6 de mayo de 2014

Otra maratón -Por un capricho.

Capítulo 41



Me sonrojé cuando llegó con el desayuno a la cama. Creí que iba a tener que bajar y comer en la mesa con él, pero terminó trayéndolo por mí. Ese detalle era muy significativo, aunque quizás para algunas personas sea algo mínimo. Yo estaba más que satisfecha con momentos como estos.

Abrió la cama por su lado y con mucho cuidado se sentó a mi lado. Dejó la bandeja en medio de ambos. Me miró sonriente, yo reí. Se veía tan tierno que era imposible no hacerlo. Entonces miré hacia abajo, y habían cuatro sándwiches, dos para él, dos para mí, y dos vasos con Sprite. Me apresuré a tomar uno, cosa que hizo que Justin carcajeara. 

Juntos empezamos a comer. Al rato, cuando acabamos el último sándwich, me tenía un poco desconcertada que Justin estuviera completamente limpio, sin una sola miga de pan en su pecho. Miré hacia el mío, que se encontraba lleno de ellas. Me sentí un poco avergonzada. Él pareció notar en lo que yo me estaba fijando, así que con una sonrisa llevó una de sus manos a donde las migas se encontraban, para comenzar a sacudirlas y hacer que desaparecieran. Tocó un poco mis bustos –que en ese entonces se encontraban con el sujetador y con la playera de él que traía puesta-, haciendo que me sonrojara más aún. Me gustaba tener sus manos en alguna parte de mi cuerpo. Demasiado. Ahora que lo pienso, podría ponerlas ahí de nuevo, uhmm…

- Es dulce que no sepas comer –sinceró, pero con una pizca de amabilidad en su voz- ¿Vas a tomar más bebida? –negué con la cabeza solamente, y él tomó la bandeja y la puso en la mesita de noche.
- Tengo problemas para ingerir pan. Podría decir que es casi lo único –me eché a reír.

Y era cierto, porque para almorzar, era de las chicas a quienes le gustaban usar correctamente los cubiertos. Siempre tenía mi cuchillo al lado, que utilizaba a la perfección, aún cuando no se necesitara.

- Me gusta –me guiñó un ojo otra vez. Este chico iba a matarme.
- Y tú me gustas a mí –confesé. Me miró gracioso- ¿Qué? ¿no hablábamos de eso?
- No, pero me gusta la idea de gustarte –se inclinó hacia mí, para depositar un diminuto beso en mis labios. Al dejar de hacerlo, no se alejó.
- ¿Y yo te gusto? –pregunté inocentemente.
- Sí, claro que me gustas. ¿Y yo a ti?
- Sí, también. Te lo acabo de decir, ¿o no lo entiendes? –le di un ligero empujón en el pecho, en modo de juego.
- No, no lo entiendo. Ya que nunca lo demuestras –se acostó en la cama muy rápido, se giró y me dio la espalda. 

Podía sentir que él estaba jugando. Era como si pudiera ver a través de él una sonrisa en su cara. Reí para mis adentros, y lentamente me fui acercando a él. Puse mi boca cerca de su oído.

- Te amo –le dije en susurro.
- Yo también te amo –correspondió.
- ¿No te vas a voltear? –pregunté- ¿me dejarás en nuestro día hablando sola?
- ¿Qué gano si me volteo?
- No tengo idea. Pero ya veo lo que sucede…
- ¿Qué sucede, según tú?
- Sucede que me tienes miedo. Te sientes incapaz de hacer algo contra mí –me burlé de él. Solté risas fingidas, solo para ver si se volteaba.

Fue como si su respiración se hubiera detenido. Su cuerpo se tensó por un momento. Yo esperaba obtener lo que quería. Era un completo bobo, pero lo amaba de todas formas. Cada vez lo amaba más y más.

- ¿Miedo? No me hagas reír –tal como pensé, se giró. Sonreí victoriosa- No podría tenerte miedo a ti.
- Como digas, Justin. Sea como sea, no te creo.
- Calla. Ven acá –me jaló por los brazos y me tiró encima de su pecho.

Media hora más tarde, estábamos acostados uno al lado del otro, hablando sobre nuestros gustos y de lo que nos gustaría compartir más adelante. También hablábamos de lo que almorzaríamos en un rato. Yo le pedí que hiciera espaguetis con salsa de tomate, a pesar de que igual era lo único que él sabía cocinar. 

Me llevé una sorpresa cuando Justin se giró con agilidad, quedando sobre mí. Sonreía tanto, que ya estaba olvidando cuantas veces lo había hecho en este día. Eso era lo que necesitábamos, momentos llenos de sonrisas y felicidad.

- Me tientas –me dijo de la nada. Sonreí confundida.
- ¿Por qué? ¿qué hice? 
- Por dios __, no necesito que hagas algo para lograr tentarme. Basta con verte por la calle para hacerlo. Pero ahora mismo, me tienta tenerte con mi playera cubriendo tu cuerpo, mientras que llevas solo ropa interior abajo, sin mencionar que tus piernas están completamente descubiertas.
- Silencio –me cubrí la cara con las manos. Pero no sirvió de nada, porque me las quitó, poniendo ambas al lado de mis hombros, firmes contra el colchón.
- No hagas eso, me gusta cuando te sonrojas –puso su frente contra la mía- De lo contrario, tendré que castigarte.
- ¿Castigarme? Sueña –le saqué la lengua.

Y no sé en qué momento fue, pero de un momento a otro tenía su boca sobre mi boca, mientras que su lengua capturaba la mía y ambas se hundían en una exquisita guerra. No fue un beso delicado y suave, más bien desde el principio comenzó siendo uno fogoso y apasionado. Tanto, que por un momento me sentí algo asustada. Pero al pasar los segundos, fui relajándome, llegando a un extremo en que no quería resistirme a tener estos momentos, sino que quería aprovecharlos al máximo. Mi intento de enredar mis manos en su cabello fue en vano, porque Justin no las había dejado libres todavía. Quise poner algo de gracia al momento, por lo que enrollé mis piernas sobre su cadera, pero vaya, no fue para nada gracioso. Lo único que había conseguido era encender a Justin a tal manera de que apegara con fuerza su parte baja contra mí –que no era para nada difícil de distinguir- para que luego comenzara a besar mi cuello, y crear en mi interior un deseo completamente extraño que no había sentido con tanta intensidad antes. Entonces, por fin liberó mis manos, así que inmediatamente llevé mis manos hacia su espalda, y comencé a recorrerla con las palmas de mis manos, mientras que con las yemas de mis dedos hacía presión. Para ese momento nuestras respiraciones ya estaban aceleradas. Justin bajó sus manos hasta mi trasero, las deslizó por debajo de mi braga de encaje que traía y comenzó a recorrerlo con decisión, y yo no hice ningún esfuerzo por hacerlo parar, jamás lo iba a hacer, me estaba dejando llevar por el momento completamente. Luego recorría mis muslos, mi vientre, mi espalda, hasta que al parecer se hartó de su playera, así que levantó hacia arriba, y sin darme cuenta yo ya no la tenía puesta. Estaba solo en ropa interior. Y cuando sentí que de nuevo presionaba su miembro contra mí, reaccioné, pero solo un poco.

- Justin –le hablé con dificultad- No te vayas a bajar el boxer.
- ¿Por qué no, shawty? –preguntó, intentando hacer que su voz pareciera inocente, cosa que hizo que se me pusieran los pelos de punta.
- Solo no lo hagas, ¿bueno? –le pedí- Por favor.
- Está bien, amor. No lo haré –aceptó.

Y seguimos en lo nuestro. Todo lo que siguió fue como un tipo de “faje” solo caricias, besos, apretones, y genitales muy juntos, pero nada de relación sexual. Pero a los minutos más tarde, Justin desabrochó mi sujetador, y me lo quitó, dejando mis pechos totalmente a la vista. Desesperadamente llevó uno de ellos a su boca, y por dios, ahí no pude más. Perdí la cordura por completo. También me quitó las bragas, juntando más nuestros genitales, pero podía sentir que Justin aún tenía el boxer puesto, así que me relajé y me dejé llevar aún más. Me relajé tanto, que ni siquiera me di cuenta de en que momento terminé perdiendo mi virginidad con él, un minuto más tarde, en esa misma habitación.

(…)

- ¡Eres un porfiado! –le grité golpeándolo con la almohada- ¿cómo pudiste? ¡te dije que no te quitaras el boxer! 
- Shawty, ¿por qué te enojas tanto? Sé que te encantó, no tanto como a mí, claro está, pero aún así. Y para que sepas, lo haría otra vez –se echó a reír.

¿Cómo podía reírse en momento como ese? Por dios, yo había dejado de ser virgen, siendo que le pedí que no se lo quitara, ¡y es lo primero que hace! Pero, bueno, ahora que lo pienso, yo pude detener la situación y tomar un poco más de conciencia. Me gustó, demasiado, fue tan delicioso que… En fin, la cosa es que él lo hizo igual, ajá. 

- Pues… sí me encantó –confesé, recibiendo una sonrisa sexy de parte de él- Demasiado, a decir verdad.
- ¿Ya ves? No hay nada de malo en lo que hicimos, __. Te hice el amor, y no estoy arrepentido. Sé que quizás me pasé de la raya, pero no pude controlarme. Nadie en su sano juicio podría haberse resistido a un momento como este junto a ti –sentí que iba a desmayarme por sus palabras. No lo decía en broma, había pasado a hablar con completa seriedad- Te amo, mi vida.

No pude resistirme a esa voz ni a sus palabras, por más que me esforzara. Por lo que me recosté sobre su pecho, aspiré su aroma, y nos quedamos ahí, abrazados. Yo no estaba arrepentida tampoco, jamás iba a estarlo. Lo amaba, estaba más que feliz. Pero algo me tenía preocupada.

- También te amo, Justin –le correspondí- ¿Vas a dejarme ahora?

Juro por mi vida que no era una pregunta con la que quería que se sintiera mal, pero tenía miedo a que lo hiciera. ¿Y si se iba luego de conseguir lo más preciado para mí? No lo iba a poder soportar. La humillación, el dolor y un corazón roto iba a ser demasiado para mí. Él se encontraba inmóvil.

- No vuelvas a decir eso jamás, __ -me dijo firmemente, algo molesto- ¿Enserio piensas que haré eso? ¿cómo puedes poner eso en tu cabeza?

Hizo que me sentara sobre la cama, y él lo hizo también. Se me quedó mirando fijamente. Yo tenía ganas de llorar. Pensaba cada cosa que posiblemente eran solo idioteces, pero aún así era horrible la sensación.

- Jamás te voy a dejar –continuó- Esto fue algo espontáneo, te juro que yo no planeé esto. No es por lo que yo quería estar contigo. Yo me enamoré de ti, y quiero compartir todo contigo, por siempre. No vuelvas a pensar algo así. Sé que hay muchos gilipollas que son unos malditos, pero yo no soy uno de ellos. Necesito que lo entiendas, por favor –tomó mi cara entre sus manos- Yo te amo. No te haré algo así nunca en mi vida. Eres tan tonta, joder –soltó una risa divertida.
- Y tú un bobo –reí también, no pude evitar hacerlo.
- ¿Lo has entendido?
- Sí –asentí. Sus palabras me habían llegado. Iba a confiar en él, por nosotros y por todo el amor que le tenía.
- Así me gusta, hermosa –me besó en los labios.
- Pero Justin, no nos hemos cuidado… ¿y si quedo embarazada?
- No vas a quedar embarazada __, yo no me fui dentro de ti. Tuve cuidado con eso, si no que lo hice fuera –dijo algo avergonzado- Tuve precaución. 
- ¿Y si aún así pasa? Yo no quiero ser madre todavía, papá me mataría o me echaría a la calle. Todo el tiempo me dice lo que pasaría si yo me mando una embarrada como esa y todo el caos que armaría. 
- Shawty, si quieres te compraré la pastilla del día después. Así vamos a estar tranquilos, ¿de acuerdo?
- Gracias, amor –realmente estaba agradecida. Eso me tranquilizó demasiado- Estoy de acuerdo.

Una hora después, con mi novio nos pusimos a buscar en su notebook los síntomas que podía provocar tomar esas pastillas. Entre ellos iban a ser vómitos, dolores de cabeza, dolor estomacal, dolor muscular, mareos, y algunos más. Leí que habían pacientes en que no provocaban ni un tipo de malestar. Deseaba ser una de ellas, aunque tenía pocas esperanzas de ello. Aún así, iba a hacerlo.

Al terminar nos pusimos a regalonear un rato. Justin me besaba dulcemente en los labios y ya iban ser las 2pm. De repente me comenzó a besar de forma más apasionada, haciendo que nuestras respiraciones volvieran a acelerarse y la sensación de deseo volviera. Santo cielo, ¿yo quería volver a hacerlo?

- Justin, detente –le pedí de inmediato, impidiendo que el beso continuara.
- ¿Algo anda mal?
- Me estás poniendo extraña, no sigas besándome así –quería que siguiera, pero no era correcto.
- Al menos no te están dando ganas de hacerlo de nuevo, porque a mí sí –se echó a reír. Me impresionaba todo lo que ha estado riendo.
- Es que en realidad sí me dan ganas, pero no podemos hacerlo de nuevo.
- ¿Por qué no? –me impresionó su pregunta.
- ¡Porque no! ¿no ves que puedo embarazarme? –rodé los ojos.
- Pues… de todos modos tomarás la pastilla, ¿no? Si lo hacemos de nuevo no habrá ningún problema. Sí o sí tendrás que tomarla –me miró de forma pervertida. Lo analicé por un momento.
- Sea como sea, no lo haremos de nuevo. Y punto.

Minutos después, me encontraba “perdiendo la virginidad por segunda vez” con mi chico del baño, en la misma habitación, con mucha más pasión y mucha más felicidad jajajaja. Ay cabrón.



Capítulo 42



Llegué a mi casa completamente nerviosa. A mí y a Justin se nos había pasado la hora y tratamos de llegar lo más rápido posible. Él me dejó en donde mismo lo había encontrado en la mañana, ya que no podía acercarse más a la casa cuando se supone que voy a la escuela. Tuve que correr desde allá para ahorrarme algún regaño de papá.

¿Y si alguien le había dicho a mi papá que no fui a clases? ¿Qué tal si Sam o Dakota llamaron para preguntar por qué falté? Los ahorcaría si eso pasara. Comenzaba a pensar que lo de volver a la escuela no había sido buena idea, pero entonces recordé lo que había pasado hace unas horas.

Santo cielo bendito ,¿cómo fue posible? ¿enserio había dejado de ser virgen? No podía creerlo. Yo tenía unos pensamientos extraños antes. Creía que al momento en que dejara de ser virgen, dejaría de ver las cosas como las veía. Me refiero a que dejaría de pensar cosas tiernas o irreales, que dejaría de ser una chica optimista y ya no sentiría mariposas en el estómago, junto con esas sensaciones de adolescente. Pero no fue cierto, me sentía muy bien, demasiado alegre y animada, a pesar de lo nerviosa que me encontraba. Agradecía que nada hubiese cambiado. No sabía como se me pudo pasar tal creencia por la cabeza. Pensé que iba a ser un cambio radical, pero no.  

Atravesé la puerta, y Michelle se encontraba viendo la televisión, mientras que la bebé estaba a su lado, rodeada de un montón de mantas de polar con dibujos de ositos y conejitos. Ella sonrió al verme y llevó su dedo índice a la boca, pidiéndome que hiciera silencio. Debía de estar durmiendo, por lo que me acerqué sin hacer el mínimo de ruido y besé la cabeza de ambas. 

- Oye, tengo una pregunta curiosa –le hablé a Michelle en un susurro. Ella me miró atenta- por casualidad… ¿no han llamado a casa preguntando por mí? –hizo un gesto en la cara, tratando de hacer memoria. 
- No __, nadie ha llamado. Solo tu padre para preguntar como nos encontrábamos, acuérdate que ya entró a trabajar de nuevo ¿por qué? 
- Por nada –sonreí-, ni sé por qué pregunté.

Me giré y me fui hacia las escaleras. Estaba tan aliviada de que papá no estuviera en casa y de que nadie se hubiera enterado de que me fui de pinta, que no me fijé en el escalón y me tropecé, chocando contra la pared para que luego un cuadro se cayera de esta. Michelle rápidamente me miró con gesto de desagrado. La bebé por poco se despertó, ya que se quejó, pero afortunadamente siguió durmiendo.

- Lo siento.

Subí con rapidez sin fijarme en lo fuerte de mis pisadas y entré a mi habitación. Lo primero que vi fue a Romano, durmiendo en mi cama con las patitas hacia arriba. Me hizo mucha gracia. Tiré mi mochila lejos y me fui a recostar a su lado. Él despertó de inmediato.

- ¿Cómo estás, mi bebé? –le pregunté con ternura. Él comenzó a ronronear de inmediato, y su típico miau fue como música para mis oídos.

No dejé que durmiera más, así que comenzamos a jugar a las peleas. Me daba risa que no pudiera contra mi fuerte mano. Como sus pequeños dientes aún eran casi inofensivos, no me ocasionaban daño alguno. Así estuvimos, jugueteando como por toda una hora. Era increíble el amor que le tenía.

 Miré su collar verde, con una campanita. Se lo había comprado cuando Michelle estaba en el hospital. Papá milagrosamente había accedido a pasarme dinero para pagar por él. A pesar de quedarle un poco suelto, no era un gran problema, porque no se le salía. Se veía hermoso. 


Al rato me metí al notebook, para así leer algún libro. Entonces, entré a una página en Facebook que decía “Novelas de Austin Mahone y tú”. Comencé a leerla, solo porque estaba aburrida y no sabía que libro buscar. No estaba nada mal, de hecho me había llamado la atención. Y entonces se me vino una idea a la cabeza. Si esta persona tenía una novela, ¿por qué yo no podía tener una? Comencé a considerar la idea de hacer una propia y al final, me decidí. Iba a llevar mi idea a cabo. Pero no en Facebook, si no que en un blog. Se llamaría “Novelas de 5sos y tú” 

(Dos meses después)

- ¿Enserio aún lo mantienen en secreto? –me preguntó Dakota, asombrada.
- Sí, es una suerte enorme –respondí riendo.
- Más que suerte, es increíble que tu papá aún no lo sepa. Sería como una patada en su enorme trasero, deberías decirle de una vez y que no te importe lo que diga o piense, __ -me dijo con naturalidad. Decidí ignorarlo, no podía ir y dañar a mi padre, no podía fijarme solo en mí. 
- Sabes, yo creo que sí lo nota –sinceré-, pero está tratando de no parecer un inseguro, metiche y así. Pero me sigue regañando por ello en ocasiones.
- Vaya, no sé que más decir –rió.

Dakota y yo ya no estábamos tan cercanas como antes. En el salón ella se sentaba con otras chicas y solo hablábamos a veces en los recreos. Ya no muchas cosas eran igual. Mis ánimos han decaído un poco. Con Justin discutíamos seguido, él estaba un poco extraño. Ya no es tan cariñoso, ni tan amigable, se enoja por todo y es bastante frío. Tiene sus momentos en que es romántico y eso me encanta. Para variar, las cosas en mi casa han estado empeorando. Mi padre me regaña todo el tiempo, nos gritamos, peleamos, es horrible. Hay tiempos en que siento que mi único apoyo es mi gato, nadie más. 

- Oye, ya tengo que irme, __. Me voy con las chicas, ¡adiós! –me dio un beso en la mejilla y salió corriendo de la cafetería. 
- Adiós –correspondí con una sonrisa torcida. Obviamente no me había escuchado. 

Extrañaba a mi mejor amiga. Me ponía mal que ella ya no me viera de la misma forma. Nunca me pude integrar a su nuevo grupo, digamos que sus nuevas juntas no estuvieron entusiasmadas de conocerme a mí y yo no me sentía cómoda, por lo que quedé fuera. Además, como a mi me cuesta generar nuevas amistades lo hace todo menos para mi gusto. Mi timidez lo arruina, no he podido generar vínculos reales, como desearía. Todo lo que ha pasado en dos meses es mucho para poder sobrellevarlo de una forma normal. 

Tocaron el timbre y me fui a clases. Ahí me senté en uno de los asientos de la fila de la ventana. Miré hacia Dakota, que se había ido a sentar a varios metros de mí. El único que sigue a mi lado es Sam, no me abandona y en clases siempre charlamos, ya que se sienta un puesto delante de mí. Atrás se sentó un chico al cual prefería no hablarle. 

- Hola, __ -me dijo sonriente- ¿cómo estás?
- Bien –respondí, fijando mi mirada en la pizarra, a pesar de que aún no llegaba el profesor.
- ¿Qué te pasa? 
- Nada, solo no me hables, Jackson. 

Jackson, el chico al que le gusto. No lo tolero. Al principio creí que podríamos llegar a ser amigos, pero luego se fue comportando de una forma que no me agradó. Yo le digo que tengo novio, pero por alguna razón no me cree, piensa que se lo digo jugando solo para apartarlo de mí. 

- ¿Te gustó el oso y el chocolate que te mandé ayer? –me preguntó, ignorando por completo lo que le había pedido.
- Mm, sí. Gracias.

Yo no era una gran amante del chocolate, por lo que al final Michelle se lo terminó comiendo. Y el oso está tirado en alguna zona de mi habitación. Definitivamente, no me había gustado. No es que sea una malagradecida, pero me da rabia que él se la pase tratando de llamar mi atención, cuando no lo pescaré. 

Era la clase de biología, que por cierto, detestaba. El profesor no era muy agradable. Cuando por fin llegó, todos nos quedamos en silencio, para empezar de una vez la clase. 

- Interrogación oral –habló el amargado- Hoy.

Toda la clase se quejó. No sé por qué se le daba por hacer estas cosas. Es como si le gustara que toda la clase obtuviera mala calificación, cualquiera pensaría eso por la enorme sonrisa que pone al decirlo.

- __ __ -me llamó. 

Era mi turno. Ni cuenta me había dado de que ya había avanzado como para llegar a mi número de lista. Lo bueno era que la clase estaba en su mundo, todos hablaban y nadie se fijaba en lo que sacabas o en si te equivocabas.

- Diferencias entre la célula animal y célula vegetal.
- Pues… -maldición, no sabía que responder- Una es de un animal, y la otra de los vegetales, ¿supongo? 

Mi respuesta fue bastante estúpida. El profesor no me dijo nada, solo me miró con desaprobación total, para después anotar algo en su cuaderno. Mis nervios aumentaban, rogaba al cielo a que la nota no fuera al libro.

- Ahora dime, ¿qué es la guanina? –alzó una ceja.
- Creo que es una de esas cosas que utilizan para un detergente…
- ¿Cómo?
- Es que leí en el libro de biología que lo incluyeron a algo para lavar.
- Bien –suspiró.

Anotó otra cosa en el mismo cuaderno. Seguramente no había obtenido una buena calificación, pero intentaba a toda costa no ponerme mal por ello. Pero cuando me dijo que volviera a mi asiento, dos niñas de la clase me detuvieron.

- __, ¿por qué no estás con Jackson? –su pregunta me hizo tener ganas de vomitar.
- Él te ama –me dijo la otra, poniendo cara de pena.


Las miré frunciendo el ceño. No les respondí, y me fui rápidamente a donde debía. Me senté en la silla tratando de sacar de mi cabeza las cosas absurdas que ellas dos me habían dicho. Fue totalmente ridículo.

 - ¿Qué te preguntaron? –justamente Jackson me sacó de mis pensamientos.

- Sobre la célula vegetal y animal. Ah, y de la guanina –respondí.
- No hablo de eso, me refiero a lo que te preguntaron ellas –apuntó con el dedo a las dos chicas de hace menos de un minuto.
- Oh –solté una carcajada- No fue nada, solo me dijeron una estupidez. 
- ¿Y qué era? –le miré raro. Se estaba entrometiendo mucho.
- Dije que nada.
- Anda __, dime –insistió.
- Oye tú –la voz de Sam se oyó de repente, se dirigía al entrometido- Deja a __ en paz, le preguntas hasta el nombre de su tatarabuelo. 

Jackson bajó la mirada con un gesto molesto y se volteó a hablar con sus amigos y amigas. Miré a Sam agradecida, mientras él sonreía. Nos quedamos charlando por un rato, definitivamente era el único amigo que me ponía completa atención en esta escuela.

- Es un tanto asfixiante, ¿no crees? 
- Más que eso, no quiere dejarme en paz –bufé.
- ¿Y aún no te cree eso de que tienes novio? 
- No, por alguna razón piensa que lo digo solo para que se aleje de mí. 
- Es gracioso, porque en parte también es para que lo haga, solo que no se consigue –se echó a reír.
- Lo sé –me uní a sus risas- Incluso ayer me mandó regalos y…
- ¿Qué? –interrumpió mis palabras- ¿el oso que traías era de él? 
- Sí, y también un chocolate. Lo acepté porque me dio nostalgia no hacerlo.
- ¿Ese tipo Justin lo sabe? 
- Bueno… -hice algo de memoria- en realidad no. Ayer me vio con el oso pero no me preguntó quién me lo había dado o si era mío.
- Es muy poco atento con eso, __. Si tú fueras mi novia y de la nada traes contigo un peluche luego de salir de la escuela, querría enterarme de donde lo sacaste.
- Sinceramente, también me gustaría un poco más de atención. No estamos en el mejor momento que digamos –reconocí con algo de tristeza.
- ¿Qué ha pasado? 

Sam jamás me había preguntado sobre mi vida amorosa, no era un tema común entre nosotros. Pero me agradaba que lo hiciera, y además yo necesitaba desahogarme. Él es mi mejor amigo, y era una de las personas en quien más confiaba. No iba a ser un problema contarle, estaba segura de que mis secretos no saldrían de su boca.



Capítulo 43



Le conté a Sam lo que había estado sucediendo. Las discusiones, los regaños por parte de mi padre, lo mal que a veces me hacía sentir Justin, y por último le conté lo que pasaba con Dakota, que cada vez se alejaba más de mí. 

- Me duele lo que hace –le hice saber, mirando el lápiz que se encontraba en mi mano, mientras jugueteaba con él- Ya no es la misma. Se aleja cada vez que puede. 
- Son cosas que pasan, __  -me dijo- Todos acaban tomando distancia de las personas que alguna vez fueron su más grande apreciación. No es que esté a favor de eso, pero es lo usual.
- Pero no es razón para hacerlo. Solíamos ser inseparables y juramos una a la otra estar siempre juntas. Yo creí que nuestra amistad sería permanente –lamenté, sintiéndome como una completa tonta por dentro- Pero ella me cambió al instante por personas mejores.
- No son personas mejores –dejó en claro rápidamente- Solo míralas –dudé, pero aún así giré mi cabeza y dirigí mi mirada hacia su nuevo grupo- Eres mucho más buena persona que ellas, y definitivamente mucho más linda. Más mejor amiga, también. Si digo la verdad, ellas no son una buena influencia, ¿sabías que Dakota está repitiendo curso por ellas? Se volvió desinteresada y problemática con su madre –se echó a reír. 
- ¿Cómo sabes eso? –volví la mirada hacia él, repleta de curiosidad.
- Su misma madre me lo dijo. No es que hable mucho con ella –refiriéndose Dakota-, porque ya ni a mí me habla. Eh, Roy –llamó a su amigo, que estaba sentado a su lado, por cierto, escuchando música con sus audífonos- ¿A ti Dakota te habla?
- ¿Hablarme? –abrió los ojos como platos, juntando las cejas- Tienes que estar bromeando.

Me sorprendí de la seriedad y molestia con la que Roy respondió. Entonces, recordé que a él le gustaba mi amiga. Le había roto el corazón con su lejanía, supuse. Se olvidó de él y de Sam mucho más que de mí, porque conmigo hablaba de vez en cuando, como hace rato. 

- No voy a mentir –continuó, girándose para poder hablar mejor hacia nosotros-, pero me siento desilusionado. Cambió. No es la misma de antes. La miro, pero hasta hacerlo se siente diferente. Sus gestos, su forma de hablar, de observar… En dos meses es como si se hubiera ido. 
- Tal vez solo está probando cosas nuevas… tal vez solo se divierte… -comenté.
- Sabes __, a veces las personas somos tan estúpidas que confundimos la diversión sana con la diversión mala. 

Aquellas palabras me habían llamado la atención. No pude comprenderlo bien, ya que no estaba en mi mejor momento, pero ya llegando a casa lo analizaría. De verdad, quería comprenderlo a la perfección. Había momentos en que ella carcajeaba tanto con sus nuevas amigas, que por un segundo me hacía desear saber lo que se sentía. Pensaba que no eran malas amistades, ¿pero entonces porqué ella ha cambiado tanto? ¿porqué tiene los problemas que antes no tenía? ¿y por qué se decidió alejar de nosotros? Y lo que más me confunde, ¿por qué yo no pude encajar con ellas? Desde un principio cuando me acerqué, no pude. No podía desenvolverme bien, era como si tuviera que sonreír todo el tiempo, pero sentía mi pecho apretujado. En ese mismo instante, supe que no pertenecía ahí. 

La hora de salida llegó y salí de la escuela a paso lento, ni apurada ni desesperada estaba por llegar a casa. Después de todo, nada ahí iba a ser más emocionante. Lo único que me animaba era que Justin podría estar afuera esperando para llevarme a casa. Pero no estaba.

Comencé a caminar hacia mi casa, pero cuando iba como a una cuadra de la escuela, sentí la bocina de su auto. Había aparcado en la orilla y desde ahí me hacía señas para que me acercara. Sin chistar, me fui trotando en su dirección, abrí la puerta y me subí. Sin darme cuenta ya había arrancado e íbamos camino a casa.

- ¿Cómo estás, amor? –le pregunté, para luego depositar un beso en sus labios, pero no lo suficientemente largo como para que despegara su vista hacia la calle por demasiado tiempo.
- Bien, ¿y tú como has estado? –preguntó sonriente, me gustaba.
- Igual. Pensando en si ibas a venir, ya sabes –solté risas- Te extrañé mucho.
- Yo igual a ti, linda. Pero –me respondió, alzando uno de sus dedos, pero sin soltar el volante-, ya no vas a tener que preocuparte por eso.
- ¿A qué te refieres? -o yo era muy curiosa o simplemente sonó interesante.
- Conseguí un empleo. Un maravilloso empleo.

Fue como si mis pupilas se extendieran a tal extremo que ya no quedaba espacio blanco en mis ojos. No podía ser cierto, ¿Justin trabajando? Es que, no lo digo porque sea flojo ni nada, pero desde que lo conozco jamás ha ido a trabajar ni a la esquina. Es inmensamente inesperado.

- ¿Lo dices de verdad? –una parte de mí creía que era una broma.
- Sí –asintió sonriente- Voy a trabajar.
- ¿Y en qué vas a trabajar? 
- Haré limpieza interna y externa –me dijo de lo más normal- Usaré una escoba. De hecho, compré una esta misma tarde.

Miré hacia el asiento de atrás y en efecto, sí había una escoba. Esas cafés, las que en lugar de pelos de colores y mango de metal, tienen ramitas secas bastante resistentes y mango de madera. Una sonrisa sincera se escapó de mis labios. Estaba casi segura de que este era uno de los trabajos más humildes y mi novio no tenía ni un gesto de molestia. Decir que estaba orgullosa de él no cubría ni la menor parte de lo que en realidad sentía.

- Me gusta, es genial que hayas optado por trabajar. Muchas felicidades –acerqué mi mano a su hombro y le acaricié. Me acerqué para besar su mejilla, en realidad no sabía muy bien que decirle.
- Sí, pero __, déjame acabar –se urgió un poco- No estarás pensando que decidí trabajar por las puras huevas, ¿o sí? –mi cara se puso un poco seria, al parecer lo bonito de su decisión por llevar a cabo ese nuevo proyecto no era lo que pensaba. Él estalló en carcajadas- Estás loca, no trabajaría solo porque sí. Voy trabajar para que podamos vernos más seguido y estar más tiempo contigo.
- ¿En qué me ayuda a mí que trabajes? Barrerás calles y yo estaré en la escuela.
- Cariño, no voy a barrer calles –corrigió negando con la cabeza, tratando de no seguir riendo- Voy a hacer limpieza en tu escuela. Estaré todo el día vagando por ahí, echándote un ojo para ver si alguien intenta acecharte o coquetear contigo. Te voy a cuidar. Ése es mi propósito. 

Mi mandíbula se desplomó hasta el piso del auto. Por poco no me dio algo en el corazón. Ahora sí que estaríamos más tiempo uno al lado del otro. Lo que no sabía era si eso era bueno o malo. 

- ¿No habrá un problema con eso? –pregunté- Digo, supongo que no le has dicho al director que tienes una novia en la misma escuela. No te habrían aceptado.

Por una parte estaba un poco molesta, pues seguramente me había negado. La idea no me estaba gustando nada, pero no podía decírselo y herir sus sentimientos. Él lo hizo por un motivo bueno, pero aún así, no me preguntó si yo estaba de acuerdo. Las relaciones son de dos. Tal vez no vio las dos caras de su decisión.

- __, no podía decirle. Me habrían sacado de la oficina a patadas de haberlo hecho. Tienes que entender eso –pidió- Nadie sabrá que somos novios y no me acercaré a ti, pero te miraré todo el tiempo. Voy a cuidarte, ya te lo dije. 
- ¿Ni siquiera podremos hablar?
- Ni siquiera eso. Yo…
- Pensé que habías dicho que estaríamos más tiempo juntos –reclamé, fijando mi vista fuera de la ventana, con los brazos cruzados. 
- Y lo estaremos, pero no de la forma en que hubiera querido. Al menos nos veremos, __. Ya no nos extrañaremos tanto. Sabré que estás cerca, y que estás bien. Eso es algo bueno. 
- Bien –suspiré- Espero que funcione. Te voy a apoyar.

Y sí, lo iba a apoyar, pero eso no significaba que la idea me agradara. Él me iba a cuidar, ¿pero qué pasaba con él? Yo no lo podía cuidar, si una chica se le acercaba a tirársele encima, está claro que yo no haría nada. No era tan valiente y decidida como para hacer esas cosas. 

Al llegar a casa no pude dejar de pensar en las palabras que Roy me había dicho y menos en lo de Justin. Ambos me tenían la cabeza hecha un lío, por lo que en la cena estuve en las nubes y papá me estuvo preguntando que diablos me pasaba. Le dije que solo estaba cansada, así que me fui a duchar. Bendita sea el agua tibia de esta, me ayudó demasiado a relajarme y ampliar mi mente. 

Cuando ya estuve con la cabeza en la almohada y con Romano acostado a mi lado ronroneando plácidamente, por fin me pude relajar y pensar con claridad. En menos de cinco minutos ya había descifrado lo que Roy me había querido decir, y era completamente cierto.

Las personas suelen divertirse con sus amigos, creyendo que burlarse de todo y dejar la escuela y cosas importantes de lado es término de diversión. Que vivir la vida es renunciar a lo que en un futuro te dará felicidad y bienestar. Y que muchas veces gente como nosotros suele preferir amistades que le brindan eso, solo porque les gusta lo muy genial que se siente hacer lo que uno quiere. Pero al final, jamás se sabe si esas amistades son verdaderas, aunque la mayoría del tiempo, suelen ser falsas.

Pero también hay personas que, a pesar de todo, eligen la buena diversión. Esa en que sales con un amigo a su casa, comen papas fritas mientras toman una gaseosa, mirando una película y riendo con sus anécdotas. Apoyándose el uno al otro, contándose cosas que atormentan, sus miedos, sus secretos, sus sueños, sus deseos… Amistades que cuando te sientes con depresión, están ahí para apoyarte. Que no se aburren de ti al quejarte de lo mal que te sientes. Que cogen tu mano y te ayudan a levantarte. En estos casos, la mayoría del tiempo, son amistades verdaderas. Y la buena diversión te la brinda. 

No me consideraba a mí misma como una persona juzgadora. No era capaz de decir que discriminaba a personas que prefieren la mala diversión. Muchas tendrán sus motivos. Para muchos también tiene que ver el tipo de carácter que tenga la persona. Y sabiendo que me sentía de lo peor sin tener a mi mejor amiga junto a mí, no me arrepentía de no irme con ella. No sería yo. No sería yo misma.

Y sobre lo de la escuela y Justin, pues, no tengo mucho que decir. Si algo malo pasa, pasará. Lamentable, pero así hay que tomarlo. Cada uno es lo suficientemente inteligente como para decidir con quien quiere estar y donde quiere estar. Por alguna razón, sentía que podía jurar que algo malo iba a suceder, pero rogaba al cielo no estar en lo correcto. Tenía miedo de perderlo. No sabía de donde había salido el pensamiento de que se alejara de mí, pero me hacía estremecer solo el hecho de pensarlo. 

Miré a mi amigo, que ya no estaba tan pequeño como antes. Era un gato mediano de hermoso pelaje corto, brillante y suave. Tenía la capacidad de, en un segundo, convertir mis momentos más difíciles en una sonrisa llena de sentimientos.

- Tú nunca me vas a dejar, ¿cierto? –le pregunté, mirándolo a los ojos, escuchando detalladamente sus ronroneos- Tú no eres como ellos. Tú eres real –expresé, de pronto me habían entrado ganas de llorar. Su miau se hizo notar- Sí, tú eres real.

Cogí una de sus patitas, haciéndole pequeños masajes. Cerró sus ojos lentamente, para luego volver a abrirlos. Acerqué mi cabeza a su tierna nariz, y la besé. No sabía que podría estar haciendo en esos momentos si él no estuviera. Un amigo mascota era capaz de tantas cosas… Sin necesidad de palabras, ni abrazos. Solo un ronroneo, o un ladrido, o cualquier cosa dependiendo del animal, bastaban para dar un empujón más a una persona. Bastaban para poder seguir adelante. Bastaban para poder tener el deseo de seguir viviendo.

                                               _____________
Me he esforzado mucho para esta maratón, lectoras mías. Espero que les haya gustado, y que merezca muchos comentarios y votos. Son las mejores, no las cambiaría por nada. Y siento la tardanza, pero ya les expliqué por qué fue jaja. Un beso inmenso a cada una de ustedes. Y únanse al grupo de lectoras para estar al tanto de los capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ ¡Adiós!


27 de abril de 2014

Maratón -Por un capricho.

Capítulo 38



Y así el resto del día en la escuela fue pasando. Cuando por fin llegó la hora de salida, me fui casi corriendo. Parecía una loca desesperada. Pero bueno, lo disimulaba, por supuesto. Me hacía la relajada pero no podía evitar acelerar el paso. Iba mirando el suelo y cuando ya estuve afuera, traté de buscarlo con la mirada. Como todos los estudiantes ya se iban, se me era un poco difícil, y mi estatura no ayudaba mucho que digamos.

Me quedé esperando a verlo por unos cinco minutos. Llegó el momento en que ya no había ni un alma en donde me encontraba. Él no llegaba. Pero lo iba a hacer, porque me lo había dicho por el mensaje. Confiaba en él. Mi chico del baño no podía hacerme esto, menos hoy. Se suponía que sería un día especial para ambos. Aunque ahora sentía que lo era más para mí que para él. ¿Por qué carajos se me había ocurrido volver a esta porquería? Si todo iba a seguir igual, él no haría nada por ambos, le daba todo igual. 

No sé exactamente cuanto tiempo pasó, ni siquiera quería ver el celular. Debió ser como una hora y seguía sin aparecer. Comencé a sentirme nostálgica, ¿me había botado? ¿enserio se había dignado a no venir sin avisar? ¿Dónde diablos estaba? Estaba cabreada, quería mandar todo al diablo. Tenía ganas de llorar de la impotencia. Pero aún así esperé más, teniendo la ilusión de que llegaría… Pero no. Cuando ya estuve segura de que no vendría y no daría la cara por su estúpido retraso, me fui de ahí.  

Cerré de un portazo la maldita puerta de la casa. Dando pisadas muy fuertes subí las escaleras. Me sentía pésimo. Me había plantado la persona que amo y ni siquiera me avisó. Ni siquiera fui yo quien le dijo que me viniera a buscar. Él mismo se ofreció, me ilusionó y luego me plantó. Y aunque probablemente estén pensando que soy una exagerada y toda la cosa, no me importa. Porque duele.

La casa era un silencio completo, no había nadie. Papá trabajaba y seguramente Michelle se había ido a pasar el rato con alguna de sus amigas. Menos mal, porque no quería que alguno de ellos comenzara a hacerme preguntas. Deseaba tener a alguien que me entendiera. Podía llamar a Dakota, pero no. Me sentiría estúpida. También podía intentar con Kathryn, pero ella salió con su madre esta tarde y no la iba a molestar por mis problemas amorosos. Seguramente me echaría a llorar de la pena y no quería mostrarme tan afectada por un chico. Me tiré a la cama y escondí mi cabeza en la almohada. Como no quería llorar solo podía descargarme con enojo. Golpeé la almohada una vez. La golpeé como diez veces más y nada cambiaba, seguía igual. Era un poco hombre, jamás se lo iba a perdonar. ¿Por qué tenía que engañarme así? ¿por qué no simplemente me dijo que no podía venir? ¿tan difícil era hacer eso? Y encima yo, la tonta, me quedo afuera de la escuela por más de una hora esperándolo. Era un estúpido, mentiroso, idiota y engañador. Jamás lo esperé de él. No sé por qué le creí.

Abrí los ojos… ¿me había dormido? Miré hacia la ventana y el sol ya no estaba con tanta intensidad. Debían ser como las seis de la tarde, aproximadamente. En fin, no me importaba. Me acomodé en la cama para seguir durmiendo. De inmediato recordé lo sucedido con Justin. Maldito, las iba a pagar. ¿Desde cuando estaba comportándome así? Pienso de manera tan brusca… pero es de entender. Ya sentía que me tatuaban “ilusa” en la frente. Y como no podía dormir me comenzó a dar más pena todavía. No aguanté más, al diablo con el enojo. Lloraría, jamás me gustó ocultar mi sensibilidad. Y sin darme cuenta algunas lágrimas comenzaron a caer. Me sentía tonta y ridícula. Lo único bueno era que nadie sabía lo que había pasado, pero no me hacía sentir mejor. Solo lloraba, muy dolida con él. Seguía amándolo, pero nadie merece que le hagan estas cosas. 

Me cabreé cuando el teléfono de casa comenzó a sonar. No se escuchaba casi nada, ya que yo estaba arriba, pero como estaba despierta no era un problema notar el tono. Sin nada de ganas me levanté de mi cómoda cama y salí de la habitación. Bajé las escaleras mientras me rascaba la cabeza, de muy mal humor. Tomé el estúpido y miserable teléfono con fuerza y brusquedad.

- ¿¡Qué!? –contesté en grito sin interesarme quien era. 
- ¡___! –oh, el olvidador- ¡son las seis de la tarde y recién te estás dignando a contestar el teléfono, joder!
- ¿Qué más da? ¿Para eso llamas? Esperaba algo más importante –sinceré enojada.
- ¿Algo más importante? Toda la puta mañana y tarde te he estado llamando a la mierda de celular y teléfono, y tu ni siquiera has contestado una vez, ¡qué es lo que te pasa!
- ¡No me hables así, Justin! –le hablé con la misma intensidad- ¿Y como te atreves a preguntarme eso? ¡Sabes muy bien lo que me pasa, no sé como eres tan mentiroso si ni siquiera me has llamado una vez! 
- ¿Cómo que no te he llamado? ¿Ahora vas a andar haciéndote la inocente y la que no sabe nada? ¡Más de sesenta llamadas te he hecho y ni vergas me respondiste!
- Idiota, mentiroso, ¡deja de mentir! –no podía ocultar más mi enojo- ¡me plantaste!
- ¿Cuándo te planté? ¡Te avisé que no iría! Te mandé como diez mensajes aparte de las llamadas y nada. ¿Qué estabas haciendo en la escuela? ¿divirtiéndote con tu amigo Sam? ¿jugando a los mejores amigos con derechos con él?

- Ay por dios, ¡no hables idioteces! No me llegó ninguna llamada ni mensaje, te esperé por más de una hora afuera de la escuela y jamás apareciste, ¿cómo quieres que me sienta? ¿Qué ande risita y risita de aquí para allá? ¿eso quieres?

Y cortó la llamada. Los pitutos comenzaron a sonar. Me quité el teléfono de la oreja y le miré. ¿Quién se creía para llegar y cortar la llamada? Cabrón. Inmaduro. Pendejo. ¡Demasiado pendejo! ¡Es un…!

Y entonces el tono de mi celular se hizo escuchar en la casa. Al parecer venía de la cocina. ¿Por qué venía de la cocina? Digo, no había ido a la cocina en todo el día, no tenía por qué estar ahí. Confundida caminé hacia allá, tomé el teléfono y miré. Era Justin, de nuevo. Contesté de inmediato. Esto se iba a poner mal.

- ¿Diga? –puse la voz más dulce que pude.
- Donde pedo tenías ese celular. Dime. Ahora –ordenó decidido. De un momento a otro me di cuenta de que era bastante sexy cuando se enojaba.
- Uhm… Lo olvidé, al parecer –reconocí con vergüenza. Enorme atado que le hice por nada. Esperaba que el enojo se le fuera de un viaje.
- Lo olvidaste… ¡lo olvidaste! –gritó- Justo este día se te tuvo que olvidar, ¿verdad? Y luego me andas culpando a mí de que yo te planté y estupideces de esas, ¿cierto?
- Lo siento, yo no sabía que se me había quedado. No quise revisar el celular en toda la tarde, ni cuenta me di –le hice saber.
- Sabes qué __, discutiremos este puto asunto después y me vas a tener que explicar cosas de la mejor manera o vas a ver.
- ¿Acabas de amenazarme? Y será mejor que tú también me expliques, ¡porque nada es una excusa para que me hicieras esto! Pudiste pasar a la escuela a dejarme el recado, pero ni siquiera se te ocurre. Me ilusionaste. 
- ¿Quieres saber la razón? ¿quieres apostar a que es una razón muy buena y justificada? Vas a perder __, te lo aseguro. Conste que te lo estoy advirtiendo. Será mejor que lo pienses bien.
- Que te quede claro que nunca te voy a perdonar esto y que nada lo va a justificar. ¡Y está bien! Apostemos, a ver quien gan…
- Michelle está en el hospital –me interrumpió- Ya es madre, tuvo a la bebé, ahí lo tienes. Nació tu hermana y he sido yo quien la ayudó –me quedé helada- Y más te vale que estés aquí en lo más mínimo de tiempo. Ahí tienes otra advertencia –y luego de ese momento tan intimidante, se echó a reír- Ay __... cómo me voy a divertir con esta apuesta… -y cortó. La piel se me erizó, ¿qué quería decir?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Quedé con el celular aún en la oreja, tratando de analizar la situación y la noticia que acababa de recibir. ¿Qué se suponía que debía hacer? Claro, ir al hospital, ¿pero qué más? Era nueva en todo eso, jamás tuve una hermana. Mi nerviosismo aumentaba. Llegaría ahí ¿y luego qué? ¿con qué cara miraría a Justin? O a mi padre o a Michelle. Papá seguramente me regañaría por no haber estado para ella, de alguna manera suele desquitarse. Pero no era lo peor, el no saber qué hacer me tenía muy mal, ni siquiera me había movido del lugar en donde estaba. Sentía que me desmayaría en cualquier momento. Mis manos sudaban, sentía que mis mejillas ardían sin razón y tenía un calor insoportable.

A pesar de todo lo que había pasado, logré ir a tomar un taxi para llegar a donde debía. No tardé tanto en llegar, y cuando me bajé me confundí, ya que habían tres edificios enormes, pero diferentes. Alguno de ellos debía ser para las futuras y recientes madres. Pude identificar a cual de ellos debía entrar gracias a un hombre del aseo que me dio indicaciones. Le agradecí enormemente por ello. De hace ya tiempo que no venía a un hospital. No solía enfermarme tan gravemente como para venir a tipos de lugares así. Digamos que tengo un terror a los médicos. No específicamente a ellos, si no que a las agujas, más que nada. 

Llegué a la entrada. Afuera había unos cuantos metros cuadrados de pasto, estaba bonito. Pero cuando puse un pie dentro y quise subir la escalera del edificio de madres o bebés, como le quieran llamar, un caballero barbón de estatura media que ni siquiera había visto me tomó por el brazo, haciéndome dar un brinco. Lo miré con pánico. Las palabras no me salieron, no esperaba que un desconocido me hablara o aún más, me tocara.

- No puede entrar, señorita. Por favor desaloje el lugar –me sorprendí. Ni que fuera un parásito.
- Vengo a ver a la esposa de mi papá –le expliqué.
- No puedes pasar –insistió firmemente- Tienes que ir a buscar un pase.
- ¿Un pase? –pregunté extrañada- ¿para qué quiero yo un pase?

Me jaló más del brazo, sacándome de ahí. Quedé afuera parada como una tonta. Podría decir que me sacó a empujones. Lo miré mal, y un poco molesta. 

- Tienes que esperar tu turno de visitas. Solo se puede entrar de a una persona, y se exige el pase, sin excepciones. Si no vas a ir a buscar uno, será mejor que no entres y ya. Buenas tardes.

Y se fue a parar donde se encontraba antes, cerca de la escalera, en el interior. Miré a mí alrededor. Tampoco me había dado cuenta de que había un montón de gente esperando. El desconocido mandón tenía razón, había que esperar el turno. Sentía varias miradas sobre mí, seguramente pensaban que yo era una cualquiera sin respeto alguno ¿dónde debía conseguir el pase? 


                      Capítulo 39




Como no tenía idea y no me sentía lo suficientemente a gusto preguntando a alguien de nuevo, me fui a buscar algún lugar para sentarme. Cuando logré divisar una banca, alguien me hizo dar un vuelco en el corazón, ¿era Justin quien estaba sentado ahí? Por dios. El pobre se veía pálido, casi como un fantasma. Tenía la mirada perdida, los brazos los tenía lacios, y su cabeza colgaba desde el respaldo de la banca. Avancé hacia él y me paré en frente. Ojalas estuviera vivo. 

- Llegué –avisé, para que me notara. Al posar su mirada en mí se incorporó. No creí que reaccionara tan rápido, considerando su aspecto.
- Oh –se rió cínicamente. Fruncí el ceño- Hasta que la perdida se digna a aparecer.
- Te ves pálido, Justin –ignoré su comentario por completo. No le iba a dar el gusto.
- Es lo que pasa luego de que ves la cabeza de un bebé mientras nace. O lo que pasa cuando ves que se le rompió la fuente a la familiar de tu novia. O lo que pasa cuando tienes que tomar el lugar del padre por cinco minutos y estás paranoico. O lo que pasa cuando tu novia no te contesta el celular y hace que pienses cosas. O lo que pasa cuando te hace rabiar hasta la mierda y tarda un millón de años en llegar a este maldito hospital de mierdas, ¿no crees? –me miró con enojo evidente.
- Está bien –rodé los ojos- Lo siento, ¿sí? Enserio lo siento. Yo no quería.
- Aish, yo no quería –imitó mi voz de niña- Luego hablamos sobre esto, ahora no me siento bien. ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías ir a conocer a tu hermana.
- Necesito un pase y no sé donde encontrarlo. Yo… 
- Bien –interrumpió- Quédate aquí. Voy por el maldito pase, que seguramente no te atreverás a ir a buscar –se paró de mala gana de la banca, metió sus manos en sus bolsillos y comenzó a caminar.
- ¿No puedo ir contigo? –pregunté de buena forma, dando un paso, lista para ir tras él.
- Agh, sabes __, quédate aquí. Eres una tortuga, seguramente tardarías más de lo que tardaste en llegar –quiso hacerme fastidiar.

Y lo logró. Se giró y fue por él, dejándome allí quieta y sola. En parte, sabía que me lo merecía. Lo traté mal, hice un escándalo y lo insulté cientos de veces en mi cabeza. Todo por mi bobería de olvidar el celular. Esperaba que esto no durara mucho, de lo contrario me volvería loca. Ya sabía que Justin era un caos cuando se enojaba, pero esto ha sido muy inesperado, no creí que volviera a suceder, al menos no hoy. 

Tomé asiento e intenté relajarme un poco, para así poder evitar que la espera fuese un fastidio. Pasaron cinco minutos y él aún no volvía. Supuse que debía haber una fila larga y que por ello aún no volvía. Comenzaba a hacer un poco de frío y yo no tenía algo muy abrigador puesto. Solo un jeans ajustado, unas converse negras de cordones blancos, además de una camiseta manga larga color amarillo claro. Cómodo, pero demasiado veraniego para estas horas, con este clima incluido. 

De pronto, una señora de aproximadamente mi misma estatura, un poco maciza, de cabello muy corto y gesto molesto, venía caminando. Vendía unos dulces de menta, unos curitas y pilas de control remoto. Empezó a ofrecer a algunas personas, pero todos le decían que no. Me dio un poco de pena. Si yo tuviera un poco de dinero conmigo, le habría pedido algo. Era una lastima.

Me asusté cuando se comenzó a acercar a donde yo estaba. Mi corazón se puso inquieto y traté de mirar hacia cualquier lado para ver si dejaba de tomarme en cuenta y se iba para otro lado. Pero no. Paró en seco delante de mí.

- Toca aquí –me dijo, apuntando su cabeza con su dedo índice. La miré extrañada.
- ¿Qué? –pregunté, creyendo que había escuchado mal.
- Que toques aquí –volvió a repetir.

Me miraba fijamente. Supuse que no se iría hasta tocarle la cabeza, por lo que con algo de nerviosismo acerqué mi mano y le di tres toquecitos en la cabeza. Ella sonrió, llena de placer. Parecía que hubiese tenido un orgasmo de tanto que le gustó. Quité mi mano, pero no se fue.

- ¿Quieres comprar algo? –pobre mujer, debía de tener algún problema, porque no podía comunicarse bien. Me sentí mal por no poder ayudarle.
- Pues, no. No tengo –dije sin mucho interés- Lo siento.
- Oh… -se aclaró la garganta- Hija de puta.

Me insultó y se fue caminando. Me quedé con la boca completamente abierta. ¿Qué se creía? Y yo que había sentido pena por ella, hasta creí que no hablaba bien pero el insulto vaya que le había salido bien. La gente me miraba, sentí que me iba a poner completamente roja. Saqué mi celular del bolsillo y traté de distraerme, queriendo salvar algo de dignidad. Luego de unos tres minutos más, apareció Justin. Por fin.

- Aquí está –extendió el papel de color blanco hacia mí, mientras se sentaba a mi lado. Lo tomé.
- Gracias –comencé a pararme, pero su voz me detuvo.
- ¿A dónde vas? –me tomó por el brazo, haciendo que me sentara otra vez- Tienes que esperar a que tu padre salga, él está adentro, ¿qué es lo que tienes en la cabeza? ¿caca? –exclamó enojado.
- ¿Qué es lo que te pasa a ti? Antipático, pesado, no tienes por qué decirme las cosas de esa manera –me enojé también.
- Es la única forma de que entiendas algo de lo que pasa, niña.
- Pues no me interesa, yo no te he dicho nada malo.
- Ya, como sea. Mejor cierro el hocico –y se calló. 

De repente, noté que papá se venía acercando hacia nosotros. Ya había salido. Me alegré. Al fin conocería a la nueva integrante. Me emocionaba bastante. 

- Hija, hasta que has llegado –se sentó a mi lado y besó mi frente. Se apoyó contra el respaldo de la banca, igual que nosotros. 
- Lo siento, no había podido llegar antes, yo…
- ¿Por qué no? ¿sabes qué hora es? –comenzó a regañarme- ¿por donde andabas?
- No hice nada, lo prometo –le dije, algo asustada- Es que olvidé mi teléfono, y luego de que llegué de la escuela me fui a casa, y me quedé dormida. 
- Como siempre, nunca te concentras en las cosas. No tienes ni un poco de responsabilidad. Te digo una y otra vez lo que tienes que hacer, pero te entra por una oreja y te sale por la otra –no me gritaba, pero sentía que en cualquier momento lo haría ahí mismo.
- Papá, no es momento de discutir. Al menos no hoy. Se supone que es un día especial para ti, ¿o no? 

Intenté con todas mis fuerzas sonar de forma madura, pero en realidad era solo para salvarme del castigo o regaño. Justin permanecía callado. Papá cambió la expresión de su cara a una más relajada. Gracias a Dios.

- Tienes razón. Solo por esta vez no diré algo más. 
- Bien.
- Justin nos ha ayudado mucho hoy –dijo papá, más animado. Giró su cabeza hacia él- Oye, hijo.
- Dígame, señor –ambos se miraron. Justin se veía tan sereno y tranquilo que me hacía pensar que yo era la única paranoica. 
- Muchas gracias por todo lo que ayudaste a mi esposa. De no ser por ti, no habría podido tener a mi hija en mis brazos. De verdad te lo agradezco. Me alegra que __ tenga un amigo con tanta buena voluntad –sonrió ampliamente.
- No agradezca nada, señor –sonrió mi novio, aunque noté que no era una sonrisa sincera. El hombre le había dicho que solo era mi amigo. Por un momento olvidé que mi padre no sabía nada- Fue todo un gusto ayudarle. Sé que es muy importante para usted, tanto como para __ -me miró de reojo. Me sonrojé.
- Sí, en realidad lo es –papá le tomó la mano y ambos se la estrecharon, así como compadres- ¿Cierto, __?
- Ahm, sí –fue lo único que respondí. Bajé la mirada.
- Santo cielo, hija. ¿Qué es eso? ¿no le darás las gracias a tu compañero? No te he enseñado tales cosas –se mostró furioso una vez más. De inmediato intenté suavizar la situación.
- Sí, __ -habló esta vez el chico del baño- ¿no me harás un agradecimiento? ¿unas palabras por haberte avisado de tal suceso? –sabía a la perfección que sus palabras tenían un cierto sarcasmo. 
- Entiendo –rodé un poco los ojos, sabiendo que no se daría cuenta. Levanté la cabeza- Gracias, Justin. Enserio gracias. Gracias por ser todo un superhéroe, por salvar la vida de mi hermana y a Michelle –me eché a reír. 

Papá no pareció entender mi burla hacia una parte de lo que había dicho, así que sonrió. Justin, por otro lado, frunció el ceño y se limitó a cruzarse de brazos y a volver a apoyar su espalda contra el respaldo. Nos quedamos en silencio. 

En cuanto noté que la señora loca se venía acercando hacia donde nos encontrábamos, me hundí en vergüenza y traté de relajarme. No era que estuviese caminando directamente hacia nosotros, pero estaba por los alrededores.


- Mierda –se quejó papá- Ahí está esa mujer otra vez.
- ¿La conoces? –me sorprendí.
- Claro que la conozco. Siempre está vagando por las calles, queriendo vender, y si le das dinero de más, no te da el vuelto. Es una estafadora. 
- Oh, vaya. No lo sabía –admití.
- Es cierto –se unió Justin- Y a veces insulta a la gente. Una vez una niña iba subiéndose a un autobús y la jaló del pelo, tirándola al suelo.
- Eso también es verdad –mi padre estuvo de acuerdo con él- Además, suele gritarme tonterías cada vez que no le compro. Hasta que me aburro y la trato mal. Es una vieja que se hace la tonta. Solo no la pesquen.

La mujer no tardó en acercarse, se paró delante de nosotros, tal como lo hizo conmigo. Traté de no inmutarme, ni bajar la mirada, cosa que logré. Se preparaba para ofrecernos algo, ya que extendió su canasta hacia nosotros.

- Cómprenme algo –exigió enojada, como si tuviera derecho a obligar.
- ¡No quiero nada! –le gritó papá- ¡Lárgate! ¡ahora! –papá se iba a poner de pie, él quería ahuyentarla.

La mujer un poco más no se muere del miedo. Inmediatamente comenzó a retroceder. Se tropezó y casi se cae.

- ¡Enojón! –le gritó y se fue corriendo.

A medida que se iba alejando, le gritaba unos cuantos insultos a papá. Entre ellos el “culiado, imbécil, marica, bastardo” y el famoso “hijo de puta” que ya me había dicho a mí. Me eché a reír. A diferencia de hace rato, esta vez había sido gracioso. Papá y Justin también se echaron a reír como unos locos. Y para colmo, la gente desconocida que había presenciado el momento también se reía. No es que fuéramos malos, pero si ella fuera agradable, mi padre no le habría dicho nada y le habría dado unas cuantas monedas. Además, ellos ya tenían una historia mala.

Al final, terminé entrando al hospital. El caballero que me había sacado a empujones por fin me dejó pasar. Pasé un momento incómodo, en el que no podía abrir la puerta que daba hacia el pasillo. Un chico se puso a reír de mí, traté de no darle importancia, pero logré abrir la puerta, e inmediatamente me puse como tomate. Caminé entre las incontables salas en donde se encontraban mujeres con sus nuevos bebés. Yo tenía la número 41-43, y eso que aún quedaban demasiadas. Pero bueno, cuando entré, la vi. O sea, en realidad observé a Michelle. La estaba amamantando. Dudé en si entrar o no. Pero apenas ella me vio, sonrió tanto que se me fue imposible no entrar a verla y a preguntarle como estaba. Avancé, nerviosa y sin saber que decir o hacer.


- ¿Cómo estás, __? –preguntó amable- Creí que no vendrías, cariño.
- Yo… es que –aclaré mi garganta- no pude venir antes. Pero ya estoy aquí. 

Michelle quitó una mantita con la que estaba cubriendo su pecho, y pude ver la cara de la nueva bebé. Sentí que mis ojos se humedecían. Era hermosa. De la clase inocente, pequeña y dulce que no solía ver a menudo. Sonreí. Casi no creía que pudiese tener a una hermana. 

- Es tan linda esta niña –dije con ternura, mientras le tomaba una manito- Temía quebrarla- No lo puedo creer…
- Con tu padre hemos decidido que se llamará Lila –me contó.
- ¿Lila?
- Sí, raro, ¿no crees? Lo vimos en el calendario, y nos terminó gustando –rió.

No pude evitar reír con ella. No solo porque dijo lo del calendario, si no que en Futurama uno de los personajes era Lila y ellos no tenían ni la más mínima idea. No dije nada, porque no era momento para hablar de caricaturas. 

                     Capítulo 40

                                                         
                               

Al pasar los minutos, pude tomar a Lila en brazos. Creí que me daba tanta paz… hasta que comenzó a gritar y a llorar como una loca y se puso roja de la furia. Me asusté e inmediatamente se la pasé a Michelle. Creí que se estaba ahogando, pero luego supe que era algo normal. Tan tierna que se veía y de repente es como un ogro. Me recordó a Romano, mi gato, cuando llegó. 

Cuando la hora de visitas finalizó, me tuve que salir para afuera. Papá y Justin me esperaban. Hacía algo más de frío. Y de la nada, apareció mi tía Susana. No creí que vendría, pero sin embargo lo hizo. Me abrazó fuertemente. Venía con uno de mis primos, al que yo consideraba como un hermano. Se llamaba Alejandro, y era un porfiado al que no soportaba, pero aún así. Y cuando nos íbamos, no pudimos evitar pasar los cinco a comer chatarras a un restaurante que quedaba justo en frente del hospital. Justin me miraba de vez en cuando. Estaba sentado en frente de mí. Era lo suficientemente discreto como para lograr que no se notara. Se veía feliz. Me gustaba, era perfecto. Hasta que en un momento de descuido, el sándwich que tenía en mi mano recibió un codazo de parte de Alejandro, aterrizando en todo mi cabello. 

- ¡Agh, Alejandro! –me quejé- ¡mira lo que hiciste!

Papá, mi tía y Justin estaban jodidos de la risa, mientras que yo estaba fastidiada. No era tanto por mi cabello, si no que mi hermoso sándwich se había arruinado bastante. Mayonesa ya no quedaba, pues toda se me quedó encima. Y para qué hablar de los demás ingredientes. Comencé a darme cuenta de que me sentía un poco estresada, por lo que pude calmarme rápidamente. No quería estar así.

Era tan extraño que Justin estuviera compartiendo con mi familia, pero a la vez era muy confortante, porque iba ganándose cariño de a poco. Pero no importaba todo lo bien que estuviera con ellos por este momento. La mentira seguía, y eso no iba a cambiar, al menos no por ahora. Y no estaba a gusto con ello.

Terminé no asistiendo a clases durante todo el resto de la semana. Papá me había pedido que ayudara a Michelle en sus primeros días como madre. Digamos que yo no era la más apta para ese trabajo, pues ni siquiera sabía que los primeros meses no se les puede dar papilla, si no que solo leche. 

Michelle había estado solo tres días en el hospital, así que mientras no estaba, lo único que podía comer eran unas papas fritas quemadas con huevo –que no estaba correctamente frito-, todo hecho por papá. No me dejó ayudar en nada, es más, cuando traté de sacar las papas para que no se quemaran, me regañó, y dijo que aún no había que sacarlas, ¿cómo era posible que aún no estuvieran listas, si se estaban poniendo bastante cafés? Dios. No me quedó alternativa que comer eso.

Hoy era día lunes y debía irme a clases. Justin me esperaría en un parque que sigue de mi casa, un poco más allá. Me iría a dejar. Hoy cumplíamos otro mes de relación. Debía ocultarse, de lo contrario papá se volvería loco y quedaría una enorme embarrada. 

Yo ya iba camino hacia donde lo iba a encontrar. Miré la hora en mi celular, que marcaba exactamente las 7:45am, buena hora como para no llegar tarde. Conste que yo jamás de los jamases he entrado atrasada a una clase. Jamás. Y no pienso hacerlo, lo odio.

- ¡Justin! –le llamé. Él se encontraba apoyado entre algunos árboles. Se volteó a verme y sonrió ampliamente. Sin darme cuenta, ya estábamos abrazados, mientras nos besábamos.
- Feliz mesiversario, amor –me deseó al momento de apartarse de mí, a no más de dos centímetros.
- Para ti también, mi vida –le miré embobada. No podía no estarlo.

Conversando de cosas sin sentido nos fuimos caminando hacia su carro, que estaba estacionado unos metros más allá. Me hizo subir y puso algo de música. Arrancó de inmediato y partimos hacia nuestro destino. Solo nos quedaban menos de quince minutos juntos y debían aprovecharse, al menos mirándonos. 

- Me habría gustado estar contigo hoy todo el día, shawty –dijo. Teníamos la mala suerte de que fuera un día de clases.
- A mi me encantaría haber podido, pero hemos tenido mala suerte –suspiré- Ya sabes, con todo lo que pasa, con la escuela, con papá… 
- Lo sé, entiendo –habló apenado. Miraba directamente hacia la calle, por lo que me puse a mirar por la ventana.
- Enserio lo lamento, Justin. Estaría todos los días contigo si pudiera, pero…
- __, no te presiono –me interrumpió con esas palabras- Y es que no puedo ocultar que me gustaría obtener algo más. Me jode ocultar todo esto a tu papá, no puedo ni estar contigo en nuestra fecha, no puedo besarte en público, no puedo decirte una palabra bonita siquiera. Tengo que estar como soldado en tu casa, cuidando mi vocabulario, con miedo de decir una palabra o de llamarte de una forma que podría arruinar lo que tenemos. No sé por qué mierdas tiene que haber tanto drama entre nosotros. 

No mentiré. Me quedé callada. No sabía exactamente que decirle. Si antes me sentía mal por no tener lo que ambos queríamos, ahora me sentía peor. Era la peor novia del mundo. Él hacía cosas por mí, ¿pero qué hacía yo por él? Nada. O al menos eso parecía. Así que me puse a pensar seriamente en algo que se me vino en mente. Me daba pánico, pero era necesario. Y esperaba no arrepentirme de ello. Esperaba que todo fuese un secreto más.


- ¿Y si me voy de pinta? –pregunté de forma insegura. Justin, como un rayo, giró su cabeza bruscamente, para comenzar a mirarme de reojo, tratando de no quitar tanto la vista hacia la calle mientras conducía.
- ¿Has dicho la palabra con P? –preguntó impresionado.

- Sí, eso dije. Pinta.
- Pero __, t…tú –tartamudeó- jamás has hecho algo así, no es normal. 
- Quiero hacerlo por ambos, Justin. Me da miedo, pero quiero hacerlo.
- No es lo correcto –reconoció.
- Sé que no lo es, pero un día que lo hagamos no hará tanto daño, ¿o sí? –intentaba sonar lo más relajada posible, pero por dentro estaba hecha un lío.
- No creo que lo haga. Aún así no quiero que sientas que te obligo a hacer esto. Digo, yo estoy más que dispuesto a desviarnos del camino e ir a donde tú quieras, pero si no te sientes lista lo voy a aceptar…
- Justin por favor, no hagas que me arrepienta –le rogué tirando la cabeza hacia atrás, algo fastidiada- ¿vas a querer que me vaya contigo?
- Sí quiero, amor –dijo de inmediato- De verdad quiero.
- Yo también quiero –y no mentía, tenía unas enormes ganas. 
- Entonces, ¿vamos?
- Sí –respondí casi desesperada. No quería arrepentimiento.
- ¿A dónde?
- ¿Hay alguien en tu casa? –pregunté curiosa.
- No, solo estaríamos tú y yo.
- Pues vamos. Si no te molesta, claro –sonreí de lado.
- ¿Molestarme? –se echó a reír- He estado esperando desde hace tiempo. Por fin un rato completamente a solas.
- Sí –sonreí, sin duda alguna muy feliz- Por fin.

Y de un momento a otro el muy tonto dio una vuelta en U, y giró hacia la izquierda, para irse por otra calle. Lo regañé por eso. Pero sobre lo otro, ya no había marcha atrás. Me iría de pinta hacia su casa. Estaba demasiado emocionada. No sabía si era por las ganas que tenía de estar con él todo el día o por los nervios. Aunque seguramente era por ambas cosas. Esto contaba como un tipo de primera vez, pues yo jamás hacía tales cosas.

No tardamos tanto en llegar hasta su casa. Diría que Justin estaba demasiado apurado en que llegásemos. No le dije nada, quizás se sentiría un poco avergonzado, y a mi no me molestaba para nada que digamos. De verdad quería tiempo a solas con él.

- Shawty, ¿quieres desayunar? –me preguntó.

Me encontraba acostada en su cama, cubierta con las sabanas y digamos que solo en una de sus playeras y ropa interior. No malinterpreten, no estuvimos haciendo nada. Habíamos llegado hace como unos treinta minutos y yo estaba viendo la televisión. Daban los padrinos mágicos. 

- Mm, no lo sé –sinceré- No tengo hambre.
- Pero igual, por si luego te da. Tengo jamón, queso, mermelada y margarina –se rascó la cabeza con gracia- Ya sabes, yo tenía previsto esto, así que…
- Me gusta lo del jamón con queso –interrumpí riendo.
- ¿Y algo de beber? –sonrió- Tengo sprite.
- Sprite, ¡por supuesto! –acepté animada.

Él no dijo más, me guiñó un ojo y salió de la habitación. De repente me sentí algo acalorada. Me daba algo que Justin me guiñara el ojo, es que se ponía tan sexy que debería ser ilegal.

                                       ___________________

¿Qué les ha parecido la maratón? Lamento la tardanza, pero en estos días les traeré otra –pero pequeña- maratón de dos capítulos. Comenten y voten, ¿si? Cuídense y espero que la novela aún les guste mucho. Un beso a todas. El próximo capítulo estará mucho mejor jajaja. Adiós.

14 de abril de 2014

Capítulo 37 -Por un capricho.



Pasaron dos semanas. No puedo decir que los días pasaron volando, porque no fue así. Lo echaba de menos. Escuchaba su voz a través del teléfono, y veía sus palabras escritas mediante el Facebook, pero no se comparaba ni en lo más mínimo con sus abrazos, sus besos tiernos y su bonita risa. Aparte de desear verlo pronto no había hecho nada impresionante. Todos los días estaba en casa, menos cuando salía con papá a ver mi uniforme y útiles escolares para entrar como debía. Michelle no podía acompañarnos, pues tenía el parto atrasado, debió nacer hace una semana pero aún no pasaba nada, solo había que esperar. El resto del tiempo me quedaba en mi habitación leyendo un libro, mientras jugaba con mi gatito. No era algo que me molestara, es más, me sentía completamente a gusto teniendo mis momentos de tranquilidad pura y sana. 

- ¿Y cómo te sientes para el primer día de clases? –me preguntó Michelle, sin lugar a dudas muy entusiasmada. 
- Bien, supongo –dije sin mucha emoción, mientras revolvía el té que me había servido con mi cuchara. Me había costado un mundo pararme de la cama. No quería hacerlo. No.
- Sé que estás nerviosa, pero pasará luego del primer día. Todo se volverá perfecto __, ya vas a ver. Estarás con tus amigos, ¿no?
- Conocidos –corregí de inmediato, pues solo Sam y Dakota eran mis verdaderos amigos, los demás se podían ir por el caño.
- Bueno, entonces estarás con tus conocidos. Yo me sentiría feliz. Al crecer uno comienza a extrañar cada detalle de la escuela –comentó.
- No es feliz cuando entras dos meses después de lo debido, quedando atrás en las materias y confundida de saber si servirá para algo lo que haces o no.
- Pero tú le pediste a tu padre entrar, ¿lo olvidas?
- Sí, pero ya no estoy muy segura. Empiezo a sentir que mi elección fue estúpida, que no me servirá para lo que quiero en absoluto –me daban ganas de llorar, todo era tan seguro antes, que estaría mejor con Justin, cuando quizás ni lo veré. 
- ¿Y qué es lo que quieres lograr? –se acercó más a mí. Dejé de revolver mi té y la miré fijamente. Esperaba que ella me hiciera sentir mejor.
- Más ánimo. Quiero risas, quiero al menos un año especial. No quiero estar triste, quiero estar feliz aunque tenga que levantarme a esta hora. Quisiera ahora mismo estar riendo por ir, en lugar de querer llorar. Que mi vida mejore. Que las discusiones con papá ya se acaben. Que sea tomada en cuenta. Quiero más libertad. Ni siquiera sé lo que en realidad se siente tener dieciséis –dudé en decir lo siguiente, pero aún así lo haría- Y además, un novio. Todo eso quiero.
- Pero tú eres tomada en cuenta, __. Tú misma puedes darte ese ánimo si piensas de mejor forma en lugar de tener mucha preocupación. ¿Y enserio quieres un novio? Eso no se busca.
- No soy tomada en cuenta, soy prácticamente invisible. Y sí quiero un novio, ¿que tiene de malo? Si tengo edad para quedarme sola en casa durante su luna de miel, supongo que tengo para tener a alguien a mi lado que me quiera.
- No me refiero a que no tengas edad, si no a eso de que el amor no se busca.
- Sé que no se busca, no lo estoy buscando –aclaré. Ya lo tenía.
- ¿Entonces?
- Es que, ¿qué pasa si conozco a un chico este año? ¿qué pasa si ese chico me gusta? Obviamente no le diré que no quiero estar con él, porque me gusta. El problema es papá. Me da miedo hasta preguntarle la hora.

Michelle abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró. Miró al frutero que estaba en el centro de la mesa. Me frustraría si ella me negara que papá no da miedo, o que no asusta o intimida. El hombre puede ahuyentar hasta familiares que son muy respetados y brutos.

- Debo admitir que te encuentro razón –suspiré, aliviada de sentirme comprendida en ese sentido- Tu padre no sabe manejar el que tú ya estás creciendo. Él cree que cada sexo masculino que se te pase por el frente te hará daño, pero debes pensar que solo quiere cuidarte. Hay mucho peligro hoy en día, desde las violaciones, las malas intenciones, hasta simplemente un corazón roto. Él no quiere que nada te suceda, todos los padres lo hacen.
- Lo sé, soy consciente de eso, lo tengo claro. Pero no puedo aprender cosas si no las experimento. No por los peligros de allá afuera tendré que ocultarme. Quiero saber lo que es ser adolescente. Y al llegar a vieja me gustaría tener algo que contar, algo de lo que reírme y sentirme satisfecha. Yo… 

Me callé. Algo había vibrado y era mi celular. Estiré la mano y lo alcancé. Era un mensaje. Mi rostro se iluminó al ver el nombre de mi novio en la pantalla. Lo abrí inmediatamente, asegurándome de que Michelle no viera o leyera nada. 

“Primer día de clases y primer día en que te iré a buscar. Me habría gustado ir a dejarte, pero papá me ha mandado. Pf. Te amo, shawty. Suerte –Justin”

- Tengo que irme –comencé a pararme de la mesa, acomodando mi falda.
- ¿Quién era? –preguntó curiosa.
- Dakota, me esperará en la entrada –mentí.
- Vale, entonces que te vaya bien. Ve a tomar lo que te falta, yo voy a sacar algo de colación para que te lleves.

Se paró de la mesa al igual que yo y fui a lo que me había dicho. Tomé mi mochila del sofá y me la puse. Me paré en frente del espejo de la pared. Mi mochila era pequeña de color café, pero era bastante bonita. Y mi uniforme no consistía en algo más que una falda azul marino –que estaba un poco corta, pero no tanto, solamente a mi gusto-, además de mis pantis y calcetas muy largas que yo arreglaba a mi gusto, también de color azul marino y por último mi chaleco con cuello en forma de V. Llevaba el cabello suelto y no me puse nada de maquillaje, me daba pereza. Michelle enseguida volvió con una caja de leche individual de frutilla y un alfajor. Ella misma los puso en mi mochila. Me despedí de ella y me fui hacia clases. 

- ¡Hey __, por aquí! –Dakota me llamó desde la entrada, mientras alzaba los brazos para que la viera. Se veía alegre. Inmediatamente sonreí y me apresuré para llegar a ella. Ambas nos dimos un abrazo- ¡Contaba los días para que volvieras! ¿cómo has estado? 
- Bastante bien, no tenía muchas ganas de venir. Esto me da nervios –sinceré.
- Tranquila, no pasará nada, todo sigue igual. Te sentarás conmigo, ¿verdad?
- Claro, no tengas dudas –reí.

Diría que a empujones me llevó adentro. Tocaron el timbre y me guió hacia el salón correspondiente. Algunos conocidos me saludaban, pero quien más emoción tuvo fue Sam, por poco me ahorca. Nos tocaba tecnología, donde la profesora se llamaba Karen. Su cabello era corto de color castaño muy oscuro y puntas rojizas. Era muy agradable y siempre sonreía. Tenía una cierta admiración por ella. Ha pasado por muchas cosas, pero ella sigue adelante. Es como un ejemplo.

- ¡Buenas días, niños! –saludó a todos con la mano, sin siquiera mirar, pero se veía animada. Dejó sus libros en su mesa, que estaba justo delante de mí y Dakota. Su vista se levantó, posando los ojos en mí- Por dios, ¿eres tú, __? –asentí sonriendo tímidamente- ¡no te he visto por meses, que cambiada estás! ¿cómo te has encontrado? ¿qué te ha dado por volver? ¡es impresionante!

Me reí por su expresión. Ella fue la primera profesora que me hacía sentir a gusto con mi regreso y probablemente sería la única que lo haría. O eso creía yo. Digamos que muchos profesores en mi escuela son agradables, pero uno que otro arruina los puntos.

- Me he encontrado bien, le he dicho a mi padre que ya era hora de estar de regreso, así que aquí estoy –sonreí feliz.
- Pues me alegra tenerte de vuelta, eres más que bienvenida aquí –volvió a sonreír ampliamente- Eres de las pocas que no me hartan, lo agradezco al cielo.
- ¿Yo también soy bienvenido? –se metió Sam, que estaba sentado atrás de nosotras con Roy. Dakota explotó en carcajadas.
- Cariño, ¿tú bienvenido? No jodas.
- ¿Y quién te metió a ti, Mohohoho? –se defendió.
- Es cierto Sam, te portas muy mal –la profesora Karen estuvo de acuerdo- En cada clase te llamo la atención mínimo unas veinte veces. Lo que me recuerda que debo citar a tu apoderado –abrió el libro y comenzó a escribir unas cosas. Yo reí bajo.
- Gracias, Dakota –agradeció este con sarcasmo- Por tu culpa, ya ves lo que haces.
- Yo solo dije la verdad –se hizo la ofendida.
- Pues tu verdad arruinó mi día. Fea, ¿eso es un grano? –le apuntó la nariz.
- ¡Cállate! –se tapó la zona- Estúpido, malcriado, ¡canalla! ¡No sirves para nada!
- ¿Ah sí? Eso no es lo que dice tu mamá cuando me la…
- ¡Asqueroso! –le interrumpió molesta, él sonreía con superioridad- Profesora, ¿ya ve lo que anda diciendo Sam? Insinuó que mi madre es una puta.
- Sí, lo he escuchado –reconoció ella- Sam, ¿eso es lo que te han enseñado en casa? Pobre de tu amigo Roy, es tan calmado y tan buen chico… Lo corrompes.
- Es cierto… -se integró Roy al ser nombrado- Sam siempre trata de que yo haga lo que quiere, me golpea y me obliga a hacer su tarea… -bajó la cabeza- Es tan triste, malo y bravucón –mintió, pero sabíamos que era una broma, no matarnos de la risa fue algo imposible.
- ¿Qué? ¿estás jodiendo, cierto? –Sam abrió los ojos como platos- Esto es increíble, me culpan por todo. Traidor.

Roy puso cara de angelito. En ese momento me di cuenta de que los momentos así los había extrañado a más no poder. Michelle tenía razón en ese sentido, cosas así son muy especiales. 

El día pasó rápido. Algunos otros profesores también me dieron la bienvenida. Con los chicos reímos juntos, contaron anécdotas que pasaron en la escuela mientras no estuve, me pusieron al día en todos los rumores jajaja, y ahora nos encontrábamos almorzando. Era muy bueno para ser el primer día. Lo que más deseaba era que llegara la salida. Por fin estaría con él. Solo quedaban dos horas de clases luego de terminar la comida. Estaba ansiosa. 

- ¿Es cierto eso de que tienes novio, entonces? –preguntó Sam asombrado, casi escupiendo todo de su boca.
- Bueno… pues sí –hice una sonrisa ladeada. Me sentía un poco mal por como se debía estar sintiendo.
- Mierda.
- Amigo, calma –Roy le tocó el hombro- Tú has tenido tus chicas, ¿por qué __ no puede? Tiene derecho.
- Sí, pero no creí que tan pronto, digo, jamás me puso al día –ahora dirigió su mirada hacia mí- No, no lo hiciste.
- Lo siento, pero no me preguntaste, que yo recuerde.
- Ya ves, fue tu culpa –le dijo Dakota esta vez.
- Tú no me hables. 

A pesar de que Sam estaba vuelto un loco, lo estaba tomando muy bien a como cualquiera de nosotros esperaba que lo hiciera. Pasó sus manos por su cabello, alborotándolo. Se veía molesto, o frustrado. Incapaz de hacer algo por la noticia que acababa de enterarse. Comenzaba a arrepentirme de no haberle contado antes. Me jodía sentirme culpable.

- ¿Estás bien? –le pregunté apenada- Lamento no haberte dicho, pero ya sabes, no creí que fuera necesario.
- Y no lo era, __. No te sientas mal –me consoló Roy- Ustedes no eran nada, Sam cada fin de semana tiene una chica, y que yo sepa jamás luchó por tenerte –lo miró de reojo- Es su culpa.
- Sí, es cierto –Dakota lo apoyó- Sam, olvida por un momento la discusión en el salón y piensa en lo que tu amigo te está diciendo.
- Exacto, hazlo de una vez –siguió Hablando Roy- ¿Qué pasa si hubieras enamorado a __ hasta el punto en que ella quisiera estar contigo? Capaz la hubieras lastimado yendo a fiestas y hasta pudiste haberle sido infiel. Y no me mido al decirlo, porque eres tan idiota que sé que en algún momento tal vez lo habrías hecho. La amistad de los cuatro se habría acabado, porque ni yo te hubiera vuelto a dar bola y menos Dakota –esta vez la mirada de él se dirigió a mí- ¿tú sentiste alguna vez algo por él? 
- Pues… -pensé detenidamente, debía ser sincera- Un poco, creo. Era muy lindo conmigo en ocasiones, pero siempre por el rato.
- ¿Ya ves? –le frotó este la espalda- Fue tu culpa. La perdiste.
- No me hagas sentir miserable –Sam por fin habló- Y bien, lamento esto. Es solo que es inesperado, ¿desde cuando __ se fija en alguien de tal modo?
- No sé, pero en algún momento iba a pasar.
- Yo también pienso lo mismo –dijo mi amiga- Pero el chico tiene lo suyo, además tiene un culazo con el que no hay que perder el tiempo mirándolo, solo tomarlo entre las manos y apretujarlo.
- ¡Dakota! –la regañé echándome a reír.
- ¿Qué? –rió junto conmigo- A mi me gusta tu elección, tienes un punto a favor. Sam es una tabla.
- ¡Bien, hasta aquí! –gritó Sam golpeando la mesa- __, voy a aceptar tu relación y no te voy a joder con mis sentimientos, solo trataré de olvidarte con quien sea. Pero si en algún momento el tipo te hace daño, no dudes en que me tienes a mí, te consolaré, te cuidaré, te querré, te daré el apoyo que te mereces y te violaré hasta hacerte sudar, junto con todo lo que solo yo te podría dar, ¿quedó claro a los tres? Y estoy hablando enserio. Lo juro.

Sentía que me sonrojaba, pero no pude evitar soltar risas y los chicos tampoco. Ni siquiera él mismo se aguantó. Sabíamos que no estaba jugando. Y me sentía bien de que de apoco el fuera comprendiendo.

- Bueno… eso fue, casi lo suficientemente romántico –comenté- Pero gracias.

Sonrió.

- Sí, no puedes evitar ser un pervertido con su cuerpo –Dakota rodó los ojos.
- Si estás celosa porque no eres la afortunada, eh –se hizo el galán.
- Ay por dios quiero vomitar. __ vamos al baño –bromeó.

                                                  ____________

¡Hola! Lamento la tardanza, mucho, pero aquí está el capítulo. Sin Justin, como ven, pero hay cosas necesarias. Y lo hice un poquitín más largo, no sé si han dado cuenta. Un beso a todas, comenten y voten mucho, ¿si? El próximo capítulo estará mucho mejor, ¡ya verán! Se los aseguro. Un beso enorme. Únanse al grupo de lectoras: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/  ¡Adiós!