27 de julio de 2014

Capítulo 49 -Por un capricho.



Me desesperaba el no saber que más hacer. Y aún más que el me viera de esta forma sin tener idea de lo que estaba sucediendo. Todo en mí era bastante idiota. Mi dignidad se iba por la borda. 


- ¿Pero qué es lo que pasa? ¡Habla hija!–sabía que no me gritaba por enojo, pero me dolía lo que yo misma provocaba- Me estás asustando –levanto la cara a duras penas y se gira hacia Michelle- ¿Qué sucede? ¿han peleado? –noté que su voz no iba con demasiada dulzura hacia a ella y no podía permitir que ambas saliéramos mal cuando solo debía ser yo.


Pero además, yo tenía más que claro que su susto no era más grande que el mío. Y podía apostar por eso en ese mismo momento. Todos los millones de mundo.


- No la metas en esto –mi voz se escuchó pésimo y me sorprendí- No es con ella. No ha pasado nada entre nosotras. Ella… intenta ayudar.

- ¿Ayudar qué? –preguntó exaltado- ¿Qué mierdas está pasando aquí? Michelle salió de la casa muy bien. Tú en la escuela. La bebé durmiendo. No la dejé por más de diez minutos aquí y me encuentro con esto al llegar –realmente estaba comenzando a alterarse- ¿Y si me dicen de una vez?


Miro fijamente a Michelle, tratando de ignorar que así podrían ver perfectamente mis ojos horribles y mi cara roja. Se encuentra cabizbaja y pude darme cuenta de que ella no se sentía bien ni victoriosa por haberme pillado. Simplemente actuaba como una madre lo haría por su hija. El no serlo directamente de sangre, era lo de menos. 


Yo solo estaba retrasando la verdad, y eso no me llevaba a ningún lado. Era un hecho que no me pararía de este sofá sin desahogar todo lo que había tenido guardado: La culpa, el remordimiento, el temor, la traición. No exagero. Me sentía como una caca de perro pisada por un tipo de zapato enorme. 


- Tengo novio –solté lo más rápidamente posible. 


El silencio reinó en el lugar. Podía meterme en la cabeza de papá, metafóricamente, analizando esas dos cortas palabras. Sin embargo, me quedé impresionada con la respuesta que obtuve a cambio, al cabo de un minuto.


- Bueno, __. Eso tarde o temprano iba a pasar –suspiró, sin nada de gusto, pero queriendo parecer comprensivo- ¿Quién es?


Me quedé callada. Y él esperó, no por mucho.


- __, ¿quién es? ¿Es mayor que tú? Y su nombre, por dios –su insistencia comenzó, pero no podía culparlo.

- No te enojes –bacilé, volviendo a llorar.

- ¿Con quién estás? –volvió a preguntar firmemente. Poniéndose tenso- ¿Con ese chico Justin?


Sentí el desagrado en su voz, pero una pizca de burla, como tirándolo en broma. Eso no duraría mucho. Él realmente creía que no sería posible. Me maldije a mi misma por hacerle creer tan insistentemente que nada ocurría entre nosotros.


- Es Justin, sí –asentí con la cabeza. Demonios.


Me preparé para su furia. Levanté la mirada y su rostro parecía desfigurado y casi irreconocible. Y por eso, me preparé aún más. Los gritos, los regaños, no tardarían en aparecer.


- Maldita mierda, hija –se pasó la mano por su cabello, sin poder creerlo- ¿Él? ¿Estás hablando enserio? –preguntó casi en un susurro, y entonces gritó- ¡Te dije que no te metieras con él! ¡Te lo dije! -fue tan fuerte que salté y hasta Michelle lo hizo. Bastó para seguir llorando, ahora frenéticamente- ¡Fueron tantas veces que perdí la cuenta! ¿Me mentiste? ¡Te creí!

- ¡No es cierto! ¡No me creías, siempre dudabas! –grité en respuesta.

- ¿Entonces por qué carajo seguías esforzándote por convencerme? ¿Te sientes mejor, recordando que querías agrandar aún más la mentira? ¿Y por cuando jodido tiempo han estado besuqueándose?


Lo del besuqueo me cayó mal. Pero lo demás, puedo decir, lo reconocía, dentro de mí. Pero no me atreví a decirlo. Me odiaba.


- Dos meses –y ahora me odiaba aún más, por mentir sobre la cantidad de tiempo- Solo dos meses –vaya, remate.

- ¿Segura que solo dos meses? –olvidaba que papá era testarudo y tenía un maldito don de saber qué es cierto y qué no lo es- Puedo sentir que estás mintiéndome. 


Me quedé callada y rodé los ojos, pero no lo notó.


- Él es buena persona, ha hecho mucho por mí, papá.

- ¿Mucho por ti? ¿qué cosas ha hecho por ti? –su risa sínica se apoderó de él por un segundo- ¡Tú lo quieres por lo que ha hecho por ti, solo es compasión! Ni siquiera sé si es cierto eso de lo que ha hecho, ¡pero no es amor, __! ¡Son cosas distintas!

- ¡Yo quiero estar con él, papá! ¡No es la estúpida compasión! –ahora ya no tenía pena, me sentía cabreada por la poca comprensión que él tenía.


Siempre los adultos están quejándose y diciendo que los adolescentes somos aún niños y que no podemos amar a alguien. Todo el tiempo se escucha el “Cuando seas grande, entenderás” y se olvidan de que también tuvieron nuestra edad, ¡me jodía!


- ¡No lo quieres, entiéndelo! ¡Yo te dije que te buscaras alguien mejor, joder! –ahora gritaba más- ¡A un hombre! ¡Un hombre que te cuide, que sea responsable! ¡Aún son unos niños! ¿Qué crees que pasará si te deja embarazada? Adiós puta juventud, adiós salidas, adiós vida loca, y adiós a él, ¿sabes por qué también le dirás adiós a él? Porque te va a dejar. Va a irse con otra y tú tendrás que criar al bebé, sola. Luego dejarás la escuela y trabajarás de niñera con una mierda de sueldo, ¿acaso eso quieres?


No, por dios, ¿cómo querría eso? Y odiaba que utilizara a las mujeres que son niñeras, como poniéndolas en menos. Son personas que se ganan la vida haciendo lo que pueden, además de que cuidar bebés no es nada fácil. No andan robando. Que él las viera como poca cosa era horrible. Pero también, por un lado, sentí que solo quería poner un ejemplo. Él quería que yo fuera mucho más mejor. Que saliera adelante.


- No –respondí sin más.

- ¿Entonces? –gritó de nuevo.

- ¡Que no voy a quedar embarazada! ¡No por estar con alguien significará que todo está asegurado, quizás ni siquiera me case con él! –reconocí, nadie sabe su destino, ni aunque lo desee- ¡Tienes que dejarme tener la edad que tengo! ¡Darme más libertad, no conozco nada del mundo! ¡Ni siquiera me sé el nombre de las calles del barrio!

- ¿Cómo quieres que te deje hacerlo? Me descuido por un tiempo y luego resulta que ya estás con alguien y yo no lo sabía. ¡No sabía lo que estaba sucediendo en la vida de mi hija, hasta ahora!

- ¡Tenía miedo, papá! ¡Tú me das miedo! Antes me decías que si yo llegaba a quedar embarazada a temprana edad me echarías de casa, y que si llegaba a tener un novio que no aprobaras me alejarías, costara lo que costara. ¡Incluso hubo una vez en que amenazaste con llevarme a un internado!


Michelle abrió los ojos como platos. Definitivamente no se lo había esperado, pero tenía derecho a enterarse. Y no temí en decirlo, porque sabía que ellos seguirían juntos. Después de todo, sé que se aman. Quizás tanto como yo amo a Justin. O más. 


- __, eso del internado no era cierto, cuando uno se enoja dice cosas estúpidas. Pero sigo sin entender, ¿no tienes cabeza? ¡Creí que eras más inteligente! ¡Esperé más de ti!

- ¡Joder, papá! ¡Basta! –le grité furiosa.

- ¡No, tienes que entend…! 

- ¡__(tu papá)! –la voz de Michelle nos interrumpió de sorpresa y ambos la miramos, atónitos- Tú y yo también estuvimos escondidos, ¿se te olvidó?


La cara de papá casi se cayó al piso, pero la mía realmente se cayó. No tenía idea de eso, jamás supe historias de sus romances. Bueno, sí, pero nunca me contó la de él y Michelle. 


- Cuando yo tenía dieciséis y tú tenías veinticuatro, nos escondimos de mi madre y de mi padre por bastante tiempo, ¡tú sabes lo que se siente!

- Cariño, eso no es lo mismo, ¡no puedes compararlo! –se negó.

- __ tiene la misma edad que tenía yo cuando nos conocimos –sentí que ella me defendía, y se sintió tan, pero tan bien. Entonces, se dirigió hacia mí- Tu padre y yo estuvimos juntos a esa edad. Luego de un tiempo, todo acabó. Y nos encontramos hace cinco años y volvimos a estar juntos, y entonces nos casamos hace poco, pero tú eso ya lo sabes, __.


Asentí, aún tratando de asimilar todo, y no entendía, ¿por qué si ellos pasaron por eso, me lo están negando a mí? ¿Con qué cara?


- ¿Y yo qué? –pregunté- ¿No puedo hacer lo mismo?

- No, no puedes. No quiero que vuelvas a ver a ese chico –habló bajo, pero muy seguro de sí mismo.

- Si se lo niegas, será peor –dijo Michelle- No creo que __ deje de verlo solo porque tú se lo ordenas. Lo hará de todas formas –hubo un silencio, ambos me miraban y supe que esperaban una respuesta de mi parte- ¿verdad?


De eso no tenía dudas. Asentí con la cabeza, sin mirarlos, pero estaba completamente segura de que lo haría y eso nadie me lo haría cambiar.


- Sí. 


Estuvimos discutiendo y gritándonos por varios minutos más, y ninguno hacía cambiar de parecer al otro, y yo ya estaba cansada, mi cuerpo se adormecía y quería tirarme en la cama a llorar y dormir. No quería seguir ahí.


- ¿Saben? Hagan la mierda que quieran. Desde ahora Michelle, tú te vas a ocupar de ella. ¡No quiero nada que tenga que ver con __! Nunca voy a perdonar esto. Que haga lo que quiera. Yo me rindo.


Y eso me rompió el corazón. Se giró sobre sus talones, se fue hacia las escaleras y subió al segundo piso. Cerró la puerta de un portazo. La bebé debía estar en mi habitación durmiendo, porque no se despertó con los gritos. Y yo, a pesar de que no estuviera ahí, seguí llorando. Y de repente agradecí al cielo no haberle dicho que Justin ahora trabajaba en mi misma escuela. Odiaba seguir mintiéndole, pero ahorraría problemas. No era necesario que se enterara. Eso pensé, al menos.


Cuando sentí un brazo sobre mi hombro, lloré aún más. No podía creer que siguiera aquí, a mi lado, siendo que le mentí y me gané la confianza completa de su parte. Ni siquiera mi verdadera madre se dedicó a cuidarme, pero ella actúa como una. Jamás me ha significado el hecho de no tener una verdadera, de que me haya abandonado en los brazos de papá, pero agradecía al cielo tenerla a ella. Incluso a veces me daban ganas de decirle Mamá, pero no tenía las agallas. 


- Lo siento tanto, Michelle –ella me entregó un pañuelo suave y me soné- Yo no quería que tú también salieras con problemas con él , de verdad. Puedo jurarte esto, y no te miento, ¡enserio!

- Tranquila, __ -me acarició- Sabes como es tu padre. Se le va a pasar. Solo necesita tiempo para entender todo y aceptar las cosas como son –asentí, intentando creerle, y tener confianza sobre ella, tanto como ella la tuvo por mí- Pero esta debe ser la última mentira, por favor, no lo repitas, ¿de acuerdo? Y ahora límpiate la cara, porque estás horrorosa –se echó a reír- Ese chico, Justin, seguramente saldría corriendo por esa puerta de verte así.


Y me reí con ella, fue como un milagro. El día en que menos espero sonreír, ella lo logra con algo como eso. Era increíble. Una increíble persona.


- Gracias, Michelle. Por todo –agradecí temerosa. No podía decirlo más enserio.

- De nada, cariño –la miré y tenía una sonrisa tan diminuta y dulce, sé que significaba mucho para ella oírme decirlo- Y por cierto, estás castigada –se puso seria y se paró del sofá- No hay Internet, ni llamadas, ni televisión. Estoy segura de que a tu padre se le olvidó decírtelo, y que está ahora mismo en la habitación enojado con él mismo por no gritártelo. 

- Tienes razón, debe estar haciéndolo –era cierto. 


Michelle se fue a la cocina, a lavar los platos. Fui a buscar mi almuerzo y subí las escaleras y me adentré en mi habitación lo más rápido que pude. 


Lo primero que miré fue la hermosa cabeza de Romano. Ronroneó al instante, apenas mi vio. Y una ola de alegría vino hacia mí. Él podía provocar tanto en mí, que no podía creerlo. Sin él, estaría perdida.


No me enorgullezco de decir que seguí llorando por horas seguidas. Pero al menos tenía a mi mejor amigo a mi lado. Es un gato, lo sé. Pero no un simple gato. Él es mío. Es mi niño, mi bebé, mi ángel de la guarda. Tiene un gran trozo de mi corazón. Y no podía imaginar el no tenerlo cerca. Y tampoco quería. Pero podía sentir su intento por hacerme estar mejor. Se paseaba sobre mis piernas, queriendo tener mi mano acariciando su pelaje, y decía
miau continuamente, mirando mis ojos. Y créanme, lo lograba, porque dejé de llorar gracias a él. Sus patitas estaban apoyadas en el colchón. Su cabeza reposaba en mi hombro y ahora se encontraba durmiendo plácidamente. Verlo tan tranquilo y en paz, me hizo mi día, a pesar de que tuve una tarde de solamente mierda. Pero él hacía la diferencia. Y sentía que no necesitaba nada más. Solo a él, ahí conmigo. 

     ___________

¡Hola! Les he subido pronto, ya lo ven. Y ojalas les guste.
No sale Justin, y pido disculpas por eso. 
Pero ya saben, es solo por este.
Besotes y comenten y voten muuucho.
¡Chaolín!



24 de julio de 2014

Capítulo 48 -Por un capricho.



Todos en la clase estaban impresionados. Un poco más y la mandíbula se les caía al piso. Tenía ganas de pasar por en frente de cada uno y cerrarles la boca de manera burlona. No me atrevería, por supuesto. Pero deseaba hacerlo.

- ¡Sorpresa nivel dios! –exclamó el profesor, asustándome- Señorita __, usted debe tener al menos un agradecimiento para este joven. La ha elegido a usted, entre todas –dicho eso, dirigió su mirada a mi ardiente novio- Justin Bieber, cada vez es más digno de mi admiración. Podría darle una medalla, pero no gastaría mi valioso dinero en ello –volvió a dirigir su mirada hacia mí- Señorita __, el gracias por favor. Los modales son esenciales en mi clase.
- Ahm… –me aclaré la garganta, roja como un tomate.
- No, que no agradezca –interrumpió mi novio- Una dama no agradece un halago que no solicita.

El silencio reinó en el salón. Todos estaban, aparentemente, aturdidos por lo que había dicho Justin. Pero yo lo comprendí. Es más, lo comprendí perfectamente. Dirigí mi mirada hacia Sam y Roy, que yacían dormidos con las babas colgando.

Flashback.
Cuando llegó la hora de comer, todos nos fuimos a sentar. Todo estaba perfectamente ordenado. Los cubiertos, las copas y los platos brillaban de lo limpios e impecables. De verdad que se había tomado un trabajo muy duro en hacer todo esto. Me senté en frente de Dakota y Sam. Todos guardamos silencio y papá hizo un brindis y a continuación todos aplaudimos. Me hacía muy feliz ver esa sonrisa en su cara. Si él estaba feliz con ella, yo lo estaba y nada más importaba.

Luego vinieron unas palabras de un amigo del trabajo de papá. Yo no lo conocía. Tenía las intenciones de escuchar todo el discurso pero me aburrí, así que cogí mi móvil y entré a Facebook. Escribí un estado y subí una foto que había sacado en mi habitación al ponerme el vestido. A los minutos ya tenía comentarios de algunos amigos diciéndome lo bien que me veía. Yo siempre los dejaba ahí, sin poner like o decir siquiera un "gracias". No sé, no prestaba mucha atención a ese tipo de cosas. Si me gustan mis fotos, las subo. Eso.
FinFlashback.

Él sabía que a mi no me gustaba agradecer cuando me decían algo bonito. Pero yo a él siempre se lo agradezco, porque no es cualquier persona, es mi novio, y se merece toda la cortesía del mundo. Sin embargo, él no olvidó que para todos los presentes,  nosotros éramos unos completos desconocidos. No dejó que yo hiciera algo que no me gusta estando en otro papel.

- Bueno –la voz del profesor se hizo sonar, de repente- No pensaré que es un demente, a pesar de que lo pienso, porque algo me dice que tiene una razón para decir tal cosa. Así que muchas gracias por compartir parte de su tiempo con nosotros, joven Bieber. Ha hecho feliz a bastantes alumnas hoy –se rió él y luego al terminar, aclaró su garganta-  Que tenga un buen día.
- Y usted también, Don Juan.

Justin hizo un gesto de marinero con la mano y se dio vuelta para salir por la puerta, no sin antes darme una hermosa mirada. Sonreí para mis adentros, no podía ser tan obvia. Recibí la mirada de algunas chicas y la de Jackson. Él no es una chica, pero igual. Fue entonces cuando me di cuenta de la cara melancólica y molesta que tenía. Dirigí mi mirada hacia el frente para no tener que lidiar con eso. No me gustaba.

El día siguió pasando, como siempre. Estuve con Sam y Roy durante los siguientes recesos. Y cuando estaba por tocar el timbre para ir a casa, recibí un mensaje de Justin diciéndome que lo esperara en la misma calle en la que me deja ciertas veces. Me emocioné. Quería que llegara el momento, ansiosamente.

- Hola –lo saludé inocente al ya estar cerca de su auto. Me esperaba de pie, en la puerta. Me puse en puntillas y besé sus labios. Él correspondió al instante.
- ¿Cómo está la más guapísima de toda la escuela? –me reí ante lo que dijo y él también.
- No sé como lo hiciste –sinceré sin quitar mi sonrisa- No me lo imaginé.
- Deberías. Soy capaz de muchas cosas –una sonrisa coqueta se le formó- Muchas, muchas. Muuuchas.
- Deberías mostrarme –coqueteé también.
- Demonios, sí. En cuanto tenga la oportunidad, créeme –me abrazó por la cintura y antes de que pudiera besarme, me lancé encima y lo besé yo.

Puedo decir que fue un beso demasiado feroz. Tenía una inmensa necesidad de sentir sus labios, de abrazarlo, de decirle lo mucho que lo amaba y de morderlo por todo su delicioso cuerpo. Me aferré con más fuerza a él y ninguno de los dos hacía algo por parar. Lo disfrutaba, y sentir que él estaba igual que yo, me hacía estremecer. Somos novios, podemos hacer lo que sea que queramos.

De pronto sentí incomodidad. Un mal presentimiento. A pesar de no ser correcto, abrí uno de mis ojos y miré, por las dudas. Estreché la mirada. Una silueta que no se distinguía bien, estaba en la esquina de la izquierda. Decidí no darle importancia, cualquier persona podría pararse en una esquina. Decido fijarme bien una vez más. Dejo de besar a Justin y lo alejo lentamente de mí. El corazón me golpea y mi cuerpo se acalora. Mis manos tiemblan y al mismo tiempo sudan. Oh, no. Maldita sea, no. ¡No!

Se encuentra mirándome fijamente. Lo sé. Me reconoció. Posiblemente el momento más horrible que podría pasar, específicamente hoy. Miro a Justin, con ganas de llorar. Él me mira extrañado, y decide mirar a donde yo lo acababa de hacer. Sus ojos se agrandan y de un momento a otro, su piel se vuelve pálida. Luego vuelve hacia mí. Ambos nos miramos con pánico. Pero esa silueta que ahora ya los dos reconocimos, no se mueve. No queda otra opción que caminar directo hacia allí.

Mientras avanzo, me siento patética. Siento rabia, dolor, tristeza. De todo lo que no es bueno ni bonito. La incertidumbre me carcome y no sé que pasará. Aunque es más probable que desde este momento, ya no pase nada más con él.

- ¿Cómo pudiste? -me mira con tanto enojo y decepción que no puedo hacer más que bajar la mirada- Dijiste que no tenían nada. ¡Lo juraste! 

El alza de su voz me hace querer salir corriendo. No podía creerlo. No debía enterarse así. Se suponía que lo haría en el momento correcto. Se suponía que todo saldría como Justin y yo lo habíamos planeado, ¡eso debía pasar!

- Lo siento, Michelle –intento no tartamudear, y trato de no llorar- De verdad lo siento. 
- No, no lo sientes –se niega a comprender- Tú aseguraste que nada pasaba. Siempre lo hiciste. Ambos lo hicieron –nos apunta- ¡Le hice creer a tu padre que no tenían nada! –grita- ¡Yo más que nadie confié en ti y te defendí de él! 

No sabía qué decirle. Y sabía que Justin tampoco. Él parecía una estatua. Y yo sentía que cada parte de mí se rompía y caía al suelo. Era primera vez que me daba cuenta de que la idea que se nos ocurrió de ocultarnos no había valido nada. Nada.

- ¿No dirás nada? –preguntó sin perder su postura- ¿Te vas a quedar callada? Eres mentirosa. Los dos lo son. Pero sobretodo tú, __. Rompiste nuestra confianza. Sobretodo la mía. Yo confié más en ti que tu padre, y lo sabes.

Ella lo sabía, no iba a atreverme a decir nada. Y lo más irónico era que todo lo que ella decía era la verdad. Mentí. Gané su confianza y los traicioné. Y además de eso, soy una completa cobarde. Y trataba de guardar mis lágrimas con toda mi fuerza, pero se me hacía tan difícil.

- Hoy mismo le dirás sobre esto, apenas llegues a la casa. Todo se lo vas a decir –el solo pensarlo me hacía retorcer- Y lo lamento, pero si todo con este muchacho termina aquí, no será mi culpa. Simplemente tendrás que aceptarlo –eso lo sabía- Ya camina.

Michelle se gira y avanza. Me preparo para caminar y doy un paso, sin siquiera mirar a Justin. Él da un paso al mismo tiempo, pero Michelle lo frena.

- Tú no, Justin. Vete a tu casa. Déjala hasta aquí.

Me atrevo a mirar por un momento a mi novio, o ex-novio, no lo sé, la verdad. Y lo veo tan destrozado. Tan pálido, tan confundido. Era como si no estuviera aquí emocionalmente. Estaba perdido. Pero luego logró llevar sus ojos hacia mí y pude ver la agonía en ellos. No pude mirarlo más. Y no tuve más opción que caminar tras Michelle.

Mientras íbamos a casa, no sabía qué pensar. ¿Todo acabaría aquí? ¿Ya no podría verlo más? ¿Qué iba a pasar? ¿Cómo reaccionaría papá? El miedo me consumía poco a poco y cada vez más rápido. Los segundos pasaban y yo acumulaba muchas más preguntas sin respuesta en mi cabeza. Quería llorar, pero al mismo tiempo, no quería. Pensaba en cómo convencer a Michelle de no obligarme a contar la verdad, pero no me escucharía, menos después de enterarse de esta forma.

- Michelle, yo… -traté de mantener mi voz bien- No quería. No sabía que…
- No, __ -me interrumpió sin voltear y sin dejar de caminar- Tú juraste que no había nada. Lo juraste. No sé como pudiste mentir.
- No quería, ¿está bien? –le dije demostrando desesperación- ¡Tenía miedo! Tú y papá me presionaban, ¡no supe qué hacer!
- ¡Sabías lo que tenías que hacer __! ¡Debías decir la verdad! –dos hombres iban pasando cerca de nosotras, concientes de nuestra discusión, pero no me importó.
- ¿Cómo podría haberlo hecho? Papá me habría alejado de él. Pudo cambiarme de escuela, cancelar mis salidas, mis amigas, y… -paré al momento de darme cuenta de que yo ya no tenía amigas- Habría obligado a que rompiéramos. ¡Y yo no quería eso! 
- ¿Y preferiste mentir por meses antes de enfrentarnos? –dijo aún con más enojo- Eso es de cobardes, lo sabes. ¿Acaso eso es lo que tu padre te ha enseñado?

No. Tenía razón. Lo que más el me enseñaba era que no debía engañarlo, ni andar por la vida creando toda una farsa. Ser responsable y buena hija. Pero él siempre me ha mantenido sobreprotegida, aún sabiendo que ya no soy una niña.

- No, no es. Pero tú no entiendes, ¡no lo haces! –caminé más rápido para alcanzar su paso. Jamás me di cuenta de lo rápido que caminaba, sin contar que antes estuvo embarazada- ¿Jamás pasaste por algo como esto?
- Vamos a hablar en casa. Sé que no soy tu madre, pero me he preocupado por ti desde que entré en la vida de tu padre. Eres una hija para mí. Me has decepcionado. No lo esperé de ti, ¡yo fui la que deposité todo en ti! ¡En cierto modo te ayudé a que continuaras con la falsa historia de solo amistad!

Y no me atreví a contestar. Me daba coraje que tuviera tanta razón. Y no quería pelear más con ella. No quería decepcionarla aún más. Y sabía que algo peor esperaba en casa. Esto no era nada con lo que me imaginaba.

El tiempo pasó tan rápido, que ni supe cuando ya estábamos en la puerta de la casa. Mi corazón iba a salir por mi garganta. Michelle buscó a papá por la casa, pero él no estaba. Me tiré en el sofá y no pude más. Tapé mi cara con las manos y me eché a llorar en silencio. Estaba aterrada, como nunca antes lo había estado. 

Michelle paseaba por la casa haciendo los deberes usuales del aseo, y mantenía una expresión tan dura y fría, que la desconocí. No era la mujer que estaba acostumbrada a ver. Nos llevábamos bien, pero verla de esta forma me hacía temblar. Y no me atrevía a hacerlo más de unos segundos. No lo soportaba.

En el momento en que papá cruzó la puerta trayendo una bolsa de comestibles, me sequé rápidamente los ojos. Él me miró más o menos sonriente, pero luego pudo ver mis ojos hinchados y rojos. Su sonrisa se desvaneció.

- ¿Pasó algo? –avanzó hacia mí y depositó un beso en mi frente. Luego se giró y fue hacia Michelle, que ahora se encontraba en la cocina.

Cuando ambos salieron de ahí, sentía la mirada femenina sobre mí. Sabía que ella estaba esperando que acabara con todo de una vez. Y yo sabía que era lo correcto. Pero, ¿Cómo diablos empezar? 

Verás, papá, aquí un resumen. ¿Recuerdas cuando fue tu fiesta de matrimonio en el local y yo fui por un baño público? Pues, entré a casa de Justin, el tipo que ni conocía, y fui a mear a su baño. Lo vi en boxers y salí corriendo. Olvidé mi celular y por eso no te cogía la llamada. Fui a buscarlo a su casa, y olvidé las llaves. Luego me quedé a dormir con él por varios días, fui a la fiesta de su gran amigo Víctor, una chica me llamó pequeña zorra y al devolvernos por poco nos atropella un auto. Confesó querer violarme en el capó de su auto. Tuve momentos malditamente calientes con él y también me fui de pinta por primera vez. Y oh, lo olvidaba. Tuvimos sexo desenfrenado, también. Y me gustó.

- Tengo que hablar contigo –solté de una vez.
- ¿Está todo bien?

Me quedé callada y negué con la cabeza. Bajé la mirada, tratando de no volver a llorar. No sabía como comportarme frente a él en ese preciso instante.

- Habla, __. Dilo –de inmediato se puso insistente.
- Por favor, no te enojes conmigo –chillé y no aguanté, ya era tarde. Las lágrimas volvían a caer por mis mejillas, esta vez, frente a él.

                                                           
____________

Mil disculpas por la tardanza. Perdonaaarme, ¿vale?
Las amo así enormemente. Se merecen lo mejor.
Gracias por no abandonarme, ¡enserio!
Besitos a todas. 
¡Subiré luego!


27 de junio de 2014

Capítulo 47 -Por un capricho.



Abrí la puerta de la casa con algo de problemas. Al parecer mi llave se había torcido, quién sabe por qué, así que costaba que pudiera servir para la cerradura. Al ya estar dentro tiré mi bolso a la mesa de centro. Me quité mi bufanda y mi abrigo, preparada para lanzarme al suave cojín del sofá. Pero justo tal belleza se cruzó por mi camino, sentándose en donde tenía pensado. Sonreí animada, más de lo que ya estaba.

- ¡Romano! –chillé­- Mi niñito, ¿cómo está? –le pregunté acariciando su cabeza. Él ronroneaba- ¿le dieron su comida? ¿lo cuidaron bien? Aw, cosita –me acerqué a él y toqué su pequeña y húmeda nariz rosada con la mía- Tan pechocho que me salió, coti coti coti. Miau, miau. Sí mi vida también te amo.

En eso noto la presencia de papá y Michelle, sentados en la mesa del comedor, mirándome. Sonreí de lado.

- Hola –saludé con la mano. 
- ¿Así nos saludas? –preguntó papá, anonadado- Llegas y prácticamente le recitas un poema a tu mugroso gato, pero a nosotros nos haces un miserable gesto. Debe de ser una broma. Típico de adolescentes. 

Iba a responder con algo en mi defensa, pero justo habló Michelle.

- Déjala, cariño. Acaba de llegar –le pidió Michelle. Bendita sea ella.
- Es solo que no la entiendo. Los niños de hoy son tan extraños. No sé qué les pasa. ¿Crees que estén en la edad del pavo?
- Vaya, no lo había pensado de esa manera –se echó a reír- Tal vez lo esté, después de todo. Es normal. 

Rodé los ojos sin quitar la sonrisa de mi rostro, y avancé a las escaleras. Cuando por fin estuve en mi habitación, me tiré a la cama. Miré el techo y no podía creer lo feliz que me sentía. La tarde con Justin había sido perfecta, y lo mejor de todo es que mi papá no me había detenido para hacer preguntas. Estuve aproximadamente unos quince minutos pensando sin moverme de ahí, hasta que la voz de Michelle sonó desde abajo, pidiéndome que fuese a almorzar. A pesar de que no tenía apetito, obedecí. 

                                                        +++

Abrí los ojos con dificultad. Deseaba que no fueran las siete. Pero miré la hora en mi celular y eran las 06:55am. No quería tener que levantarme para ir a la escuela. Comenzaba a hartarme de tener que ir a ese lugar. Y por un momento consideré decirle a papá sobre volver a tomar clases en casa. Aún así, no podía hacer nada en el momento, por lo que no tuve más opción que reposar durante cinco minutos más y luchar contra mis párpados para que se mantuvieran abiertos y la molestia se fuera. El tiempo pasó tan rápido que ni me di cuenta cuando ya era hora. Michelle abrió mi puerta.

- ___, es hora –habló un poco alto, creyendo que seguía dormida. 
- Lo sé. Estoy despierta –avisé sin ánimos.
- Bien. Esperaré abajo. Levántate ya, no vayas a llegar tarde –no me dejó responder y ya había desaparecido. 

Al cabo de unos segundos me incorporé y me levanté. Diría que deseaba a más no poder que fuera un buen día. Que valiera la pena. Ya había pasado una semana desde que Justin empezó a trabajar en donde estudio, y afortunadamente aún no pasaba nada indeseado. Me refiero a, ya saben, chicas entrometidas a las que no les importa dañar las relaciones. Era algo que había que agradecer. Incluso de lo soñolienta que estaba, me imaginé  a mi misma agradeciéndoles con la mano a cada una de las chicas de la escuela, y reí por lo estúpido que sería. Era solo un pensamiento de broma, claro. 

Cuando terminé de desayunar me fui a duras penas a la cárcel. Me iba a pie. Justin ya no podía llevarme. Si me vieran aparecer ahí con él, lo más seguro es que se armaría un inmenso lío. Pero admito que la calefacción del auto sería ideal, puesto que hace un frío que te congela la sangre. 

Las horas pasaron rápido en la escuela. Ya eran las 11:15am, y no había visto a Justin en toda la mañana. El clima afuera estaba bonito y soleado. El timbre tocó y me fui al salón de Taller de Lenguaje. Unos rayos de sol atravesaban los ventanales. El profesor solía ser un tanto asfixiante. Siempre gastando bromas de mal gusto que para algunos eran graciosas, pero a mí no me causaban ni la más mínima gracia. Solo a veces lograba reírme. Es que no siempre lo entendía. 

Me senté en la fila que daba a la puerta, por el cuarto pupitre. Ya habíamos unos cuatro estudiantes dentro y el profesor aún no llegaba.
Un chico se tropezó en la entrada.

- ¡Oh, vaya! –hablando de roma, era el profesor y se puso a reír- ¿Te has tropezado? –le preguntó al chico que yacía en el piso- ¡Que lástima! Deja, te ayudaré –extendió su mano para ayudarlo a pararse y cuando él la iba a recibir, se la arrebató- ¡Iluso! Ya para tu mugroso cuerpo y ándate a sentar, Hipoglós. Obstruyes mi paso. 

No pude evitar reír. ¿Hipoglós? La crema que usa Michelle en la bebé para evitar que la piel se le irrite. Es toda pegajosa y resbalosa. Entendí lo que quiso decir. Había sido algo que ver. Suelo reírme de cosas tontas.
El pobre tipo se levantó avergonzado y se sentó por los últimos lugares de la fila de la ventana. Tragué el resto de mi risa y me tranquilicé. como de costumbre. Y cuando el resto de la clase llegó, todos nos quedamos en silencio. Dakota hoy no había venido. A pesar de no seguir como antes, seguía preocupándome por ella.

- Bien –empezó a hablar en frente- He escrito en la pizarra lo que es para hoy. Haremos lectura comprensiva de la página 120 a la 123 y contestarán las preguntas de la 124, referente al texto. Recuerden que a final de semestre el promedio que obtengan se irá a la verdadera asignatura de lenguaje en coeficiente dos. Después de todo, esto solo es un taller, pero eso no quiere decir que le resten importancia –asintió a la clase y dio un fuerte aplauso- Y bueno, pónganse a trabajar.

Dicho eso, se dio la vuelta y se sentó en su escritorio, para ponerse a escribir en su notebook. Yo estuve haciendo mi tarea durante algunos minutos hasta que me nombraron. Estaba pasando lista. Ni siquiera me había dado cuenta.

- Oh –me paré del asiento algo confundida todavía- Presente, profesor.

Y me senté. Si había algo que él no tolerara es que nos quedáramos sentados cuando pasaba la estúpida lista. Oh, y sólo para sentirse con autoridad le gustaba que lo hiciéramos. Él mismo nos lo había dicho.
Justo en ese momento tocaron la puerta.

- Adelante –permitió el profesor, sin siquiera mirar para ver quien era. 

Casi al instante,  un chico aparentemente rubio o no sé, se asomó por ella. Solo lo vi de perfil y regresé la vista a mi cuaderno. Pero casi me da un paro cardiaco al levantar la mirada por las dudas y darme cuenta de quien era. Mi novio. Justin. Mi chico del baño. Santo dios, y vaya que se veía guapísimo. En realidad llevaba la ropa que solía usar para el aseo, pero igual.

- Buenos días, Don Juan –le saludó el chico que amo con bastante educación, logrando llamar la atención del gran hombre del escritorio- Vine a buscar un tarro que se quedó aquí, y de paso sacar la basura. Si me permite –maldita sea, se oía tan sexy con ese tono de voz. Creí derretirme.
- Por supuesto, no hay ningún problema, joven –asintió con mucha gentileza. 
- Gracias.

No había ni un solo movimiento ni sonido en el lugar. Captando la mirada de todos, y sobretodo de las chicas, pasó por en medio del salón, sin siquiera inmutarse. Algunas se arreglaban un poco el cabello y hacían caras coquetas, pero él no las miró. Parecía buscar algo. No se tardó nada y sus ojos se posaron en mí. Sonrió ampliamente, pero sin que llegara a ser tan obvio a quien le sonreía. Casi lloré de la alegría. No lo haría, por supuesto. Él se había dado el tiempo de encontrarme precisamente a mí, y no tomó atención a nada más. 

Tomó el ahora bendito tarro y una bolsa de basura pequeña, que aparentemente solo tenía papeles, y caminó de vuelta por donde vino. Asintió despidiéndose de la autoridad, y justo cuando iba a salir por la puerta, el profesor se paró del escritorio.

- Hey, pequeño saltamontes –llamó a Justin. Era obvio que le pondría algún apodo- No te he conocido todavía –puso su gran trasero sobre la mesa, sentándose allí- ¿te molestaría charlar un rato?
- No, claro que no –pareció sorprenderse, seguramente era el primer maestro que le pedía hablar- Yo gustoso.
- Perfecto. ¿Cuál es tu nombre?
- Justin Bieber –respondió mi novio, pasándose la mano por el cabello. 

Las chicas se emocionaron, felices de por fin conocer el nombre del chico de sus sueños. Tendría que haber sentido celos, pero estaba demasiado ocupada admirando su belleza, que era toda mía

- Joven Bieber, ¿puedo preguntarle su edad?
- Diecinueve años, Señor. Todo un macho que se respeta –bromeó golpeando su pecho y haciendo un signo de paz.

La clase entera rió. A pesar de ser muy simple, se habían reído. No sé si por que en realidad fue para casi mearse de la risa o porque el aire de superestrella atractiva lograba causar ese efecto. De todas formas, él era perfecto. Y hasta yo había reído. Incluso el profesor. Fue cuando me di cuenta de que Justin se extrañó. Miraba como vicho raro al salón, creyendo que estaban locos. Supe que no le agradó mucho toda la atención. Él era serio y tal vez pensó que su broma pasaría desapercibida, pero no. 

- ¿Y que hace trabajando en un lugar como este? Digo, seguramente ya terminó sus estudios. ¿ No va a la universidad? Alguien con su apariencia jamás estaría haciendo esto –no se lo dijo de mala forma, más bien, lo halagó.
- De hecho planeo ir algún día a la universidad. Pero mientras preferí trabajar en algo humilde. No soy de los que ven en menos los tipos de empleos. Estoy bastante conforme con estar aquí. 
- Sorprendente, se está ganando mi admiración –tenerla de este profesor era algo casi imposible.
- Eso suena bien –rió, embriagando mis oídos.

En eso el chico del tropezón comenzó a charlar con el compañero de atrás, a un tono lo suficientemente alto como para que molestara.

- ¡Eh, hipoglós! Cierra el pico –le ordenó el hombre bruscamente. Inmediatamente lo hizo voltear y todo estuvo en silencio de nuevo- Ahora, volviendo al tema, señor Bieber, ¿cuál es su razón para quedarse? ¿ha encontrado algún motivo? En la escuela tenemos un montón de jovencitas hermosas –se giró hacia los estudiantes- Como Trina, o Sandra, también Brenda –las apuntó con el dedo y ellas casi brincaron de la emoción- Y demás. 

La sangre me hirvió. Maldito viejo. Quería tirarme sobre él, jalar los pocos pelos que le quedaban y arrancarle el pellejo. ¿Cómo se le ocurre decir algo así? Encima con las que eran creídas y obviamente populares. Claro que no sabe que tiene novia, pero no es genial que un profesor le meta mujeres, ¿o exagero? Él es mío, ¡mío! De pronto quise irme lejos.

- Oh, no estoy interesado en ninguna de ellas. No son mi tipo. Ni en un millón de años –dijo con seriedad. La clase volvió a reír, creyendo que era broma. Excepto esas chicas, por supuesto. Eso me alivió bastante, pero seguía un poco dolida y molesta.
- ¿Cuál es su tipo, entonces? –el viejo era un gran metiche. Bajé la mirada, deseando tener padrinos mágicos para desear estar en casa- Vamos, con confianza.

Pero reinó el silencio. Otra vez.

- Oye, tú –sentí una voz en mi dirección. Pero no cualquier voz. Su voz. Levanté la cabeza y le miré- ¿Cuál es tu nombre?

¿Qué demonios? Por un momento me quedé helada y no sabía que responder. Me estaba hablando, mi propio novio, en frente de todos, y yo no sabía nada. Me maldije por confundirme tan fácilmente y ser una distraída.

- __ -respondí sin más, completamente tiesa como una piedra.
- __... –susurró, pero lo bastante alto para que todos escucharan- Guapísima, con todas sus letras.

 Toda la clase se me quedó mirando, creo que bastante impresionados. No podía creerlo. Él había fingido no conocerme, y me eligió a mí, a pesar de que no podíamos estar relacionados de ninguna manera.


                                                         ____________

Muuuah. Las adoro un montón, bonitas. No bromeo.
Ojala les haya gustado el capítulo.
Subiré lo más pronto. De a poco voy recuperando ritmo al escribir.
Comenten y voten mucho. Ustedes me animan a seguir.
¡Chao!

24 de junio de 2014

Capítulo 46 -Por un capricho.



Vaya suerte. Toda mi espiritualidad se esfumó cuando pude ver que no había nadie por los alrededores, por lo que habíamos podido disfrutar un poco con privacidad. A lo lejos, se podía ver una tierna pareja de ancianos acercándose. Me enternecí al instante. Sin embargo, volteé mi cabeza en dirección a mi hermoso novio. 

- No eres una niña buena, shawty –me dijo- ¡Me dejas con las ganas! 
- Lo siento –me eché a reír, aunque mi disculpas no eran del todo sinceras- Yo igual tengo, así que…
- Pero no es igual, maldita sea. ¡Mira! –apuntó algo desesperado hacia el cierre de su pantalón- ¿ya ves?

Al instante pude notar un bulto demasiado notorio. No pude soportarlo, me empecé a reír sin importar que me tomara como una desquiciada. Bueno, no me reí tan fuerte, pero sí un poco. Negué con la cabeza, tratando de decir algo. Supe que no me reía de eso en específico. Era, más bien, como una pizca de felicidad, diversión, alegría, ternura, y cosas así. No era para burlarme.

- Mala –me fulminó con la mirada.
- No te sientas mal, ha sido divertido –llevé mi mano hacia su cara y le cogí un cachete, pellizcándolo. Hizo gesto de dolor, pero no se alejó.
- No lo hago, pero me las vas a pagar –amenazó- Es tu culpa por ser tan deliciosa.
- Tú lo eres más –y lo decía enserio, él era más delicioso en todos los sentidos.
- Calla, mentirosa. Ahora tú vas a esperar aquí, y yo voy a ir afuera a llamar a tu agradable papá, que jamás dice que no en algo –rodó los ojos, sus palabras habían sido con evidente sarcasmo, logrando que yo sonriera. 

Abrió la puerta y salió. Noté la forma en que trataba de acomodar su pantalón y bajar su chaqueta, para que no se le notara lo feliz que su amiguito estaba. Volví a reír para mis adentros, y él marcó el número de papá en su teléfono, para llevárselo a la oreja.

En cinco minutos Justin ya estaba de vuelta, con una sonrisa de oreja a oreja. Eso sólo podía significar una cosa, ¡me habían dejado! Pero ya, ¿cómo me habían dejado? 

- Explícame ahora mismo, ¿qué le dijiste? –exigí decidida, cuando íbamos camino al centro comercial.
- ¿Ah?
- Lo que le dijiste a papá, lo que inventaste, o lo que sea que hayas dicho –aclaré, casi impaciente por saber.
- No fue nada de otro mundo –dijo con indiferencia- Solo la verdad. 
- ¿No te hizo preguntas? Como a donde iríamos, a qué hora llegaríamos.
- Sí las hizo –sonrió de lado- Así que debemos apurarnos –encendió el auto y se acomodó para empezar a manejar- Tienes hasta las seis. 

                                                                    +++

- ¿Estos no te gustan? –preguntó mostrándome unos zapatos, que por cierto, estaban asquerosamente feos. No pude evitar poner gesto de desagrado, sacando la lengua. Ni loca- Vaya, las mujeres son tan regodionas.
- No somos regodionas –me fui a la defensiva- Los hombres no comprenden. Ustedes solo toman lo primero que ven y nos ofrecen, no buscan. Además son costosos.
- Te he dicho que no te preocupes por eso, tengo bastante. 
- Mm… -intenté meditar- Gracias. Pero siguen siendo feos.

En parte igual bromeaba con eso de feos, porque no lo eran al extremo. No iba a insistir en que no quería que gastara tanto, porque seguramente se terminaría enojando. Además su gesto era bonito, no muchos hombres se tomarían el tiempo de gastar un peso en sus novias, siendo que pueden hacerlo en videojuegos, salidas con amigos, y cosas de esas. Aún así, igual no los iba a comprar. Ya lo dije. Pero como soy buena, no iba a seguir diciéndole el mal gusto que tenía. Lo que es raro, porque se viste increíblemente bien, ¿cómo puede costar escoger algo lindo para mí también? 

Terminé escogiendo un leggins. Justin me regañó, diciendo que era una prenda un tanto provocativa, que probablemente incitaría a los hombres a tocar mis piernas y mi trasero. Sentí que estaba exagerando. Y para hacerlo sentir mejor, le dije que nadie tocaría alguna parte de mi cuerpo salvo él. Por su lado, se compró un gorro en forma de chanchito de tierra –los insectos grises que se hacen bolita, solo que esta era marrón- de unos juegos online que suele utilizar. Tuve que convencerlo de que se lo comprara, ya que él quería gastar todo su dinero en mí, pero yo sabía que le gustaba lo que veía. Lo importante es que quedó muy contento, o al menos, eso pensaba hasta que me habló.

- No me gustó –me dijo cuando salimos de una tienda, comiendo papas fritas. Para llegar más rápido a su auto tomamos un atajo. Un camino algo angosto escondido entre edificios. Como un callejón.
- ¿De qué hablas? –me impresioné y fingí estarlo un poco más de lo debido- Amor, sé que te gustó.
- Sí, me gustó cuando lo veía –reconoció- Pero ahora que lo veo bien, cuesta que permanezca en mi cabeza. Se resbala, y no tiene ojos ni boca. Solo está el puto caparazón. 
- A mi me gusta. El chanchito está bien tierno –sonreí, no quería que se sintiera mal.
- ¿Chanchito? –frunció el ceño- ¡Es un armadillo!
- Oh –sentí que me quedaba sin palabras, y tragué mi papa- Sí, ya lo sabía. ¡Estaba bromeando! ¡Caíste! –me eché a reír como pude y golpeé su hombro. Él me miró no muy convencido.
- Bien –suspiró y se encogió de hombros con total despreocupación- En fin, al diablo. Le pintaré unos ojos con plumón y se lo pondré a mi peluche enorme de Garfield. 

Dicho eso, sonrió. Me impresionaba su rápido cambio de tema, y aún más el de humor. Me reí por ello, era tan perfecto a su manera. No podía evitar sentirme cada vez más enamorada de él. Y no fue hasta ese momento que me di cuenta de que había bastantes cosas que no sabía de su vida. 

- Cuéntame de ti –le dije. Estaba consciente de que de saber más y más, me sentiría aún más loca de amor.
- ¿Cómo qué? –se echó una papa a la boca, que por cierto, estaba cubierta de Ketchup.
- No sé, cosas básicas. Lo que quieras.
- De acuerdo –se aclaró la garganta un poco y solté unas risas con ternura- Me gusta el morado, también usar gorros. Mis zapatillas favoritas son las Supras, ya sabes –movió un pie hacia delante y me mostró su adquisición de última hora- Me gusta los spaghetti a la boloñesa, o hablando como el pueblo: los fideos con salsa. También cuando era más pequeño iba al río, tomaba un renacuajo del agua y lo lanzaba contra la pared de rocas,  haciéndolo reventar –abrí los ojos como platos, eso sí que era… ¿tierno?- Por si quieres saber, también sirve con las ranas. Oh, y gracias a eso me salió una verruga, justo en la palma de la mano, pero me la saqué y jamás volvió a salir. Y cuando era pequeño, caí por una quebrada y aterricé de cara, quebrándome la nariz. Estuve en coma por dos días, casi morí, pero aquí estoy. Hasta el día de hoy me sale sangre de ella frecuentemente –vaya- Soy bastante serio con las personas. Con la mayoría. Y shawty, no sé que más decirte. Lo de mi poco gusto por las fiestas y esas cosas, ya las sabes, así que… ahora págame.

¿Uhm? ¿había escuchado mal? Se metió un montón de papas fritas a la boca, casi su puño completo. Lo dejó hasta la mitad. Masticó lo mejor que pudo, y pude ver como todo bajaba por su garganta. Se limpió un poco de Ketchup que le quedó en la comisura.

- ¿Qué? 
- Que me pagues. Hablo enserio.
- ¿Pero por qué?
- Te di información confidencial. Debes darme algo a cambio.
-  Oh, bien –acepté insegura. Metí una mano a mi bolsillo y solo había una moneda, un broche, y un boleto de autobús- Elige.
- Ah, no. Ni hablar, señorita –acomodó su chaqueta de cuero desde el cuello y dejó su cono de papas fritas en su bolsillo, sin importar que se manchara- A mi me pagas en carne.

Antes de poder pensar a qué se refería, me empujó contra el muro y comenzó a besarme, tan ferozmente que llegó a dolerme un poco la boca al tener contacto. No me importó. Respondí a su beso sin dudar. Y no tardé nada en olvidarme del dolor y centrarme solamente en el sabor de sus labios y de su lengua. Ató sus brazos a mi cintura, y con algo de timidez enrollé los míos en su cuello. Sus manos descendieron a mi trasero y era algo que realmente esperaba. Me alzó, permitiendo que atrapara su cintura con mis piernas y me sentó en algo que sólo podían ser unos bloques de pavimento. Introdujo su mano bajo mi abrigo y lo otro que tenía puesto, y al momento en que su mano hizo contacto con mi piel, me estremecí. No solo porque me gustaba que lo hiciera, si no porque su mano estaba un poco helada. Rápida como un rayo me acostumbré a esa temperatura y ya no interesó. O quizás su mano había adquirido el calor que necesitaba. Su boca dejó la mía y avanzó hacia mi cuello, depositando besos en él. Tuve un acceso perfecto al de él, y comencé a besarlo también, lo más mejor que podía. Eso provocó un tipo de transformación inesperada, porque Justin se puso rígido, y me apretó con bastante fuerza hacia él, llegando a soltar un gemido. Sus manos me recorrían con desesperación y seguí besándolo en el mismo lugar, hasta sus labios, y luego de regreso. Me sentía feliz. Había encontrado su punto débil que lo enloquecía. No sabía como no me había fijado antes. También me recordó a esas imágenes de Facebook, que dicen “Besos en el cuello, mi debilidad” o cosas de esas. Siempre lo encontré estúpido, porque simplemente eso se expandió. La gente publicaba la misma imagen cada vez, y lo más seguro era que más de la mitad ni siquiera había recibido uno. Solo lo decían por la imagen que apareció. Pero con Justin era diferente, realmente eso lo debilitaba. Lo volvía loco y vaya que se le notaba. Me aferré más a su anatomía. Él era tan perfecto. Ni sé cuanto tiempo estuvimos así, pero no fue hasta que sentimos voces de personas que nos detuvimos. Miramos a donde empezaba el tipo de callejón, y en efecto, se acercaba gente. Eran dos señoras. Una de ellas nos apuntó, como pidiéndole a la otra que nos mirara y se impresionaron. Fue como si les fuera a dar un ataque o algo. Estaban lo suficientemente lejos como para no poder ver bien nuestras caras, ni nosotros las de ellas. Justin tomó mi mano y me bajé. Nos pusimos a reír y corrimos el resto del lugar hasta el auto. Nos metimos y nos fuimos directo a casa.

- ¿Viste sus caras? –preguntó a carcajadas- ¡Fue tan idiota que las pusieran!
- ¡Lo sé! –estaba igual de carcajeada que él- Seguramente ambas tienen hijos y pareciera que se les cae la cara al mirar tal escena. Ni siquiera estábamos desvestidos –me di cuenta de lo que dije cuando Justin me miró de forma pervertida. Me sonrojé al instante.
- Dios santo, __. ¿Querías que te desvistiera? Pudiste pedirlo- me guiñó un ojo sin quitar la sonrisa de su cara, y me asusté cuando de un momento a otro estaba completamente serio- Pero lamento decirte que estoy dispuesto a guardar mi virginidad para el matrimonio.

Su seriedad no duró nada, porque ambos nos reímos aún más que hace un momento. ¿Cómo pudo decir eso? ¡Estaba loco!

- ¡La perdiste conmigo! –le recordé, obviamente sabía que estaba bromeando- Bien virgen que eres, eh.
- ¿Insinúas que soy un depravado? Porque, que yo sepa, soy casto de Dios. 
- Sí, casto. Por supuesto –por fin dejé de reír y me controlé más- No dijiste eso cuando estábamos en tu cama y pasó lo que tenía que pasar. Te quejabas de lo mucho que te gustaba, igual que yo ¿recuerdas?

Su hermosa y amplia sonrisa iluminó todo a mi alrededor. Ojeó la calle, y como no venía ningún auto, mantuvo sus manos firmes en el volante. Se acercó a mí, me miró directamente a los labios. Podía sentir su respiración en mi cara.

- Ayúdame a recordar. 

                                                                           ______________

Ustedes son geniales. Siempre recuérdenlo, ¿vale?
Aquí tienen otro capítulo y espero que les guste y que comenten mucho.
Oh, y también voten, claro. Jajaja. ¡Las amo! ¡Chaito! Subiré pronto.



22 de junio de 2014

Capítulo 45 -Por un capricho.



No es que yo fuera alguien a quien le gustara estar molesta. Era el segundo sentimiento que más odiaba, luego de la tristeza, claro. Pero después de pensar, me di cuenta de que no tenía un mínimo de sentido que yo me sintiera de esa forma. En el fondo sabía que no duraría ni diez minutos así, menos con la persona que más amaba. 

- No seas tan celosa –me pidió riendo, pero yo no le encontraba un mínimo de gracia.
- No es que me encante que todo esto suceda –le dije yo- Tampoco me has dicho que hoy era tu primer día –debía sacar algún tema de disgusto antes de derretirme por completo en sus brazos, cosa que sabía que pasaría.
- Iba a decírtelo, pero después quise que fuera una sorpresa –alcé una ceja, vaya sorpresa que me había dado- Admito que no fue lo que esperaba.
- Sé que no lo fue –reconocí más que gustosa, pero seguía en mi posición.
- Pero, mira el lado bueno…

Sin darme tiempo a reaccionar, me tomó por las piernas, separándolas sin nada de esfuerzo, para luego sentarme en una mesa que se encontraba a nuestro lado. Choqué mi cabeza con un tarro de limpieza que estaba en la repisa de atrás, haciendo volar un poco de polvo, quien sabe hace cuanto que estaba allí. Pero me olvidé por completo de ello cuando con un ligero movimiento se acercó tanto a mí que prácticamente nuestras respiraciones eran una sola. 

- No habría podido estar así contigo por semanas, de no ser por este trabajo –terminó de decir, limpiando con cuidado mi cabeza polvorienta.
- Mm… –pensé, para luego sonreír y tomar su cara con mis manos- En eso tienes razón. Tu primer punto a favor.

Corté la distancia entre ambos y lo besé. Ya no me iba a resistir, no podía, simplemente no. Fue como si mi enojo se hubiese esfumado. Lo besé sin parar, y es que el hecho de que estuviéramos besándonos en un cuarto de limpieza era tan excitante que me hacía recordar a algunas novelas que había leído. Me sentía como una rayis, y sonreí entre el beso por eso. 

- ¿De qué te ríes? –preguntó él, contagiándose de mi risa.
- No es nada –volví a besarlo, esta vez solo por un segundo- Recordaba algo. Además, esto me gusta –no pude evitar ruborizarme. 
- A mi me encanta –quiso ganarme, y se preparó para un cambio de tema- No quiero ir a limpiar.
- Debes hacerlo, Justin. 
- Solo por ti –juntó su frente con la mía- Solo por ti hago esto.
- Pero siento que es solo una pérdida de tiempo –comenté.
- Solo los momentos en que no te estoy viendo son una pérdida, __ -sentía un cierto tono de regaño en su voz.
- ¿Cómo estás tan seguro? –cuestioné.
- No tengo idea –besó mi nariz y acarició mi mejilla- Me conformo con saber que estás cerca de mí, a mi vista.

Era imposible que no se me hiciera agua el cuerpo cuando Justin se expresaba de esa manera. No habían palabras exactas para decir lo que me provocaban. Me hacía sentir amada, de la forma más bonita que podría existir.

- Me fascina cuando te pones así –confesé sonriente- Sin enojarte y siendo cariñoso.
- No te acostumbres –dijo, digamos que me lo pidió. 

Logré no fruncir el ceño. Y es que no le encontraba sentido a lo que dijo. Se supone que cuando uno está en una relación, el cariño es una costumbre. Por naturaleza, tiene que ser así. Ahí fue cuando pensé que quizás exageraba con mis pensamientos y con toda mi sinceridad del mundo les digo que no tenía ni una pizca de ganas de ponerme mal otra vez, por lo que lo ignoré. Y no era para tanto, tampoco.

- Ya debo irme –avisé minutos después, poniendo mis pies en el suelo- El timbre va a sonar y nadie debe verme salir de aquí. 
- ¿Tan pronto? –preguntó confuso.
- Sí, Justin. Solo son quince minutos de receso. 
- Ah. No tenía idea, pero supongo que está bien.

Justin me abrazó por la cintura, me atrajo hacia él y me besó. Lo hizo tan apasionadamente que me dieron ganas de quedarme en ese sucio cuarto durante todo el día. Pero él debía seguir trabajando, y yo debía seguir estudiando.

- Te amo –acaricié su mejilla, sonreí, me solté de su agarre y me preparé para abrir la puerta.
- Te amo más, shawty –sonrió dulcemente- A la salida juntémonos en la vuelta de la esquina, para llevarte a casa. Y lamento lo del tarro en tu cabeza.

Asentí, llena de felicidad. 

- No hay nada que lamentar. 

Salí sin abrirla mucho, para que, en caso de que hubiera alguien, no viera que Justin estaba allí dentro. Pero di un brinco cuando me tocaron el hombro y la voz de Sam estaba en mi oído. Ni siquiera alcancé a cerrar la puerta.

- ¿__? ¿qué pedo hacías allí adentro? –preguntó extrañado, mirando la puerta de reojo- Te estuve buscando.
- Ahm, el baño estaba muy lleno –comencé a dudar sobre qué decir, no me estaba saliendo muy bien- así que…
- Vaya __, no sabía que las mujeres podían mear de pie… -habló impresionado- ¿pero ocupaste un tarro, quizá? Es una buena idea. Podría hacerlo cuando esté en apuros.
- Tú estás tonto, no meé allí dentro –rodé los ojos, luchando contra una sonrisa- Solo… acomodé mi ropa –inventé de nuevo- Sí, eso hice.
- Bien, como sea. Mueve tu trasero y vamos a clase, ya han tocado.
- ¿Cuándo? –abrí mis ojos como plato, en ningún momento escuché el timbre.
- Hace como diez minutos –se echó a reír- Cuando vine a buscarte aún no llegaba la profesora de física, así que no hay prisa. 

Me pasó el brazo por los hombros y a paso lento nos fuimos hacia el salón. Me agradaba la profesora de física. Era muy agradable con quienes no hacen problemática en su clase. Sam, Roy y yo siempre trabajamos juntos en esa materia, así que a los tres nos adora. Sin mencionar que no entiendo nada y Sam hace el trabajo por nosotros, pero aún así.

Deseé en ese momento que Justin no se enojara por escucharme interactuar con Sam, ya que sabemos que no le agrada. Pero decidí no enfocarme específicamente en eso, era un buen día y debía seguir de esa forma. No lo iba a estropear. Lo más raro es que tenía miedo de que no le importara en lo absoluto.


Las horas no pasaron rápido como me habría gustado, pero cuando el timbre de la salida sonó, me sentí demasiado bien y de pronto la pereza que tenía se me fue. Deseaba ver a Justin, besarlo y decirle lo mucho que lo amaba. No sabía por qué, pero en ese momento era algo que tenía muchas ganas de hacer.

Salí junto a Sam y Roy de la escuela, ellos se iban a ir juntos y yo me iría a casa pero pararía en la esquina. Ellos no sabían, por supuesto.
Dakota se despidió de mí antes de partir. 

Justo cuando iba doblando la esquina, el primer auto que divisé fue el de mi novio. Bueno, era el único que había, pero no importa. Él estaba con un gorro negro y una chaqueta de cuero negra. Era tan típico de él, pero me encantaba. Me hacía recordar los primeros días en que estábamos juntos. 


- Puto frío de mierda –se quejó en cuanto me acomodé en el asiento de copiloto- ¿No tienes frío? ¿estás abrigada, también? 
- Lo estoy –asentí sonriente. 
- Espero. Si te resfrías, ya verás –se echó a reír. Rodé los ojos sin sacar la sonrisa de mi cara y apoyé mi cabeza en el vidrio de la ventana.

Justin arrancó el auto y nos quedamos callados por unos cuantos minutos. De vez en cuando nos dábamos algunas miradas cómplices o nos regalábamos sonrisas. No hacía frío en el auto, pero si sacaba la respiración directamente sobre la ventana podía ver como esta se empañaba. Estuve entreteniéndome con eso, hasta que la voz de él me hizo salir fuera de mí.

- Tengo una idea –el entusiasmo en su voz me hizo reír, parecía un niño pequeño.
- Dime esa idea –le miré sonriente.
- Podríamos salir hoy. Y de paso, celebrar mi primer trabajo haciendo algo productivo en la vida –propuso orgulloso de si mismo.
- ¿Lo dices enserio?

Me impresioné, jamás habíamos salido un día de la semana, al menos no desde que papá volvió de su luna de miel. Sé que es bastante tonto, pero lo que es nuevo suele ponerme así, en el buen sentido. Sin embargo, él sólo se encogió de hombros y abrió la boca para hablar.

- Podría ser divertido. 

Sí, de eso no tenía dudas.

- Además –continuó-, es más por tener un tiempo a solas contigo. No lo hemos tenido en semanas. Podríamos ir a comer un helado, e ir de compras. Te daré unos cuantos regalos.
- No sé si papá esté de acuerdo –le dije. Y a pesar de las ganas de tener algo nuevo no me faltaban, le dije- Y no necesito regalos, Justin. Estoy bien con estar contigo.
- A mi no me engañas, amor. Sé que quieres tener algo nuevo tanto como yo –se echó a reír.
- Tienes razón, tengo ganas –admití, también  riendo- Pero prefiero mil veces estar contigo, antes de un regalo.
- Lo mismo digo, shawty –me guiñó un ojo, y ese acto fue suficiente para hacerme suspirar, metafóricamente- Y sobre lo de tu padre… Dame su número. Lo llamaré.
- ¿Estás seguro de esto? –era todo muy tentador, pero no sabía si esto resultaría bien o mal, y no quería que Justin tuviera problemas con él.
- Sí, bien seguro –aseguró- Solo dame el número.
- ¿Si te trata mal? ¿Si no me deja?

Yo y mis dudas y presentimientos. 

- Solo dame el número, __. Ahora –se calló, extendiendo una de sus manos hacia mí, sin apartar la vista del camino. Empezaba a notar que solo me llamaba __ en situaciones de molestia o impaciencia- ¡Anda!
- ¡Bien, lo haré! –me resigné por completo- Pero antes aparca.

La sorpresa en él fue enorme. Gigantesca, en realidad. Pero yo no iba a salir de mi postura. Que ni lo pensara.

- ¿Qué? –se rió- Estás bromeando, lo sé. Ya dámelo.
- ¡Que aparques, vamos! –exigí, haciendo gesto con los brazos, debía apurar.

Se me quedó viendo como si estuviera loca y yo me puse totalmente seria. Cuando se dio cuenta de que yo no estaba bromeando ni en lo más mínimo, rodó los ojos y dobló hacia una calle para poder estacionar el auto. 

No es que yo sea una pesada, pero en el último tiempo le he hecho saber que yo soy un tanto estricta en situaciones de seguridad en las calles. Una de las reglas es no hablar por teléfono mientras está conduciendo. Cientos de accidentes ocurren por lo descuidadas que son las personas al hacer eso, de más podríamos llevar a incluirnos en esos accidentes. Yo no quiero eso.

Cuando estuvimos ya posicionados, inhaló profundo, y luego exhaló. Sabía que lo sacaba un poco de sus casillas, pero era por su propio bien. Y por el mío, por supuesto. 

- Sabes que te amo, ¿no es así? –finalmente dirigió sus hermosos ojos hacia mí, cuando ya estuvo más calmado- No haría estas cosas de no amarte, lo juro.

Reí. Era tan tierno. Yo lo amaba más a él. Y supuse que debía compensarlo de algún modo, y qué mejor para hacerlo con un rico beso en sus ricos labios. Me sentí un poco egoísta en no hacerlo especialmente para él, porque yo sí que estaba antojada de tener esos labios sobre mí. Entonces, me hinqué, de forma que pudiera estar más cerca de su anatomía, e inmediatamente posé mis labios en los suyos. Correspondió mi beso al instante. Delicioso. Ni siquiera estuvimos más de diez segundos besándonos, y cuando ya sentí que era necesario detenernos, le puse fin. Justin se me quedó mirando fijamente. Un poco de nerviosismo se centró en mí. Mis hormonas se pusieron algo alborotadas y debía controlarlas. 

- __... –susurró mi nombre de tal forma, que podía sentir como mi interior se estremecía.

No dijo nada más, pero sabía lo que quería tratar de hacerme entender. Su mano hizo camino hacia una de mis piernas, y comenzó a darle ligeros apretones. Subió más, hasta mi muslo, haciendo lo mismo. Si subía más, juro por dios que no me iba a contener. Su otra mano la llevó hasta mi cintura, e intentó acercarme a él con tanta delicadeza, que pudo hasta ser un disimulo. 


Y fue justo en ese entonces cuando recordé que estábamos en vía pública. Que personas podían estar pasando, viendo nuestra escena. Con la mala gana más grande del universo, posé mis manos alrededor de su cabeza y lo alejé de mí. Quise ser lo más delicada posible, y creo que salió bien. Ambos miramos fuera del auto, probablemente pensando lo mismo… Oh, cielos.

                                                        ____________

Hoy estoy media tristona, y creí que era ya tiempo de subirles otro capítulo y no hacerlas esperar. Las adoro un montón, ojalas les guste lo que escribí, y que tengan una buena noche. Besitos enormes, son las mejores. Ya quiero leer sus comentarios y votos, ustedes me inspiran, preciosas. ¡Chao!