que hemos entrado. Cierro la puerta más fuerte de lo que quería, y todas las cabezas giran en nuestra dirección. Sé que ambas estamos demasiado cohibidas porque permanecemos calladas mirando hacia cualquier lado.

- ¡Cristal! ¡Fabiola! -grita mamá- Llegan a tiempo, estábamos ya listos para tomar el té.
- Sí, hijas -dice papá, refiriéndose a las dos. Siempre llama hija a Fabiola. Mamá igual, aveces. Pero me gusta mucho- ¿A donde habían ido?
- Al parque -respondo cortante, sin haberlo querido.
- ¡Que bueno! Por fin tomando aire libre -comenta con una sonrisa- Siempre estando encerradas y en el internet, ¡Había que hacer algo al respecto!

Todos comienzan a reír como si sus palabras hubieran sido las más chistosas del mundo pero Fabiola y yo permanecimos mirándonos la una a la otra, como si quisiéramos huir. Mamá trae el hervidor y comienza a echar agua en las tazas.

- Oh, por cierto -dice de repente ella- Nuestra visita, Seth, se quedará a tomar el té con nosotros. Desde ahora va a incorporarse más a esta familia.
- Sí -habla papá ahora- No es por nada, pero es la primera amistad de tu hermano con la que estoy completamente de acuerdo, y eso que estoy apenas conociéndolo -lo halaga de tal forma que Seth sonríe ampliamente, y Drew asiente con la cabeza. Mamá vuelve a la cocina sonriente- ¡Pero chicas! ¿Qué hacen ahí paradas? ¡Vamos, a la mesa!
- Uhm, no -me niego- ¿Podemos tomar el té en mi habitación?
- ¡Cristal, claro que no! -me reprende mamá, ahora saliendo de la cocina, sentándose en la mesa- Tenemos dos invitados. No seas maleducada.

Ruedo los ojos, y a duras penas me encamino con mi mejor amiga hacia donde debemos ir. Ambas nos sentamos una al lado de la otra. Alejandro baja las escaleras corriendo como cual animal que huye de un depredador.

Me percato de que quedo justo en frente de Seth. Fabiola queda frente a Drew. Es todo absolutamente incómodo. ¡Me niego a levantar mi cabeza, o a mirarlo! ¿Por qué tuvo que quedarse a tomar el té? ¿Por qué? Podría apostar a que papá lo invitó a quedarse. Él siempre invita a medio mundo a casa, es siempre tan amigable que me dan ganas de vomitar.

- ¡Oigan! -se queja Alejandro, a mi lado- ¿Dónde quedo yo? Están ocupando mi silla -mira a Seth.
- ¡Vaya, hijo! -se percata papá- ¿Estabas en casa?
- Sí -responde Alejandro como si fuese lo más obvio del mundo- En mi habitación.
- Cristal, ¿Te fuiste y lo dejaste solo aquí? -me pregunta cruzándose de brazos.
- En mi defensa, me olvidé por completo de su existencia -me encojo de hombros.
- ¿Cómo pudiste dejarme solo? -me reclama Alejandro, paranoico- ¡Pudo haber un temblor, un terremoto, o un corte de luz! ¿Qué es lo que te pasa?
- ¿Pero qué es lo que alegas? -le pregunto- ¡Si ni cuenta te diste! Te gusta pelear, ¿No?
- ¡Chicos, ya basta! -nos reprende mamá- ¿Qué no ven que tenemos visitas? Fabiola y Seth no deben de sentirse agradecidos por presenciar sus discusiones. Ahora, Alejandro, trae la silla de la cocina y ponte al lado de tu padre.

Él hace lo que le pide y de pronto todos nos quedamos en silencio, echando azúcar al té, o sacando un pan, o comiendo una de las galletas que mamá a puesto para servir. Me siento tan cohibida que no puedo hacer otra cosa que ver fíjamente el líquido café claro de mi taza.

- Vaya, Cristal -me habla Drew, y de pronto todos me observan- ¿Te comieron la lengua los ratones? Es raro verte callada.
- Es cierto, hija. No estás hablando como sueles hacer. ¿Algo anda mal? -pregunta papá, pero él lo pregunta enserio, porque siento su voz sin gracia alguna.
- No, no pasa nada -digo, sin levantar la mirada- Solamente estoy cansada.
- Claro, cansada -dice Drew, riendo- ¿Acaso tienes vergüenza?

Alzo mi cabeza rápidamente y lo miro desafiante. Tiene una sonrisa tan irónica y satisfecha que me hace entrar en rabia.

- Cállate Drew, no tengo nada de vergüenza. Disculpa por ser más moderada que tú con las palabras -le digo- Boca floja, y encima, envidioso.

Me quedo callada, tomo la cuchara y comienzo a revolver mi té. Sin duda tengo un hermano mayor que es un completo abusador y aprovechado. ¡Lo detesto!

Decido que tengo que armarme de valor y hacer como si no sintiera nada. Drew ya está notando que no me siento bien estando aquí en la mesa en este momento, y no puedo permitir que siga a más. Así que alzo mi cabeza y miro a todos, completamente normal. Observo a Fabiola y ella está comiendo una galleta. Me sonríe y le devuelvo el gesto.

- Ya, ya, relájense -mamá pone un alto- Pero bueno, ahora podemos retomar la conversación de antes de que llegaran las chicas -se aclara la garganta- Seth, cariño, ¿Piensas estudiar algo más después de Artes? Nosotros le hemos dicho a Drew que debería hacer eso -suelto una pequeña carcajada sin poder evitarlo, y en un segundo tengo una mirada asesina de parte de Drew. Seth, en cambio, me mira sin mostrar emoción alguna.
- ¿Hay algo tan gracioso? -me pregunta mi hermano.
- Sí. ¿Sabes por qué? -tomo una galleta del plato- Porque con el salario que ganarás haciendo dibujos no te alcanzará para nada, así que, prácticamente, ambos están obligados a hacer algo más útil -comento- Además, quizás ni siquiera serás capaz de estudiar algo más.
- ¿Y tú que sabes? Eres una molestia, Cristal. Nosotros sabemos lo que vamos a hacer -me dice, aún mirándome mal- No te metas.
- No me estoy metiendo. Estoy dando mi opinión -sonrío de lado.
- No los soporto, dejen de tratarse así. Cristal, por favor -me pide papá, con una mirada suplicante. Luego mira a Fabiola.
- Fabiola, hija, ¿Tú qué opinas? ¿Deberían estos jóvenes estudiar algo más? -todos esperamos una respuesta de su parte. Ella traga la galleta que tenía en la boca, y se dispone a hablar.
- La verdad es que sí, estoy de acuerdo con Cristal -dice ella. Yo sonrío aún más- Pero no me refiero a eso porque vayan a ganar un salario bajo, si no porque creo que siempre está bien estudiar más de una cosa. Mi papá dice que si en un futuro no te sale un trabajo con algo, te saldrá con lo otro.
- ¡Eso es cierto! -concuerda papá, con una mirada de admiración hacia mi amiga- Estoy completamente de acuerdo contigo. Yo, de hecho, pienso lo mismo.
- ¿Se imaginan a Drew con cotona blanca, dando clases en una escuela? -pregunto riendo. Fabiola intenta aguantar, pero no lo logra y se ríe, seguido de Alejandro, que también lo hace, sólo lo que él al hacerlo está mostrando toda la comida masticada de su boca- ¿Qué clase de educación les enseñará cuando ni él la tiene?
- Bueno, como iba a decir -se escucha la grave voz de Seth, sorprendiéndome. No esperaba que hablara. Lo fulmino con la mirada como primera reacción, pero no se da cuenta porque no me está observando. Yo intentaba vengarme de Drew, y él acaba impedir que continúe- Yo y Drew sí pensamos estudiar algo después de Artes. No sé, tal vez Música.
- Claro -comento, pero no directamente hacia él, más bien al aire, a quien sea, porque no quiero cruzar palabras con su persona- Artes y Música podrían ser las dos carreras que te permiten ser profesor, que menos horas tienen a la semana.
- Cristal, ya basta, por el amor de Dios -me dice mamá, tocando su cien con sus dedos, mientras tiene sus codos apoyados en la mesa.
- ¿Qué cojones tiene de malo que tengan pocas horas? -se mete Drew- ¡Te pones como profesor en más de una escuela y ya! Joder, ¡Qué alguien la saque de aquí!
- Está bien lo que dice, ¿No? -habla Fabiola, defendiéndome- Ella solo está dando su opinión. Es su punto de vista.

Miro a Fabiola, impactada. No se me pasó por la cabeza que ella podría defenderme en una ocasión por algo que dijera Drew. Menos si es la primera vez que se ven. Después dirijo mi mirada hacia Drew, y la está mirando fijamente. No con odio, o molestia, ni nada de eso. Simplemente la mira. Como analizándola. Se ha quedado callado, y no le ha dicho nada. ¿Qué le pasa? Le han tapado la boca. ¡Se lo merece!

- Lo que dices también  es cierto -concuerda papá con ella. Luego mira a Drew- No lo ha dicho riendo, o burlándose de ti -ahora se vuelve a mirarme a mí- Pero Cristal, hija. Por favor, ten un pongo más de respeto. Seth estaba hablando. Cuando él termine, puedes hacerlo tú.

Me encojo de hombros y comienzo a comer mi galleta. Papá está fascinado con mi mejor amiga. Que bueno que la he traído a casa. Antes, cuando tenía unos catorce años, siempre me reñía porque las amigas que tenía en ese entonces no le agradaban. Y lo entiendo, porque todas ellas fueron unas tacañas miserables que merecen lo peor. Yo nunca le hice caso en ese entonces, y luego me di cuenta.

- Seth, hombre -continúa papá- ¿Así que te gusta la música igual que a Drew? Me sorprende que tengan tanto en común.
- Sí -responde él, apoya sus codos en la mesa y una de sus manos en su mentón-, nos percatamos de que nos parecíamos mucho cuando en la universidad nos hicieron sentar con alguien que no conocíamos para poder socializar -contó. Yo soplo hacia mi taza y doy un sorbo al té- Entonces, nos hicimos preguntas y al darnos cuenta de que nos parecíamos, decidimos que podríamos, ya saben, juntarnos más.
- Ahora no nos despegamos -termina Drew por él, sonriendo felizmente.
- Gays -comenta Alejandro. Fabiola y yo explotamos en carcajadas.
- No somos gays, he tenido a chicas y me gustan mucho -le dice Drew, fulminándolo- ¿Tienes algo en contra de la gente que siente atracción por el sexo opuesto? Ya veo que lo de discriminación viene de familia.

Alejandro lo mira sin entender, y yo comienzo a hervir porque sé que lo ha dicho por mí. Fabiola me mira, también sabiendo a lo que se refería. Quiero saltar a la mesa y tirarle lo que sea encima. Acaba de empezar a sacarme de mis casillas.

- Si vas a decirme algo, dímelo directamente en lugar de estar lanzándome indirectas de porquería -escupo, sin intentar ocultar mi molestia- Cobarde.
- ¿Te ha caído, princesa perfecta? -se pone a reír.
- ¡Sí! -grito- ¡O me tratas como una princesa, porque lo soy -le digo amenazante- o cállate y no estés diciendo cosas en frente de los demás para luego hacerte el inocente!
- ¡Ya, de una vez córtenla! -nos pide papá, queriendo calmarse- ¿Qué es lo que pasa con ustedes dos? Están tirándose cosas entre ambos por cualquier tontería. ¿Han tenido algún problema del que ninguno de nosotros está enterado? Porque quisiera saberlo ya. No sé cómo no les da verguenza, tenemos a gente en la casa y ustedes comportándose como salvajes. ¡Parecen viejos de barrio!

Todos en la mesa permanecen en silencio, y ahora yo me siento un poco culpable. Jamás me ha gustado dejar mal a papá. ¡Pero mi hermano mayor molesto me hace exasperar! ¿Qué es lo que esperan que haga? Solo tengo una opción ahora.

- Lo siento, papá. Pero Drew ha comenzado -le digo, bajando la voz- Yo ya no estaba diciéndole nada. Lo lamento, ya, voy a comportarme -me acomodo en la silla, ya más relajada, y me intento tirar aire con una de mis manos- Lo lamento.

Bajo la mirada, para que sepan que lo digo de verdad. Papá agradece que me haya disculpado, y todo vuelve a la normalidad. Nuevas conversaciones comienzan entre ellos. Parece que a Seth le hacen un completo interrogatorio pero él responde como si nada. Pero no puedo evitar sentir la mirada de él a cada momento. No por largo tiempo, pero cada cierto momento en que habla, dirige su mirada hacia mí. Ni siquiera se molesta en disimularlo.

¿Por qué lo hace? ¿Se estará riendo de mí por dentro? ¿O está tratando de darse cuenta de lo que en realidad pasa, o de lo que ronda por mi cabeza? Seguro lo hace apropósito y eso me hace poner molesta. Últimamente me molesto mucho. ¡No lo soporto! ¡Un poco más y me pondré como una pasita! Eso. No. Puede. Suceder.


♥♥♥

Iba a subir el capítulo anoche a las doce, pero es que tengo una visita y pues lo olvidé porque llegó tarde y me pasé la noche haciendo otras cosas. Quiero agradecer a cada una de las que comentan y me dan sus buenos deseos. Ah y por cierto, Candy, una lectora, me ha preguntado la razón de por qué le he puesto Fresa con Chocolate a la novela. Uy pues eso no lo puedo decir, i'm sorry, pero puedo asegurar que al pasar la novela se enterarán, no falta tanto para eso, y creo que les hará reír. ¡Un beso a todas! +5 comentarios para que suba el martes y voten en reacciones.  ¡Adiós!



20 de enero de 2015

Capítulo seis - Fresa con Chocolate.



A las dos horas y media después, con mi mejor amiga, hemos terminado de ver la película. No fue nada de otro mundo. Fabiola lloró, yo no lloré, y eso fue todo. Parecía una abuelita cuando cuentan historias, y de la nada comienzan a llorar. Entonces entras en pánico, porque no sabes qué hacer, y no haces más que quedarte en silencio, o correr, o pedirle a alguien más que haga algo. Solo que yo no hice nada de eso. Simplemente me reí.

Fabiola comienza a pasear por mi habitación, y se detiene en mi escritorio, justo en donde tengo una no tan alta pila de libros que mamá solía comprar para mi escuela. Todos los meses nos pedían leer un libro que la profesora pedía,  y luego nos hacían un examen.

Comenzó a revisar uno por uno. No me fijé en cuales dejaba su atención. La mayoría eran para niños, pero no por eso dejaban de tener cosas preciosas, que te dejaban buenos mensajes. Cuando estoy con ella y cuando leo libros son los únicos momentos en que puedo mostrar mis sentimientos más profundos. Nadie lo sabe. Excepto ella. Y yo, por supuesto.

- Los amiguetes del pequeño Nicolás -murmura. Me mira y me sonríe- Entretenido libro.
- Sí -le digo- Aunque los niños eran unos diablos en persona, pero me reí bastante.
- Tienes razón. Aún así, se notaba que eran felices y nunca se aburrían. ¿Cuál de estos son los que te gustan más?

Me levanto de la cama al oír su pregunta, y me acerco. Comienzo a buscar. Yo sabía exactamente cuales eran. Había uno en especial que me había llegado mucho. Recuerdo que cuando era pequeña, lo leí, pero no entendí el verdadero significado de lo que leía. Ahora, hace un año, tuve un impulso de volver a leerlo. Un día estaba revisándolos, y la portada me pareció hermosa. Entonces me di cuenta de que no recordaba de qué trataba. Por lo que lo volví a leer.

- Este -lo tomo y lo extiendo hacia ella. Lo acepta de inmediato, y lo examina.
- ¿Surazul? -pregunta.
- Sí -respondo- Nada más mira el ave de la foto. Es una maravilla.
- ¿Y por qué elegiste este? Yo nunca lo he leído.
- Mm, no lo sé -me encojo de hombros- Bueno, en realidad sí lo sé. Lo elegí porque cuando lo leí, estaba pasando por momentos malos. Tú ya sabes de cuales momentos hablo -la miro, y ella entiende de inmediato- Entonces, mientras lo leía, sentí que era un impulso enorme. Me ayudó mucho, de cierta forma. Supongo que es porque decidí leerlo en el momento preciso, justo cuando debía. Sin duda, es uno de los libros que más significan para mí.
- Jamás me contaste eso -me dice- Pero está bien. Algunos libros hay que guardárselos por mucho tiempo, ya sabes -soltó unas risas. Siguió mirando los demás y se quedó perpleja al ver uno- ¡Ay por Dios! ¡El diario de Anna Frank!
- ¡Ese es un libro perfecto! -exclamo- Amo la historia de amor entre Peter y Anna. Me pone los pelos de punta. Sobretodo en las partes en que se besan. ¡Casi me moría al leerlo!
- ¡Sí, ambos son tan únicos! -concuerda conmigo- Es uno de nuestros favoritos, sin duda.
- Tienes razón -concuerdo- Pero bueno, lo importante no es solo la historia de amor. Tiene muchos acontecimientos que te hacen sentir identificada con Anna. Siento que soy tan parecida a ella. Todo lo que sufrió, y lo que vivió, te hace pensar. Pero de alguna u otra forma, así logró convertirse en escritora, a pesar de ya no estar viva. Ese era uno de sus sueños más anhelados.
- Exacto. Sin duda, un libro inigualable. Que bueno que Otto haya decidido publicar el diario. Cumplió el sueño de su hija. Anna sin duda se lo agradecería. ¿Ya viste la película?
- Sí, la vi. La he visto muchas veces. En ocasiones, al llegar del instituto, la veo desde el celular mientras almuerzo -me río.
- Entonces deberíamos verla juntas. Yo no la he visto aún. ¡Anda, hay que hacerlo!
- ¡Claro! Hay más de una, eso sí.
- Pues a verlas todas -suelta carcajadas- Quiero verla desde todas las perspectivas.

Nos quedamos hablando de libros por el tiempo que sigue. En un momento mamá me avisó que saldría con papá a comprar mercadería. No sé exactamente cuánto pasó, solo sé que bastante rato. Hace mucho que no hablábamos de cosas que significaran tanto para nosotras. No habíamos tenido el tiempo ni el momento adecuado para hacerlo.

- Tengo hambre -se queja Fabiola. La miro, impactada.
- Hace sólo un rato comimos los dos paquetes enteros de chatarra -le digo, como si fuera una razón por la que no debería volver a tener hambre el resto de su vida.
- ¿Qué tiene? Mi estómago cruje -justo en ese momento, crujió. Me miró, haciendo una mueca- Eres mi mejor amiga. ¿Me prestas plata?
- ¡Abusadora! -le digo riendo- Pero, mm, bueno, creo que tengo un billete por el cajón -apunto con mi dedo hacia él.

Fabiola va hasta el lugar que yo le indico, y de ahí saca un reluciente billete de color verde. Lo estira entre sus manos, para luego ponerlo en dirección a la ventana, logrando que la luz pase a través de él y así ver si es verdadero o falso.

- ¿Hay un negocio, o un kiosko, por aquí? -pregunta.
- Sí, nada más queda a la vuelta de la esquina -respondo- Vamos ya.

Salimos de la habitación y en un minuto ya nos encontramos fuera de casa, caminando hacia uno de los lugares en que venden comida incorrecta un montón de horas al día. Por supuesto, yo no voy a comer más. Estoy más que satisfecha. Si sigo a este paso, mi ejercicio diario no servirá para nada.

- Compra tú -le digo a Fabiola, al llegar- Yo me quedaré viendo unos precios de pinches para el cabello.
- De acuerdo, pero no te vayas sin mi -dicho eso, se va hacia las chatarras.

Me acerco a uno de los ventanales en donde a través de ellos, habían un montón de adornos para el cabello. Cintas, trabas, elásticos, cintillos, de todo un poco. Son bonitos, pero tengo algunos en casa y casi nunca los utilizo. Aunque no estaría mal tener unos extras.

Siento que me tocan el hombro. Oh, no. Seguro es alguien que no es Fabiola. Si hay algo que no me gusta, es encontrarme con gente cuando no me apetece. Me aborrece. ¡No me gusta! Sin duda la mala suerte se está adentrando en mi vida como una espina filosa.

Me giro, y me llevo una gran sorpresa. Es nada más y nada menos que Julián. Un chico que hace dos años fue mi compañero de clase. No era más que un molesto pinta monos, que no hacía más que hacer el tonto para llamar la atención y que todos los demás lo encontraran divertido. Solía meterse en problemas sólo para mostrar lo guay y desinteresado que era. ¡Basura! ¡Pura y maloliente basura!

- Cristal, preciosa. Siglos sin verte -me dice, mirándome de abajo hacia arriba. Muestra una sonrisa coqueta y amplia, pero no me provoca nada.
- Solo fueron dos años -corrijo, sin mostrar la misma felicidad que él.
- Sí, pero parece que fuese más. He querido verte desde hace tiempo.

Halagador, pero es una de las mentiras más podridas del mundo. Yo nunca hablaba con él, más que cuando me preguntaba si tenía una goma, o un lápiz, o una tijera o un pegamento. Yo sí tenía, pero le decía que no, a pesar de tenerlas a la vista en la mesa y habérselas prestado a otras personas.

- Vaya -es lo único que se me ocurre decir. Ofrezco una sonrisa torcida, y observo alrededor para ver si Fabiola está lista. Para mi mala suerte, recién está en la corta fila para pagar.
- ¿Qué te parece salir uno de estos días? -propone. Abro los ojos como plato. Que rápido que es. Va directo al grano. Se notan sus intenciones de inmediato.
- No lo sé. Tal vez no tenga tiempo -le digo- ¿Cómo está tu novia, Mariza? -pregunto, fingiendo interés. Quería cambiar el tema.
- Terminé con ella hace un año -suelta risas- No era para mí. Esa chica es una total sosa. Ni siquiera sé cómo diablos pude estar con ella -su risa sigue, y yo me quedo completamente seria- Pero salir contigo no estaría mal. ¿Quieres? Para ponernos al día.

Siento asco adentrarse en todo mi cuerpo. Por lo más sagrado, que porquería de chico. ¿Por qué tiene que ser tan falso y poco hombre? El muy horrendo habla así de la chica a la que decía amar. Yo mismo lo escuchaba en esos tiempos. Me entran ganas de vomitar en su cara. La idea de tener un tiempo para humillarlo me llama.

- Me parece perfecto -acepto su invitación- Sería genial que pudiésemos salir.
- ¿Ya ves? -sonríe, victorioso- ¿Te paso a buscar a tu casa?
- ¿Qué casa?
- La tuya -aclara, mirándome divertido- La que está a la vuelta de aquí.
- ¿Cómo sabes que vivo ahí?
- Lo supuse. Te vi salir de ahí con una chica -dice. Me mira, esperando una respuesta- ¿Entonces?
- Oh, pues, sí. Pasa a buscarme ahí -le brindo una sonrisa completamente falsa- Espero que la pasemos muy bien.

Cuando digo eso, él parece tomárselo de una manera rara. Vuelve a mirarme de abajo hacia arriba, y alza las cejas de manera pervertida. Lo hace de una forma muy disimulada, que me sorprende, porque es raro que los chicos disimulen cuando miran a alguien.

- Genial -habla por fin- ¿El viernes, te parece bien?
- Claro.
- ¿A las cuatro? -asiento- Vale. Tengo que irme, solo vine aquí para hablarte -noto que se prepara para despedirse de mí con un beso en la mejilla, pero reacciono rápido y comienzo a alejarme en dirección a Fabiola.
- Nos vemos el viernes. Hasta pronto -me despido con la mano. Me devuelve el gesto, y luego sale del negocio a toda prisa.

Me pongo a un lado de Fabiola, sonriendo. Observo como entrega los dos paquetes individuales de alfajores al vendedor, le entrega el dinero y éste le da el vuelto. Sin darnos cuenta, salimos de ahí y ya estamos en la calle.

- ¿Con quién hablabas? -me pregunta, curiosa. Sabía que me lo preguntaría.
- Era Julián. Un chico que conocí hace dos años -le cuento- Era mi compañero de clase.
- Vaya pinta de prostituto que tiene -comenta. No aguanto, y exploto en carcajadas. Esto hace que ella se una a mis risas, sin poder parar. Cuando me relajo, sigo.
- Me ha invitado a salir.
- ¿Y has aceptado? -abre los ojos como plato, a pesar de saber la respuesta.
- ¡Claro que sí! -respondo- Pero no pienso salir con él.
- ¿Por qué? -la cara se le cae.
- Tú misma lo dijiste: Es un prostituto. Me acaba de decir que la chica con quien estuvo de novio, llamada Mariza, no era más que una sosa, y que no sabía cómo pudo estar con ella. ¿Puedes creerlo? -sacudo la cabeza. El recordarlo me daba náuseas- ¡Es un capullo! Jamás saldría con alguien así. ¡Iugh! ¿Cómo puedes pensar que en realidad lo haría?
- No lo sé. Era guapo. Cualquiera le diría que sí. Solo pensé -hace una mueca- Pero si yo hubiera estado en tu lugar, estaría igual que tú.
- Lo sé -le toco el hombro- ¡Que bueno que somos astutas!
- ¡Sí! -da un salto- Lo hemos desarrollado con el tiempo. Nuestras caídas nos han puesto en alerta máxima.

Cuando termina de decir eso, fijo mi vista en el césped del parque, que está justo en frente de donde acabamos de salir. Me dan ganas de estar al aire libre por un rato más. ¡La tarde está preciosa! ¿Por qué desperdiciarla?

- ¿Quieres estar en el sube y baja? -le pregunto, sin poder ocultar mi sonrisa.
- ¿Y hacemos competencia de quién se come los alfajores más rápido mientras está arriba y abajo, hasta que nos provoque dolor de estómago?
- ¡Por supuesto!
- ¡Vamos!

Y así pasamos el resto de nuestra tarde. Bueno, no solo en el sube y baja. También en los columpios, en la rueda giratoria, en los neumáticos, etcétera. Nos lanzamos muchas veces en el césped. Teníamos nuestros jeans un poco verdes en las rodillas, de tantas veces que nos empujamos haciéndonos caer en el césped. Incluso conocimos a dos pequeños, una niña y un niño, que eran hermanos. Tenían cuatro años. Eran iguales, porque eran gemelos. ¡Eran los más preciosos que había visto en mi vida! No como Alejandro que es una molestia o Drew, que es un gorila en celo. 

Cuando decidimos volver a casa, ya son las ocho. El cielo está naranja, con algunos toques de morado y amarillo. Fabiola aún no recibía una llamada de su madre, lo que era una novedad. Jamás le daba permiso para salir a algún lugar hasta tan tarde. Tal vez la está dejando por más porque ha venido a mi casa, y no a otro lado.

El cuerpo se me estremece cuando veo aparcado frente a mi casa el auto color negro de Seth, el chico que viene todas las mañanas a mi casa para irse con Drew a la universidad y presumir lo geniales que se ven en tal aparato trasladador. ¿Ya llegaron? ¡Había olvidado por completo que Drew llegaría en cualquier momento!

- Fabiola, llegó mi hermano con su amigo molesto -le digo, poniendo una mano en mi pecho. Ambas nos detenemos- ¿Te podrás quedar?
- Uhm -lleva una mano hacia su boca, mirando el vehículo- Esa cosa es enorme. Tanto, que asusta. ¿Crees que nos ataquen? -exagera, haciéndome reír un poco. Pero no dura mucho.
- No lo creo. Mamá y papá deben de estar ya en casa. Cuando ellos están, nunca pasa nada. Pero te pregunto, por si acaso. No quisiera obligarte, para que luego alguien se burle de ti.

Mira por momentos el auto, luego mi casa, luego a mí. Hace lo mismo por unas tres veces más. Eso me hace pensar que me dirá que no, y que piensa que es mejor que se vaya. Pero de pronto la veo sonreír delicadamente, y se pone en una postura firme, dejando caer sus brazos a los lados y alzando la cabeza.

- Vamos a entrar -dice, segura de su decisión.
- ¿Estás segura?
- Segura. Tengo que superar mi problema a no poder aguantar lo que digan de mi. Además eres mi amiga. Debo quererte con lo bueno de tu vida -me mira, pero luego vuelve a mirar la casa-, y con lo malo.
- ¿Entonces vamos?
- Vamos -acaba con eso. Y comenzamos a caminar.

♥♥♥

¡Hooooola! Chicas, espero que les haya gustado el capítulo, a pesar de que Seth no haya aparecido pero es que como soy bien mala quería dejarlas con la intriga. De nada. Ah, y quería agradecer por los diez comentarios del capítulo anterior, han subido y eso me tiene demasiado contenta. Para las que no saben, allá por el lado hay una encuesta en donde pueden dar su opinión sobre Fresa con Chocolate. También quiero decir una cosa, que dos chicas me pidieron que subiera el domingo porque dije que subiría tres días a la semana, pero la cosa es que no voy a empezar a hacer eso de inmediato, lo haré cuando tenga varios capítulos avanzados. No olviden, +5 comentarios para que suba el viernes. ¡Adiós, las adoro! 



16 de enero de 2015

Capítulo cinco - Fresa con Chocolate.



Cristal

No sé que es lo que pasa. Drew no sale nunca de casa. Han pasado bastantes días, incluso unas tres o cuatro semanas, y no logro que salga ni por el más mínimo segundo. Ya no va a clubes, ni a fiestas, ni siquiera sale por las tardes. Cada día, después de la universidad, se encierra en su habitación a hacer sus deberes y a dibujar.

No es tan malo. Gracias a esto, me he dado cuenta de que, en realidad, no tengo por qué meterme en su vida. Tenía razón. Él es libre de hacer lo que le de la gana. Yo también soy libre de eso. No soy su madre, soy su hermana. Si algo malo sucede, le diré a mamá o a papá. Porque cometí el error de nunca decirles nada. Ahora no lo haré de nuevo. 

Al terminar de pensar en eso, apago el despertador de mi celular. Como siempre, antes de que suene. Me pongo las zapatillas de dormir y voy hacia el baño. Milagrosamente, mi fastidioso hermano mayor aún no se ha levantado, así que tengo todo para mí sola, sin apuros, ni interrupciones.

Me ducho, me seco el cabello, me pongo el uniforme del instituto, para luego hacer una fina línea con delineador negro muy pegada a mis pestañas superiores, y luego las cubro con rimel. Sinceramente, sólo uso el delineador cuando tengo ganas. No sé, otras veces se me hace pesado.

- ¡Cristal! -comienzan a golpear la puerta- ¡Maldita sea, sal pronto!
- ¡Habla más bajo, Drew! -le pido- ¡Despertarás a mamá y a papá!
- No sabes lo poco que me interesa, ¡Sal ya o llegaré tarde a la universidad!
- ¿Por qué siempre arruinas mis mañanas? ¡Te despiertas como un ogro!
- ¡Te he dicho que salgas! -es lo único que me dice, porque ignoró mis palabras. 

Termino saliendo cinco minutos después, solo para hacerlo fastidiar. Cuando abro la puerta para hacerlo, no alcanzo ni a reaccionar cuando me doy cuenta de que me pasa su lengua por la mitad de mi cara, dejándome llena de su asquerosa saliva. Lanzo un grito, pero me callo al instante, porque no quiero que mis padres se despierten y me digan lo histérica que soy. Me empuja y se encierra en el baño.

Desesperada, bajo las escaleras hasta el primer piso. Corro hacia el lavaplatos y me lavo lo más que puedo. Que asco, santo Dios. Quiero vomitar. ¡Es un neardental! Miserable, lo odio, lo odio a más no poder. ¿Por qué me ha tocado un hermano así?

Siento unos pequeños golpecitos en la puerta. Cierro la llave. Creo que he escuchado mal, pero justo entonces, vuelven a golpear. Así que salgo de la cocina, ¿Quién será a esta hora? Jamás nadie viene a casa así, menos en día de escuela, y tan temprano por la mañana.

Abro, y me quedo pasmada al ver al mismo tipo que vino el otro día. Seth. Definitivamente, no esperé verlo tan pronto. O tal vez sí. Bueno, ya ha pasado un mes. Otros días sé que ha venido, pero es cuando yo estoy en mis tiempos de relajación extrema, estando en la ducha y luego en mi habitación. Me enteraba de que venía cuando ya se iba. Según Drew, nunca estaba más de media hora. La cosa es que estos días no pensé en nada de eso, ni sobre él, ni en sobre su existencia, ni en sus hábitos que no son para nada buenos.

No me quedo a analizar la situación ni por un solo segundo. Simplemente me giro y me devuelvo a preparar mi desayuno. Siento que cierran la puerta a mis espaldas. Ya ha entrado. Seguro se queda en la sala. No me molestará. Si se queda en silencio, todo estará bien. No tengo por qué preocuparme.

Yo misma me di cuenta hoy de que no podía seguir metiéndome tanto en la vida de Drew. Por supuesto que, cuando lo hice, no creí que este mismo tipo vendría justo hoy. ¿Acaso el gran Dios me está poniendo a prueba? ¡Qué hice yo!

Tomo mi tazón del mueble y saco mi leche del refrigerador, y cuando me doy la vuelta, el tipo está sentado en la mesa de la cocina, mirándome. Me sobresalto al notar su presencia. Pero, sin embargo, camino hacia la mesa, y me siento lo más alejada de él que se me hace posible.

Me echo leche en el tazón, luego los cereales, y comienzo a desayunar. El ambiente está tenso. Es un silencio completamente incómodo, que jamás, nunca antes, había sentido. Pero como ninguno de los dos habla en ninguna ocasión, voy relajándome, hasta que ya me quedo más tranquila. Ninguno de los dos tiene la intención de hablar con el otro, así que está bien. Es necesario dejar en claro que: Yo. Nunca. Siento. Incomodidad. Con. Un. Hombre.

Por eso mismo se me hace extraño que esté dándome este sentimiento justo ahora. Sé que me mira cada cierto tiempo. Y como no habla se me hace aún más incómodo. Eso me hace rodar los ojos. Me comienza a molestar. ¿Serán mis hormonas? Ahora que me acuerdo, se me acerca el período. Puede que sea eso.

Cuando estoy a unas cuantas cucharadas de terminar de comer, entra Drew en la cocina. Su sorpresa al ver a su gran nuevo amigo, es la misma que la mía, pero él sonreía como si se conocieran de toda la vida, y como si nunca hubiera sido un amargado conmigo, cuando salí del baño hace un momento.

- ¡Seth, hermano! -se chocan los puños, muy animados- ¿Tan temprano llegaste?
- Son las siete diez. La cosa era a las siete en punto, hombre -responde.

Su voz era un poco oscura, o mejor dicho, ronca. Me llamó la atención. Seguramente tenía la misma edad que Drew, pero sus voces eran completamente diferentes. La de mi hermano era igual grave, pero nada de ronca. Más bien, la de este tal Seth era más madura, y la de mi hermano, una más inmadura. ¿Me expreso bien? No lo creo.

- Lo siento, es que ciertas molestias se demoran un siglo en el mugriento baño, sólo para verse al espejo por horas, ¿Cierto, Cristal? -me pregunta. Lo fulmino con la mirada. Ruedo los ojos y miro hacia otro lado.

Pongo mi última cucharada de desayuno en mi boca, me pongo de pie y camino hacia la salida de la cocina. En eso, justo al pasar por el lado de Drew, me empuja dándome un ligero codazo en las costillas.

- ¿Ahora me ignoras? -pregunta, riéndose de mí.
- ¡Te odio! -exploto, furiosa de lo que hace. Furiosa de su presencia, y del otro que lo acompaña.
- ¡Creída! -comienza a sacarme la lengua. Su amigo, Seth, sonríe como si fuera lo más gracioso del mundo y eso solo hace que me ponga aún más furiosa.
- ¡Australopithecus! -lo insulto.
- ¿Qué has dicho? -se pone la mano en la oreja, haciéndose el que no sabe nada, o haciéndose el sordo.
- ¿No sabes nada de historia, Drew? ¿No era que estudias Artes? Para eso, necesitas saber, al menos, un poco de historia. Hasta un Australopithecus es más avanzado que tú.
- Eres una molestia en el trasero, y encima una nerd.
- No me interesa lo que me digas -escupo- Baboso.
- Víbora.

Salgo de ahí, me voy hacia el segundo piso y entro al baño. Me cepillo los dientes. Saco de mi estuche uno de mis delineadores de labios. Elijo el color rojo, para el día de hoy. Cuando lo pongo en mis labios y lo difumino para que no quede cargado, salgo de ahí y voy a por mi mochila que está en mi cuarto. Cuando estoy de vuelta al primer piso, son justo las siete y veinte, así que es hora de ir a clases.

Salgo a la calle y Drew está arriba del mismo auto color negro del otro día. Está sentado en el asiento de copiloto y el famoso Seth está en el lado del conductor. Dejo de mirarlos y me dispongo a caminar, para ir a la parada del autobús.

- ¡Cristal! -me llama mi hermano. Dudo un momento, pero me detengo, y lo miro- ¿Quieres que pasemos a dejarte al instituto?

No me molesto en gastar mi hermosa voz, con él. Me doy la vuelta, para ir a la parada. Jamás me iré con ellos. Nunca en mi vida. Menos ahora, que Drew hace como si no me hubiera puesto de los nervios toda la mañana. Lamentablemente, puedo decir que las mañanas ya no están siendo mi parte favorita del día. Antes eran la mejor parte. Ahora, no estoy tan segura.

- ¡Cristal, te estoy hablando! -vuelve a llamarme. Pero sigo caminando. Oigo que maldice en voz alta- Como quieras.

Eso es lo último que oigo, porque de un momento a otro ya están muy por delante de mí, yéndose en el auto, hasta que ya no los veo. Menudos tipos. Menudas basuras humanas. Menudos cretinos, que se creen, de seguro, lo más genial del universo sólo por andar en un auto que muchos podrían desear. La cosa es, que a mí me importa muy poco eso.

+++

Al otro día, pasa lo que no me esperaba. Vuelven a golpear la puerta cuando estoy por prepararme el desayuno. Era el gran amigo de mi hermano, otra vez. Así que hago lo mismo que el día anterior, y paso de él, como si no estuviera. Como si mi única compañía fuese la soledad. La soledad que a estas horas tanto necesito.

Los días van pasando, y yo sigo incómoda con la presencia de Seth. Cada mañana viene a casa, le abro la puerta, entra y se sienta en la mesa de la cocina, mientras yo desayuno. Nunca me habla. Nunca le hablo, tampoco. Ambos pasamos, el uno del otro. Se crea una atmósfera bastante tensa. ¿Por qué tiene que venir? Digo, podría quedarse sentado en la sala, pero no. ¡Tiene que quedarse justo en donde yo!

Le comenté esto a Fabiola, y me dice que es mejor así. Preferible eso, a que me moleste, me humille o se burle de mí. Aunque lo hace indirectamente, porque ríe cuando Drew me insulta o me dice cosas y yo me defiendo y lo enfrento con las mismas malas intenciones, diciéndole cosas que lo ofenden.

Sinceramente, me gusta que eso pase. Me refiero a que nos ignoremos. No es como con Alejandro o con Drew, que nada más se me acercan y mi mañana se arruina, porque nos ponemos a gritarnos. Siento que, de alguna manera, Seth me da esa mañana calmada y silenciosa que me gusta tener, a pesar de que él esté presente, y yo no esté sola. Eso es bueno. Y se lo agradecería, si lo conociera, y si me interesara querer hablarle. ¡Aún así quisiera que no viniera! Este esfuerzo mío de no meterme en la vida de mi hermano se está volviendo un atraco, ¡Enserio!

Hoy es viernes. Llegué a las dos de la tarde del colegio. Este día siempre salgo más temprano, cosa que es maravillosa. Me tiro al sofá de un salto como un saco de patatas, y suspiro, llena de alegría.

- ¡Mamá! -siento que Drew grita, mientras baja las escaleras.
- ¿Qué haces aquí? -le pregunto, incorporándome- Deberías estar en la universidad.
- Oh, hola. Pues hoy es viernes. Los viernes, salgo mucho más temprano. Solo tengo clase hasta las doce -responde, y de pronto, me mira mal- ¿Pero a ti qué te importa? ¿Te pagan por metiche? ¿Y qué hago contándote mis cosas?
- Eres tan fácil, hermano -sonrío, victoriosa- Siempre me das lo que quiero. Te tengo en la palma de mi mano.
- ¡Quisieras! -es lo último que me dice, para luego seguir gritando, yéndose a la cocina- ¡Mamá! ¿Puedo salir hoy?

Mi sensor se pone en marcha. ¿Drew quiere salir? ¡Es la señal! De inmediato me levanto del sofá y corro hacia la cocina. Mamá está abriendo una lechuga, mientras enjuaga sus hojas en el lavaplatos.

- No lo sé. Es viernes -le responde ella.
- ¿Por qué no lo sabes? Tengo veinte años, ¿Lo olvidas? -se cruza de brazos, y se apoya contra la mesa- Soy un adulto. Puedo hacer lo que quiera.
- Harás lo que quieras cuando vivas en tu propia casa, Drew -es lo único que le dice mamá a eso, con completo desinterés, lo que me hace querer reír.
- ¡Solo quiero salir! -exclama mi hermano- Me he portado bien, tengo buenas calificaciones en la universidad. Solo quiero ir con los chicos a una tarde de viernes. Hemos quedado en juntarnos el último día de clases de la semana, a pasarla bien un rato.
- ¿A donde irás?
- Al centro, mamá. O a casa de Seth. No lo sé.
- No quiero que vayas a fiestas, ¿Está claro?
- No iré a fiestas. Llegaré antes de que oscurezca. Vamos, ¿Me dejas?

Mamá lo piensa por unos minutos, pero termina accediendo. Yo estoy llena de felicidad en mi interior. Subo a mi habitación y de inmediato llamo a Fabiola. Ella, como suele hacerlo, tarda en contestar. Yo estoy de pie delante de mi escritorio, alzando y bajando mi pie, haciéndolo sonar con el choque contra el piso.

- ¿Aló? -contesta.
- ¡Fabiola! -grito, aún más feliz de lo que ya estaba- ¡No creerás lo que pasó!
- ¿Qué pasó? -pregunta. Noto que su voz suena algo soñolienta.
- No puede ser, mujer. ¿No me digas que apenas llegaste a tu casa te has dormido?
- Algo así -suelta una que otra carcajada perezosa- Estaba muy cansada.
- No me he dado cuenta, fíjate -le digo sarcásticamente- Hoy por poco te dormías en el instituto. De no ser por mí, tu cara aterrizaba directo contra la mesa.
- Gracias por eso -me dice, soltando un bostezo- Eres mi héroe.
- ¡Lo que sea! ¡No creerás lo que pasó! -repito.
- Ya, bueno. Dime lo que ha pasado.
- ¡Drew quiere salir! -le cuento, sin quitar mi entusiasmo. Ella se queda callada. Yo hago lo mismo, esperando a que reaccione.
- ¿Lo dices de verdad? -habla por fin- ¿Qué le ha dado por salir?
- Tiene una junta con sus mugrientos amigos hoy en la tarde. Al parecer, lo harán cada viernes. ¡Eso significa que cada viernes podría ser tarde de chicas!
- ¡Eso es genial! -de una vez por todas, muestra entusiasmo y es como si se le hubiera quitado el sueño. Somos unas pobres amigas completamente desesperadas- ¿Significa que puedo ir hoy mismo?
- ¡Claro!
- ¡Perfecto, iré! Nada más deja que almuerce, y me voy para tu casa. Oh, pero avísame cuando se vaya tu hermano, para así no ir antes.
- Bueno. ¡Te espero! ¡Adiós!
- ¡Adiós! -y me corta.

Cuando mamá termina de hacer la comida, todos nos sentamos en la mesa. Papá está con nosotros. Le ha tocado día libre, por lo que se quedará todo el día. Lo bueno es que duerme toda la tarde, siempre. Su voz no se escucha, por lo que todo estará muy relajado.

Cuando Drew se va, llamo a Fabiola, y ella me dice que saldrá de inmediato de su casa, camino hacia acá. Una hora después, ya está en mi casa. Papá y mamá están en la sala de estar. Cuando la ven entrar, se sorprenden. De inmediato se muestran felices por su presencia. Ella les agradó desde el momento en que se conocieron.

- ¡Fabiola, hija! -mamá se acerca a ella, y la besa en la mejilla- ¿Cómo has estado? ¡Hace mucho que no te veía!
- Muy bien, señora. ¿Cómo está usted? -le pregunta mi amiga, muy tímida.
- Aw, cosita. Eres un cielo de chica. ¡Cristal, voy a regañarte! -me apunta con su dedo, amenazante- ¿Por qué nunca la habías invitado?
- Es cierto, nunca antes lo hiciste -se incluye papá en la conversación. Éste se acerca a ella, y la besa en la mejilla- Mucho gusto de verte de nuevo, Fabiola.
- Lo mismo digo -le responde.
- Sobre eso -hablo yo, ahora- Con Fabiola habíamos quedado en que ella viniera más seguido, y hacer pijamadas, o ver películas en las tardes. Cosas así. ¿Está bien eso?
- ¡Por supuesto! Confío plenamente en ustedes dos juntas, sobretodo si es aquí en casa, en donde están a salvo -nos dice mamá- Todo es diferente allá afuera, en la calle.
- Tu mamá tiene razón -la apoya papá- No faltaría el maniático que las ve y las secuestra, las viola, o incluso las mata. ¡Esas cosas están muy vistas hoy en día! No quiero ni imaginarlo.
- Sí, ya, de acuerdo. Está bien, tienen razón -intento terminar la conversación- Vamos a estar arriba, en mi cuarto.

Como si nos faltaran piernas, subimos arriba, tan rápido como podemos. Cierro la puerta y nos quedamos mirando, sin quitar la sonrisa de nuestras caras. Bajo mi mirada a las manos de Fabiola. Tiene una bolsa en cada una.

- ¿Qué traes ahí? -pregunto, llena de curiosidad.
- Ah, sí -baja la mirada hacia ellas. Camina hacia mi cama, y las deja encima- Sobre eso. Papá me dio un poco de dinero, así que...

Mete una mano dentro de una de las bolsas, y saca un enorme paquete de patatas fritas. Mete la mano a la otra, y hay un paquete del mismo tamaño, pero ahora con nachos. Mi sorpresa es grande, y siento que se me hace agua la boca.

- Lo que tú quieres es engordarme hasta que estalle, ¡Es delicioso! -alzo la voz.
- ¡Sí, lo es! -exclama, sin quitar su sonrisa- Y no me vengas con cosas de que no quieres comer, o con que ya estás llena nada más al probar un poco. Cada vez que yo venga, vamos a comer chatarras, te guste o no.
- Estoy de acuerdo -acepto, igual de sonriente que ella.

La tomo de la mano, nos quitamos los zapatos y nos subimos en la cama. Juntas, comenzamos a saltar como dos verdaderas locas, mientras reímos a carcajadas, como nunca antes lo hemos hecho. Ninguna de las dos puede creerlo. Para cualquier persona, que una amiga esté en su casa es algo completamente normal. Pero para nosotras, es como una oportunidad escasa e inigualable. ¡Es perfecto!

Cuando nos cansamos de saltar, terminamos rendidas en la cama. Nuestras sonrisas aún están en nuestras caras, y regulamos nuestras respiraciones. Por fin paramos de reír, y nos quedamos viendo el techo detenidamente, como si lo viésemos por primera vez.

- Somos unas penosas -comenta Fabiola.
- Sí, lo somos. Damos tanta pena. Parecemos niñas de cinco años.
- Estoy de acuerdo.
- Cualquiera se burlaría de nosotras -agrego.
- Lo bueno es que no hay nadie.
- Sí. Pero bueno, ¿Vemos una película? -propongo.
- ¡Claro! -contesta de inmediato, y nos sentamos en la cama- ¿Una llena de amor, tragedia, sufrimiento, con lágrimas contenidas que no nos atrevamos a derramar y masoquismo puro?
- ¡Te lo aseguro!
- ¡Sí! -celebra, alzando los brazos.
- Aish -finjo llorar- Había deseado tanto este día. ¿Crees que sea algo tonto?
- No, no lo es -finge llorar también- Yo también lo deseaba. Te quiero tanto.
- ¡Yo a ti más!
- Ambas -concluye.

Y luego de eso, abrimos los paquetes de chatarra, no sin antes yo traer bebidas del primer piso. Cierro la cortina, nos acurrucamos en medio de la cama, y vemos películas comiendo como unas salvajes. Días así, son de los que no se olvidan, jamás, pero jamás. 

♥♥♥

¡Capítulo largo! Espero que se hayan dado cuenta. No sé, yo lo encontré más largo que los otros. Pero bueno, quería agradecer por los comentarios, por su apoyo, ya saben, lo que siempre me gusta decirles. Oh, y no sé si se han dado dado cuenta de esta otra cosa, pero... ¡El blog superó las 800.000 visitas! No puedo creerlo, ¡Estoy tan feliz! Aún recuerdo los primeros días de mi blog. Tenía poquísimas visitas, de hecho me daba pena, pero con el tiempo ha crecido tanto, y no puedo imaginar si algún día abandono este blog. Se ha vuelto parte de mí, saben. En ocasiones no entiendo cómo pueden haber personas que abandonan su blog y se van así como si nada a wattpad, dejando el blog sin uso alguno, sólo porque ahí es más fácil que se lea una novela, porque, al menos yo, me encariño con lo que he empezado y crecido, tanto que no sé cómo explicarlo. Es sólo mi opinión, eh. ¡Un beso a todas! ¡Las adoro! No olviden, +5 comentarios para que suba el martes. ¡Adiós!



13 de enero de 2015

Capítulo cuatro - Fresa con Chocolate.



Cuando ya tengo mi jugo servido, tomo un pequeño sorbo. El sentir el líquido helado, me hace relajarme un poco. Mi sorpresa sigue, así que me quedo callada un momento más, pero luego ya estoy preparada y sé que estoy lista para decirle todo a Drew.

- Dime, ¿Por qué tú puedes traer amigos, y yo no puedo traer a mi mejor amiga? -nada más al escuchar mi pregunta, él se pone a reír. Odio cuando hace eso.
- ¿Acaso te he prohibido que la traigas?
- No, no lo has hecho, pero me molesta el hecho de que tú traigas a gente antes que yo. Ahora que has traído a alguien, seguro que no se despegará de aquí y que seguirás trayendo a más y más, como pasa todos los años -me cruzo de brazos, más enojada que nunca- Por esa misma razón ya no quiero que Fabiola venga. Tus amigos me hacían la vida miserable, me molestaban y no pienso dejar que ella pase por lo mismo.
- ¿Cual es tu maldito problema, Cristal? Esta es mi casa también, y puedo traer a quien yo quiera -se cruza de brazos, de la misma forma que yo.
- ¿Sabes cual es mi problema? -le pregunto, acercándome a él, quedando frente a frente- Que siempre te buscas amistades que no valen ni un poco.
- ¿Lo conociste? -me pregunta enojado igual que yo- ¿Lo saludaste? ¿Sabes algo de él?
- Vi lo que necesitaba ver. Lo suficiente. No es que su cajetilla de tabaco haya  pasado desapercibida -ni siquiera me molesto en hablar bajo. No me importa que el tipo escuche.
- Eres una discriminadora de mierdas, Cristal. La cagas.
- ¡No me interesa, Drew! -exclamo- ¿De donde has sacado a ese tipo? ¿De los clubes a los que ibas, igual que a los otros?
- Lo conocí en la universidad. Estudia en Artes, igual que yo.
- ¿Cómo voy a creer eso? Cuando te preguntaba antes, me decías que eran de la escuela, ¿O no?
- No te importa. Cree lo que quieras -me responde borde.
- ¿Por qué te empeñas en hacer mi vida un asco? -pregunto- ¡Dímelo!
- ¡No todo gira en torno a ti, Cristal! -me lanza tal grito, que me sorprendo- ¡No te metas en mi vida! ¡No eres el centro del mundo! ¡Eres una imbécil amargada que no hace más que molestar y meterse en todo en lo que no debe!
- ¡No me grites! -exijo, devolviendo su grito- ¡A mí nadie me grita! ¿Entiendes?
- ¡Te grito porque es la verdad! ¿Acaso yo te ando diciendo con quién debes juntarte? ¿Te regaño por lo que haces con la gente, o por lo que no haces? ¡No porque seas mi hermana vas a hacer lo que se te antoja y tratar a mis juntas como se te de la gana! ¡Oh sí, la gran Cristal es la diosa suprema y nadie puede ponerle un pie encima! Ese es tu pensamiento típico seguramente. ¡Egocéntrica!
- Prefiero ser egocéntrica a ser un pringado con amigos de porquería, que fuman y quizás hasta se emborrachen y droguen. ¡Soy inteligente! No como tú -escupo.
- ¿Cuando vas a aprender a respetar a gente que es distinta a ti, Cristal?
- Nunca, ¿Y sabes por qué? Porque no saco nada. ¡Porque no me gusta la gente así!
- ¿Acaso tú no sabes que muchas personas lo hacen por problemas?
- No me vengas con porquerías de esas, Drew -le digo- Siempre utilizan esa excusa. ¡Ay, sí, tengo vida horrible, así que dejaré que mis pulmones se contaminen con tabaco y me alcoholizaré para sentirme feliz por un momento! -imito con una voz burlona- ¡Eso es una idiotez del tamaño de todo un país!
- Vaya, disculpa a la gente por no tener una vida perfecta como la tuya, en donde tienes todo lo que se te antoja. Además eres una superficial, joder. Una maldita superficial.
- Soy feliz siendo así, no me interesa lo que me digas.
- A mi tampoco me interesa lo que me digas tú. ¡No te entrometas en mi vida, ni en mis amigos, ni en lo que yo haga! -se gira rápidamente y comienza a caminar firme para salir de la cocina. Me adelanto hacia la salida, lo empujo por el hombro y paso por delante de él.
- Ni creas que ibas a irte antes que yo -lanzo mi cabello hacia atrás, y oigo que me dice algo, pero no logro escuchar. Sin embargo, sé que es un insulto.

Paso por la sala de estar, sabiendo que el amigo de Drew está observándome, pero no bajo la mirada. Es más, le miro desafiante, a pesar de él tiene una mirada completamente normal. Sus ojos se quedan en los míos y el contacto visual se rompe cuando comienzo a subir las escaleras. ¡Todos son iguales! Es que no. No puede llegar alguien correcto a mi vida. ¡Siempre me toca lo peor!

Estoy en mi habitación, y de pronto me siento mal. Hace mucho que no tenía una escena con tanto griterío con una persona. En pocas palabras, con un hombre, a pesar de que sea mi hermano. Eso me sofoca. Creí que no volvería a tener de eso. Supongo que me equivoqué.

Los minutos pasan y estoy sentada en los pies de mi cama. Ahora mismo intento no pensar. No regresar al pasado. Porque Drew, ni ningún otro, es esa persona que tanto me dañó. Tengo que estar consciente de eso. ¡Por favor! Cristal, eres más que esto. Puedes olvidarte.

Mis ojos comienzan a humedecerse, sin poder evitarlo. Los recuerdos pasan por mi cabeza, y me niego a permitir que me hagan daño. Camino hacia la cortina, y la aprieto con fuerza, la jalo, creyendo que eso me ayudará a descargarme. Lo hago tan fuerte que logro que el fierro que la sostiene se salga de su lugar y caiga encima de mis cosas. Siento que algo frágil se rompe. ¡No me importa un rábano! Por mí rompería todo ahora mismo. ¡Drew es el peor hermano del mundo! De no ser por él, no estaría sintiendo todo esto. Me hace daño. ¡No debería ser así! ¿Por qué no puedo pasar de todo? ¿Por qué no dejo de pensar en el pasado? Porque eso es. Es pasado. No significa nada ya. ¿Por qué tuvo que marcar tanto mi vida? ¿Y qué es lo que pasa conmigo?

De pronto tocan la puerta y me quedo de pie en medio de la habitación, respirando de forma irregular. Me siento mareada y todo me da vueltas. Tengo tanta presión encima, que me asusta, y creo que en cualquier momento podría caer desmallada al piso.

- Cristal, ¿Qué se rompió? -era Drew. Y se atreve a venir aquí, el muy cínico- ¿Estás bien? -me callo. No respondo- Sé que estás ahí, te oigo respirar. ¿No puedes hacer episodios cuando no tenga una visita? Seth está abajo y escucha y sabe todo lo que está pasando. Compórtate.

Y no lo vuelvo a escuchar, porque siento que se aleja de la puerta y luego sus pasos bajando los peldaños de la escalera. Doy un puntapié a la cama haciéndola crujir. ¡El enojo, la furia, la impotencia y la tristeza no deberían existir!

De un momento a otro me doy cuenta de que tengo que relajarme. Que no saco nada haciendo lo que hago. Así que me tiro en la cama y aguanto lo más que puedo.

Paso los minutos, hasta que llega la hora del almuerzo, esforzándome por no votar ni una sola humedad de mis ojos, como siempre hacía. Yo no lloraba. Nunca. No lo hacía desde hace mucho tiempo. Y no pensaba hacerlo hoy, tampoco. 

Antes de bajar las escaleras, recupero toda dignidad y me muestro como suelo ser. Recuerdo que soy hermosa y una chica ejemplar, y ya me siento mucho mejor, y es como si nada hubiera pasado. Me voy hacia el comedor, y todos están sentados, esperándome. Miro toda la sala, y no hay nadie. El tipo, gran amigo de Drew, llamado Seth alias fumador, debe de haberse ido. Me siento en la misma silla de siempre.

- Mamá, ¿Por qué hay espaguetis con salsa de tomate? -pregunta Alejandro, con mala cara.
- Siempre te han gustado los espaguetis con salsa de tomate -le dice mamá.
- ¡Eso era cuando tenía seis! -exclama- Ya no me gustan. Me aburren.
- Alejandro -interviene papá- Esto es lo que hay, y esto es lo que te vas a comer, ¡Y ya!
- ¡Pero es que a mi no me gustan! -vuelve a quejarse, se cruza de brazos, y se queda callado.
- A mí me gustan mucho -se mete Drew.
- Nadie te pidió tu opinión, puerco asqueroso -le insulta.
- ¡Alejandro! -mamá ahora está enojada- ¿Qué te he dicho? ¡Mejor cuida esa boca!
- Mamá, no pierdas tiempo -ruedo los ojos- Nunca va a cambiar. Es un maleducado, jamás verá la luz, y nunca va a tener novia.
- ¿Él es el maleducado, Cristal? -me pregunta Drew, girando su cabeza hacia mi dirección, para luego mirarme fijamente. Pero yo ni me inmuto.
- Sí, es él. Sólo y nadie más que él.
- ¿Estás segura? -insiste, sin quitarme la mirada- ¿Lo estás?
- ¡Sí, Drew, lo estoy! -lo fulmino con la mirada- Todo lo que te dije era verdad. No me arrepiento. Fui sincera, y sigo en mi posición.
- ¡Pues yo también!
- ¿De qué están hablando? -nos pregunta papá. Todos nos miran en silencio.
- De nada -responde Drew, por ambos. Y todos empezamos a comer.

Cuando acabamos, nos quedamos conversando un momento. Tomo mi celular disimuladamente, y miro si tengo algún mensaje. Había uno, de Fabiola. Me preguntaba si quería salir hoy. Al igual que a mí, sus padres son muy estrictos con las salidas, y cuando a ella la dejan, siempre aprovecho de pedir permiso también. Así salimos juntas. Nos encanta ir de paseo cuando no hay clases.

- Mamá, ¿Puedo salir hoy? -le pregunto esperanzada.
- Pregúntale a tu padre.
- Papá -miro en dirección a él, ahora- ¿Puedo salir?
- ¿A dónde? -se cruza de brazos, apoyándolos en la mesa. Su mirada es seria- ¿Y con quién?
- Con Fabiola. Solo al centro, a dar una vuelta.
- ¿A qué hora?
- No lo sé, tendré que preguntarle.
- ¿A qué hora llegarás?
- Tampoco sé eso. Pero siempre es solo un rato.
- Bien. Pero solo por si acaso, te quiero aquí a las siete, más tardar.
- ¡Gracias! -le digo, ofreciéndole una gran sonrisa.
- ¿Por qué la dejas salir? -se escucha la voz de Drew- ¿Qué hay de mi?
- Tu amigo vino hoy antes de almorzar, ¿Qué más quieres? -le pregunta, alzando una ceja- Además, tú estás en la universidad. ¿No tienes que estudiar?
- Papá, Seth vino solo un rato por problemas personales -a pesar de que yo me encuentro mirando el centro de la mesa, noto que me mira de reojo- No estuvo más de una hora.
- Lamento mucho eso, hijo. Pero podrías invitarlo de nuevo hoy. Eso, si no tuvieras que acompañar a tu madre a pagar una cuenta al centro comercial.
- ¿Qué? -parecía que se le caía la cara- ¿Por qué no va Cristal?
- Porque ella fue quien me acompañó a cobrar el cheque. Incluso se ganó un helado -le dijo sonriente, y mirándome con aprobación.
- Eso es cierto, hermanito -le digo en tono burlón. Se gira hacia mí, fulminante- Y estaba delicioso. Papá también comió. Te lo perdiste.
- ¿Cómo pudiste comprarle un helado? -alega Alejandro, sorprendiéndonos, porque no estaba en la conversación- ¡Yo también quiero!
- Hijo, si te portas bien, te compraré un helado en el centro comercial -le ofrece mamá- Y si Drew se porta bien, le compraré uno también.
- Mamá -habla Drew sin ganas, tapándose la cara- No soy un bebé. Voy a portarme bien.
- Eso espero -le dice.

A las cuatro treinta, me encuentro ya lista y arreglada. Decido ir con la misma ropa con la que fui al banco. Me veía guapa, bonita, femenina, y sencilla. Me gustaba mucho. Así que solo me puse un poco de rimel, y me delineé y rellené los labios con color malva. Dejé mi cabello suelto, para que el viento hiciera volar su aroma.

Habíamos quedado en encontrarnos en Sissy's. La tienda de helados más agradable, con mejor atención y helados más riquísimos, pero a la vez económicos, que hay en toda la ciudad. Había bastante gente, así que fui casi corriendo hacia una mesa para dos personas, y me senté allí a esperarla.

Fabiola

Cuando llego a Sissy's, lo primero que hago es buscar a Cristal en las mesas del fondo. Para mi suerte, está ahí, justo en la misma de siempre. En el lugar, habían solo dos mesas para dos. Siempre ocupábamos la del rincón, apartada de todos. ¡Ninguna de nosotras puede ser más obvia!

- ¡Cristal! -la llamo. Ella gira su cabeza, dejando de mirar sus uñas.
- ¡Fabiola! -me acerco y la beso en la mejilla. Me siento en frente de ella- ¿Qué almorzaste?
- Lomo saltado, ¿Qué almorzaste tú?
- Espaguetis con salsa de tomate.
- ¡Rico! -exclamo sonriente, imaginando el plato. Se me hace agua la boca.
- ¡Rico el tuyo! Prefiero el Lomo saltado -junta sus manos y mira al techo, imaginándolo, igual que yo.
- Sí, es que ya sabes, te gusta más el arroz. Eres la loca del arroz, ¡podrías casarte con el arroz!
- Oye, el arroz es riquísimo -da su razón del gusto hacia esa comida- ¿Qué has hecho hoy?
- Uhm -pongo un dedo en la boca, y pienso- No he hecho nada de otro mundo. Estuve en casa con mamá, mirando vídeos en internet. ¿Y tú?
- Fui con papá a cobrar su cheque, y discutí con Drew.

De inmediato ruedo los ojos. Cada vez que Cristal me habla de su hermano, me da algo. Y es que aún sin conocerlo, sé que no me agrada. Ambas somos mejores amigas, tenemos un gusto entre personas muy parecido. Nos agradan las mismas, nos desagradan las mismas. Y no es por el hecho ese de: Como a ti te cae mal, a mi me cae mal. No. Es como si fuera inconscientemente. 

- ¿Qué te hizo ahora?
- ¡Llevó a un tipo fumador a casa! -exclama, desahogándose- ¿Cuantas veces seguirá con lo mismo? Todos los años anteriores sus amigos drogados o lo que sea, me hacían la vida miserable. Ahora trajo a este otro tipo. Creo que no me interesa tanto en ese sentido. Lo que más me molesta ahora, es que no he podido llevarte a casa. ¿Sabes cuantas ganas tengo de una pijamada?
- Yo también tengo ganas de una pijamada -hago puchero, porque enserio, las tengo- ¿Pero y si no es tan malo? Seamos positivas.
- Podría molestarte, ofenderte, o reírse de ti en tu cara. Es un hiriente cuando está con gente de esas que no tolero -se pone la mano en la cabeza, frustrada- Si hay algo que me molestaría aún más a que me molesten a mí, sería que hagan contigo lo mismo que hicieron conmigo. 

Cristal siempre me ha cuidado mucho. Tiene un instinto protector, y eso es algo que agradezco. No soy tan dura. Suele afectarme mucho lo que digan de mí. Por eso siempre ve el lado malo, de todo lo que podemos hacer juntas. Si hay algo que nos perjudique en el ámbito sentimental, no lo hacemos.

Sonrío, sin poder evitarlo, y suelto un suspiro lleno de ternura. Ella lo nota, y se pone a reír. Rueda los ojos y se muerde el labio, queriendo ponerse seria. Eso me hace reír aún más.

- ¡No te rías! -me pide, sin aguantar, volviendo a reír.
- Ya, ya, voy a por los helados -le digo- Y mientras, voy a considerar hacer algo.

Me pongo en la fila y no tarda en tocarme a mí. Pido dos helados de menta en copa. El mío tiene trozos de oreo y salsa de chocolate. El de Cristal tiene trozos de frutilla y salsa de frutilla. Ella nunca come chocolate. Siempre pedimos lo mismo, cada vez que venimos. Es como una rutina de amigas. 

Pienso en ir a casa de Cristal. Nunca fui porque Cristal la pasaba horrible estando allí con gente que la molestaba, y sería peor si yo iba. Luego, en vacaciones, cuando su hermano se fue, no pude porque me fui a casa de mis tíos con papá y mamá. Ahora, cuando pensamos que no llegaría, llega, y arruina los planes. Pero voy a ir de todas formas.

- Menta con frutilla y salsa de frutilla para la reina de la dieta -se lo entrego cuando me vuelvo a la mesa, a sentarme.
- No hago dieta -me fulmina con la mirada- Simplemente, me cuido. Tú no tienes necesidad. Eres delgada por naturaleza, y nunca tienes un grano, mujer. Nunca -levanta la cuchara de su helado y me apunta- Eres como una muñeca de porcelana.
- Ser delgada aveces no es tan bueno, te lo he dicho muchas veces.
- Eres muy linda, Fabiola -me dice sonriendo- Estás guapa.
- Tú también -le digo.
- Ambas.

Momentos así, son cuando entre ambas intentamos subirnos el autoestima. Las dos lo tenemos increíblemente bajo. Yo porque lo he tenido así desde hace mucho, todo por comentarios que me lastimaban mucho, que aveces cuestan asimilar. Y Cristal, desde que pasó por lo que pasó. Era algo más o menos parecido, solo que por personas distintas. A pesar de que ella siempre se muestra más que segura de sí misma con todas las personas.

- Voy a ir a tu casa de todas formas, y haremos la pijamada, y nos juntaremos siempre que queramos -le aviso, entusiasmada con mi decisión. Ella se saca la cuchara de la boca.
- ¿Estás hablando de verdad?
- Sí, lo hago. No quiero conocer a tu hermano, pero quiero que tengamos cosas de amigas. Que no toda nuestras juntas sean gracias al instituto -meto un poco de helado a la boca, lo trago, y sigo- Si el próximo fin de semana él sale a algún lado, avísame y voy, ¿Sí?
- ¡Por supuesto que lo haré! -grita, llamando la atención de las otras mesas, pero no le importa porque sigue ocupada en su emoción- Jamás creí que dirías eso. ¡Por fin ha pasado! No quería presionarte.
- Gracias por no hacerlo -le agradezco- Pero deberías hablar más bajo. Loca.
- ¡Es que no me lo creo! -sigue gritando- Prométeme que si Drew te hace algo, no dejarás de ser mi mejor amiga.
- Te lo prometo.
- ¡Oh, no te lo he dicho! -parece recordar algo. La gente sigue mirando hacia nosotras, pero ni se da cuenta, siendo que incluso se lo dije. Me llevo otra cucharada a la boca. No me importa que miren. No no avergonzaría nunca- ¡Me preguntó que si acaso estabas buena! ¿Puedes creerlo? No quise decirle que sí lo estabas.

Me atoro con el helado, pero logro tragarlo a tiempo, antes de ponerme a toser. Siento que Cristal intenta darme palmaditas desde donde está. Pero me las está dando en el hombro. Debería ser en la espalda. Me pongo a reír por eso cuando dejo de toser.

- Deberías digerir mejor, ¿Tanta hambre tienes? -me pregunta, volviendo a la posición en la que estaba- Lo único que falta, es que mi hermano quiera algo contigo. Sinceramente, no sé si es mujeriego o no. Pero ten cuidado.
- Él no se fijaría en mí, nunca -le digo, pero de pronto recuerdo algo- ¡Ni siquiera lo conozco!
- ¿Quieres ver una fotografía?

No me deja responder y saca su celular. Luego de unos segundos, lo extiende hacia mí y me lo pone prácticamente encima de mi nariz. Lo hago para atrás, y veo la foto. En él, un chico guapo, con rostro un poco aniñado, está mirándome. Bueno, no a mi, si no a la cámara. Trae una gorra azul hacia atrás, se muerde el labio, y tiene puesta una playera color bordó, creo, porque no lo logro distingir bien, y encima unas letras blancas.

- Ahora trae el pelo más corto -me informa- Esta foto se la tomó una semana antes de irse de vacaciones a casa de mi tía, este verano. Suele tomar mi celular, y tomarse todas las fotos que quiere, pero siempre deja sólo una. Dice que es para que mi celular tenga más swag -vuelve a guardarlo y apoya sus codos en la mesa- No sé que es eso. Debería borrarla, ahora que lo pienso. Es la única que sigo guardando. Pero bueno, ¿Qué te parece?

Me mira, esperando una respuesta. Me pone un poco nerviosa decirle que su hermano me ha parecido atractivo. Pongo mi mano en mi boca, tapándola y miro mi helado.

- Oh -siento que da un brinco, y eso me hace sobresaltar- ¡Lo encontraste guapo!
- No he dicho eso -me defiendo.
- ¡Pero lo piensas! Ese gesto lo conozco -me apunta con su dedo, amenazante- Cada vez que hay un chico que te llama la atención, lo haces.
- Bien, es cierto. Lo encontré guapo -reconozco, y me pongo derecha- Pero sigue pareciéndome igual que antes. No quiero conocerlo. Prefiero alejarme de gente como él.
- Yo haría lo mismo, si no fuera mi hermano y no tuviera que convivir con él. Es igual que sus amigos o ex amigos mediocres -me dice, mientras lleva un poco de salsa de frutilla a su boca. Frunce el ceño, y hace una mueca de asco- Esta salsa, Fabiola. ¿Es idea mía, o sabe mejor cuando está revuelta con el helado?

♥♥♥


¡Hola! Admitiré que esto de subir cada ciertos días no me tiene completamente conforme. En ocasiones me dan ganas de hacerlo, al menos, un día más en la semana. Cuando tenga la novela más avanzada, quizás agregue un día más de nuevo capítulo. Pero aún no. 

Quiero dar las gracias por comentar en mi capítulo anterior, a las seis chicas que lo hicieron, y también a quienes se toman el tiempo de hacerlo en el chat del blog. Me alegro de que les esté gustando. Sé que ésta novela no está siendo tan leía como las otras que hice, pero me pone feliz que aún varias de mis lectoras se queden. Muchísimas gracias. ¡Así que nos vemos el viernes! Voten en reacciones. Recuerden, +5 comentarios para que suba ese día. ¡Chaaao!