16 de enero de 2015

Capítulo cinco - Fresa con Chocolate.



Cristal

No sé que es lo que pasa. Drew no sale nunca de casa. Han pasado bastantes días, incluso unas tres o cuatro semanas, y no logro que salga ni por el más mínimo segundo. Ya no va a clubes, ni a fiestas, ni siquiera sale por las tardes. Cada día, después de la universidad, se encierra en su habitación a hacer sus deberes y a dibujar.

No es tan malo. Gracias a esto, me he dado cuenta de que, en realidad, no tengo por qué meterme en su vida. Tenía razón. Él es libre de hacer lo que le de la gana. Yo también soy libre de eso. No soy su madre, soy su hermana. Si algo malo sucede, le diré a mamá o a papá. Porque cometí el error de nunca decirles nada. Ahora no lo haré de nuevo. 

Al terminar de pensar en eso, apago el despertador de mi celular. Como siempre, antes de que suene. Me pongo las zapatillas de dormir y voy hacia el baño. Milagrosamente, mi fastidioso hermano mayor aún no se ha levantado, así que tengo todo para mí sola, sin apuros, ni interrupciones.

Me ducho, me seco el cabello, me pongo el uniforme del instituto, para luego hacer una fina línea con delineador negro muy pegada a mis pestañas superiores, y luego las cubro con rimel. Sinceramente, sólo uso el delineador cuando tengo ganas. No sé, otras veces se me hace pesado.

- ¡Cristal! -comienzan a golpear la puerta- ¡Maldita sea, sal pronto!
- ¡Habla más bajo, Drew! -le pido- ¡Despertarás a mamá y a papá!
- No sabes lo poco que me interesa, ¡Sal ya o llegaré tarde a la universidad!
- ¿Por qué siempre arruinas mis mañanas? ¡Te despiertas como un ogro!
- ¡Te he dicho que salgas! -es lo único que me dice, porque ignoró mis palabras. 

Termino saliendo cinco minutos después, solo para hacerlo fastidiar. Cuando abro la puerta para hacerlo, no alcanzo ni a reaccionar cuando me doy cuenta de que me pasa su lengua por la mitad de mi cara, dejándome llena de su asquerosa saliva. Lanzo un grito, pero me callo al instante, porque no quiero que mis padres se despierten y me digan lo histérica que soy. Me empuja y se encierra en el baño.

Desesperada, bajo las escaleras hasta el primer piso. Corro hacia el lavaplatos y me lavo lo más que puedo. Que asco, santo Dios. Quiero vomitar. ¡Es un neardental! Miserable, lo odio, lo odio a más no poder. ¿Por qué me ha tocado un hermano así?

Siento unos pequeños golpecitos en la puerta. Cierro la llave. Creo que he escuchado mal, pero justo entonces, vuelven a golpear. Así que salgo de la cocina, ¿Quién será a esta hora? Jamás nadie viene a casa así, menos en día de escuela, y tan temprano por la mañana.

Abro, y me quedo pasmada al ver al mismo tipo que vino el otro día. Seth. Definitivamente, no esperé verlo tan pronto. O tal vez sí. Bueno, ya ha pasado un mes. Otros días sé que ha venido, pero es cuando yo estoy en mis tiempos de relajación extrema, estando en la ducha y luego en mi habitación. Me enteraba de que venía cuando ya se iba. Según Drew, nunca estaba más de media hora. La cosa es que estos días no pensé en nada de eso, ni sobre él, ni en sobre su existencia, ni en sus hábitos que no son para nada buenos.

No me quedo a analizar la situación ni por un solo segundo. Simplemente me giro y me devuelvo a preparar mi desayuno. Siento que cierran la puerta a mis espaldas. Ya ha entrado. Seguro se queda en la sala. No me molestará. Si se queda en silencio, todo estará bien. No tengo por qué preocuparme.

Yo misma me di cuenta hoy de que no podía seguir metiéndome tanto en la vida de Drew. Por supuesto que, cuando lo hice, no creí que este mismo tipo vendría justo hoy. ¿Acaso el gran Dios me está poniendo a prueba? ¡Qué hice yo!

Tomo mi tazón del mueble y saco mi leche del refrigerador, y cuando me doy la vuelta, el tipo está sentado en la mesa de la cocina, mirándome. Me sobresalto al notar su presencia. Pero, sin embargo, camino hacia la mesa, y me siento lo más alejada de él que se me hace posible.

Me echo leche en el tazón, luego los cereales, y comienzo a desayunar. El ambiente está tenso. Es un silencio completamente incómodo, que jamás, nunca antes, había sentido. Pero como ninguno de los dos habla en ninguna ocasión, voy relajándome, hasta que ya me quedo más tranquila. Ninguno de los dos tiene la intención de hablar con el otro, así que está bien. Es necesario dejar en claro que: Yo. Nunca. Siento. Incomodidad. Con. Un. Hombre.

Por eso mismo se me hace extraño que esté dándome este sentimiento justo ahora. Sé que me mira cada cierto tiempo. Y como no habla se me hace aún más incómodo. Eso me hace rodar los ojos. Me comienza a molestar. ¿Serán mis hormonas? Ahora que me acuerdo, se me acerca el período. Puede que sea eso.

Cuando estoy a unas cuantas cucharadas de terminar de comer, entra Drew en la cocina. Su sorpresa al ver a su gran nuevo amigo, es la misma que la mía, pero él sonreía como si se conocieran de toda la vida, y como si nunca hubiera sido un amargado conmigo, cuando salí del baño hace un momento.

- ¡Seth, hermano! -se chocan los puños, muy animados- ¿Tan temprano llegaste?
- Son las siete diez. La cosa era a las siete en punto, hombre -responde.

Su voz era un poco oscura, o mejor dicho, ronca. Me llamó la atención. Seguramente tenía la misma edad que Drew, pero sus voces eran completamente diferentes. La de mi hermano era igual grave, pero nada de ronca. Más bien, la de este tal Seth era más madura, y la de mi hermano, una más inmadura. ¿Me expreso bien? No lo creo.

- Lo siento, es que ciertas molestias se demoran un siglo en el mugriento baño, sólo para verse al espejo por horas, ¿Cierto, Cristal? -me pregunta. Lo fulmino con la mirada. Ruedo los ojos y miro hacia otro lado.

Pongo mi última cucharada de desayuno en mi boca, me pongo de pie y camino hacia la salida de la cocina. En eso, justo al pasar por el lado de Drew, me empuja dándome un ligero codazo en las costillas.

- ¿Ahora me ignoras? -pregunta, riéndose de mí.
- ¡Te odio! -exploto, furiosa de lo que hace. Furiosa de su presencia, y del otro que lo acompaña.
- ¡Creída! -comienza a sacarme la lengua. Su amigo, Seth, sonríe como si fuera lo más gracioso del mundo y eso solo hace que me ponga aún más furiosa.
- ¡Australopithecus! -lo insulto.
- ¿Qué has dicho? -se pone la mano en la oreja, haciéndose el que no sabe nada, o haciéndose el sordo.
- ¿No sabes nada de historia, Drew? ¿No era que estudias Artes? Para eso, necesitas saber, al menos, un poco de historia. Hasta un Australopithecus es más avanzado que tú.
- Eres una molestia en el trasero, y encima una nerd.
- No me interesa lo que me digas -escupo- Baboso.
- Víbora.

Salgo de ahí, me voy hacia el segundo piso y entro al baño. Me cepillo los dientes. Saco de mi estuche uno de mis delineadores de labios. Elijo el color rojo, para el día de hoy. Cuando lo pongo en mis labios y lo difumino para que no quede cargado, salgo de ahí y voy a por mi mochila que está en mi cuarto. Cuando estoy de vuelta al primer piso, son justo las siete y veinte, así que es hora de ir a clases.

Salgo a la calle y Drew está arriba del mismo auto color negro del otro día. Está sentado en el asiento de copiloto y el famoso Seth está en el lado del conductor. Dejo de mirarlos y me dispongo a caminar, para ir a la parada del autobús.

- ¡Cristal! -me llama mi hermano. Dudo un momento, pero me detengo, y lo miro- ¿Quieres que pasemos a dejarte al instituto?

No me molesto en gastar mi hermosa voz, con él. Me doy la vuelta, para ir a la parada. Jamás me iré con ellos. Nunca en mi vida. Menos ahora, que Drew hace como si no me hubiera puesto de los nervios toda la mañana. Lamentablemente, puedo decir que las mañanas ya no están siendo mi parte favorita del día. Antes eran la mejor parte. Ahora, no estoy tan segura.

- ¡Cristal, te estoy hablando! -vuelve a llamarme. Pero sigo caminando. Oigo que maldice en voz alta- Como quieras.

Eso es lo último que oigo, porque de un momento a otro ya están muy por delante de mí, yéndose en el auto, hasta que ya no los veo. Menudos tipos. Menudas basuras humanas. Menudos cretinos, que se creen, de seguro, lo más genial del universo sólo por andar en un auto que muchos podrían desear. La cosa es, que a mí me importa muy poco eso.

+++

Al otro día, pasa lo que no me esperaba. Vuelven a golpear la puerta cuando estoy por prepararme el desayuno. Era el gran amigo de mi hermano, otra vez. Así que hago lo mismo que el día anterior, y paso de él, como si no estuviera. Como si mi única compañía fuese la soledad. La soledad que a estas horas tanto necesito.

Los días van pasando, y yo sigo incómoda con la presencia de Seth. Cada mañana viene a casa, le abro la puerta, entra y se sienta en la mesa de la cocina, mientras yo desayuno. Nunca me habla. Nunca le hablo, tampoco. Ambos pasamos, el uno del otro. Se crea una atmósfera bastante tensa. ¿Por qué tiene que venir? Digo, podría quedarse sentado en la sala, pero no. ¡Tiene que quedarse justo en donde yo!

Le comenté esto a Fabiola, y me dice que es mejor así. Preferible eso, a que me moleste, me humille o se burle de mí. Aunque lo hace indirectamente, porque ríe cuando Drew me insulta o me dice cosas y yo me defiendo y lo enfrento con las mismas malas intenciones, diciéndole cosas que lo ofenden.

Sinceramente, me gusta que eso pase. Me refiero a que nos ignoremos. No es como con Alejandro o con Drew, que nada más se me acercan y mi mañana se arruina, porque nos ponemos a gritarnos. Siento que, de alguna manera, Seth me da esa mañana calmada y silenciosa que me gusta tener, a pesar de que él esté presente, y yo no esté sola. Eso es bueno. Y se lo agradecería, si lo conociera, y si me interesara querer hablarle. ¡Aún así quisiera que no viniera! Este esfuerzo mío de no meterme en la vida de mi hermano se está volviendo un atraco, ¡Enserio!

Hoy es viernes. Llegué a las dos de la tarde del colegio. Este día siempre salgo más temprano, cosa que es maravillosa. Me tiro al sofá de un salto como un saco de patatas, y suspiro, llena de alegría.

- ¡Mamá! -siento que Drew grita, mientras baja las escaleras.
- ¿Qué haces aquí? -le pregunto, incorporándome- Deberías estar en la universidad.
- Oh, hola. Pues hoy es viernes. Los viernes, salgo mucho más temprano. Solo tengo clase hasta las doce -responde, y de pronto, me mira mal- ¿Pero a ti qué te importa? ¿Te pagan por metiche? ¿Y qué hago contándote mis cosas?
- Eres tan fácil, hermano -sonrío, victoriosa- Siempre me das lo que quiero. Te tengo en la palma de mi mano.
- ¡Quisieras! -es lo último que me dice, para luego seguir gritando, yéndose a la cocina- ¡Mamá! ¿Puedo salir hoy?

Mi sensor se pone en marcha. ¿Drew quiere salir? ¡Es la señal! De inmediato me levanto del sofá y corro hacia la cocina. Mamá está abriendo una lechuga, mientras enjuaga sus hojas en el lavaplatos.

- No lo sé. Es viernes -le responde ella.
- ¿Por qué no lo sabes? Tengo veinte años, ¿Lo olvidas? -se cruza de brazos, y se apoya contra la mesa- Soy un adulto. Puedo hacer lo que quiera.
- Harás lo que quieras cuando vivas en tu propia casa, Drew -es lo único que le dice mamá a eso, con completo desinterés, lo que me hace querer reír.
- ¡Solo quiero salir! -exclama mi hermano- Me he portado bien, tengo buenas calificaciones en la universidad. Solo quiero ir con los chicos a una tarde de viernes. Hemos quedado en juntarnos el último día de clases de la semana, a pasarla bien un rato.
- ¿A donde irás?
- Al centro, mamá. O a casa de Seth. No lo sé.
- No quiero que vayas a fiestas, ¿Está claro?
- No iré a fiestas. Llegaré antes de que oscurezca. Vamos, ¿Me dejas?

Mamá lo piensa por unos minutos, pero termina accediendo. Yo estoy llena de felicidad en mi interior. Subo a mi habitación y de inmediato llamo a Fabiola. Ella, como suele hacerlo, tarda en contestar. Yo estoy de pie delante de mi escritorio, alzando y bajando mi pie, haciéndolo sonar con el choque contra el piso.

- ¿Aló? -contesta.
- ¡Fabiola! -grito, aún más feliz de lo que ya estaba- ¡No creerás lo que pasó!
- ¿Qué pasó? -pregunta. Noto que su voz suena algo soñolienta.
- No puede ser, mujer. ¿No me digas que apenas llegaste a tu casa te has dormido?
- Algo así -suelta una que otra carcajada perezosa- Estaba muy cansada.
- No me he dado cuenta, fíjate -le digo sarcásticamente- Hoy por poco te dormías en el instituto. De no ser por mí, tu cara aterrizaba directo contra la mesa.
- Gracias por eso -me dice, soltando un bostezo- Eres mi héroe.
- ¡Lo que sea! ¡No creerás lo que pasó! -repito.
- Ya, bueno. Dime lo que ha pasado.
- ¡Drew quiere salir! -le cuento, sin quitar mi entusiasmo. Ella se queda callada. Yo hago lo mismo, esperando a que reaccione.
- ¿Lo dices de verdad? -habla por fin- ¿Qué le ha dado por salir?
- Tiene una junta con sus mugrientos amigos hoy en la tarde. Al parecer, lo harán cada viernes. ¡Eso significa que cada viernes podría ser tarde de chicas!
- ¡Eso es genial! -de una vez por todas, muestra entusiasmo y es como si se le hubiera quitado el sueño. Somos unas pobres amigas completamente desesperadas- ¿Significa que puedo ir hoy mismo?
- ¡Claro!
- ¡Perfecto, iré! Nada más deja que almuerce, y me voy para tu casa. Oh, pero avísame cuando se vaya tu hermano, para así no ir antes.
- Bueno. ¡Te espero! ¡Adiós!
- ¡Adiós! -y me corta.

Cuando mamá termina de hacer la comida, todos nos sentamos en la mesa. Papá está con nosotros. Le ha tocado día libre, por lo que se quedará todo el día. Lo bueno es que duerme toda la tarde, siempre. Su voz no se escucha, por lo que todo estará muy relajado.

Cuando Drew se va, llamo a Fabiola, y ella me dice que saldrá de inmediato de su casa, camino hacia acá. Una hora después, ya está en mi casa. Papá y mamá están en la sala de estar. Cuando la ven entrar, se sorprenden. De inmediato se muestran felices por su presencia. Ella les agradó desde el momento en que se conocieron.

- ¡Fabiola, hija! -mamá se acerca a ella, y la besa en la mejilla- ¿Cómo has estado? ¡Hace mucho que no te veía!
- Muy bien, señora. ¿Cómo está usted? -le pregunta mi amiga, muy tímida.
- Aw, cosita. Eres un cielo de chica. ¡Cristal, voy a regañarte! -me apunta con su dedo, amenazante- ¿Por qué nunca la habías invitado?
- Es cierto, nunca antes lo hiciste -se incluye papá en la conversación. Éste se acerca a ella, y la besa en la mejilla- Mucho gusto de verte de nuevo, Fabiola.
- Lo mismo digo -le responde.
- Sobre eso -hablo yo, ahora- Con Fabiola habíamos quedado en que ella viniera más seguido, y hacer pijamadas, o ver películas en las tardes. Cosas así. ¿Está bien eso?
- ¡Por supuesto! Confío plenamente en ustedes dos juntas, sobretodo si es aquí en casa, en donde están a salvo -nos dice mamá- Todo es diferente allá afuera, en la calle.
- Tu mamá tiene razón -la apoya papá- No faltaría el maniático que las ve y las secuestra, las viola, o incluso las mata. ¡Esas cosas están muy vistas hoy en día! No quiero ni imaginarlo.
- Sí, ya, de acuerdo. Está bien, tienen razón -intento terminar la conversación- Vamos a estar arriba, en mi cuarto.

Como si nos faltaran piernas, subimos arriba, tan rápido como podemos. Cierro la puerta y nos quedamos mirando, sin quitar la sonrisa de nuestras caras. Bajo mi mirada a las manos de Fabiola. Tiene una bolsa en cada una.

- ¿Qué traes ahí? -pregunto, llena de curiosidad.
- Ah, sí -baja la mirada hacia ellas. Camina hacia mi cama, y las deja encima- Sobre eso. Papá me dio un poco de dinero, así que...

Mete una mano dentro de una de las bolsas, y saca un enorme paquete de patatas fritas. Mete la mano a la otra, y hay un paquete del mismo tamaño, pero ahora con nachos. Mi sorpresa es grande, y siento que se me hace agua la boca.

- Lo que tú quieres es engordarme hasta que estalle, ¡Es delicioso! -alzo la voz.
- ¡Sí, lo es! -exclama, sin quitar su sonrisa- Y no me vengas con cosas de que no quieres comer, o con que ya estás llena nada más al probar un poco. Cada vez que yo venga, vamos a comer chatarras, te guste o no.
- Estoy de acuerdo -acepto, igual de sonriente que ella.

La tomo de la mano, nos quitamos los zapatos y nos subimos en la cama. Juntas, comenzamos a saltar como dos verdaderas locas, mientras reímos a carcajadas, como nunca antes lo hemos hecho. Ninguna de las dos puede creerlo. Para cualquier persona, que una amiga esté en su casa es algo completamente normal. Pero para nosotras, es como una oportunidad escasa e inigualable. ¡Es perfecto!

Cuando nos cansamos de saltar, terminamos rendidas en la cama. Nuestras sonrisas aún están en nuestras caras, y regulamos nuestras respiraciones. Por fin paramos de reír, y nos quedamos viendo el techo detenidamente, como si lo viésemos por primera vez.

- Somos unas penosas -comenta Fabiola.
- Sí, lo somos. Damos tanta pena. Parecemos niñas de cinco años.
- Estoy de acuerdo.
- Cualquiera se burlaría de nosotras -agrego.
- Lo bueno es que no hay nadie.
- Sí. Pero bueno, ¿Vemos una película? -propongo.
- ¡Claro! -contesta de inmediato, y nos sentamos en la cama- ¿Una llena de amor, tragedia, sufrimiento, con lágrimas contenidas que no nos atrevamos a derramar y masoquismo puro?
- ¡Te lo aseguro!
- ¡Sí! -celebra, alzando los brazos.
- Aish -finjo llorar- Había deseado tanto este día. ¿Crees que sea algo tonto?
- No, no lo es -finge llorar también- Yo también lo deseaba. Te quiero tanto.
- ¡Yo a ti más!
- Ambas -concluye.

Y luego de eso, abrimos los paquetes de chatarra, no sin antes yo traer bebidas del primer piso. Cierro la cortina, nos acurrucamos en medio de la cama, y vemos películas comiendo como unas salvajes. Días así, son de los que no se olvidan, jamás, pero jamás. 

♥♥♥

¡Capítulo largo! Espero que se hayan dado cuenta. No sé, yo lo encontré más largo que los otros. Pero bueno, quería agradecer por los comentarios, por su apoyo, ya saben, lo que siempre me gusta decirles. Oh, y no sé si se han dado dado cuenta de esta otra cosa, pero... ¡El blog superó las 800.000 visitas! No puedo creerlo, ¡Estoy tan feliz! Aún recuerdo los primeros días de mi blog. Tenía poquísimas visitas, de hecho me daba pena, pero con el tiempo ha crecido tanto, y no puedo imaginar si algún día abandono este blog. Se ha vuelto parte de mí, saben. En ocasiones no entiendo cómo pueden haber personas que abandonan su blog y se van así como si nada a wattpad, dejando el blog sin uso alguno, sólo porque ahí es más fácil que se lea una novela, porque, al menos yo, me encariño con lo que he empezado y crecido, tanto que no sé cómo explicarlo. Es sólo mi opinión, eh. ¡Un beso a todas! ¡Las adoro! No olviden, +5 comentarios para que suba el martes. ¡Adiós!



13 de enero de 2015

Capítulo cuatro - Fresa con Chocolate.



Cuando ya tengo mi jugo servido, tomo un pequeño sorbo. El sentir el líquido helado, me hace relajarme un poco. Mi sorpresa sigue, así que me quedo callada un momento más, pero luego ya estoy preparada y sé que estoy lista para decirle todo a Drew.

- Dime, ¿Por qué tú puedes traer amigos, y yo no puedo traer a mi mejor amiga? -nada más al escuchar mi pregunta, él se pone a reír. Odio cuando hace eso.
- ¿Acaso te he prohibido que la traigas?
- No, no lo has hecho, pero me molesta el hecho de que tú traigas a gente antes que yo. Ahora que has traído a alguien, seguro que no se despegará de aquí y que seguirás trayendo a más y más, como pasa todos los años -me cruzo de brazos, más enojada que nunca- Por esa misma razón ya no quiero que Fabiola venga. Tus amigos me hacían la vida miserable, me molestaban y no pienso dejar que ella pase por lo mismo.
- ¿Cual es tu maldito problema, Cristal? Esta es mi casa también, y puedo traer a quien yo quiera -se cruza de brazos, de la misma forma que yo.
- ¿Sabes cual es mi problema? -le pregunto, acercándome a él, quedando frente a frente- Que siempre te buscas amistades que no valen ni un poco.
- ¿Lo conociste? -me pregunta enojado igual que yo- ¿Lo saludaste? ¿Sabes algo de él?
- Vi lo que necesitaba ver. Lo suficiente. No es que su cajetilla de tabaco haya  pasado desapercibida -ni siquiera me molesto en hablar bajo. No me importa que el tipo escuche.
- Eres una discriminadora de mierdas, Cristal. La cagas.
- ¡No me interesa, Drew! -exclamo- ¿De donde has sacado a ese tipo? ¿De los clubes a los que ibas, igual que a los otros?
- Lo conocí en la universidad. Estudia en Artes, igual que yo.
- ¿Cómo voy a creer eso? Cuando te preguntaba antes, me decías que eran de la escuela, ¿O no?
- No te importa. Cree lo que quieras -me responde borde.
- ¿Por qué te empeñas en hacer mi vida un asco? -pregunto- ¡Dímelo!
- ¡No todo gira en torno a ti, Cristal! -me lanza tal grito, que me sorprendo- ¡No te metas en mi vida! ¡No eres el centro del mundo! ¡Eres una imbécil amargada que no hace más que molestar y meterse en todo en lo que no debe!
- ¡No me grites! -exijo, devolviendo su grito- ¡A mí nadie me grita! ¿Entiendes?
- ¡Te grito porque es la verdad! ¿Acaso yo te ando diciendo con quién debes juntarte? ¿Te regaño por lo que haces con la gente, o por lo que no haces? ¡No porque seas mi hermana vas a hacer lo que se te antoja y tratar a mis juntas como se te de la gana! ¡Oh sí, la gran Cristal es la diosa suprema y nadie puede ponerle un pie encima! Ese es tu pensamiento típico seguramente. ¡Egocéntrica!
- Prefiero ser egocéntrica a ser un pringado con amigos de porquería, que fuman y quizás hasta se emborrachen y droguen. ¡Soy inteligente! No como tú -escupo.
- ¿Cuando vas a aprender a respetar a gente que es distinta a ti, Cristal?
- Nunca, ¿Y sabes por qué? Porque no saco nada. ¡Porque no me gusta la gente así!
- ¿Acaso tú no sabes que muchas personas lo hacen por problemas?
- No me vengas con porquerías de esas, Drew -le digo- Siempre utilizan esa excusa. ¡Ay, sí, tengo vida horrible, así que dejaré que mis pulmones se contaminen con tabaco y me alcoholizaré para sentirme feliz por un momento! -imito con una voz burlona- ¡Eso es una idiotez del tamaño de todo un país!
- Vaya, disculpa a la gente por no tener una vida perfecta como la tuya, en donde tienes todo lo que se te antoja. Además eres una superficial, joder. Una maldita superficial.
- Soy feliz siendo así, no me interesa lo que me digas.
- A mi tampoco me interesa lo que me digas tú. ¡No te entrometas en mi vida, ni en mis amigos, ni en lo que yo haga! -se gira rápidamente y comienza a caminar firme para salir de la cocina. Me adelanto hacia la salida, lo empujo por el hombro y paso por delante de él.
- Ni creas que ibas a irte antes que yo -lanzo mi cabello hacia atrás, y oigo que me dice algo, pero no logro escuchar. Sin embargo, sé que es un insulto.

Paso por la sala de estar, sabiendo que el amigo de Drew está observándome, pero no bajo la mirada. Es más, le miro desafiante, a pesar de él tiene una mirada completamente normal. Sus ojos se quedan en los míos y el contacto visual se rompe cuando comienzo a subir las escaleras. ¡Todos son iguales! Es que no. No puede llegar alguien correcto a mi vida. ¡Siempre me toca lo peor!

Estoy en mi habitación, y de pronto me siento mal. Hace mucho que no tenía una escena con tanto griterío con una persona. En pocas palabras, con un hombre, a pesar de que sea mi hermano. Eso me sofoca. Creí que no volvería a tener de eso. Supongo que me equivoqué.

Los minutos pasan y estoy sentada en los pies de mi cama. Ahora mismo intento no pensar. No regresar al pasado. Porque Drew, ni ningún otro, es esa persona que tanto me dañó. Tengo que estar consciente de eso. ¡Por favor! Cristal, eres más que esto. Puedes olvidarte.

Mis ojos comienzan a humedecerse, sin poder evitarlo. Los recuerdos pasan por mi cabeza, y me niego a permitir que me hagan daño. Camino hacia la cortina, y la aprieto con fuerza, la jalo, creyendo que eso me ayudará a descargarme. Lo hago tan fuerte que logro que el fierro que la sostiene se salga de su lugar y caiga encima de mis cosas. Siento que algo frágil se rompe. ¡No me importa un rábano! Por mí rompería todo ahora mismo. ¡Drew es el peor hermano del mundo! De no ser por él, no estaría sintiendo todo esto. Me hace daño. ¡No debería ser así! ¿Por qué no puedo pasar de todo? ¿Por qué no dejo de pensar en el pasado? Porque eso es. Es pasado. No significa nada ya. ¿Por qué tuvo que marcar tanto mi vida? ¿Y qué es lo que pasa conmigo?

De pronto tocan la puerta y me quedo de pie en medio de la habitación, respirando de forma irregular. Me siento mareada y todo me da vueltas. Tengo tanta presión encima, que me asusta, y creo que en cualquier momento podría caer desmallada al piso.

- Cristal, ¿Qué se rompió? -era Drew. Y se atreve a venir aquí, el muy cínico- ¿Estás bien? -me callo. No respondo- Sé que estás ahí, te oigo respirar. ¿No puedes hacer episodios cuando no tenga una visita? Seth está abajo y escucha y sabe todo lo que está pasando. Compórtate.

Y no lo vuelvo a escuchar, porque siento que se aleja de la puerta y luego sus pasos bajando los peldaños de la escalera. Doy un puntapié a la cama haciéndola crujir. ¡El enojo, la furia, la impotencia y la tristeza no deberían existir!

De un momento a otro me doy cuenta de que tengo que relajarme. Que no saco nada haciendo lo que hago. Así que me tiro en la cama y aguanto lo más que puedo.

Paso los minutos, hasta que llega la hora del almuerzo, esforzándome por no votar ni una sola humedad de mis ojos, como siempre hacía. Yo no lloraba. Nunca. No lo hacía desde hace mucho tiempo. Y no pensaba hacerlo hoy, tampoco. 

Antes de bajar las escaleras, recupero toda dignidad y me muestro como suelo ser. Recuerdo que soy hermosa y una chica ejemplar, y ya me siento mucho mejor, y es como si nada hubiera pasado. Me voy hacia el comedor, y todos están sentados, esperándome. Miro toda la sala, y no hay nadie. El tipo, gran amigo de Drew, llamado Seth alias fumador, debe de haberse ido. Me siento en la misma silla de siempre.

- Mamá, ¿Por qué hay espaguetis con salsa de tomate? -pregunta Alejandro, con mala cara.
- Siempre te han gustado los espaguetis con salsa de tomate -le dice mamá.
- ¡Eso era cuando tenía seis! -exclama- Ya no me gustan. Me aburren.
- Alejandro -interviene papá- Esto es lo que hay, y esto es lo que te vas a comer, ¡Y ya!
- ¡Pero es que a mi no me gustan! -vuelve a quejarse, se cruza de brazos, y se queda callado.
- A mí me gustan mucho -se mete Drew.
- Nadie te pidió tu opinión, puerco asqueroso -le insulta.
- ¡Alejandro! -mamá ahora está enojada- ¿Qué te he dicho? ¡Mejor cuida esa boca!
- Mamá, no pierdas tiempo -ruedo los ojos- Nunca va a cambiar. Es un maleducado, jamás verá la luz, y nunca va a tener novia.
- ¿Él es el maleducado, Cristal? -me pregunta Drew, girando su cabeza hacia mi dirección, para luego mirarme fijamente. Pero yo ni me inmuto.
- Sí, es él. Sólo y nadie más que él.
- ¿Estás segura? -insiste, sin quitarme la mirada- ¿Lo estás?
- ¡Sí, Drew, lo estoy! -lo fulmino con la mirada- Todo lo que te dije era verdad. No me arrepiento. Fui sincera, y sigo en mi posición.
- ¡Pues yo también!
- ¿De qué están hablando? -nos pregunta papá. Todos nos miran en silencio.
- De nada -responde Drew, por ambos. Y todos empezamos a comer.

Cuando acabamos, nos quedamos conversando un momento. Tomo mi celular disimuladamente, y miro si tengo algún mensaje. Había uno, de Fabiola. Me preguntaba si quería salir hoy. Al igual que a mí, sus padres son muy estrictos con las salidas, y cuando a ella la dejan, siempre aprovecho de pedir permiso también. Así salimos juntas. Nos encanta ir de paseo cuando no hay clases.

- Mamá, ¿Puedo salir hoy? -le pregunto esperanzada.
- Pregúntale a tu padre.
- Papá -miro en dirección a él, ahora- ¿Puedo salir?
- ¿A dónde? -se cruza de brazos, apoyándolos en la mesa. Su mirada es seria- ¿Y con quién?
- Con Fabiola. Solo al centro, a dar una vuelta.
- ¿A qué hora?
- No lo sé, tendré que preguntarle.
- ¿A qué hora llegarás?
- Tampoco sé eso. Pero siempre es solo un rato.
- Bien. Pero solo por si acaso, te quiero aquí a las siete, más tardar.
- ¡Gracias! -le digo, ofreciéndole una gran sonrisa.
- ¿Por qué la dejas salir? -se escucha la voz de Drew- ¿Qué hay de mi?
- Tu amigo vino hoy antes de almorzar, ¿Qué más quieres? -le pregunta, alzando una ceja- Además, tú estás en la universidad. ¿No tienes que estudiar?
- Papá, Seth vino solo un rato por problemas personales -a pesar de que yo me encuentro mirando el centro de la mesa, noto que me mira de reojo- No estuvo más de una hora.
- Lamento mucho eso, hijo. Pero podrías invitarlo de nuevo hoy. Eso, si no tuvieras que acompañar a tu madre a pagar una cuenta al centro comercial.
- ¿Qué? -parecía que se le caía la cara- ¿Por qué no va Cristal?
- Porque ella fue quien me acompañó a cobrar el cheque. Incluso se ganó un helado -le dijo sonriente, y mirándome con aprobación.
- Eso es cierto, hermanito -le digo en tono burlón. Se gira hacia mí, fulminante- Y estaba delicioso. Papá también comió. Te lo perdiste.
- ¿Cómo pudiste comprarle un helado? -alega Alejandro, sorprendiéndonos, porque no estaba en la conversación- ¡Yo también quiero!
- Hijo, si te portas bien, te compraré un helado en el centro comercial -le ofrece mamá- Y si Drew se porta bien, le compraré uno también.
- Mamá -habla Drew sin ganas, tapándose la cara- No soy un bebé. Voy a portarme bien.
- Eso espero -le dice.

A las cuatro treinta, me encuentro ya lista y arreglada. Decido ir con la misma ropa con la que fui al banco. Me veía guapa, bonita, femenina, y sencilla. Me gustaba mucho. Así que solo me puse un poco de rimel, y me delineé y rellené los labios con color malva. Dejé mi cabello suelto, para que el viento hiciera volar su aroma.

Habíamos quedado en encontrarnos en Sissy's. La tienda de helados más agradable, con mejor atención y helados más riquísimos, pero a la vez económicos, que hay en toda la ciudad. Había bastante gente, así que fui casi corriendo hacia una mesa para dos personas, y me senté allí a esperarla.

Fabiola

Cuando llego a Sissy's, lo primero que hago es buscar a Cristal en las mesas del fondo. Para mi suerte, está ahí, justo en la misma de siempre. En el lugar, habían solo dos mesas para dos. Siempre ocupábamos la del rincón, apartada de todos. ¡Ninguna de nosotras puede ser más obvia!

- ¡Cristal! -la llamo. Ella gira su cabeza, dejando de mirar sus uñas.
- ¡Fabiola! -me acerco y la beso en la mejilla. Me siento en frente de ella- ¿Qué almorzaste?
- Lomo saltado, ¿Qué almorzaste tú?
- Espaguetis con salsa de tomate.
- ¡Rico! -exclamo sonriente, imaginando el plato. Se me hace agua la boca.
- ¡Rico el tuyo! Prefiero el Lomo saltado -junta sus manos y mira al techo, imaginándolo, igual que yo.
- Sí, es que ya sabes, te gusta más el arroz. Eres la loca del arroz, ¡podrías casarte con el arroz!
- Oye, el arroz es riquísimo -da su razón del gusto hacia esa comida- ¿Qué has hecho hoy?
- Uhm -pongo un dedo en la boca, y pienso- No he hecho nada de otro mundo. Estuve en casa con mamá, mirando vídeos en internet. ¿Y tú?
- Fui con papá a cobrar su cheque, y discutí con Drew.

De inmediato ruedo los ojos. Cada vez que Cristal me habla de su hermano, me da algo. Y es que aún sin conocerlo, sé que no me agrada. Ambas somos mejores amigas, tenemos un gusto entre personas muy parecido. Nos agradan las mismas, nos desagradan las mismas. Y no es por el hecho ese de: Como a ti te cae mal, a mi me cae mal. No. Es como si fuera inconscientemente. 

- ¿Qué te hizo ahora?
- ¡Llevó a un tipo fumador a casa! -exclama, desahogándose- ¿Cuantas veces seguirá con lo mismo? Todos los años anteriores sus amigos drogados o lo que sea, me hacían la vida miserable. Ahora trajo a este otro tipo. Creo que no me interesa tanto en ese sentido. Lo que más me molesta ahora, es que no he podido llevarte a casa. ¿Sabes cuantas ganas tengo de una pijamada?
- Yo también tengo ganas de una pijamada -hago puchero, porque enserio, las tengo- ¿Pero y si no es tan malo? Seamos positivas.
- Podría molestarte, ofenderte, o reírse de ti en tu cara. Es un hiriente cuando está con gente de esas que no tolero -se pone la mano en la cabeza, frustrada- Si hay algo que me molestaría aún más a que me molesten a mí, sería que hagan contigo lo mismo que hicieron conmigo. 

Cristal siempre me ha cuidado mucho. Tiene un instinto protector, y eso es algo que agradezco. No soy tan dura. Suele afectarme mucho lo que digan de mí. Por eso siempre ve el lado malo, de todo lo que podemos hacer juntas. Si hay algo que nos perjudique en el ámbito sentimental, no lo hacemos.

Sonrío, sin poder evitarlo, y suelto un suspiro lleno de ternura. Ella lo nota, y se pone a reír. Rueda los ojos y se muerde el labio, queriendo ponerse seria. Eso me hace reír aún más.

- ¡No te rías! -me pide, sin aguantar, volviendo a reír.
- Ya, ya, voy a por los helados -le digo- Y mientras, voy a considerar hacer algo.

Me pongo en la fila y no tarda en tocarme a mí. Pido dos helados de menta en copa. El mío tiene trozos de oreo y salsa de chocolate. El de Cristal tiene trozos de frutilla y salsa de frutilla. Ella nunca come chocolate. Siempre pedimos lo mismo, cada vez que venimos. Es como una rutina de amigas. 

Pienso en ir a casa de Cristal. Nunca fui porque Cristal la pasaba horrible estando allí con gente que la molestaba, y sería peor si yo iba. Luego, en vacaciones, cuando su hermano se fue, no pude porque me fui a casa de mis tíos con papá y mamá. Ahora, cuando pensamos que no llegaría, llega, y arruina los planes. Pero voy a ir de todas formas.

- Menta con frutilla y salsa de frutilla para la reina de la dieta -se lo entrego cuando me vuelvo a la mesa, a sentarme.
- No hago dieta -me fulmina con la mirada- Simplemente, me cuido. Tú no tienes necesidad. Eres delgada por naturaleza, y nunca tienes un grano, mujer. Nunca -levanta la cuchara de su helado y me apunta- Eres como una muñeca de porcelana.
- Ser delgada aveces no es tan bueno, te lo he dicho muchas veces.
- Eres muy linda, Fabiola -me dice sonriendo- Estás guapa.
- Tú también -le digo.
- Ambas.

Momentos así, son cuando entre ambas intentamos subirnos el autoestima. Las dos lo tenemos increíblemente bajo. Yo porque lo he tenido así desde hace mucho, todo por comentarios que me lastimaban mucho, que aveces cuestan asimilar. Y Cristal, desde que pasó por lo que pasó. Era algo más o menos parecido, solo que por personas distintas. A pesar de que ella siempre se muestra más que segura de sí misma con todas las personas.

- Voy a ir a tu casa de todas formas, y haremos la pijamada, y nos juntaremos siempre que queramos -le aviso, entusiasmada con mi decisión. Ella se saca la cuchara de la boca.
- ¿Estás hablando de verdad?
- Sí, lo hago. No quiero conocer a tu hermano, pero quiero que tengamos cosas de amigas. Que no toda nuestras juntas sean gracias al instituto -meto un poco de helado a la boca, lo trago, y sigo- Si el próximo fin de semana él sale a algún lado, avísame y voy, ¿Sí?
- ¡Por supuesto que lo haré! -grita, llamando la atención de las otras mesas, pero no le importa porque sigue ocupada en su emoción- Jamás creí que dirías eso. ¡Por fin ha pasado! No quería presionarte.
- Gracias por no hacerlo -le agradezco- Pero deberías hablar más bajo. Loca.
- ¡Es que no me lo creo! -sigue gritando- Prométeme que si Drew te hace algo, no dejarás de ser mi mejor amiga.
- Te lo prometo.
- ¡Oh, no te lo he dicho! -parece recordar algo. La gente sigue mirando hacia nosotras, pero ni se da cuenta, siendo que incluso se lo dije. Me llevo otra cucharada a la boca. No me importa que miren. No no avergonzaría nunca- ¡Me preguntó que si acaso estabas buena! ¿Puedes creerlo? No quise decirle que sí lo estabas.

Me atoro con el helado, pero logro tragarlo a tiempo, antes de ponerme a toser. Siento que Cristal intenta darme palmaditas desde donde está. Pero me las está dando en el hombro. Debería ser en la espalda. Me pongo a reír por eso cuando dejo de toser.

- Deberías digerir mejor, ¿Tanta hambre tienes? -me pregunta, volviendo a la posición en la que estaba- Lo único que falta, es que mi hermano quiera algo contigo. Sinceramente, no sé si es mujeriego o no. Pero ten cuidado.
- Él no se fijaría en mí, nunca -le digo, pero de pronto recuerdo algo- ¡Ni siquiera lo conozco!
- ¿Quieres ver una fotografía?

No me deja responder y saca su celular. Luego de unos segundos, lo extiende hacia mí y me lo pone prácticamente encima de mi nariz. Lo hago para atrás, y veo la foto. En él, un chico guapo, con rostro un poco aniñado, está mirándome. Bueno, no a mi, si no a la cámara. Trae una gorra azul hacia atrás, se muerde el labio, y tiene puesta una playera color bordó, creo, porque no lo logro distingir bien, y encima unas letras blancas.

- Ahora trae el pelo más corto -me informa- Esta foto se la tomó una semana antes de irse de vacaciones a casa de mi tía, este verano. Suele tomar mi celular, y tomarse todas las fotos que quiere, pero siempre deja sólo una. Dice que es para que mi celular tenga más swag -vuelve a guardarlo y apoya sus codos en la mesa- No sé que es eso. Debería borrarla, ahora que lo pienso. Es la única que sigo guardando. Pero bueno, ¿Qué te parece?

Me mira, esperando una respuesta. Me pone un poco nerviosa decirle que su hermano me ha parecido atractivo. Pongo mi mano en mi boca, tapándola y miro mi helado.

- Oh -siento que da un brinco, y eso me hace sobresaltar- ¡Lo encontraste guapo!
- No he dicho eso -me defiendo.
- ¡Pero lo piensas! Ese gesto lo conozco -me apunta con su dedo, amenazante- Cada vez que hay un chico que te llama la atención, lo haces.
- Bien, es cierto. Lo encontré guapo -reconozco, y me pongo derecha- Pero sigue pareciéndome igual que antes. No quiero conocerlo. Prefiero alejarme de gente como él.
- Yo haría lo mismo, si no fuera mi hermano y no tuviera que convivir con él. Es igual que sus amigos o ex amigos mediocres -me dice, mientras lleva un poco de salsa de frutilla a su boca. Frunce el ceño, y hace una mueca de asco- Esta salsa, Fabiola. ¿Es idea mía, o sabe mejor cuando está revuelta con el helado?

♥♥♥


¡Hola! Admitiré que esto de subir cada ciertos días no me tiene completamente conforme. En ocasiones me dan ganas de hacerlo, al menos, un día más en la semana. Cuando tenga la novela más avanzada, quizás agregue un día más de nuevo capítulo. Pero aún no. 

Quiero dar las gracias por comentar en mi capítulo anterior, a las seis chicas que lo hicieron, y también a quienes se toman el tiempo de hacerlo en el chat del blog. Me alegro de que les esté gustando. Sé que ésta novela no está siendo tan leía como las otras que hice, pero me pone feliz que aún varias de mis lectoras se queden. Muchísimas gracias. ¡Así que nos vemos el viernes! Voten en reacciones. Recuerden, +5 comentarios para que suba ese día. ¡Chaaao!





9 de enero de 2015

Capítulo tres - Fresa con Chocolate.




Han pasado dos semanas y dos días desde aquella cena familiar, celebrando la llegada de mi hermano que, prácticamente, fui obligada a celebrar. Desde ahí, todo ha sido un infierno, ¡Y cuando digo todo, es todo! ¡Pero todo! ¡Enserio! Tengo que usar turnos para el baño. Eso no sería tanto si Drew se demorara menos. Tengo que convidar de mis zucaritas cada mañana, y como si fuera poco, debo preparar ese desayuno con la mesa completamente sucia, llena de migas de pan y de toda la comida grasosa que Drew le pone a su sándwich.

Ahora mismo me encontraba saliendo de la ducha. Era un día soleado y además era sábado, así que opté por ponerme una ropa cómoda. Un short deportivo de un solo color, en este caso, gris y muy sencillo. En la parte de arriba, una camiseta manga corta algo holgada, en rosa. En mis pies iban unas sandalias grises que podía atar con el broche en mi tobillo.

Bajé las escaleras y ya todos estaban desayunando. Mamá y papá siempre se sentaban en los lados, el espacio más angosto que hacía que uno quedara frente a frente con los que se sentaran al otro lado. Yo me senté, como se hizo costumbre, al lado de Drew. Alejandro quedaba en frente de nosotros.

- Buenos días -saluda mamá, dando una mordida a su pan.
- ¡Vaya, por fin Cristal se ha levantado! Creímos que estabas muerta -comenta Alejandro.
- Hola -sonrío, ignorando lo que me dice. Hoy me sentía animada. Observo a Drew y está con el cabello todo alborotado. Unos pantalones de chandal y una playera negra, que usa como pijama. Acerco mi mano a su cabello y se lo peino con los dedos.
- ¿Ha quedado bien? -me pregunta, refiriéndose al cabello.
- Sí, ya está -respondo.
- Familia -se escucha la voz de papá- Hoy cobro mi paga del trabajo. Y como es de costumbre, uno de ustedes debe acompañarme al banco para hacerlo.

Todos nos quedamos en silencio. Solo se oye la cuchara chocar contra la taza, las mordidas que cada uno da a su pan o sándwich, y el sorbo que mamá da al té. Yo saco un pan, lo abro a la mitad y le unto mantequilla. Que por cierto, no es casi nada.

- Vaya, Cristal. No te vayas a morir por toda la mantequilla que le echas al miserable pan -me dice Drew, metiéndose en asuntos ajenos- Se te va a reventar la hiel.
- Me provoca granos. No quiero de esos -le cuento fulminándolo con la mirada.
- ¿Qué tiene de malo uno que otro grano? -pregunta Alejandro.
- Lo entenderás cuando seas adolescente y comiencen a salirte -le dice mamá.
- No. Yo no voy a tener granos -responde él, seguro de sus palabras.
- ¿Nadie se va a ofrecer a acompañarme? -escucho decir a papá, pero nadie le hace caso.
- No estés tan seguro, Alejandro. Los hombres pueden ser más propensos a sufrir acné, o exceso de erupciones no deseadas en la piel -le doy a por saber.
- La palabra usada es grano, Cristal -me corrige Drew- Grano. Y ya está. O barrito, como quieras llamarle. Extiendes mucho la explicación.
- ¿De qué estás hablando? -le pregunto como si estuviera loco.
- ¿Exceso de erupciones no deseadas en la piel? ¿Estás jodiéndome? Ocupas mucha saliva, cuando solo basta decir una palabra.
- Eres un perezoso. No puedo creer que lo seas hasta para mover la lengua.
- ¿Alguien se ofrece? -sigue preguntando papá.
- Cristal se cree una princesa pero es una hueca -suelta Alejandro.
- No le digas así a tu hermana -mamá lo regaña.
- ¡De acuerdo, ya escúchenme! -grita papá. Todos lo miramos, impresionados- Cristal, hoy te toca a ti acompañarme a cobrar el cheque.

Mis dos molestos hermanos comienzan a reír y se burlan. Yo me quedo boquiabierta. No era justo. ¿Por qué yo? ¿Por qué no otro? ¡Justo hoy, que es sábado y no tengo ganas de hacer nada!

- Papá, no quiero ir -le digo, de forma amigable, para que entienda- Es fin de semana, quería relajarme todo el día.
- ¿Por qué nunca nadie quiere ir? -me pregunta, sin poder creerlo.
- Fui la última vez contigo. Ahora le toca a Drew.
- Papá, tú sabes que yo iría contigo -se excusa mi hermano mayor de inmediato-, pero sucede que soy un hombre ocupado. Tengo planes.
- No lo entiendo. A ustedes jamás les gusta salir con su padre -se hace el ofendido, como suele hacerlo. Se queda en silencio, bebiendo té, cabizbajo.

Odio cuando hace eso. Le gusta hacernos sentir culpables. Me esfuerzo por no mirarlo, pero lo hago de todas formas. Drew es firme y ni siquiera le dirige la mirada, sabiendo que si lo hace, se ablandará. Papá tiene esa facilidad de poder dar pena a sus hijos cada vez que lo desea. ¡Y le funciona!

- Bien, ya iré -acepto con mala gana- ¿Feliz?
- Gracias, Cristal -me agradece, levantando la cabeza de inmediato, completamente sonriente. Manipulador.
- Querido, yo te habría acompañado -habla mamá, algo apenada- Pero tengo mucho que hacer hoy. Debo de terminar algunas costuras.

Olvidé decirlo. Mamá estudió vestuario y modismo. Trabaja para algunas líneas de ropa, y para algunas señoras que tienen tiendas.

- No te preocupes, cariño -papá le guiña el ojo, comprendiendo- Otro día será. Por el momento, iré con Cristal para allá.

Una hora después, me encuentro saliendo de la casa con papá. Nosotros no tenemos auto. No alcanza el dinero en la casa para tener uno. Así que siempre vamos a pie al centro, que no queda muy lejos, solo a unas cuantas cuadras. Hace una calor infernal y papá va contándome sus anécdotas de cuando era joven y de cómo fue cuando nacimos cada uno de nosotros, sus hijos.

Cuando llegamos al banco, nos ponemos en la fila. En el lugar hay total frescura. El calor de afuera está completamente aislado de nosotros, lo que es genial. Afortunadamente, no hay tanta gente, por lo que no tardaremos tanto. Hay veces en que no podemos ni movernos y tardamos demasiado. A los quince minutos, papá se encuentra guardando en dinero en sus bolsillos, y nos preparamos para ir a la salida. 

- Hija, estoy feliz de que me hayas acompañado -comienza a decirme, mientras vamos por las calles de la ciudad, caminando entre la gente- Hacen falta momentos de padre e hija, ¿no crees?
- Sí, es cierto -concuerdo con él. Me agrada. El que no haya querido venir, no significa que no me guste.
- Y por eso voy a compensarte. ¿Quieres comer un helado?
- ¡Claro! -exclamo entusiasmada- Hace días que no como uno.
- Pues vamos -mira hacia el alrededor, y justo en frente hay un kiosko- Entremos a este.

Nos adentramos y vamos directo hacia el frigorífico de los helados. Hay mucha variedad. Pero mi interés de centra en uno en especial. El de crema, sabor a frutilla, lleno de bolitas de colores. Papá y mamá solían comprar de esos y me los daban, cuando era una pequeña. A cada lugar que íbamos, yo elegía uno de esos. Lo curioso es que cuando salgo con otros familiares, jamás lo elijo. Solo lo hago cuando estoy con papá o mamá. Es como una tradición. Y Fabiola es la única que lo sabe.

- Quiero ese -le digo.
- Bueno -acepta, abre el frigorífico y lo saca. Toma otro, pero de vainilla, para él. Es su sabor favorito- Ahora vamos a pagarlos.

Cuando ya salimos de ahí, abrimos los helados y lo comemos en unas bancas. No decíamos nada. Ambos disfrutábamos mucho lo que comíamos, al parecer. Pero justo en un momento, suena el celular de papá. Él lo saca de su pantalón y se lo lleva a la oreja.

- ¿Diga? -contesta- Hola, Don Omar -lo saluda. Era su patrón- Bueno, de hecho estaba cobrando el cheque con mi hija -hace una pausa- ¿La caja familiar? ¿Enserio? -otra pausa más- ¿Ahora mismo? ¿No puede traerla Zacarías, o alguien más? -se calla otra vez- De acuerdo, entiendo. Iré de inmediato -se quita el celular de la oreja y corta.
- ¿Qué quería? -pregunto, lamiendo lo que me queda de helado. Papá se lleva el de él a la boca, traga y se prepara para contestar.
- Quiere que vaya a buscar la caja familiar. ¿Recuerdas que nos dan una, cada cierto tiempo, llena de comida, de helado, bebidas y todo lo que puedas comer?
- Sí.
- Pues tengo que ir a buscarlo ahora mismo, hija. Lamento haberte hecho venir y tener que dejarte, pero no sabía que iba a pasar esto -luce algo arrepentido.
- No importa, puedo volver sola -sonrío para que no se alarme.
- Ten mucho cuidado, ¿Ya? Y Cristal -se acerca más a mí y baja la voz-, llámame en cuanto llegues a casa, ¿De acuerdo? Si noto que tardas mucho, te llamaré yo.
- Está bien -cuando termino de decir eso, me besa la frente, se da la vuelta y se va a tomar un taxi. Yo camino lejos para ir a casa.

Cada vez que estaba con papá, me sentía muy relajada y tímida. Digo, cuando estoy con él, pero a la vez está toda la familia, soy completamente normal. Pero cuando estamos solos, es como si no pudiera. Me pone más sentimental. No sé por qué pasa eso. Pero me gusta.

En el trayecto, no pienso en nada, excepto en que tenía ganas de hablar con Fabiola y contarle todas mis cosas. O mejor dicho, lo que quería era llevarla a casa. ¿Pero cómo iba a hacerlo? Drew es un ogro, la espantaría. Y no es solo a Fabiola. Mi hermano espanta a todo el mundo, ¡A todos!

Cuando faltaban unas diez casas para llegar a la mía, noto que hay un vehículo de color negro estacionado afuera. Nunca nadie con vehículo viene. Excepto las patronas de mamá, o la Tía Ana, pero aparte de ellas, nadie.

Me siento sorprendida, porque es enorme, y un poco lujoso. Quizás lujoso no es la palabra, pero lo hace ver así, porque es muy brillante y está increíblemente limpio. Las cosas aseadas me gustan. Por un momento, pienso que quizás está estacionado en la casa que está antes de la mía, pero no. Cuando estoy justo en la entrada, sé que no es así. Está justo frente a la de mi familia.

Abro la puerta que da para el jardín delantero, saco mi celular del bolsillo y de inmediato llamo a papá. Cuando la llamada termina, vuelvo a guardar mi celular. Busco las llaves en mi bolsillo pero me doy cuenta de que no he traído el llavero, así que toco la puerta. No alcanzo a esperar quince segundos, cuando Drew me abre.

- ¿Dónde está papá? -pregunta, haciéndose a un lado.
- Ha tenido que ir a buscar la canasta familiar -entro a la casa y cierro la puerta de inmediato- Pero va a volver luego. Creo. Solo ha ido a eso.
- Ah, vale.
- ¿Dónde está mamá? -pregunto, viendo como se sienta en el sofá.
- Ha ido a comprar al negocio que está por no sé donde mierdas. Se ha llevado Alejandro porque quería que se despegara del celular.
- Sí, ya -me dispongo a terminar la conversación- Por cierto, hay un vehículo negro que jamás antes vi en frente de la casa, ¿De quién es? -pregunto- Deberías ir donde los vecinos, si es que es de ellos, y decirles que lo muevan. Estorba un poco.
- No es de los vecinos -se pone a reír.
- ¿Dónde está la gracia? -apoyo mi mano en mi cintura, y cargo mi peso en una pierna.
- Hermana, es de mi amigo, mi bro. Eres una maleducada. ¿Dónde está la señorita que corrige a todos? Estás mal, Cristal. Muy mal.
- ¿Qué amigo? ¿De qué estás hablándome? -tiro mi cabello hacia atrás, y paso un mechón detrás de mi oreja.
- Te presento a Seth Maxwell -estira la mano hacia el frente de él, tras de mí, y entonces me giro.

No sé cómo no lo vi antes. Me doy cuenta de que alguien podría estar robando en la casa, y yo no me daría cuenta. Sentado en el sofá para una persona, hay un chico de cabellos oscuros, completamente negros, y de ojos que podrían ser cafés. Su cuerpo, por lo que veo, es normal, de esos que se nota que logran por hacer ejercicio diario, o casi todos los días. De inmediato se nota que es alto.

Bajo mi mirada a su ropa. Trae una camiseta de manga larga color azul marino, doblada hasta un poco más arriba de sus codos, con un pequeño logo de una marca rara pero seguro carísima en la parte baja a la derecha. Sus jeans son completamente negros, y sus zapatillas con caña del mismo color de la camiseta, dicen supra. Para variar, tiene un reloj completamente reluciente que podría ser de oro puro. Vaya.

Solo necesito ver eso para tener un veredicto. La presencia de ese chico no me agrada. Definitivamente, no lo hace. Sinceramente, me enoja. No era para nada justo. Mi hermano trayendo a gente y yo sin poder traer a mi mejor amiga todavía. Miro bien las fachas del tipo, y luce igual que Drew. Recién vengo a percatarme de eso. Ambos se visten parecidos. A excepción que la del desconocido es toda ropa de marca. Entendí por qué el auto parecía una joya preciosa.

Para cualquier chica, el tipo éste, Seth, sería el Dios más precioso y perfecto del mundo mundial. Pero para mí, no era nada. Solo un típico más. Miro a su mano y noto que tiene una caja de cigarrillos. No puedo evitar fruncir el ceño. ¡Tiene un cigarrillos! ¡Y encima en una casa ajena! ¿No tiene modales?

Me observa y sé que nota mi ceño fruncido, porque me mira de una manera extraña, alzando una ceja, como cuestionando mi reacción. Ignoro eso, no me interesa. Adinerado, y sin modales. Pésima combinación. Yo, que compro mi ropa en tiendas con rebaja, soy mucho más educada.

De inmediato me dan náuseas. Que horror, por Dios. Niego con la cabeza, esforzándome por no decir algo malo. Me giro de nuevo hacia Drew, tragando saliva.

- ¿Podemos hablar? -le pido a mi hermano, casi rogando. Él asiente con la cabeza, y espera, creyendo que se lo diré con la presencia del otro- En privado.

Vuelve a asentir y se para del sofá. Me giro, no sin antes notar que le hace una seña a su gran amigo para luego comenzar a seguirme hasta la cocina. Tomo un vaso limpio del mueble, y me sirvo un poco de jugo. Debo ser paciente.

♥♥♥


Primero que nada, muchísimas gracias por el apoyo hacia la novela, y por los nueve comentarios del capítulo anterior. Me gusta que me digan que Cristal no les agrada tanto, porque así debe de ser. Con eso sé que estoy logrando transmitir lo que quiero en la novela, y aún más cuando no saben si les cae bien o mal JAJAJA. Y ya ven, ¡por fin a aparecido Seth! Oh y bueno,  me han preguntado una cosa:

- ¿Quienes son los protagonistas? Respuesta: Son Cristal y Seth. Como personajes secundarios tenemos a Fabiola y a Drew.  

En fin, espero que estén muy bien. Que las que están de vacaciones las pasen de maravilla, que su nuevo año esté saliendo como quieren, y más. Bienvenidas a todas las chicas nuevas, como Esme, y Andrea Malibú con Piña -me ha dado hambre y sed porque amo las piñas- Y las chicas anónimas, me gustaría nombrarlas, así que si quieren pueden dejar su nombre, me gusta eso.  ¡Un beso enorme! Recuerden, +5 comentarios y subo el martes. ¡Buenas noches!


6 de enero de 2015

Capítulo dos - Fresa con Chocolate.



¡Por primera vez en toda mi vida siento que me voy a desmayar! Mi vida está en juego. ¿Que Drew vuelve? ¿Que va a estudiar en la universidad? ¿Dejará de ser un vago? Tiene que ser una broma. Hace tres meses, cuando empezaron las vacaciones, él se negaba rotundamente a ir, porque no tenía ni la más mínima idea de qué estudiar, por lo que se fue a casa de mi tía a pasar unas vacaciones. ¿Y de pronto, así como así, decide hacerlo?

- Papá -elijo sincerarme-, tú y yo sabemos que de seguro eso es solo una decisión momentánea y totalmente precipitada. ¿No te quedó claro con la última conversación que tuvimos en persona, con él? Se negó de todas las maneras a estudiar algo que no le gusta.
- Lo sé, Cristal. Lo sé. Pero no importa, hija. Con que estudie algo, podrá ser alguien en la vida. Podrá valerse por sí mismo -me suelta de los hombros, se gira y va a abrazar a mamá.
- Pero es que yo no quiero que él venga -le digo, cruzándome de brazos.
- No importa lo que tú quieres sobre eso. Es tu hermano, y nuestro hijo -dice, muy firme.
- ¡Papá! -protesto- ¡Tú no conoces a Drew! Es el más holgazán, tacaño, inmaduro, capullo, desordenado, asqueroso y poco inteligente en todo el mundo. Me hace la vida miserable. ¡Siempre hace de todo para molestarme! ¿No recuerdas la vez en que me tiró caca de perro, sólo para que sus amigos rieran?
- Cristal, es momento de que superes el pasado de tu hermano -se incluye mamá- Él está siendo mejor persona, e irá a la universidad. Tú estás estudiando en el instituto, así que casi ni se verán, excepto en las mañanas y en la hora de cenar.
- Agh, por favor -hago un gesto con la mano, sin querer escuchar más.
- No quiero que sigamos discutiendo. Él llegará el viernes. Quieras o no, vamos a celebrar la llegada de tu hermano. Ahora ayúdame a poner los servicios para que podamos comer algo.

A regañadientes la acompaño a la cocina y hago lo que me pide. Ellos no saben nada. De seguro Drew les ha hecho creer que es una blanca paloma, pero a mi no me mete los dedos en la boca. Lo mastico, pero no lo trago. Sé de lo que es capaz. Su faceta de niño bueno no me convence. Y yo que quería traer a Fabiola a casa uno de estos días. ¡Pobre de mí!

+++

Me llevo el celular a la oreja y escucho los pitidos. Estoy desesperada. No porque Drew vaya a llegar, solo quise poner drama a todo a propósito. Fue un impulso del momento. Si él decide ir a la universidad, tendré que renunciar a muchas cosas. Mis relajadas mañanas serán un horror. Mi cena se estropeará. El baño se verá infestado por él, y yo no podré pasar tiempo arreglándome frente al espejo. Para qué hablar de mis cereales, de mi leche, o mi tiempo de caridad aprendiendo a cocinar. Además de la tranquilidad. Si con Alejandro todo es horrible, ahora será aún peor. Pero no debo adelantarme a los acontecimientos. Hasta que no escuche a Drew diciéndomelo con sus propias palabras, no creeré nada.

- ¿Aló? -por fin contesta.
- ¡Fabiola, no sabes lo que me ha pasado! -exclamo, lanzándome de espaldas a la cama- Todo es un caos. Es, definitivamente, el peor día en todo mi año.
- ¿Por qué dices eso? -me pregunta- ¿Es por lo que pasó hoy con Darío? Cristal, a ti nunca te afecta eso. Solo ignóralo.
- ¿Hola, estás escuchándote? -le pregunto yo ahora- Jamás me afectaría algo que un chico me diga. Me refiero a Drew. Se ha encargado de arruinar mi vida, por siempre. Yo creía que no iba a volver de la casa de mi tía, pero hoy...
- Espera, ¿Va a volver? -me interrumpe. Noto el mismo tono de impresión que el mío.
- ¡Sí! ¿Puedes creerlo? Es más, estudiará en la universidad. Está volviéndose loco. Y no he terminado aún, ¿Sabes lo que estudiará? ¡Artes! Ar-tes. No sé que le pasa.
- Oh -se pone a reír- Eso es totalmente inesperado.
- ¡Lo sé!
- Tienes que relajarte. No es que sea el fin del mundo, sabes. Después de todo, era casi obvio que iba a volver. Son su familia.
- Sí, pero, me traerá muchos problemas su llegada. Veo como algo completamente inofensivo que estudie eso, pero lo que no me gusta es su presencia. Presiento cosas malas. Y cuando presiento cosas, sabes que luego son ciertas.
- Eso es verdad. Pero hay que probar. No puedes hacer nada. Quizás ni estudie en la universidad. Puede que se le pase luego.
- Eso mismo pensaba. No es para tanto. Se arrepentirá.

+++

Tres días después es jueves, y me encuentro en mi relajada rutina por la mañana, antes de ir al instituto. Mi humor hoy está por las nubes de bien. Todo me ha salido perfecto desde que me levanté. Alejandro duerme, todo es silencio, pequeños rayos de sol entran por la ventana, y yo me estoy llevando a la boca una cucharada de mi leche con zucaritas que tanto amo.

Un segundo después, me encuentro con todo lo que contenía la cuchara, en mi jumper del instituto. La sangre me hierve y es porque mi celular ha comenzado a sonar. Cuando hay gente y ruido es un sonido normal, pero cuando todo es silencio, es como si estuviera en el volumen más alto que te hace reventar los tímpanos.

Lo tomo de la mesa, tratando de limpiar mi jumper con un paño lo más que pueda. ¡Tiene que ser una broma! Mi día empieza como una maravilla y ahora esto. ¿Cómo podré ir sucia al instituto? ¡Me hace ver fatal!

Reviso la pantalla y la sangre ya no hierve, más bien, colapsa y podría hacerme explotar. Deslizo el dedo por la pantalla y contesto.

- ¡Traidor! -escupo.
- ¿Feliz de hablar por fin con tu hermanito? -me pregunta, el muy cínico- Al parecer te has enterado ya de la noticia. ¿Estás contenta?
- Contentos papá, mamá, y Alejandro. ¿Qué podría decirte de mi? Todo se ha vuelto un asco. Por favor, Drew, dime que jamás hablaste enserio, y que no volverás. Si me lo confiesas, te amaré por siempre y te idolatraré.
- Maldita mentirosa, tú jamás me idolatrarías ni aunque te pagara un millón de dólares -reconoce- Pero para que lo sepas, no me he arrepentido. Mañana estaré en casa y el lunes seré un universitario sexy y popular. Por no decir que seré un completo artista.
- ¿Desde cuando te interesan las Artes? -aún no podía hacerme la idea- ¡Si nunca en mi vida te he visto dibujar, más que a un hombre con cabeza de círculo y extremidades de líneas!
- Querida hermanita, eso, también es arte. La vida es un arte. ¡Todo es un arte! Excepto tú.
- Quién eres y qué has hecho con mi hermano.
- Mis vacaciones me han hecho ver la luz, Cristal. Quiero dibujar cada cosa que veo. Podría dibujarte a ti también, si quieres. Claro, solo si me pagas unos buenos billetes porque sinceramente podrías ser lo único que no quiero dibujar.
- Si llego a permitir que me dibujes, deberías considerarte afortunado. Nada más dibújame todo el año y te aseguro que terminarás las clases con puros destacados.
- No hay una sola persona en el mundo que te dibujaría. Tal vez lo haría, pero nunca para mostrarlo en la universidad. Sigue soñando.
- ¡Arruinas mi vida! -grito.
- ¡Y tú eres una pija! -me dice, en un volumen tan alto como el que usé yo- No hay nada que me haga cambiar de opinión. Aprovecha tus últimas horas de felicidad. Porque el gran Drew, es decir yo, llegará a joderte. Hasta mañana -y es lo último que oigo de él.

El resto de la mañana y de la tarde, me la paso con los pelos de punta. He tenido que esforzarme por no demostrar mi desagrado en las clases. Eso no sería bueno. Me haría lucir menos guapa. Es lo menos que necesito.

Hace unos días, la vida me sonreía. Todo eran risas, flores y mariposas. Ahora siento que está revuelta, y que todo lo que logré se me está yendo por el inodoro. El sucio y asqueroso inodoro, que Alejandro siempre salpica cuando va al baño. ¡Agh!

- Tranquila, Cristal. No pasará nada -me dice Fabiola mientras caminamos a la parada del autobús, para poder ir a nuestros hogares.
- Lo dices porque no conoces a Drew. Es el demonio en vida. Por eso mismo nunca quise llevarte a casa. Por él. Es tan vergonzoso -le explico rodando los ojos, recordando como es él. Me estremezco al hacerlo.
- Recuerda que no me invitaste en las vacaciones tampoco.
- ¿Cómo iba a hacerlo? Fuiste a casa de tus tíos todo el verano, ¿Lo olvidas?
- Sí, lo había olvidado -se pone a reír- Pero no importa. No soy tan sociable, tú lo sabes. Cuando me hablas de tu hermano, sé por antemano que jamás soportaría estar en frente de él ni por un solo minuto. El tipo de carácter que tiene no va conmigo. Es muy aventado. Ambas sabemos que no me siento bien estando cerca de personas así.
- Pero, podríamos aprovechar cuando el no esté. Llegas después de que se vaya a algún lado, y te vas antes. Siempre tarda -le digo, casi implorando al cielo que sea así- Me gustaría poder pasar más tiempo juntas. Solo nos vemos en el instituto.
- Estaría bien. Pero si no puedes, no hace falta -se encoge de hombros, restando importancia- Solo cuando de verdad sepas que se podrá.
- Cumpliré mi palabra, te lo demostraré. Algo se me ocurrirá.

El camino a casa se me hace un poco largo. Siempre a estas horas, el autobús nunca va repleto de gente. Pero hoy sí. Para colmo, me he sentado en el último asiento para poder mirar por la ventana sin impedimentos, pero una señora se ha puesto a mi lado y huele horrible. Parece que se ha bañado en su perfume. Encima es de esos que son muy fuertes. Sentía que iba a vomitar sobre su atuendo. Peor aún, dentro de mi propia mochila. Moriría si la arruino, porque es preciosa, y da a mi uniforme mucho más estilo.

Cuando esta señora se baja, por fin puedo respirar con tranquilidad. Me siento un poco mejor, pero el estómago sigue dándome vueltas. Logro soportar y cuando me toca bajarme a mí, me siento ya repuesta. Todo muy bien.

Abro la puerta de la casa, con mis llaves. Lo único que quiero es lanzarme de espaldas al sofá. Mi cuerpo no da para más. Hace una calor infernal y mi regreso no ha sido tan relajado como de costumbre. Definitivamente, ésta no es mi semana. Primero Alejandro arruinando mi mañana del Lunes, luego el molesto de Darío, después la noticia que me dio papá junto con mamá, seguido la llamada de Drew de esta mañana, y por último, la señora apestosa.

Hago lo que quería hacer, y de pronto ya me encuentro con mi espalda apoyada en algo completamente acolchado. En momentos así, un sofá puede ser la gloria. La mismísima gloria que no te atreverías a cambiar. La que puede hacer que tu columna y todo tu cuerpo se restablezcan como por arte de magia. ¡Es un tipo de hechicería!

- ¿Qué te pasa? -pregunta alguien a mi lado.
- ¡Ah! -me sobresalto. Llevo una de mis manos a mi pecho, tratando de calmarme. Giro mi cabeza porque no me he percatado de la voz- ¿Drew? ¿Qué haces aquí? ¡Llegabas mañana!
- He querido dar una sorpresa a todos. Incluyéndote.
- Menuda sorpresa.
- Lo sé -da palmaditas en  mi hombro- Lo sé.
- No puedo creerlo, hombre. No puedo -siento que voy a llorar de la frustración. Así que llevo mi mano a mi frente, y cierro los ojos.
- Oh -se enternece- Mi hermanita me extrañaba. Si hasta ya estás llorando.
- Aún no lo hago -me defiendo, tomando mi compostura, observándolo- Y no te extrañé. Yo tenía planes. Mi mejor amiga iba a venir a casa y...
- ¿Mejor amiga? -pregunta con interés- ¿Está ella buena?
- A ti que te importa, es mi mejor amiga y no te entrometerás con ella.
- ¿Por qué no?
- ¡Porque no! No necesita basuras como tú, que lo único que será capaz de hacer es estropear su vida -suspiro y abaniqueo mi rostro con una mano. ¡Necesito aire!
- Lo que digas, lo que digas -rueda los ojos, ya cansado de mis palabras. Se apoya contra el respaldo del sofá, y alza sus brazos para poder apoyar sus manos en la parte trasera de su cabeza, como si fuese el más deseado de todos los hombres.
- ¡Cristal, hija, has llegado! -mamá corre hacia mi, saliendo de la cocina. Se agacha a mi altura y besa mi cabello- Hoy vamos a hacer asado. Como te dije que haríamos, celebraremos la llegada de tu hermano.
- Sí, claro que me lo dijiste -le dije- Pero pasa, que se suponía que él llegaría mañana.
- Habló con nosotros hoy en la mañana. Llegó antes porque mañana todos pasaremos el día comprando los útiles que necesitará para sus primeras clases -sonríe de manera amplia, y da unos aplausos- ¡Esto es maravilloso! Cristal, el día en que vayas a la universidad, comprenderás.
- Sí, hermana. Recién ahí comprenderás -la apoya el fastidioso que tengo al lado- Aún no tienes sentido en esta vida. No eres nadie. En cambio, yo sí. Sé cual es mi propósito.
- ¿Alguien siquiera me toma en cuenta? Estoy estudiando geología -les recuerdo- ¿Y acaso ya te aceptaron?
- Sí, lo hicieron -me responde.
- ¿Cuando pasó eso? ¡Me niego a creer tal barbaridad!
- En cuanto llegó, fui con él a la universidad. Tu padre no podía. Y como Alejandro estaba aún en la escuela, aprovechamos el tiempo -me explica mamá.
- Eso es una coincidencia increíble -comento, alzando las cejas.
- Sí que lo es -concuerda Drew, sonriendo.
- Y es tan poco probable que acepten a alguien de la noche a la mañana, ¿No creen? -sigo diciendo.
- También es cierto -dice- Vaya suerte tengo, ¿Eh?
- ¿Se puede saber cuanta plata le pagaste al dueño de la universidad? -pregunto.
- ¡Cristal! -me regaña mamá- No seas así con tu hermano.

Me cruzo de brazos y pongo mi espalda contra el sofá, bruscamente. Nada estaba bien. Nada. Estaba destinada a soportar cosas horribles el resto de mis días.

Luego de eso, no hago más que estar sentada en ese mismo lugar, todos los minutos. No podía moverme. Estaba en un estado de shock. Mi mente no podía asimilar lo que estaba sucediendo. Era tan irreal. Tan de ensueño, pero uno malo, que no podía caerme en la cabeza.

En la cena, cuando todos nos encontramos sentados en la mesa, listos para comer, papá entra por la puerta. Tomamos nuestros tenedores, listos para comer la carne, pollo, chorizos y todo lo que ha preparado en la parrilla.

- Aquí está nuestro banquete -pone la bandeja repleta en el centro de la mesa y Drew estira una mano desesperado por comer, pero yo se la golpeo.
- Desubicado, espera a que se siente -susurro.
- ¿Qué? ¿Y cómo Alejandro? -pregunta enojado. Yo miro a Alejandro, que ya tiene un montón de comida en la boca. Todo le chorrea.
- Ya es hora de que aprendas a comer -le digo, llamando su atención- Tienes diez. Los niños de diez, deben aprender.
- Hija, cariño, tu hermano tiene doce -papá me corrige, sentándose.
- Espera. Espera, papá -le detiene Drew- ¿Desde cuando? Si cuando me fui de vacaciones, tenía solo siete.
- ¡Mamá! -se queja Alejandro- ¡Lo hacen a propósito! -ahora nos mira a nosotros- Saben que tengo doce, ¡Solo están fingiendo! Imbéciles.
- ¡Alejandro, esa boca! -le reprende mamá.
- ¡Pero es que ellos son los pesados! -se excusa.
- No sé como puedes ser tan roto, hermanito -le digo yo, metiéndome en su discusión- Yo no digo palabrotas nunca. Tienes que controlarte. Si sigues expresándote de esa manera, luego serás un perdedor. ¿Con esa boca le besarás a tu novia en sus labios?
- Esperen otra vez -Drew, nuevamente, tratando de ponerse al día, con la boca llena- ¿Alejandro tiene novia? -comienza a morir de risa- ¿Este pendex de aquí? ¡No me jodan! ¡NO-ME-JODAN!

Mamá y papá, sin poder evitarlo, comienzan a reír en voz baja. Y luego yo también me contagio de sus risas. Sobretodo con las de Drew. Las lágrimas comienzan a caerle y él trata de secarse.

- ¡Mamá! -Alejandro se queja de nuevo- ¿Por qué no le dices nada cuando él dice cosas malas? ¿Por qué?
- Él ya es mayor, hijo. Tiene veinte años. Además, no ha dicho gran cosa -le dice mamá- En cambio tú eres pequeño, y no quiero que a tu edad, aprendas lo que no debes. 
- ¡No es justo! ¡Ustedes no me quieren!
- Haber, ya, está bueno, basta -nos interrumpe papá- Debemos cenar. Un brindis por la decisión completamente inesperada de nuestro hijo y hermano, Drew.

Todos alzan sus copas. Yo alzo la mía de mala gana, y la choco contra las demás. Llevamos cada uno la nuestra a la boca, y bebemos los sorbos que queramos. Cuando Drew ya termina de beber, nos mira a todos, preparándose para decir algo.

- Gracias, familia. Los amo. Espero que todo salga bien -nos dice. Por milésima vez, haciéndose el hijo bueno- El lunes seré universitario y artista. Estoy entusiasmado. A pesar de que ciertas personas -siento que se inclina hacia mí- no quieren que yo sea extremadamente cool y me envidien, voy a hacerlo de todos modos.
- Tu indirecta no me afecta en nada, Drew -digo en voz alta.
- Cristal, silencio. Hoy no, por favor -me pide mamá, susurrando. Yo ruedo los ojos, pero sin embargo, le hago caso.
- Van a llevarse bien, hijos. Ya verán -dice papá, confiando plenamente en sus palabras- Esto es nuevo para todos. Pero con paciencia y fé, nos llevaremos muy bien. No seamos ariscos ni territoriales, ¿De acuerdo?

Se queda callado. Y nos cuesta unos momentos darnos cuenta de que quiere que respondamos a eso. Así que, como si nos lo hubieran pedido, todos nos enderezamos en nuestra sillas.

- De acuerdo -se escucha al unisono, de todos.
- ¡Bien! Entonces, tengamos una hermosa cena. ¡A comer!


♥♥♥

*Pendex = pendejo -por si no se ha entendido-*
¡Hola! ¿Cómo se encuentran? Es Martes ya, porque son más de las doce, saben de lo que hablo. Como no soy mala, he subido. Y es que solo han sido cuatro comentarios en el capítulo uno, pensé que quizás no les ha gustado como es la novela. Para todos los capítulos serán +5 comentarios para que suba el día que corresponda, o no lo haré. No sé, yo pienso que así es más justo. Sus palabras siempre me animan mucho, los leo siempre que me siento triste, y cuando no lo hacen, es como que me deprime. Soy muy sentimental, saben. Pero ya, eso, no sigo. Buenas noches, un beso enorme. Tengan un lindo día mañana.  ¡Adiós! 




2 de enero de 2015

Capítulo uno - Fresa con Chocolate.



Apago el despertador antes de que suene, como todos los días lo he hecho desde que empezó la escuela, este año. Me siento en la cama, me pongo las zapatillas de dormir y me dispongo a ir al baño. 


Me ducho con agua tibia. Papá ha puesto el calefont antes de empezar las clases, por lo que nunca tengo problemas y no paso frío. Me costó bastante convencerlo de que arreglara el aparato. Antes no funcionaba. Ahora, gracias a mí, todos pueden utilizarlo. 

Me pongo la camisa blanca, la corbata, el jumper negro, mis calcetas largas de color gris, mis zapatos y por último, mi suéter, también gris. En resumen, el uniforme. Luego me dispongo a cubrir mis ojos con un par de capas de rimel. Veo si mis cejas lucen perfectamente depiladas, y como lo están, abro la puerta, me dirijo a mi habitación a tomar mi celular y voy directamente al primer piso, a preparar mi desayuno. 

Abro la nevera y saco la caja de leche. Busco mi tazón en el sector de los platos. Lo tomo orgullosa. Es precioso. Color rosa con pequeños puntos blancos. Sin duda mi favorito. Así que lo llevo a la mesa que está en la misma cocina y me echo en él un poco de leche junto con el cereal que está a un lado. Es de zucaritas. ¡Me encantan, me fascinan!

Las mañanas son el momento más relajado de todo mi día. Nadie que hable, nadie que me moleste, y sobretodo, nada de hermanos pequeños que me estropeen todo. La tranquilidad me llena. Ni siquiera hay ruido afuera. ¡Es la perfección!

- ¡Cristal! -alguien me grita. Se me cae la caja de cereales de las manos, al suelo. Eso basta para hacerme enojar.
- ¿Qué es lo que quieres, Alejandro? -le pregunto molesta- ¡Vete a tu habitación!
- ¿Qué estás comiendo? -se acerca a mi tazón, mete la mano y saca un cereal.
- ¡Iugh! -me quejo- ¡No toques mi comida! Que asco, por Dios.

Si hay algo que no tolero, es que toquen mi comida. Nunca, pero nunca, ¡Nunca! deben tocarla. Sobretodo si es el ser más asqueroso en todo el mundo como mi hermano Alejandro. Ni siquiera sé cómo puede tener mi misma sangre.

- Deberías de ser como yo -le recomiendo, sin que me lo pida- Ducharte todos los días, arreglarte bien, cepillarte los dientes tres veces al día o más, y ser limpio. Si sigues así, jamás le gustarás a una chica.

Recojo la caja de cereal del piso y con cuidado la limpio, revisando por si hay algo de suciedad que no quiero tocar. Dejo la caja en la mesa, me lavo las manos en el lavaplatos y me siento en la mesa a desayunar, no sin antes sacar los cereales que mi hermano pudo haber tocado, o rozado.

- No quiero ser como tú -me dice- No le gustas a nadie. No eres divertida, Cristal. Todos te odian. ¿Segura que tienes amigos?
- Tengo amigos -me pongo a la defensiva- ¿Qué es lo que has venido a hacer?
- Me ha dado hambre.
- ¿Hola? ¿Estás hablando enserio? -le pregunto- Son menos de las siete de la mañana, bicho raro. Tú entras más tarde que yo. Lo que deberías hacer es dormir, si no quieres tener unas enormes ojeras en un rato.
- ¿A quién le importan las ojeras? -me dice, poniendo cara de desagrado- ¿Ves? Hablas cosas que no tienen sentido. Tengo doce años, ¿Lo olvidas? Ustedes las mujeres son raras.
- ¿Tienes doce? Creí que tenías siete -me burlo de él, fingiendo que me da mucha risa.
- Piérdete -dicho eso, estira la mano hacia la mesa y saca un pastelillo que anoche ha comprado mamá. Se va y luego lo escucho subiendo las escaleras.

Mi relación con Alejandro jamás ha sido buena. ¡Es un hostigoso! Para ir a la escuela, mamá lo levanta a las siete y quince, cinco minutos antes de irme yo. Su voz chillona me retumba en los oídos cada vez que lo escucho. A veces no aguanto y debo taparme con las manos para no oírlo. Hay que hacer milagros para que se duche, apesta a trasero todo el tiempo, y no hace más que estar en ese celular que mis padres le han dado, viendo vídeos de cualquier cosa. No es más que una rata.

Al terminar de desayunar, subo al baño, me cepillo los dientes, y me pinto los labios con el delineador color malva que me he comprado. En ocasiones uso el rojo, pero ambos los uso de manera muy delicada. Nunca cargo el color para que se note mucho. Solo es para darle un poco más de vida a mis labios. Así me veo más bonita. El color cargado me desfavorece. Yo no puedo permitir que algo me desfavorezca. Jamás en la vida, ¡Jamás!

Cuando se hacen las siete y veinte de la mañana, me despido de mamá, salgo de la casa con mi preciosa mochila puesta y camino para llegar a la parada del autobús, que está a, más o menos, cuatro cuadras. En el trayecto voy escuchando música en mis audífonos grises, que combinan con mi suéter y mis calcetas del instituto.

En el autobús todo luce normal. Casi siempre me toca ir de pie. Tengo la mala suerte de que hay un sólo autobús que pasa cada varios minutos a estas horas por donde vivo, por lo que la gente se desespera por alcanzar un lugar. Es molesto, porque te empujan. Además es como si cada persona fuera acompañada y tuviera a alguien con quién hablar. En cambio, yo siempre voy sola. ¡Qué lindo! ¿O no?

Me quito un audífono y decido pasar el tiempo fijándome en los pasajeros que soy capaz de ver. Un hombre de aparentemente unos cincuenta años, no tiene ni una sola cana, ¿Se teñirá el cabello? Y este tipo que está a mi lado tiene unos audífonos bastante grandes y encima su música va demasiado fuerte. Es esa cosa de reggaeton. Ho-rror. ¿Tendrá sentido del gusto?

Al pasar media hora por fin llego a mi destino. Tengo diecisiete años, en unos meses cumplo dieciocho y aún no consigo salir de aquí. Repetí dos años. Uno porque fui increíblemente vaga, y el otro, porque me hicieron bullying, tuve depresión y mamá me retiró. Tuve que ir al psicólogo por eso. Lloraba cada vez que me tocaban el tema. Ahora lo recuerdo o me lo recuerdan, y no lloro. Lo superé.

- ¡Cristal! -siento que me llaman. Es Fabiola. Su voz la reconocería en todo momento. Giro mi cabeza a un lado y sonrío al verla.
- ¡Amiga! -troto hacia ella y ambas nos abrazamos- Que guapa estás hoy.
- Sigues con lo mismo -me suelta y la veo rodar los ojos- Pero tú sí estás guapa también.
- Gracias -sonrío aún más, rodeo su brazo con el mío y entramos juntas a donde debemos entrar.

Caminamos por los pasillos mientras voy arreglando mi cabello, peinando con mis dedos. Lo sacudo, haciéndolo volar. Me encanta hacer eso. El aroma se dispara. Pero siempre que lo hago muchas chicas me miran de mala forma. Sin embargo, no me interesa.

- Dos semanas y ya hay chicas que te odian -se queja Fabiola.
- Siempre sucede, ya sabes -le digo, queriendo que entienda- Tú sabes que a mi no me interesan. Son unas envidiosas. Creo que lo único que no me gusta es que al odiarme a mí, también te odian a ti.

Lo que le digo es verdad. En nuestro año de mejores amigas, siempre me he preocupado por ella y por lo que recibe por mi culpa. Puedo decir que es lo único que no me gusta de ser como soy. Que ella pague por mi.

- No importa, Cristal. Eres mi mejor amiga. No voy a cambiarte sólo para que la gente me quiera más, o encajar -sonríe tímidamente y me siento más que bendecida por tener a alguien como ella.
- ¿Te he dicho lo mucho que te quiero? -le pregunto apoyando mi cabeza en su hombro.
- Sí. También me has dicho que te volverías la lesbiana más grande del mundo, por mi -ambas soltamos grandes carcajadas recordando ese tipo de conversaciones que hemos tenido.

Sólo para aclarar, este es el primer año que estamos en este instituto. Antes íbamos a otro, pero nos cambiamos porque ninguna de las dos soportaba más ese lugar. Sobretodo yo. Podría decir que ella se fue de ahí por mí. No muchas personas harían eso. Y significa tanto, que no sé como agradecerlo.

Llegamos al salón de la clase que nos toca, y nos apoyamos contra una baranda, esperando a que lleguen las demás. El timbre aún no lo tocan. Justo en ese momento, me doy cuenta de que alguien se detiene al lado de nosotras. Es Darío. Ruedo los ojos y miro hacia otro lado, ignorando por completo su presencia.

- Cristal, ¿cómo estás hoy? -me pregunta- ¿Pensaste mi propuesta del viernes?
- Eres un maleducado. Primero que nada, deberías saludarnos -le digo, haciéndome la ofendida.
- Hola, Fabiola -la saluda. Ella asiente con la cabeza- Hola, Cristal. Ahora sí, ¿lo pensaste o no?

Miro a mi mejor amiga, haciéndole un gesto. Ella capta al instante y me alejo de ella unos metros, tomando a Darío por el brazo. Me pongo frente a él y lo miro como si nada malo pasara.

- No voy a ser tu novia, nunca -lo que le digo le toma por sorpresa, porque todas lo consideran guapo. Todas, menos yo. Yo no encuentro a ningún hombre así.
- ¿Por qué? -pregunta algo tenso.
- Ah -suspiro y le acaricio el hombro, con pena- Darío, me gusta otro hombre.
- ¿Qué?
- Lo que has oído, que me gusta otro hombre.
- ¿Pero cómo? -no se lo cree- ¿Desde cuándo, Cristal?
- Desde hace una semana, aproximadamente -respondo con  desinterés. Observo mis uñas detenidamente, admirándolas.
- Hace una semana aceptaste ir conmigo a comer algo a Subway -me dice- ¡Te compré lo que quisiste comer y te traté bien! ¿Qué es lo que pasa contigo?
- Tenía hambre ese día -le explico de manera pasiva- Y solo comí el sándwich más barato. Ni que te hubiera pedido tanto. El chico que me gusta ahora es mucho mejor que tú. Después de todo, ¿Por qué me fijaría en ti?

Sonrío con ironía por un momento. Lo miro de abajo hacia arriba, mostrando mi desagrado. Su rostro se pone aún más tenso. Sonrío de manera amplia, triunfante. Ya es el número diez en los últimos tres meses. Los chicos son unos desesperados. Nada más ven a una chica y van hacia ella, no importa quién sea. Pero me sirve.

- Sabes, Cristal -comienza a hablar- Eres la más puta de toda la maldita ciudad. Me lo advirtieron, pero no hice caso. Métete el maldito subway por donde te caiga -escupe, y sin decir una palabra más, se da la vuelta y camina con rudeza hacia el salón que le toca.

Mientras lo veo marchar, vuelvo a suspirar, y camino hacia Fabiola completamente normal. Me pongo al lado de ella y hago una mueca.

- ¿Qué te dijo?
- La palabra con P.
- Oh -comprendió al instante- Bueno, ya ha pasado antes. No es el primero.
- Lo sé, pero no es que me interese -le digo, y ella se pone a reír.
- Eso lo tengo más que claro. ¿Y qué le dijiste para que te dijera eso?
- Que me gustaba otro hombre mucho mejor que él y que no sabía quién se fijaría en él. Algo más o menos así  -y no me dice nada, solo vuelve a reír.

Por supuesto que era mentira. No me gustaba nadie. A mi no me gusta nadie desde el incidente. Pero encuentro que es una de las maneras que más los dañan. Que ponga a alguien por delante de ellos a quien nunca podrán alcanzar.

La mañana termina pasando rápido, y sin darnos cuenta, ya son las cuatro y media de la tarde, así que podemos irnos a casa. Con Fabiola estudiamos una pequeña carrera en el instituto. Es de Geología. Si la suerte nos acompaña, en menos de dos años seremos asistentes en geología, ¡Ni siquiera yo puedo creerlo! Cuando le dije a papá que estudiaría esto, por poco se muere. Pero en fin, seremos eso que dije. O algo así, según nos dijo nuestra maestra. ¡Es magnífico!

- ¿Vienes mañana a clase? -le pregunto a Fabiola, caminando hacia la salida del instituto.

Esa es una de las típicas preguntas que nos hacemos al terminar la jornada. Nunca puede faltar. No sé por qué, pero se ha hecho algo habitual. Aún así me gusta.

- Claro que sí -responde- Recuerda que este año no podemos faltar.
- ¡Recordado! -hago el gesto de marinero cuando entiende la orden, y sonrío- ¡Hasta mañana!
- ¡No llegues tarde!

Al llegar a casa, subo a mi habitación. Cuelgo mi mochila en el gancho que tengo tras de mi puerta, y me quito el uniforme. Al ya tener mi pijama puesto, que es lo único que llego a ponerme, doblo el uniforme y lo dejo ordenado a los pies de la cama.

El resto de la tarde me quedo haciendo ejercicio, mientras miro vídeos en el internet. Mejor dicho, solo hago eso por algunos minutos, porque me canso. Pero en estos últimos meses, he logrado mejorar mucho mi cuerpo con eso. Debo decir que yo era una completa perezosa. Nunca hacía esto. ¡Las cosas cambian! Soy muy diferente ahora. Aún así, no me gusta que nadie me vea. Por eso siempre cierro con el pestillo. Si Alejandro me viera, se burlaría de mí por el resto de la vida, diciéndome que me veo horrenda haciendo ejercicio. ¡No pienso permitir eso! ¡Ni hablar!

La noche llega. Papá llega del trabajo y mamá termina de hacer el té. Cuando me llaman, imagino que es para comer, pero no. Al llegar abajo, me quedo parada en el último peldaño de la escalera y me percato de que es otra cosa porque aún no hay nada en la mesa. Ellos se encuentran sentados de pie en medio de la sala, pálidos como un cadáver. ¿Acaso vieron un fantasma? ¿O un espíritu? En ocasiones pueden ser tan tiernos. Pero ahora no siento ternura en absoluto. Algo malo pasa. Y tengo que saberlo ahora mismo.

- ¿Qué sucede? -pregunto, alerta de cualquier cosa.
- Ha pasado la cosa más inesperada en todo el mundo hace un minuto -dice mamá, casi llorando, pero a la vez, sonriendo.
- Me pones nerviosa -le digo- ¿Qué es lo que ha pasado?
- ¡Jamás vas a creerlo! -vuelve a hablar, pero prácticamente me grita. Me quedo estupefacta.
- ¡Mamá, dime ya! -exijo- Me harás pensar cualquier cosa, ¡Enserio!
- ¡Es que jamás creímos que podría ocurrir! -grita papá ahora.

Ambos se abrazan, y mamá llora en su pecho. Ella nunca se pone así. Es más, ¡Está feliz, pero a la vez llora! Algo muy magnífico tuvo que pasar. Nadie se pone así por nada. ¿Y por qué soy la única que no está de ese modo?

- Cristal, hija -ahora habla papá, se acerca a mí y me toma por mis dos hombros, firmemente y parece que va a llorar también- Drew, tu hermano, nos acaba de llamar por teléfono. Ha decidido entrar a la universidad y estudiar Artes. Va a volver con nosotros.

Ya, ya. ¿Acabo de alucinar? ¿Imaginé algo imposible? No puedo aguantar y comienzo a soltar una que otra risa. Esto es una broma pesada. Muy pesada. ¡Lo es!

Aunque, ellos no parecen estar bromeando. Papá cuando bromea siempre ríe solo. Porque sus bromas son fatales y nadie las toma enserio. Ahora mismo el temor comienza a entrar en mis venas, y me pongo un pongo incómoda. De incomodidad pasa a estado de alerta, luego a meditación y finalmente, a querer estar seguro de que lo que me dice es cierto. Pero no puede ser así, ¿No? ¿Estoy volviéndome loca? ¿O estoy dormida?

- No puede ser cierto -suelto otra risa forzada- Repite eso, creo que escuché mal. ¿Haz dicho algo de Drew? -estoy teniendo una pesadilla. Que me digan que es una.
- Sí, Cristal. Drew vuelve.


♥♥♥

Ha sido un gusto presentar el primer capítulo de mi nueva novela: Fresa con Chocolate.
Espero que les guste mucho, chicas. Pero bueno, solo es el primer capítulo, así que. 
Oh, aprovecho para aclarar, que no deben esperar que las cosas surjan rápido en esta novela. Pero tampoco será lento. Será algo normal. Sin prisas. Y también con esto aclaro que eso pasará por el tipo de pensamiento que tiene la protagonista. .
Poco a poco lo entenderán, pero seguro que les encantará a medida que avance.
Comenten mucho, ¿sí? Quiero saber qué opinan.
¡Muchas gracias por tomarse el tiempo de comentar para que subiera hoy! Si ustedes son tan lindas, aish. Agradecida siempre.
¡Recuerden que subiré los martes y los viernes
Besos enormes, ¡las adoro! Y bienvenidas sean las nuevas lectoras. ¡Así que hasta el Martes!



1 de enero de 2015

Sinopsis - Fresa con Chocolate.




Hace exactamente un año, Cristal era la chica más dulce, cariñosa, agradecida, buena y no superficial que alguien podría conocer. Todo eso y más, hasta que una persona a quien más amaba le destrozó el corazón, de la forma más dolorosa y lenta que puede existir. 


Mientras el sufrimiento de Cristal crece cada vez más, decide llevar todo al extremo y  hacer lo único que piensa que le hará sentir mejor: romper corazones. Cada chico que llega a sentir algo por ella, se vuelve su víctima. No le importa si ellos sentían solo atracción, o algo por un solo rato. Le gusta aprovecharse y decirles cosas que los humillan.

Esto lleva a Cristal a adaptar una personalidad completamente diferente a la que solía tener. Se vuelve insoportable, creída, superficial y discriminadora contra todos los que sean del sexo masculino y todas las chicas que se le antojen. La imagen física de sí misma es la más importante para ella. Es en lo único que se fija y lo que más le importa. Todos tienen un error. Todos. Excepto, su mejor amiga, Fabiola. Porque de todas, esa chica es la única que sabe cada cosa de ella. Es su pilar. Su camino hacia su verdadero yo. Y su único gran apoyo en el mundo. El único. 


Pero cuando su hermano mayor de veinte años, Drew, decide estudiar Artes en la universidad, todos quedan sorprendidos. Cristal ve eso como algo completamente inofensivo, pero todo se pone patas arriba cuando, debido a esta decisión, todo lo que ella discrimina y ataca se le viene encima, sin que pueda hacer nada. ¿Será capaz de aguantar y soportar el gran cambio? ¿Será capaz de seguir con su vida tal y como estaba? 


♥♥♥

¡Ya es 2015! ¡Feliz año nuevo!

Ayayay. Jamás he escrito una novela como esta, pero me gusta la idea, bastante. Al momento en que esta avance, se irán dando cuenta de los secretos que oculta Cristal, y de la verdadera historia de su vida y de montones de cosas más. 
Espero tener el apoyo incondicional de ustedes en este proyecto, también. Pensaba en subir el capítulo uno el martes que viene, pero, si me dan +5 comentarios en esta sinopsis, subiré este mismo viernes, es decir, mañana. Las animo a que me digan cómo les ha parecido. Siempre las personalidades de los protagonistas en mis novelas van cambiando, y esta no será la excepción. Tengan por seguro que les gustará.
¡Un beso a todas! 





¡Feliz año!


Ya estamos en 2015 y quiero desearles lo mejor en todo momento. Que les vaya bien en todo lo que se propongan, que puedan tener buenos estudios, divertidas vacaciones, que puedan conocer a mucha gente maravillosa, mucha salud tanto para ustedes como para sus familias y mascotas, uh. En resumen, espero que sea el mejor año de sus vidas, o mejor dicho, de nuestras vidas. Porque yo también quiero eso, ven. 

Hasta aquí. No quiero ni puedo extenderme mucho. Tengo que irme a tomar desayuno y luego saldré todo el día. Pero disfruten este primer día, mucha suerte en todo. ¿Usaron alguna de esas cosas de la suerte?´-si mal no recuerdo se les llama cabala- Yo usé el calzón amarillo JAJAJA. 

En fin, me despido, ahora sí. Pero les dejo la sinopsis de la nueva novela, ¡Espero que les guste mucho! Un montón de besos para cada uno de ustedes, y feliz 2015.
¡Chao!