26 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y cinco - Fresa con Chocolate.



Jaqueline nos entrega las llaves. Marizza las recibe y juntas caminamos a nuestra respectiva cabaña. No tardamos nada y sin darnos cuenta ya estamos dentro. Hay, en total, seis diferentes camas de una plaza. El lugar no es tan espacioso como pensé, de hecho creí que habrían más de éstas, quizás ocho, pero no. De todas formas es suficientemente cómodo. Tenemos todo para nosotras solas.

Sábanas dobladas color blanco están encima de los colchones y al lado hay mesitas de noche sin nada encima. En la esquina de la habitación hay un botiquín de primeros auxilios sujeto a la pared. De inmediato me voy hacia la cama que más me llama la atención, junto a la ventana. Fabiola toma la de mi lado. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, lanzamos nuestras mochilas encima. No puedo aguantar y me recuesto de espaldas, quedándome mirando el techo. Me percato de que el aroma que hay en el lugar no es desagradable, solamente huele como en todos los lugares que no suelen tener personas todos los días. Sin embargo, es acogedor. Es perfecto.

Los minutos comienzan a pasar. Ninguna habla. Yo estoy muy relajada, al parecer Fabiola está igual. Después de un rato más, busco a Marizza con la mirada. Ha elegido una de las camas del frente, específicamente la del medio. Me siento un poco mal por ella. No tengo nada en su contra. Primero Julián terminó con ella y cuando se interesa en dos chicos se da cuenta de que tienen novia. Tal vez otras chicas se enojarían y se burlarían de tal cosa, pero a mí no me causa ni la más mínima gracia. Ella se siente mal. Lo confirmo cuando se sienta con lentitud en la cama, y se queda como estatua mirando sus manos entrelazadas. Verla así me provoca un triste sentimiento.

Observo a Fabiola. Ella es tan parecida a mí. Creo que incluso antes de mirarla ya sabía que iba a estar con su mirada encima de Marizza de la misma forma que yo. Le hago un gesto, como diciéndole que deberíamos acercarnos a ella o decir algo para hacerle saber que todo está bien entre las tres, al menos por nuestra parte. De inmediato asiente.

- Oye, Marizza -la llamo. Levanta su cabeza y me mira confusa- ¿Qué te pareció el bosque?
- Uhm -bacila entre responder o no- Estaba muy bonito. Demasiado. 
- ¿Verdad que sí? -se une Fabiola- ¿Viste alguna liebre?

Marizza sonríe.

- Sí. De hecho, logré ver siete.
- ¿¡Siete!? -preguntamos Fabiola y yo en voz alta, sin poder creerlo.
- ¡Yo ni siquiera logré ver una! -admito, sintiéndome como una completa ciega. 
- ¡Pero si habían bastantes! -exclama Marizza, riendo. Fabiola se une a sus risas.
- De verdad, no puedo entender cómo no vi nada. Supongo que un día lo superaré, pero bueno -suelto un suspiro mientras me incorporo y me siento. Entonces se me ocurre otro tema de conversación- Oye, pensé que querrías compartir cabaña con tu prima.
- ¿Por qué pensaste eso? -alza las cejas, como si yo estuviera diciendo lo más tonto del mundo.
- Porque son primas... -responde Fabiola por mí.
- Ah, pues no. Ni siquiera nos llevamos tan bien. En realidad no nos llevamos bien.
- ¿Y eso? -no puedo evitar sonrprenderme.
- Mamá y yo vivimos juntas, pero desde hace como dos años los padres de Aurora se divorciaron, por lo que a mi tía no le quedó más remedio que venir a vivir con nosotras y traer a Aurora con ella. 

Comenzó a contar. Fabiola se sentó encima de mi cama, para sentirse más cómoda mientras Marizza contaba su historia. En realidad, no me sorprende que ellas no tengan una buena relación de familia. Por la manera en que le gritó cuando estaba con nosotras, noté que había algo malo.

- La verdad es que cuando niñas nos llevábamos muy bien. Jugábamos a las muñecas, a la comidita, todo. Era como una hermana. Continuamos llevándonos así cuando comenzamos a compartir habitación, pero cuando entró a estudiar a la univesidad se convirtió en una persona completamente distinta. Ahora es igual a esas insoportables chicas con las que se junta. No las soporto.

La voz a través de un citófono comienza a hacerse presente. Es Picasso. Intento escuchar cada palabra de lo que dice pero la verdad es que suena como su propio idioma creado por él. Eso, o yo estoy sorda. Hace rato me sentía ciega y ahora esto.

- ¿Qué es lo que intentó decir? -pregunto con mala cara. La cama está muy rica como para abandonarla.
- Es hora de ir al comedor -me dice Fabiola- Hay que almorzar.
- Bien -comienzo a levantarme- De todos modos ya tengo un poco de hambre. Pero oye, Marizza, si no te sientes bien estando con tu prima y sus amigas, puedes estar con nosotros.
- ¡Sí! No hay problema en eso -Fabiola está de acuerdo con la invitación, sonriente.
- Gracias, pero no. Aún intento superar el momento de hace unas horas atrás -comienza a reír- No puedo sentirme más avergonzada.
- Ya pasó, no te preocupes -le doy a por saber- ¿Pero estás segura de que no quieres venir?
- Sí. Al menos, por ahora no.

Aceptamos su decisión. Tampoco es que podamos obligarla. Así que las tres nos vamos caminando hacia la salida. Abrimos la puerta de la cabaña y caminamos hasta el lugar de donde proviene la voz. Cuando llegamos Marizza se va con su prima. Seth y Drew, al vernos, vienen hacia nosotras. Traen una bolsa cada uno, de esas que hemos traído con comida.

- ¡Nos ha tocado juntos! -celebra mi hermano, sacudiendo el cabello de mi novio. Lo abraza fuertemente- ¡No puedo estar más feliz por eso!
- Ya, Drew, basta -lo empuja ligeramente- Sabes que detesto cuando te dan tus momentos cariñosos en público. Hoy no, ¿De acuerdo?
- Eres un aguafiestas -Drew lo mira mal, pero vuelve a abrazarlo e intenta derribarlo. Seth comienza a reír mientras lucha con él. Se nota que son mejores amigos.
- ¡Jóvenes! -la voz de Picasso, fuerte, por poco revienta mis oídos. Siempre dice la misma palabra para llamar la atención de todos. Cada uno se queda en silencio, y Drew con Seth dejan de bromear entre ellos- Era mentira que ésto es un comedor -indica la cabaña tras de él- No es más que una cabaña como las otras, pero más grande. Así que lamento decepcionarlos pero van a sentarse en algún lugar de los alrededores y comerán lo que sea que hayan traído -muchos, sobre todo chicas, comienzan a quejarse- ¡Debemos ser unos verdaderos excursionistas y disfrutar el aire libre! No voy a dejar que mis estudiantes se vuelvan unos idiotas ajenos a la naturaleza. Ahora disfruten su comida.

Los cuatro comenzamos a mirar hacia todos lados en busca de una zona cómoda en donde no llegue tanto sol y el calor no se sienta tanto. Diviso unas rocas bajo un eucalipto justo a la orilla del lago, un tanto alejado. Luce como una parte ideal para comer.

- ¿Vamos para allá? -sugiero. Los tres miran en la dirección a la que indico. Drew sonríe.
- Hermanita, por fin sirves para algo útil -me felicita Drew, dando palmaditas en mi espalda. No puedo evitar reír.
- Gracias por tus admirables palabras.
- De nada.

Sin prisas nos vamos hacia las rocas. Al momento de estar ya en ellas, debajo del eucalipto, nos damos cuenta de la fresca sombra que nos da. Papá siempre me había dicho que este tipo de árboles eran ideales para eso. Cuando miro más allá y veo un álamo, no puedo evitar pensar aún más en él. Son sus árboles favoritos, además de los sauces. 

- ¿Y qué vamos a comer? -pregunta mi hermano, frotándose las manos, ansioso.
- Sándwiches -responde Seth.
- ¿Sólo eso? -frunce el ceño- ¡Voy a morir de hambre! Quiero a mi madre, ahora.
- Es lo único que tragimos -Seth comienza a revisar en el interior de las bolsas- Además de los jugos en caja. Lo demás lo podemos dejar para más tarde y para mañana.
- Es oficial -lo interrumpe- De aquí no nos vamos con vida. ¿Con qué son?
- Queso, jamón, mantequilla. 
- ¿No se echará a perder con las calores hasta mañana? -pregunta Fabiola. Vaya, no lo había pensado.
- Guardamos todo lo demás en los refrigeradores -le cuenta Seth sonriente.
- ¿Dónde hay de esos? -decido preguntar. 
- En una cabaña de por allá en donde nos tocó. Picasso nos lo dijo. ¿La señora no les avisó?

Negamos con la cabeza. Y en eso queda la conversación, porque los siguientes minutos nos dedicamos a comer. Se nota que estamos hambrientos porque casi no decimos palabra hasta terminar cada sándwich, que eran dos para cada uno. Supongo que a nadie le gusta almorzar sólo esto, pero no es tan malo. Los alrededores son bonitos, hay mucho color verde, animalitos y demás. Nadie puede amargarse en un lugar así.

Nos ponemos a hablar sobre cualquier tema mientras reposamos lo que hemos comido. Estoy satisfecha, sin duda alguna. No tengo razón para quejarme. Todo está de maravilla y estoy segura de que estaremos bien hasta mañana. Hemos traído lo suficiente y no quedamos con hambre.

- Durante la tarde no podremos estar con ustedes -avisa Drew, de repente, mientras acaba su jugo.
- ¿En serio? -Fabiola alza las cejas- ¿Qué harán?
- Según Picasso debemos ir a fotografiar lugares. Supongo que será para un trabajo.
- Los hombres iremos con él. Las chicas con la señora esa. Jaqueline, creo -agrega Seth.
- ¿Y qué haremos nosotras, entonces? -pregunto a Fabiola. Y recuerdo lo que tenía ganas de hacer- ¡Oh, debemos recorrer todo! Mientras las demás se ponen a sacar fotos, nosotras podemos estar pendientes de otras cosas.
- Estoy de acuerdo -Fabiola y yo chocamos los cinco- Tal vez podamos decirle a Marizza que esté con nosotras, para que no se aburra.
- ¿La niña loca que babea por Seth y por mí? -se burla Drew. 
- No seas tan malo -le pide mi amiga- No es una persona detestable. 
- Pensé que se había enojado con ustedes -comenta Seth.
- Creo que no se enojó, solamente se sintió avergonzada -intuyo- No sabía cómo reaccionar ante eso, entonces hizo ese pequeño alegato y se fue. Compartimos cabaña con ella.
- Fabiola, ten cuidado -sugiere mi hermano- Te podrías despertar a mitad de la noche y ver a Marizza registrar tus cosas y oliendo ese osito de peluche que te di. Uno nunca sabe -comienza a partirse de risa por sus propias bromas. Seth explota en carcajadas- ¿Te la imaginas ahí, tío? Deleitándose con mi aroma y atacando a Fabiola cuando ella intenta arrebatárselo. 

No tardan mucho en dejar de burlarse de Marizza, porque Picasso comienza a llamarlos para comenzar la caminata fotográfica. Jaqueline, a su lado, comienza a llamar a nosotras las chicas. Los cuatro echamos las cajitas de jugo a una bolsa, arrugamos todo y lo llevamos a un bote de basura que se encuentra a unos metros. Luego nos despedimos y nos vamos a reunir a nuestros grupos correspondientes. 

- Chicas, haremos una caminata para tomar fotografías. Su profesor lo ha dado como una actividad, así que deben hacerlo obligatoriamente, ¿De acuerdo? Sólo por ésta vez tienen permitido usar sus celulares, en caso de que no traigan consigo una cámara -Todas asienten, excepto nosotras. Jaqueline se da cuenta- Ustedes no deben hacer nada de esto. Pueden acompañarnos y hacer lo que quieran, pero no tienen que perderse. Tendrán que ser cuidadosas.

Desde luego estamos de acuerdo y en cinco minutos ya nos estamos adentrando en el bosque, pero al sentido contrario del que llegamos, es decir, a una parte del bosque que no habíamos visto. Jaqueline va en el frente, le siguen las demás y por último, al final, las seguimos nosotras. 

Por fin logro ver una liebre. Marizza y Fabiola me la muestran, pero cuando intentamos acercarnos sale corriendo como si su vida estuviese en peligro y tuviera que escapar más rápido de lo que lo ha hecho jamás. Es una lástima, porque, en realidad, tocar una sería todo un privilegio. Pero lo más seguro es que si la obligo me muerda y me saque un pedazo. Definitivamente no quiero eso.

No llevamos ni quince minutos dentro del bosque y me doy cuenta de que mi cuerpo comienza a agotarse. Mis piernas ya no se mueven con tanta facilidad como hacían por la mañana y mis ojos se sienten pesados. Sujeto con fuerza el brazo de Fabiola, pero ella se queja.

- No te cargues tanto -me pide, casi en súplica- Apenas puedo avanzar.
- Lo siento -giro mi cabeza hacia un lado- Marizza, ¿Por qué tú no luces exhausta? Déjame decirte que deberías estarlo. Lo tuyo no es normal. No es sano.
- ¿Estás bromeando? Yo soy toda una excursionista. Todos los años voy a subir por los cerros con mi familia y acampamos durante tres días. Por mí caminaría varias horas más sin detenerme.
- Chica, te acabas de ganar mi respeto absoluto.
- Y el mío -Fabiola tiene una mirada de admiración- ¿Cómo lograban tener comida suficiente? Supongo que llevaban cosas simples, como fruta, pan, chatarras, y cosas así.
- Para nada -Marizza niega con la cabeza, ansiosa por darnos una explicación detallada- Nos poníamos a cazar nuestra propia comida.
- Tú estás bromeando -comienzo a reír. Pero cuando me doy cuenta de que soy la única que lo hace, me apresuro a preguntar:- ¿Lo dices en serio?
- ¡Claro! Es lo más genial del mundo. No sabes lo deliciosas que son las liebres y los peces recién sacados del río. Mm -finge chuparse los dedos. No puedo evitar sorprenderme ante eso-, un manjar.
- ¿Se las comían crudas? -hago una mueca de asco.
- No, eso sería horroroso -se pone a reír- Las atravesábamos con un palo y las poníamos sobre una fogata. Lo mismo con los peces.
- ¿Y a qué sabía? -pregunta Fabiola, con los ojos abiertos como platos- Es decir, dicen que el sabor cambia cuando se les cocina así. 
- No puedo explicarlo con palabras. Pero debes probar.
- Desde luego que lo haremos -aseguro sonriente. 

No. Nunca en mi hermosa vida lo haré. O sea, tal vez lo haga, pero no si la he cazado en medio del bosque y tengo que ver la forma en que la matan, le quitan el pellejo y la asan. Mi corazón no podría soportar tal cosa. Me niego.

- Por mí, iría a sugerir ahora mismo a Jaqueline que mataramos algunas para comerlas en la cena.
- Oh... -no encuentro qué decir a eso, porque la idea me parece horrible. No puedo evitar echar una mirada a mí mejor amiga. Su rostro describe el desacuerdo que siente. Niega con la cabeza desesperada, queriendo que haga algo- ¡Oye! Marizza, la verdad eres mucho más agradable de lo que creí. Me caes bien.

En realidad no es una mentira, pero no encontré una manera mejor para cambiar el tema. Sin embargo, parece funcionar, porque la chica sonríe de oreja a oreja. Esto hace que yo sienta algo cálido en mi interior. La verdad es que ella nunca me cayó mal, nada más me parecía un poco molesta su manera de comportarse en algunas ocasiones. 

- Espero que Fabiola opine lo mismo -la mira, esperanzada, queriendo que diga algo.
- Por supuesto que lo hago -asegura Fabiola, sonriendo un poco apenada- No tengo nada contra ti.  
- Lamento haberme comportado así -confiesa, recordando el incidente por la mañana- De verdad, no tenía idea de que...
- Eso ya está olvidado -la interrumpo- Entendemos que no te diste cuenta.
- Cualquiera se equivoca. Todo está bien -Fabiola le pellizca el brazo con ternura. Marizza suspira.
- Gracias. De verdad. 

Jaqueline grita diciéndonos que es hora de detenernos, y que podemos recorrer algunos metros a la redonda para tomar algunas fotografías. Vuelve a repetir que ninguna se aleje demasiado en caso de que corra el riesgo de perderse. 

Marizza, Fabiola y yo comenzamos a caminar hasta la orilla del lago, que está muy cerca a sólo unos veinte metros, aproximadamente. Nos sentamos en la orilla con cuidado de resbalar y caer dentro. Ninguna quiere quedar empapada en medio del bosque y tener que caminar de regreso con la espantosa sensación de un cuerpo pegoteado. 

Tomo una ramita delgada y comienzo a salpicar contra el agua. Me sorprendo cuando un montón de pecesitos bebés comienzan a nadar hacia todos lados, escapando de mi inesperado ataque. 

- Acabas de destruir su casa -me reprende Fabiola negando con la cabeza, mientras me dirige una mirada de desaprobación total.
- Técnicamente, todo el lago es su casa -intento defenderme- Sólo salpiqué.
- ¡Los asustaste! -me apunta con un dedo amenazante.
- ¿Qué tiene? Son peces, todo les causa eso -le explico riendo, casi sin poder creer que se ponga así por esto. Me divierte- Además, seguro ya lo olvidaron. Han pasado diez segundos.
- Puede que tengas razón -me da un ligero empujón con su hombro.
- ¿Qué tiene que ver eso con que lo hayan olvidado? -pregunta Marizza, frunciendo el ceño en señal de confusión. Está mirando el agua fijamente. De a poco, los peces vuelven a juntarse justo en donde yo había salpicado con la ramita.
- Dicen que estos animalitos tienen muy poca capacidad de memoria. Es algo así como Dori, en buscando a Nemo. 
- ¿Y tú crees que es verdad? -se pone a reír. Pongo una mano en mi pecho, un poco ofendida.
- ¡Por supuesto!
- Ahora que me acuerdo, la otra vez leí un artículo que decía que ese era un mito completamente falso -nos cuenta Fabiola. Se encoge de hombros- Pero no sé si será verdad.

Una garza vuela hasta la orilla, bastante cerca de nosotras. Nos quedamos mirándola en silencio, sin hacer ningún movimiento. Se queda como una estatua, con sus ojos fijos en el agua, lo que me hace recordar a Marizza hace unos segundos. Pero nos sobresaltamos cuando hunde su pico con rapidez y extrae un pez. Se lo traga en un santiamén.

- Y me regañas porque salpiqué -susurro a Fabiola, extasiada por lo que acabamos de ver.
- No es divertido -me responde de la misma manera- El pobre pez ha muerto. No lo merecía.
- ¿A quién le importa? Es el ciclo de la vida. 
- Mira, Mufasa, no me interesa el ciclo, la cosa es que se lo comieron. 
- Seguro ya lo olvidó -me burlo, explotando en sonoras carcajadas. La garsa se asusta y se aleja con rapidez, para luego comenzar a volar. Cierro mi boca.
- Genial. La espantaste -Marizza rueda los ojos- ¡Jamás tuve una tan cerca!
- Tienes una risa muy delicada -bromea Fabiola. Ruedo los ojos, pero aún así me río.

No pasan ni cinco minutos más cuando decidimos volver hacia el bosque con las demás. Hemos visto una Codorniz salir de entre algunos pastos lo suficientemente altos como para que pudiera esconder allí su nido. Me siento tan ansiosa que me cuesta un gran esfuerzo mantenerme sigilosa. Pero cuando llegamos a la pequeña zona, alzo un poco mi cabeza, para poder ver bien si hay uno o no.

- ¿Por qué no sólo te acercas, haces a un lado el pasto y ya? -pregunta Marizza.
- Si hago eso podría quedar mi olor y puede que su madre ya no quiera cuidarlos -le doy una lección de sabiduría. Mi papá me lo contó- ¡No podemos permitir eso!
- ¡Oh, sí hay huevitos! -grita Fabiola con emoción- ¡Son pequeñitos!

Alzo mi cabeza un poco más y sonrío como nunca cuando me doy cuenta de que es cierto. Comienzo a decir lo maravilloso de la experiencia cuando Marizza, como era de esperarse, me interrumpe.

- ¿Y si nos los llevamos? No es por alardear, pero muchas veces con mi familia los sacábamos y supongo que ya saben lo que hacíamos después.
- Uhm, Marizza, ¿Hay algún animal al que no hayan matado o comido? -pregunto con interés- ¡Se me rompería el corazón si saco este tipo de huevitos! Tan pequeños y llenos de manchitas. No. No podría.
- ¡Estás desperdiciando tu paladar! -exclama desesperada- ¿Siquiera cazaste estos pájaros? Las escopetas son esenciales. Son incluso más ricos que un pollo.
- Oh, por favor -pongo una mano sobre mi cara- No sigas.

Jaqueline comienza a llamarnos a todas para que nos reunamos en donde habíamos estado, diciendo que seguiremos más allá. Cuando volvemos, nos quedamos de pie un tanto alejadas. Justo en ese momento comienza a sonar un extraño sonido, algo así como un golpeteo rápido, pero ligero. Creo que si el bosque no estuviera en un silencio absoluto como este, jamás me abría percatado.

- ¡Marizza! -una voz que no es muy conocida se hace escuchar. Giro mi cabeza en dirección. Es la prima de Marizza llamaba Aurora, si no me equivoco, y está acercándose. La sigue su grupo, ese en donde están Cinthia y Anita.

Ignoramos el resto. Fabiola también logra escuchar los golpeteos. Comenzamos a mirar hacia las copas de los árboles, queriendo saber qué hace tal cosa. Fabiola toca mi hombro y apunta hacia un árbol en específico. Entonces lo veo. Seguramente no lo habría logrado por mí misma por lo ciega que soy. Un pájaro carpintero muy chiquito está haciendo un agujero en el tronco. Mi pecho se oprime de la ternura.

- Es bellísimo -halago al ave, tan concentrado en su trabajo- Nunca había visto uno.
- Mira sus colores... -susurra Fabiola. En efecto, son unos admirables: Su cabeza es de un brillante color rojo y el resto de sus plumas varían entre blanco, café y negro, no logro saberlo muy bien.
- ¿¡Qué están viendo!? -sueltan un grito. 

Fabiola da un salto enorme, choca contra mí, me agarro de ella para que recupere la compostura pero entonces me hago para atrás y tropiezo con algo. Lo siguiente que pasa es que caemos al suelo, ella sobre mí. Entonces siento un fuerte dolor en mi espalda, sintiendo que algo se me entierra, acompañado de un enorme ardor. Suelto un grito. Fabiola, asustada, se quita de encima con dificultad. Intento pararme, llena de desesperación, pero apoyo mis manos en el suelo y se me escapa otro grito, porque siento que se me entierran más cosas. Lo siguiente que sé es que me agarran y me levantan.

- ¡Lo siento tanto! -vuelven a decir, pero esta vez otra voz. Alzo la cabeza. Es Anita. Se nota a la legua que quiere reír. 

No respondo. Apoyo mi espalda contra un árbol, aguantando el dolor que crece en mi espalda y mis manos. Es insoportable. Me siento desorientada, porque ni siquiera sé de dónde ha venido. No es un dolor del golpe. Es otra cosa. 

- Cristal, ¿Estás bien? -Fabiola, preocupada, me toma la cara y hace que la mire. Asiento con la cabeza, aún sabiendo que no es así, pero no pienso lucir como una débil en frente de nadie. Intento llevar mis manos hacia mi espalda y rascarme, pero sólo alcanzo una parte de ésta. Toda mi espalda está llena de ardor y picor- ¿Qué te pasa?

Quita su atención de mí. 

- ¿Qué es eso? -pregunta a quien sea, viendo las plantas verdes sobre las que me he caído. Nadie responde- ¿¡Qué es!?
- Parece que son ortigas... -dice la prima de Marizza, nerviosa.
- Maldita sea, ¡No aguanto! -la impotencia que me da el no poder rascarme bien es enorme. Sigo intentando lograr que mis brazos lleguen a todos lados.
- ¡No te rasques! -me ordena Fabiola, llevando mis brazos hacia adelante- Sólo va a hacer que empeoren las picaduras. 
- ¡Ay niña, no exageres! -exclama Anita- ¡Sólo son unas plantas!
- ¿Quién es tan ida como para caerse sobre ortigas? -agrega Cinthia, burlesca. 
- No fue su culpa -aclara Marizza- Anita hizo que se tropezaran.
- ¿Yo? ¡Si la otra se asustó y la chocó!
- ¡Noté cuando pusiste el pie! -Marizza contraataca. 
- ¡A nadie le importa! Deja que se pudran solas -le dice Anita- A ver si con eso logran estar más atentas al bosque. 
- Mi amiga tiene razón -la apoya Cinthia, riendo- Por tontas les pasa. No es culpa nuestra que el par no se sepa cuidar.
- ¿¡Se pueden quedar calladas!? -Fabiola explota en ira- Las dos no son más que unas resentidas. No me sorprende que Seth y Drew se hayan limpiado el culo con ustedes. 

Todas nos quedamos en silencio y estoy casi segura de que mi boca se ha abierto hasta llegar al suelo. Decido ignorar el ardor en mi cuerpo y observo con atención la escena. Jamás vi a mi mejor amiga así. Jamás la vi defenderme con tanta intensidad. Sólo para hacerlas enojar, suelto una risa extendida, que es fingida en su totalidad.

- Turn down for what! -grita Marizza. Casi puedo verla bailar la canción.
- ¡Cállate! -le ordena Anita. Dirige sus ojos hasta Fabiola- La próxima vez que vuelvas a repetir eso voy a hacer que te tragues tus propias palabras.
- No te tengo miedo -Fabiola no se inmuta, lo que me sorprende aún más- Están celosas porque Seth y Drew nos prefieren a Cristal y a mí. Todo el día han estado pendientes de nuestras vidas y buscan maneras de volver a tener la atención de ellos. Me dan asco. Ustedes averguenzan al género femenino, haciendo algo tan cobarde como atacar a alguien por la espalda por un hombre.

Si tuviera un bol de palomitas de maíz al alcance de mi mano, me sentaría y las comería con cautela sin perderme ni un segundo de este increíble momento. ¡Fabiola es toda una fiera!

- Nena, ¿Estás segura de lo que estás diciendo? -Anita comienza a soltar carcajadas- Parece que no tienes muy bien vigilado a tu querido amorcito, ¿Verdad? Porque, déjame decirte que tu Drew ha estado siéndote infiel con Cinthia durante todo este tiempo. Te ve la cara de idiota babosa a cada momento, pero no se atreve a decírtelo.
- ¿Quieres saber todo lo que hacemos cuando no estás? -le pregunta Cinthia, muy cínica- Te lo puedo contar todo con lujo y detalle. Por mí no hay ningún problema. Yo encantada -comienza a acercarse a Fabiola. Se han puesto a jugar muy sucio. No tienen por qué decir algo así. Estoy a punto de meterme- Después de todo lo hemos hecho tantas veces que es imposible que olvide algo.

Es todo.
- Encantada estoy yo de saber que mi hermano no se alcanzó a contagiar de herpes cuando estaba contigo -me burlo en su cara, acercándome a mi amiga, para que sepa que tiene mi apoyo- Es más, ¿Quieres que te recuerde lo que pasó en el bus, cuando te dijo lo que dijo? Estás tan desesperada por él y tan necesitada que no te resignas a que ya no hay nada. ¿Alguna vez te dijo que te amó? No. Pero sí se lo ha dicho a Fabiola. Se lleva bien con su familia, salen juntos, ríen a cada momento y se quieren por lo que son -Cinthia no dice una palabra- Y no estoy feliz de decir esto, pero yo jamás pensé que Drew iba a convertirse en quien es ahora. Antes, cuando estaba contigo, era un mocoso. Ahora es un hombre. Sabe lo que quiere, lo cuida y no deja que nadie se lo arrebate. Estoy orgullosa de quien es. Puedo confirmarte de que él no es un mentiroso. A mí jamás me ha mentido -pongo mi mano sobre mi pecho. Recuerdo las veces que me llamó superficial y cuando me dijo que estaba cambiada, que ahora era dulce. Mi instinto protector de hermana crece- Y pongo mis manos al fuego por su relación con mí mejor amiga.

Y nadie dice nada más. La tensión del momento comienza a irse. Anita y Cinthia nos miran tan mal que puedo ver llamas en sus pupilas. La prima de Marizza, Aurora, está nerviosa mordiéndose las uñas. Y Marizza está fascinada.

Jaqueline viene hacia donde estamos justo en el momento en que mi cuerpo comienza a reaccionar y el ardor vuelve a hacerse presente. Creo que fue el impulso del momento lo que me llevó a olvidar la sensación horrible en mi espalda y mis manos.  

Cinthia y Anita se van con rapidez antes de que Jaqueline alcance a llegar a donde estamos. Aurora se queda, mirándonos sin saber qué hacer, pero termina dándonos una mirada de dolor y luego desaparece. Noto la cara de decepción en Marizza.

Fabiola se pone en estado de alerta y me observa, quizás preguntándome si quiero dar a conocer a Jaqueline lo que ha sucedido. Niego con la cabeza. Ya es suficiente por hoy y no quiero armar un alboroto teniendo que probar que fueron ellas las que me hicieron caer.

- ¿Qué sucede aquí? -pregunta, aparentenmente molesta- ¿Por qué han gritado tanto? 
- Cristal se ha caído sobre las ortigas -explica Fabiola, aún preocupada.
- ¿Cómo pasó? ¡Esto no es bueno! ¿Dónde te han picado?
- En la espalda, y las palmas... -le digo.
- Necesitas mostrarme eso. 

No me deja responder y me hace girar sobre mis talones. Levanta mi delgada sudadera y mi camiseta de tirantes. No se queda observando por mucho, pero sí lo suficiente como para llegar a una decisión. Cuando la baja, me vuelvo en su dirección.

- Vamos a tener que volver todas a la cabaña...
- No, espere -la detengo- Sé el camino de regreso. No es necesario llegar a esos extremos. Estoy bien.
- ¡Pero te has enterrado ortigas en toda la espalda y manos!
- Lo sé, pero ellas tienen una calificación en juego. No tienen la culpa -al menos no todas- De verdad, no es necesario. Y si no es mucho pedir, no quiero que nadie se entere de esto.
- Eso es algo que no pasará. No puedes continuar. Te pondría en riesgo.
- ¿Y si nos deja volver solas? -propone Fabiola.
- No puedo dejarlas hacer algo como eso. Están bajo mi cuidado. 
- Puede decirnos qué hacer y nosotras la vamos a obedecer -insiste Marizza.

Jaqueline parece dudar un poco, pero termina soltando un suspiro de resignación muy notorio.

- Tienen que tomar un paño húmedo y pasarlo por toda la espalda de su compañera, pero en la misma dirección. Esto es en caso de que quede rastro de ortiga en su cuerpo -comienza a indicarnos- Si en el camino ven Aloe Vera, corten un pedazo y hunten su sábila en la zona. Déjenla ahí por un rato y puede que el ardor, la hinchazón y las picaduras se eliminen. Si todo esto persiste hasta mañana por la mañana, deben hacérmelo saber. 
- De acuerdo -responden Fabiola y Marizza al unisono.
- Voy a pasar a su cabaña en cuanto estemos de vuelta. ¿Están segura de que recuerdan el camino?
- Sí -vuelven a responder.
- Confiaré en ustedes. Tengan mucho cuidado.

Y es todo lo que pasa, porque al segundo nos giramos y comenzamos a caminar de vuelta al inicio. Fabiola, queriendo cuidarme o protegerme, me toma del brazo con seguridad y me atrae hacia ella. Marizza hace lo mismo con el otro brazo. Mi espalda no ya la siento tan mal como al primer momento, pero espero que todo pase pronto. No lo soporto. Pero al menos le he dejado las cosas bien claras a la tonta de Cinthia. Nadie se mete con mí mejor amiga ni con mi hermano.

♥♥♥

¡Hola! Este capítulo ha estado más largo de lo normal, a mi parecer. Yo quería subir antes, pero los comentarios se tardaron demasiado y bueno, no me quedó más remedio que subir hoy. Aparentemente la novela no acabará antes de año nuevo como quería lograr, pero bueno, no importa. Espero que tengan unos días muy bonitos. No olviden, +8 comentarios para que vuelva a publicar. Ah, ¡Feliz navidad! ¡Las quiero! 




14 comentarios:

  1. Ahhhhh definitivamente amo la novela❤ sube pronto pls❤

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  2. La amo sube plis pronto y las demás comenten!!

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  3. Sube pronto!! Tu novela me encanta, es hermosa!!

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  4. No me gusto mucho este capítulo lo encontré fome pero bueno sube luego y las otras comenten

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  5. No puede ser lo ame pero ojala suceda algo más bacan, bueno sube luego

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  6. Woooh que mejor estar leyendo la novela y escuchar al Justin, me encanta la nove, sigue plis, saludos y subeeee!!

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  7. Lo mejor que puede haber son novelas me encantan tus novelas, espero a que subas luego y por último haces un maratón o no? Sería super!! Haci todos felices jaja bueno ojala estés bien y esperare el otro capítulo ojala sea largo y bueno con artas cosas y no tan fome, porque este no me gusto tanto pero demás que los otros serán mejores, bueno bye, by:javi

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  9. ¡Dios! Me encantó este capítulo, no sabes cuánto. *u* Sobre todo la parte en la que Cristal la defiende de Cinthia. :'3 FUE HERMOSOOOOO, incluso si Marissa se come cualquier cosa que se mueva. xd Pero bueno, no se le puede hacer nada. xd Sube pronto. *u*
    By: *cajitadesecretos*. ❤❤

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  10. Siguela me encanto!!!! Lo más hermosos que me pareció fue cuando cristal defendió a su mejor amiga eso si es ser amigas Cuidate :*

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  11. Hola me encanto tu novela queriasaber si me la dejas adaptar

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  12. Hola me encanto tu novela queriasaber si me la dejas adaptar

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