26 de marzo de 2014

Capítulo 36 -Por un capricho.


Ya me había esperado esto, o tal vez no, pero anoche lo pensé por un momento. Ahora supe que había pensado bien. Se sentía mal por lo ocurrido, ¿quién no lo estaría? Pero al final no quiero culparlo por nada. O sea, metafóricamente, nada de eso habría pasado de no venir. Pero ese no es el punto, el punto es que pasé uno de los momentos más lindos a su lado, definitivamente. No porque me hayan regañado me voy a enojar con él o le tiraré todo lo malo que me dijeron encima. 

- No te sientas mal por nada, ¿por qué deberías hacerlo? –le dije, haciéndome la tonta. De esta forma sería más fácil hacerlo cambiar de opinión, según yo.
- ¿Cómo no hacerlo? Fui a tu casa sin pensar en las consecuencias, por mi culpa tu padre te dijo no sé que cosas, pero lo que sí sé es que fueron malas.
- No interesa nada de lo que me dijo, a mi me da igual, de hecho –aclaré.
- No te da igual, __. A mí me importa, no sé como mierdas me ganaré a tu padre. 

Y ahí yo no sabía qué decirle. Yo tampoco estaba segura de como lo haría. No iba a mentirle diciendo que lo haría fácilmente, pero tampoco le bajaría todas las esperanzas como si fuera algo imposible. Hay formas, eso está claro.

- Ya lo lograremos, Justin –le alenté- Fuiste muy respetuoso con él a pesar de todo, te comportaste bien. Eso es muy importante, sobretodo para mi padre.
- Pero aún así me odia, me miraba de mala forma. Sé que es normal que lo haga, porque debe estar sintiendo que soy un loco detrás de su hija, no un amigo. ¿No te ha dicho nada de mí?

No iba a contarle lo que me dijo. “Oh, para nada, solamente dijo que no eras para mí, que chicos como tú no eran buenos y que si se llegaba a enterar de que teníamos algo dejaría la cagada”. 

- Me preguntó si teníamos algo y que por qué habíamos tardado tanto, estaba furioso, pero en ningún momento dijo que te odiaba –no era del todo mentira, porque jamás dijo esa palabra- Tranquilo, amor.
- ¿Estás segura? –preguntó dudoso.
- Sí, segura. Jamás lo dijo –afirmé.
- Bien, pero aún así no sé que hacer. Esto me frustra –sentí su voz de forma horrorosa a través del teléfono, se estaba conteniendo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero esta vez no era por esos besos que me daba Justin, si no que era por algo malo. ¿Se había cansado de mí? ¿tan poco habrá durado su fuerte amor? Mis manos comenzaron a temblar y mis ojos quisieron humedecerse. No estaba lista para escuchar lo que me diría, pero no podía quedarme con esa duda tremenda, a pesar de que posiblemente me romperían el corazón en unos segundos más.

- ¿Me vas a terminar? –escupí con tristeza y molestia.
- ¿De qué hablas? 
- Lo que oíste, sé que lo harás. No vale la pena estar pasando por esto, es más que obvio, ya no lo ocultes.
- ¿Y es que tú estás loca?
- No lo estoy, pero presiento que lo harás –aclaré- Si sientes que es demasiado no dudes en acabar con todo, tampoco quiero que me tengas pena. Supongo que podré soportar la maldita ruptura.

No sabía de donde diablos me había salido tal coraje como para hablarle así y es que nunca se lo había dicho desde que comenzamos a estar juntos. Tampoco jamás fue necesario, no habíamos discutido desde esa vez en que me fui de su casa y no volvió en dos semanas. 

-__, no voy terminarte.
- ¿Y cómo se yo que no me estás mintiendo? Debí imaginar que no se podría. Estoy en una estúpida cárcel, no nos podemos ni ver, tengo que hablar en susurro toda esta maldita conversación para no ser escuchada, encima mi papá no quiere que estemos juntos y mejor no continúo diciendo todo lo que no hemos podido hacer.
- Te he dicho que no voy a terminar, no he pensado ningún momento en ello. No digas tonterías, te amo. Creí que lo sabías.
- Puedes amarme y todo lo que quieras Justin, pero soportar a una chica que tiene todos estos problemas de película con un padre sobre-protector no es lo más fácil del mundo, reconócelo.
- Sé que no es fácil, lo tengo más que claro. Pero no me voy a separar de ti, ni aunque me lo pida. Te amo, te pido que lo entiendas. No porque no le haya agradado en la primera significará que me rendiré como un puto cobarde incapaz de luchar por lo que quiere consigo. Sí, es cierto, estoy frustrado, y eso no es algo tan grande. Aún estoy firme en mi decisión de haberte pedido que fueras mi novia y eso no va a cambiar. No estoy aquí por tu padre, estoy aquí por ti. Cuando se entere de que estamos juntos no me interesará lo mucho que me deteste, porque yo vengo a estar contigo, no con él.

Confesaré que, a pesar de que sus palabras por poco me derriten como si fuera mantequilla, aún seguía algo inquieta. Tenía que confiar en él. Quería darle unos cuantos pellizcos por haber logrado que me pusiera así. Yo jamás pensé que me portaría así por un chico. Me sorprendí de mí misma. 

- Bien.
- ¿Bien? –quería más palabras de mi parte.
- Yo también te amo. Y lamento haberte dicho esas cosas, no sé que me pasó. Fue un momento de locura, solo olvídalo –pedía por el amor de Dios que lo olvidara.
- No lo olvidaré, es primera vez que reclamas por mi amor. Estará en mi memoria por siempre. Vaya, enserio que me amas –se echó a reír.
- No vayas a ponerte engreído, ah –rodé los ojos a pesar de que no podía verme.
- No es eso, simplemente me ha gustado. Me siento excitado.
- ¿No estás enojado? –me confundía que no lo estuviera, pero de pronto reaccioné- ¿Cómo que te excitaste?
- Bueno, no específicamente excitado de la forma en que mi genital esté emocionado, pero sí de la forma en que me da algo en el estómago y siento un poco de deseo de tenerte aquí a mi lado, entre mis brazos. Y no, no estoy enojado, ¿por qué debería estarlo? 
- De acuerdo. Y pues, ya te dije, por todo lo que te solté.
- No hay cuidado, ricura –y soltó una risita despreocupada.

Sentí que me sonrojaba. Iba a contestar lo primero que se me viniera a la cabeza para no quedar como una boba aún más grande y la voz de mi padre a través de la puerta me interrumpió. Agradecí al cielo haber puesto la cerradura.

- ¿Qué pasa, papá? –le pregunté en voz alta, esperaba que Justin entendiera que no podría seguir hablando en ese momento.
- ¿Estás hablando sola? ¿hay alguien ahí?
- No, no lo estoy –ya me sentía nerviosa- Es Dakota, al teléfono. 
- Bueno, necesito que bajes. Yo y Michelle tenemos que hablar contigo.
- Bajo enseguida, tú baja, ya voy –esperaba que me hiciera caso.
- No tardes –ordenó.

Y sentí que sus paso se iban por el pasillo, hasta que lo demás fueron sus pasos por las escaleras. Volví el teléfono a mi oído, deseando que Justin siguiera en la línea.

- Supongo que esto es todo por hoy –comprendió. Me sentía mal, bastante.
- Sí, lo es –ya me puse decaída- Pero a la noche podré conectarme y hablamos, ¿si? Te amo demasiado.
- Yo te amo más, shawty. Y te esperaré, para hablar. Adiós –me lanzó un beso, reconocí el ruído.
- Yo más, besito –le lancé uno de vuelta- Adiós.
- Adiós, mamasita –se echó a reír y cortó la llamada. Me había llamado mamasita y si estuviera aquí no dudaba que me lo habría devorado a besos y mordidas.

Ya que mi preciado padre había arruinado mi momento y no me quedaba más opción que ir abajo, fui. Obviamente. Salí sin nada de ganas de mi habitación y me dirigí a las escaleras. Cuando ya estuve en la sala de estar, me encontré con papá sentado en el sofá grande junto con Michelle. Veían el show de Ellen. Por un segundo pensé que ya no me necesitaban, pero justo escuché a mi papá volver a dar un grito ensordecedor. 

- ¡___! ¡Te he dicho que vinieras, hija! ¡Dije que no tarda…
- ¡Estoy aquí! –grité también yo, para que notara mi presencia. Giró su cabeza.
- Pues vente ya niña, acércate al sofá y estate sentada.

Se volvió hacia la televisión y puse los ojos en blanco. Cuando por fin estuve en el cómodo sofá, Michelle tomó el control remoto y apagó la televisión. Un poco de susto se adentró en mí, no era muy usual que nos reuniéramos abajo en completo silencio. Algo andaba mal, podría jurarlo.

- Hoy te levantaré el castigo –empezó- Solo por piedad, porque ha sido tu primera desobediencia cuando se trata de hora de llegada. 
- Tu papá quería darte al menos unos tres días de completo castigo, pero he logrado convencerlo –me dijo Michelle, riendo.
- Vaya, gracias –sonreí para ella, animada- Enserio gracias.
- Sí, como sea, pero eso no es todo –mi padre interrumpió mis palabras- Desde ahora no quiero que vuelvas a hacer todo lo que tu quieras. Tu amiga Dakota podrá venir a verte como lo suele hacer, y sobre ese chico Justin, puede venir, pero ya sabes las reglas. Aún así, espero no verlo seguido. 
- También es gracias a mí –Michelle alzó una mano. Solté carcajadas.
- Cariño, te llevas mi crédito –papá le tomó la mano y se la besó, para luego volverse hacia mí- Pero bueno, voy a confiar más en ti. Lo intentaré. 
-Me parece bien, espero que lo hagas –me sentía fatal, porque va a poner de su parte, pero yo sigo con la mentira- Te lo agradezco.
- Y al tercera cosa es que, ya has tenido bastante de vacaciones. Empezarás clases en casa entre estos días. La próxima semana, quizá. O en dos semanas, no lo sé. Tal vez en un par de días. No estoy seguro de nada. Estarás en casa todo el tiempo y no necesitarás salir. Habrá tranquilidad, como ya conoces. Los maestros vendrán a casa por la mañana cada día, menos el fin de semana. Nada ha cambiado.

Les contaré que, de haber recibido esta noticia hace mucho tiempo, habría estado tan feliz que comenzaría a gritar como una loca por toda la casa. Pero ya no, esto lo he detestado. Estaría en casa todo el tiempo, como antes, sin hacer nada. No vería nunca a mis amigos, pero lo peor de todo es que no vería a Justin. Ahora sí que todo era jodido. Pero una pequeña idea de ilusión llegó a mi cabeza, ¿qué pasaba si volvía a estudiar en la escuela? Tal vez podría estar con él un poco más, al menos por unos minutos. Si el se dignaba a ir a dejarme o a buscar, claro está. De todas formas, quería intentarlo. Lo que sea por él y nuestra felicidad.

- Pasa que… -comencé a dudar si él aceptaría- Ya no quiero clases particulares, papá. Quiero ir a la escuela, así como antes.

Sus ojos se abrieron como platos, al parecer había sido una completa sorpresa. Para mí también, porque jamás habría decidido volver a la escuela pública por mi propia cuenta. Me daba pereza hasta por los codos. Era algo nuevo tanto para mí como para él. Antes me pasaba todas las mañanas quejándome porque no quería levantarme tan temprano o porque me tocaba una materia que detestaba, o un profesor antipático y amargado. De todas formas, él me había dicho una vez que lo de estudiar en casa solo sería algo temporal. Eso me ayuda mucho para que esto, de algún modo, sea más creíble.

- ¿Quieres volver? –preguntó impactado- ¿para qué? 
- Porque tú mismo me habías dicho que solo sería un cambio de unos meses y que luego iba a volver sí o sí, ¿no te acuerdas?
- Bueno, sí me acuerdo. Pero jamás creí que querrías volver, siendo que te estoy dando la posibilidad en una bandeja de plata –tan testarudo.
- Te has equivocado, porque quiero volver. Matricúlame en la escuela en la que estaba, no quiero estudiar aquí –insistí firme.
- No sé, tengo que pensarlo. 
- Yo opino –se integró Michelle, casi habíamos olvidado que ella estaba allí- que __ tiene razón, tiene que volver a la escuela pública. Están sus amigos, sus conocidos, sus antiguos profesores y siempre uno termina extrañando todo eso, aunque por un tiempo uno lo deteste. Debería ir, me parece una buena idea, cariño –le explicaba a papá- Además, le servirá para despejarse. Tal vez necesita eso.

Amaba a Michelle. Podría ir hacia ella y abrazarla hasta sacarle sus tripas por la boca, pero no quería quedar como una sensible. Capaz me pondría a llorar, quedaría como una tonta y papá notaría que hay algo más que simplemente querer ir. Deseaba con ferocidad que de una vez por todas, aceptara.

- Ya que ambas están en mi contra –dijo con molestia, juntando las cejas-, voy a dejar que vayas a la escuela pública. Nada más voy a ver tu rendimiento, si bajas tus calificaciones, __, juro que te traeré de vuelta a casa arrastrándote por la calle. Tampoco quiero problemas con tus maestros, ni nada. 

La vista de mi padre se fue hacia el reloj que se encontraba en su muñeca. Puso una cara de confusión, y justo en ese momento una canción ridícula de cuna empezó a sonar desde la calle. Papá brincó del sofá. Era el furgón que solía pasar todos los días entregando el amasado.

- ¡El pan, mujer! –tomó a Michelle por la mano, tirándola hacia la puerta- Nos quedaremos sin la mierda de pan si no corremos, ¡que se nos va el carro!

Salieron por la puerta corriendo como unos salvajes. Quedé sola y la canción aún sonaba, por lo que no se había ido. Pero luego comenzó a oírse menos, supuse que se estaba alejando.

- ¡Eh, yo quiero pan! –papá gritaba a lo lejos-  ¡Mi pan! ¡Michelle, corre, alcánzalo! Yo no puedo, estoy muy viejo, ¡eh!

Salí de la casa y me asomé por la puerta que daba a la calle. Me jodía de la risa viendo como papá movía los brazos para que al menos lo notaran por el espejo retrovisor, mientras que Michelle corría como si estuviera en tal maratón. Mi felicidad había vuelto su lugar. Volvería a la escuela, pero lo más importante, estaría con mi chico del baño todo el tiempo que pudiese.

                                           _______________

¡He subido luego! No pueden quejarse, jaja. Ya ven que cuando puedo escribir, lo hago. Espero que lo hayan notado. Ha aparecido Justin solo por la conversación telefónica, pero cuando rayis entre a la escuela todo cambiará, o quizás antes. Las quiero sorprender. Únanse al grupo: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Un beso a todas, mis niñas. Las amo. Besotes.  


24 de marzo de 2014

Capítulo 35 -Por un capricho.



Golpeé la puerta de entrada, con mi piel erizada. Temblorosa y nerviosa. ¿Por qué sería que me encontraba así? Oh, ya recordé, porque nos habíamos tardado mucho más de lo debido. Bueno, no tanto, pero para papá eso significaría mucho. Justin no me había dejado entrar sola a casa, se decidió por dejarme en la entrada. Dijo que sería descortés y que de seguro mi padre se enfadaría si no lo hacía, ya que él había prometido traerme y debía estar presente en mi llegada, probando que lo hizo. No pasaron más de dos minutos para que él saliera por la puerta. Al instante se hizo a un lado, apurándome a pasar, donde debía estar desde un principio. Bajo su techo. 


- Ahí la tiene, señor –le habló Justin, con una sonrisa- Completamente sana y salva.

- Me alegro, gracias por haberla traído –le dijo mi padre, yo estaba sorprendida. Noté que se esforzaba por hacer una media sonrisa.


Justin llevó su mano a su frente, para luego hacer el gesto de despedida, así como lo hacen los marinos y soldados, entre otros. Me dirigió la última mirada en mi dirección, para después voltearse e ir caminando hacia su auto. Me sentí satisfecha por su respeto hacia el hombre que me había dado la vida, a pesar de lo pesado que él podía ser. Y siempre con una sonrisa, eso me impresionaba hasta la muerte. Aunque, debo decir, que me daban unas ganas de darle un puñetazo en la cara, solo para que mostrara un gesto de molestia o desagrado. Cuando por fin se subió a su auto, papá cerró la puerta. Me preparé para irme a mi habitación, casi corrí por las escaleras. Cuando ya estuve dentro de ella, busqué una caja de zapatos, tomé una cobija que ya no usaba nunca y la acomodé dentro de la caja, para luego poner al gatito encima, así no tendría frío. Puse la caja en el suelo con cuidado. Pero justo cuando creí que había escapado de la posible charla que papá me daría, sucedió.


- ¡__! –gritó desde abajo- ¡Baja de arriba!


Justo lo que temía. Cerré los ojos con fuerza, era lo único que podía hacer. Asustada y de mal humor salí de la habitación y bajé las escaleras. Me paré cerca de donde se encontraba mi padre, sentado en una de las sillas de la mesa de la sala de estar. 


- ¿Qué pasa?

- ¿Por qué tardaron tanto? –su pregunta salió inmediatamente, por poco no alcanzo a decir mi pregunta.

- La mamá de Dakota quiso hablar conmigo un rato, y no podía decirle que no. Tú dices que dejar a una persona hablando sola es una mala enseñanza –mentía, pero era verdad que él solía decirme eso, por lo que era una mentira ideal.

- ¿Tanto hablaron? ¿Por qué no se apuraron? No es tanto camino a la casa de tu amiga esa, algo me ocultas. Podrás meter los dedos en la boca a otras personas, pero conmigo no puedes, niña. Soy tu padre –se veía tan molesto que creí que comenzaría a gritarme en un dos por tres.

- Te estoy diciendo lo que sucedió, no es una farsa –quise convencer.

- Ese chico y tú tienen algo. Puedo sentirlo. ¡Casi estoy convencido! –el primer grito- No trates de engañarme, sé cuando tengo la razón y lo que me dices no es la excepción. No quiero mentiras, así que empieza a hablar ahora.

- ¡Papá, ya cree lo que te digo! –le grité también, enojada- ¡Te estoy diciendo la verdad, ya entiende!


Y ahí salió otro grito, pero era mío. Sentí que todo se iba a salir de control. Siempre que me gritaban, yo gritaba. Era algo que no podía impedir. Era mi primera reacción cuando alguien me alzaba la voz. No me gustaba hacerlo, pero odiaba con toda mi fuerza que me trataran así y gritar era lo único que podía hacer.


- ¡No te creo ni una miserable palabra de lo que me dices, __! –golpeó los puños contra la mesa tan fuerte que me hizo sobresaltar- Vete a tu habitación, ¡ahora ya! Y ni pienses en usar la televisión y tampoco ocupes Internet ni laptop, estás castigada. Cuando te digo una hora de llegada, tú debes cumplir con ello, ¡no hay excusas para romper las reglas, siempre lo has sabido!

- ¿Qué? –abrí la boca- ¿Por qué? ¡No es justo! ¡No puedes castigarme por algo como eso, tú no sabes nada de lo que pasó!

- No me interesa, estoy tan furioso contigo que no quiero seguir calentándome la cabeza por tus desobediencias. Lárgate a donde te dije y quédate ahí. Y más te vale que no tengas nada con tu amiguito, porque si me llego a enterar de que andas en porquerías te las vas a ver.

- ¡No puedes hacer esto! –chillé como loca, y no pude impedir que lágrimas cayeran por mis ojos- ¡No puedes llegar y juzgarlo sin siquiera saber un poco de él!

- ¿Y por qué lo defiendes tanto? –preguntó de repente, me quedé muda- ¿te gusta, acaso? Chicos como ellos no son buenos, ¡tampoco me gusta para ti! Busca a alguien mejor. Entiende lo que te dije, ya te advertí todo. Si dices que no andas con él, bien. Pero si algún comentario ajeno llega a mí, te puedo asegurar que dejaré la cagada que ni te imaginas. Y deja de llorar, estoy harto de tus absurdas lágrimas, lloras por todo. Ahora sube por las escaleras y enciérrate. 


Se giró y se fue a la cocina. Me dejó sola en la sala, parada como idiota, muda como un mimo. Sentía que iba a explotar, mi cabeza daba vueltas, mi enojo cada vez era más fuerte y para qué hablar de mi dolor. Me fui llorando en silencio hasta mi habitación. Me tiré a la cama y hundí mi cabeza en la almohada. Detestaba la forma de ser de mi padre, a más no poder. Detestaba su sobreprotección, detestaba sus reglas y sus inmundas palabras. Lo único que me dio algo de felicidad fue ver al pequeño gatito, recostado sobre la cobija dentro de la caja, mirando para todos lados. Me sequé las gotas de mi cara con mi brazo y camine hacia él, con la esperanza de que durmiera conmigo. Justo cuando intenté tomarlo, el muy agresivo se me vino hacia mis manos a rasguñarme. Enterró sus uñas en mi piel, haciéndome gritar. Estúpido gato, se supone que es muy pequeño para arañar tan fuerte. Y yo que lo veía tan indefenso e inocente. Aún así, intenté tomarlo de nuevo, pero fue en vano, ya que otra vez se me vino encima y enterró las garras. Esta vez, contuve mi grito. Luego de estar como quince minutos tratando de cogerlo, me aburrí, y me fui a la cama. Ni ganas tenía de ducharme, y mejor no hacerlo, porque papá odiaba que me duchara a esas horas porque podía darme sinusitis o enfermedades raras, y no quería otro regaño de su parte. Por lo que solo me lavé las manos, me puse la pijama y me tiré sobre el colchón. Me arropé, tomé mi celular de la mesita de noche y envié un mensaje a mi novio, que a pesar de lo que había sucedido, seguía amándolo como nunca y esperaba que él a mi también. No podría conectarme a Facebook para hablar con él hasta tarde, así como últimamente lo estuvimos haciendo, en secreto.

“Papá hizo un escándalo, Justin. No podré conectarme, lo siento. Pero quizás mañana se le pase todo, así que te avisaré por cualquier cosa. Ya me voy a dormir. Te amo, amor. Buenas noches -__.”

No pasaron ni treinta segundos cuando mi celular sonó, ya me había respondido. Tan rápido como mis dedos me lo permitieron quité el sonido y lo puse en vibrador. Suspiré aliviada.

“Mi vida, yo me disculpo, tú no tienes por qué hacerlo. Y está bien, ya no tengo motivo para conectarme, así que me iré a la cama también. Espero soñar contigo. Quizá una escena porno juntos, o algo por el estilo, jajaja. Pero bueno, hablando enserio, te amo más que a nada en el mundo y ten dulces sueños, buenas noches. Cuida a tu feo gato. Espero verte pronto. Te llamaré mañana –Justin.”

Reí por lo de la escena porno. Casi suelto las enormes carcajadas. Y encima él se ríe. Tuve que taparme la boca con las sábanas para no ser escuchada. Como claro está, me causaba mucha gracia y sabía que bromeada, creo, pero en parte me gustaba la idea de que soñara eso. No se lo iba a decir, por supuesto. Esos pensamientos morbosos se quedan en la linda cabeza de __.

Ni idea de en qué momento me quedé dormida, pero cuando abrí los ojos mi habitación ya estaba iluminada. Como mis cortinas no eran oscuras, el sol pasaba a través de ellas con mucha facilidad. Cuando noté una figura blanca parada en los pies de la cama, casi me da un ataque. 


- ¿Michelle? –le hablé incómoda- ¿qué haces aquí?

- Vine a ver tu gato todo empolvado y sucio –dijo mirándolo, mientras reía- Supongo que lo vas a limpiar, ¿verdad?

- Sí, lo haré –aseguré- Anoche quería dormir con él, pero no me ha dejado tomarlo. Me dio mucha rabia.

- Es que eres nueva para él. Todo es nuevo, en realidad. 

- ¿Entonces por qué cuando el hombre me lo dio no me hizo nada? –eso era lo que no entendía- Anoche me arañó y lastimó, aquí tengo la prueba –estiré mis manos hacia ella, que tenían unas largas marcas rojas a través.

- No lo sé, quién sabe la forma en que lo haya tomado él. Solo debes ganarte su confianza y luego te va a querer. Yo también quise tomarlo, pero esta enorme panza que tengo no permite que me agache. 


Lancé mirada a su vientre gigante en forma de pelota, era increíble lo mucho que había crecido en los casi nueve meses, que supongo que lleva ahí. Sonreí, me emocionaba la idea de tener a un bebé aquí.


- ¿Cuánto tienes? –mi curiosidad me mató.

- Casi una semana para los nueve meses. Unos días y esta cosita estará por fin en mis brazos –dijo con orgullo, mientras se acariciaba el vientre- Los doctores dicen que será una niña.


Me enternecí con el amor que Michelle tenía cada vez que mencionaba su embarazo, o su marido, o su futura hija, como ahora. Era algo hermoso, sin duda alguna. En parte quería que ella fuera de lo más feliz y que le diera a ese pequeño regalo de Dios toda la felicidad del mundo. Como mi madre no quiso estar en mi crecimiento, no por ello yo iba a desear que le pase lo mismo a mi hermana. Todavía no nacía y ya la quería a la pequeña.


Al pasar las horas, no hablaba mucho con papá. De vez en cuando me preguntaba cosas, haciendo como si no hubiera pasado nada anoche. Me aliviaba que no estuviera enojado aún, pero en parte me enojaba que luego de todo el daño que me causó esté así de normal. Un disculpa estaría bien, pero tampoco haré como si yo no hubiera roto ni un plato. También debería pedirle disculpas.


Cuando ya estuve segura de que eso de las disculpas mutuas no sucedería gracias a que papá ignoraba por completo el tema, me encaminé hacia la cocina a sacar un pedazo mediano de jamón que estaba dentro de la nevera. Ya era hora de que ese gato por fin me quisiera. El último ataque que me dio fue hoy en la mañana, aproximadamente a las una y media, cuando quise acomodar la cobija que tenía y me mordió la mano, para luego enterrar sus uñas y comenzar a dar patadas con sus patas traseras como si fuera un maldito canguro. Me dejó boquiabierta y adolorida. Era un gato tan raro y salvaje, se notaba que no tuvo contacto con la gente desde su nacimiento. Pero eso cambiaría. No importaba los rasguños que me diera, lo quería tanto que sentía desesperación para que por fin me apreciara como yo lo apreciaba a él. Estaba decidida.


Me pasé toda la tarde, hasta como las seis y media, tratando de ganarme su cariño. Se comía los trozos de jamón como un loco. Le gustaba. Se veía tan tierno comiendo que hasta a mí me dio hambre. Ambos comíamos del jamón. Cuando el último trozo que le había dado se le acabo, noté que me miraba con unos ojos tan bonitos que me daba pena. Mi corazón se ablandó, y justo cuando iba a darle otro pedazo, se fue saliendo de la caja y avanzó un poco hacia mí. Mi esperanza llegó a su tope. Acerqué el jamón a él y a medida que avanzaba lo iba haciendo para atrás, para que cada vez se acercara más. Subió por mis piernas, hasta llegar sobre mis muslos. Y ahí desde mi mano comenzó a comer. Cuando por fin pude tocarlo me puse tan feliz que quería llorar. Lo más despacio que pude le acaricié la cabeza, fue bajando mis dedos por su columna y di masajitos en su pelaje. Empezó a ronronear y ahí mi emoción era tan grande que una lágrima cayó de mi ojo. Sentimental, sí, pero es que era algo que creí que no pasaría. Mi amor por los animales era tan grande que podía llegar a eso, y a más, posiblemente. Pero al rato, lo tomé entre mis manos y lo puse en mi cama. Y fue cuando sonó mi teléfono en la mesita de noche que siempre estaba junto a mi cama. Miré la pantalla ¡era Justin, mi novio! Me preparé para contestar, tan feliz de que por fin escucharía su voz, otra vez.


-
¿Hola? –atendí no tan alto, por si papá pasaba por afuera y me oía hablando.
-
Mi vida, ¿cómo estás? –preguntó dulcemente.
-
Bien, acabo de ganarme un poco de cariño de Romano, ¿y tú?
-
Que bueno que lo hayas hecho, ese gato se veía tan aterrado cuando lo subiste al coche que creí al pasar la noche no lo encontrarías más, pero me callé. Y yo mas o menos, la verdad.
-
¿Por qué no me dijiste que creías eso? –le pregunté algo gruñona- ¿Y por qué estás más o menos?
-
Porque seguramente no hubieras pegado un ojo en toda la noche vigilando que el gato estuviera en tu casa –se echó a reír, pero tenía razón- Y pues… pasa que quería hablarte de lo de ayer. Me siento un poco mal por lo que causé.

                                           _______________

Por fin he subido capítulo, lo sé, han esperado bastante, más de una semana, pero es que no pude subir antes. No tengo mucho que decir, salvo que comenten y voten mucho en reacciones, porque han estado bajando mucho, me preocupa perder un montón de lectoras por mi ausencia. Si leen, por favor dejen rastro de que lo hacen, me ayuda mucho a querer seguir subiendo. Las amo como no tienen idea. Un beso a todas, únanse al grupo para estar al tanto de los capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/  ¡cuídense, besos enormes!


12 de marzo de 2014

Capítulo 34 -Por un capricho.




Si él había podido ser honesto, yo también podía serlo. No debía ocultarle mis miedos o mis inseguridades. Él conoció muchos de ellos de inmediato, prácticamente notaba cosas de mí que ni yo misma podía ver, ¿entonces por qué debería ocultarle lo que yo también quería y deseaba? No tenía lógica. Era mi turno, también debía decirle.


- Voy a decir que no eres el único que desea esas cosas –confesé- Yo también quiero, realmente quiero. También quiero seguir estando contigo por mucho tiempo más o para siempre. Quiero ese arte, quiero todo lo que tú me dijiste. Podría jurarlo, si es lo que deseas. No te estoy mintiendo. Incluso sé que no me obligas, pero a pesar de que no estoy lista, tengo ganas de hacerlo. Es muy extraño.


Se me quedó mirando fijamente, con una cara tan confusa que llegué a creer que había arruinado todo. Tal vez no me había explicado bien. Pero no pasó mucho para que su expresión cambiara y fuera totalmente seria, aunque debo admitir que eso me asustó más. Me extrañé cuando comenzó a sobar sus muslos, como si de alguna forma se estuviera secando el sudor de las manos. Sonrió, de repente. Me estaba revolviendo el cerebro esperando a que me dijera algo. Lo que sea sería mejor a su silencio, que ya me estaba estrangulando. Me preparaba para gritarle o a hablar cualquier cosa que no fuera ese tema. Al parecer era lo mejor.


- Jamás me voy a arrepentir de tenerte a mi lado –susurró Justin- Lo que ahora mismo haría es acurrucarte conmigo, besarte y mimarte todo lo que no he podido hacerlo. Me siento solo en casa como no sabes, te extraño cada día. A veces quiero pararme frente a tu padre y decirle todo lo nuestro, pero no se puede y me harta. Tengo miedo, __. Miedo de que te aleje de mí. No lo soportaría.


Me sentía tan mal por eso. Yo misma le estaba haciendo daño. Le pasaba por mi culpa. Los dos estábamos en la misma situación, desesperados por no tener que ocultarnos. Solamente habían pasado dos días y ya costaba.


- Debemos ser pacientes, amor –si alguien debía mantener la cordura, era yo- En un tiempo papá te tomará cariño y cuando se lo digamos entenderá. Esperemos que así sea. Pero no me voy a alejar de ti, ni nada de esas cosas. Quiero seguir contigo, no importa lo que pase y necesito que lo entiendas. Promete que lo entenderás, ¿si? Por favor.


Todo ya parecía una de esas telenovelas dramáticas que dan. La chica a la que le prohíben estar con el de otra familia rival, pero se ven a escondidas y tratan de sacar a flote su amor por sobre todo. No es tan parecido, pero sí un poco. Y no lo digo con orgullo, lo odiaba. Decidí que cuando Michelle me pidiera ver esas cosas con ella, no le volvería a hacer caso.


- Lo prometo –brotó de sus labios. Me sentí más aliviada al escuchar sus palabras. Sonrió con ternura, haciendo que yo mordiera mi labio inferior.

- Confío en ti, Justin. Y saldremos adelante –esta vez era mi promesa y no pensaba romperla.


Estuvimos unos cuantos minutos ahí, no fueron más de tres y ya estábamos listos para volver a casa. Nuestra preparación para arrancar se terminó cuando mi novio habló improvisadamente, diciendo que tenía algo guardado dentro de él.


- Necesito mear –soltó, abriendo la puerta y parándose- No creo poder aguantar.

- Pues ve –me eché a reír- Los árboles sirven, no se verá nada con toda la oscuridad. Tu vejiga es muy débil, ¿lo sabías?

- Al menos no me meto en casa de un extraño a sacar los litros de pipí que me torturan, señorita. Tengo educación.


Lo fulminé con la mirada. Pero que idiota. Cerró la puerta rápidamente y se fue a través de las hojas. Sus palabras me habían sacado de quicio, y sin pensarlo dos veces salí del auto y me fui por donde mismo él se había escondido. De inmediato escuché un río escurriéndose.


- Tengo educación –le dije tomándolo por sorpresa, haciéndolo saltar.

- Mierda, __. Es de mala educación interrumpir a la gente mientras hace sus necesidades, ¿es que a ti no te enseñaron nada? –eso me cabreó más aún, se estaba burlando de mí.

- ¡Tengo educación! –volví a repetir, esta vez un poco más fuerte- Solo bromeaba, además esa vez estaba perdida, no pude aguantar más. A cualquiera le pasa.

- No sé por qué te defiendes tanto, en ningún momento te dije que fue algo que a mí me perjudicara o molestara –se volteó cuando ya estuvo con la ropa arreglada.

- Parecía que sí –dije algo apenada.

- Pues no lo es. Te conocí gracias a eso. El pipí es un símbolo para nosotros desde que nos hemos encontrado, y no habrá nada que lo cambie. Amo el pipí, casi tanto como te amo a ti. Parecemos enfermos hablando del pipí a cada momento, pero es algo que nos marcó, ¿entiendes? Ese líquido amarillo fue lo que nos unió. Joder, esto suena tan imbécil –se rascó la cabeza- Ahora, no me he lavado las manos, así que espero que no me tengas asco.


Se acercó a mí, tomó mi cara y depositó un dulce beso en mis labios, de no más de un par de segundos de duración. No me daba asco, por supuesto que no. Me daba igual, amaba el pipí tanto como él, literalmente, saben a lo que me refiero. Cuando se separó de mí se quedó a no más de dos centímetros. Al parecer, ambos queríamos seguir, porque como un rayo volvimos a besarnos, esta vez con tanta pasión como podíamos. Sus brazos rodearon mi cintura, estrechándome a él. Abracé su cuello y ladeamos nuestras cabezas para hacerlo más profundo. Pasaban los segundos y el beso cada vez se volvía más fogoso, tanto, que sus manos comenzaron a bajar por mi cintura, hasta llegar a mi trasero. Lo apretaba y daba caricias, de una manera que realmente me agradaba. Subió las manos, levantó mi ropa y comenzó a acariciar mi espalda. Su respiración comenzó a acelerar, y eso provocó que la mía se pusiera igual. Mis pensamientos se volvían algo morbosos, imaginándome el día en que yo perdiera mi virginidad con Justin. Eso me hizo acelerarme más. Intenté por todos los medios quitarme eso de la cabeza, pero me costaba un mundo. Una de sus manos se quedó en mi trasero y la otra subió hasta uno de mis pechos, aún por debajo de mi ropa, cosa que no me esperaba, dándole masajes, ni delicados de brutos, pero sin llegar a hacerme daño, aunque ni me importaba si lo hacía, yo disfrutaba, no importaba como. Sus besos comenzaron a bajar por mi cuello. Solté un pequeño gemido, tan diminuto que seguramente él no pudo oír. Me estaba desesperando por la situación, hasta que una imagen de mi padre enojado pasó por mi mente. Por dios. Había olvidado por completo que le habíamos dicho que no tardaríamos nada. Traté de alejar a Justin de mí.


- Justin, hay que parar –le pedí, pero comenzó a succionar aún sobre mi cuello, haciéndome estremecer- Amor, debemos irnos –él seguía en lo suyo, no me hacía caso. Tuve que poner mis manos sobre su pecho, pero como era fuerte no pude ni moverlo- Si llego tarde papá se va a enojar, recuerda.


Eso bastó para que se detuviera en seco. Juntos habíamos olvidado que papá ya había vuelto de su viaje y que yo tenía hora de llegada. Estaba furiosa en ese momento, quería ir y golpear su cara, mientras le gritaba que ya estaba lo suficientemente grande como para salir con mi novio. Obviamente, lo haría si supiera que tengo uno, claro está.


- Tienes razón, shawty –se separó de mí- Perdón.


Noté la decepción en su rostro. Me sentí mal por nosotros, otra vez. No estaba feliz por ello.  Y encima me pide perdón, siendo que no tiene por qué hacerlo. Eso solo se pide cuando has hecho algo demasiado malo, y que yo sepa, a mi me encantó lo que hacíamos. No entendía a mi novio.


- No digas tonterías –dije con decisión, rodando los ojos- No es algo para ello, me ha gustado. Si no fuese por papá me quedaría aquí, toda la noche contigo.

- Para qué hablar de mí, eso lo haría de sobras –rió- No hay algo que no haría por ti. Si tu padre aún estuviera de luna de miel, yo…

- Lo sé –lo interrumpí. Se me quedó mirando- Sería perfecto, estaríamos tan inseparables como lo estuvimos en tu casa. Me gustaría que volviera a suceder –sentí que me sonrojaba, recordando la vez en que estuvimos una especie de grandes hormonas en su habitación. 

- A mi igual –bajó la mirada- Pero bueno, solo nos queda volver. ¿No trajiste nada para acá, tu celular o algo? Pudo haberse perdido.

- Mi virginidad, quizá –hablé sonseando, cosa que hizo a Justin reír con nerviosismo- Soy muy graciosa, ¿no?

- Uno de estos días no será para nada un chiste –se frotó las palmas de sus manos, pasándome uno de sus brazos por mi cintura guiándome al auto- Te lo juro.


En el camino estuvimos en silencio, como normalmente lo hacíamos cada vez que nuestro destino era mi casa. Era algo así como una rutina entre nosotros. Tal vez era porque nos separaríamos, o porque estábamos nerviosos, o porque nos extrañaríamos infinitamente todas las horas en que no estaríamos juntos. De cualquier forma, era algo que no podía cambiarse por el momento. Había que ser realistas. Prefiero mil y un veces no verlo por días, a perderlo para siempre. Pero justo cuando estábamos en la cuadra de mi casa, pasamos por el hogar del pequeño gatito. El hombre estaba cerrando el portón y una cosita que apenas se veía estaba entre sus manos. Comenzó a caminar en dirección a donde yo iba. Lo primero que pensé era que me lo llevaba a mí.


- Justin, detén el auto, ¡es mi gatito! –grité entusiasmada.

- ¿Tu gatito? 

- Sí, ese hombre es quien me lo va a regalar.


De inmediato frenó y quitó el seguro de mi puerta. Me bajé y me giré para quedar cerca del hombre. Él me reconoció enseguida. Sonrió, pero yo tenía una sonrisa más enorme aún. 


- Vaya, me has ahorrado camino –se echó a reír. Me pareció gracioso, a pesar de que mi casa solo estaba unos metros más allá- Este es tu gato, no sé como quieras llamarlo, pero ya sabes, te aseguré el blanco con negro, el último que quedaba. 


Y extendió sus enormes brazos hacia mí. Hasta nervios me daba tocarlo por toda la emoción que tenía dentro. Pero a pesar de ello logré tomarlo. Gracias a mi tacto sentí lo frágil y delicado que era. Tan pequeño, tan inocente, tan indefenso. Se me humedecieron los ojos, ya me había puesto sentimental.


- Muchas gracias, señor –hablé lo más normal que pude- Me ha hecho un gran favor, creí que no lo recordaría.

- Ni hablar, mi madre quería deshacerse de esa cosa, gracias a ti me he ganado mi habitación propia –me contó con superioridad, al parecer ese hombre era bastante mantenido por su mamá- Me has hecho el día. Ya me voy, un saludo.


 Alzó su mano en forma de adiós y se giró para entrar a su casa. Acurruqué a mi nueva mascota entre mis brazos y me subí al auto de Justin, quien me esperaba sonriendo tanto como yo.


- Lindo gato –lo halagó- Aunque está muy pequeño, ¿crees que se muera?

- Claro que no –me hice la ofendida, dudaba de mis capacidades para proteger de él y cuidarlo- Vivirá conmigo por mucho, ya verás. Está muy bonito.

- Sí, pero está bien sucio.


Encendió la luz de interior. Fue una ayuda, ya que pude ver que mi abrigo estaba todo lleno de tierra, quedando de color café. Me impresioné, pero no me molestó. Ahora tendría un buen hogar y no estaría vagando por el patio todo sucio y lleno de cosas que le pudieron hacer daño.


- No importa, luego se lava –me eché a reír.

- ¿Cómo le pondrás? –me preguntó.


No lo había pensado en ningún momento el nombre que podía llevar. Pero el nombre de mi gatito anterior me vino como un rayo a la cabeza. Lo extrañaba, y de alguna forma quería recordarlo. Este era el momento perfecto. Algo como un homenaje o tal vez una estupidez para los demás, pero para mí significaría la mejor decisión. Sonreí ampliamente, algo nostálgica, con ganas de llorar.


- Romano –le dije- Su nombre es Romano.
                                          _____________

No me he tardado tanto, eh. Solo unos días, por lo que me siento bastante a gusto con ustedes. No las he hecho esperar siglos. Espero que les haya gustado, y no duden en que subiré pronto el capítulo que sigue. Ah, y los comentarios que hubieron en el capítulo anterior estuvieron hermosos. Ahora comenten en este, haber si subimos la cantidad, se los agradecería mucho, chicas. En este capítulo quiero que hayan más comentarios porque puso mucho de mí. Hoy estoy muy feliz, me encanta. Un beso a todas, cuídense mucho. ¡Xoxo! Únanse al grupo de mi blog para que estén al tanto de mis capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/¡Adiosito!

9 de marzo de 2014

Capítulo 33 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Deirdre y Valery Swagger-

En parte me sentía mal por papá. De hacer saber a las personas de esto, de seguro me dirían <<¿Pero por qué? Él tiene que darse cuenta de que tú ya no eres una niña y tienes que vivir la vida>>. La cosa es que, él también solo quiere hacer esto para protegerme, no quiere que me suceda nada malo. Sé la forma en la que él se debe estar sintiendo por permitir que me exponga a posibles sucesos feos tan tarde por la noche junto alguien con quien él ni siquiera ha cruzado palabras más allá de la discusión. Y eso me pone mal. Aunque sí, lo admito, yo de verdad deseo tener más libertad. Pero eso no es un impedimento para que también me fije en lo que mi padre siente y trata de hacer. No soy egoísta en ese sentido, pienso en él tanto como él piensa en mí. Incluso pensé en decir a los chicos que prefería quedarme. Obviamente, no lo hice. No pude. Ellos fueron capaces de enfrentarse al hombre que me crió a pesar de su carácter, y a eso no todos se atrevían. Estaba entre la espada y la pared, que es algo que odiaba.

- Me impresiona que tu padre te haya dejado, __ -me dijo Dakota cuando subimos al carro de Justin.
- A mi también, no me lo esperaba. Creí que no cambiaría de parecer –sinceré.

Ella se había subido en el asiento trasero, yo estaba en el de copiloto y claramente y saben quien iba conduciendo. Traté de hacer parecer que no estaba medio triste, pues era mejor que ponerle mucho significado al otro tema. 

El resto del camino fuimos conversando los tres, de algo que se nos saliera por la mente, como suele ser. Dakota contaba que su madre tenía un trabajo extra, mas o menos ella era la única que mantenía algo de que hablar y yo le respondía. Quizás mi novio permanecía tan callado para darnos tiempo de chicas, a pesar de estar cerca de nosotros. Eso era bueno, pero tenía ganas de que él también se uniera. Para mí, no existe el “las amigas van primero”, eso es estúpido. Para mí existe el “Novio y amigas por igual, no debe haber exclusión” ¿Por qué? Porque nadie sabe si las amigas harían algo así por ti. Si tu novio de verdad te ama y tú lo amas a él no debe ser así, no puedes llegar y preferir a la amistad como si nada. ¿Acaso les gustaría que él prefiriera a sus amigos cuando tú de verdad lo amas? No. Mi pensamiento es no hacer lo que no me gustaría que me hicieran a mí. Si él hace cosas buenas por mí, ¿como podría preferir antes de él? Y si ellas hacen cosas buenas por mí, ¿cómo podría hacerlo también? Además, un buen novio no te pediría alejarte de tus amigas, y una buena amiga no te pediría alejarte de tu novio a menos que, en ambos casos, la persona sea desgraciada.

- Adiós, amiga –se despidió Dakota por el espejo. 

Pude ver a su mamá parada en la puerta, por lo que me dispuse a salir del auto. Juntas caminamos hasta donde se encontraba ella y la saludé con un beso en la mejilla, ella me respondió alegremente. Nunca mezclaba sus enojos entre Dakota y ella conmigo. Eso me gustaba. Al final me despedí de ambas y entraron a su casa. Yo no podía interferir en la crianza que ella le daba. Corrí hacia el carro en donde se encontraba mi chico del baño esperándome y me subí. Él de inmediato me sonrió, logrando que yo lo hiciera también. Arrancó el auto sin pensarlo dos veces.

- Gracias por haber venido –ni cuenta me había dado cuando dije esas palabras.
- No agradezcas, __. Yo quería estar contigo y nada más importa –desvió su mirada de la carretera para mirarme. 
- Yo agradezco cuando quiero, ¿vale? –le miré fingiendo enojo.
- Por dios, que rudeza. No me aconsejo meterme contigo, joder –se hizo el asustado. Le golpeé el brazo riendo- Pero no arrepiento de haber venido, fue lo mejor que pude haber hecho. Debo felicitarme por eso, eh.
- ¿Estás seguro de que no te arrepientes? –le pregunté dudosa mirando por la ventana. Comenzó a entrarme nostalgia. 
- Por supuesto, ¿por qué lo haría? Que pregunta más tonta –se echó a reír.

A pesar de que el sonido de su risa me hiciera querer saltar en un pie, me quedé callada sin siquiera mover un ojo hacia él. El auto permaneció en silencio, al parecer Justin había comprendido que yo no estaba en mi mejor momento. Todo estuvo así hasta que aparcó al frente de un negocio. Nos habíamos venido por otro lugar, que era más solitario y era casi un milagro que hubiera en lugar en donde vendían comida. 

- ¿Quieres un completo? –preguntó con una voz dulce. Le miré.
- Uhm, claro. Me encantan –sonreí ampliamente. Él asintió con la cabeza, sin quitar la sonrisa de su cara y salió del auto. 

Me había quedado sola allí dentro, mirando la forma en que caminaba para ir a comprar. Dios, él era sin duda un chico hermoso, no lo decía por cuerpo o algo, si no por como era completamente. Tanto su interior como lo de afuera. Admiré todo de él hasta que noté que la persona que vendía era una chica. Casi me faltaron patas para salir del auto y correr hacia él. Podría decir que yo llegué antes. Nos apoyamos en el mesón en donde se ordena, mientras él sacaba dinero de su billetera, muy concentrado en ello. 

- ¿Por qué piensas que estoy arrepentido? –preguntó sin dejar de buscar el dinero. Me había tomado por sorpresa.
- No lo sé –en parte mentí- Solamente creí que lo hacías.
- No veo por qué debería hacerlo –sacó dos billetes y se los entregó a la chica, para luego dirigirle la palabra- Dos completos gigantes –ella asintió y cruzó una puerta, supongo que a prepararlos.
- Yo sí veo el por qué –respondí- Y solo quería uno pequeño, no debiste gastar tanto dinero en…
- Ordené gigantes y te lo comerás. No hay nada que puedas hacer, ¿o acaso vas a rechazar algo que yo te estoy ofreciendo? –sonaba feo la forma en que lo decía.
- No, no lo haré.
- Me alegro, es bueno que decidas eso. Pero aún no me has respondido.
- Es fácil la respuesta, deberías de saberla. Es tan fácil y no pareces entenderlo.
- ¿Qué es fácil, __? Lo único que noto es que tú estás muy centrada en algo que no tiene un mínimo de sentido –dijo algo molesto- ¿por qué iba a arrepentirme?
- Ah joder Justin, ¿por qué será? –me enrabié- Mi padre te ha tratado como el forro en casa y tú estás como si nada, ¿crees que es muy simple para mí ver como él te habló y te trató? ¿de verdad estás ignorando todo lo que te dijo y su estúpida risa cínica que hace cuando quiere poner en ridículo a alguien? –exclamé, con un enojo enorme que deseé haberme guardado. Nadie escuchaba, ya era algo a favor- Esto es lo que él hace, siempre tratando de alejar a las personas de mí con su protección y cosas molestas, ahora tú serás el siguiente, ¡no estoy feliz de que sea así!

Me callé. Nos callamos. Posiblemente, sus pupilas estaban fuera del ojo, tan serio, que asustaba. Pero no me arrepentía de hacerle saber la razón de mi comportamiento. Claro que no, nada podrá hacerlo. Aún así no se me iba el miedo, ¿que pasaba si Justin se alejaba de mí? ¿y si creía que era un problema estar conmigo? ¿y si era mucho trabajo? ¡Todo era un hecho, él se iba alejar de mí por toda la jodida basura que pasaba!

- ¿Por qué piensas eso? Hablas bobadas, ¡no me voy a alejar! A mi no me ha interesado nada de lo que me ha dicho, __ -tenía el ceño fruncido y cara de desagrado.
- Eso no es cierto, sé que no te ha gustado, pude notar tu expresión en casa. Eso es lo que él hace, incita a las personas a que se alejen de mí. ¿Sabes que Dakota es la única que ha aguantado todo de él? Una vez tuve una amiga que tenía ojos bastante grandes, la invité a dormir a mi casa porque nos habíamos hecho amigas y entonces papá se burló de ella… ¡Jamás me volvió a hablar, Justin!
- ¡Yo no voy a hacer eso! –chilló- Necesito que lo entiendas. No soy todas las personas que se alejaron de ti, soy tu novio. Estoy junto a  ti y tu papá no va a cambiar eso. Me resbala lo que me diga, yo no cambiaré de parecer.
- ¡Eso es lo que dices ahora! En unas semanas me dejarás tirada solo para no tener más problemas y… -me tapó la boca con su mano, acercándose bruscamente a mí. Llegué a sobresaltar. Quise echarme para atrás pero no me dejó.
- No vuelvas a decir esa mierda –ordenó- No eres un problema, solo hablas cosas estúpidas. Olvida lo que pasó esta noche, lo que importa es que estamos aquí. No dejemos que arruinen nuestra relación ni nuestra felicidad, ¿está bien? No me ha dolido lo de tu papá y no me dolerá. Estoy dispuesto a esperar, que diga lo que mierdas se le antoje.

Iba a responderle, tan terca como pudiera, pero mi lengua y mis labios no fueron capaces de curvarse para que lograra pronunciar ni una sola palabra. Me había dejado sin habla, llevándose todo el enojo que pude tener, convirtiéndolo en ternura, en amor, en pacificación pura. ¿Cómo podría haber continuado enojada? Con lo que me dijo era algo casi estúpido. Me pasaría de la raya si siguiera discutiéndole, después de que fue capaz de decirme lo que sentía. Mi agradecimiento era gigante, pero aún así no le dije esa palabra mágica.

- ¿Te comieron la lengua los ratones? –preguntó él de forma divertida, burlándose de mí. Quitó la mano de mi boca, puso sus brazos detrás de su cabeza con rebeldía- Eres tan boba, piensas que a la mínima me alejaré de ti. Mujeres...
- ¿Es que ahora eres machista? –lo fulminé con la mirada- Hombres, siempre queriendo sentirse mejor a pesar de ser inferiores a las mujeres –se la devolví.
- Dice la feminista –se echó a reír.
- A ustedes no les llega la regla y tampoco tienen hijos –reclamé.
- Tanto que se quejan de la regla, joder –rodó los ojos- Solo es un poco de sangre en los calzones, ¿que más da? –comenzó a caminar, recorriendo el lugar- Y nosotros somos quienes ponen la semillita en el orificio sobre la tierra, así que técnicamente, tenemos hijos. 
- Eres un tonto, ustedes no se abren de piernas para poder dejar salir la fruta del árbol que nació de la semillita –hice gestos con las manos- Incluso morirían al sentir los fuertes dolores menstruales, o las pataditas de bebé, o que te muerdan el pezón tan fuerte hasta hacerte llorar.
- No soy un bebé, pero si quieres te demuestro que no duele, si no que gusta –me guiñó el ojo. La sangre se me subió a las mejillas con rapidez.


No pude responder nada en la defensa de tal ser humano que fue creado en este mundo –refiriéndome a las chicas-, ya que salió la chica con los completos, uno en cada mano. Nos acercamos a la caja registradora. Justin extendió su brazo y pagó a otra chica, encargada de ello. Volvimos hacia la que tenía lo que habíamos pedido y nos los entregó. 

- Gracias por venir a Sulkie’s, esperamos tenerlos de vuelta –sonrió amablemente y sin esperar un “de nada” fue a conversar con su amiga de la caja.

Nos fuimos hacia la salida y caminamos hacia el auto de mi novio. Estuvimos un rato ahí dentro, devorando todo como unos locos. Estaban deliciosos. Quien los hizo tenía unas manos increíbles, ideales para hacer ese tipo de comida. De pronto me puse a pensar en lo que Justin me había dicho allá adentro. Intenté no reír, pero fue en vano, ¡en menos de cinco segundos estaba carcajeando! Mi chico del baño se me quedó mirando extrañado, mientras un poco de jugo de tomate se le escurría por el mentón. Se veía tan inocente que quería golpearlo.

- ¿Qué pasa? –preguntó limpiándose con la manga de su chaqueta.
- Nada, ¿qué pasaría? –trataba de parar, pero no podía.
- Te ves nerviosa, tensa y te ríes mucho. Extraña combinación para ser tú –hizo una pausa- Ah no, espera, que estés nerviosa es normal. ¿Estás bien, amor?
- Sí, estoy bien. Solo pensaba –por fin paré de reír y di una mascada de mi completo. Saboreé cada mordida.
- ¿En mi propuesta de hace rato? –se puso a reír como maniático- Dios cariño, solo era una broma. Por ahora. Digo, tengo ganas enormes, pero no lo decía enserio –lo miré fijamente- ¿Qué ves? No te negaré que a veces quiero violarte hasta hacerte tiras.
- ¿Lo dices enserio?
- Sí, por supuesto –hablaba con tanta libertad que sentía que la mandíbula se me caía- Te amo, lo sabes. Llevamos poco tiempo, pero quiero seguir estando contigo. Lo que espero es que en algún momento esto sea algo permanente, para casarnos, formar una familia, entre otras cosas. Sé que no te lo dije de forma romántica, pero lo que en realidad siento es querer demostrarte físicamente todo el amor que siento por ti, un acto de amor real y único, un arte. Y por favor, no pienses que esto es una obligación, yo solo te lo digo porque quiero ser honesto, es importante. 

Iba a morir de un paro respiratorio. Él quería algo serio, tanto como yo. Quería decirle tantas cosas en ese momento. Quería besarlo y no parar nunca. Quería de todo. Pero lo que él no sabía es que yo deseaba lo mismo que él. Deseaba ese arte, ese acto de amor real y único, pero en parte me daba temor.

                                         _______________

Lamento no haber subido en un mes, pero es que se me hizo mega difícil. No les mentiré, el tiempo, la escuela, las salidas que tengo… Lo que todas las personas hacen y necesitan de vez en cuando. Aún así, espero no haber perdido tantas lectoras, ustedes siempre son especiales para mí, no hay un solo momento en que las olvide, lindas. El capítulo está pasable, pero lo hice más largo de lo normal. Las amo, un beso a todas, ¡cuídense! Un beso y comenten mucho, oh sí kajsdk.


8 de febrero de 2014

Capítulo 32 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Eliana y Neny-



Veinte minutos después me asomé por la ventana y el carro de mi novio ya estaba estacionado. Él y Dakota se encontraban de pie en la acera, aproximadamente dos metros cerca de la puerta que daba a mi jardín. Acomodé mi chaqueta y abrí la puerta. De inmediato, ambos se giraron y sonrieron. Caminé hacia allí y la abrí. Dakota saltó a abrazarme.


- ¡Juro por dios que no volveré a subirme a un carro con Justin! –me besó en la mejilla, me soltó y me empujó fuerte al lado de Justin. Él me acogió sin chistar. 

- ¿Por qué? ¿qué ha pasado? –pregunté inocente mientras dirigía la mirada a mi novio y besaba dulcemente sus labios, sonriendo.

- ¿Cómo estás tan calmada? ¡Me ha traído a cientos de kilómetros por hora! Casi nos mata, estuve gritándole todo el jodido camino. Está mal de la cabeza.

- Oye, no estuvo nada mal –la interrumpió Justin- Admiro mis capacidades de manos para poder conducir tan bien mi auto. Moco.

- Cállate.

- ¿Qué tiene que ver un moco aquí? –ahora no entendía nada.

- Resulta que estábamos sentados en unas escaleras con asientos y ella…

- Nada, no tiene nada que ver –mi amiga impidió que él continuara, con una mirada desafiante incluida- Es un molestoso, ha creado un gusto por reírse de mí.

- ¡Admite que ha sido gracioso! –comenzó a matarse de la risa.

- ¡No lo ha sido! –noté que ella trataba de no reír.

- ¡Se aguanta la risa, Justin! –avisé y a pesar de que no entendía de qué hablaban me reí, y ahí fue cuando Dakota explotó en risas.

- Si tú le dices a alguien más de esto, las pagarás –amenazó ella regulándose.

- Bien, bien. No haré nada. No le diré a nadie más que a mi __ -me dio un abrazo, tomó mi cara entre sus manos y juntó nuestras narices.

- No tanto amor, por favor. Siento que sobro –ella hizo cara de asco.

- Lo haces –le dijo él.

- Estúpido. 


Estuvimos conversando un rato en la acera, riendo, contando anécdotas, hablando de lo que sea que se nos pasara por la cabeza. Había extrañado mucho a Justin, a pesar de que no hace mucho lo había visto y también quería ver a mi amiga. Preferimos no entrar a la casa, porque de hacerlo podría llegar mi padre, o podíamos perder la noción del tiempo y se quedarían más de lo debido. Yo estaba algo incómoda y nerviosa. Si mi padre llegaba a verlo, no sabía la forma en que lo trataría o hablaría. Tenía ganas de tronar los huesos de mis manos. Solo no lo hacía porque no me gustaba el ruido que generaba y además no sabía bien como hacerlo. Hasta que de repente me doy cuenta de que papá se bajaba de un taxi, seguido por Michelle. Mi corazón se aceleró y sentí que todo se daba vueltas. Mierda, había llegado antes de lo esperado. Se nos quedó mirando fijamente, tan derecho como si fuese un militar. No sabía ni qué decir, ¿debería presentarlos? Justin y Dakota se pararon de la vereda en silencio. Dakota se le acercó a saludar como normalmente lo hacía. Hasta había olvidado que ellos ya se conocían desde hace tiempo. 


- Ahm, papá…

- Buenas, señor –habló Justin por mí- Mi nombre es Justin Bieber, soy amigo de __ y Dakota.


Mi corazón se estrujó.
Amigos. Ni sabía por qué me afectaba tanto, si nosotros mismos habíamos acordado eso. Se acercó a él y ambos se dieron un apretón de manos. El corazón se me salía por la garganta. No sabía que Justin se acercaría a él tan amablemente luego de lo que le conté como era el carácter de mi padre.

- Soy el padre de __, no es necesario que diga mi nombre –sonrió- ¿Qué hacen aquí afuera? Pasen a la casa –invitó a todos- Vamos, pasen.


Él entró junto a Michelle y nosotros nos quedamos mirando por un segundo. Desconocí a mi padre por un momento. ¿Qué pasaba? ¿desde qué momento era tan agradable con mis amistades? No sabía que sería posible, ni mucho menos que fuera algo que de verdad sucedía. De todas formas, estaba totalmente agradecida de que actuara así con ambos.


- Está simpático hoy –comentó Dakota, igual de confundida que yo.

- Sí, es tan extraño –estuve de acuerdo con ella y sacudí mi cabeza para acomodar mis pensamientos. 


Justin permaneció callado con las manos en sus bolsillos y comenzamos a caminar dentro de la casa. Me dolía no poder tomar su mano, o besarlo. Aún así trataba de no parecer mal por ello. Les invité a ir a mi habitación y no bastó ni dos minutos para que ya me encontrara cerrando la puerta con ellos sentados en mi cama. Mi cuerpo no podía tranquilizarse del todo, cosa que detestaba.


- Me ha invitado a pasar, ha sido un buen gesto –dijo mi novio. Me senté a su lado y le di un apapacho. Le sonreí, dándole cariños en su espalda.

- Sí, eso es mucho viniendo de él –le hice saber.

- Pero bueno –se incluyó Dakota-, ya estamos aquí. Ya sabe de la existencia de Justin, no puede ser tan malo. ¿Ustedes dos no eran novios? 

- Lo somos –le aclaró mirándome- __ sigue siento mi novia.

- Pero dijiste que eran amigos –puso una cara confusa.

- Sí –esta vez hablé yo- Pero decidimos que era mejor no decirle, aún.

- La verdad, en tu caso también habría hecho lo mismo. Tu padre da terror, imagino como estaría si le dieran la noticia al momento de llegar de su dulce luna de miel. Woah. Todo habría estado mal.

- Y me alegro de que no haya sucedido –me acurruqué contra él, oliendo su aroma. No quería pensar en lo que pudo haber pasado. Sentí su respiración en mi oído y bastó para hacerme estremecer. Él rió. Lo hizo a propósito.

- Sí… Y bien, esto es un logro. Merecemos fotos, yo las sacaré –se ofreció gustosa.


Caminó hacia mi armario, en donde se encontraban unos gorros con visera para el sol. Eran de Justin, pero él me los había prestado. Me los iba a traer de todas formas a pesar de la respuesta que me diera. Soy amante de ellos, no miento. Escogió uno y se lo puso. Era color azul marino con unos cuantos diseños dorados.


- ¿Me queda bien, amiga? –me preguntó ella posando alegremente.

- Perfecto, aunque me quedan mejor a mí –yo y mi ego. Hice una mueca.

- O a mí, que soy el dueño –le dijo a Dakota- Son míos.

- ¿Crees que porque son tuyos no me los pondré? Ahora son de __, dudo que ella te los regrese.


Inmediatamente Justin me miró.


- Me los regresarás, ¿verdad amor? –él esperaba algo positivo.

- Pues, uhm, creo que no. Me gustan, no lo haré. Lo tuyo es mío –fue mi excusa y los tres nos pusimos a reír. Él negó con la cabeza, sin bajar el tono de su risa.

- Desde ahora tendré que pensar muy bien antes de prestarte algo.


Dakota no tardó en coger la cámara de mi cajón y comenzó a capturar momentos. Nos tomó varias a Justin y a mí. Algunas abrazados, otras con un casi beso, hasta con la lengua afuera en ocasiones. Luego me tocó sacarle algunas a ella con el gorro que había sacado. Estuvimos varios minutos pasándola bien, hasta que ella vio la hora y dijo que tenía que irse.


- Si llego después de la hora que me dijo, me matará. Detesto cuando lo hace –se quejó- Debo estar en casa a las 10:00. Está algo enojada, por eso me ha puesto hora de llegada. Se parece un poco a tu padre, __.

- Sí, pero al menos a ella solo le da en ciertas ocasiones –traté de hacerla sentir mejor- Tu madre es linda persona.

- Tienes razón, lo es –hizo una pausa- Posiblemente exagero. Bueno… me voy.

- ¿Te irás sola? –le pregunté. Justin escuchaba atento la conversación. 


Ella asintió, tomando su bolso. Me besó la mejilla y se despidió de Justin con la mano. Caminó hacia la puerta, pero la voz de mi novio impidió que siguiera. Le miré, esperando que hablara de nuevo.


-Vamos a dejarla a su casa, __ -me dijo. Quería, pero no podía- ¿qué dices?

- No creo que papá me de permiso, Justin –estaba casi segura de eso.

- Yo pediré permiso por ti, así podemos estar unos cuantos minutos más juntos antes de que me vaya –intentó convencerme- Acepta.

- ¿Y si te dice algo malo? –no lo soportaría.

- No lo hará, bajemos y veamos que pasa –me tomó de la mano, nos puso de pie y los tres salimos por la puerta para bajar las escaleras. Yo no estaba muy a gusto. Prácticamente él me arrastró por ella. Suspiré.

- Chicos, no creo que esto funcione –opinó mi amiga. 


Le sonreí de lado. Mi novio pareció ignorar las palabras de ella y las mías y se fue a donde estaba mi padre, en el sofá mirando la televisión. Michelle no se encontraba con él, ella debía estar en la habitación o cocina, de seguro. Lamentaba eso, pues ella era buena haciéndolo cambiar de pareceres o impidiendo sus enojos.


- Disculpe, señor –le habló Justin, poniéndose de pie a su lado. Papá le imitó- Quería preguntarle si dejaría que __ fuera a dejar a Dakota conmigo a su casa.


Yo prácticamente temblaba. Dakota fue cerca de Justin y se paró a su lado. Me acerqué un poco, pero no lo suficiente. Lo admito, parezco una maldita cobarde, pero es que no quería escuchar las palabras que posiblemente papá les diría, y ya tenía algunas en mente. Hay que ponerse en mi lugar.


- ¿A estas horas? –papá rió un poco- No, para nada. Es muy tarde.


Sentí que me desmoronaba. Odiaba cuando papá se comportaba como un cínico, con esa risa que se le escapa cuando se niega a algo. Me daba furia por dentro, deseaba tener la libertad suficiente para poder salir por las noches. 


- Llegaremos pronto, no tardaremos. La casa de ella no está muy lejos –insistió Justin- Ellas quieren estar un momento más juntas, no se han visto en días.

- Lo siento, joven. No hay manera. Además, luego no puede volver sola, es peligroso –siempre tan protector.

- No volverá sola, yo la vendré a dejar. Se la dejaré tal y como estaba en la casa, se lo aseguro –él realmente quería estar más conmigo.

- ¿Y si los asaltan o les pasa algo? ¿qué podrías hacer tú por mi hija en situaciones de esas violentas? –volvió a reír.


Quería llorar, ya estaba comenzando a hablarle mal. Justin arrugó la frente, pero inmediatamente sacó el gesto. Sabía lo que significaba eso. Bajé la mirada, y subí al segundo piso, para encerrarme en el baño. Me aferré contra la toalla que estaba colgada, aguantado las lágrimas. Me repetí una vez más a mí misma que era una cobarde. Era algo nuevo para mí, y sentir que tratan de esa forma a Justin sin que él pudiera hacer algo me destrozaba. Y para que sepan esto era solo un poco. 
Tampoco yo podía impedirlo, de hacerlo, tendría casi por seguro que no volvería a admitirlo cerca de mí bajo ninguna circunstancia. Y yo no quería eso.

Pasaron unos cinco minutos y me dispuse a bajar. Ya se me habían pasado las ganas de llorar, logré detener ese sentimiento. Cuando estuve de nuevo en la sala, ellos seguían hablando.


- Mi hija es todo para mí, es la regalona de esta casa. Si le pasara algo por tu culpa, te podría asegurar que no saldrías bien de esto. ¿Sabes? Mis cuñados, los hermanos de Michelle, son unos hombres de casi dos metros. ¿Tú crees que yo les tengo miedo? Jamás, nunca se los he tenido. Sé pelear, sé como defenderme. ¿Cuántos años tienes tú? Ni siquiera eres adulto.

- Tengo diecinueve, señor –le corrigió.

- ¿Y qué harías si alguien intenta hacerle daño?

- La protegería, realmente lo haría. Les entregaría todo lo que quisieran robarme, me enfrentaría a ellos. Lo que sea para que se encuentre a salvo.

- Claro, entregar todo, según tú. ¿Y si hubiera una pistola? Mi hija no puede andar por ahí sin mí.


Se notaba que papá no había estado presente cuando Justin me defendió del borracho que intentó propasarse conmigo en el estacionamiento del supermercado. Recordar ese momento ya no me daba susto, pero él me había salvado sin problemas, y sin tener la responsabilidad de ello. Pudo dejarme ahí tirada mientras que el idiota intentaba violarme, pero no lo hizo.


- Por favor, déjela ir con nosotros. No tardaremos. Queremos pasar un tiempo más los tres, es muy raro que pase. La traeré aquí lo más rápido, enserio.

- ¿Sabes? Vayan, pero si le pasa algo a mi hija a tu cuidado tú vas a ser quien pague. No te salvarías. Es la primera y última vez que le doy permiso para algo como esto. Vuelvan pronto.


Dakota y mi novio sonrieron. Se despidieron de él como si nada de la discusión hubiera pasado. Papá volvió a sentarse a mirar la televisión. Caminaron hacia mí, me giraron y salimos por la puerta. Al sentir el aire de la noche sentí una relajación extrema. Detestaba lo que había pasado. Me sentía pésimo habiendo escuchado la forma en que le habían hablado a mi chico del baño. No había durado mucho la simpatía de aquel hombre.

                                          _______________


Está del asco, escrito de una forma pésima. De verdad que siento eso. Pero lo he subido por ustedes, para que no tengan tanta espera. Aún así espero que les haya gustado. El próximo estará mejor, pero poner esto en la novela era necesario. Únanse al grupo del blog para estar al tanto de los capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Las amo demasiado, un beso a todas y comenten y voten mucho. Muac.

4 de febrero de 2014

Capítulo 31 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Fabiola Díaz y Marcos-


Nueve de la mañana con cincuenta y cinco minutos. Ya faltaba poco. Cinco minutos para que él entrara por la puerta. Me había llamado diciendo la hora de su llegada. Mis manos temblaban, mi pulso se aceleraba, mi cabeza daba vueltas. Y no entendía muy bien el por qué. Era el hombre que me crió, mi padre. Si era así, ¿por qué me sentía tan acomplejada? Tenía miedo de lo que fuera a pasar, tenía miedo de que toda la felicidad que había tenido en su ausencia se me acabara. No sé de qué no tenía miedo en realidad. No me malinterpreten, amo a este hombre. Pero conozco su carácter, sé como es. Nada de lo que en el futuro se entere podrá agradarle. Podría apostar a ello. 


Toc toc
. La puerta. Ni cuenta me había dado de que los cinco minutos ya habían pasado. Entre tanto pensamiento las manecillas del reloj se habían movido tan rápido que pensé que pudo ser mi imaginación. Toc toc, de nuevo. Sí era él.

- ¡__, hija! –me saludó con una enorme sonrisa. Me abrazó fuertemente. Sonreí al sentir su tacto. Supe que sí lo había extrañado.


Besó mi mejilla y frotaba sus brazos contra mi espalda. ¿Me había echado de menos? Sentí una linda sensación dentro de mí. Era muy remota la vez en que me abrazaba, aún más de esta manera.


- Papá –fue lo último que me limité a decir, para que luego de unos cuantos segundos el abrazo se acabara.


Me hice a un lado para que pasaran. Michelle me saludó con un abrazo poco apretado. Se me hizo raro, pero luego bajé la mirada y me encontré con un enorme bulto sobresaliente. Había olvidado que estaba por tener el bebé. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Las maletas estaban en la puerta y nadie se molestó en adentrarlas a la casa.


- Está todo muy limpio, cariño –observó mi padre- Has hecho un buen trabajo.

- Te dije que ya tenía edad para quedarse sola –le habló Michelle. 


Ella me miró y le agradecí con un gesto. Ambas estábamos complacidas. No habría imaginado que ella tuviera más confianza en mí que mi propio padre. De todas formas, fue algo especial. Me sentí muy bien.


- ¿Te ha alcanzado el dinero para la comida y esas cosas? –preguntó.

- Sí, no me faltó nada. Comí muy bien –quizás pudo haber faltado, si me hubiera quedado aquí todo el tiempo que él estuvo fuera.

- ¿Sobró? –asentí, esperanzada de que él me dejara quedarme con algo- Bien, me servirá para comprar unas cuantas cosas. ¿Hay algo para comer?

- La nevera está llena –sonreí.


Ellos fueron a la cocina a preparar algo de comer, pues yo no había cocinado. Preferí esperarlos. ¿Ya vieron? Es rara la vez que papá me da dinero. Cuando le sobra no suele darme algo, y solo me compra ropa en navidad y en mi cumpleaños. En el día del niño me compra una cosa pequeña y aún sigo encontrado huevitos de chocolate en pascuas. 


- Papá, ¿puedo tener un gato? –le pregunté de repente, apoyada contra la mesa de la cocina. 


Él se encontraba de espaldas, sacando la caja de té guardada en uno de los grandes muebles. Se volteó cuando tuvo esta en sus manos y la dejó sobre la mesa. Fue a coger la tetera y sirvió un poco de té en su tasa y en la de su esposa.


- ¿Un gato? –preguntó y soltó unas risas- ¿para qué quieres uno? No sabes cuidar a los animales.


Una ligera molestia se produjo en mi interior. Antes había tenido conejos, patos, pájaros, perros, gatos, entre otros. Lamentablemente murieron todos, creo que no los alimenté bien. Era pequeña, olvidaba darles la comida necesaria. Siempre me sentí culpable. Mi primer perro lo tuve desde que nací, fue el mejor perro que pude tener. Jamás me mordió, me dejaba usarlo como caballo y era muy mansito. Lo amaba, era ciego de un ojo, pero no me importaba. Entonces, un día, la gata de uno de mis primos tuvo gatitos. Le rogué a papá que me dejara tener uno, y como era pequeña, aceptó. Fuimos a buscarlo, mi primo me dijo que lo cuidara, y que su nombre era Romano. Al pasar el tiempo tuve dos conejas, ambas negras, muy bonitas. Luego llegaron dos perros más, protectores, rudos y juguetones. Al cabo de un tiempo, tuve dos patos. Una vez entró el perro de un vecino durante la noche y por poco los mató. Salieron ilesos y un tiempo después la hembra comenzó a poner huevitos, hasta que un día amaneció muerta. Días después, murió el macho. Para compensarme, papá me compró tres pájaros, pero murieron a la semana. Me dio mucha rabia, nunca más quise tener un pájaro de mascota. Y ahí empezó a volverse todo horrible. Romano, mi gato, llegó por la mañana muy mal. Le habían dado veneno y estaba agonizando. No le pude llevar al veterinario, papá no tenía dinero ese día. Por la noche soñé que él se reponía, que estaba bien, que estaba feliz… Y que salía por la puerta de la casa a jugar, y le dije adiós con la mano. Por la mañana papá me despertó, y me dijo que había fallecido. Lloré lo que más pude por días hasta que no hubo más que derramar. Ese gato me dio tanta felicidad y apoyo, me lamía la cara y las manitos, se lanzaba sobre mí, siempre estábamos juntos, éramos inseparables. Pero luego comprendí que ese sueño significó que él, a pesar de morir, estaba bien. Que no estaba sufriendo, que quiso mostrarme que yo no tenía de qué preocuparme y que no debía llorar. No me importaba lo que las personas me dijeran, yo sabía que tenía una conexión con él, más fuerte que cualquiera cosa. Cuando cumplí catorce murieron mis conejas, fue horrible. Y para rematar, murió el perro que me acompañó desde que nací. Sufrió tanto, estuve con él hasta casi el último momento. Estábamos afuera, y luego fui a buscar algo de beber y cuando salí, ya su corazón había dejado de funcionar. Nuevamente lloré lo más que pude. Me di cuenta de que él no quiso que yo lo viera morir. Y después de eso, no pasaron más de unos días para que otro de mis perros comenzara a morir. Le daban ataques, su cuerpo temblaba y derramaba sangre por los ojos. Falleció por la noche. Y días después, el último perro que me quedaba, también murió, al parecer de pena por perder a sus amigos caninos y quedar solo. Fue horrible, casi todos murieron por hileras, por turnos, por solo días de diferencia. La pasé muy mal. Odiaba todo, no entendía por qué les sucedió a ellos. Así que papá fue a consultar con un especialista y dijo que de seguro había sido un virus el que había matado a los últimos animales tan fácilmente. Como ven, no tuve buena experiencia con las mascotas. Pero ahora quería un gato. Los gatos eran mis animales favoritos, anhelaba tener uno. Quería un amigo de esos. Sabía que no podría reemplazar a mi Romano, pero no importaba.


- Esta vez lo cuidaré bien, papá –aseguré- Quiero un gato. En la casa de la esquina están regalando algunos. Podría adoptar uno.

- No, __ -se negó- Luego se mueren y empiezas a llorar por días. Te encariñas mucho y al cabo del tiempo, se sufre. 

- Pero no importa eso, puedo darle un hogar y eso es suficiente. Sé que terminará muriendo en algún momento de su vida, pero sabré que le di una buena vida. Déjame tener uno, ¿de acuerdo? –insistí, de verdad que deseaba que aceptara.


Me miró dudoso, pensó por un minuto y luego negó con la cabeza. Odiaba que papá fuera tan difícil de convencer. Me jodía. Quería llorar y golpearlo en la cara, pero no podía. Miré a Michelle suplicante, queriendo su ayuda. Ella al parecer entendió.


- Han de ser unos gatos bonitos, me gustaría que hubiera uno en casa –opinó. Papá la miró extrañado.

- ¿Y si luego muere? Digamos que mi hija no es alguien que sepa sobrellevar una muerte. Menos cuando es por animales.

- Le ayudaré a cuidarla, me gustan los gatos. Yo digo que adopte uno, ¿qué dices?


Él, frustrado, se frotó la cara con sus manos. Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños, apoyando los codos en la mesa. Sabía que se le hacía difícil tener que decirme que sí, pero yo de verdad que estaba entusiasmada con esto.


- Le alimentarás todos los días, no quiero quejas más tarde por culpa del gato. Si se sube a las mesas o se pone a comer de las ollas, se quedará afuera. Por nada del mundo quiero ver su caca en los sofás, ni en ningún otro lugar que no sea su arena, ¿está claro? –a pesar de su tono autoritario y molesto sonreí ampliamente. 

- ¡Sí, sí, sí! ¡claro! ¡lo haré! –chillé emocionada dando saltos- ¡Muchas gracias!


Michelle se echó a reír y papá le siguió. Dio un suspiro y se me quedó mirando fijamente. Yo no podía dejar de estar feliz, era una excelente noticia.


- Que no se te olvide lo que acabo de decirte. Ya, ve por el gato. Y espero que no sea una hembra.


No dije nada más y corrí hacia la puerta tropezando hasta con mis propios pies. Pasé por el jardín, atravesé la puerta que daba a la calle y fui hacia la casa. Toqué el timbre y un hombre con barba asomó su cabeza por la puerta. Era bastante alto y extremadamente delgado. 


- ¿Diga?

- Ahm, dice aquí que están regalando gatos –apunté el cartel- ¿le queda alguno?


Eso pareció llamar la atención en el hombre, ya que rápidamente salió de donde se encontraba y se paró frente a la puerta, que nos separaba.


- Sí, quedan dos, pero nos hemos quedado el que es rubio, así que solo queda el negro con blanco para regalar. Es macho.

- Yo lo quiero, señor.

- Claro, todo tuyo. Pero ahora se encuentra en el patio trasero. El pasto está muy alto y seco, además se esconde entre las tablas y se me escapa. Trataré de cogerlo lo antes posible, por lo que trata de venir seguido para ver si ya lo atrapé.

- Por supuesto, no hay problema. Lo haré. Gracias, señor –le sonreí feliz.

- Gracias a ti, no íbamos a dejar que ese gato se quedara. Mi madre quería ahogarlo en un tarro con agua –dicho eso se volteó y se adentró en su casa como un rayo, dejándome sola en la vereda.


Preferí ignorar lo que me había dicho. Había salvado al gatito. Estaba tan feliz que sentía que nada podía ser mejor. Si tuviera a Justin aquí conmigo, le besaría tanto que sería hasta peligroso. Me fui caminando a casa, le dije a papá y a Michelle lo que el hombre había dicho, para luego subir las escaleras y entrar a mi habitación. Cuando ya estaba en ella, revisé mi celular, que se encontraba en la mesita de noche y tenía un mensaje de Justin.

"No puedo esperar. No podré estar este día sin verte. 
Te amo -Justin"

¿Podría ser más hermoso? Joder. Quería estar entre sus brazos ahora mismo. Quería estar en su casa. Quería volver a comer a su lado. Quería sentarme en su regazo a mirar la televisión. Quería morderlo hasta dejarle marcas. Quería todo.


(Día siguiente)


Había ido por la tarde a ver si tenían al gatito, pero no. La misma persona con la que había hablado, me dijo que había logrado atraparlo, pero que lo soltó como media hora antes de que yo viniera. Me maldije por dentro, así que tuve que irme con las manos vacías a casa. 


Se hicieron las ocho y media, ya estaba oscuro. Papá y Michelle habían ido de compras así que estaba sola en casa. Encendí la televisión y me puse a ver “Bichos, una aventura en miniatura” esa película animada me hacía reír mucho. Fui al baño y al volver, tenía unas cuantas llamadas perdidas de Justin. Mi corazón se aceleró y entonces volvió a sonar. No dudé ni un solo momento y lo llevé a mi oído.


- ¿Hola?

- ¿Cómo estás mi amor? –me preguntó animado. Bastó escuchar su voz para que yo me animara también.

- Bien, ¿cómo estás tú?

- Bien ahora que hablo contigo. Estoy en el centro de la ciudad con Dakota, tengo un plan y quiero ponerlo en marcha.

- ¿Qué plan? 

- ¿Está tu padre en casa? –preguntó ignorando mi pregunta.

- No, él ha salido. ¿Vas a venir? –pregunté impresionada.

- Si quieres que vaya, iré. 

- Quiero que vengas, ¿pero qué pasa si él te encuentra aquí al llegar? Se enojara tanto, no tienes idea –me asustaba hasta pensar en ello.

- ¿Sabes qué? No me importa. Iré ahora mismo, llevaré a Dakota conmigo. Nos vemos allá. Te amo, linda.

- ¿Qué? ¡no! –intenté impedir- Justin, no vengas. Papá se volverá loco, ¡enserio!

- Tranquila, boba. Si quieres me iré antes de que llegue. Te dije que no soportaría estar sin verte, ¿o no? –recordé el mensaje que me había mandado.

- Sí, lo dijiste.

- Pues ya ves. Iré, nos veremos, te besaré como no lo hice ayer y me iré antes de que mi suegro llegue, no quiero que tengas problemas por mi culpa luego con él, ¿si? Te amo más que a nada, shawty. Nos vemos –no podía decirle que no, era tan lindo, definitivamente quería verlo.

- Te amo más, Justin. Nos vemos –sonreía como tonta y eso que él no podía verme a través del aparato- Pero oye, estoy en pijama. Yo…

- No me interesa como vistas, ya estoy caminando hacia el carro con Dakota. Debo cortar, estoy ansioso por verte, llegaré rápido. Adiós.


La llamada terminó. Tardé en analizar todo lo que iba a pasar en los siguientes minutos, por lo que corrí a cambiarme de ropa. Cogí lo primero que tenía y me lo puse. Unos pantalones ajustados blancos, una camiseta de tirantes ropa y encima una chaqueta negra. No me gustaba como me veía, pero no podía hacer más. Él vendría a verme y no podía desaprovechar la oportunidad.


                                         ________________


¡Lindas, siento la tardanza! Y también siento si este capítulo no ha sido de su agrado, pero bueno. Deben tomar en cuenta que hice que Justin apareciera al menos por un momento. La novela desde ya se pondrá mejor, ¿está claro? Únanse al grupo para estar al tanto de cuando subo capítulo en el blog, entre otras cosas:
https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Las amo demasiado, no tengo mucho tiempo, así que comenten y voten mucho. Subiré lo más pronto posible, un beso a todas.