23 de mayo de 2015

Capítulo treinta y dos - Fresa con Chocolate.



Fabiola sujeta mi brazo y me cuenta con todo su entusiasmo lo bien que la pasó nadando con Drew la tarde de ayer. La escucho enternecida, no sólo porque me parece muy dulce que Drew la esté tratando como ella realmente se merece, sino que además ambos se llevan de una manera demasiado buena, que incluso llega a ser impresionante.

- Entonces, Drew me abrazó por la cintura, me acercó a él, comenzó a besar mi cuello, mi boca y yo sentí que...
- Ya, detente -alzo una mano, fingiendo una mueca de asco mientras río- No quiero saber cómo se sentía la lengua de mi hermano en tu boca.
- ¡Cristal, no es eso! -chilla- Me refiero a lo que sentí en mi interior. Tienes un hermano increíble. Si lo intentan, podrían llevarse bien.
- Sí, bueno -ruedo los ojos- ¡Dímelo cuando te tire caca de perro sólo para que sus amigos rían! ¡Agh, un horror!
- Uf, mujer, tienes que superarlo.
- Suenas como mamá -la miro mal- Como sea, fue humillante.

La verdad es que lo superé, ¡Pero eso no quiere decir que ya no me acuerde! La humillación pública que pasé en esa ocasión se volvió un trauma. Aún puedo sentir las risas escalofriantes cual macaco saliendo de las bocas de esos idiotas buenos para nada, junto con las vibras negativas que transmitían.

- ¿Qué harás hoy? -me pregunta, cambiando de tema- Ya salimos de clase, el resto de la tarde la tenemos libre.
- Oh, sobre eso, la verdad es que tengo que ayudar a mamá a hacer unos preparativos. Parte de mi familia vendrá a casa, al parecer. Se quedarán hasta la noche.
- Estarás ocupada, entonces. Una lástima, mientras que yo estaré recostada en mi cama, comiendo algo rico, leyendo un libro o viendo vídeos relajada como nunca -intenta burlarse.
- Que risa, muy graciosa, no puedo dejar de reír -digo con sarcasmo- Tienes un interior cruel.
- Sí, siéntete orgullosa de conocerlo -alza las cejas. Suelto unas carcajadas.
- Créeme, lo estoy.

Llegamos a la parada y veo mi autobús correspondiente. Le aviso a Fabiola que ahí viene, así que me despido de ella con un beso en la mejilla, asegurando que hablaremos luego. Me subo al transporte, pago mi pasaje y me voy a los últimos asientos, que para mi fortuna permanecen vacíos, casi todos.

Nada más al sentarme, abro mi mochila y saco mi celular junto con mis audífonos. Los conecto y en unos segundos estoy escuchando canciones. Lo malo, es que he puesto una triste por elección. Es algo muy difícil de explicar: cuando estoy con personas a mi alrededor es como si no ocurriese nada malo, pero tan pronto como vuelvo a estar sola todo lo que pude hacer para sentirme mejor desaparece y no queda nada más que tristeza con melancolía. Y yo no soporto este último.

Los usuales treinta minutos de viaje llegan a su fin, por lo que me bajo y camino hasta mi casa. Entro, haciendo que lo primero que vea sea a mi familia sentada en la mesa, listos para almorzar. Lanzo mi mochila al sofá y los saludo uno por uno con un beso en la mejilla. Sólo entonces, me siento en mi respectivo lugar. Tomo el tenedor y me dispongo a comer fideos con carne.

- ¿Cómo te fue hoy? -me pregunta mamá, con una sonrisa.
- Bien -ahora sonrío yo, pero miento a medias- Me la he pasado genial.
- ¡Que bueno! ¿Qué nota te sacaste en el examen del otro día? -vuelve a preguntar.
- No me lo han dicho aún.
- Oh, no importa. De todos modos me enteraré cuando haya reunión.
- ¿Te dijo tu hermano ayer por la noche quiénes iban a venir? -ahora me habla papá.
- Sí, antes de dormir me lo dijo.
- ¿Por qué le preguntas si le dije o no? -interviene Drew- Te aseguré que lo haría. ¿No confías en mí?
- Hijo, no es eso -niega- Solamente que eres un poco olvidadizo y retraído.
- Ya, ¿Y piensas que eso es mejor? -Drew frunce el ceño.
- No es para tanto -le dice mamá, mirándolo con desaprobación- La cosa es, que cada uno de ustedes va a ayudarme a hacer los preparativos para lo que resta de las horas del día. Quiero que haya comida suficiente para que sea una buena junta familiar.
- ¡Mamá, yo no puedo! -exclama Alejandro, sobresaltándome. Incluso había olvidado que estaba aquí- ¡Tengo que ver una película que darán en la televisión!
- Tú no, niño. No sabes cocinar ni hacer el aseo siquiera -mamá rueda los ojos- Pero Cristal y Drew pueden ayudarme. Por otro lado, tu padre no puede integrarse a ustedes porque va a salir.
- Mamá, yo tengo cosas que hacer -la voz de Drew vuelve a hacerse escuchar- Soy un hombre ocupado. Tengo vida social.
- No me interesa, te vas a quedar acá y harás lo que yo te pida porque vives bajo nuestro techo, porque quiero y porque puedo obligarte.
- ¡No es justo! -grita- Papá, ¿Cómo le permites que me haga esto?

Papá no le responde, se limita a encogerse de hombros y a reír. Drew bufa y se apoya contra el respaldo de la silla, intentando mantener la calma. Me esfuerzo para no reír, porque realmente la escena me parece muy cómica. Yo no digo nada ya que no me molesta ayudar. Siempre me ha gustado que venga a casa parte de la familia. Todos nos llevamos muy bien desde que tengo memoria.

- ¿A qué hora van a irse? -decido preguntar. Cuando mamá está por responderme, es interrumpida.
- ¿Aún ni llegan y ya te quieres deshacer de ellos? -cuestiona Drew- Linda sobrina que eres.
- No es por eso, idiota. Sólo estaba preguntando -lo fulmino con la mirada.
- No lo sé, pero supongo que será después de media noche, como suele ser -me aclara mamá, logrando que no sigamos discutiendo- Tu padre y tu tío Dino harán un asado para que todos lo disfrutemos.
- Yo también quiero ayudar en eso -o es mi idea o Drew está metiéndose en todo el día de hoy. Parece demasiado hablador.
- Está bien -acepta mamá- Mientras más manos, mejor.

Eso es lo último que se dice, y entonces nos quedamos pendientes de nuestra comida. Hablamos de vez en cuando, pero no tanto, porque está delicioso y nos dedicamos casi a sólo comer. Dicen que cuando se tiene mucha hambre y además está delicioso, nadie habla. ¡Yo pienso que es cierto! A menos que no hables solamente porque no tienes ganas. Es comprensible.

Casi media hora después, cada uno está satisfecho y yo estoy que reviento. Decido comenzar a levantarme, lista para subir a mi habitación y disfrutar un rato haciendo algo que me guste, como leer, quizás ver una película o hacer un poco de ejercicio. Lo que sea para no sentirme deprimida el resto de la tarde. No quisiera llorar o que alguien se de cuenta de que algo me sucede. Aún siento dolor dentro de mí, y no sé cuándo se irá.

- ¿A dónde crees que vas, señorita? -es mamá, pero no me deja responder y agrega:- Ni lo sueñes. Vamos a empezar de inmediato con los preparativos.
- ¡Mamá! -me quejo- ¿No puede ser mas tarde?
- Por supuesto que no. De ser así, no alcanzaríamos a estar listos antes de que lleguen.
- Y Alejandro -dice papá. Alejandro lo mira- Será mejor que te quites toda esa ropa apestosa porque no quiero que los invitados se espanten.
- Pero si yo estoy muy bien -él levanta su brazo y huele su axila, ¡Asco!- Es olor a hombre.
- ¡Tienes siete años! -me burlo de él, fingiendo tener ganas de vomitar.
- ¡Tengo doce! -me corrige- ¡Doce! ¿No puedes entender eso? ¿No sabes contar?
- Familia -exclama Drew, golpeando la mesa- Será mejor que discutamos este asunto con calma, la vida diaria debe contener amor y paz, así se vive bien, no podemos... -le doy una palmada en la cabeza haciéndolo callar. quitando toda su inspiración.
- Anda a predicar a otro lado, tonto -sugiero- Nadie te pesca. No te sale lo de hacerte el bueno, falso.
- Eso es cierto -papá me apoya. Drew lo fulmina con la mirada.

Mamá se va hacia la cocina y yo la sigo. Me obliga a preparar guacamole. Pensé que me haría hacer algo más difícil, pero me encanta lo que me ha tocado. Drew se acerca a mí y comienza a reír, ya que me toca picar el ajo y esas cosas que se requieren. Pero la sonrisa se le va cuando mamá le ordena picar cebolla.

- Odio hacer eso -se cruza de brazos- No pienso colaborar.
- ¿El niño va a llorar? -me burlo, rodando los ojos- Parece que no es tan gracioso burlarte de mí ahora.
- Y no es sólo eso, Cristal -dice mamá- Mira que, si no ayuda, estará castigado todo un mes.
- ¿Qué? -Drew, otra vez quejándose- ¿Qué te hace pensar que puedes castigarme?
- Soy tu madre, tengo derecho.
- Sí, pero soy adulto, yo sé lo que hago o no.
- Vuelve a decir eso y estarás castigado por una semana más. Tendrás edad de adulto pero haces drama por todo, hasta por picar una bendita cebolla, hijo.
- Porque me hacen llorar, los ojos arden.
- ¡Já! ¡Lo admitiste! -grito en señal de victoria, apuntándolo con un cuchillo- Llorón.
- A ti también te pasa. Cuando mamá prepara encebollado, siempre acabas llorando y saliendo al patio para que se te vaya el lagrimeo -me recuerda sonriendo con la maldad. Yo frunzo el ceño.
- Te odio.

Finalmente, mamá pone a Drew a preparar pebre. También necesita cebolla, pero mamá le dice que se encargue de todos los demás ingredientes y que ella hará el resto. Los minutos pasan y todo va muy bien. Ambos estamos solos en la cocina. Yo soy buena cocinando, lo suficiente, pero cuando veo a Drew picando ajo me llega a dar una pena enorme.

- Se supone que debes picarlo en pequeños trocitos, idiota -miro con desagrado su tarea- Hasta un pavo se atragantaría con aquel enorme pedazo. Es tan grande como una roca.
- Exageras -rueda los ojos- Lo estoy haciendo muy bien, sólo mira lo que hago -intenta picar con rapidez tal y como lo hacen en los canales televisivos de chefs profesionales, pero el muy ignorante se pasa a llevar un dedo con la cuchilla y suelta un grito- ¡Maldita sea!
- ¡No sirves para nada! -lo hago a un lado, pero una gota de sangre alcanza a caer en los enormes trozos que picó- ¡Que asco! Hay que tirarlo.
- ¿Para qué? -Drew lleva su dedo sangrante a su boca y succiona. Luego, toma una cuchara y comienza a revolver el ajo con sangre que se supone que debo llevar a la basura- Listo. Nadie se dará cuenta. Le da el toque.
- ¡Mugriento! ¡Vagabundo! -le doy un codazo en su duro abdomen, bastante enojada- ¡Mamá, mamá! -ella entra a la cocina, un poco asustada.
- ¿Qué sucede?
- Drew se cortó el dedo, sangre cayó en el ajo y lo ha revuelto para que lo sigamos utilizando. ¡Dile que está mal, que no tiene higiene! -le digo exasperada- Eso no se puede comer.
- No seas sucio, hijo -lo regaña- Mejor lava tus manos y vuelve a hacer lo que debes. Puedes continuar con el cilantro, y Cristal, encárgate de picar otros ajos, por favor.
- Bien -acepto- Será mejor que al menos esto te salga bien, inútil.
- Inútil -me imita, poniendo voz de niña.

Decido ignorarlo y voy a por los ajos que necesito. Drew no puede ser más asqueroso, no sé cómo Fabiola está con él. Bueno, sí sé, pero igual. Aunque si ella viera esto seguro no le da asco, sino risa. De ser una persona que sea muy especial para mí, seguramente no me daría tal sensación. Pero vamos, es Drew. Repito: ¡Es Drew!

+++

Son casi las siete de a tarde. Salgo de la cocina, lista. He acabado de preparar todo lo debía, y con placer me lanzo en el sofá boca arriba para descansar con los ojos cerrados. No hice mucho, pero me lo merezco porque hice un buen trabajo, todo ha quedado increíble. Lo hemos hecho todos juntos, claro, pero aún así.

De pronto, siento que algo se lanza sobre mí, quitando automáticamente todo el aire de mis pulmones. Abro los ojos y la furia entra en mí cuando noto quien es. Intento golpearlo, pero no puedo, porque mis brazos están atrapados gracias a su cuerpo.

- ¡Muerte al ogro! -grita lo que está sobre mí. Es Drew.
- ¡Quítate! -le ordeno- ¡Salvaje! ¿No notas que estaba descansando?
- Si yo no descanso tú tampoco -comienza a revolcarse sobre mí como si fuese un perro queriendo ensuciarse con tierra justo después de ser bañado- ¡Suplica piedad!
- ¡Drew, te he dicho que salgas! -los movimientos que hace y la cara de tonto que pone son suficientes para que me ponga a reír en contra de mi voluntad- ¡Basta, me estás haciendo reír! ¡Me aplastas!
- Ni que fuese una bola.
- ¡Pero los huesos pesan! Mamá siempre lo dice -intento quitarlo, pero vuelvo a fracasar.
- ¡Sí! -la voz de Alejandro se hace escuchar- ¡Una montaña de humanos! ¡Yo también quiero!

Alejandro comienza a correr en nuestra dirección como si estuviese viendo la cosa más magnífica en todo el planeta. Me entra el pánico y comienzo a gritar.

- ¡Alejandro, no! ¡Ya es suficiente con Drew! -intento detenerlo- ¡Tú también pesas mu...!

Es tarde, porque de pronto ya lo tengo sobre mí y es como si mis pulmones se reventaran. Si con Drew ya me costaba respirar, ahora siento que moriré asfixiada. Los dos enfermos del cráneo están encima y no puedo hacer nada al respecto.

Alejandro, cual mono, se pone de pie sobre la espalda de Drew y ésto a él le cansa un gran dolor, porque suelta un grito, haciendo un movimiento brusco y esto los hace caer a ambos al suelo. Drew cae mal, y golpea su cabeza contra la esquina de la mesita de centro. Comienzo a reír como una loca.

- Ah, Alejandro, cabro culiao, ten cuidado -se queja, poniendo una de sus manos en la cien. Tiene los ojos cerrados y frunce el ceño- ¡Joder, me duele!
- ¡Eso ha sido muy divertido! -Alejandro parece tener cero interés por ir a ver si Drew se encuentra bien- ¡Hay que repetirlo! ¡Fue genial! Pensé que eran unos aburridos, pero ya veo que no tanto.
- ¡Esto es precioso! -se oye gritar a mamá. Los tres miramos hacia donde se encuentra, parada con papá en la entrada de la cocina. Ni siquiera sabía que él había llegado, porque había salido a no sé dónde- ¡Están jugando juntos!
- Hay que tomar una foto -decide papá. Saca su celular de su bolsillo y comienza a teclear- Uh, cariño, ¿Cómo se toman fotos con esta cosa?
- Oh, cielo, no puedes. Tu celular es de la edad de piedra, no tiene cámara.
- Pero el tuyo tiene.
- Sí, el mío. Pero recuerda que te compré ese porque tú nunca aprenderías a usar uno con pantalla táctil como yo -expresa orgullosa.

Papá luce un poco ofendido. Golpes en la puerta comienzan a sonar. Mamá aplaude entusiasmada y papá se encoge de hombros. Nos pide que nos tranquilicemos. Abren la puerta y de inmediato comienzan a demostrar lo felices que están de tener a nuestros familiares en casa.

- ¡Llegaron! -grita mamá.
- ¡Hooolaaaa! -la tía ana, como siempre llena de vida, comienza a saludar con abrazos emotivos a cada uno de nosotros, no sin antes dar un abrazo a mamá y a papá- ¡Que grandes están! ¿Cómo les ha ido en el colegio? ¡Me han dicho que no muy bien! -da un abrazo a Drew, primero- ¿Es cierto que estás con novia?
- ¿Cómo se enteró? -le pregunta Drew.
- Niño, con Facebook todo se sabe.
- Pero no la tengo agregada.
- ¡Porque me bloqueaste! -la tía Ana le da un puñetazo en el hombro- Tu mamá me dijo.

Pasa sus abrazos a Alejandro, y le dice unas cuantas cosas que no escucho porque me distraigo sin tener intención de hacerlo, mirando un punto fijo. Reacciono cuando noto que avanza hacia mí, y correspondo su enorme abrazo con una sonrisa. Tía Ana no sólo es mi tía, sino que también es mi madrina.

- ¡Cristal, que hermosa estás! -me halaga en mi oído- Como siempre, cada vez más. Te he extrañado. Incluso te he traído un regalo -me suelta y extiende su mano hacia mí, con lo que parece algo cuadrado cubierto de un lindo papel- ¡Felicidades por la carrera que estás estudiando!
- Muchas gracias, tía -le doy un beso en su mejilla, completamente agradecida- Pero no es necesario que se haya molestado.
- ¡Niña, no digas eso! Tú sabes que me encanta hacer estas cosas.

Tía Ana recibe un empujón por parte de su madre, la tía Susana. Voy a aclarar ésto, tía Ana tiene como treinta y cinco años, en realidad es mi prima pero como es mucho más mayor que yo le digo tía desde que aprendí a hablar y se ha quedado así. Tía Susana, ella, sí es mi tía.

- ¡Ay, ésta zorra que está linda! -el vocabulario de ella siempre me ha hecho reír. Me abraza con fuerza- La Ana tiene razón, ¿Segura que no andas con un novio así como Drew? Porque no me extrañaría.
- Para nada -niego con la cabeza, riendo- Estoy soltera.
- ¡Pf! A mi tinca que no, eh. Algo me lo dice. Estás mintiendo, chica -se echa a reír, pero no dice nada más porque luego se va a abrazar a Alejandro. En eso, se acerca mi tío Dino.
- ¡Cristaaaaal! -sus brazos me rodean con entusiasmo- ¡Tan pequeña que sigues! Tú ya no creces, te has quedado así para siempre, estoy seguro -vaya esperanza que me da, pero no puedo evitar reír. Toma a papá por el brazo y lo acerca a nosotros- ¿Y la escopeta? ¿Dónde está? -le pregunta- Tienes que estar preparado, porque cualquier hombre seguro se le viene encima a tu hija.

Mi pecho es golpeado por mi corazón de manera inesperada fuertemente al oír esas palabras, porque lo primero que se me viene a la cabeza es Seth, juntos en su auto, esa noche en que nos besamos de manera frenética y, si no hubiésemos sido interrumpidos por Anita, quién sabe, quizás hubiese ido a más.

- Ni que lo digas, nada de escopeta, aquí lo que tengo es una sierra eléctrica, tipo como la de la película donde sale Jason. ¡Así la sangre vuela!

Ambos chocan las manos y se ponen a conversar como si no se hubiesen visto en toda la vida. Decido dejar de pensar en Seth. Y además, ¿Qué problema tiene la gente con pensar que siempre ando con novio? Casi la mayoría del tiempo, es lo primero que dicen. Es un poco divertido. Sin embargo, están locos.

Me acerco a donde está Drew con Alejandro, saludando a Vicente con Ariela, pero antes dejo mi regalo en la mesita de centro. Ellos dos son menores que nosotros. Vicente tiene quince y Ariela siete años. Los saludo a ambos con un beso en la mejilla y acaricio la mejilla de Ariela. Yo no es que me lleve muy bien con los niños, pero Ariela desde pequeña ha tenido un extraño afecto hacia mí. Cuando yo me hice un flequillo recto hace un par de años, ella lo quería como yo así que por su propia cuenta se cortó el cabello. A tía Ana casi le da un ataque al corazón cuando vio a su hija con el pelo todo destrozado. Incluso quería vestir como yo, y así. Me parece dulce, pero la chica es un demonio en ocasiones y por eso me aburre. ¡Sólo soy sincera!

- Como decía, los dinosaurios no se han extinguido. Están en algún lugar, quizás en el centro de la tierra. Es una teoría que he analizado con el tiempo, y te aseguro que un día demostraré que no me equivoco -asegura Alejandro.
- ¿La analizaste tú? -pregunta Vicente, riendo- Estás jodido de la cabeza. No existen.
- ¡Sí existen!
- Alejandro, esa no es tu teoría, porque sale en la película Viaje al centro de la tierra -le dice Drew- Estás relatando lo que sale allí.
- Hay un libro de eso también -les recuerdo, como si fuese lo más importante del mundo saberlo.
- ¿A quién le importa? -Drew se encoge de hombros- La película es mejor.
- Sin el libro no hubiese existido la película -contraataco.
- Cristal, te diré algo de ésta forma -me habla Vicente. Pone sus dos manos en mis hombros, y me mira como si estuviese a punto de decir algo doloroso- Piensa en  cuántos árboles han sido cortados, mutilados, destrozados para que tú tengas tus libros. Gracias a eso, todos nos estamos muriendo ahora mismo por lo del calentamiento global, la falta de oxígeno, etcétera. Tú fomentas a que la humanidad muera. Siéntete la bestia más cruel del planeta.

Por un segundo consigue que me sienta horrorizada. A mí me encanta la naturaleza, los árboles y animales, pero también me encantan los libros y es como que tengo que debatir a qué lado irme. Pero bueno, seguramente cuando llegue el fin del mundo yo ya estaré muerta, así que es mejor que disfrute los libros mientras pueda y así no será mi culpa en realidad. ¡Problema resuelto!

- Casi, casi te sale -lo apunto con el dedo, riendo- Pero no.
- ¡Demonios! -maldice, soltándome- Un día lo lograré.
- Lo dudo.
- ¡Cristal, cristal! -Ariela me llama con alegría, mirándome con un brillo en sus ojos- ¿Dónde están tus muñecas? Quiero jugar con ellas. Por favor, tienes que prestarlas.
- Yo no tengo muñecas -le digo, haciendo una mueca- Lo siento.
- ¡Sí tienes! -da un salto- La última vez que vine me las prestaste todas. ¡Yo me acuerdo!

Divago entre mis pensamientos, y me doy cuenta de que tiene razón. Cada vez que viene le presto todas mis Bratz. A mí me encantaban las Bratz, papá me compró varias cuando era una niña y para mí eran el mejor regalo que podría existir. Cada navidad pedía, cada cumpleaños, cada día del niño.

- Ya me acordé -sincero- Pero no tengo idea de dónde están.
- ¡Podemos buscarlas! -sugiere, sin quitar su emoción- Yo te ayudaré.
- No lo sé, Ariela. La verdad es que me da pereza y, tendría que revisar muchas bolsas.
- ¡Tenemos tiempo, estaremos aquí hasta la noche!

Me toma de la mano y me arrastra hacia las escaleras. No tengo ganas de ser pesada con ella, así que decido que me lleve. Ambas subimos cada peldaño, hasta que llegamos a mi habitación. Abre mi puerta con seguridad, y en un segundo nos encontramos dentro.

- ¿Dónde crees que estén? -pregunta, ilusionada. Ver la cara de fascinación y esperanza que tiene por jugar con mis muñecas, me hace ablandarme un poco. Suspiro, derrotada y decido sonreír.
- Seguramente están en la caja que está bajo mi cama -le digo, acercándome al lugar, mientras me hinco de rodillas en el piso- Bueno, en alguna de ellas.
- ¡Genial! -aplaude, y se hinca por el otro lado- Sacaré y revisaré contigo.
- Cuidado, pueden haber arañas -advierto.
- Oh, sí. No me gustan las arañas. Papá dice que pican fuerte, y que las de rincón son las más peligrosas.
- Sí, y te diré que en ésta casa las de rincón son una plaga, así que mantente al margen -ella abre los ojos como plato y me río por la cara de miedo que pone, pero no digo nada para tranquilizarla porque lo que he dicho es verdad.

Nos pasamos aproximadamente media hora revisando las cajas, porque al final no estaban en las que estaban debajo de la cama. Ariela parece un poco triste, y yo intento despejar mi mente para pensar en un posible lugar en donde éstas se encuentren. De pronto, me acuerdo de algo.

- ¡La habitación de Drew! -exclamo- Creo que están ahí.

Las dos corremos hasta donde he indicado. Salimos de mi habitación y abro la puerta de la habitación de Drew. Todo luce lo suficientemente ordenado, a excepción de que hay unas cuantas prendas en el suelo. Hago una mueca de asco cuando veo un bóxer de Drew. Iugh. Con mi pie lo corro hacia debajo de la cama. Pero recuerdo que la caja que he dejado con las muñecas está allí, así que me arrepiento al instante.

Con la punta de mis uñas, tomo el bóxer, como si tuviese veneno o algo tóxico lo suficientemente fuerte como para matarme. Lo lanzo lejos y por poco le llega a Ariela en la cara, menos mal la chica tiene reflejos rápidos y estaba atenta. Muevo una que otra zapatilla por debajo hasta que veo la caja. La saco a duras peñas. Es tamaño promedio, lo suficientemente grande como para que todas las muñecas con sus ropas pequeñas caigan. Cuando la abro, Ariela se pone muy feliz.

- ¡Las encontramos! -grita- Al fin podré jugar. ¿Las vamos a llevar abajo?
- Claro -acepto. Tomo la caja, ya que a ella le costaría ir con ella abajo. Salimos de la habitación y nos vamos hacia las escaleras.

Bajamos, y noto que todos están sentados en los sofás conversando muy animados, con sonrisas en sus caras. Pero mamá va hacia la puerta con decisión, fuera de lugar con los demás.

- ¡Nuestro otro invitado ha llegado! -exclama. Cuando la puerta es abierta, por poco no me desmayo cuando veo a Seth, de pie, tan arreglado como siempre, con una bolsa negra colgando de una de sus manos.


♥♥♥


¡Hola! ¡Tanto tiempo! ¿Cómo están? No sé por qué, pero me ha divertido mucho escribir éste capítulo. ¿No han notado algo diferente respecto a Cristal? ¿Pequeños detalles que han surgido, cambiado, y nuevos que ha desarrollado? Porque hay cositas mínimas que ella no hacía antes y, si no lo notan, es porque no están poniendo suficiente atención. ¡Muchas gracias por seguir leyendo la novela! Lamento mucho no subir capítulos como antes, cumpliendo como han dicho por ahí, pero es que se me hace complicado. Tiempo, pero inspiración más que nada. Espero que puedan comprender. La maratón sí la haré, pero no he dado una fecha, lindas. ¡Un beso, cuídense! Comenten cuál fue su parte favorita del capítulo. Y bueno, +8 comentarios para que suba el siguiente porque ya sé de lo que irá y comenzaré a escribirlo en un rato. ¡No se pierdan los siguientes porque, uf, hasta yo estoy emocionada! ¡Chao!



13 de mayo de 2015

Capítulo treinta y uno - Fresa con Chocolate.



Entro a mi habitación con Fabiola tras de mí. No he podido evitarlo, y la he llamado hoy mismo, porque no aguanto más, tengo que soltarlo todo. Anoche me quedé dormida en el vehículo de Seth y no volví a despertar. Hoy por la mañana, al abrir los ojos, me he percatado de ello. ¡Ni siquiera me enteré del momento en que me trajeron a la cama! Hablé con Drew, y me dijo que anoche él me recostó, me arropó, y por esa razón tenía aún el vestido puesto junto con el maquillaje que me puse en los ojos un poco corrido. 

Me he duchado hace ya bastante rato. Son aproximadamente las cuatro y media de la tarde y mis manos sudan, no porque haga calor o algo así, sino porque tengo que confesar cosas y no sé muy bien cómo empezar. Por otro lado, estoy algo preocupada. Me he dado cuenta de que la presencia de Seth me relaja demasiado. Cada vez que tengo un momento con él, me duermo como un bebé, tan relajada que me sorprende, como si todo estuviese bien. No debería ser así. No es... ¿apropiado? Digo, para mí.

- ¿Por qué caminas de un lado a otro? -pregunta Fabiola, toda inocente. De inmediato la sangre se me sube a la cabeza.
- No intentes pasarte de lista -advierto, apuntándola con el dedo, sin dejar de moverme- Sé que sucede algo muy importante y no quieres decirme -sus ojos se expanden de inmediato, un poco preocupada- ¡Ocultas algo!
- ¡Claro que no! -intenta parecer firme- Estás extraña. ¿Bebiste algo anoche?
- Fabiola, por el amor de Dios -miro al techo, y suelto un suspiro frustrado- No vas a engañarme, ¿Por qué me mientes? ¿Sucede algo malo? ¿No confías en mí?

Ahora la que suelta un suspiro es ella. Mira hacia el suelo, y luce resignada. Niega con la cabeza. Un poco de relajación se adentra en mí al saber que no es un asunto de confianza. Me doy cuenta de que quizás estoy un poco alterada, pero no es exactamente a raíz de su secreto, sino por todo lo que se me ha acumulado en la cabeza desde anoche.

- Sí suceden cosas -comienza a decir- Pero la verdad es que no te he contado porque no sé muy bien como hacerlo.
- Sabes que puedes decirme lo que sea -le digo, ya más tranquila- Independiente de que te expliques bien o mal, voy a intentar comprender.
- Lo sé -reconoce, y se encoge de hombros- Pero no sé cómo te lo vas a tomar. 
- Vamos -me pongo a reír- No puede ser tan malo. Dilo.
- Está bien -sonríe un poco y me mira- Resulta que hace como dos semanas y un poco más o algo así, me besé con Drew en su habitación. Me subió a su escritorio y pues, ya sabes, todo muy excitante. Entonces, anoche en la fiesta llegó Cinthia y se puso como una loca. Estuvo discutiendo con Drew por mí, entonces Drew la rechazó, me miró y me habló sobre mis cicatrices por los cortes en mis muñecas, las besó, me dijo que le permitiera intentarlo. Acepté, y pues entonces nos convertimos en novios. ¡Así que ahora tengo novio! ¡Sí! Somos cuñadas, ¿No me dirás algo? ¿Bienvenida a la familia, quizá?

Una presión en mi cabeza se hace tan fuerte que me cuesta saber si he escuchado bien o he alucinado todo. La sonrisa en el rostro de Fabiola se hace tan grande y dulce que me abstengo con todas mis ganas para no decir algo equivocado. Siento que la voz se me va, porque hablo la boca para balbucear, al menos, y no me sale nada. 

- ¿Estás bien? -pregunta, frunciendo el ceño, pero cuando asiento con la cabeza suelta unas risas- Te lo estás tomando mejor de lo que creí.
- Yo... -por fin me sale una palabra- Es decir, no entiendo nada.
- Lo sé -Fabiola acaricia el cobertor de mi cama, como si fuese lo más precioso del mundo- Todo fue parte del plan diabólico de Drew -al decir eso, suspira- Siempre hace sus planes. 
- ¿Plan diabólico? -cuestiono, exasperada- ¿De qué estás hablándome? 
- Él y yo lo entendemos -sonríe aún más. 
- ¿Hablan en código? Me siento como una tonta, ustedes con sus cositas y yo sin saber nada -derrumbada me siento a su lado, y guardo la respiración. Boto el aire, pero permanezco en silencio.
- Lamento no haberte dicho nada. Sé que estás intentando no ponerte como una reina del drama.
- Descuida, supongo que es porque sabía que esto pasaría -me encojo de hombros- Entendí que no era normal todo ese instinto protector hacia ti.
- La verdad es que a mí todo me tomó por sorpresa -sincera, un poco abatida.
- A veces es más fácil darnos cuenta de lo que sucede alrededor de otras personas, pero cuando sucede al nuestro es como si fuese algo totalmente desconocido, invisible, como si nunca hubiese estado ahí antes. Como cuando a lo lejos notas que un chico está interesado en una chica. Todos lo saben, todos notan como la mira y la forma en que le da su atención. Todos, excepto ella. Porque es lo suficientemente ciega como para no notarlo -froto las palmas de mis manos contra mis rodillas cuidadosamente- Son cosas de la vida.

Me sorprendo a mí misma cuando, al decir esas palabras, la imagen de Seth se viene a mi cabeza. No solamente la de él, también la de Anita, cuando dijo que Cinthia le había advertido que él y yo teníamos algo solamente mirándonos desde lejos, siendo que nunca pensé siquiera en ello, porque nunca ocurrió algo, y nunca me di cuenta.

- Tienes razón -dice, luego de analizar lo que yo he dicho- Es algo muy extraño. Todos los días se ve y sucede. No tiene sentido.
- Somos todos un montón de tontos -aclaro- Pero bueno, qué le vamos a hacer.
- Siempre dices eso -ríe en voz alta.
- Es una de mis expresiones típicas. ¿Te gusta?
- ¡Claro! No serías tú si no la dijeras. Te la voy a copiar.
- ¡Adelante! No es que yo no te copie eso del pos.
- ¿El pos?
- Sí, como cuando dices, pos ya está o algo así, o pos estoy bien. Ya sabes, el pos.
- ¡Ah! Pero eso más lo escribo cuando chateamos.
- Pero me haces escribirlo también, ese es el punto -suelto unas carcajadas- ¿Y bueno, qué te digo ahora? ¡Somos cuñadas! ¡Bienvenida a la familia! -me lanzo sobre ella, dándole un fuerte abrazo.
- ¡Oh, muchas gracias! -me aprieta con fuerza- Espero que realmente estés tan feliz como muestras.
- ¡Por supuesto que lo estoy! ¿Por quién me tomas? -me alejo de ella y me toco el pecho, un poco ofendida- Tu felicidad siempre estará por delante de todo. Nada más dime que si algún día pues, no sé, lo tuyo con Drew no funciona, no dejarás de ser mi mejor amiga. No te mentiré, pero la verdad es que no lo soportaría.
- No dejaré de serlo nunca -toma mis manos, y sonríe- Antes muerta. Nadie se interpondrá entre nosotras. Te lo aseguro.

+++

Abro los ojos y de inmediato siento que están húmedos, mientras que mi pecho está siendo golpeado con los desenfrenados latidos de mi corazón. ¿Por qué? ¿Por qué me persigue hasta en los sueños? ¡Él, quien más me dañó en todo el planeta sigue atormentándome cuando ha pasado tanto tiempo!

Me doy vuelta, dando espalda a la luz apenas visible de la ventana, e intento dormir de nuevo. Con todas mis fuerzas trato de pensar en algo lindo, pero por más que quiera, no puedo. Justo entonces recuerdo que tengo que ir a clase, así que cojo el celular y miro la hora. Seis y media, tengo que levantarme. No puede ser peor forma de despertar. Menos mal ya es jueves, mañana es viernes y entonces podré relajarme lo suficiente.

Yo no quiero que él vuelva. La desesperación y dolor que sentí en el sueño fue tan real al pensar que en realidad iba a seguir atormentándome, que me da pánico. Gracias a Dios fue sólo un sueño. Una pesadilla, que sinceramente no quiero volver a repetir.

Me siento en la cama y cojo mi uniforme para luego encerrarme en el baño. Llevo a cabo todo lo que debo y, cuando estoy lista, me dispongo a salir del lugar y bajo las escaleras. Me sorprendo cuando me doy cuenta de que Drew ya está en la cocina desayunando.

- Buenos días -me saluda animado.
- Hola -correspondo. Él suena demasiado bien para mi gusto.
- ¿Cómo amaneciste?

Me limito a encogerme de hombros con desinterés. No podría explicar cómo de mal humor me ha dejado el mugroso sueño. Ha estropeado mi mañana, mis sentimientos, mi todo. Y me hace enojar de una manera enorme, porque estoy dándole la satisfacción de hacerme daño. Claro, él no lo sabe, pero aún así me cabrea.

- ¿Estás bien? -vuelve a hace otra pregunta.
- Claro, solamente tengo sueño -me limito a decir, porque ya estoy cansada de que esté hablándome. Nunca me habla, Dios.
- Hoy iré a nadar con Fabiola -me cuenta.
- Vaya, en pleno otoño, con un montón de frío afuera -escupo de mala forma- Genial.
- La piscina es cerrada y el agua está temperada, tonta -expresa como si fuese lo más obvio en todo el bendito mundo- No voy a llevarla a una expuesta al aire libre para que se resfríe.
- Oh, sí, como sea. ¿Cuánto llevan?
- Una semana con tres días.
- Felicidades.
- Gracias.

Tomo mi tazón con una cuchara, me siento a la mesa y tomo la botella de leche para echarme un poco en él. Luego, tomo la caja de cereales y le echo un poco encima. Me quedo mirando el tazón como si fuese un objeto de máximo interés. No sé cuántos segundos o minutos permanezco así, pero un sonido de cuando te toman una foto, me hace volver a la realidad. Alzo mi cabeza y Drew tiene su celular, con una sonrisa satisfactoria en su rostro.

- ¿Qué estás haciendo? -pregunto enojada.
- Tomo fotografías.
- ¿Por qué tiene que ser de mí? ¿Desde cuándo quieres fotografiarme? -cuestiono, ahora echando humo por las orejas.
- Relaja tu tren, hermanita. Necesito esta maldita foto.
- ¿¡Para qué!? -vuelvo a insistir.
- Te haré un meme -comienza a reír con exasperación- Serás el hazme reír de toda la universidad. Imprimiré copias y pegaré varias en cada pared, además de en los casilleros.
- Te odio. No, ¡Los odio a todos! -grito molesta- ¡Estoy harta de que todos se la pasen haciéndome la vida imposible!

Me pongo de pie y empujo el tazón lejos de mí, sin haber tocado mi desayuno siquiera. La brusquedad con que empujo el tazón es tan fuerte que la leche en su interior se va de un lado a otro, hasta que un poco se derrama sobre la mesa. Comienzo a dar la vuelta a la mesa, cuando Drew me toma por el brazo con decisión, y se pone frente a mí, bloqueando mi paso.

- Estás extraña de hace varios días -comenta- Te alteras por todo, incluso más que antes. No es muy normal.
- ¿Y qué? ¿No puedo actuar así, acaso? -intento forcejear para que me suelte, pero no lo logro- ¡Déjame en paz!
- ¿Qué te tiene tan como una leona? -sigue acumulando preguntas- ¿Es por Seth, o qué? Me gustaría saberlo.

La sangre se me sube a la cabeza.

- Él no tiene nada que ver en esto -escupo- No me interesa, no es alguien con suficiente interés como para ello.
- ¿Segura? Porque me ha contado lo que pasó entre ustedes, y no parecía eso en la fiesta.
- ¿Te lo contó? -grito más todavía, y mi cabeza comienza a doler de la impotencia- Miserable imbécil, ¿Cómo se atreve?
- Era mentira, no me ha dicho nada por más que le pregunté, pero ahora acabas de confirmar mis sospechas. Deja de comportarte así, Cristal. Nada más te estoy tratando de ayudar.
- No necesito tu porquería de ayuda -en un momento en que él se distrae, logro sacar mi brazo de su agarre- No vuelvas a meterte en mi vida.

Lo empujo lejos y comienzo a caminar apurada. Corro escaleras arriba y cuando llego a mi habitación pesco mi mochila junto con mi celular, para luego volver a salir, bajar las escaleras e irme a la parada del autobús.

Aún no es hora de que me vaya a clase, pero la verdad es que lo único que quiero es estar sola. Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, y la sensación es tan insoportable que me dan más ganas de llorar aún. Lo peor es que nadie, jamás, va a entender el dolor que he tenido que sobrellevar todo este tiempo a causa de la razón de mi pesadilla, no importa cuánto intente explicarlo. Por eso mismo no se lo digo a nadie, además de que no haría más que armar un enorme drama. Mis padres se pondrían locos, Drew también y estoy segura de que lo buscaría e intentaría molerlo a golpes, y eso solamente lograría que, de alguna forma, se haga presente en mi vida, y mis ganas de eso son menos que cero.

Cuando llego al instituto, me encuentro con Fabiola. Ella tiene una sonrisa tan radiante que por un momento me llega a dar cosa acercarme a ella. Lo que menos quiero es estropear su felicidad. Yo siempre le cuento todo a ella, y en ocasiones noto que le afecta. Su relación con Drew, al parecer, va muy bien. Él la hace estar así, tan contenta, y si yo llego a ser la causa de que eso se vaya, me consideraría la peor mejor amiga.

Finjo una sonrisa, y me voy hacia donde se encuentra. La saludo con un gran abrazo y un beso en la mejilla. Ella me toma por el brazo y nos vamos juntas al salón. Noto que me mira más de lo normal, así que hago como que estoy mirando hacia otro lado con admiración.

- ¿Estás bien? -decide preguntar. Yo giro mi cabeza hacia ella y la observo como si estuviera loca.
- Por supuesto que sí, ¿Por qué?
- Tus ojos están un poco rojos por los bordes -indica la zona, pero en ella misma- Como si hubieses llorado, o algo.
- Para nada, la verdad es que no he llorado -aseguré, porque es verdad, no lloré, me aguanté.
- Suéltalo ya -ordena. La miro extrañada.
- ¿A quién?
- No me refiero a una persona, mujer -rueda los ojos- Suelta lo que te tiene así.
- Ah -me quejo- Es algo sin importancia. No es necesario que te lo cuente.
- No importa, quiero oírlo. Casi te ha hecho llorar, no creo que se sea algo tan insignificante como dices.

Bacilo entre contarle o no. Pero la necesidad de desahogarme es tan grande que me vence. Suspiro resignada, bajo un poco la mirada y asiento con la cabeza. Ambas entramos al salón y nos sentamos en nuestros respectivos pupitres, por la fila de la ventana, una al lado de la otra. Dejo mi mochila sobre la mesa, ella la deja en el costado de su silla, por el suelo. Me mira atentamente, esperando a que yo empiece de una vez por todas.

- Él volvía -le cuento- Bueno, no, no volvía. Pero me llamaba por teléfono y me advertía que lo haría, que estaba arrepentido, que jamás debió abandonarme -comienzo a recordar tales palabras que provenían de su boca- Fue muy poco lo que me dijo, la verdad. Lo que pasa es que la seguridad con las que pronunciaba era... aterradora, con un toque de maldad, como si supiera que iba a seguir haciéndome daño y que yo seguiría siendo lo suficientemente estúpida para permitírselo.

Pongo un codo sobre la mesa y apoyo mi cabeza en mi mano. Mis ojos comienzan a humedecerse de nuevo, pero intento disimularlo lo mejor que puedo. Recrear el sueño es como volver a sentir esos sentimientos terribles. Hace que mi corazón vuelva a acelerarse, incluso.

- Tenía tanto miedo mientras lo escuchaba, Fabiola -continúo, al saber que no dirá nada- Intenté decirle que no volviera a acercarse a mí, pero casi no me salía la voz.
- Fue sólo un sueño, Cristal -Fabiola pone una de sus manos en mi hombro- Estás bien, y él está lejos. Por ahí, en algún lugar. Un día tendrás que volver a verlo, por supuesto, pero no intentará acercarse a ti. Y en el remoto caso de que lo hiciera, sé que es seguro que lo mandarías al demonio.
- Tienes razón, también estoy segura de eso. Pero me causa un dolor horrible tener estas pesadillas, es como si fuera a atormentarme durante el resto de mi vida -sueno un poco desesperada.

La profesora entra por la puerta y se dispone a saludar. Sé por antemano que la conversación ha concluido, pero me siento ya más relajada al haber soltado lo que me tenía mal. Lo malo es, que no consigo sacar de mi cabeza el sueño. Y para variar, Seth se incluye en mis pensamientos.

Fuera del tema, la verdad es que he estado evitando a Seth desde que ocurrió lo que ocurrió. Ha venido a casa, pero siempre me encierro en mi habitación. Lo veo por unos cinco segundos, analizo cada detalle de él y luego desaparezco. Sé que es un acto cobarde de mi parte, pero desde que él y yo tuvimos ese acercamiento, he estado teniendo las pesadillas que tanto odio. Con esto no quiero llegar a que él sea culpable, sino que no quiero que me vea así, triste, llena de dolor, enojo conmigo misma, porque a los hombres no les agrada estar con la presencia de una mujer triste. Mis sentimientos por su persona se despertaron de una manera extraña desde que nos besamos y todo esa noche. Reaccioné de una manera tan inesperada que me sorprende que no me haya percatado de lo que sentía antes de ello. Después de todo, se olvidará de mí pronto. Allá afuera seguro hay personas que valgan más la pena. Yo estoy muy rota todavía. Y no estoy orgullosa.

+++

Llego a casa y la relajación que siento es tan placentera que puedo percatarme de la forma en que mi cuerpo deja de lado casi toda la tensión. Lanzo mi mochila al sofá con toda mi fuerza, queriendo desquitarme. Me queda año y medio de instituto, pero no voy a negar que estoy ansiosa porque todo acabe de una vez.

Comienzo a buscar a mamá, y la encuentro en su habitación viendo un programa de asesinatos, acostada. Me acerco a ella y me agacho lo suficiente como para depositar un ligero beso en su frente. Me pregunta que cómo me ha ido hoy. De inmediato comienzo a sentirme un poco triste, de nuevo.

- No lo sé -me encojo de hombros- La verdad, me siento un poco mal.
- ¿Por qué? -se interesa- ¿Pasó algo malo?
- No, no es nada. Desperté así por alguna razón -digo una verdad a medias.
- ¿No está enferma?
- Para nada, estoy muy sana -sonrío un poco y me giro en dirección a la puerta- Voy a ir arriba, por si acaso.
- No olvides almorzar -me recuerda. Asiento con la cabeza y salgo del lugar.

Subo las escaleras y me dirijo a mi habitación. Apenas entro, busco mi pijama. No tengo ganas de vestirme con otra ropa, quiero traer puesto algo cómodo. Así que cuando lo encuentro me quito todo el uniforme del instituto, y cuando ya tengo el pijama puesto me pongo a doblar el uniforme por los pies de la cama. Al terminar, me lanzo sobre ésta boca abajo e intento relajarme, sin pensar en nada.

¿Por qué tengo que tener mi conciencia intranquila? ¿Por qué no puedo simplemente salir adelante? ¿Y por qué siento que tendré que cargar con esto por el resto de mi vida? Antes de que Drew volviera a casa para estudiar Artes en la universidad, todo estaba bien. No había tenido que lidiar con nadie, incluso llegué a pensar que todo por fin había acabado. Sin embargo, me equivoqué. Otra vez. Como siempre.

Termino almorzando más tarde de lo normal, y cuando llega la hora del té no tengo hambre. Salgo de mi habitación y bajo las escaleras, para luego caminar hasta llegar a la mesa del comedor. Me siento en mi lugar de siempre. Drew ya está en su lugar, a mi lado. Todo como siempre suele ser.

Juego con el té en mi taza, y sólo me alimento con un pedazo de pan. Papá y mamá me miran con desaprobación, pero no es suficiente para que yo me digne a comer más. No tengo ganas de nada. Solamente quiero dormir y hacer descansar mi mente.

- ¿Qué sucede? -oigo preguntar a papá. Alzo mi mirada, y como era de esperarse, se dirige a mí.
- No tengo hambre -me limito a decir. No iba a esforzarme tratando de decir algo más.
- ¿Por qué? -cuestiona- Sabes que no nos gusta que dejes de alimentarte.
- Lo sé, pero precisamente hoy no tengo ganas -intento mantener la calma- Almorcé muy tarde.
- Esa no es una razón suficiente.
- Mamá -me giro hacia ella- Dile que es verdad, almorcé tarde y comí mucho.
- Sí, es verdad, pero tienes que comer -no se pone de mi lado.
- Comí la mitad de un pan -me defiendo, comenzando a molestarme.
- Eso es miserable -a papá se le suben los humos, también. Frunce el ceño- Te vas a tener que comer la otra mitad, o estarás castigada.
- ¡Papá, solamente es por hoy! -grito.
- ¿Quieres volver a lo mismo? -alza la voz, autoritario. Drew, mamá y Alejandro permanecen en silencio- ¿Quieres volver a bajar de peso y enfermarte?
- ¡No, no quiero eso, pero no me siento bien hoy! -doy con el puño en la mesa- ¡Estoy cansada, ninguno de ustedes tiene que meterse en mi vida, yo sé lo que hago y lo que no hago! Si no quiero comer me importa un rábano, no pienso hacerlo. ¡No sigan insistiendo porque no cambiaré de parecer!

Me doy cuenta de lo que he dicho cuando el rostro de papá luce tan dolido como nunca lo había estado. Mi pecho se oprime y un sentimiento de culpabilidad enorme se adentra en mí. Alzo mi mirada hacia Drew. Está serio, tiene los puños apretados y parece que su cuerpo está muy tenso. Me he pasado.

Me siento tan mal, que no aguanto y me echo a llorar. Las lágrimas comienzan a caer por mi rostro y luzco tan ridícula que me llega a dar pena por mí misma. Tengo tanto guardado dentro, tanto que nadie sabe, tanto que ellos no podrían comprender, que me desespera. No sé si alguien se ha dado cuenta de que estoy llorando, pero sea como sea yo misma me lo he buscado.

- Lo siento, papá -le digo, con voz entrecortada. Pongo mis codos sobre la mesa y tapo mi cara con mis manos, mirando hacia abajo- Perdóname, no sé qué me pasó. Yo no quería...
- Cristal, no ha sido un buen comportamiento el que acabas de tener -expresa con decepción- Yo no te he criado así, hija.
- Lo sé, pero de verdad, te juro que no tenía intención -sorbo mi nariz, y las lágrimas no dejan de caer- Pero no tengo hambre, es todo. Me desesperé, no pude controlarme.
- Es que tienes que controlarte, Cristal. No puedes hacer todo lo que quieres todo el tiempo -no es la primera persona de quien he escuchado eso, pero tiene razón- ¿Qué le pasó a la niña que eras? Tan alegre, tan dulce, tan respetuosa?

Me quedo en silencio, llorando aún más. Esa niña se ha ido. Se fue desde el día en que comencé a tener problemas en mi vida, cuando supe que nada era lo que parecía, cuando pude ver la maldad en personas, cuando me hicieron todo el daño que se le puede hacer a alguien. Cuando perdoné demasiado, confié demasiado, me ilusioné demasiado. Y me he convertido en esto.

Luego de la discusión, subo directo a mi habitación. No me molesto en secar mis lágrimas, porque sé de antemano que seguirán deslizándose más, una por una, por mis mejillas. Porque nada ni nadie podría detenerlas, solamente yo, y ahora me siento tan destrozada que no puedo.

Cuando estoy casi quedándome dormida, siento que tocan la puerta. Me quedo en silencio, tratando de volver a la realidad que tanto odio. Vuelven a tocar. Por la forma en que suena y con la fuerza en que lo hace, puedo saber que es Drew.

- Qué -logro pronunciar a duras penas.
- Cristal, mañana van a venir la tía Mari, la tía Susana, el tío Dino, el primo Vicente, la prima Ariela...
- Ya entendí -lo interrumpo. Pienso que no me escucha, pero sí lo hace, porque se queda callado.
- La cosa es que mamá quiere que llegues luego de clase porque quiere que la ayudes a preparar todo para cuando ellos lleguen. Será una junta familiar hasta la noche.
- Bien.

Siento que suelta un suspiro. Aprieto mis ojos, intentando no volver a llorar y adentrarme en un profundo sueño. Segundos después, siento los pasos de Drew alejarse y luego siento que cierra su puerta, incluso puedo sentir que le pone el seguro. Después, todo es oscuridad. Una agradable oscuridad.

♥♥♥

He estado desaparecida por exactamente dos semanas, pero no quiero poner mis razones porque a estas alturas ya me parece patético. Sólo quiero aclarar que mis obligaciones no me han permitido hacer las cosas como quiero y que con esto también me ha venido la falta de inspiración.
¿Cómo han estado? ¡Lamento mucho haberlas dejado esperando! La verdad es que odio la intriga, tanto para como para dársela a ustedes, y sé que al haber leído éste capítulo tal vez no ha sido como esperaban ya que es algo melancólico, pero como siempre digo: Es necesario para continuar mi historia. ¡No se pierdan los siguientes capítulos! Son muy, muy importantes. Intentaré subir el viernes o el fin de semana, ahí se me aligera lo suficiente la vida como para hacerlo. ¡Las adoro! Muchas gracias por estar tan pendientes, me da a saber lo mucho que les gusta lo que escribo. Me esforzaré al máximo para darles la maratón que tanto piden. No olviden comentar y votar. xx. ¡Chao!