19 de marzo de 2016

Capitulo cuarenta y ocho - Fresa con Chocolate.



Narra Cristal

Miro el cielo repleto de estrellas. Cerca de mi oído escucho un mosquito. Hago una mueca y sacudo mi brazo por la zona, para que ni se le ocurra picarme. La verdad es que es muy raro que alguno de estos insectos me haga algo. Para comprobarlo, podría estar en una habitación con varias pulgas, pero nada me harían, así que no es que me preocupe demasiado. Supongo que mi sangre les sabe fatal.

Seth está sentado a unos centímetros de mí. Tengo ganas de olvidar todo por un momento. Pero no puedo. Porque siento mi pecho apretado y estoy un poco triste. Por más que quiera, no puedo evitar nada de lo que me está pasando en mi interior. Y lo odio a más no poder.

Él está ahí, sin decir ni hacer nada, excepto mirar el agua. ¿En qué piensa? ¿Acaso se siente tal como yo? ¿Se está haciendo un montón de preguntas? ¿Son peores que las mías? ¿Está preocupado de lo que yo puedo estar pensando?

- Espero que no estés cabreada conmigo -suelta de repente, sacándome de mis pensamientos. No giro mi cabeza para verlo y le digo:
- No lo estoy -aclaro mi garganta al darme cuenta de que mi voz suena un poco rasposa- No tengo por qué estarlo.
- ¿Dónde estuviste después de que Drew y yo nos fuimos? -pregunta. Supongo que se refiere a cuando nos dejaron solas y se fueron súper enojados, en busca de Cinthia y Anita para atacarlas.
- Estuve un poco más allá de la cabaña llena de griteríos y me quedé ahí hasta el atardecer -le hago saber. Siento que sus ojos se clavan en mí, por el rabillo. Él ni siquiera se percató de que los seguimos, justo como supuse.
- Escuchaste todo -no es una pregunta. Es una afirmación.
- Sí. Incluso cuando dijo que terminaste con ella por mi culpa.


También por el rabillo del ojo, puedo observar el horror que ha tomado posesión del rostro de Seth. Eso sólo logra que un montón de ira crezca dentro de mí, porque me hace pensar que lo que dijo Anita es cierto. Tal vez él sí la dejó por mí y sí soy una maldita baja novios. 

¡Yo! ¡Una baja novios! ¿Con qué moral pude sentirme mal cuando me hicieron eso a mí, si al parecer yo he hecho lo mismo a otra persona? Si Anita me botó a propósito a un montón de ortigas y sería capaz de hacer mucho más, ¿Por qué me siento mal por ella? ¡Debería importarme un rábano! 



El silencio de Seth es ensordecedor. Me dan ganas de lanzar mi bota contra su cabeza y echarme a correr lejos, mientras grito un montón de maldiciones al cielo, enojada con él, enojada con Anita. Pero sobre todo, enojada conmigo misma.

¿Por qué no dice nada? ¡Lo que quiero es que me diga que lo que dijo no es cierto! Porque, en el fondo, tengo la débil esperanza de que no sea verdad. O una esperanza de haber escuchado mal, siquiera. Aunque sé que es muy patético de mi parte pensar que tal vez fue eso. Y yo no soy patética.


La batalla que tengo dentro es horrorosa y la única que se siente lastimada soy yo. Sufrí tanto cuando me hicieron lo mismo, y no podría soportar el saber que otra persona está sufriendo por lo mismo que yo, nada más que por mi culpa. La vergüenza que sentiría sería insoportable. No me podría volver a mirar al espejo. El descaro se apoderaría de mí. Esto no es más que una lucha contra mis propias creencias y experiencias, en donde tengo que decidir si voy a mandar al demonio todo lo que prometí no hacer jamás, o aceptar lo que hice, decepcionarme de mí misma y sentirme mal hasta superarlo, cuando me entre en la cabeza que nadie puede obligar a una persona a estar con alguien a quien no quiere, y que cada quien puede irse con quien se le antoje, porque la vida es para hacer lo que deseas.

Eso me aterra.

- ¿Fue por eso que terminaron? -logro preguntar. Siento que en cualquier momento me echaré a llorar como una estúpida.


Dejo mi vista fija en el lago, queriendo que él piense que me importa un bledo e intentando que el temblor en mis ojos se vaya. Pero se me hace demasiado difícil. Lograr tal cosa es algo que veo muy lejos.

Trago saliva lentamente.


- Íbamos a terminar de todas formas -responde. Pero eso no me sirve. En lo absoluto, no me hace sentir mejor. Sólo peor.
- No es lo que te he preguntado -digo despacio, rogando al cielo tener paciencia y esperar a que me responda con la verdad por sus propios medios.
- Cristal...
- ¿Por qué estás evitando decírmelo? -mi voz se vuelve más cruda- ¿Lo hiciste, sí o no?
- Necesito tiempo para explicarlo. No pienses cosas que aún no he dicho...
- ¡Sólo necesito que me digas una mísera palabra! -alzo la voz, ya fuera de quicio- ¿Por qué dar más vueltas al asunto?
- ¡Quiero explicarte todo tal y como es!
- Me ayudaría más en éste momento que sólo fueses directo conmigo, Seth -la fuerza de voluntad que estoy teniendo para no explotar en ira es desgarradora.
- No. Eso no sirve para mí -escupe con dureza.

Tal vez de verdad quiera salir de la duda, pero tengo que admitir que el querer hacer las cosas con calma y de la manera correcta es algo muy atento de su parte. Sería una idiota si lo rechazara y me comportara como una estúpida, tal y como lo hice hace un tiempo.


Me quedo en silencio y suelto un suspiro. No puedo explicar la sensación que corre por mis venas, mi estómago, mis órganos, mi anatomía. Jamás había sentido tantas emociones perdidas.

 Pongo un mechón de mi pelo tras mi oreja, preparándome mentalmente para lo que venga, permitiendo que se exprese con libertad así como él quiere. Tiene todo el derecho a ser escuchado. Quiero hacerlo, en el fondo. 


- Terminé con ella porque me di cuenta de que estar con alguien que no quieres no tiene ni la más mínima mierda de sentido. Pero sí, fue por tu culpa -admite. Sin más. Tan directo como quería que fuera. Incluso más.

Que irónico. Quería que fuera sincero. Y creo que me ha dolido más de lo que esperé. Porque lo ha recalcado: Sí, fue por tu culpa.

Giro mi cabeza hacia él, congelada. Me siento fatal y no sé cómo aún no lloro. Sus ojos chocan con los míos. Ahora ya tengo lo que quería. ¿Qué hago? ¿Qué sigue? Si ya me ha dado lo necesario. Yo se lo pedí. Es como si me hubiese dado una bofetada a mí misma. Una dolorosa, maligna y ridícula bofetada.

Justo cuando estoy por derramar mi primera lágrima, él decide hablar.

- Yo te observaba, tú lo sabes-continúa. No lo detengo- Desde el principio me pareciste interesante. Creo que fuiste una especie de proyecto en donde me propuse averiguar qué pasaba contigo y el por qué de tu conducta. Me entretenías.

Guardo silencio. Ha capturado toda mi atención. Es como si quisiera escuchar más, aunque probablemente me haga trizas. Porque lo necesito. Si no lo hago, sé que me arrepentiré.


- Cuando comencé a notar que pasabas de todos y que nunca estabas cerca de alguien con quien no querías estar, supe que, aún fueras como fueras, tenía algo que admirar de ti.

La sorpresa que me invade es colosal. Mi corazón, metafóricamente, se ha detenido. ¿Él me ha admirado desde el principio?

- ¿Sabes la cantidad de personas que no pueden estar sin alguien al lado? -continúa- Las mujeres sueñan con tener un novio por siempre o lo que sea, muchas veces sólo se ganan un idiota por estar tan apuradas por conseguir uno e irse con el primero que les dice una ridiculez. Pero tú no. Tú eras independiente. Ibas por tu propio camino. No te dejabas engañar por nadie, ni tampoco ahora. ¿Cómo podía una pringada antipática soportar la soledad de esa manera? ¿Cómo podías ser mejor que yo en eso? Yo no iba a ser menos. Si tú podías, yo podía. -hace una larga pausa. Dejo mis labios un poco entreabiertos sin poder evitarlo, mientras guardo cada palabra en mi mente- Quizás incluso te envidié. No con una envidia mala, sino con una envidia sana. Me gustaba, me atraía, quería tener eso también. Algo me llamaba, deseaba conocerte, saber sobre ti, que me enseñaras a ser así. Bien, tal vez podía tener dinero y mujeres, pero no sentía nada. No hay nada peor que tener mucho, y sin embargo estar más que vacío por dentro. Todo pierde su sentido cuando sucede eso.

Creo que yo, más que nadie, puedo estar segura de que lo que está diciendo es cierto. Hace tiempo, lo sentía cada día, cada noche, cada madrugada, cada mañana. Una y otra vez. Cada día. Deseando que todo acabara. Deseando salir de lo oscuro. Deseando un cambio.

- Vi fidelidad en ti. Vi que eras real, sincera, directa... Pero también dulce, buena y preocupada con quienes ganan tu corazón. Jamás dejas a los que quieres a un lado. Cuando alguien es importante para ti, se nota mucho, Cristal. Mucho. -sonrío débilmente, sabiendo que es verdad- Además eres bonita, atractiva, guapa. Tienes coraje. Sé que tienes un montón de inseguridades y problemas dentro, pero te los callas y tratas de eliminarlos. Me vuelve loco algo como eso. Tienes una especie de coraza encima, pero luchas por lo que quieres cambiar. Sí, eso, te gustan los cambios. Te atreves a ellos y los enfrentas. Todos deberíamos hacer exactamente lo mismo. Pero no lo hacemos.


Se acerca un poco más a mí.

-Ana está obsesionada conmigo. Lo ha estado todo el tiempo, desde que entré a la universidad. Estuvo con un chorro de tipos y yo sólo fui otro más, a ellos también les decía que los amaba y todo ese rollo. Es cuática y mentirosa, por eso sé que no tiene ni idea de nada, aún es inmadura. No se plantea nada, no piensa, sólo le interesa ganar en todo y hacer sentir en menos a otras personas, ser superior. ¿Sabes lo diferentes que son tú y ella? Si lo supieras, entenderías que no es posible sentir amor por alguien como ella, para luego pasar a sentir amor por ti. Un cambio como ese no sería posible, sería ilógico. Y lo agradezco, demonios. Agradezco haber esperado a fijarme en ti, aún cuando intentabas por todos los medios alejarte de mí. Así que sí, fue tu culpa que terminara con ella. Rompiste una relación sin futuro en donde ambos eran unos imbéciles que no sabían ni lo que era querer y estaban juntos por llenar las bocas de los demás. Sólo por verse bien, por dinero, y por tener algo más que hacer. Felicidades.

Y no aguanto más. Exploto en llanto. Doblo mis rodillas y escondo mi cabeza entre ellas, tapándome la cara. En realidad no sé por qué tengo esta reacción, si por alivio, por felicidad o porque estoy cohibida.

Mi miedo desaparece a medida que sigo botando lágrimas. No escucho nada a mi al rededor, sólo pienso en lo que me ha dicho, en lo que está pasando, en lo que sentí, en lo que siento ahora, y en todo. Los brazos de Seth de pronto me rodean, pero yo sigo hecha un río, sin detenerme.

- Cristal, no, no. Espera, no llores -me aprieta contra él, pero no le hago caso. Es más, me pongo a sollozar- Mierda. Lo siento. No quería que te sintieras mal. Creí que sonó bien. Me esforcé por decir toda la verdad y pensé que fui romántico. Maldita sea...


Casi puedo ver a Seth pasándose una mano por el cabello, lleno de frustración. Pero estoy demasiado ocupada llorando como para decirle que no me ha hecho sentir mal. Que en realidad es todo lo contrario, y esta reacción que estoy teniendo es sólo para desahogarme y botar todo lo que tengo acumulado dentro.

Comienza a frotar mi brazo y mi espalda con desesperación. Toma mi cabeza entre sus manos y me acurruca contra su pecho, demasiado fuerte para mi propio bien. 

Hago una mueca.  


- Perdóname -me pide, con su voz temblorosa- De verdad, lo siento tanto. No llores por mi culpa...
- No -es lo único que me sale. Comienzo a secar las lágrimas de mi cara, safándome de su abrazo.
- Por favor. Te juro que no he querido que te lo tomaras así -intenta acariciar mi cara el pobre, así que se lo permito. Seca el resto de lágrimas que quedan- Soy un imbécil. No te merezco.
- No estoy llorando por eso -el sollozo se ha ido y ahora sí puedo hablar- Yo... Tenía tanto miedo de ser una baja novios, que...
- Tú no eres nada de eso, y no lo serás nunca. No lo harías -me interrumpe. Se acerca a mi rostro y deposita un pequeño beso en mis labios.
- Pero sí inconscientemente, tonto. Quizás ya lo era y no tenía idea, por eso estaba preocupada -Seth saca un pañuelo de papel de su bolsillo. De inmediato me lo llevo a la nariz y hago que todos mis mocos salgan- Habría terminado contigo si me hubieses dicho que sí.
- Cristal, sé lo importante que son para ti ciertas cosas. ¿De verdad crees que te lo habría ocultado? -pregunta, reflejando un poco de dolor en sus ojos- No te mentiría. Menos con algo que podría afectarte tanto.


Unas lágrimas más caen por mis mejillas. De inmediato me paso las manos, queriendo que desaparezcan por completo y así no volver a derramar ni una más durante el resto de esta noche o, mejor aún, durante el resto de mi vida. A menos que esas sean lágrimas de felicidad. 

Miro el suelo. Aún haciéndolo, puedo sentir los ojos de Seth clavados, una vez más, en mí. Nos quedamos en silencio por un par de minutos.


- ¿Realmente ibas a terminar con todo? -es lo que pregunta.

Alzo la vista. Él está lastimado. Es como si apenas se hubiera dado cuenta de lo que he dicho momentos atrás, como si no lo hubiese analizado ni aceptado de inmediato.

Vuelvo a mirar al suelo. Las pequeñas piedritas y arena de pronto lucen muy atractivas. Puede que no debí decir eso, porque ni siquiera yo sé lo que habría hecho si él me hubiera dicho otra cosa.

- No lo sé -confieso, encogiéndome de hombros- Tal vez. No estoy segura. Te estaría mintiendo si te digo que sí. Pero también estaría mintiendo si te digo que no -comienzo a jugar con mis propios dedos- Habría sido algo horrible para mí. Sería una batalla personal en donde tendría que decidir. Y es que te amo tanto que no sé qué me habría dolido más: Si dejarte o sentirme decepcionada de mí misma.

Lucho contra las lágrimas. El simple hecho de haber tenido que decidir algo como eso me hace entrar en pánico. No me había dado cuenta de eso hasta ahora. Para muchas personas preocuparse por algo como eso sería estúpido, pero me importa un pepino. Las personas, la mayoría del tiempo, suelen encontrar estúpidas las cosas que sí valen mucho. Sentirse bien con uno mismo es algo primordial, esencial para una vida feliz. 

Cuando alzo mi cabeza, Seth, como era de esperarse, aún me observa. Pero ahora luce impresionado, confundido, o como si estuviese viendo algo que le causa una especie de golpe paralítico. Creo que al decirle eso, sólo lo he arruinado más.


- ¿Me amas? -pregunta, muy lentamente. Saboreando cada palabra. Y entonces siento la sangre subiendo por mi cabeza.

Dios. Se me ha escapado. Le he dicho que le amo. ¡No me he dado cuenta! ¡Lo acabo de decir así, sin más! ¡Me ha pillado vulnerable! ¿Cómo puedo ser tan bruta? ¿Cómo?

No sé cuántos segundos me quedo en silencio, tratando de aceptar y ordenar mis ideas. Sea cual haya sido el tiempo, termino reconociendo que ya no puedo hacer nada para borrar mis palabras. Lo he soltado. Está hecho. Y no voy a retroceder, aún cuando estoy a punto de tener un ataque de nervios. Lo último que haría sería decirle que me he equivocado, o que lo he dicho sin pensar. Porque no creo que haya sido eso. Porque en verdad, aún cuando mi corazón está vuelto un loco, una parte de mí se siente con ganas de decírselo por lo menos una vez más. Que lo escuche bien. 

Trago saliva. Ya basta. Es hora. ¿Por qué negarme tal privilegio de admitir que siento algo tan fuerte por él? ¿Por qué tener miedo de decírselo? No es un pecado amar a alguien. No es algo malo. Y aún cuando tal vez, en un futuro, pueda salir lastimada de esto, en este momento siento que lo que ahora tenemos es eterno. Y es suficiente para mí.

- Sí.

Los ojos de Seth, muy abiertos, no pasan desapercibidos. Bien, sé que tal vez le ha impresionado lo que he dicho, pero no es razón para que se quede mudo y su rostro luzca como si estuviese viendo un fantasma. Está incrédulo, o no sé. Casi me siento ofendida. 

Sonrío un poco, sin saber qué más hacer. La incomodidad comienza a apoderarse de mis entrañas. Yo pensando cosas tan poéticas en mi cabeza hace unos segundos, y ahora esto. La verdad es que no espero que me diga que él también me ama. Pero me habría gustado que, no sé, hubiese sonreído, o luciera como si fuese algo bonito de oír. 

- Oye, podemos volver a la cabaña ahora -vuelvo a sonreír mientras me voy poniendo de pie- Iré a guardar las cosas.

Dicho eso, camino hasta los árboles y me adentro hasta llegar a la manta que él había puesto en el piso. Recojo los envases de papas fritas, mientras los hago una bola y los meto dentro de la mochila. Mis manos tiemblan un poco cuando lo hago. Y me siento un poco decepcionada de todo.

El ruido de una rama crujiendo hace presencia tras de mí. Me pongo derecha y me giro en la dirección. Seth está ahí, serio, justo como quiero que no esté. Creo que puedo decir que acabo de entender lo que sienten las personas cuando confiesan lo mucho que aman a alguien, pero esta otra persona no siente lo mismo y tiene que aguantarse y esperar a que llegue el momento en que la otra también lo haga. Si es que alguna vez llega a sentirlo, porque cabe la posibilidad de que eso nunca suceda.

Seth comienza a avanzar hacia mí, primero despacio, pero luego rápido. Me toma por la cintura y en un segundo está besándome. Esto me toma por sorpresa, porque de haber sabido que lo haría no me habría esperado más que un beso lleno de compasión, pero este no tiene nada de eso. Tiene pasión, decisión, es de tal manera que casi podría pensar que él me ama también.

Me olvido de todo. Lo único que quiero es tenerlo a mi lado. Llevo mis brazos hacia arriba y rodeo su cuello con estos, ansiosa de seguir teniéndolo así conmigo. Nada más me importa ahora. Quiero aprovechar todo lo que pueda estar viviendo a su lado, aún sabiendo que tal vez él no siente lo mismo que yo.

- ¿Desde hace cuánto tiempo? -pregunta en un momento en que separa sus labios ligeramente de los míos. Su nariz choca con la mía y siento su aliento sobre mi rostro. Me aprieta contra él.
- ¿Cómo? -esta soy yo, demasiado ida y pendiente de tan maravilloso momento como para ser capaz de responder sus típicas preguntas inesperadas.
- ¿Desde hace cuánto me amas? -vuelve a besarme por un par de segundos- ¿Por qué diablos no me lo dijiste antes?
- No sabría responderte a eso. No tengo ni idea. ¿Siquiera importa?
- Sí, porque te habría confesado que te amo también- me da otro beso- No habría tenido que esperar tanto para poder hacerlo.

Ahora la que lo besa soy yo. No quiero que siga hablando. No es necesario que lo haga. Ahora mismo tengo todo lo que necesito.  A él, y al conocimiento de saber que mi amor hacia él es correspondido de una vez por todas. Quizás incluso lo fue desde hace mucho antes. Y yo no lo sabía.

Ahora sí que pierdo la noción del tiempo y no estoy muy segura de cómo llego a quedar con mis piernas rodeando la cintura de Seth. Tampoco sé cómo llego a quedar tendida sobre la manta que él estiró en el césped. Tampoco sé cómo él llega a quedar sobre mí para luego desarrollar una exquisita excursión a través de nuestros cuerpos. Y mucho menos sé como llego a entregar mi cuerpo al novio que tanto amo, al mejor amigo de mi hermano, al tipo hostigador, al que jamás vi como una posibilidad amorosa aquí, en este mismo bosque. 

Pero me encanta.

♥♥♥

¡Hooooolaaaa! Tanto tiempo, pero aquí tienen otro capítulo. Espero que les haya gustado muchísimo. Tal vez esta no es la manera en que pensaron que sería la intimidad entre Cristal y Seth, pero no sé, me pareció bonito escribirlo así, sin tanto detalle. Hacerlo más simple. Y dando importancia a, ya saben, otros sentimientos y emociones.
¿Cómo están? Dios, no puedo creer que sólo queden dos capítulos para que la novela acabe. Sí, dos. Estoy emocionada. Tengo muchas ideas en mente. Quiero que sea perfecto para mí. Escribí, borré y volví a reescribir varias veces este capítulo, así que espero haber logrado resultados positivos.
No olviden, +8 comentarios. Me encanta cuando comentan y me dan sus palabritas. En los comentarios anteriores me han dicho cosas muy bonitas, que mi novela les inspira, que les alegro el día, que aman lo que escribo y me muero de amor con ello. Ah, y gracias por preguntarme si estoy bien, si no me equivoco ha sido Tati quien me ha preguntado eso, y  quiero decirle que muchas gracias por tomarse el tiempo de hacerlo 
Muchísimas gracias a mis lectoras que aún después de tanto tiempo siguen estando aquí, de verdad las quiero mucho. Son increíbles e incondicionales. Son preciosas. No tengo palabras suficientes para agradecerles todo. El saber que hay personas a quienes les gusta lo que escribo me hace tener sentir algo que no tiene palabras. Siempre pienso en mi blog, en ustedes y en cada momento lindo que he tenido gracias a esto. Por cierto, creo que de aquí al próximo fin de semana la novela estará terminada. Un beso y un abrazo enorme. Mis mejores deseos. Nos vemos pronto ♥ 




25 de febrero de 2016

Capítulo cuarenta y siete - Fresa con Chocolate.



Miro el techo con atención. Estoy tapada con las sábanas de la cama y una frazada. Todo está oscuro. La luz de la luna entra por la ventana de nuestra acogedora cabaña. Mi mente está llena de pensamientos. Todos y cada uno son respecto a lo que ha sucedido hoy, pero también son sobre lo que siento y sobre lo que vendrá en mi vida.

Lo que pensé desde el principio es que éste paseo universitario iba a ser para disfrutarlo del todo. Y en realidad lo he hecho, pero lo último que ocurrió fue algo que me hace querer vomitar. No sé cómo  no se me ocurrió que iba a pasar algo así, tan repleto de drama, gritos, y cosas malas. Tal vez es porque yo nunca actuaría como lo hizo Anita y preferiría quedarme con dignidad y principios en lugar de un hombre. Sin embargo, olvidé que algunas mujeres son exactamente lo contrario.

De pronto escucho el maullar de un gatito, que indica que alguien ha recibido un mensaje en su celular. No es el mío, porque yo tengo el sonido de una rana. Fabiola es el gatito. Así que sigo mirando el techo, mientras escucho como se mueve sobre su cama y coge el celular. Segundos después, me habla.

- ¿Estás despierta? -pregunta en susurro.
- Sí -respondo- No tengo sueño.
- Yo tampoco. Drew me ha mensajeado.
- Que bueno. No has hablado con él desde que salio de la pequeña guerra en la otra cabaña.
- Me pide que vaya con él al lago -me cuenta. Giro mi cabeza en su dirección.
- ¿Ahora? -abro la boca.
- Sí -una sonrisa genuina aparece en sus labios- ¿Crees que debería ir?
- Claro que sí. Disfruta tu noche. Nada más ten cuidado con que te descubran al escabullirte.
- No me gustaría ir y que te quedes aquí sola.
- No estoy sola. Marizza me acompaña -sonrío para tranquilizarla.
- ¿Es en serio? -sus ojos se desvían hacia la cama de en frente. Hago lo mismo. En ella, una muy durmiente Marizza está ligeramente roncando- No creo que te entretengas demasiado.

El sonido del gatito vuelve a sonar. Fabiola mira con atención la pantalla de su celular. Frunce el ceño por un momento. Alza su cabeza y clava sus ojos en mí.

- ¿Estás enojada con Seth?
- ¿Cómo? -no puedo evitar mostrar mi confusión- No. Para nada. ¿Por qué?
- Porque según Drew, tu novio te ha mandado varios mensajes y tú no le has dado ni señales de humo.
- Oh...

Me incorporo en la cama y cojo el celular de la mesita. Tomo mi celular y aprieto un botón para que la pantalla se ilumine y ver si en realidad me ha enviado algo. Pero no pasa nada, porque está apagado. Con razón he creído no recibir nada.

- Dios, me descuidé del aparato. Se apagó solo -le digo mientras lo enciendo . Me siento tan tonta. Seguro Seth piensa que estoy hecha una furia- Ni siquiera recuerdo haberlo apagado. ¿Cómo es posible?
- Los duendes están jugando contigo -se burla mi mejor amiga. Río un poco.
- ¡Y los Pixies!

Apenas la cosa comienza a funcionar, las ranas comienzan a sonar. Tengo siete mensajes no leídos y dos llamadas perdidas. Me maldigo a mí misma en mi interior. Pero dejo de hacerlo pronto y los leo de inmediato.

De: Chocolate.
"¿Dónde estás? No podemos ir a su cabaña porque Jaqueline está por allí". A las 20:46.
De: Chocolate.
"Vamos, Cristal. No seas así. Contéstame. ¿Estás molesta conmigo?". A las 21:01.
De: Chocolate.
"Por lo menos dime un Sí o un No para quedarme más tranquilo". A las 21:17.
De: Chocolate.
"Está bien, no quieres hablar. Lo entiendo. Te dejo en paz". A las 21:28.
De: Chocolate.
"Maldita sea. No me gusta que estemos así". A las 22:36.
De: Chocolate.
"Júntate en el lago conmigo". A las 11:53.
De: Chocolate.
"¿Podrías considerarlo al menos? Por favor, responde algo".

- ¿Qué dicen los mensajes? -me pregunta Fabiola, interesada, justo antes de sentirme mal por no haber estado atenta a mi celular.
- Piensa que estoy molesta. Y también me ha pedido que vaya al lago con él.
- ¿Vas a ir? -Fabiola da un salto de emoción.
- Sí. Quiero hablar con él.
- ¡Estupendo! -exclama en un susurro- Voy a vestirme.

Sin molestarse en ocultar sus emociones, coge sus vaqueros y se los pone. Suelto un suspiro y decido hacer lo mismo, sólo que yo me pongo mis shorts. Me quito la camiseta para dormir y no me molesto en tomar mi playera. En su lugar solamente me pongo mi sudadera. Juston entonces vuelve a sonar el gatito.

- Drew dice que nos están esperando en el otro lado del bosque que está por detrás de nuestra cabaña -me informa Fabiola- ¿Estás lista?
- Sí, ya casi estoy -tomo mis botas de caminata, me las pongo y comienzo a atarlas. Cuando ya está todo en su lugar, me pongo de pie- Listo.

Observo a Fabiola de pies a cabeza. Está completamente vestida, dando golpecitos con el pie contra el suelo, ansiosa por irse. Ha terminado mucho antes que yo. No puedo evitar alzar las cejas.

- Jamás te vestiste tan rápido -comento.
- Ya vámonos, pesada -comienza a reír.

Antes de salir de la cabaña doy un cepillado a mi cabello y acomodo nuestras almohadas bajo las sábanas para que, en caso de que venga alguien, tenga la impresión de que estamos allí. Abrimos con cuidado la puerta, intentando que no rechine ni un poco. Miramos hacia todos lados para asegurarnos de que Jaqueline no está por ningún lado.

- ¿No hay moros en la costa? -pregunta Fabiola.
- Creo que no -digo, no tan segura. La tomo por el brazo- Baja. Corramos rápido hacia los árboles.

Con cuidado cerramos la puerta y nos vamos lo más rápido posible pero a la vez con muchísimo sigilo hacia nuestro objetivo. En cuanto estamos dentro, completamente protegidas y ocultadas por todos los troncos, ramas, arbustos y hojas, nos sentimos mucho más seguras.

- ¿Y ahora qué? -pregunto. Fabiola se encoge de hombros.
- Supongo que hay que caminar hacia lo desconocido.
- Mm, eso es muy ideal, considerando que unos caníbales pueden salir desde cualquier lugar y comernos.
- No hay caníbales aquí -comienza a reír, pero luego su risa se va apagando- ¿Te imaginas que sí hubieran? Dios.
- Una nunca sabe. Pero en fin.
- Estoy seguro de que no hay -la voz de Drew, en un tono muy bajo, se hace presente- No hay por qué temer. Estamos muy a salvo.

Camina hacia Fabiola y la toma de la mano, para después comenzar a alejarla de mí. Me doy cuenta de que Seth no está y que si ellos se van me quedaré totalmente sola. Fabiola mira en mi dirección, luego me doy cuenta de que al parecer no me está mirando a mí, pero sí tras de mí. Después me sonríe y se deja guiar por Drew.

Siento una respiración en mi oído que me hace sobresaltar, y suelto un grito ahogado. Me tapan la boca de inmediato. Siento un cuerpo tras de mí y luego un aroma muy masculino se mezcla en el aire. Reconocería tal exquisitez donde fuera. Me relajo al instante. Las manos comienzan a retirarse poco a poco. Me giro y en efecto, Seth está frente a mí.

Estoy por pedirle que me disculpe por no haber contestado sus mensajes, pero sólo alcanzo a abrir mi boca un poco cuando él lleva uno de sus dedos a sus labios, pidiéndome que no diga una palabra. Su mano busca la mía y me jala con cuidado para empezar a caminar. En el proceso, quita algunas ramas de enfrente para que no me golpeen la cara, cosa que agradezco porque casi no veo nada y la única luz existente es la que proviene de los rayos de la luna que logran entrar por algún espacio diminuto.

Caminamos durante aproximadamente unos diez minutos. Me doy cuenta de que quedan pocos árboles frente a nosotros, muy pocos. Seth se detiene y tira una mochila al suelo. Una mochila de la que ni siquiera me percaté que traía. Miro a mi alrededor. Estamos en una zona libre de troncos y ramas. Lo único que hay es un corto y tierno césped. Aquí sería ideal para acampar.

- Ahora vamos a comer algo aquí. ¿Te parece? -es lo primero que dice en toda la noche. Me limito a no decir nada y simplemente asiento con la cabeza. Tengo que admitir que siento un poco de hambre.

Me quedo ahí de pie, sin moverme, mientras Seth abre la mochila y saca una frazada del interior. La desdobla y luego la estira sobre el césped perfectamente. Se sienta con cuidado, para luego dar unas palmaditas a su costado. Sonrío delicadamente y me siento junto a él. Comienza a sacar una bolsa de la mochila y de ella extrae dos paquetes de papitas y dos jugos.

- Lamento no haber traído algo más... apetecible -puedo notar que se siente culpable- Pero es que cogí lo primero que encontré.
- Descuida. Está perfecto así -aseguro. Y no miento. Lo digo en serio.

Extiende hacia mí un paquete y uno de los jugos. Lo abro al instante y comienzo a comer. Saben delicioso, mi estómago necesitaba algo dentro. Mientras comemos, ninguno de los dos intercambia ni una sola palabra. Pero no es incómodo. Simplemente estamos disfrutando el primer y pequeño picnic nocturno que hemos tenido desde que nos conocemos.

Narra Fabiola

Tiro una piedrita al agua. Salpica un montón y me llegan unas gotas en la cara, haciéndome parpadear rápidamente. Drew se da cuenta y se burla de mí, soltando unas cuantas carcajadas, pero lo suficientemente bajas como para que nadie nos oiga.

- No veo el propósito de lanzar esa porquería al agua de esa forma -comenta, mientras me regala una sonrisa torcida. Me encojo de hombros- ¿Sabes hacer patos?
- ¿Te refieres a cuando tiras la piedra medio ovalada y ésta da un montón de saltos por encima? -pregunto emocionada. Él asiente con la cabeza- No, no sé.
- ¡Pero si es lo más fácil del mundo! -se pone de pie y comienza a caminar por detrás de mí. Me quedo en mi sitio, sentada sobre la roca junto al lago. Siento que Drew revuelve unas cuantas piedritas de por ahí, que por cierto hay bastantes, pero no tarda en volver. En un segundo ya está a mi lado de nuevo.
- Observa mi maestría.

Adopta una pose un tanto extraña de preparación que sabría muy bien cómo describir, y con agilidad lanza la piedra al agua. Sin ningún problema la piedra salta cinco veces, primero son saltos más altos pero después se van haciendo algo más pequeños, hasta que finalmente se hunde. Si yo hubiera sido la que lanzara la piedra, se habría ido al fondo de inmediato y salpicado un montón de agua sobre mi cara, incluso más que con la primera que tenía hace un minuto.

Subo mi pulgar hacia arriba en señal de que me ha gustado. Él hace una mueca.

- ¿Es todo? -alza una ceja- ¿No vas a gritar derrochando admiración como una loca fan?
- Tú sabes muy bien que no -comienzo a reír. Eso está en mi lista de cosas que nunca haré. En serio, tengo la lista en mi diario.

Drew se me queda mirando desde el lugar en donde se encuentra. Sus ojos están fijos en los míos, y noto que estos comienzan a recorrer cada zona de mi rostro. Me siento un poco cohibida. No sé por que no logro soportar ninguna de sus miradas por demasiado tiempo. Tal vez es porque me transmite algo positivo. O porque él ni siquiera se molesta en disimular y tampoco nunca lo hará.

Comienza a caminar hasta mí, y vuelve a recuperar un lugar a mi lado, haciendo que nos quedemos muy juntos. Su brazo derecho choca con mi brazo izquierdo, igual que nuestras piernas. Se queda en silencio y suspira, probablemente pensando en algo para decir. Me relajo más de lo que estoy y aprovecho de mirar hacia el lago. La luna hace que la superficie brille, y de vez en cuando se escucha a un búho por algún lugar del bosque. Bonito.

- Hace un par de días he estado pensado en nosotros -suelta de repente- Y me he dado cuenta de que no sé tanto de ti como me gustaría.

De todas las cosas que podría imaginar que diría, estoy segura de que esto no se me habría pasado por la cabeza ni en un millón de años. Porque Drew nunca habla de temas serios por su propia cuenta. Él siempre está yendo de un lado a otro gastando bromas, burlándose de la gente y divirtiéndose mientras también trata de entretener a los demás.

- Nunca tenemos tiempo suficiente para, ya sabes, conocer sobre nosotros un poco más -continúa diciendo- Digo, somos pareja, me gusta mucho como estamos, pero siento que me he comportado un poco egoísta al dejar pasar tanto tiempo para pedirte que hablemos. Me hace sentir un mal complemento para ti.

Baja su mirada hacia el agua, y juraría que, aunque no me está mirando, puedo ver un poco de decepción en sus ojos. Mi estómago se retuerce ligeramente, sin saber muy bien qué hacer. En realidad no es gran cosa el hecho de que no hemos hablado mucho sobre lo que dice, pero si para él es importante no quiero dejarlo pasar.

Me doy cuenta de que es el momento para que yo diga algo al respecto.

- No eres un mal complemento para mí -intento mostrar toda la seguridad que puedo en mis palabras- Solamente no nos hemos encontrado el tiempo para ponernos al día. Tú vas a la universidad y yo al instituto.
- Pero debería haber buscado un tiempo, o hacerlo de algún modo -insiste, pasándose una mano por el cabello- Sé más de mi hermana que de mi novia.
- Eso es normal, considerando que vives con ella -sonrío, para que se sienta mejor.
- No, es que Cristal está demente. ¿Cómo puedo saber más de una demente, que de ti?

Frota las palmas de sus manos en su chándal. La frustración y nervios que Drew está demostrando en este momento es algo que, definitivamente, no había visto en él. Siempre ha sido muy seguro, manda a todos a volar tal y como su hermana, no tiene problema en decir las cosas, por lo que ésto queda totalmente fuera de lugar con su personalidad. Perfectamente podría pedirme que hablemos muerto de risa. Al parecer, debajo de esa fachada de pinta monos, hay todo un mundo por conocer.

Drew suelta un suspiro, mira hacia el lago, después al ciego y cierra los ojos. Lo siguiente que hace es abrirlos y voltear su cabeza en mi dirección.

- Deberíamos hablar ahora -propone firmemente. Yo asiento con la cabeza.
- Claro. Suena genial.

Una sonrisa pequeña se forma en sus labios, y se me contagia.

- Bien -se aclara la garganta y se calla, pensando en qué preguntar. Espero pacientemente a que se le ocurra algo, cualquier cosa. Creo que pasan unos dos minutos hasta que abre la boca y pregunta:- ¿Fuiste infeliz alguna vez?

Mi mente retrocede hace unos cuantos años atrás, casi de manera automática. Vaya. Justo en el clavo, así sin más. Si no lo hubiera superado, me habría puesto a llorar aquí mismo hasta quedar sin aliento.

- Sí. Lo fui por un tiempo -pienso decir sólo eso, pero Drew me observa atento, esperando más de mi parte- Yo... digamos que estaba con un chico, y comenzaron a odiarme por eso -Drew frunce el ceño- Habían chicas que no querían que yo estuviera con él y me decían cosas horribles. No conocía a Cristal en ese entonces. Comencé a tener ansiedad. A veces iba a natación y escuchaba comentarios a mis espaldas sobre esto y aquello, sobretodo de por qué mi bañador era más largo que el de ellas.

No digo más. La verdad es que sigue dándome un poco de pena.

- Por tus cicatrices... -agrega Drew. Bajo un poco la cabeza y me encojo de hombros- ¿Todo eso hizo que comenzaras a hacerte daño?
- Sí -confieso en voz baja- Junto con comentarios sobre mi cuerpo.

Un silencio ensordecedor se hace presente. De pronto, la mano de Drew coge la mía, mientras me da ligeros y suaves cariños con su pulgar. Él intenta consolarme. Él de verdad se pone en mis zapatos. Lo sé, y lo siento.

- Sólo para que lo sepas, tu cuerpo es delicioso.
- ¡Drew! -le empujo con el brazo, mientras comienzo a reír. Ésto sí es muy de él. Escucharme reír hace que él sonría. No toca más a fondo el tema y lo agradezco en mi interior- Pero bueno, me toca. ¿Qué me dices de ti?
- Oh, bueno. Yo era muy feliz hasta que la tonta de Cristal nació y me arruinó la vida.

Lo fulmino con la mirada, tratando de reprimir una sofocante risa.

- Sabes que estoy bromeando -me guiña un ojo- Pero bueno, la verdad es que nunca he sido infeliz. No lo digo por alardear, sino porque es verdad. Por más que intentara no podría recordar un momento demasiado malo como para encasillarlo en algo como eso. Lo más que me ha pasado es que cuando tenía como diez años, mi madre me cambió de escuela y empezaron a hacerme bullying. Entonces me cambió de nuevo. Es lo único un poco malo que me ha pasado.
- ¿El gran y rudo Drew fue víctima de bullying? -pregunto impresionada.
- Ya ves, preciosa. Hasta los grandes hemos tenido malas rachas -dice sonriendo con superioridad. Pero me gusta. Ni siquiera le interesa o le presta importancia, simplemente lo ha dejado atrás. Increíble.
- ¿No te causó nada haber pasado por eso?
- Para nada. Lo único que hice fue contarle a mis padres, me sacaron de allí y todo acabó. ¿Por qué pensaría tanto en personas que no lo valen? Lo único que merece mi atención, soy yo mismo y las personas a las que quiero. Lo demás puede irse al demonio -vuelve a sonreír- Por eso ahora el bully soy yo.
- Drew -vuelvo a lanzarle una mala mirada- Eso no es divertido.

Niega con la cabeza, escondiendo su sonrisa. Y vuelve a mirarme.

- Jamás me atrevería a causar daño a alguien, Fabiola, mucho menos con algo tan asqueroso como eso -me asegura, ahora ya más serio- Sé que sabes que me comporto como un idiota con Cristal y que a veces parece que mi propósito en ésta vida es hacer de su vida una miseria, pero eso no quiere decir que sea así con todos. Eso algo de hermanos. Pero por lo demás, soy buena persona.
- Lo sé -sonrío, y apoyo mi cabeza en su hombro- Estoy muy segura de eso.
- ¿Y tus complejos? -vuelve a hacer otra pregunta- ¿Qué hay de ellos? ¿Qué es lo que te acompleja de ti misma?
- Uhm...

¿Qué tiene Drew con las preguntas tan personales?

- Creo que... -intento formular las palabras- Mi peso. Mi cuerpo. Mi delgadez. Eso.
- Casi imposible de creer porque tienes un cuerpo delicado y hermoso, pero bueno. Entiendo.
- No exageres tanto.
- No veo por qué estaría exagerando. Yo no miento a nadie y digo lo que pienso.
- Sí, pero...
- Fabiola, te voy a decir una cosa -gira su cuerpo entero hacia mí, y toma ambas de mis manos entre las suyas- Mi complejo es que siempre actúo demasiado tarde. Nunca se lo he dicho a nadie, pero me gustó el Arte desde pequeño. Me encantaba pintar, me encantaba dibujar y apreciar cada detalle de las cosas, expresándolo todo con mi lápiz y papel, o lo que te tuviera a la mano. Jamás se lo dije a nadie, porque no era algo que los demás encontrarían ideal. Creía que iba a ser un pobre de mierda, que si no servía como profesor de Artes mucho menos me reconocerían algún día como un verdadero artista. Tenía miedo de lo que pensaran de mí. No quería que me vieran fracasar y tener razones para reír. ¿Pero sabes qué? Nada de eso importa. No todos van a amar mis pinturas. No todos van a pensar que mis tácticas son buenas. No todos van a pensar que soy lo suficientemente talentoso. No todos van a pensar que mi forma de peinar tiene estilo, o que mis ojos son llamativos, o que me visto bien, o que soy buena persona, o que soy atractivo. No todos van a pensar de ti como tú quieres o te gustaría que lo hicieran. ¿Sabes por qué? Porque cada persona en este mundo tiene su propia manera de pensar, nos guste o no nos guste. Ahora te pregunto: ¿Te gustan todos los libros que lees?
- Pues... -hago una pausa, pero sé muy bien la respuesta- No. Algunos no tienen sentido para mí. Es decir, no me transmiten tanto...
- Pues eso que no te transmite tanto puede transmitir todo a una persona y pueden tener todo el sentido del mundo. Tu físico no siempre va a ser amado por quienes son ajenos a ti. Pero yo lo amo. Desde que te vi, te miré el cuerpo, así de cabrón como suena. Vamos, te miré por todos lados -aquellas palabras me hacen sonreír- Y así como a mí me pareciste hermosa, dulce y buena, a otros hombres también les puedes parecer así. Tanto como a otros no, ¿Pero qué diablos importa? Si tú confías en lo que eres, nunca nadie va a ser superior a ti. Ahora tengo la necesidad de añadir algo... Tienes la mejor amiga más problemática, odiosa, antipática, histérica, sincera hasta rabiar, por no mencionar que se fija en todo y odia a todo el mundo. Lograr que alguien como Cristal te ponga por delante de todas las cosas es casi imposible de lograr. Ella te pone por delante de sí misma, te admira, sus tontos ojos brillan cada vez que te tiene a su lado. Si la conquistaste, vas a ser capaz de conquistar a cualquiera. Y si no, debes saber que siempre van a haber envidiosos a tu al rededor. Nada va a ser más importante que lo que tú piensas de ti misma. No dejes que los demás te aplasten y ganen. ¿Estamos?

Creo que nunca nadie, en toda mi vida, me había explicado esto de una manera tan directa. Y puedo estar segura de que nunca pensé que, alguien como Drew, iba a ser esa persona que lo hiciera. Llevo un tiempo de novia con él y jamás me lo esperé. 

Él tiene razón. No puedo esperar gustar a todos. No puedo pensar que si mejoro o empeoro van a quererme más, o me van a aceptar más. ¿Qué importancia tiene? Tengo personas que me aman a mi lado, esa clase de personas que muchos desearían tener. Todos ellos me aman. Pero sólo hay una persona que no, y soy yo misma. 

Eso tiene que cambiar. Sólo si me amo a mi misma, por fin voy a poder permitir que otros me amen a mí. No puedo vivir a raíz de mis complejos. Tengo que ser feliz. Tengo que olvidar el daño de mi pasado. Tengo que ser fiel a mí misma y continuar. Y eso es lo que haré.

Así que, luego de unos momentos en silencio, una amplia sonrisa se apodera de mí. Asiento con la cabeza, aprieto las manos tibias de mi novio, y le digo:

- Estamos.

♥♥♥

¡Hola! ¿Cómo están? Me pregunto si aún me queda alguna lectora, aunque a éstas alturas creo que ya estoy hablando sola. Lamento haber tardado casi dos meses en subir otro capítulo. No quiero entrar en detalles, es que eso ya me parecería mediocre de mi parte. Algunas cosas suenan mejor y se sienten mejor si están dentro de mí misma. Quiero que sepan que aún las quiero, obviamente. Y que siempre pienso en ustedes. Que ésta novela la acabaré y estoy segura de ello. Intenten comentar lo más que puedan, si alguien lee esto, ah y si quieren decirme algo o hacerme alguna pregunta, siéntanse completamente libres. Un beso enorme a cada una. Y un abrazo 



30 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y seis - Fresa con Chocolate.



Dentro de la cabaña Fabiola me empuja a la cama sin ningún tipo de delicadeza. Me ordena que me recueste de una forma no muy agradable, pero no digo nada, guardo silencio y obedezco. Junto a Marizza corre hacia el baño y vuelven con una pequeña toalla empapada. 

- ¿Dónde hay un cuchillo? -pregunta Marizza, lista para pelar los hojas de Aloe Vera que hemos logrado conseguir en el camino. 
- No tenemos -le responde Fabiola, mientras se sienta a mi lado en la cama- Creo que Drew o Seth han traido uno, pero no podemos entrar por nada del mundo. Ni siquiera sé cuál es. Si lo intentamos tardaríamos mucho.
- Entonces tendré que ir a la cabaña de Aurora y registraré sus cosas. Utilizamos uno en el almuerzo. Debe de estar ahí -sin decir nada más, se voltea, abre la puerta y sale al exterior con apuro.

El lugar queda en silencio absoluto. Fabiola se arrodilla sobre la cama a un costado de mí. Toma la toalla lista para ponerla sobre mi espalda y cuando estoy esperando para sentir la fría sensación de humedad, se detiene.

- Necesito que te quites la ropa.
- ¿Qué? -alzo las cejas, sin verla- ¿Por?
- No puedo limpiarte con la parte de arriba puesta.
- Sí puedes -le llevo la contraria- Nada más levanta todo bien.
- ¡No puedo! -grita, sorprendiéndome- ¡Sólo hazlo!

De acuerdo, nunca se pone así, tan agresiva. Debe de estar muy preocupada. Si no fuera mi mejor amiga, en este momento estaría gritándole su vida y diciéndole unas cuántas cosas más que tal vez olvidé al principio, sólo para asegurarme de que cada palabra le quede bien clara.

Suelto un suspiro, me siento y comienzo a quitarme la sudadera, seguido de mi camiseta de tirantes. Cuando estoy lista vuelvo a recostarme boca abajo. Siento que Fabiola desabrocha con cuidado mi sostén. Vuelve a tomar la toalla y en un segundo está pasándola delicadamente de arriba hacia abajo en toda la zona.

- Lamento haber hecho que te cayeras -se disculpa en voz baja. Suena deprimida. Frunzo el ceño- No fue mi intención.
- No ha sido tu culpa. Además, Marizza ha dicho que me han puesto el pie.
- Pero si no hubiese saltado del susto como una tonta no habría chocado contigo, no habrías tratado de sujetarme, no te habrían puesto el pie por detrás y definitivamente no habrías caído sobre un montón de ortigas. 
- Sé que no te gusta que las personas griten demasiado fuerte y ese grito nos pilló desprevenidas -intento hacerla sentir mejor- No es nada grave. Todo está bien.
- ¿Y qué hay sobre lo que tú sentiste? -pregunta- Sé que no te gusta que te vean en situaciones así, cuando luces dolida o vulnerable. Menos cuando tienes a personas de ese tipo frente a ti.

Me quedo muda. Eso es algo que no puedo negar. De hecho, no puse atención a tal cosa hasta ahora. Supongo que tuve mi mente ocupada sintiendo el ardor y picor sobre mi espalda, en lugar de algo más. Debí parecer realmente estúpida frente a ellas y sé que fue así, que no me equivoco. De no haberlo sido, ¿De qué otra cosa se hubieran reído? Pero entonces recuerdo lo que sucedió después, y sonrío.

- Tienes razón, pero me importa un bledo porque todo lo demás valió la pena.
- ¿Te refieres a lo que le dijimos a Cinthia y Anita? -asiento. Fabiola comienza a reír. Sus risas secan luego de unos segundos, y entonces le digo:
- Gracias por defenderme...
- ¿Para qué están las amigas? 

Se encoge de hombros con despreocupación, pero sé que en su interior siente bonito, tal y como yo. Nunca dudé de ella, siempre he sabido que ante alguna circunstancia de tal calibre ella estaría ahí para mí. Y así ha sido. Cierro los ojos e intento relajarme. Duro así un par de minutos, hasta que Fabiola vuelve a hablar.

- ¿Piensas decirle esto a Seth? Me refiero a lo ocurrido.
- Por supuesto que no.
- ¿Por qué? -casi puede sonar a una reprimenda por parte de mi amiga- Debe saberlo.
- Solamente causaría drama o algo así. No quiero que piense que estoy celosa por su antigua relación con Anita o algo, o que piense que lo único que quiero es que me defienda. No lo soportaría. 
- Sabes que Seth no pensaría nada de eso.  

Es cierto. Lo sé por antemano. Ni siquiera sé por qué me molesto en inventar excusas que sé que no tienen ni el más mínimo sentido.

- Ya, pero es que hay una razón por la que no quiero...
- ¿Cuál? -comienza a interesarse más por el tema. Dudo un poco entre decirle lo que creo que sucede, pero termino soltando un bufido y abriendo la boca.
- Es que no sé, Seth ha estado extraño. Es como si estuviera duro como roca.
- No me sorprende, dado todo el ejercicio que hace junto a Drew.
- Su cuerpo en forma no es a lo que me refiero exactamente -logro sonreír un poco, pero esa pequeña sonrisa se me va de inmediato- Sino que es a su estado de ánimo, no sé cómo explicarlo. Cada vez que lo he abrazado el día de hoy está demasiado tenso. Siento que se esfuerza hasta para sonreír o estar calmado. Mira a todos lados excepto a mí como si estuviera preocupado o pendiente de algo. Me cuesta lograr que se relaje y no dura casi nada. Me preocupa.
- Tal vez sólo está teniendo un mal día -Fabiola intenta ayudar, pero en realidad eso sólo me ha hecho sentir peor.
- ¿Teniendo un mal día cuando se supone que debería estar disfrutando? Es su viaje por la universidad, no el mío. Tal vez me caí en ortigas y lo que sea, pero me la estoy pasando bien. ¿Por qué él no?
- No lo sé, Cristal. De saberlo te lo diría -frota su mano en mi hombro, queriendo darme su apoyo de alguna manera. Suelto un suspiro- ¿Por qué no le preguntas y ya?
- No me lo diría -le aseguro- De haber querido decírmelo ya lo habría hecho. Además, por poco le digo que le amo.
- ¿Qué? -Fabiola no puede ocultar su sorpresa. Seguro ha abierto los ojos a su máxima capacidad- ¿Estás hablando en serio?
- Sí... -confieso, un poco avergonzada- Fue muy extraño. De pronto creí decírselo, pero al parecer lo imaginé. Al darme cuenta comencé a tener pesadillas despierta. Fue horrible. Creo que sólo estoy delirando y el problema soy yo, no Seth. Tal vez él está completamente normal. Dios, ¡Me estoy volviendo loca! 

Agarro mi cabeza entre mis manos y hundo mi cara en la cama. Afortunadamente mis manos ya no pican tanto, casi nada. Todo en mi mente da vueltas. ¿Desde cuando me pasa esto? Porque lo odio, no lo soporto, no lo aguanto más. Quiero que se vaya este malestar. Debo hacer algo.

- ¿En qué momento empezaste a sentirte así? En la mañana estabas bien.
- Por favor, en el fondo tú lo sabes -aprieto los ojos con fuerza.

Nos quedamos en silencio nuevamente. Casi me da pena tener que hablar de esto. Mi corazón late con fuerza sin que yo pueda evitarlo. Siento algo en el estómago, una molestia. Estoy fuera de control, queriendo moverme de un lado a otro sólo para pensar en otras cosas y calmarme.

- ¿Amas a Seth? -y ahí está, la pregunta del millón de parte de mi mejor amiga. Supe que lo haría desde el momento en que le confesé lo que me sucedía. Me quedo callada y cuando nota que no respondo, continúa:- No está mal que lo hagas -no me atrevo a responder, así que agrega:- ¿Cuál es el problema?
- No lo sé, yo... Algo no está bien conmigo esta tarde. No puedo hacer nada y mucho menos responderte con claridad.
- Solamente dime si lo amas o no.

Inhalo, exhalo. No una vez, sino varias. Comienzo a ordenar todo dentro de mí y pienso en el momento en el bosque. No puedo mentir, mucho menos a Fabiola. De haber sabido que un momento como este sería tan complicado y significativo para mí, habría intentado prepararme.

- Creo que sí -admito. Fabiola deja de pasar la toalla sobre mi espalda y se sienta delante de mí. Me apoyo en mis codos y la miro a los ojos. Lo extraño es que, de pronto, al decir eso me siento más tranquila. Incluso sonrío.
- ¿Ves? ¿Eso era tan difícil? -luce orgullosa de mí. Sonríe aún más, confiada. 

Nuestra conversación se ve interrumpida porque la puerta de la cabaña se abre y entra Marizza con el cuchillo en mano. Nos sonríe y se va al baño, que es donde ha dejado las hojas de Aloe vera. No tarda mucho en volver con las hojas ya peladas y listas para ser usadas. Ojalá sirvan de algo.

Fabiola comienza a pasar su sábila por mi espalda con la ayuda de Marizza. Es tan relajante que podría quedarme dormida y no despertar hasta el año tres mil. La sensación es un tanto extraña, pero es agradable al mismo tiempo. 

- ¿Cómo te sientes? ¿Te sigue ardiendo y picando? -me pregunta Fabiola, más de una hora después de haber untado todo en mí. Niego con la cabeza, pero me fulmina con la mirada- ¿Estás segura?
- Sí. Me siento muy bien ahora -sonrío. Es como si nunca hubiese ocurrido nada.
- ¡Me alegro! -exclama Marizza, animada- Ya decía yo que mañana tendríamos que correr al hospital. Yo me enterré una cuando pequeña, pero fue en la pierna y casi nada. No imagino lo que sentiste al clavarte tantas. 

La puerta de la cabaña se abre una vez más y entra Jaqueline, sonriente. Cuando me ve acostada en la cama riendo con las chicas, parece emocionarse.

- ¿Cómo van las cosas, niñas? -se frota las manos y se acerca a mí, observando con atención mi espalda- ¡Que bien! Casi no hay rastro de las picaduras.
- En realidad no siento nada -le hago saber- Me siento como nueva.
- Estupendo. Pero en caso de que vuelva la comezón, no te rasques por nada del mundo.
- Vale, no lo haré. 
- Deben tener más cuidado con las plantas de los bosques, no tienen que olvidarlo. Hay algunas que incluso son venenosas. Gracias a Dios no caíste en una de esas.
- ¿Tan grave sería? -pregunta Marizza.
- Tanto como para decir que incluso podría perder la vida.
- Entonces es una suerte. ¿Puedo quitarme todo esto ya? -pregunto esperanzada. 
- No veo el problema. Adelante -todas sonreímos- Yo voy a volver a donde me corresponde. Ya todos están de vuelta. Pueden salir cuando quieran. Ah, y pónganse algo que les abrigue porque comienza a hacer frío.

Tan rápido como había entrado, Jaqueline sale por la puerta. Me pongo de pie, tomo mi mochila con mis cosas y aviso a las demás que me ducharé. Antes de cerrar el baño con seguro, Fabiola me avisa que estarán esperando para irnos afuera las tres juntas.

Me enjabono bien el cuerpo y al estar lista me pongo ropa cómoda, entre ellas un short deportivo y una sudadera delgada, igual que la que tenía antes. Menos mal traje tres cambios de ropa o de lo contrario me habría tenido que poner la misma.

Salgo del baño lista para salir.

- ¿Ya? -pregunta Marizza, que está mirando por la ventana de la esquina de la habitación. Fabiola, al notarme, se levanta de inmediato de la cama en donde estaba relajándose.
- Sí. Vamos.

 Salimos de la cabaña y no tardamos en divisar a mi hermano y a Seth, un tanto lejos, sentados en unas bancas de madera. Están conversando animadamente.

- Yo ya me voy -Marizza se despide con la mano.
- ¡Marizza! ¡No es necesario! -le dice Fabiola- Anda, quédate.
- Sigo sintiéndome avergonzada por lo de la mañana.
- Agh, ¡Supéralo! -le digo yo ahora, tomándola del brazo y arrastrándola con nosotras.

Marizza deja de resistirse luego de unos segundos luchando. Drew y Seth, al vernos, sonríen de inmediato. Entonces notan a Marizza y afortunadamente no eliminan la sonrisa. Habría sido algo muy incómodo y tal vez la habrían hecho sentir mal.

- Les presento a Marizza -digo en voz alta.
- Un placer -la saluda Seth, asintiendo con la cabeza. 
- Hey -el intento de saludo de Drew es un asco, pero al menos está sonriendo.

Marizza me toma fuerte del brazo y hace lo mismo con Fabiola. Nos atrae a ella.

- Dios, ¿Por qué sus novios tienen que ser tan hermosos? -susurra. Reímos sin poder evitarlo. Pero entonces Marizza se estremece y parece recordar algo- ¡Oh, ustedes, no saben lo que ha pasado! -se dirige a Seth y a Drew. No deja que nadie le responda y continúa:- ¡Cristal hoy se cayó en ortigas! Sobre un montón. Toda la espalda y sus manos quedaron muy rojas pero al parecer ya está curada. Anita la hizo tropezar.

Un silencio horrendo se hace presente. Pongo una de mis manos en mi cara, frustrada, queriendo colgarme de un árbol. Fabiola me da un ligero codazo y luego, con una de sus manos, me da un apretón, como intentando darme fuerzas para enfrentar la situación. Lo que menos quería era que alguien se enterara. 

Cuando despejo mi cara, lo primero que hago es dirigir una mirada hacia Marizza. Ella parece entender lo que acababa de hacer. Da un brinco.

- ¡Lo siento tanto! -se tapa la boca, sin saber qué hacer- ¡No sabía que no querías que lo supieran! No debí decir nada. Yo... Ya me voy -comienza a caminar hacia algún lugar, no sé a dónde, seguramente muy lejos de nosotros.
- ¿Como es eso? -pregunta Drew. 

Al mirarlo, echo un pequeño vistazo a Seth. Un miedo se apodera de mi. Su rostro ha adoptado una expresión que nunca antes le vi. La sonrisa que tenía hace un momento ya no está. Está tieso. Ni siquiera me observa. Sé que está tratando de no atormentarme con preguntas y no decirme algo equivocado.

- No es nada, estoy bien -intento aclarar.
- Te he preguntado otra cosa -recalca Drew, frunciendo el ceño. De pronto me siento fatal, y enferma.
- Cristal no tiene la culpa -Fabiola sale en mi defensa, sabiendo que yo no quiero decir nada sobre lo que puede causar más drama- Estábamos en el bosque y alguien gritó tras nosotras. Me asusté, choqué con ella, intentó sujetarme y cuando se hizo para atrás Anita le puso el pie. Se enterró las ortigas. Anita y Cinthia se burlaron, nos insultaron, dijeron que me eras infiel, no ayudaron en nada, pero les dimos su merecido.

Seth se levanta sin previo aviso con brusquedad al mismo tiempo que Drew, como si fuesen el reflejo o la sombra del otro. En silencio comienzan a irse con decisión a donde están nuestras cabañas. Mi estómago se contrae y mi corazón late con fuerza. Se supone que ellos no pueden aparecerse por allá, está prohibido. Esto es justamente lo que quería evitar. Lo que menos quería era causar problemas.

Con Fabiola comenzamos a ir tras ellos, pero avanzan demasiado rápido. Miro a todos lados para ver si Jaqueline está en algún lugar sabiendo lo que hacemos, pero no, está charlando con Picasso lo suficientemente lejos para no darse cuenta de lo que pasa. 

Al llegar a la primera cabaña, Seth y Drew comienzan a abrir las puertas de cada una, buscando la de Anita y Cinthia. Creo que incluso ni siquiera están pendientes de si los hemos seguido o no. La que buscan termina siendo la número tres, la que está justo delante de la nuestra. Golpean con brusquedad, y cuando abren puedo ver a Anita muy sonriente, casi feliz por la inesperada visita. Pero cuando nota la expresión que traen en la cara y Drew prácticamente la hace un lado para entrar, su sonrisa se va. La puerta se cierra y lo siguiente que escuchamos son puras maldiciones.

Tomo a Fabiola de la mano, porque no soporto quedarme como una tonta ahí parada. Ella está temblando. Terminamos sentándonos en una roca grande, un tanto apartada del lugar. Aún podemos escuchar todo. Seth le grita a Anita tantas cosas, entre ellas que deje de comportarse como una perra infeliz. Comienza a defenderme, dejándole en claro que soy su novia y que nadie puede ponerme un dedo encima. Drew, por su lado, está vuelto loco de ira hacia Cinthia. Luego no entiendo nada más porque las voces del interior se mezclan demasiado y es imposible entender algo al respecto. 

- ¡Terminaste conmigo por ella! -le grita Anita, en un tono más alto que cualquier voz que haya oído, porque destaca entre las otras- ¡Nosotros dos nos amábamos! ¡Pero tú lo tiraste todo a la basura sólo por esa imbécil! ¡Nos olvidaste!

Un ligero malestar se intala en mi interior de forma automática, sin que pueda hacer nada al respecto. Bajo la mirada hacia mis pies, mientras un montón de pensamientos se asoman a mi cabeza. Pensamientos que, definitivamente, no tuve antes.

Me siento un poco mal. No sólo eso, incluso me siento algo estúpida por no haberlo consultado con Seth. ¿Cómo no se me ocurrió preguntarle si, antes de conocerme, él sentía algo por Anita? Quizás sí había algo más que una relación sin sentimientos entre ellos. Quizás yo fui la única culpable de que ellos dejaran de estar juntos. Al parecer yo los separé, porque antes de aparecer, ellos pueden haber tenido una relación completamente normal. Así como los vi en la supuesta galería de Arte. 

- Lo que sea que estés pensando, deja de hacerlo -ordena Fabiola, de un momento a otro. Alzo mi cabeza y la miro a los ojos. Está frunciendo el ceño con preocupación. El sonido de fondo de nuestra conversación siguen siendo maldiciones y cosas ofensivas- Lamento que se hayan enterado, sé que no querías. 
- No es tu culpa. Ni de Marizza. Ella no sabía que era un secreto.
- Tienes que admitir que es mejor que se enteraran.
- ¿Para esto? -hago una mueca- No me gustan estas cosas. Lo único que sacaremos será que Seth se ponga aún más extraño, tenso, ido, distraído y pensativo a como ha estado todo el día.
- Yo digo que necesitan hablarlo -opina. Suspiro y me encojo de hombros.
- Puede que sí. ¿Sigue gustándote el drama? -le pregunto, logrando sonreír. Unas carcajadas diminutas se escapan de su boca.
- Sabes que sí, siempre y cuando no se relacione con nosotras. 

Le doy un ligero empujón con mi brazo y nos quedamos así, hablando sobre cualquier tema para distraernos. El sol ha desaparecido casi por completo, solamente quedan los colores anaranjados, violetas y grises en algunas partes del cielo. Minutos después la puerta de la cabaña se abre, dando paso Drew y a Seth. Sus rostros, sus maneras de caminar y sus cuerpos logran demostrar a lo lejos que todo está mal. Parecen no darse cuenta de que nos encontramos cerca. Tampoco se molestan en echar un vistazo en nuestra búsqueda, simplemente parecen creer que no los seguimos hasta ahí. Juntos se van hacia el interior del bosque, probablemente tratando de llegar hacia sus cabañas y poder pasar desapercibidos.

Las dos nos quedamos en donde estamos, sin siquiera querer seguirlos. Sería estúpido y desesperado. Tampoco tendría sentido. Deben de estar muy enojados y si estamos allí sólo empeoraríamos todo. Así que permanecemos viendo el atardecer y nos mantenemos ahí hasta que está completamente oscuro. Entonces, sólo entonces, decidimos ir a nuestra cabaña.

♥♥♥

¡Aquí estoy! He tardado un poco más en subir pero bueno, ya no importa. Mañana es año nuevo así que espero que todas se la pasen excelente y tengan un genial nuevo comienzo. Planeo subir pronto. ¿Pueden darse cuenta de que sólo quedan cuatro capítulos más? ¡Estamos por acabar! No falta nada, pero nada de nada. Las quiero mucho, un beso enorme, +8 comentarios para que suba nuevamente. ¡Adiós! ¡Feliz año!


26 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y cinco - Fresa con Chocolate.



Jaqueline nos entrega las llaves. Marizza las recibe y juntas caminamos a nuestra respectiva cabaña. No tardamos nada y sin darnos cuenta ya estamos dentro. Hay, en total, seis diferentes camas de una plaza. El lugar no es tan espacioso como pensé, de hecho creí que habrían más de éstas, quizás ocho, pero no. De todas formas es suficientemente cómodo. Tenemos todo para nosotras solas.

Sábanas dobladas color blanco están encima de los colchones y al lado hay mesitas de noche sin nada encima. En la esquina de la habitación hay un botiquín de primeros auxilios sujeto a la pared. De inmediato me voy hacia la cama que más me llama la atención, junto a la ventana. Fabiola toma la de mi lado. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, lanzamos nuestras mochilas encima. No puedo aguantar y me recuesto de espaldas, quedándome mirando el techo. Me percato de que el aroma que hay en el lugar no es desagradable, solamente huele como en todos los lugares que no suelen tener personas todos los días. Sin embargo, es acogedor. Es perfecto.

Los minutos comienzan a pasar. Ninguna habla. Yo estoy muy relajada, al parecer Fabiola está igual. Después de un rato más, busco a Marizza con la mirada. Ha elegido una de las camas del frente, específicamente la del medio. Me siento un poco mal por ella. No tengo nada en su contra. Primero Julián terminó con ella y cuando se interesa en dos chicos se da cuenta de que tienen novia. Tal vez otras chicas se enojarían y se burlarían de tal cosa, pero a mí no me causa ni la más mínima gracia. Ella se siente mal. Lo confirmo cuando se sienta con lentitud en la cama, y se queda como estatua mirando sus manos entrelazadas. Verla así me provoca un triste sentimiento.

Observo a Fabiola. Ella es tan parecida a mí. Creo que incluso antes de mirarla ya sabía que iba a estar con su mirada encima de Marizza de la misma forma que yo. Le hago un gesto, como diciéndole que deberíamos acercarnos a ella o decir algo para hacerle saber que todo está bien entre las tres, al menos por nuestra parte. De inmediato asiente.

- Oye, Marizza -la llamo. Levanta su cabeza y me mira confusa- ¿Qué te pareció el bosque?
- Uhm -bacila entre responder o no- Estaba muy bonito. Demasiado. 
- ¿Verdad que sí? -se une Fabiola- ¿Viste alguna liebre?

Marizza sonríe.

- Sí. De hecho, logré ver siete.
- ¿¡Siete!? -preguntamos Fabiola y yo en voz alta, sin poder creerlo.
- ¡Yo ni siquiera logré ver una! -admito, sintiéndome como una completa ciega. 
- ¡Pero si habían bastantes! -exclama Marizza, riendo. Fabiola se une a sus risas.
- De verdad, no puedo entender cómo no vi nada. Supongo que un día lo superaré, pero bueno -suelto un suspiro mientras me incorporo y me siento. Entonces se me ocurre otro tema de conversación- Oye, pensé que querrías compartir cabaña con tu prima.
- ¿Por qué pensaste eso? -alza las cejas, como si yo estuviera diciendo lo más tonto del mundo.
- Porque son primas... -responde Fabiola por mí.
- Ah, pues no. Ni siquiera nos llevamos tan bien. En realidad no nos llevamos bien.
- ¿Y eso? -no puedo evitar sonrprenderme.
- Mamá y yo vivimos juntas, pero desde hace como dos años los padres de Aurora se divorciaron, por lo que a mi tía no le quedó más remedio que venir a vivir con nosotras y traer a Aurora con ella. 

Comenzó a contar. Fabiola se sentó encima de mi cama, para sentirse más cómoda mientras Marizza contaba su historia. En realidad, no me sorprende que ellas no tengan una buena relación de familia. Por la manera en que le gritó cuando estaba con nosotras, noté que había algo malo.

- La verdad es que cuando niñas nos llevábamos muy bien. Jugábamos a las muñecas, a la comidita, todo. Era como una hermana. Continuamos llevándonos así cuando comenzamos a compartir habitación, pero cuando entró a estudiar a la univesidad se convirtió en una persona completamente distinta. Ahora es igual a esas insoportables chicas con las que se junta. No las soporto.

La voz a través de un citófono comienza a hacerse presente. Es Picasso. Intento escuchar cada palabra de lo que dice pero la verdad es que suena como su propio idioma creado por él. Eso, o yo estoy sorda. Hace rato me sentía ciega y ahora esto.

- ¿Qué es lo que intentó decir? -pregunto con mala cara. La cama está muy rica como para abandonarla.
- Es hora de ir al comedor -me dice Fabiola- Hay que almorzar.
- Bien -comienzo a levantarme- De todos modos ya tengo un poco de hambre. Pero oye, Marizza, si no te sientes bien estando con tu prima y sus amigas, puedes estar con nosotros.
- ¡Sí! No hay problema en eso -Fabiola está de acuerdo con la invitación, sonriente.
- Gracias, pero no. Aún intento superar el momento de hace unas horas atrás -comienza a reír- No puedo sentirme más avergonzada.
- Ya pasó, no te preocupes -le doy a por saber- ¿Pero estás segura de que no quieres venir?
- Sí. Al menos, por ahora no.

Aceptamos su decisión. Tampoco es que podamos obligarla. Así que las tres nos vamos caminando hacia la salida. Abrimos la puerta de la cabaña y caminamos hasta el lugar de donde proviene la voz. Cuando llegamos Marizza se va con su prima. Seth y Drew, al vernos, vienen hacia nosotras. Traen una bolsa cada uno, de esas que hemos traído con comida.

- ¡Nos ha tocado juntos! -celebra mi hermano, sacudiendo el cabello de mi novio. Lo abraza fuertemente- ¡No puedo estar más feliz por eso!
- Ya, Drew, basta -lo empuja ligeramente- Sabes que detesto cuando te dan tus momentos cariñosos en público. Hoy no, ¿De acuerdo?
- Eres un aguafiestas -Drew lo mira mal, pero vuelve a abrazarlo e intenta derribarlo. Seth comienza a reír mientras lucha con él. Se nota que son mejores amigos.
- ¡Jóvenes! -la voz de Picasso, fuerte, por poco revienta mis oídos. Siempre dice la misma palabra para llamar la atención de todos. Cada uno se queda en silencio, y Drew con Seth dejan de bromear entre ellos- Era mentira que ésto es un comedor -indica la cabaña tras de él- No es más que una cabaña como las otras, pero más grande. Así que lamento decepcionarlos pero van a sentarse en algún lugar de los alrededores y comerán lo que sea que hayan traído -muchos, sobre todo chicas, comienzan a quejarse- ¡Debemos ser unos verdaderos excursionistas y disfrutar el aire libre! No voy a dejar que mis estudiantes se vuelvan unos idiotas ajenos a la naturaleza. Ahora disfruten su comida.

Los cuatro comenzamos a mirar hacia todos lados en busca de una zona cómoda en donde no llegue tanto sol y el calor no se sienta tanto. Diviso unas rocas bajo un eucalipto justo a la orilla del lago, un tanto alejado. Luce como una parte ideal para comer.

- ¿Vamos para allá? -sugiero. Los tres miran en la dirección a la que indico. Drew sonríe.
- Hermanita, por fin sirves para algo útil -me felicita Drew, dando palmaditas en mi espalda. No puedo evitar reír.
- Gracias por tus admirables palabras.
- De nada.

Sin prisas nos vamos hacia las rocas. Al momento de estar ya en ellas, debajo del eucalipto, nos damos cuenta de la fresca sombra que nos da. Papá siempre me había dicho que este tipo de árboles eran ideales para eso. Cuando miro más allá y veo un álamo, no puedo evitar pensar aún más en él. Son sus árboles favoritos, además de los sauces. 

- ¿Y qué vamos a comer? -pregunta mi hermano, frotándose las manos, ansioso.
- Sándwiches -responde Seth.
- ¿Sólo eso? -frunce el ceño- ¡Voy a morir de hambre! Quiero a mi madre, ahora.
- Es lo único que tragimos -Seth comienza a revisar en el interior de las bolsas- Además de los jugos en caja. Lo demás lo podemos dejar para más tarde y para mañana.
- Es oficial -lo interrumpe- De aquí no nos vamos con vida. ¿Con qué son?
- Queso, jamón, mantequilla. 
- ¿No se echará a perder con las calores hasta mañana? -pregunta Fabiola. Vaya, no lo había pensado.
- Guardamos todo lo demás en los refrigeradores -le cuenta Seth sonriente.
- ¿Dónde hay de esos? -decido preguntar. 
- En una cabaña de por allá en donde nos tocó. Picasso nos lo dijo. ¿La señora no les avisó?

Negamos con la cabeza. Y en eso queda la conversación, porque los siguientes minutos nos dedicamos a comer. Se nota que estamos hambrientos porque casi no decimos palabra hasta terminar cada sándwich, que eran dos para cada uno. Supongo que a nadie le gusta almorzar sólo esto, pero no es tan malo. Los alrededores son bonitos, hay mucho color verde, animalitos y demás. Nadie puede amargarse en un lugar así.

Nos ponemos a hablar sobre cualquier tema mientras reposamos lo que hemos comido. Estoy satisfecha, sin duda alguna. No tengo razón para quejarme. Todo está de maravilla y estoy segura de que estaremos bien hasta mañana. Hemos traído lo suficiente y no quedamos con hambre.

- Durante la tarde no podremos estar con ustedes -avisa Drew, de repente, mientras acaba su jugo.
- ¿En serio? -Fabiola alza las cejas- ¿Qué harán?
- Según Picasso debemos ir a fotografiar lugares. Supongo que será para un trabajo.
- Los hombres iremos con él. Las chicas con la señora esa. Jaqueline, creo -agrega Seth.
- ¿Y qué haremos nosotras, entonces? -pregunto a Fabiola. Y recuerdo lo que tenía ganas de hacer- ¡Oh, debemos recorrer todo! Mientras las demás se ponen a sacar fotos, nosotras podemos estar pendientes de otras cosas.
- Estoy de acuerdo -Fabiola y yo chocamos los cinco- Tal vez podamos decirle a Marizza que esté con nosotras, para que no se aburra.
- ¿La niña loca que babea por Seth y por mí? -se burla Drew. 
- No seas tan malo -le pide mi amiga- No es una persona detestable. 
- Pensé que se había enojado con ustedes -comenta Seth.
- Creo que no se enojó, solamente se sintió avergonzada -intuyo- No sabía cómo reaccionar ante eso, entonces hizo ese pequeño alegato y se fue. Compartimos cabaña con ella.
- Fabiola, ten cuidado -sugiere mi hermano- Te podrías despertar a mitad de la noche y ver a Marizza registrar tus cosas y oliendo ese osito de peluche que te di. Uno nunca sabe -comienza a partirse de risa por sus propias bromas. Seth explota en carcajadas- ¿Te la imaginas ahí, tío? Deleitándose con mi aroma y atacando a Fabiola cuando ella intenta arrebatárselo. 

No tardan mucho en dejar de burlarse de Marizza, porque Picasso comienza a llamarlos para comenzar la caminata fotográfica. Jaqueline, a su lado, comienza a llamar a nosotras las chicas. Los cuatro echamos las cajitas de jugo a una bolsa, arrugamos todo y lo llevamos a un bote de basura que se encuentra a unos metros. Luego nos despedimos y nos vamos a reunir a nuestros grupos correspondientes. 

- Chicas, haremos una caminata para tomar fotografías. Su profesor lo ha dado como una actividad, así que deben hacerlo obligatoriamente, ¿De acuerdo? Sólo por ésta vez tienen permitido usar sus celulares, en caso de que no traigan consigo una cámara -Todas asienten, excepto nosotras. Jaqueline se da cuenta- Ustedes no deben hacer nada de esto. Pueden acompañarnos y hacer lo que quieran, pero no tienen que perderse. Tendrán que ser cuidadosas.

Desde luego estamos de acuerdo y en cinco minutos ya nos estamos adentrando en el bosque, pero al sentido contrario del que llegamos, es decir, a una parte del bosque que no habíamos visto. Jaqueline va en el frente, le siguen las demás y por último, al final, las seguimos nosotras. 

Por fin logro ver una liebre. Marizza y Fabiola me la muestran, pero cuando intentamos acercarnos sale corriendo como si su vida estuviese en peligro y tuviera que escapar más rápido de lo que lo ha hecho jamás. Es una lástima, porque, en realidad, tocar una sería todo un privilegio. Pero lo más seguro es que si la obligo me muerda y me saque un pedazo. Definitivamente no quiero eso.

No llevamos ni quince minutos dentro del bosque y me doy cuenta de que mi cuerpo comienza a agotarse. Mis piernas ya no se mueven con tanta facilidad como hacían por la mañana y mis ojos se sienten pesados. Sujeto con fuerza el brazo de Fabiola, pero ella se queja.

- No te cargues tanto -me pide, casi en súplica- Apenas puedo avanzar.
- Lo siento -giro mi cabeza hacia un lado- Marizza, ¿Por qué tú no luces exhausta? Déjame decirte que deberías estarlo. Lo tuyo no es normal. No es sano.
- ¿Estás bromeando? Yo soy toda una excursionista. Todos los años voy a subir por los cerros con mi familia y acampamos durante tres días. Por mí caminaría varias horas más sin detenerme.
- Chica, te acabas de ganar mi respeto absoluto.
- Y el mío -Fabiola tiene una mirada de admiración- ¿Cómo lograban tener comida suficiente? Supongo que llevaban cosas simples, como fruta, pan, chatarras, y cosas así.
- Para nada -Marizza niega con la cabeza, ansiosa por darnos una explicación detallada- Nos poníamos a cazar nuestra propia comida.
- Tú estás bromeando -comienzo a reír. Pero cuando me doy cuenta de que soy la única que lo hace, me apresuro a preguntar:- ¿Lo dices en serio?
- ¡Claro! Es lo más genial del mundo. No sabes lo deliciosas que son las liebres y los peces recién sacados del río. Mm -finge chuparse los dedos. No puedo evitar sorprenderme ante eso-, un manjar.
- ¿Se las comían crudas? -hago una mueca de asco.
- No, eso sería horroroso -se pone a reír- Las atravesábamos con un palo y las poníamos sobre una fogata. Lo mismo con los peces.
- ¿Y a qué sabía? -pregunta Fabiola, con los ojos abiertos como platos- Es decir, dicen que el sabor cambia cuando se les cocina así. 
- No puedo explicarlo con palabras. Pero debes probar.
- Desde luego que lo haremos -aseguro sonriente. 

No. Nunca en mi hermosa vida lo haré. O sea, tal vez lo haga, pero no si la he cazado en medio del bosque y tengo que ver la forma en que la matan, le quitan el pellejo y la asan. Mi corazón no podría soportar tal cosa. Me niego.

- Por mí, iría a sugerir ahora mismo a Jaqueline que mataramos algunas para comerlas en la cena.
- Oh... -no encuentro qué decir a eso, porque la idea me parece horrible. No puedo evitar echar una mirada a mí mejor amiga. Su rostro describe el desacuerdo que siente. Niega con la cabeza desesperada, queriendo que haga algo- ¡Oye! Marizza, la verdad eres mucho más agradable de lo que creí. Me caes bien.

En realidad no es una mentira, pero no encontré una manera mejor para cambiar el tema. Sin embargo, parece funcionar, porque la chica sonríe de oreja a oreja. Esto hace que yo sienta algo cálido en mi interior. La verdad es que ella nunca me cayó mal, nada más me parecía un poco molesta su manera de comportarse en algunas ocasiones. 

- Espero que Fabiola opine lo mismo -la mira, esperanzada, queriendo que diga algo.
- Por supuesto que lo hago -asegura Fabiola, sonriendo un poco apenada- No tengo nada contra ti.  
- Lamento haberme comportado así -confiesa, recordando el incidente por la mañana- De verdad, no tenía idea de que...
- Eso ya está olvidado -la interrumpo- Entendemos que no te diste cuenta.
- Cualquiera se equivoca. Todo está bien -Fabiola le pellizca el brazo con ternura. Marizza suspira.
- Gracias. De verdad. 

Jaqueline grita diciéndonos que es hora de detenernos, y que podemos recorrer algunos metros a la redonda para tomar algunas fotografías. Vuelve a repetir que ninguna se aleje demasiado en caso de que corra el riesgo de perderse. 

Marizza, Fabiola y yo comenzamos a caminar hasta la orilla del lago, que está muy cerca a sólo unos veinte metros, aproximadamente. Nos sentamos en la orilla con cuidado de resbalar y caer dentro. Ninguna quiere quedar empapada en medio del bosque y tener que caminar de regreso con la espantosa sensación de un cuerpo pegoteado. 

Tomo una ramita delgada y comienzo a salpicar contra el agua. Me sorprendo cuando un montón de pecesitos bebés comienzan a nadar hacia todos lados, escapando de mi inesperado ataque. 

- Acabas de destruir su casa -me reprende Fabiola negando con la cabeza, mientras me dirige una mirada de desaprobación total.
- Técnicamente, todo el lago es su casa -intento defenderme- Sólo salpiqué.
- ¡Los asustaste! -me apunta con un dedo amenazante.
- ¿Qué tiene? Son peces, todo les causa eso -le explico riendo, casi sin poder creer que se ponga así por esto. Me divierte- Además, seguro ya lo olvidaron. Han pasado diez segundos.
- Puede que tengas razón -me da un ligero empujón con su hombro.
- ¿Qué tiene que ver eso con que lo hayan olvidado? -pregunta Marizza, frunciendo el ceño en señal de confusión. Está mirando el agua fijamente. De a poco, los peces vuelven a juntarse justo en donde yo había salpicado con la ramita.
- Dicen que estos animalitos tienen muy poca capacidad de memoria. Es algo así como Dori, en buscando a Nemo. 
- ¿Y tú crees que es verdad? -se pone a reír. Pongo una mano en mi pecho, un poco ofendida.
- ¡Por supuesto!
- Ahora que me acuerdo, la otra vez leí un artículo que decía que ese era un mito completamente falso -nos cuenta Fabiola. Se encoge de hombros- Pero no sé si será verdad.

Una garza vuela hasta la orilla, bastante cerca de nosotras. Nos quedamos mirándola en silencio, sin hacer ningún movimiento. Se queda como una estatua, con sus ojos fijos en el agua, lo que me hace recordar a Marizza hace unos segundos. Pero nos sobresaltamos cuando hunde su pico con rapidez y extrae un pez. Se lo traga en un santiamén.

- Y me regañas porque salpiqué -susurro a Fabiola, extasiada por lo que acabamos de ver.
- No es divertido -me responde de la misma manera- El pobre pez ha muerto. No lo merecía.
- ¿A quién le importa? Es el ciclo de la vida. 
- Mira, Mufasa, no me interesa el ciclo, la cosa es que se lo comieron. 
- Seguro ya lo olvidó -me burlo, explotando en sonoras carcajadas. La garsa se asusta y se aleja con rapidez, para luego comenzar a volar. Cierro mi boca.
- Genial. La espantaste -Marizza rueda los ojos- ¡Jamás tuve una tan cerca!
- Tienes una risa muy delicada -bromea Fabiola. Ruedo los ojos, pero aún así me río.

No pasan ni cinco minutos más cuando decidimos volver hacia el bosque con las demás. Hemos visto una Codorniz salir de entre algunos pastos lo suficientemente altos como para que pudiera esconder allí su nido. Me siento tan ansiosa que me cuesta un gran esfuerzo mantenerme sigilosa. Pero cuando llegamos a la pequeña zona, alzo un poco mi cabeza, para poder ver bien si hay uno o no.

- ¿Por qué no sólo te acercas, haces a un lado el pasto y ya? -pregunta Marizza.
- Si hago eso podría quedar mi olor y puede que su madre ya no quiera cuidarlos -le doy una lección de sabiduría. Mi papá me lo contó- ¡No podemos permitir eso!
- ¡Oh, sí hay huevitos! -grita Fabiola con emoción- ¡Son pequeñitos!

Alzo mi cabeza un poco más y sonrío como nunca cuando me doy cuenta de que es cierto. Comienzo a decir lo maravilloso de la experiencia cuando Marizza, como era de esperarse, me interrumpe.

- ¿Y si nos los llevamos? No es por alardear, pero muchas veces con mi familia los sacábamos y supongo que ya saben lo que hacíamos después.
- Uhm, Marizza, ¿Hay algún animal al que no hayan matado o comido? -pregunto con interés- ¡Se me rompería el corazón si saco este tipo de huevitos! Tan pequeños y llenos de manchitas. No. No podría.
- ¡Estás desperdiciando tu paladar! -exclama desesperada- ¿Siquiera cazaste estos pájaros? Las escopetas son esenciales. Son incluso más ricos que un pollo.
- Oh, por favor -pongo una mano sobre mi cara- No sigas.

Jaqueline comienza a llamarnos a todas para que nos reunamos en donde habíamos estado, diciendo que seguiremos más allá. Cuando volvemos, nos quedamos de pie un tanto alejadas. Justo en ese momento comienza a sonar un extraño sonido, algo así como un golpeteo rápido, pero ligero. Creo que si el bosque no estuviera en un silencio absoluto como este, jamás me abría percatado.

- ¡Marizza! -una voz que no es muy conocida se hace escuchar. Giro mi cabeza en dirección. Es la prima de Marizza llamaba Aurora, si no me equivoco, y está acercándose. La sigue su grupo, ese en donde están Cinthia y Anita.

Ignoramos el resto. Fabiola también logra escuchar los golpeteos. Comenzamos a mirar hacia las copas de los árboles, queriendo saber qué hace tal cosa. Fabiola toca mi hombro y apunta hacia un árbol en específico. Entonces lo veo. Seguramente no lo habría logrado por mí misma por lo ciega que soy. Un pájaro carpintero muy chiquito está haciendo un agujero en el tronco. Mi pecho se oprime de la ternura.

- Es bellísimo -halago al ave, tan concentrado en su trabajo- Nunca había visto uno.
- Mira sus colores... -susurra Fabiola. En efecto, son unos admirables: Su cabeza es de un brillante color rojo y el resto de sus plumas varían entre blanco, café y negro, no logro saberlo muy bien.
- ¿¡Qué están viendo!? -sueltan un grito. 

Fabiola da un salto enorme, choca contra mí, me agarro de ella para que recupere la compostura pero entonces me hago para atrás y tropiezo con algo. Lo siguiente que pasa es que caemos al suelo, ella sobre mí. Entonces siento un fuerte dolor en mi espalda, sintiendo que algo se me entierra, acompañado de un enorme ardor. Suelto un grito. Fabiola, asustada, se quita de encima con dificultad. Intento pararme, llena de desesperación, pero apoyo mis manos en el suelo y se me escapa otro grito, porque siento que se me entierran más cosas. Lo siguiente que sé es que me agarran y me levantan.

- ¡Lo siento tanto! -vuelven a decir, pero esta vez otra voz. Alzo la cabeza. Es Anita. Se nota a la legua que quiere reír. 

No respondo. Apoyo mi espalda contra un árbol, aguantando el dolor que crece en mi espalda y mis manos. Es insoportable. Me siento desorientada, porque ni siquiera sé de dónde ha venido. No es un dolor del golpe. Es otra cosa. 

- Cristal, ¿Estás bien? -Fabiola, preocupada, me toma la cara y hace que la mire. Asiento con la cabeza, aún sabiendo que no es así, pero no pienso lucir como una débil en frente de nadie. Intento llevar mis manos hacia mi espalda y rascarme, pero sólo alcanzo una parte de ésta. Toda mi espalda está llena de ardor y picor- ¿Qué te pasa?

Quita su atención de mí. 

- ¿Qué es eso? -pregunta a quien sea, viendo las plantas verdes sobre las que me he caído. Nadie responde- ¿¡Qué es!?
- Parece que son ortigas... -dice la prima de Marizza, nerviosa.
- Maldita sea, ¡No aguanto! -la impotencia que me da el no poder rascarme bien es enorme. Sigo intentando lograr que mis brazos lleguen a todos lados.
- ¡No te rasques! -me ordena Fabiola, llevando mis brazos hacia adelante- Sólo va a hacer que empeoren las picaduras. 
- ¡Ay niña, no exageres! -exclama Anita- ¡Sólo son unas plantas!
- ¿Quién es tan ida como para caerse sobre ortigas? -agrega Cinthia, burlesca. 
- No fue su culpa -aclara Marizza- Anita hizo que se tropezaran.
- ¿Yo? ¡Si la otra se asustó y la chocó!
- ¡Noté cuando pusiste el pie! -Marizza contraataca. 
- ¡A nadie le importa! Deja que se pudran solas -le dice Anita- A ver si con eso logran estar más atentas al bosque. 
- Mi amiga tiene razón -la apoya Cinthia, riendo- Por tontas les pasa. No es culpa nuestra que el par no se sepa cuidar.
- ¿¡Se pueden quedar calladas!? -Fabiola explota en ira- Las dos no son más que unas resentidas. No me sorprende que Seth y Drew se hayan limpiado el culo con ustedes. 

Todas nos quedamos en silencio y estoy casi segura de que mi boca se ha abierto hasta llegar al suelo. Decido ignorar el ardor en mi cuerpo y observo con atención la escena. Jamás vi a mi mejor amiga así. Jamás la vi defenderme con tanta intensidad. Sólo para hacerlas enojar, suelto una risa extendida, que es fingida en su totalidad.

- Turn down for what! -grita Marizza. Casi puedo verla bailar la canción.
- ¡Cállate! -le ordena Anita. Dirige sus ojos hasta Fabiola- La próxima vez que vuelvas a repetir eso voy a hacer que te tragues tus propias palabras.
- No te tengo miedo -Fabiola no se inmuta, lo que me sorprende aún más- Están celosas porque Seth y Drew nos prefieren a Cristal y a mí. Todo el día han estado pendientes de nuestras vidas y buscan maneras de volver a tener la atención de ellos. Me dan asco. Ustedes averguenzan al género femenino, haciendo algo tan cobarde como atacar a alguien por la espalda por un hombre.

Si tuviera un bol de palomitas de maíz al alcance de mi mano, me sentaría y las comería con cautela sin perderme ni un segundo de este increíble momento. ¡Fabiola es toda una fiera!

- Nena, ¿Estás segura de lo que estás diciendo? -Anita comienza a soltar carcajadas- Parece que no tienes muy bien vigilado a tu querido amorcito, ¿Verdad? Porque, déjame decirte que tu Drew ha estado siéndote infiel con Cinthia durante todo este tiempo. Te ve la cara de idiota babosa a cada momento, pero no se atreve a decírtelo.
- ¿Quieres saber todo lo que hacemos cuando no estás? -le pregunta Cinthia, muy cínica- Te lo puedo contar todo con lujo y detalle. Por mí no hay ningún problema. Yo encantada -comienza a acercarse a Fabiola. Se han puesto a jugar muy sucio. No tienen por qué decir algo así. Estoy a punto de meterme- Después de todo lo hemos hecho tantas veces que es imposible que olvide algo.

Es todo.
- Encantada estoy yo de saber que mi hermano no se alcanzó a contagiar de herpes cuando estaba contigo -me burlo en su cara, acercándome a mi amiga, para que sepa que tiene mi apoyo- Es más, ¿Quieres que te recuerde lo que pasó en el bus, cuando te dijo lo que dijo? Estás tan desesperada por él y tan necesitada que no te resignas a que ya no hay nada. ¿Alguna vez te dijo que te amó? No. Pero sí se lo ha dicho a Fabiola. Se lleva bien con su familia, salen juntos, ríen a cada momento y se quieren por lo que son -Cinthia no dice una palabra- Y no estoy feliz de decir esto, pero yo jamás pensé que Drew iba a convertirse en quien es ahora. Antes, cuando estaba contigo, era un mocoso. Ahora es un hombre. Sabe lo que quiere, lo cuida y no deja que nadie se lo arrebate. Estoy orgullosa de quien es. Puedo confirmarte de que él no es un mentiroso. A mí jamás me ha mentido -pongo mi mano sobre mi pecho. Recuerdo las veces que me llamó superficial y cuando me dijo que estaba cambiada, que ahora era dulce. Mi instinto protector de hermana crece- Y pongo mis manos al fuego por su relación con mí mejor amiga.

Y nadie dice nada más. La tensión del momento comienza a irse. Anita y Cinthia nos miran tan mal que puedo ver llamas en sus pupilas. La prima de Marizza, Aurora, está nerviosa mordiéndose las uñas. Y Marizza está fascinada.

Jaqueline viene hacia donde estamos justo en el momento en que mi cuerpo comienza a reaccionar y el ardor vuelve a hacerse presente. Creo que fue el impulso del momento lo que me llevó a olvidar la sensación horrible en mi espalda y mis manos.  

Cinthia y Anita se van con rapidez antes de que Jaqueline alcance a llegar a donde estamos. Aurora se queda, mirándonos sin saber qué hacer, pero termina dándonos una mirada de dolor y luego desaparece. Noto la cara de decepción en Marizza.

Fabiola se pone en estado de alerta y me observa, quizás preguntándome si quiero dar a conocer a Jaqueline lo que ha sucedido. Niego con la cabeza. Ya es suficiente por hoy y no quiero armar un alboroto teniendo que probar que fueron ellas las que me hicieron caer.

- ¿Qué sucede aquí? -pregunta, aparentenmente molesta- ¿Por qué han gritado tanto? 
- Cristal se ha caído sobre las ortigas -explica Fabiola, aún preocupada.
- ¿Cómo pasó? ¡Esto no es bueno! ¿Dónde te han picado?
- En la espalda, y las palmas... -le digo.
- Necesitas mostrarme eso. 

No me deja responder y me hace girar sobre mis talones. Levanta mi delgada sudadera y mi camiseta de tirantes. No se queda observando por mucho, pero sí lo suficiente como para llegar a una decisión. Cuando la baja, me vuelvo en su dirección.

- Vamos a tener que volver todas a la cabaña...
- No, espere -la detengo- Sé el camino de regreso. No es necesario llegar a esos extremos. Estoy bien.
- ¡Pero te has enterrado ortigas en toda la espalda y manos!
- Lo sé, pero ellas tienen una calificación en juego. No tienen la culpa -al menos no todas- De verdad, no es necesario. Y si no es mucho pedir, no quiero que nadie se entere de esto.
- Eso es algo que no pasará. No puedes continuar. Te pondría en riesgo.
- ¿Y si nos deja volver solas? -propone Fabiola.
- No puedo dejarlas hacer algo como eso. Están bajo mi cuidado. 
- Puede decirnos qué hacer y nosotras la vamos a obedecer -insiste Marizza.

Jaqueline parece dudar un poco, pero termina soltando un suspiro de resignación muy notorio.

- Tienen que tomar un paño húmedo y pasarlo por toda la espalda de su compañera, pero en la misma dirección. Esto es en caso de que quede rastro de ortiga en su cuerpo -comienza a indicarnos- Si en el camino ven Aloe Vera, corten un pedazo y hunten su sábila en la zona. Déjenla ahí por un rato y puede que el ardor, la hinchazón y las picaduras se eliminen. Si todo esto persiste hasta mañana por la mañana, deben hacérmelo saber. 
- De acuerdo -responden Fabiola y Marizza al unisono.
- Voy a pasar a su cabaña en cuanto estemos de vuelta. ¿Están segura de que recuerdan el camino?
- Sí -vuelven a responder.
- Confiaré en ustedes. Tengan mucho cuidado.

Y es todo lo que pasa, porque al segundo nos giramos y comenzamos a caminar de vuelta al inicio. Fabiola, queriendo cuidarme o protegerme, me toma del brazo con seguridad y me atrae hacia ella. Marizza hace lo mismo con el otro brazo. Mi espalda no ya la siento tan mal como al primer momento, pero espero que todo pase pronto. No lo soporto. Pero al menos le he dejado las cosas bien claras a la tonta de Cinthia. Nadie se mete con mí mejor amiga ni con mi hermano.

♥♥♥

¡Hola! Este capítulo ha estado más largo de lo normal, a mi parecer. Yo quería subir antes, pero los comentarios se tardaron demasiado y bueno, no me quedó más remedio que subir hoy. Aparentemente la novela no acabará antes de año nuevo como quería lograr, pero bueno, no importa. Espero que tengan unos días muy bonitos. No olviden, +8 comentarios para que vuelva a publicar. Ah, ¡Feliz navidad! ¡Las quiero!