27 de abril de 2014

Maratón -Por un capricho.

Capítulo 38



Y así el resto del día en la escuela fue pasando. Cuando por fin llegó la hora de salida, me fui casi corriendo. Parecía una loca desesperada. Pero bueno, lo disimulaba, por supuesto. Me hacía la relajada pero no podía evitar acelerar el paso. Iba mirando el suelo y cuando ya estuve afuera, traté de buscarlo con la mirada. Como todos los estudiantes ya se iban, se me era un poco difícil, y mi estatura no ayudaba mucho que digamos.

Me quedé esperando a verlo por unos cinco minutos. Llegó el momento en que ya no había ni un alma en donde me encontraba. Él no llegaba. Pero lo iba a hacer, porque me lo había dicho por el mensaje. Confiaba en él. Mi chico del baño no podía hacerme esto, menos hoy. Se suponía que sería un día especial para ambos. Aunque ahora sentía que lo era más para mí que para él. ¿Por qué carajos se me había ocurrido volver a esta porquería? Si todo iba a seguir igual, él no haría nada por ambos, le daba todo igual. 

No sé exactamente cuanto tiempo pasó, ni siquiera quería ver el celular. Debió ser como una hora y seguía sin aparecer. Comencé a sentirme nostálgica, ¿me había botado? ¿enserio se había dignado a no venir sin avisar? ¿Dónde diablos estaba? Estaba cabreada, quería mandar todo al diablo. Tenía ganas de llorar de la impotencia. Pero aún así esperé más, teniendo la ilusión de que llegaría… Pero no. Cuando ya estuve segura de que no vendría y no daría la cara por su estúpido retraso, me fui de ahí.  

Cerré de un portazo la maldita puerta de la casa. Dando pisadas muy fuertes subí las escaleras. Me sentía pésimo. Me había plantado la persona que amo y ni siquiera me avisó. Ni siquiera fui yo quien le dijo que me viniera a buscar. Él mismo se ofreció, me ilusionó y luego me plantó. Y aunque probablemente estén pensando que soy una exagerada y toda la cosa, no me importa. Porque duele.

La casa era un silencio completo, no había nadie. Papá trabajaba y seguramente Michelle se había ido a pasar el rato con alguna de sus amigas. Menos mal, porque no quería que alguno de ellos comenzara a hacerme preguntas. Deseaba tener a alguien que me entendiera. Podía llamar a Dakota, pero no. Me sentiría estúpida. También podía intentar con Kathryn, pero ella salió con su madre esta tarde y no la iba a molestar por mis problemas amorosos. Seguramente me echaría a llorar de la pena y no quería mostrarme tan afectada por un chico. Me tiré a la cama y escondí mi cabeza en la almohada. Como no quería llorar solo podía descargarme con enojo. Golpeé la almohada una vez. La golpeé como diez veces más y nada cambiaba, seguía igual. Era un poco hombre, jamás se lo iba a perdonar. ¿Por qué tenía que engañarme así? ¿por qué no simplemente me dijo que no podía venir? ¿tan difícil era hacer eso? Y encima yo, la tonta, me quedo afuera de la escuela por más de una hora esperándolo. Era un estúpido, mentiroso, idiota y engañador. Jamás lo esperé de él. No sé por qué le creí.

Abrí los ojos… ¿me había dormido? Miré hacia la ventana y el sol ya no estaba con tanta intensidad. Debían ser como las seis de la tarde, aproximadamente. En fin, no me importaba. Me acomodé en la cama para seguir durmiendo. De inmediato recordé lo sucedido con Justin. Maldito, las iba a pagar. ¿Desde cuando estaba comportándome así? Pienso de manera tan brusca… pero es de entender. Ya sentía que me tatuaban “ilusa” en la frente. Y como no podía dormir me comenzó a dar más pena todavía. No aguanté más, al diablo con el enojo. Lloraría, jamás me gustó ocultar mi sensibilidad. Y sin darme cuenta algunas lágrimas comenzaron a caer. Me sentía tonta y ridícula. Lo único bueno era que nadie sabía lo que había pasado, pero no me hacía sentir mejor. Solo lloraba, muy dolida con él. Seguía amándolo, pero nadie merece que le hagan estas cosas. 

Me cabreé cuando el teléfono de casa comenzó a sonar. No se escuchaba casi nada, ya que yo estaba arriba, pero como estaba despierta no era un problema notar el tono. Sin nada de ganas me levanté de mi cómoda cama y salí de la habitación. Bajé las escaleras mientras me rascaba la cabeza, de muy mal humor. Tomé el estúpido y miserable teléfono con fuerza y brusquedad.

- ¿¡Qué!? –contesté en grito sin interesarme quien era. 
- ¡___! –oh, el olvidador- ¡son las seis de la tarde y recién te estás dignando a contestar el teléfono, joder!
- ¿Qué más da? ¿Para eso llamas? Esperaba algo más importante –sinceré enojada.
- ¿Algo más importante? Toda la puta mañana y tarde te he estado llamando a la mierda de celular y teléfono, y tu ni siquiera has contestado una vez, ¡qué es lo que te pasa!
- ¡No me hables así, Justin! –le hablé con la misma intensidad- ¿Y como te atreves a preguntarme eso? ¡Sabes muy bien lo que me pasa, no sé como eres tan mentiroso si ni siquiera me has llamado una vez! 
- ¿Cómo que no te he llamado? ¿Ahora vas a andar haciéndote la inocente y la que no sabe nada? ¡Más de sesenta llamadas te he hecho y ni vergas me respondiste!
- Idiota, mentiroso, ¡deja de mentir! –no podía ocultar más mi enojo- ¡me plantaste!
- ¿Cuándo te planté? ¡Te avisé que no iría! Te mandé como diez mensajes aparte de las llamadas y nada. ¿Qué estabas haciendo en la escuela? ¿divirtiéndote con tu amigo Sam? ¿jugando a los mejores amigos con derechos con él?

- Ay por dios, ¡no hables idioteces! No me llegó ninguna llamada ni mensaje, te esperé por más de una hora afuera de la escuela y jamás apareciste, ¿cómo quieres que me sienta? ¿Qué ande risita y risita de aquí para allá? ¿eso quieres?

Y cortó la llamada. Los pitutos comenzaron a sonar. Me quité el teléfono de la oreja y le miré. ¿Quién se creía para llegar y cortar la llamada? Cabrón. Inmaduro. Pendejo. ¡Demasiado pendejo! ¡Es un…!

Y entonces el tono de mi celular se hizo escuchar en la casa. Al parecer venía de la cocina. ¿Por qué venía de la cocina? Digo, no había ido a la cocina en todo el día, no tenía por qué estar ahí. Confundida caminé hacia allá, tomé el teléfono y miré. Era Justin, de nuevo. Contesté de inmediato. Esto se iba a poner mal.

- ¿Diga? –puse la voz más dulce que pude.
- Donde pedo tenías ese celular. Dime. Ahora –ordenó decidido. De un momento a otro me di cuenta de que era bastante sexy cuando se enojaba.
- Uhm… Lo olvidé, al parecer –reconocí con vergüenza. Enorme atado que le hice por nada. Esperaba que el enojo se le fuera de un viaje.
- Lo olvidaste… ¡lo olvidaste! –gritó- Justo este día se te tuvo que olvidar, ¿verdad? Y luego me andas culpando a mí de que yo te planté y estupideces de esas, ¿cierto?
- Lo siento, yo no sabía que se me había quedado. No quise revisar el celular en toda la tarde, ni cuenta me di –le hice saber.
- Sabes qué __, discutiremos este puto asunto después y me vas a tener que explicar cosas de la mejor manera o vas a ver.
- ¿Acabas de amenazarme? Y será mejor que tú también me expliques, ¡porque nada es una excusa para que me hicieras esto! Pudiste pasar a la escuela a dejarme el recado, pero ni siquiera se te ocurre. Me ilusionaste. 
- ¿Quieres saber la razón? ¿quieres apostar a que es una razón muy buena y justificada? Vas a perder __, te lo aseguro. Conste que te lo estoy advirtiendo. Será mejor que lo pienses bien.
- Que te quede claro que nunca te voy a perdonar esto y que nada lo va a justificar. ¡Y está bien! Apostemos, a ver quien gan…
- Michelle está en el hospital –me interrumpió- Ya es madre, tuvo a la bebé, ahí lo tienes. Nació tu hermana y he sido yo quien la ayudó –me quedé helada- Y más te vale que estés aquí en lo más mínimo de tiempo. Ahí tienes otra advertencia –y luego de ese momento tan intimidante, se echó a reír- Ay __... cómo me voy a divertir con esta apuesta… -y cortó. La piel se me erizó, ¿qué quería decir?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Quedé con el celular aún en la oreja, tratando de analizar la situación y la noticia que acababa de recibir. ¿Qué se suponía que debía hacer? Claro, ir al hospital, ¿pero qué más? Era nueva en todo eso, jamás tuve una hermana. Mi nerviosismo aumentaba. Llegaría ahí ¿y luego qué? ¿con qué cara miraría a Justin? O a mi padre o a Michelle. Papá seguramente me regañaría por no haber estado para ella, de alguna manera suele desquitarse. Pero no era lo peor, el no saber qué hacer me tenía muy mal, ni siquiera me había movido del lugar en donde estaba. Sentía que me desmayaría en cualquier momento. Mis manos sudaban, sentía que mis mejillas ardían sin razón y tenía un calor insoportable.

A pesar de todo lo que había pasado, logré ir a tomar un taxi para llegar a donde debía. No tardé tanto en llegar, y cuando me bajé me confundí, ya que habían tres edificios enormes, pero diferentes. Alguno de ellos debía ser para las futuras y recientes madres. Pude identificar a cual de ellos debía entrar gracias a un hombre del aseo que me dio indicaciones. Le agradecí enormemente por ello. De hace ya tiempo que no venía a un hospital. No solía enfermarme tan gravemente como para venir a tipos de lugares así. Digamos que tengo un terror a los médicos. No específicamente a ellos, si no que a las agujas, más que nada. 

Llegué a la entrada. Afuera había unos cuantos metros cuadrados de pasto, estaba bonito. Pero cuando puse un pie dentro y quise subir la escalera del edificio de madres o bebés, como le quieran llamar, un caballero barbón de estatura media que ni siquiera había visto me tomó por el brazo, haciéndome dar un brinco. Lo miré con pánico. Las palabras no me salieron, no esperaba que un desconocido me hablara o aún más, me tocara.

- No puede entrar, señorita. Por favor desaloje el lugar –me sorprendí. Ni que fuera un parásito.
- Vengo a ver a la esposa de mi papá –le expliqué.
- No puedes pasar –insistió firmemente- Tienes que ir a buscar un pase.
- ¿Un pase? –pregunté extrañada- ¿para qué quiero yo un pase?

Me jaló más del brazo, sacándome de ahí. Quedé afuera parada como una tonta. Podría decir que me sacó a empujones. Lo miré mal, y un poco molesta. 

- Tienes que esperar tu turno de visitas. Solo se puede entrar de a una persona, y se exige el pase, sin excepciones. Si no vas a ir a buscar uno, será mejor que no entres y ya. Buenas tardes.

Y se fue a parar donde se encontraba antes, cerca de la escalera, en el interior. Miré a mí alrededor. Tampoco me había dado cuenta de que había un montón de gente esperando. El desconocido mandón tenía razón, había que esperar el turno. Sentía varias miradas sobre mí, seguramente pensaban que yo era una cualquiera sin respeto alguno ¿dónde debía conseguir el pase? 


                      Capítulo 39




Como no tenía idea y no me sentía lo suficientemente a gusto preguntando a alguien de nuevo, me fui a buscar algún lugar para sentarme. Cuando logré divisar una banca, alguien me hizo dar un vuelco en el corazón, ¿era Justin quien estaba sentado ahí? Por dios. El pobre se veía pálido, casi como un fantasma. Tenía la mirada perdida, los brazos los tenía lacios, y su cabeza colgaba desde el respaldo de la banca. Avancé hacia él y me paré en frente. Ojalas estuviera vivo. 

- Llegué –avisé, para que me notara. Al posar su mirada en mí se incorporó. No creí que reaccionara tan rápido, considerando su aspecto.
- Oh –se rió cínicamente. Fruncí el ceño- Hasta que la perdida se digna a aparecer.
- Te ves pálido, Justin –ignoré su comentario por completo. No le iba a dar el gusto.
- Es lo que pasa luego de que ves la cabeza de un bebé mientras nace. O lo que pasa cuando ves que se le rompió la fuente a la familiar de tu novia. O lo que pasa cuando tienes que tomar el lugar del padre por cinco minutos y estás paranoico. O lo que pasa cuando tu novia no te contesta el celular y hace que pienses cosas. O lo que pasa cuando te hace rabiar hasta la mierda y tarda un millón de años en llegar a este maldito hospital de mierdas, ¿no crees? –me miró con enojo evidente.
- Está bien –rodé los ojos- Lo siento, ¿sí? Enserio lo siento. Yo no quería.
- Aish, yo no quería –imitó mi voz de niña- Luego hablamos sobre esto, ahora no me siento bien. ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías ir a conocer a tu hermana.
- Necesito un pase y no sé donde encontrarlo. Yo… 
- Bien –interrumpió- Quédate aquí. Voy por el maldito pase, que seguramente no te atreverás a ir a buscar –se paró de mala gana de la banca, metió sus manos en sus bolsillos y comenzó a caminar.
- ¿No puedo ir contigo? –pregunté de buena forma, dando un paso, lista para ir tras él.
- Agh, sabes __, quédate aquí. Eres una tortuga, seguramente tardarías más de lo que tardaste en llegar –quiso hacerme fastidiar.

Y lo logró. Se giró y fue por él, dejándome allí quieta y sola. En parte, sabía que me lo merecía. Lo traté mal, hice un escándalo y lo insulté cientos de veces en mi cabeza. Todo por mi bobería de olvidar el celular. Esperaba que esto no durara mucho, de lo contrario me volvería loca. Ya sabía que Justin era un caos cuando se enojaba, pero esto ha sido muy inesperado, no creí que volviera a suceder, al menos no hoy. 

Tomé asiento e intenté relajarme un poco, para así poder evitar que la espera fuese un fastidio. Pasaron cinco minutos y él aún no volvía. Supuse que debía haber una fila larga y que por ello aún no volvía. Comenzaba a hacer un poco de frío y yo no tenía algo muy abrigador puesto. Solo un jeans ajustado, unas converse negras de cordones blancos, además de una camiseta manga larga color amarillo claro. Cómodo, pero demasiado veraniego para estas horas, con este clima incluido. 

De pronto, una señora de aproximadamente mi misma estatura, un poco maciza, de cabello muy corto y gesto molesto, venía caminando. Vendía unos dulces de menta, unos curitas y pilas de control remoto. Empezó a ofrecer a algunas personas, pero todos le decían que no. Me dio un poco de pena. Si yo tuviera un poco de dinero conmigo, le habría pedido algo. Era una lastima.

Me asusté cuando se comenzó a acercar a donde yo estaba. Mi corazón se puso inquieto y traté de mirar hacia cualquier lado para ver si dejaba de tomarme en cuenta y se iba para otro lado. Pero no. Paró en seco delante de mí.

- Toca aquí –me dijo, apuntando su cabeza con su dedo índice. La miré extrañada.
- ¿Qué? –pregunté, creyendo que había escuchado mal.
- Que toques aquí –volvió a repetir.

Me miraba fijamente. Supuse que no se iría hasta tocarle la cabeza, por lo que con algo de nerviosismo acerqué mi mano y le di tres toquecitos en la cabeza. Ella sonrió, llena de placer. Parecía que hubiese tenido un orgasmo de tanto que le gustó. Quité mi mano, pero no se fue.

- ¿Quieres comprar algo? –pobre mujer, debía de tener algún problema, porque no podía comunicarse bien. Me sentí mal por no poder ayudarle.
- Pues, no. No tengo –dije sin mucho interés- Lo siento.
- Oh… -se aclaró la garganta- Hija de puta.

Me insultó y se fue caminando. Me quedé con la boca completamente abierta. ¿Qué se creía? Y yo que había sentido pena por ella, hasta creí que no hablaba bien pero el insulto vaya que le había salido bien. La gente me miraba, sentí que me iba a poner completamente roja. Saqué mi celular del bolsillo y traté de distraerme, queriendo salvar algo de dignidad. Luego de unos tres minutos más, apareció Justin. Por fin.

- Aquí está –extendió el papel de color blanco hacia mí, mientras se sentaba a mi lado. Lo tomé.
- Gracias –comencé a pararme, pero su voz me detuvo.
- ¿A dónde vas? –me tomó por el brazo, haciendo que me sentara otra vez- Tienes que esperar a que tu padre salga, él está adentro, ¿qué es lo que tienes en la cabeza? ¿caca? –exclamó enojado.
- ¿Qué es lo que te pasa a ti? Antipático, pesado, no tienes por qué decirme las cosas de esa manera –me enojé también.
- Es la única forma de que entiendas algo de lo que pasa, niña.
- Pues no me interesa, yo no te he dicho nada malo.
- Ya, como sea. Mejor cierro el hocico –y se calló. 

De repente, noté que papá se venía acercando hacia nosotros. Ya había salido. Me alegré. Al fin conocería a la nueva integrante. Me emocionaba bastante. 

- Hija, hasta que has llegado –se sentó a mi lado y besó mi frente. Se apoyó contra el respaldo de la banca, igual que nosotros. 
- Lo siento, no había podido llegar antes, yo…
- ¿Por qué no? ¿sabes qué hora es? –comenzó a regañarme- ¿por donde andabas?
- No hice nada, lo prometo –le dije, algo asustada- Es que olvidé mi teléfono, y luego de que llegué de la escuela me fui a casa, y me quedé dormida. 
- Como siempre, nunca te concentras en las cosas. No tienes ni un poco de responsabilidad. Te digo una y otra vez lo que tienes que hacer, pero te entra por una oreja y te sale por la otra –no me gritaba, pero sentía que en cualquier momento lo haría ahí mismo.
- Papá, no es momento de discutir. Al menos no hoy. Se supone que es un día especial para ti, ¿o no? 

Intenté con todas mis fuerzas sonar de forma madura, pero en realidad era solo para salvarme del castigo o regaño. Justin permanecía callado. Papá cambió la expresión de su cara a una más relajada. Gracias a Dios.

- Tienes razón. Solo por esta vez no diré algo más. 
- Bien.
- Justin nos ha ayudado mucho hoy –dijo papá, más animado. Giró su cabeza hacia él- Oye, hijo.
- Dígame, señor –ambos se miraron. Justin se veía tan sereno y tranquilo que me hacía pensar que yo era la única paranoica. 
- Muchas gracias por todo lo que ayudaste a mi esposa. De no ser por ti, no habría podido tener a mi hija en mis brazos. De verdad te lo agradezco. Me alegra que __ tenga un amigo con tanta buena voluntad –sonrió ampliamente.
- No agradezca nada, señor –sonrió mi novio, aunque noté que no era una sonrisa sincera. El hombre le había dicho que solo era mi amigo. Por un momento olvidé que mi padre no sabía nada- Fue todo un gusto ayudarle. Sé que es muy importante para usted, tanto como para __ -me miró de reojo. Me sonrojé.
- Sí, en realidad lo es –papá le tomó la mano y ambos se la estrecharon, así como compadres- ¿Cierto, __?
- Ahm, sí –fue lo único que respondí. Bajé la mirada.
- Santo cielo, hija. ¿Qué es eso? ¿no le darás las gracias a tu compañero? No te he enseñado tales cosas –se mostró furioso una vez más. De inmediato intenté suavizar la situación.
- Sí, __ -habló esta vez el chico del baño- ¿no me harás un agradecimiento? ¿unas palabras por haberte avisado de tal suceso? –sabía a la perfección que sus palabras tenían un cierto sarcasmo. 
- Entiendo –rodé un poco los ojos, sabiendo que no se daría cuenta. Levanté la cabeza- Gracias, Justin. Enserio gracias. Gracias por ser todo un superhéroe, por salvar la vida de mi hermana y a Michelle –me eché a reír. 

Papá no pareció entender mi burla hacia una parte de lo que había dicho, así que sonrió. Justin, por otro lado, frunció el ceño y se limitó a cruzarse de brazos y a volver a apoyar su espalda contra el respaldo. Nos quedamos en silencio. 

En cuanto noté que la señora loca se venía acercando hacia donde nos encontrábamos, me hundí en vergüenza y traté de relajarme. No era que estuviese caminando directamente hacia nosotros, pero estaba por los alrededores.


- Mierda –se quejó papá- Ahí está esa mujer otra vez.
- ¿La conoces? –me sorprendí.
- Claro que la conozco. Siempre está vagando por las calles, queriendo vender, y si le das dinero de más, no te da el vuelto. Es una estafadora. 
- Oh, vaya. No lo sabía –admití.
- Es cierto –se unió Justin- Y a veces insulta a la gente. Una vez una niña iba subiéndose a un autobús y la jaló del pelo, tirándola al suelo.
- Eso también es verdad –mi padre estuvo de acuerdo con él- Además, suele gritarme tonterías cada vez que no le compro. Hasta que me aburro y la trato mal. Es una vieja que se hace la tonta. Solo no la pesquen.

La mujer no tardó en acercarse, se paró delante de nosotros, tal como lo hizo conmigo. Traté de no inmutarme, ni bajar la mirada, cosa que logré. Se preparaba para ofrecernos algo, ya que extendió su canasta hacia nosotros.

- Cómprenme algo –exigió enojada, como si tuviera derecho a obligar.
- ¡No quiero nada! –le gritó papá- ¡Lárgate! ¡ahora! –papá se iba a poner de pie, él quería ahuyentarla.

La mujer un poco más no se muere del miedo. Inmediatamente comenzó a retroceder. Se tropezó y casi se cae.

- ¡Enojón! –le gritó y se fue corriendo.

A medida que se iba alejando, le gritaba unos cuantos insultos a papá. Entre ellos el “culiado, imbécil, marica, bastardo” y el famoso “hijo de puta” que ya me había dicho a mí. Me eché a reír. A diferencia de hace rato, esta vez había sido gracioso. Papá y Justin también se echaron a reír como unos locos. Y para colmo, la gente desconocida que había presenciado el momento también se reía. No es que fuéramos malos, pero si ella fuera agradable, mi padre no le habría dicho nada y le habría dado unas cuantas monedas. Además, ellos ya tenían una historia mala.

Al final, terminé entrando al hospital. El caballero que me había sacado a empujones por fin me dejó pasar. Pasé un momento incómodo, en el que no podía abrir la puerta que daba hacia el pasillo. Un chico se puso a reír de mí, traté de no darle importancia, pero logré abrir la puerta, e inmediatamente me puse como tomate. Caminé entre las incontables salas en donde se encontraban mujeres con sus nuevos bebés. Yo tenía la número 41-43, y eso que aún quedaban demasiadas. Pero bueno, cuando entré, la vi. O sea, en realidad observé a Michelle. La estaba amamantando. Dudé en si entrar o no. Pero apenas ella me vio, sonrió tanto que se me fue imposible no entrar a verla y a preguntarle como estaba. Avancé, nerviosa y sin saber que decir o hacer.


- ¿Cómo estás, __? –preguntó amable- Creí que no vendrías, cariño.
- Yo… es que –aclaré mi garganta- no pude venir antes. Pero ya estoy aquí. 

Michelle quitó una mantita con la que estaba cubriendo su pecho, y pude ver la cara de la nueva bebé. Sentí que mis ojos se humedecían. Era hermosa. De la clase inocente, pequeña y dulce que no solía ver a menudo. Sonreí. Casi no creía que pudiese tener a una hermana. 

- Es tan linda esta niña –dije con ternura, mientras le tomaba una manito- Temía quebrarla- No lo puedo creer…
- Con tu padre hemos decidido que se llamará Lila –me contó.
- ¿Lila?
- Sí, raro, ¿no crees? Lo vimos en el calendario, y nos terminó gustando –rió.

No pude evitar reír con ella. No solo porque dijo lo del calendario, si no que en Futurama uno de los personajes era Lila y ellos no tenían ni la más mínima idea. No dije nada, porque no era momento para hablar de caricaturas. 

                     Capítulo 40

                                                         
                               

Al pasar los minutos, pude tomar a Lila en brazos. Creí que me daba tanta paz… hasta que comenzó a gritar y a llorar como una loca y se puso roja de la furia. Me asusté e inmediatamente se la pasé a Michelle. Creí que se estaba ahogando, pero luego supe que era algo normal. Tan tierna que se veía y de repente es como un ogro. Me recordó a Romano, mi gato, cuando llegó. 

Cuando la hora de visitas finalizó, me tuve que salir para afuera. Papá y Justin me esperaban. Hacía algo más de frío. Y de la nada, apareció mi tía Susana. No creí que vendría, pero sin embargo lo hizo. Me abrazó fuertemente. Venía con uno de mis primos, al que yo consideraba como un hermano. Se llamaba Alejandro, y era un porfiado al que no soportaba, pero aún así. Y cuando nos íbamos, no pudimos evitar pasar los cinco a comer chatarras a un restaurante que quedaba justo en frente del hospital. Justin me miraba de vez en cuando. Estaba sentado en frente de mí. Era lo suficientemente discreto como para lograr que no se notara. Se veía feliz. Me gustaba, era perfecto. Hasta que en un momento de descuido, el sándwich que tenía en mi mano recibió un codazo de parte de Alejandro, aterrizando en todo mi cabello. 

- ¡Agh, Alejandro! –me quejé- ¡mira lo que hiciste!

Papá, mi tía y Justin estaban jodidos de la risa, mientras que yo estaba fastidiada. No era tanto por mi cabello, si no que mi hermoso sándwich se había arruinado bastante. Mayonesa ya no quedaba, pues toda se me quedó encima. Y para qué hablar de los demás ingredientes. Comencé a darme cuenta de que me sentía un poco estresada, por lo que pude calmarme rápidamente. No quería estar así.

Era tan extraño que Justin estuviera compartiendo con mi familia, pero a la vez era muy confortante, porque iba ganándose cariño de a poco. Pero no importaba todo lo bien que estuviera con ellos por este momento. La mentira seguía, y eso no iba a cambiar, al menos no por ahora. Y no estaba a gusto con ello.

Terminé no asistiendo a clases durante todo el resto de la semana. Papá me había pedido que ayudara a Michelle en sus primeros días como madre. Digamos que yo no era la más apta para ese trabajo, pues ni siquiera sabía que los primeros meses no se les puede dar papilla, si no que solo leche. 

Michelle había estado solo tres días en el hospital, así que mientras no estaba, lo único que podía comer eran unas papas fritas quemadas con huevo –que no estaba correctamente frito-, todo hecho por papá. No me dejó ayudar en nada, es más, cuando traté de sacar las papas para que no se quemaran, me regañó, y dijo que aún no había que sacarlas, ¿cómo era posible que aún no estuvieran listas, si se estaban poniendo bastante cafés? Dios. No me quedó alternativa que comer eso.

Hoy era día lunes y debía irme a clases. Justin me esperaría en un parque que sigue de mi casa, un poco más allá. Me iría a dejar. Hoy cumplíamos otro mes de relación. Debía ocultarse, de lo contrario papá se volvería loco y quedaría una enorme embarrada. 

Yo ya iba camino hacia donde lo iba a encontrar. Miré la hora en mi celular, que marcaba exactamente las 7:45am, buena hora como para no llegar tarde. Conste que yo jamás de los jamases he entrado atrasada a una clase. Jamás. Y no pienso hacerlo, lo odio.

- ¡Justin! –le llamé. Él se encontraba apoyado entre algunos árboles. Se volteó a verme y sonrió ampliamente. Sin darme cuenta, ya estábamos abrazados, mientras nos besábamos.
- Feliz mesiversario, amor –me deseó al momento de apartarse de mí, a no más de dos centímetros.
- Para ti también, mi vida –le miré embobada. No podía no estarlo.

Conversando de cosas sin sentido nos fuimos caminando hacia su carro, que estaba estacionado unos metros más allá. Me hizo subir y puso algo de música. Arrancó de inmediato y partimos hacia nuestro destino. Solo nos quedaban menos de quince minutos juntos y debían aprovecharse, al menos mirándonos. 

- Me habría gustado estar contigo hoy todo el día, shawty –dijo. Teníamos la mala suerte de que fuera un día de clases.
- A mi me encantaría haber podido, pero hemos tenido mala suerte –suspiré- Ya sabes, con todo lo que pasa, con la escuela, con papá… 
- Lo sé, entiendo –habló apenado. Miraba directamente hacia la calle, por lo que me puse a mirar por la ventana.
- Enserio lo lamento, Justin. Estaría todos los días contigo si pudiera, pero…
- __, no te presiono –me interrumpió con esas palabras- Y es que no puedo ocultar que me gustaría obtener algo más. Me jode ocultar todo esto a tu papá, no puedo ni estar contigo en nuestra fecha, no puedo besarte en público, no puedo decirte una palabra bonita siquiera. Tengo que estar como soldado en tu casa, cuidando mi vocabulario, con miedo de decir una palabra o de llamarte de una forma que podría arruinar lo que tenemos. No sé por qué mierdas tiene que haber tanto drama entre nosotros. 

No mentiré. Me quedé callada. No sabía exactamente que decirle. Si antes me sentía mal por no tener lo que ambos queríamos, ahora me sentía peor. Era la peor novia del mundo. Él hacía cosas por mí, ¿pero qué hacía yo por él? Nada. O al menos eso parecía. Así que me puse a pensar seriamente en algo que se me vino en mente. Me daba pánico, pero era necesario. Y esperaba no arrepentirme de ello. Esperaba que todo fuese un secreto más.


- ¿Y si me voy de pinta? –pregunté de forma insegura. Justin, como un rayo, giró su cabeza bruscamente, para comenzar a mirarme de reojo, tratando de no quitar tanto la vista hacia la calle mientras conducía.
- ¿Has dicho la palabra con P? –preguntó impresionado.

- Sí, eso dije. Pinta.
- Pero __, t…tú –tartamudeó- jamás has hecho algo así, no es normal. 
- Quiero hacerlo por ambos, Justin. Me da miedo, pero quiero hacerlo.
- No es lo correcto –reconoció.
- Sé que no lo es, pero un día que lo hagamos no hará tanto daño, ¿o sí? –intentaba sonar lo más relajada posible, pero por dentro estaba hecha un lío.
- No creo que lo haga. Aún así no quiero que sientas que te obligo a hacer esto. Digo, yo estoy más que dispuesto a desviarnos del camino e ir a donde tú quieras, pero si no te sientes lista lo voy a aceptar…
- Justin por favor, no hagas que me arrepienta –le rogué tirando la cabeza hacia atrás, algo fastidiada- ¿vas a querer que me vaya contigo?
- Sí quiero, amor –dijo de inmediato- De verdad quiero.
- Yo también quiero –y no mentía, tenía unas enormes ganas. 
- Entonces, ¿vamos?
- Sí –respondí casi desesperada. No quería arrepentimiento.
- ¿A dónde?
- ¿Hay alguien en tu casa? –pregunté curiosa.
- No, solo estaríamos tú y yo.
- Pues vamos. Si no te molesta, claro –sonreí de lado.
- ¿Molestarme? –se echó a reír- He estado esperando desde hace tiempo. Por fin un rato completamente a solas.
- Sí –sonreí, sin duda alguna muy feliz- Por fin.

Y de un momento a otro el muy tonto dio una vuelta en U, y giró hacia la izquierda, para irse por otra calle. Lo regañé por eso. Pero sobre lo otro, ya no había marcha atrás. Me iría de pinta hacia su casa. Estaba demasiado emocionada. No sabía si era por las ganas que tenía de estar con él todo el día o por los nervios. Aunque seguramente era por ambas cosas. Esto contaba como un tipo de primera vez, pues yo jamás hacía tales cosas.

No tardamos tanto en llegar hasta su casa. Diría que Justin estaba demasiado apurado en que llegásemos. No le dije nada, quizás se sentiría un poco avergonzado, y a mi no me molestaba para nada que digamos. De verdad quería tiempo a solas con él.

- Shawty, ¿quieres desayunar? –me preguntó.

Me encontraba acostada en su cama, cubierta con las sabanas y digamos que solo en una de sus playeras y ropa interior. No malinterpreten, no estuvimos haciendo nada. Habíamos llegado hace como unos treinta minutos y yo estaba viendo la televisión. Daban los padrinos mágicos. 

- Mm, no lo sé –sinceré- No tengo hambre.
- Pero igual, por si luego te da. Tengo jamón, queso, mermelada y margarina –se rascó la cabeza con gracia- Ya sabes, yo tenía previsto esto, así que…
- Me gusta lo del jamón con queso –interrumpí riendo.
- ¿Y algo de beber? –sonrió- Tengo sprite.
- Sprite, ¡por supuesto! –acepté animada.

Él no dijo más, me guiñó un ojo y salió de la habitación. De repente me sentí algo acalorada. Me daba algo que Justin me guiñara el ojo, es que se ponía tan sexy que debería ser ilegal.

                                       ___________________

¿Qué les ha parecido la maratón? Lamento la tardanza, pero en estos días les traeré otra –pero pequeña- maratón de dos capítulos. Comenten y voten, ¿si? Cuídense y espero que la novela aún les guste mucho. Un beso a todas. El próximo capítulo estará mucho mejor jajaja. Adiós.

14 de abril de 2014

Capítulo 37 -Por un capricho.



Pasaron dos semanas. No puedo decir que los días pasaron volando, porque no fue así. Lo echaba de menos. Escuchaba su voz a través del teléfono, y veía sus palabras escritas mediante el Facebook, pero no se comparaba ni en lo más mínimo con sus abrazos, sus besos tiernos y su bonita risa. Aparte de desear verlo pronto no había hecho nada impresionante. Todos los días estaba en casa, menos cuando salía con papá a ver mi uniforme y útiles escolares para entrar como debía. Michelle no podía acompañarnos, pues tenía el parto atrasado, debió nacer hace una semana pero aún no pasaba nada, solo había que esperar. El resto del tiempo me quedaba en mi habitación leyendo un libro, mientras jugaba con mi gatito. No era algo que me molestara, es más, me sentía completamente a gusto teniendo mis momentos de tranquilidad pura y sana. 

- ¿Y cómo te sientes para el primer día de clases? –me preguntó Michelle, sin lugar a dudas muy entusiasmada. 
- Bien, supongo –dije sin mucha emoción, mientras revolvía el té que me había servido con mi cuchara. Me había costado un mundo pararme de la cama. No quería hacerlo. No.
- Sé que estás nerviosa, pero pasará luego del primer día. Todo se volverá perfecto __, ya vas a ver. Estarás con tus amigos, ¿no?
- Conocidos –corregí de inmediato, pues solo Sam y Dakota eran mis verdaderos amigos, los demás se podían ir por el caño.
- Bueno, entonces estarás con tus conocidos. Yo me sentiría feliz. Al crecer uno comienza a extrañar cada detalle de la escuela –comentó.
- No es feliz cuando entras dos meses después de lo debido, quedando atrás en las materias y confundida de saber si servirá para algo lo que haces o no.
- Pero tú le pediste a tu padre entrar, ¿lo olvidas?
- Sí, pero ya no estoy muy segura. Empiezo a sentir que mi elección fue estúpida, que no me servirá para lo que quiero en absoluto –me daban ganas de llorar, todo era tan seguro antes, que estaría mejor con Justin, cuando quizás ni lo veré. 
- ¿Y qué es lo que quieres lograr? –se acercó más a mí. Dejé de revolver mi té y la miré fijamente. Esperaba que ella me hiciera sentir mejor.
- Más ánimo. Quiero risas, quiero al menos un año especial. No quiero estar triste, quiero estar feliz aunque tenga que levantarme a esta hora. Quisiera ahora mismo estar riendo por ir, en lugar de querer llorar. Que mi vida mejore. Que las discusiones con papá ya se acaben. Que sea tomada en cuenta. Quiero más libertad. Ni siquiera sé lo que en realidad se siente tener dieciséis –dudé en decir lo siguiente, pero aún así lo haría- Y además, un novio. Todo eso quiero.
- Pero tú eres tomada en cuenta, __. Tú misma puedes darte ese ánimo si piensas de mejor forma en lugar de tener mucha preocupación. ¿Y enserio quieres un novio? Eso no se busca.
- No soy tomada en cuenta, soy prácticamente invisible. Y sí quiero un novio, ¿que tiene de malo? Si tengo edad para quedarme sola en casa durante su luna de miel, supongo que tengo para tener a alguien a mi lado que me quiera.
- No me refiero a que no tengas edad, si no a eso de que el amor no se busca.
- Sé que no se busca, no lo estoy buscando –aclaré. Ya lo tenía.
- ¿Entonces?
- Es que, ¿qué pasa si conozco a un chico este año? ¿qué pasa si ese chico me gusta? Obviamente no le diré que no quiero estar con él, porque me gusta. El problema es papá. Me da miedo hasta preguntarle la hora.

Michelle abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró. Miró al frutero que estaba en el centro de la mesa. Me frustraría si ella me negara que papá no da miedo, o que no asusta o intimida. El hombre puede ahuyentar hasta familiares que son muy respetados y brutos.

- Debo admitir que te encuentro razón –suspiré, aliviada de sentirme comprendida en ese sentido- Tu padre no sabe manejar el que tú ya estás creciendo. Él cree que cada sexo masculino que se te pase por el frente te hará daño, pero debes pensar que solo quiere cuidarte. Hay mucho peligro hoy en día, desde las violaciones, las malas intenciones, hasta simplemente un corazón roto. Él no quiere que nada te suceda, todos los padres lo hacen.
- Lo sé, soy consciente de eso, lo tengo claro. Pero no puedo aprender cosas si no las experimento. No por los peligros de allá afuera tendré que ocultarme. Quiero saber lo que es ser adolescente. Y al llegar a vieja me gustaría tener algo que contar, algo de lo que reírme y sentirme satisfecha. Yo… 

Me callé. Algo había vibrado y era mi celular. Estiré la mano y lo alcancé. Era un mensaje. Mi rostro se iluminó al ver el nombre de mi novio en la pantalla. Lo abrí inmediatamente, asegurándome de que Michelle no viera o leyera nada. 

“Primer día de clases y primer día en que te iré a buscar. Me habría gustado ir a dejarte, pero papá me ha mandado. Pf. Te amo, shawty. Suerte –Justin”

- Tengo que irme –comencé a pararme de la mesa, acomodando mi falda.
- ¿Quién era? –preguntó curiosa.
- Dakota, me esperará en la entrada –mentí.
- Vale, entonces que te vaya bien. Ve a tomar lo que te falta, yo voy a sacar algo de colación para que te lleves.

Se paró de la mesa al igual que yo y fui a lo que me había dicho. Tomé mi mochila del sofá y me la puse. Me paré en frente del espejo de la pared. Mi mochila era pequeña de color café, pero era bastante bonita. Y mi uniforme no consistía en algo más que una falda azul marino –que estaba un poco corta, pero no tanto, solamente a mi gusto-, además de mis pantis y calcetas muy largas que yo arreglaba a mi gusto, también de color azul marino y por último mi chaleco con cuello en forma de V. Llevaba el cabello suelto y no me puse nada de maquillaje, me daba pereza. Michelle enseguida volvió con una caja de leche individual de frutilla y un alfajor. Ella misma los puso en mi mochila. Me despedí de ella y me fui hacia clases. 

- ¡Hey __, por aquí! –Dakota me llamó desde la entrada, mientras alzaba los brazos para que la viera. Se veía alegre. Inmediatamente sonreí y me apresuré para llegar a ella. Ambas nos dimos un abrazo- ¡Contaba los días para que volvieras! ¿cómo has estado? 
- Bastante bien, no tenía muchas ganas de venir. Esto me da nervios –sinceré.
- Tranquila, no pasará nada, todo sigue igual. Te sentarás conmigo, ¿verdad?
- Claro, no tengas dudas –reí.

Diría que a empujones me llevó adentro. Tocaron el timbre y me guió hacia el salón correspondiente. Algunos conocidos me saludaban, pero quien más emoción tuvo fue Sam, por poco me ahorca. Nos tocaba tecnología, donde la profesora se llamaba Karen. Su cabello era corto de color castaño muy oscuro y puntas rojizas. Era muy agradable y siempre sonreía. Tenía una cierta admiración por ella. Ha pasado por muchas cosas, pero ella sigue adelante. Es como un ejemplo.

- ¡Buenas días, niños! –saludó a todos con la mano, sin siquiera mirar, pero se veía animada. Dejó sus libros en su mesa, que estaba justo delante de mí y Dakota. Su vista se levantó, posando los ojos en mí- Por dios, ¿eres tú, __? –asentí sonriendo tímidamente- ¡no te he visto por meses, que cambiada estás! ¿cómo te has encontrado? ¿qué te ha dado por volver? ¡es impresionante!

Me reí por su expresión. Ella fue la primera profesora que me hacía sentir a gusto con mi regreso y probablemente sería la única que lo haría. O eso creía yo. Digamos que muchos profesores en mi escuela son agradables, pero uno que otro arruina los puntos.

- Me he encontrado bien, le he dicho a mi padre que ya era hora de estar de regreso, así que aquí estoy –sonreí feliz.
- Pues me alegra tenerte de vuelta, eres más que bienvenida aquí –volvió a sonreír ampliamente- Eres de las pocas que no me hartan, lo agradezco al cielo.
- ¿Yo también soy bienvenido? –se metió Sam, que estaba sentado atrás de nosotras con Roy. Dakota explotó en carcajadas.
- Cariño, ¿tú bienvenido? No jodas.
- ¿Y quién te metió a ti, Mohohoho? –se defendió.
- Es cierto Sam, te portas muy mal –la profesora Karen estuvo de acuerdo- En cada clase te llamo la atención mínimo unas veinte veces. Lo que me recuerda que debo citar a tu apoderado –abrió el libro y comenzó a escribir unas cosas. Yo reí bajo.
- Gracias, Dakota –agradeció este con sarcasmo- Por tu culpa, ya ves lo que haces.
- Yo solo dije la verdad –se hizo la ofendida.
- Pues tu verdad arruinó mi día. Fea, ¿eso es un grano? –le apuntó la nariz.
- ¡Cállate! –se tapó la zona- Estúpido, malcriado, ¡canalla! ¡No sirves para nada!
- ¿Ah sí? Eso no es lo que dice tu mamá cuando me la…
- ¡Asqueroso! –le interrumpió molesta, él sonreía con superioridad- Profesora, ¿ya ve lo que anda diciendo Sam? Insinuó que mi madre es una puta.
- Sí, lo he escuchado –reconoció ella- Sam, ¿eso es lo que te han enseñado en casa? Pobre de tu amigo Roy, es tan calmado y tan buen chico… Lo corrompes.
- Es cierto… -se integró Roy al ser nombrado- Sam siempre trata de que yo haga lo que quiere, me golpea y me obliga a hacer su tarea… -bajó la cabeza- Es tan triste, malo y bravucón –mintió, pero sabíamos que era una broma, no matarnos de la risa fue algo imposible.
- ¿Qué? ¿estás jodiendo, cierto? –Sam abrió los ojos como platos- Esto es increíble, me culpan por todo. Traidor.

Roy puso cara de angelito. En ese momento me di cuenta de que los momentos así los había extrañado a más no poder. Michelle tenía razón en ese sentido, cosas así son muy especiales. 

El día pasó rápido. Algunos otros profesores también me dieron la bienvenida. Con los chicos reímos juntos, contaron anécdotas que pasaron en la escuela mientras no estuve, me pusieron al día en todos los rumores jajaja, y ahora nos encontrábamos almorzando. Era muy bueno para ser el primer día. Lo que más deseaba era que llegara la salida. Por fin estaría con él. Solo quedaban dos horas de clases luego de terminar la comida. Estaba ansiosa. 

- ¿Es cierto eso de que tienes novio, entonces? –preguntó Sam asombrado, casi escupiendo todo de su boca.
- Bueno… pues sí –hice una sonrisa ladeada. Me sentía un poco mal por como se debía estar sintiendo.
- Mierda.
- Amigo, calma –Roy le tocó el hombro- Tú has tenido tus chicas, ¿por qué __ no puede? Tiene derecho.
- Sí, pero no creí que tan pronto, digo, jamás me puso al día –ahora dirigió su mirada hacia mí- No, no lo hiciste.
- Lo siento, pero no me preguntaste, que yo recuerde.
- Ya ves, fue tu culpa –le dijo Dakota esta vez.
- Tú no me hables. 

A pesar de que Sam estaba vuelto un loco, lo estaba tomando muy bien a como cualquiera de nosotros esperaba que lo hiciera. Pasó sus manos por su cabello, alborotándolo. Se veía molesto, o frustrado. Incapaz de hacer algo por la noticia que acababa de enterarse. Comenzaba a arrepentirme de no haberle contado antes. Me jodía sentirme culpable.

- ¿Estás bien? –le pregunté apenada- Lamento no haberte dicho, pero ya sabes, no creí que fuera necesario.
- Y no lo era, __. No te sientas mal –me consoló Roy- Ustedes no eran nada, Sam cada fin de semana tiene una chica, y que yo sepa jamás luchó por tenerte –lo miró de reojo- Es su culpa.
- Sí, es cierto –Dakota lo apoyó- Sam, olvida por un momento la discusión en el salón y piensa en lo que tu amigo te está diciendo.
- Exacto, hazlo de una vez –siguió Hablando Roy- ¿Qué pasa si hubieras enamorado a __ hasta el punto en que ella quisiera estar contigo? Capaz la hubieras lastimado yendo a fiestas y hasta pudiste haberle sido infiel. Y no me mido al decirlo, porque eres tan idiota que sé que en algún momento tal vez lo habrías hecho. La amistad de los cuatro se habría acabado, porque ni yo te hubiera vuelto a dar bola y menos Dakota –esta vez la mirada de él se dirigió a mí- ¿tú sentiste alguna vez algo por él? 
- Pues… -pensé detenidamente, debía ser sincera- Un poco, creo. Era muy lindo conmigo en ocasiones, pero siempre por el rato.
- ¿Ya ves? –le frotó este la espalda- Fue tu culpa. La perdiste.
- No me hagas sentir miserable –Sam por fin habló- Y bien, lamento esto. Es solo que es inesperado, ¿desde cuando __ se fija en alguien de tal modo?
- No sé, pero en algún momento iba a pasar.
- Yo también pienso lo mismo –dijo mi amiga- Pero el chico tiene lo suyo, además tiene un culazo con el que no hay que perder el tiempo mirándolo, solo tomarlo entre las manos y apretujarlo.
- ¡Dakota! –la regañé echándome a reír.
- ¿Qué? –rió junto conmigo- A mi me gusta tu elección, tienes un punto a favor. Sam es una tabla.
- ¡Bien, hasta aquí! –gritó Sam golpeando la mesa- __, voy a aceptar tu relación y no te voy a joder con mis sentimientos, solo trataré de olvidarte con quien sea. Pero si en algún momento el tipo te hace daño, no dudes en que me tienes a mí, te consolaré, te cuidaré, te querré, te daré el apoyo que te mereces y te violaré hasta hacerte sudar, junto con todo lo que solo yo te podría dar, ¿quedó claro a los tres? Y estoy hablando enserio. Lo juro.

Sentía que me sonrojaba, pero no pude evitar soltar risas y los chicos tampoco. Ni siquiera él mismo se aguantó. Sabíamos que no estaba jugando. Y me sentía bien de que de apoco el fuera comprendiendo.

- Bueno… eso fue, casi lo suficientemente romántico –comenté- Pero gracias.

Sonrió.

- Sí, no puedes evitar ser un pervertido con su cuerpo –Dakota rodó los ojos.
- Si estás celosa porque no eres la afortunada, eh –se hizo el galán.
- Ay por dios quiero vomitar. __ vamos al baño –bromeó.

                                                  ____________

¡Hola! Lamento la tardanza, mucho, pero aquí está el capítulo. Sin Justin, como ven, pero hay cosas necesarias. Y lo hice un poquitín más largo, no sé si han dado cuenta. Un beso a todas, comenten y voten mucho, ¿si? El próximo capítulo estará mucho mejor, ¡ya verán! Se los aseguro. Un beso enorme. Únanse al grupo de lectoras: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/  ¡Adiós!



26 de marzo de 2014

Capítulo 36 -Por un capricho.


Ya me había esperado esto, o tal vez no, pero anoche lo pensé por un momento. Ahora supe que había pensado bien. Se sentía mal por lo ocurrido, ¿quién no lo estaría? Pero al final no quiero culparlo por nada. O sea, metafóricamente, nada de eso habría pasado de no venir. Pero ese no es el punto, el punto es que pasé uno de los momentos más lindos a su lado, definitivamente. No porque me hayan regañado me voy a enojar con él o le tiraré todo lo malo que me dijeron encima. 

- No te sientas mal por nada, ¿por qué deberías hacerlo? –le dije, haciéndome la tonta. De esta forma sería más fácil hacerlo cambiar de opinión, según yo.
- ¿Cómo no hacerlo? Fui a tu casa sin pensar en las consecuencias, por mi culpa tu padre te dijo no sé que cosas, pero lo que sí sé es que fueron malas.
- No interesa nada de lo que me dijo, a mi me da igual, de hecho –aclaré.
- No te da igual, __. A mí me importa, no sé como mierdas me ganaré a tu padre. 

Y ahí yo no sabía qué decirle. Yo tampoco estaba segura de como lo haría. No iba a mentirle diciendo que lo haría fácilmente, pero tampoco le bajaría todas las esperanzas como si fuera algo imposible. Hay formas, eso está claro.

- Ya lo lograremos, Justin –le alenté- Fuiste muy respetuoso con él a pesar de todo, te comportaste bien. Eso es muy importante, sobretodo para mi padre.
- Pero aún así me odia, me miraba de mala forma. Sé que es normal que lo haga, porque debe estar sintiendo que soy un loco detrás de su hija, no un amigo. ¿No te ha dicho nada de mí?

No iba a contarle lo que me dijo. “Oh, para nada, solamente dijo que no eras para mí, que chicos como tú no eran buenos y que si se llegaba a enterar de que teníamos algo dejaría la cagada”. 

- Me preguntó si teníamos algo y que por qué habíamos tardado tanto, estaba furioso, pero en ningún momento dijo que te odiaba –no era del todo mentira, porque jamás dijo esa palabra- Tranquilo, amor.
- ¿Estás segura? –preguntó dudoso.
- Sí, segura. Jamás lo dijo –afirmé.
- Bien, pero aún así no sé que hacer. Esto me frustra –sentí su voz de forma horrorosa a través del teléfono, se estaba conteniendo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero esta vez no era por esos besos que me daba Justin, si no que era por algo malo. ¿Se había cansado de mí? ¿tan poco habrá durado su fuerte amor? Mis manos comenzaron a temblar y mis ojos quisieron humedecerse. No estaba lista para escuchar lo que me diría, pero no podía quedarme con esa duda tremenda, a pesar de que posiblemente me romperían el corazón en unos segundos más.

- ¿Me vas a terminar? –escupí con tristeza y molestia.
- ¿De qué hablas? 
- Lo que oíste, sé que lo harás. No vale la pena estar pasando por esto, es más que obvio, ya no lo ocultes.
- ¿Y es que tú estás loca?
- No lo estoy, pero presiento que lo harás –aclaré- Si sientes que es demasiado no dudes en acabar con todo, tampoco quiero que me tengas pena. Supongo que podré soportar la maldita ruptura.

No sabía de donde diablos me había salido tal coraje como para hablarle así y es que nunca se lo había dicho desde que comenzamos a estar juntos. Tampoco jamás fue necesario, no habíamos discutido desde esa vez en que me fui de su casa y no volvió en dos semanas. 

-__, no voy terminarte.
- ¿Y cómo se yo que no me estás mintiendo? Debí imaginar que no se podría. Estoy en una estúpida cárcel, no nos podemos ni ver, tengo que hablar en susurro toda esta maldita conversación para no ser escuchada, encima mi papá no quiere que estemos juntos y mejor no continúo diciendo todo lo que no hemos podido hacer.
- Te he dicho que no voy a terminar, no he pensado ningún momento en ello. No digas tonterías, te amo. Creí que lo sabías.
- Puedes amarme y todo lo que quieras Justin, pero soportar a una chica que tiene todos estos problemas de película con un padre sobre-protector no es lo más fácil del mundo, reconócelo.
- Sé que no es fácil, lo tengo más que claro. Pero no me voy a separar de ti, ni aunque me lo pida. Te amo, te pido que lo entiendas. No porque no le haya agradado en la primera significará que me rendiré como un puto cobarde incapaz de luchar por lo que quiere consigo. Sí, es cierto, estoy frustrado, y eso no es algo tan grande. Aún estoy firme en mi decisión de haberte pedido que fueras mi novia y eso no va a cambiar. No estoy aquí por tu padre, estoy aquí por ti. Cuando se entere de que estamos juntos no me interesará lo mucho que me deteste, porque yo vengo a estar contigo, no con él.

Confesaré que, a pesar de que sus palabras por poco me derriten como si fuera mantequilla, aún seguía algo inquieta. Tenía que confiar en él. Quería darle unos cuantos pellizcos por haber logrado que me pusiera así. Yo jamás pensé que me portaría así por un chico. Me sorprendí de mí misma. 

- Bien.
- ¿Bien? –quería más palabras de mi parte.
- Yo también te amo. Y lamento haberte dicho esas cosas, no sé que me pasó. Fue un momento de locura, solo olvídalo –pedía por el amor de Dios que lo olvidara.
- No lo olvidaré, es primera vez que reclamas por mi amor. Estará en mi memoria por siempre. Vaya, enserio que me amas –se echó a reír.
- No vayas a ponerte engreído, ah –rodé los ojos a pesar de que no podía verme.
- No es eso, simplemente me ha gustado. Me siento excitado.
- ¿No estás enojado? –me confundía que no lo estuviera, pero de pronto reaccioné- ¿Cómo que te excitaste?
- Bueno, no específicamente excitado de la forma en que mi genital esté emocionado, pero sí de la forma en que me da algo en el estómago y siento un poco de deseo de tenerte aquí a mi lado, entre mis brazos. Y no, no estoy enojado, ¿por qué debería estarlo? 
- De acuerdo. Y pues, ya te dije, por todo lo que te solté.
- No hay cuidado, ricura –y soltó una risita despreocupada.

Sentí que me sonrojaba. Iba a contestar lo primero que se me viniera a la cabeza para no quedar como una boba aún más grande y la voz de mi padre a través de la puerta me interrumpió. Agradecí al cielo haber puesto la cerradura.

- ¿Qué pasa, papá? –le pregunté en voz alta, esperaba que Justin entendiera que no podría seguir hablando en ese momento.
- ¿Estás hablando sola? ¿hay alguien ahí?
- No, no lo estoy –ya me sentía nerviosa- Es Dakota, al teléfono. 
- Bueno, necesito que bajes. Yo y Michelle tenemos que hablar contigo.
- Bajo enseguida, tú baja, ya voy –esperaba que me hiciera caso.
- No tardes –ordenó.

Y sentí que sus paso se iban por el pasillo, hasta que lo demás fueron sus pasos por las escaleras. Volví el teléfono a mi oído, deseando que Justin siguiera en la línea.

- Supongo que esto es todo por hoy –comprendió. Me sentía mal, bastante.
- Sí, lo es –ya me puse decaída- Pero a la noche podré conectarme y hablamos, ¿si? Te amo demasiado.
- Yo te amo más, shawty. Y te esperaré, para hablar. Adiós –me lanzó un beso, reconocí el ruído.
- Yo más, besito –le lancé uno de vuelta- Adiós.
- Adiós, mamasita –se echó a reír y cortó la llamada. Me había llamado mamasita y si estuviera aquí no dudaba que me lo habría devorado a besos y mordidas.

Ya que mi preciado padre había arruinado mi momento y no me quedaba más opción que ir abajo, fui. Obviamente. Salí sin nada de ganas de mi habitación y me dirigí a las escaleras. Cuando ya estuve en la sala de estar, me encontré con papá sentado en el sofá grande junto con Michelle. Veían el show de Ellen. Por un segundo pensé que ya no me necesitaban, pero justo escuché a mi papá volver a dar un grito ensordecedor. 

- ¡___! ¡Te he dicho que vinieras, hija! ¡Dije que no tarda…
- ¡Estoy aquí! –grité también yo, para que notara mi presencia. Giró su cabeza.
- Pues vente ya niña, acércate al sofá y estate sentada.

Se volvió hacia la televisión y puse los ojos en blanco. Cuando por fin estuve en el cómodo sofá, Michelle tomó el control remoto y apagó la televisión. Un poco de susto se adentró en mí, no era muy usual que nos reuniéramos abajo en completo silencio. Algo andaba mal, podría jurarlo.

- Hoy te levantaré el castigo –empezó- Solo por piedad, porque ha sido tu primera desobediencia cuando se trata de hora de llegada. 
- Tu papá quería darte al menos unos tres días de completo castigo, pero he logrado convencerlo –me dijo Michelle, riendo.
- Vaya, gracias –sonreí para ella, animada- Enserio gracias.
- Sí, como sea, pero eso no es todo –mi padre interrumpió mis palabras- Desde ahora no quiero que vuelvas a hacer todo lo que tu quieras. Tu amiga Dakota podrá venir a verte como lo suele hacer, y sobre ese chico Justin, puede venir, pero ya sabes las reglas. Aún así, espero no verlo seguido. 
- También es gracias a mí –Michelle alzó una mano. Solté carcajadas.
- Cariño, te llevas mi crédito –papá le tomó la mano y se la besó, para luego volverse hacia mí- Pero bueno, voy a confiar más en ti. Lo intentaré. 
-Me parece bien, espero que lo hagas –me sentía fatal, porque va a poner de su parte, pero yo sigo con la mentira- Te lo agradezco.
- Y al tercera cosa es que, ya has tenido bastante de vacaciones. Empezarás clases en casa entre estos días. La próxima semana, quizá. O en dos semanas, no lo sé. Tal vez en un par de días. No estoy seguro de nada. Estarás en casa todo el tiempo y no necesitarás salir. Habrá tranquilidad, como ya conoces. Los maestros vendrán a casa por la mañana cada día, menos el fin de semana. Nada ha cambiado.

Les contaré que, de haber recibido esta noticia hace mucho tiempo, habría estado tan feliz que comenzaría a gritar como una loca por toda la casa. Pero ya no, esto lo he detestado. Estaría en casa todo el tiempo, como antes, sin hacer nada. No vería nunca a mis amigos, pero lo peor de todo es que no vería a Justin. Ahora sí que todo era jodido. Pero una pequeña idea de ilusión llegó a mi cabeza, ¿qué pasaba si volvía a estudiar en la escuela? Tal vez podría estar con él un poco más, al menos por unos minutos. Si el se dignaba a ir a dejarme o a buscar, claro está. De todas formas, quería intentarlo. Lo que sea por él y nuestra felicidad.

- Pasa que… -comencé a dudar si él aceptaría- Ya no quiero clases particulares, papá. Quiero ir a la escuela, así como antes.

Sus ojos se abrieron como platos, al parecer había sido una completa sorpresa. Para mí también, porque jamás habría decidido volver a la escuela pública por mi propia cuenta. Me daba pereza hasta por los codos. Era algo nuevo tanto para mí como para él. Antes me pasaba todas las mañanas quejándome porque no quería levantarme tan temprano o porque me tocaba una materia que detestaba, o un profesor antipático y amargado. De todas formas, él me había dicho una vez que lo de estudiar en casa solo sería algo temporal. Eso me ayuda mucho para que esto, de algún modo, sea más creíble.

- ¿Quieres volver? –preguntó impactado- ¿para qué? 
- Porque tú mismo me habías dicho que solo sería un cambio de unos meses y que luego iba a volver sí o sí, ¿no te acuerdas?
- Bueno, sí me acuerdo. Pero jamás creí que querrías volver, siendo que te estoy dando la posibilidad en una bandeja de plata –tan testarudo.
- Te has equivocado, porque quiero volver. Matricúlame en la escuela en la que estaba, no quiero estudiar aquí –insistí firme.
- No sé, tengo que pensarlo. 
- Yo opino –se integró Michelle, casi habíamos olvidado que ella estaba allí- que __ tiene razón, tiene que volver a la escuela pública. Están sus amigos, sus conocidos, sus antiguos profesores y siempre uno termina extrañando todo eso, aunque por un tiempo uno lo deteste. Debería ir, me parece una buena idea, cariño –le explicaba a papá- Además, le servirá para despejarse. Tal vez necesita eso.

Amaba a Michelle. Podría ir hacia ella y abrazarla hasta sacarle sus tripas por la boca, pero no quería quedar como una sensible. Capaz me pondría a llorar, quedaría como una tonta y papá notaría que hay algo más que simplemente querer ir. Deseaba con ferocidad que de una vez por todas, aceptara.

- Ya que ambas están en mi contra –dijo con molestia, juntando las cejas-, voy a dejar que vayas a la escuela pública. Nada más voy a ver tu rendimiento, si bajas tus calificaciones, __, juro que te traeré de vuelta a casa arrastrándote por la calle. Tampoco quiero problemas con tus maestros, ni nada. 

La vista de mi padre se fue hacia el reloj que se encontraba en su muñeca. Puso una cara de confusión, y justo en ese momento una canción ridícula de cuna empezó a sonar desde la calle. Papá brincó del sofá. Era el furgón que solía pasar todos los días entregando el amasado.

- ¡El pan, mujer! –tomó a Michelle por la mano, tirándola hacia la puerta- Nos quedaremos sin la mierda de pan si no corremos, ¡que se nos va el carro!

Salieron por la puerta corriendo como unos salvajes. Quedé sola y la canción aún sonaba, por lo que no se había ido. Pero luego comenzó a oírse menos, supuse que se estaba alejando.

- ¡Eh, yo quiero pan! –papá gritaba a lo lejos-  ¡Mi pan! ¡Michelle, corre, alcánzalo! Yo no puedo, estoy muy viejo, ¡eh!

Salí de la casa y me asomé por la puerta que daba a la calle. Me jodía de la risa viendo como papá movía los brazos para que al menos lo notaran por el espejo retrovisor, mientras que Michelle corría como si estuviera en tal maratón. Mi felicidad había vuelto su lugar. Volvería a la escuela, pero lo más importante, estaría con mi chico del baño todo el tiempo que pudiese.

                                           _______________

¡He subido luego! No pueden quejarse, jaja. Ya ven que cuando puedo escribir, lo hago. Espero que lo hayan notado. Ha aparecido Justin solo por la conversación telefónica, pero cuando rayis entre a la escuela todo cambiará, o quizás antes. Las quiero sorprender. Únanse al grupo: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Un beso a todas, mis niñas. Las amo. Besotes.  


24 de marzo de 2014

Capítulo 35 -Por un capricho.



Golpeé la puerta de entrada, con mi piel erizada. Temblorosa y nerviosa. ¿Por qué sería que me encontraba así? Oh, ya recordé, porque nos habíamos tardado mucho más de lo debido. Bueno, no tanto, pero para papá eso significaría mucho. Justin no me había dejado entrar sola a casa, se decidió por dejarme en la entrada. Dijo que sería descortés y que de seguro mi padre se enfadaría si no lo hacía, ya que él había prometido traerme y debía estar presente en mi llegada, probando que lo hizo. No pasaron más de dos minutos para que él saliera por la puerta. Al instante se hizo a un lado, apurándome a pasar, donde debía estar desde un principio. Bajo su techo. 


- Ahí la tiene, señor –le habló Justin, con una sonrisa- Completamente sana y salva.

- Me alegro, gracias por haberla traído –le dijo mi padre, yo estaba sorprendida. Noté que se esforzaba por hacer una media sonrisa.


Justin llevó su mano a su frente, para luego hacer el gesto de despedida, así como lo hacen los marinos y soldados, entre otros. Me dirigió la última mirada en mi dirección, para después voltearse e ir caminando hacia su auto. Me sentí satisfecha por su respeto hacia el hombre que me había dado la vida, a pesar de lo pesado que él podía ser. Y siempre con una sonrisa, eso me impresionaba hasta la muerte. Aunque, debo decir, que me daban unas ganas de darle un puñetazo en la cara, solo para que mostrara un gesto de molestia o desagrado. Cuando por fin se subió a su auto, papá cerró la puerta. Me preparé para irme a mi habitación, casi corrí por las escaleras. Cuando ya estuve dentro de ella, busqué una caja de zapatos, tomé una cobija que ya no usaba nunca y la acomodé dentro de la caja, para luego poner al gatito encima, así no tendría frío. Puse la caja en el suelo con cuidado. Pero justo cuando creí que había escapado de la posible charla que papá me daría, sucedió.


- ¡__! –gritó desde abajo- ¡Baja de arriba!


Justo lo que temía. Cerré los ojos con fuerza, era lo único que podía hacer. Asustada y de mal humor salí de la habitación y bajé las escaleras. Me paré cerca de donde se encontraba mi padre, sentado en una de las sillas de la mesa de la sala de estar. 


- ¿Qué pasa?

- ¿Por qué tardaron tanto? –su pregunta salió inmediatamente, por poco no alcanzo a decir mi pregunta.

- La mamá de Dakota quiso hablar conmigo un rato, y no podía decirle que no. Tú dices que dejar a una persona hablando sola es una mala enseñanza –mentía, pero era verdad que él solía decirme eso, por lo que era una mentira ideal.

- ¿Tanto hablaron? ¿Por qué no se apuraron? No es tanto camino a la casa de tu amiga esa, algo me ocultas. Podrás meter los dedos en la boca a otras personas, pero conmigo no puedes, niña. Soy tu padre –se veía tan molesto que creí que comenzaría a gritarme en un dos por tres.

- Te estoy diciendo lo que sucedió, no es una farsa –quise convencer.

- Ese chico y tú tienen algo. Puedo sentirlo. ¡Casi estoy convencido! –el primer grito- No trates de engañarme, sé cuando tengo la razón y lo que me dices no es la excepción. No quiero mentiras, así que empieza a hablar ahora.

- ¡Papá, ya cree lo que te digo! –le grité también, enojada- ¡Te estoy diciendo la verdad, ya entiende!


Y ahí salió otro grito, pero era mío. Sentí que todo se iba a salir de control. Siempre que me gritaban, yo gritaba. Era algo que no podía impedir. Era mi primera reacción cuando alguien me alzaba la voz. No me gustaba hacerlo, pero odiaba con toda mi fuerza que me trataran así y gritar era lo único que podía hacer.


- ¡No te creo ni una miserable palabra de lo que me dices, __! –golpeó los puños contra la mesa tan fuerte que me hizo sobresaltar- Vete a tu habitación, ¡ahora ya! Y ni pienses en usar la televisión y tampoco ocupes Internet ni laptop, estás castigada. Cuando te digo una hora de llegada, tú debes cumplir con ello, ¡no hay excusas para romper las reglas, siempre lo has sabido!

- ¿Qué? –abrí la boca- ¿Por qué? ¡No es justo! ¡No puedes castigarme por algo como eso, tú no sabes nada de lo que pasó!

- No me interesa, estoy tan furioso contigo que no quiero seguir calentándome la cabeza por tus desobediencias. Lárgate a donde te dije y quédate ahí. Y más te vale que no tengas nada con tu amiguito, porque si me llego a enterar de que andas en porquerías te las vas a ver.

- ¡No puedes hacer esto! –chillé como loca, y no pude impedir que lágrimas cayeran por mis ojos- ¡No puedes llegar y juzgarlo sin siquiera saber un poco de él!

- ¿Y por qué lo defiendes tanto? –preguntó de repente, me quedé muda- ¿te gusta, acaso? Chicos como ellos no son buenos, ¡tampoco me gusta para ti! Busca a alguien mejor. Entiende lo que te dije, ya te advertí todo. Si dices que no andas con él, bien. Pero si algún comentario ajeno llega a mí, te puedo asegurar que dejaré la cagada que ni te imaginas. Y deja de llorar, estoy harto de tus absurdas lágrimas, lloras por todo. Ahora sube por las escaleras y enciérrate. 


Se giró y se fue a la cocina. Me dejó sola en la sala, parada como idiota, muda como un mimo. Sentía que iba a explotar, mi cabeza daba vueltas, mi enojo cada vez era más fuerte y para qué hablar de mi dolor. Me fui llorando en silencio hasta mi habitación. Me tiré a la cama y hundí mi cabeza en la almohada. Detestaba la forma de ser de mi padre, a más no poder. Detestaba su sobreprotección, detestaba sus reglas y sus inmundas palabras. Lo único que me dio algo de felicidad fue ver al pequeño gatito, recostado sobre la cobija dentro de la caja, mirando para todos lados. Me sequé las gotas de mi cara con mi brazo y camine hacia él, con la esperanza de que durmiera conmigo. Justo cuando intenté tomarlo, el muy agresivo se me vino hacia mis manos a rasguñarme. Enterró sus uñas en mi piel, haciéndome gritar. Estúpido gato, se supone que es muy pequeño para arañar tan fuerte. Y yo que lo veía tan indefenso e inocente. Aún así, intenté tomarlo de nuevo, pero fue en vano, ya que otra vez se me vino encima y enterró las garras. Esta vez, contuve mi grito. Luego de estar como quince minutos tratando de cogerlo, me aburrí, y me fui a la cama. Ni ganas tenía de ducharme, y mejor no hacerlo, porque papá odiaba que me duchara a esas horas porque podía darme sinusitis o enfermedades raras, y no quería otro regaño de su parte. Por lo que solo me lavé las manos, me puse la pijama y me tiré sobre el colchón. Me arropé, tomé mi celular de la mesita de noche y envié un mensaje a mi novio, que a pesar de lo que había sucedido, seguía amándolo como nunca y esperaba que él a mi también. No podría conectarme a Facebook para hablar con él hasta tarde, así como últimamente lo estuvimos haciendo, en secreto.

“Papá hizo un escándalo, Justin. No podré conectarme, lo siento. Pero quizás mañana se le pase todo, así que te avisaré por cualquier cosa. Ya me voy a dormir. Te amo, amor. Buenas noches -__.”

No pasaron ni treinta segundos cuando mi celular sonó, ya me había respondido. Tan rápido como mis dedos me lo permitieron quité el sonido y lo puse en vibrador. Suspiré aliviada.

“Mi vida, yo me disculpo, tú no tienes por qué hacerlo. Y está bien, ya no tengo motivo para conectarme, así que me iré a la cama también. Espero soñar contigo. Quizá una escena porno juntos, o algo por el estilo, jajaja. Pero bueno, hablando enserio, te amo más que a nada en el mundo y ten dulces sueños, buenas noches. Cuida a tu feo gato. Espero verte pronto. Te llamaré mañana –Justin.”

Reí por lo de la escena porno. Casi suelto las enormes carcajadas. Y encima él se ríe. Tuve que taparme la boca con las sábanas para no ser escuchada. Como claro está, me causaba mucha gracia y sabía que bromeada, creo, pero en parte me gustaba la idea de que soñara eso. No se lo iba a decir, por supuesto. Esos pensamientos morbosos se quedan en la linda cabeza de __.

Ni idea de en qué momento me quedé dormida, pero cuando abrí los ojos mi habitación ya estaba iluminada. Como mis cortinas no eran oscuras, el sol pasaba a través de ellas con mucha facilidad. Cuando noté una figura blanca parada en los pies de la cama, casi me da un ataque. 


- ¿Michelle? –le hablé incómoda- ¿qué haces aquí?

- Vine a ver tu gato todo empolvado y sucio –dijo mirándolo, mientras reía- Supongo que lo vas a limpiar, ¿verdad?

- Sí, lo haré –aseguré- Anoche quería dormir con él, pero no me ha dejado tomarlo. Me dio mucha rabia.

- Es que eres nueva para él. Todo es nuevo, en realidad. 

- ¿Entonces por qué cuando el hombre me lo dio no me hizo nada? –eso era lo que no entendía- Anoche me arañó y lastimó, aquí tengo la prueba –estiré mis manos hacia ella, que tenían unas largas marcas rojas a través.

- No lo sé, quién sabe la forma en que lo haya tomado él. Solo debes ganarte su confianza y luego te va a querer. Yo también quise tomarlo, pero esta enorme panza que tengo no permite que me agache. 


Lancé mirada a su vientre gigante en forma de pelota, era increíble lo mucho que había crecido en los casi nueve meses, que supongo que lleva ahí. Sonreí, me emocionaba la idea de tener a un bebé aquí.


- ¿Cuánto tienes? –mi curiosidad me mató.

- Casi una semana para los nueve meses. Unos días y esta cosita estará por fin en mis brazos –dijo con orgullo, mientras se acariciaba el vientre- Los doctores dicen que será una niña.


Me enternecí con el amor que Michelle tenía cada vez que mencionaba su embarazo, o su marido, o su futura hija, como ahora. Era algo hermoso, sin duda alguna. En parte quería que ella fuera de lo más feliz y que le diera a ese pequeño regalo de Dios toda la felicidad del mundo. Como mi madre no quiso estar en mi crecimiento, no por ello yo iba a desear que le pase lo mismo a mi hermana. Todavía no nacía y ya la quería a la pequeña.


Al pasar las horas, no hablaba mucho con papá. De vez en cuando me preguntaba cosas, haciendo como si no hubiera pasado nada anoche. Me aliviaba que no estuviera enojado aún, pero en parte me enojaba que luego de todo el daño que me causó esté así de normal. Un disculpa estaría bien, pero tampoco haré como si yo no hubiera roto ni un plato. También debería pedirle disculpas.


Cuando ya estuve segura de que eso de las disculpas mutuas no sucedería gracias a que papá ignoraba por completo el tema, me encaminé hacia la cocina a sacar un pedazo mediano de jamón que estaba dentro de la nevera. Ya era hora de que ese gato por fin me quisiera. El último ataque que me dio fue hoy en la mañana, aproximadamente a las una y media, cuando quise acomodar la cobija que tenía y me mordió la mano, para luego enterrar sus uñas y comenzar a dar patadas con sus patas traseras como si fuera un maldito canguro. Me dejó boquiabierta y adolorida. Era un gato tan raro y salvaje, se notaba que no tuvo contacto con la gente desde su nacimiento. Pero eso cambiaría. No importaba los rasguños que me diera, lo quería tanto que sentía desesperación para que por fin me apreciara como yo lo apreciaba a él. Estaba decidida.


Me pasé toda la tarde, hasta como las seis y media, tratando de ganarme su cariño. Se comía los trozos de jamón como un loco. Le gustaba. Se veía tan tierno comiendo que hasta a mí me dio hambre. Ambos comíamos del jamón. Cuando el último trozo que le había dado se le acabo, noté que me miraba con unos ojos tan bonitos que me daba pena. Mi corazón se ablandó, y justo cuando iba a darle otro pedazo, se fue saliendo de la caja y avanzó un poco hacia mí. Mi esperanza llegó a su tope. Acerqué el jamón a él y a medida que avanzaba lo iba haciendo para atrás, para que cada vez se acercara más. Subió por mis piernas, hasta llegar sobre mis muslos. Y ahí desde mi mano comenzó a comer. Cuando por fin pude tocarlo me puse tan feliz que quería llorar. Lo más despacio que pude le acaricié la cabeza, fue bajando mis dedos por su columna y di masajitos en su pelaje. Empezó a ronronear y ahí mi emoción era tan grande que una lágrima cayó de mi ojo. Sentimental, sí, pero es que era algo que creí que no pasaría. Mi amor por los animales era tan grande que podía llegar a eso, y a más, posiblemente. Pero al rato, lo tomé entre mis manos y lo puse en mi cama. Y fue cuando sonó mi teléfono en la mesita de noche que siempre estaba junto a mi cama. Miré la pantalla ¡era Justin, mi novio! Me preparé para contestar, tan feliz de que por fin escucharía su voz, otra vez.


-
¿Hola? –atendí no tan alto, por si papá pasaba por afuera y me oía hablando.
-
Mi vida, ¿cómo estás? –preguntó dulcemente.
-
Bien, acabo de ganarme un poco de cariño de Romano, ¿y tú?
-
Que bueno que lo hayas hecho, ese gato se veía tan aterrado cuando lo subiste al coche que creí al pasar la noche no lo encontrarías más, pero me callé. Y yo mas o menos, la verdad.
-
¿Por qué no me dijiste que creías eso? –le pregunté algo gruñona- ¿Y por qué estás más o menos?
-
Porque seguramente no hubieras pegado un ojo en toda la noche vigilando que el gato estuviera en tu casa –se echó a reír, pero tenía razón- Y pues… pasa que quería hablarte de lo de ayer. Me siento un poco mal por lo que causé.

                                           _______________

Por fin he subido capítulo, lo sé, han esperado bastante, más de una semana, pero es que no pude subir antes. No tengo mucho que decir, salvo que comenten y voten mucho en reacciones, porque han estado bajando mucho, me preocupa perder un montón de lectoras por mi ausencia. Si leen, por favor dejen rastro de que lo hacen, me ayuda mucho a querer seguir subiendo. Las amo como no tienen idea. Un beso a todas, únanse al grupo para estar al tanto de los capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/  ¡cuídense, besos enormes!


12 de marzo de 2014

Capítulo 34 -Por un capricho.




Si él había podido ser honesto, yo también podía serlo. No debía ocultarle mis miedos o mis inseguridades. Él conoció muchos de ellos de inmediato, prácticamente notaba cosas de mí que ni yo misma podía ver, ¿entonces por qué debería ocultarle lo que yo también quería y deseaba? No tenía lógica. Era mi turno, también debía decirle.


- Voy a decir que no eres el único que desea esas cosas –confesé- Yo también quiero, realmente quiero. También quiero seguir estando contigo por mucho tiempo más o para siempre. Quiero ese arte, quiero todo lo que tú me dijiste. Podría jurarlo, si es lo que deseas. No te estoy mintiendo. Incluso sé que no me obligas, pero a pesar de que no estoy lista, tengo ganas de hacerlo. Es muy extraño.


Se me quedó mirando fijamente, con una cara tan confusa que llegué a creer que había arruinado todo. Tal vez no me había explicado bien. Pero no pasó mucho para que su expresión cambiara y fuera totalmente seria, aunque debo admitir que eso me asustó más. Me extrañé cuando comenzó a sobar sus muslos, como si de alguna forma se estuviera secando el sudor de las manos. Sonrió, de repente. Me estaba revolviendo el cerebro esperando a que me dijera algo. Lo que sea sería mejor a su silencio, que ya me estaba estrangulando. Me preparaba para gritarle o a hablar cualquier cosa que no fuera ese tema. Al parecer era lo mejor.


- Jamás me voy a arrepentir de tenerte a mi lado –susurró Justin- Lo que ahora mismo haría es acurrucarte conmigo, besarte y mimarte todo lo que no he podido hacerlo. Me siento solo en casa como no sabes, te extraño cada día. A veces quiero pararme frente a tu padre y decirle todo lo nuestro, pero no se puede y me harta. Tengo miedo, __. Miedo de que te aleje de mí. No lo soportaría.


Me sentía tan mal por eso. Yo misma le estaba haciendo daño. Le pasaba por mi culpa. Los dos estábamos en la misma situación, desesperados por no tener que ocultarnos. Solamente habían pasado dos días y ya costaba.


- Debemos ser pacientes, amor –si alguien debía mantener la cordura, era yo- En un tiempo papá te tomará cariño y cuando se lo digamos entenderá. Esperemos que así sea. Pero no me voy a alejar de ti, ni nada de esas cosas. Quiero seguir contigo, no importa lo que pase y necesito que lo entiendas. Promete que lo entenderás, ¿si? Por favor.


Todo ya parecía una de esas telenovelas dramáticas que dan. La chica a la que le prohíben estar con el de otra familia rival, pero se ven a escondidas y tratan de sacar a flote su amor por sobre todo. No es tan parecido, pero sí un poco. Y no lo digo con orgullo, lo odiaba. Decidí que cuando Michelle me pidiera ver esas cosas con ella, no le volvería a hacer caso.


- Lo prometo –brotó de sus labios. Me sentí más aliviada al escuchar sus palabras. Sonrió con ternura, haciendo que yo mordiera mi labio inferior.

- Confío en ti, Justin. Y saldremos adelante –esta vez era mi promesa y no pensaba romperla.


Estuvimos unos cuantos minutos ahí, no fueron más de tres y ya estábamos listos para volver a casa. Nuestra preparación para arrancar se terminó cuando mi novio habló improvisadamente, diciendo que tenía algo guardado dentro de él.


- Necesito mear –soltó, abriendo la puerta y parándose- No creo poder aguantar.

- Pues ve –me eché a reír- Los árboles sirven, no se verá nada con toda la oscuridad. Tu vejiga es muy débil, ¿lo sabías?

- Al menos no me meto en casa de un extraño a sacar los litros de pipí que me torturan, señorita. Tengo educación.


Lo fulminé con la mirada. Pero que idiota. Cerró la puerta rápidamente y se fue a través de las hojas. Sus palabras me habían sacado de quicio, y sin pensarlo dos veces salí del auto y me fui por donde mismo él se había escondido. De inmediato escuché un río escurriéndose.


- Tengo educación –le dije tomándolo por sorpresa, haciéndolo saltar.

- Mierda, __. Es de mala educación interrumpir a la gente mientras hace sus necesidades, ¿es que a ti no te enseñaron nada? –eso me cabreó más aún, se estaba burlando de mí.

- ¡Tengo educación! –volví a repetir, esta vez un poco más fuerte- Solo bromeaba, además esa vez estaba perdida, no pude aguantar más. A cualquiera le pasa.

- No sé por qué te defiendes tanto, en ningún momento te dije que fue algo que a mí me perjudicara o molestara –se volteó cuando ya estuvo con la ropa arreglada.

- Parecía que sí –dije algo apenada.

- Pues no lo es. Te conocí gracias a eso. El pipí es un símbolo para nosotros desde que nos hemos encontrado, y no habrá nada que lo cambie. Amo el pipí, casi tanto como te amo a ti. Parecemos enfermos hablando del pipí a cada momento, pero es algo que nos marcó, ¿entiendes? Ese líquido amarillo fue lo que nos unió. Joder, esto suena tan imbécil –se rascó la cabeza- Ahora, no me he lavado las manos, así que espero que no me tengas asco.


Se acercó a mí, tomó mi cara y depositó un dulce beso en mis labios, de no más de un par de segundos de duración. No me daba asco, por supuesto que no. Me daba igual, amaba el pipí tanto como él, literalmente, saben a lo que me refiero. Cuando se separó de mí se quedó a no más de dos centímetros. Al parecer, ambos queríamos seguir, porque como un rayo volvimos a besarnos, esta vez con tanta pasión como podíamos. Sus brazos rodearon mi cintura, estrechándome a él. Abracé su cuello y ladeamos nuestras cabezas para hacerlo más profundo. Pasaban los segundos y el beso cada vez se volvía más fogoso, tanto, que sus manos comenzaron a bajar por mi cintura, hasta llegar a mi trasero. Lo apretaba y daba caricias, de una manera que realmente me agradaba. Subió las manos, levantó mi ropa y comenzó a acariciar mi espalda. Su respiración comenzó a acelerar, y eso provocó que la mía se pusiera igual. Mis pensamientos se volvían algo morbosos, imaginándome el día en que yo perdiera mi virginidad con Justin. Eso me hizo acelerarme más. Intenté por todos los medios quitarme eso de la cabeza, pero me costaba un mundo. Una de sus manos se quedó en mi trasero y la otra subió hasta uno de mis pechos, aún por debajo de mi ropa, cosa que no me esperaba, dándole masajes, ni delicados de brutos, pero sin llegar a hacerme daño, aunque ni me importaba si lo hacía, yo disfrutaba, no importaba como. Sus besos comenzaron a bajar por mi cuello. Solté un pequeño gemido, tan diminuto que seguramente él no pudo oír. Me estaba desesperando por la situación, hasta que una imagen de mi padre enojado pasó por mi mente. Por dios. Había olvidado por completo que le habíamos dicho que no tardaríamos nada. Traté de alejar a Justin de mí.


- Justin, hay que parar –le pedí, pero comenzó a succionar aún sobre mi cuello, haciéndome estremecer- Amor, debemos irnos –él seguía en lo suyo, no me hacía caso. Tuve que poner mis manos sobre su pecho, pero como era fuerte no pude ni moverlo- Si llego tarde papá se va a enojar, recuerda.


Eso bastó para que se detuviera en seco. Juntos habíamos olvidado que papá ya había vuelto de su viaje y que yo tenía hora de llegada. Estaba furiosa en ese momento, quería ir y golpear su cara, mientras le gritaba que ya estaba lo suficientemente grande como para salir con mi novio. Obviamente, lo haría si supiera que tengo uno, claro está.


- Tienes razón, shawty –se separó de mí- Perdón.


Noté la decepción en su rostro. Me sentí mal por nosotros, otra vez. No estaba feliz por ello.  Y encima me pide perdón, siendo que no tiene por qué hacerlo. Eso solo se pide cuando has hecho algo demasiado malo, y que yo sepa, a mi me encantó lo que hacíamos. No entendía a mi novio.


- No digas tonterías –dije con decisión, rodando los ojos- No es algo para ello, me ha gustado. Si no fuese por papá me quedaría aquí, toda la noche contigo.

- Para qué hablar de mí, eso lo haría de sobras –rió- No hay algo que no haría por ti. Si tu padre aún estuviera de luna de miel, yo…

- Lo sé –lo interrumpí. Se me quedó mirando- Sería perfecto, estaríamos tan inseparables como lo estuvimos en tu casa. Me gustaría que volviera a suceder –sentí que me sonrojaba, recordando la vez en que estuvimos una especie de grandes hormonas en su habitación. 

- A mi igual –bajó la mirada- Pero bueno, solo nos queda volver. ¿No trajiste nada para acá, tu celular o algo? Pudo haberse perdido.

- Mi virginidad, quizá –hablé sonseando, cosa que hizo a Justin reír con nerviosismo- Soy muy graciosa, ¿no?

- Uno de estos días no será para nada un chiste –se frotó las palmas de sus manos, pasándome uno de sus brazos por mi cintura guiándome al auto- Te lo juro.


En el camino estuvimos en silencio, como normalmente lo hacíamos cada vez que nuestro destino era mi casa. Era algo así como una rutina entre nosotros. Tal vez era porque nos separaríamos, o porque estábamos nerviosos, o porque nos extrañaríamos infinitamente todas las horas en que no estaríamos juntos. De cualquier forma, era algo que no podía cambiarse por el momento. Había que ser realistas. Prefiero mil y un veces no verlo por días, a perderlo para siempre. Pero justo cuando estábamos en la cuadra de mi casa, pasamos por el hogar del pequeño gatito. El hombre estaba cerrando el portón y una cosita que apenas se veía estaba entre sus manos. Comenzó a caminar en dirección a donde yo iba. Lo primero que pensé era que me lo llevaba a mí.


- Justin, detén el auto, ¡es mi gatito! –grité entusiasmada.

- ¿Tu gatito? 

- Sí, ese hombre es quien me lo va a regalar.


De inmediato frenó y quitó el seguro de mi puerta. Me bajé y me giré para quedar cerca del hombre. Él me reconoció enseguida. Sonrió, pero yo tenía una sonrisa más enorme aún. 


- Vaya, me has ahorrado camino –se echó a reír. Me pareció gracioso, a pesar de que mi casa solo estaba unos metros más allá- Este es tu gato, no sé como quieras llamarlo, pero ya sabes, te aseguré el blanco con negro, el último que quedaba. 


Y extendió sus enormes brazos hacia mí. Hasta nervios me daba tocarlo por toda la emoción que tenía dentro. Pero a pesar de ello logré tomarlo. Gracias a mi tacto sentí lo frágil y delicado que era. Tan pequeño, tan inocente, tan indefenso. Se me humedecieron los ojos, ya me había puesto sentimental.


- Muchas gracias, señor –hablé lo más normal que pude- Me ha hecho un gran favor, creí que no lo recordaría.

- Ni hablar, mi madre quería deshacerse de esa cosa, gracias a ti me he ganado mi habitación propia –me contó con superioridad, al parecer ese hombre era bastante mantenido por su mamá- Me has hecho el día. Ya me voy, un saludo.


 Alzó su mano en forma de adiós y se giró para entrar a su casa. Acurruqué a mi nueva mascota entre mis brazos y me subí al auto de Justin, quien me esperaba sonriendo tanto como yo.


- Lindo gato –lo halagó- Aunque está muy pequeño, ¿crees que se muera?

- Claro que no –me hice la ofendida, dudaba de mis capacidades para proteger de él y cuidarlo- Vivirá conmigo por mucho, ya verás. Está muy bonito.

- Sí, pero está bien sucio.


Encendió la luz de interior. Fue una ayuda, ya que pude ver que mi abrigo estaba todo lleno de tierra, quedando de color café. Me impresioné, pero no me molestó. Ahora tendría un buen hogar y no estaría vagando por el patio todo sucio y lleno de cosas que le pudieron hacer daño.


- No importa, luego se lava –me eché a reír.

- ¿Cómo le pondrás? –me preguntó.


No lo había pensado en ningún momento el nombre que podía llevar. Pero el nombre de mi gatito anterior me vino como un rayo a la cabeza. Lo extrañaba, y de alguna forma quería recordarlo. Este era el momento perfecto. Algo como un homenaje o tal vez una estupidez para los demás, pero para mí significaría la mejor decisión. Sonreí ampliamente, algo nostálgica, con ganas de llorar.


- Romano –le dije- Su nombre es Romano.
                                          _____________

No me he tardado tanto, eh. Solo unos días, por lo que me siento bastante a gusto con ustedes. No las he hecho esperar siglos. Espero que les haya gustado, y no duden en que subiré pronto el capítulo que sigue. Ah, y los comentarios que hubieron en el capítulo anterior estuvieron hermosos. Ahora comenten en este, haber si subimos la cantidad, se los agradecería mucho, chicas. En este capítulo quiero que hayan más comentarios porque puso mucho de mí. Hoy estoy muy feliz, me encanta. Un beso a todas, cuídense mucho. ¡Xoxo! Únanse al grupo de mi blog para que estén al tanto de mis capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/¡Adiosito!

9 de marzo de 2014

Capítulo 33 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Deirdre y Valery Swagger-

En parte me sentía mal por papá. De hacer saber a las personas de esto, de seguro me dirían <<¿Pero por qué? Él tiene que darse cuenta de que tú ya no eres una niña y tienes que vivir la vida>>. La cosa es que, él también solo quiere hacer esto para protegerme, no quiere que me suceda nada malo. Sé la forma en la que él se debe estar sintiendo por permitir que me exponga a posibles sucesos feos tan tarde por la noche junto alguien con quien él ni siquiera ha cruzado palabras más allá de la discusión. Y eso me pone mal. Aunque sí, lo admito, yo de verdad deseo tener más libertad. Pero eso no es un impedimento para que también me fije en lo que mi padre siente y trata de hacer. No soy egoísta en ese sentido, pienso en él tanto como él piensa en mí. Incluso pensé en decir a los chicos que prefería quedarme. Obviamente, no lo hice. No pude. Ellos fueron capaces de enfrentarse al hombre que me crió a pesar de su carácter, y a eso no todos se atrevían. Estaba entre la espada y la pared, que es algo que odiaba.

- Me impresiona que tu padre te haya dejado, __ -me dijo Dakota cuando subimos al carro de Justin.
- A mi también, no me lo esperaba. Creí que no cambiaría de parecer –sinceré.

Ella se había subido en el asiento trasero, yo estaba en el de copiloto y claramente y saben quien iba conduciendo. Traté de hacer parecer que no estaba medio triste, pues era mejor que ponerle mucho significado al otro tema. 

El resto del camino fuimos conversando los tres, de algo que se nos saliera por la mente, como suele ser. Dakota contaba que su madre tenía un trabajo extra, mas o menos ella era la única que mantenía algo de que hablar y yo le respondía. Quizás mi novio permanecía tan callado para darnos tiempo de chicas, a pesar de estar cerca de nosotros. Eso era bueno, pero tenía ganas de que él también se uniera. Para mí, no existe el “las amigas van primero”, eso es estúpido. Para mí existe el “Novio y amigas por igual, no debe haber exclusión” ¿Por qué? Porque nadie sabe si las amigas harían algo así por ti. Si tu novio de verdad te ama y tú lo amas a él no debe ser así, no puedes llegar y preferir a la amistad como si nada. ¿Acaso les gustaría que él prefiriera a sus amigos cuando tú de verdad lo amas? No. Mi pensamiento es no hacer lo que no me gustaría que me hicieran a mí. Si él hace cosas buenas por mí, ¿como podría preferir antes de él? Y si ellas hacen cosas buenas por mí, ¿cómo podría hacerlo también? Además, un buen novio no te pediría alejarte de tus amigas, y una buena amiga no te pediría alejarte de tu novio a menos que, en ambos casos, la persona sea desgraciada.

- Adiós, amiga –se despidió Dakota por el espejo. 

Pude ver a su mamá parada en la puerta, por lo que me dispuse a salir del auto. Juntas caminamos hasta donde se encontraba ella y la saludé con un beso en la mejilla, ella me respondió alegremente. Nunca mezclaba sus enojos entre Dakota y ella conmigo. Eso me gustaba. Al final me despedí de ambas y entraron a su casa. Yo no podía interferir en la crianza que ella le daba. Corrí hacia el carro en donde se encontraba mi chico del baño esperándome y me subí. Él de inmediato me sonrió, logrando que yo lo hiciera también. Arrancó el auto sin pensarlo dos veces.

- Gracias por haber venido –ni cuenta me había dado cuando dije esas palabras.
- No agradezcas, __. Yo quería estar contigo y nada más importa –desvió su mirada de la carretera para mirarme. 
- Yo agradezco cuando quiero, ¿vale? –le miré fingiendo enojo.
- Por dios, que rudeza. No me aconsejo meterme contigo, joder –se hizo el asustado. Le golpeé el brazo riendo- Pero no arrepiento de haber venido, fue lo mejor que pude haber hecho. Debo felicitarme por eso, eh.
- ¿Estás seguro de que no te arrepientes? –le pregunté dudosa mirando por la ventana. Comenzó a entrarme nostalgia. 
- Por supuesto, ¿por qué lo haría? Que pregunta más tonta –se echó a reír.

A pesar de que el sonido de su risa me hiciera querer saltar en un pie, me quedé callada sin siquiera mover un ojo hacia él. El auto permaneció en silencio, al parecer Justin había comprendido que yo no estaba en mi mejor momento. Todo estuvo así hasta que aparcó al frente de un negocio. Nos habíamos venido por otro lugar, que era más solitario y era casi un milagro que hubiera en lugar en donde vendían comida. 

- ¿Quieres un completo? –preguntó con una voz dulce. Le miré.
- Uhm, claro. Me encantan –sonreí ampliamente. Él asintió con la cabeza, sin quitar la sonrisa de su cara y salió del auto. 

Me había quedado sola allí dentro, mirando la forma en que caminaba para ir a comprar. Dios, él era sin duda un chico hermoso, no lo decía por cuerpo o algo, si no por como era completamente. Tanto su interior como lo de afuera. Admiré todo de él hasta que noté que la persona que vendía era una chica. Casi me faltaron patas para salir del auto y correr hacia él. Podría decir que yo llegué antes. Nos apoyamos en el mesón en donde se ordena, mientras él sacaba dinero de su billetera, muy concentrado en ello. 

- ¿Por qué piensas que estoy arrepentido? –preguntó sin dejar de buscar el dinero. Me había tomado por sorpresa.
- No lo sé –en parte mentí- Solamente creí que lo hacías.
- No veo por qué debería hacerlo –sacó dos billetes y se los entregó a la chica, para luego dirigirle la palabra- Dos completos gigantes –ella asintió y cruzó una puerta, supongo que a prepararlos.
- Yo sí veo el por qué –respondí- Y solo quería uno pequeño, no debiste gastar tanto dinero en…
- Ordené gigantes y te lo comerás. No hay nada que puedas hacer, ¿o acaso vas a rechazar algo que yo te estoy ofreciendo? –sonaba feo la forma en que lo decía.
- No, no lo haré.
- Me alegro, es bueno que decidas eso. Pero aún no me has respondido.
- Es fácil la respuesta, deberías de saberla. Es tan fácil y no pareces entenderlo.
- ¿Qué es fácil, __? Lo único que noto es que tú estás muy centrada en algo que no tiene un mínimo de sentido –dijo algo molesto- ¿por qué iba a arrepentirme?
- Ah joder Justin, ¿por qué será? –me enrabié- Mi padre te ha tratado como el forro en casa y tú estás como si nada, ¿crees que es muy simple para mí ver como él te habló y te trató? ¿de verdad estás ignorando todo lo que te dijo y su estúpida risa cínica que hace cuando quiere poner en ridículo a alguien? –exclamé, con un enojo enorme que deseé haberme guardado. Nadie escuchaba, ya era algo a favor- Esto es lo que él hace, siempre tratando de alejar a las personas de mí con su protección y cosas molestas, ahora tú serás el siguiente, ¡no estoy feliz de que sea así!

Me callé. Nos callamos. Posiblemente, sus pupilas estaban fuera del ojo, tan serio, que asustaba. Pero no me arrepentía de hacerle saber la razón de mi comportamiento. Claro que no, nada podrá hacerlo. Aún así no se me iba el miedo, ¿que pasaba si Justin se alejaba de mí? ¿y si creía que era un problema estar conmigo? ¿y si era mucho trabajo? ¡Todo era un hecho, él se iba alejar de mí por toda la jodida basura que pasaba!

- ¿Por qué piensas eso? Hablas bobadas, ¡no me voy a alejar! A mi no me ha interesado nada de lo que me ha dicho, __ -tenía el ceño fruncido y cara de desagrado.
- Eso no es cierto, sé que no te ha gustado, pude notar tu expresión en casa. Eso es lo que él hace, incita a las personas a que se alejen de mí. ¿Sabes que Dakota es la única que ha aguantado todo de él? Una vez tuve una amiga que tenía ojos bastante grandes, la invité a dormir a mi casa porque nos habíamos hecho amigas y entonces papá se burló de ella… ¡Jamás me volvió a hablar, Justin!
- ¡Yo no voy a hacer eso! –chilló- Necesito que lo entiendas. No soy todas las personas que se alejaron de ti, soy tu novio. Estoy junto a  ti y tu papá no va a cambiar eso. Me resbala lo que me diga, yo no cambiaré de parecer.
- ¡Eso es lo que dices ahora! En unas semanas me dejarás tirada solo para no tener más problemas y… -me tapó la boca con su mano, acercándose bruscamente a mí. Llegué a sobresaltar. Quise echarme para atrás pero no me dejó.
- No vuelvas a decir esa mierda –ordenó- No eres un problema, solo hablas cosas estúpidas. Olvida lo que pasó esta noche, lo que importa es que estamos aquí. No dejemos que arruinen nuestra relación ni nuestra felicidad, ¿está bien? No me ha dolido lo de tu papá y no me dolerá. Estoy dispuesto a esperar, que diga lo que mierdas se le antoje.

Iba a responderle, tan terca como pudiera, pero mi lengua y mis labios no fueron capaces de curvarse para que lograra pronunciar ni una sola palabra. Me había dejado sin habla, llevándose todo el enojo que pude tener, convirtiéndolo en ternura, en amor, en pacificación pura. ¿Cómo podría haber continuado enojada? Con lo que me dijo era algo casi estúpido. Me pasaría de la raya si siguiera discutiéndole, después de que fue capaz de decirme lo que sentía. Mi agradecimiento era gigante, pero aún así no le dije esa palabra mágica.

- ¿Te comieron la lengua los ratones? –preguntó él de forma divertida, burlándose de mí. Quitó la mano de mi boca, puso sus brazos detrás de su cabeza con rebeldía- Eres tan boba, piensas que a la mínima me alejaré de ti. Mujeres...
- ¿Es que ahora eres machista? –lo fulminé con la mirada- Hombres, siempre queriendo sentirse mejor a pesar de ser inferiores a las mujeres –se la devolví.
- Dice la feminista –se echó a reír.
- A ustedes no les llega la regla y tampoco tienen hijos –reclamé.
- Tanto que se quejan de la regla, joder –rodó los ojos- Solo es un poco de sangre en los calzones, ¿que más da? –comenzó a caminar, recorriendo el lugar- Y nosotros somos quienes ponen la semillita en el orificio sobre la tierra, así que técnicamente, tenemos hijos. 
- Eres un tonto, ustedes no se abren de piernas para poder dejar salir la fruta del árbol que nació de la semillita –hice gestos con las manos- Incluso morirían al sentir los fuertes dolores menstruales, o las pataditas de bebé, o que te muerdan el pezón tan fuerte hasta hacerte llorar.
- No soy un bebé, pero si quieres te demuestro que no duele, si no que gusta –me guiñó el ojo. La sangre se me subió a las mejillas con rapidez.


No pude responder nada en la defensa de tal ser humano que fue creado en este mundo –refiriéndome a las chicas-, ya que salió la chica con los completos, uno en cada mano. Nos acercamos a la caja registradora. Justin extendió su brazo y pagó a otra chica, encargada de ello. Volvimos hacia la que tenía lo que habíamos pedido y nos los entregó. 

- Gracias por venir a Sulkie’s, esperamos tenerlos de vuelta –sonrió amablemente y sin esperar un “de nada” fue a conversar con su amiga de la caja.

Nos fuimos hacia la salida y caminamos hacia el auto de mi novio. Estuvimos un rato ahí dentro, devorando todo como unos locos. Estaban deliciosos. Quien los hizo tenía unas manos increíbles, ideales para hacer ese tipo de comida. De pronto me puse a pensar en lo que Justin me había dicho allá adentro. Intenté no reír, pero fue en vano, ¡en menos de cinco segundos estaba carcajeando! Mi chico del baño se me quedó mirando extrañado, mientras un poco de jugo de tomate se le escurría por el mentón. Se veía tan inocente que quería golpearlo.

- ¿Qué pasa? –preguntó limpiándose con la manga de su chaqueta.
- Nada, ¿qué pasaría? –trataba de parar, pero no podía.
- Te ves nerviosa, tensa y te ríes mucho. Extraña combinación para ser tú –hizo una pausa- Ah no, espera, que estés nerviosa es normal. ¿Estás bien, amor?
- Sí, estoy bien. Solo pensaba –por fin paré de reír y di una mascada de mi completo. Saboreé cada mordida.
- ¿En mi propuesta de hace rato? –se puso a reír como maniático- Dios cariño, solo era una broma. Por ahora. Digo, tengo ganas enormes, pero no lo decía enserio –lo miré fijamente- ¿Qué ves? No te negaré que a veces quiero violarte hasta hacerte tiras.
- ¿Lo dices enserio?
- Sí, por supuesto –hablaba con tanta libertad que sentía que la mandíbula se me caía- Te amo, lo sabes. Llevamos poco tiempo, pero quiero seguir estando contigo. Lo que espero es que en algún momento esto sea algo permanente, para casarnos, formar una familia, entre otras cosas. Sé que no te lo dije de forma romántica, pero lo que en realidad siento es querer demostrarte físicamente todo el amor que siento por ti, un acto de amor real y único, un arte. Y por favor, no pienses que esto es una obligación, yo solo te lo digo porque quiero ser honesto, es importante. 

Iba a morir de un paro respiratorio. Él quería algo serio, tanto como yo. Quería decirle tantas cosas en ese momento. Quería besarlo y no parar nunca. Quería de todo. Pero lo que él no sabía es que yo deseaba lo mismo que él. Deseaba ese arte, ese acto de amor real y único, pero en parte me daba temor.

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Lamento no haber subido en un mes, pero es que se me hizo mega difícil. No les mentiré, el tiempo, la escuela, las salidas que tengo… Lo que todas las personas hacen y necesitan de vez en cuando. Aún así, espero no haber perdido tantas lectoras, ustedes siempre son especiales para mí, no hay un solo momento en que las olvide, lindas. El capítulo está pasable, pero lo hice más largo de lo normal. Las amo, un beso a todas, ¡cuídense! Un beso y comenten mucho, oh sí kajsdk.