20 de octubre de 2014

Capítulo 62 -Por un capricho.



Y luego de eso, nadie volvió a hablar. Justin no respondió, ni nada. Simplemente bajó la cabeza y la escondió entre sus manos, mientras que su primo, que no recuerdo nada de su nombre, lo abrazaba por los hombros y le susurraba cosas al oído que seguramente nadie lograba escuchar, que era exactamente lo mismo que estuvo haciendo antes, todo el tiempo. 

- Ahora podemos irnos -dijo el papá de Justin, rompiendo el silencio- Ya, Osvald -le llamó al hombre que minutos antes estuvo diciendo que yo era completamente reemplazable- Puedes llevarnos a casa. Ya es tarde. 

El hombre, que supe que se llamaba Osvald, volvió a mirar a Justin para ver su reacción, pero como se dio cuenta de que éste seguía sin mirarlo, se volteó y comenzó a caminar, luciendo ya resignado.

- De acuerdo.

Los primos volvieron a tomar a Justin por los brazos, lo ayudaron a ponerse de pie y comenzaron a guiarlo hacia el furgón blanco que esperaba a por ellos. Todos iban hacia allá, y yo tomé a Michelle por los brazos, rogando que nadie nos invitara a llevarnos también a casa.

- Hay que ir a tomar un taxi -le dije, queriendo ocultar mi impaciencia por irnos rápido del lugar- Papá debe de estar vuelto loco.

Avancé un paso pero tuve que devolverme bruscamente porque Michelle no se movió ni un solo centímetro. La miré fulminante. Justo en ese momento alguien gritó en nuestra dirección. Nuestros ojos se posaron de inmediato en el ruido, proveniente de las puertas traseras del furgón.

- ¡Señora Michelle! -era el padre de Justin- Vengan, vamos a llevarlas a casa, ¡apuren!

Dios. No. Michelle avanzó para ir. Intenté detenerla, tirando de su brazo.

- Por favor, regresemos en taxi a casa -supliqué- No quiero entrar ahí, Michelle. Comprende.
- __, será mucho más rápido llegar si nos llevan. No tienes idea de cuánto tardará en pasar solo un taxi. Se hace cada vez más tarde. Hay que aprovechar la oportunidad.

Intenté convencerla con cualquier otra cosa que se me cruzaba por la cabeza, pero ella me ignoró y me obligó a caminar hacia el furgón. Apreté uno de mis puños con fuerza. ¿Por qué cada vez que uno no quiere hacer algo, nunca resulta salirse con la suya? Sentía rabia, pero a la vez quería llorar. Nada me estaba saliendo bien.

- __, puedes subirte atrás, por aquí -me dijo el padre, abriendo la puerta- Señora Michelle, usted puede irse en el asiento delantero conmigo y Osvald. Caemos tres. Así estará más cómoda.

Michelle asintió y yo sentía que me daría algo. Mi suerte no podía ser peor. Y no lo digo porque no quería irme en un lugar sucio que solamente servía para cargas de cajas pesadas. Si no, porque seguramente compartiría lugar con todos los demás y no soportaría estar rodeada de ellos, incluido Justin, sin llorar.  El padre de Justin extendió su mano para ayudarme a subirme al vehículo. Le dirigí una mirada aún más suplicante a Michelle, pero no logré nada, porque hizo como si no me hubiera visto y se fue rápidamente hacia la parte de adelante. No tuve más opción que reunir valor y levantar una pierna, hacer fuerza y subirme. De inmediato me soltó y cerró con un portazo tan fuerte que todo el vehículo se sacudió. Miré el lugar empolvado y me di cuenta de que no había nadie. Vaya. Al parecer la suerte sí estaba conmigo. Estaría sola atrás, al menos.

El vehículo comenzó a andar y en unos cuantos segundos ya iba a toda velocidad. Traté de mantener el equilibrio lo mejor que pude. Aún no tenía ganas de sentarme, a pesar de que sería lo mejor que podría hacer en ese momento.

Por instinto, camine agachada hacia el frente, cuidando que mi cabeza no chocara contra el techo, y dirigí mi mirada por un pequeño vidrio trasparente seguramente usado como ventana que daba a la parte delantera, y noté que no solo caían tres en el lado del volante y del copiloto, si no que atrás de ellos habían dos asientos más, en donde iban los primos de Justin...

Oh. Osea, ¿Ah? ¿Qué? ¿No eran tres? Digo, ¿dónde estaba Justin?
Mi pulso se aceleró con tal rapidez que no podría ser capaz de describir. Mi corazón intentaba salir de mi pecho y no lograba entender por qué me sentía de esa forma. Retrocedí inexplicablemente asustada y algo me tomó fuertemente por las caderas y me lanzó al piso, arrastrándome hacia una esquina. Mis brazos fueron rodeados, me giré involuntariamente a un ángulo de noventa grados y me preparé para gritar, pero una inesperada presión en mi boca me lo impidió. Sin darme cuenta, estaba siendo besada apasionadamente. Quedé en un estado de shock, ni siquiera podía cerrar los ojos aún, y el no saber qué hacer me tenía de los nervios. Más de lo normal. Pero mi cuerpo, sin mi consentimiento, fue debilitándose, cerrando los ojos, y disfrutando de una vez por todas lo que estaba sucediendo.

Jamás en la vida me equivocaría si se tratara de reconocer sus labios. Los conocía tan perfectamente, que era imposible. Su lengua estuvo en contacto con la mía desde el primer momento de la conexión. Su sabor seguía siendo tan exquisito como solía ser, pero con un poco de gusto a pastillas. No fue necesario que me preguntara por qué sabía así. Intenté con todas mis fuerzas separarme. Recordarme a mí misma el daño que me había hecho. Pero mi fuerza de voluntad fue en vano, porque correspondía el beso como si no hubiera mañana, con todo el deseo, como si fuera la última vez que podría tener contacto con ellos. Era todo muy rudo, muy salvaje, tanto que al poco tiempo mi mandíbula comenzó a doler, pero eso no me impedía nada.

Uno de sus brazos me apretó más contra él, y con su otra mano libre sujetó mi cabeza para que no pudiéramos separarnos ni un solo segundo. Cada cavidad de mi boca estaba siendo explorada por él. Y cada cavidad de su boca estaba siendo explorada por mí.

Sin pensar, sin siquiera estar consciente de lo que hacía, me giré completamente y doblé mis rodillas lo más que pude para poder estar más cerca. Necesitaba más de él. No podía controlarme. Él no intentó frenarme y ahora me apretó aún más, tanto, que su pecho con el mío estaban completamente juntos. Su boca volvió a devorar la mía y sus manos pasaron por debajo de mi ropa, tocando cada centímetro de mi espalda ahora descubierta, dispuesta a que su propio tacto lo disfrutara. Rozó el broche de mi sujetador con sus manos y de un momento a otro lo desabrochó. Él no quería tener impedimentos para hacer lo que hacía. Me encendí a tal nivel que mis manos bajaron por su torso cubierto y luego se adentraron por debajo de su ropa, queriendo tocar todo su abdomen, su pecho, cada textura de esa zona.

Me impresionaba la rapidez con que Justin logró subir tanto de tono lo que hacíamos. Comencé a frustrarme por estar permitiendo que todo eso estuviera sucediendo. De ser tan incapaz de decirle que se detuviera, o de darle una bofetada para que reaccionara y me dejara en paz. Sin embargo, no podía. Y no iba a poder. Mi mente no tenía el control. Mis hormonas y mi cuerpo llevaban las riendas. Y era imposible detenerlos. 

Pero entonces, llevé mis brazos y rodeé su cuello con estos. Sus dos manos se desviaron de mi espalda hacia mis pechos, y los apretó con pasión, con decisión, pero sin llegar a hacerme daño. Mordió mi labio inferior con fuerza, y soltó un pequeño gemido. Ese momento me hizo que me diera cuenta de cuanto en realidad lo había extrañado. En cuanto en realidad había deseado estar a solas con él tiempo antes para poder tener momentos íntimos como este. En cuanto quería satisfacernos en ese mismo instante.

Mi ropa comenzaba a estorbar. Mi cuerpo comenzaba a sudar. Y mi respiración estaba tan agitada que me daba coraje. Disfrutaba tanto como hace tiempo no lo hacía, pero me jodía. Ahora quería golpearme a mí misma por estar reaccionando de esa manera.

Uno de sus brazos rodeó con seguridad mi cintura. Sus dedos de su otra mano se enrollaron en mi cabello fuertemente, dándome tirones, queriendo que mi cabeza se inclinara más hacia atrás. Permití que eso sucediera, y nos permitió a ambos un acceso más libre, y jamás pensé lo caliente y sexy que podría ser que él hiciera esa acción solo con mi cabello al mismo tiempo que me besaba.

De pronto, rompió el beso, y comenzó a morder con desesperación mi labio inferior, y una ola de placer me inundó cuando comenzó a depositar un camino de besos húmedos a través de mi cuello. Creí que no podría ser más excitante, pero l
a mano que tuvo en mi cintura hace solo unos segundos, se volvió a deslizar hacia mis pechos. Sus pulgares rozaban mis zonas sensibles y un gemido brotó de mis labios. Intenté impedir que siguiera haciendo eso porque me debilitaba cada vez más corporalmente, pero él no me dejaba. No soltaba mi cabeza. No desenrollaba sus dedos de mi cabello, por lo que se me era imposible bajarla. Él estaba haciéndolo apropósito. Él estaba demostrándome que yo seguía siendo suya y tendría que seguir siéndolo. Quería que yo notara que seguía haciéndome agua en sus manos. Que era mi debilidad, a pesar de todo lo que sucedió.

- Eres mía, __ -su voz ronca me hizo estremecer, y dirigió su boca al lóbulo de mi oreja, mordiéndolo lentamente- Tú eres mía. Dime que lo eres. Quiero oírte. Porque yo soy tuyo.

Sus palabras me deleitaban tanto, que era imposible no sentir que me derretía por completo. Justin Bieber me tenía bajo su encanto. Y yo no podía negarlo.

- Soy tuya -admití, sabiendo que tal vez luego me arrepentiría de haber sido tan sincera con él- Y tú eres mío.

Como por arte de magia, ambos comenzamos a relajarnos del estado de muchas hormonas. Nuestras manos dejaron de tomar nuestra piel para luego ponerlas por encima de la ropa y dejamos de besarnos. Sentí que él me miraba. Y me preparé para alzar la mirada. Cuando lo hice, un Justin con ojos aguados estaba mirándome.

Volví a sentir dolor de nuevo. Porque verlo así, me destrozaba. Sus ojos seguían hinchados y rojos. Pero su rostro ya no estaba tan pálido como antes. Me abrazó, y entonces, de a poco, su cuerpo comenzó a temblar. Y a causa de eso, me apretaba más contra él. Su cabeza trató de ocultarse en mi cuello. Suspiré tratando de no llorar. Quería ser fuerte.

- Somos nuestros, preciosa. Siempre vamos a ser nuestros -confirmó- Te necesito. Te necesito conmigo.

Me quedé callada.

- Perdóname, demonios. Soy un imbécil. No te merezco. Tú debes estar con alguien mejor, __ -de pronto creí que ahora me bajaría todas las ilusiones y me diría que lo de hace unos minutos no debió suceder- Pero soy un bastardo egoísta. Y no voy a dejar que te alejes de mí. No me dejes. Vuelve conmigo -sentí que su voz se quebraba- Por favor.

Una vez, el día en que Justin y yo peleamos en su casa sin ser nada aún, y me fui, sufrí mucho durante el tiempo que nos separamos. Y cuando volvió por mí, casi tres semanas después, supe que lo seguía queriendo, a pesar de todo. Que mi cariño hacia su persona seguía ahí presente. Porque mi amor era mucho más fuerte que el dolor que podía llegar a sentir gracias a él. Entonces, ahora, acababa de darme cuenta de que seguía siendo así. Y que no quería volver a separarme de él.

Todos cometemos errores. Algunos cometen errores más grandes que otros. Pero el perdón siempre puede existir. Y yo no era una rencorosa. Tal vez Justin cambiaría. Tal vez podríamos seguir siendo felices. Pero no podría dejar todo hasta ahí, sin saber qué pasaría después. Lo tenía decidido.

- Está bien -acepté por fin- Volveremos -los ojos de Justin se iluminaron- Pero debes saber que desde ahora tendremos condiciones.

______

Chicaaaas. ¡Espero que el capítulo les haya gustado!
Me mato. Han habido 40 comentarios en el capítulo anterior.
¡Millones y millones de gracias! La verdad no pensé que llegaríamos a tanto.
Aún no me lo creo, se los juro. De verdad.
¡Las quiero mucho!
Intenté subir antes, pero no logré terminar el capítulo a tiempo.
Disculpen por eso. ¡No olviden comentar en este también! ¿qué les pareció?
Únanse al grupo en facebook para estar al tanto de todo sobre el blog:
Chaaaaooooos.





17 de octubre de 2014

Capítulo 61 -Por un capricho.



Minutos seguían pasando y yo me encontraba nuevamente sentada a un lado de Michelle, en la silla de plástico con patas de fierro. Jugaba con los dedos de mis manos, tratando de ignorar el sudor que se había formado en ellas. Sentía una calor horrible, pero no podía dejar de tiritar. Seguía inestable, aún cuando Justin ya estaba fuera de peligro.

- __, ¿quieres ir afuera de nuevo? -preguntó Michelle. Yo la miré- Estar aquí dentro tanto tiempo es un poco sofocador. 

La verdad yo no quería estar afuera otra vez. Estaba tan desganada que prefería tirarme en el suelo en lugar de estar de pie. Pero noté la impaciencia en su mirada. Y pensé en el buen gesto que tuvo de haberme acompañado hasta el lugar. Solo me estaba pidiendo ir afuera. No era para tanto. Por lo que acepté. Y caminamos hacia afuera.

- Esperaremos unos minutos más, solamente, y luego nos iremos -me avisó. Yo asentí, sin protestar- Tomaremos un taxi. Tu padre ha llamado dos veces, ya es tarde.
- Lo sé.
- Lamento lo que ha pasado, cariño -tocó mi hombro con compasión.
- También yo.

Y esa fue toda la conversación que tuvimos. Porque el padre de Justin se asomó por la puerta de entrada a la sala de espera.

- Justin acaba de despertar -nos avisó con una sonrisa aliviada pero triste a la vez.

Suspiré con tanta relajación como nunca antes lo hice. Escuchar eso era como música para mis oídos. Supuse que ya era hora de irnos. Ya no tenía por qué estar ahí. Tenía a su familia. Podía irme tranquila. Después de todo, yo ya no tenía un lugar especial en su vida. Incluso iba a tomar a Michelle de la mano para ir a tomar el taxi.

- ¿Alguna de ustedes quiere entrar a verlo? -preguntó. Me quedé quieta. Yo no estaba segura de si quería verlo. Michelle me miró fijamente.
- Claro -estuvo de acuerdo- Vamos.

Los tres volvimos a entrar a la sala de espera y caminamos hacia la puerta que daba hacia el interior del hospital. Íbamos a entrar pero el hombre de seguridad nos dijo que solo se podía entrar un visitante, además del padre. Me preparé mentalmente para entrar, pero Michelle se me adelantó.

- Entraré yo primero, __. Luego entras tú -dicho eso el de seguridad me cerró la puerta en la cara y quedé como una completa ridícula. Casi choca con mi nariz.

Me giré y un primo de Justin se rió de mí. Yo no le encontraba la gracia, así que lo ignoré y me encaminé de nuevo a la salida para ir afuera a tomar aire. Al ya estar ahí, me apoyé contra la pared y me senté en el suelo con las piernas cruzadas.

Una chica de cabello rojo teñido y ropa completamente negra que aparentemente estaba enferma de la garganta, se sentó un poco más lejos de mí. Decidí creer que tenía eso porque no paraba de toser. Y me sorprendí cuando sacó un cigarrillo de su bolso y comenzó a fumar como si su vida dependiera de ello. ¿Eso no iba a causarle más tos?

Pasaron aproximadamente quince minutos y Michelle aparece con la puerta con una mirada preocupada. Me encamino hacia donde ella está. Me toma por el brazo y trata de llevarme lejos, pero lo impido rápidamente, sin saber por qué.

- ¿No voy a entrar yo? -pregunté desconcertada.
- No. Será mejor que nos vayamos -decidió- No querrás ver lo que pasa allá adentro.
- ¿Por qué? ¿qué sucede?
- __, debemos irnos. El asunto que ellos están discutiendo es de familia. No quiero que entres ahí.

Murmullos se oyeron y de un momento a otro veo a Justin saliendo enojado hacia donde estábamos nosotras. Sentí que me daba algo. Estaba nada más que en shorts negros y una polera de color rojo. Su cabello estaba muy alborotado. Sus ojos parecían canicas de lo hinchados que estaban y su cara, dios, era como si no hubiera dormido en semanas. Miré a sus pies, y estaba descalzo, solamente con unos calcetines blancos. Mi pulso se empezó a acelerar, mis manos sudaron aún más y de un momento a otro quería irme corriendo a casa.

Los primos de Justin corrieron hacia él y lo tomaron por los brazos. Su padre también intentó detenerlo. Y yo con Michelle mirábamos la escena completamente fuera de lugar. Pero yo no sabía lo que sucedía. Y dudaba que Justin se diera cuenta de que nosotras estábamos cerca.

- Justin, tienes que volver adentro -le dijo uno de sus primos.
- No pienso volver ahí, maldita sea -dejó en claro. La furia de ese día en que terminamos la tenía aún presente. Me empezó a entrar el susto- Esos imbéciles están locos.
- Hijo, por dios, tienes que entender que tienen que ponerte la sonda -le explicó su padre- Tomaste muchas pastillas, ¡estás intoxicado!
- ¡No me interesa! -gritó- Demonios, no voy a entrar, ¡joder!

Un primo de él tenía sus zapatillas en las manos, y Justin se las arrancó y comenzó a ponérselas. Su cuerpo se tambaleó y chocó contra la pared, en intento fallido. Lograron estabilizarlo y lo ayudaron a ponerse las zapatillas. Entonces, noto que Justin comienza a llorar. Mi corazón se rompe y podía sentir los pedazos cayendo contra el suelo.

Una enfermera aparece y se acerca a él. Sus primos lo sueltan, para darle paso a ella.

- Joven, tiene que entrar -lo toma de la mano pero él se la arranca de un manera tan brusca que me sobresalto.
- ¡No me toques! -ordenó. La mira descargando su furia contra ella- ¡He firmado y acepto las consecuencias si no vuelvo! Mierda, qué no entienden.

Comienza a caminar lejos y todos lo seguimos. Se notaba tanto que se esforzaba por mantenerse de pie. Se desviaba y le costaba volver a estabilizarse. Llegamos cerca de una banca que estaba casi rodeada completamente de árboles eucaliptos. Finalmente, sus primos se aburrieron y lo obligaron a sentarse. Tuvieron que empujarlo para poder hacerlo. Justin se tapó la cara con sus manos apoyando sus codos en las rodillas y comenzó a llorar otra vez, pero ahora desconsoladamente. Yo jamás lo había visto llorar de esa forma. Hoy por primera vez lo hacía.

Uno de sus primos se sentó junto a él y lo cubrió con una manta. Le pasó el brazo por los hombros y lo abrazó. Justin, sin quejarse, apoyó la cabeza contra el pecho de él y continuó llorando. ¿Este era el Justin que yo conocía? ¿Tan afortunado, tan fuerte, tan orgulloso? Lucía tan indefenso, que comencé a odiarme otra vez. No podía evitarlo.

Yo estaba parada a unos buenos diez metros de donde él y su familia se encontraban. Mi brazo se encontraba abrazando el de Michelle. Trataba de poner mi mente en blanco, queriendo no escuchar los sollozos de Justin, ni lo que trataban de decirle para que se calmara. Yo no iba a acercarme ahí. No quería. No podía.

Me di cuenta de que el padre de Justin hablaba por teléfono de no sé qué. Yo solo quería irme a casa. Que todo acabara de una vez por todas. Y estuve esperando el momento en que nos fuéramos, hasta que veinte minutos después, un furgón de color blanco se estacionó frente al lugar. Un hombre alto con cabello negro y corto se bajó de él, y caminó hacia donde Justin y su familia estaban reunidos.

Sentí que ni yo, ni Michelle, teníamos un lugar quedándonos. Estábamos apartadas. Me sentía horrible, comenzaba a sentirme enferma. Tal vez habría sido mejor no haber venido. O tal vez habría sido peor no haber venido. Si me hubiera quedado en casa, habría estado paranoica y llamándome a mí misma asesina. Supongo que esto era mejor que estar de ese modo, sola. Pero verlo ahí tan vulnerable, me hacía sentir tan, pero tan mal. Parecía un niño, era irreconocible. Traté de inhalar y exhalar, para calmar de alguna forma que las lágrimas continuaran amenazando salir de mis ojos. No podía más.

- Justin, mierda, qué has hecho -lo regañó el hombre pero sin ser agresivo, si no que se lo dijo con un poco de pena en la voz.
- Déjeme -le pidió el chico que a pesar de todo yo seguía amando, con un hilo de voz.
- No, hombre -se negó- ¿Por qué hiciste esto? ¿quisiste matarte?
- Sí -respondió seco, como si fuera lo más normal del mundo.
- Tú sí que estás tonto -le dijo- Y muy tonto.
- ¿A quién diablos le importa? ¡Lo hice con razones! -gritó, dejando de llorar. Ahora estaba enojado. Yo miraba al suelo. Quería desaparecer. Apreté el brazo de Michelle con más fuerza.
- ¡No hay ninguna razón verdaderamente justificada para querer matarte, Bieber! -le gritó.
- ¡Sí la hay, maldita sea, no sabes nada!
- ¿Fue por una chica? -No pude evitar alzar la mirada. Justin se quedó callado y comenzó a llorar otra vez. Tapó su cara con las manos, sin querer que lo vieran- Fue por una chica -aclaró el hombre, más para sí mismo que para los demás.
- Sí, ¿y qué mierdas de problemas tienes con eso? -le enfrentó derramando lágrimas.
- ¿Cómo que qué problema tengo? ¡Hay miles de chicas en el mundo! ¿decidiste matarte por una? Estás jodido. Muy jodido.
- ¡No me importa una mierda, yo la quiero a ella! -exclamó a todo pulmón- ¡Ninguna puta persona logra entender eso! Soy un imbécil, odio todo esto -apretó sus puños y siguió llorando- Déjenme solo, no sé por qué me han traído aquí.
- ¿Acaso es ella? -noto que me apunta con el dedo, y me mira. Justin, sin poder evitarlo, comienza a levantar su cabeza, y lentamente, sus ojos se dirigen a mi rostro.

A pesar de la lejanía, podía notar como estos brillaban humedecidos. Dudaba que mi corazón pudiera romperse más, porque ya lo estaba por completo. Era como si quisiera transmitirme algo. Como si quisiera explicar todo. Pero yo no podía. Me costaba estar cerca de él. Me había hecho daño. Y no tuve otra opción que romper la conexión y mirar al suelo. A la tierra bajo mis pies.

- Yo la amo -dijo Justin, dando entender la razón por la que lo hizo, y también queriendo responder la pregunta del hombre.

Una pequeña chispa de luz se encendió dentro de mi. Saber que aún me amaba me ayudaba a creer que quizás mi corazón no estaba del todo roto. Que podría repararse con el tiempo. Y me odié por eso. Porque no era correcto que lo siguiera amando, después de lo que pasó.

- Hay millones y millones de chicas en el mundo -siguió insistiendo, a pesar de que eso ya lo había dicho- No puedes decidir solo matarte. Ella ya fue -me apuntó otra vez, provocando cierto malestar- Hay más. Te podrías enamorar de otra.
- Deja de decir eso en frente de __, ¿podrías ser siquiera un poco más educado? -le pidió enojado, su miraba reflejaba odio ahora- No pienso dejar que hables así de mi mujer.

El hombre se quedó mudo. Nadie volvió a hablar. Quería gritarle que posiblemente el desconocido tenía razón. Que habían otras chicas. Que podía ser feliz, y no tendría que intentar matarse de lo mal que lo pasaba. Que si se enamorara de otra, no tendría que esperar días para poder estar con ella. No tendrían que tener que llegar a casa antes de que se ponga el sol. Podría ver una película abrazado con alguien en el sofá, mientras se entregan mimos y dulces besos. Tal vez poder dormir al menos una noche con su amada. Sin tantos límites, sin problemas, sin personas que lo arruinen. Pero no lo hice. Porque yo seguía amándolo. Porque yo quería ser esa chica, a pesar de no poder. Pero aún más, porque era egoísta. Muy egoísta.

- Tienes que madurar -habló de pronto, otra vez- Ella ya no es tu mujer, Justin -la cara de Justin se distorsionó, como si por primera vez se hubiera dado cuenta de que en realidad habíamos terminado- Si acabó, fue por algo. Porque te mandaste la cagada. Porque ya no funcionaba. Si tú te portas como un miserable, tienes que subirte los pantalones y enfrentar tus acciones, ¡tienes que arreglar los problemas que tú mismo causas! -le gritó fuerte- Si tuviste el suficiente coraje para arruinar todo, tienes que tener el coraje para remediarlo, y si no te sale, pues te jodes. Porque fue tu culpa, ¡tuya! Y no andar buscando un envase con pastillas, por favor, eso es de poco hombres. Y por si no te ha quedado claro te daré otro ejemplo. Si tienes la valentía para decidir morir, e intentar intoxicarte, puedes tenerla también para pedir perdón.

Justin en ningún momento había apartado sus ojos de él. Estaba boquiabierto, pero a la vez, lastimado. Pero yo estaba de acuerdo. ¿Hasta donde puede llegar el orgullo? Muchas personas se sientes felices cuando se llaman a sí mismos "soy orgulloso". Eso no debería decirse, ¡enserio que no! Porque no es algo bueno. Es malo. Hacen sufrir a los demás sin darse cuenta. Les causa gracia o no sé qué, y me joden las personas así. Por eso luego uno se aleja. Porque está cansado de sentirse mal a causa de esa persona. Y si no lo hacen en un tiempo, algún día lo harán. Y quedarán solos.

Sé que Justin no se lo tomaba a la risa. ¿Pero enserio no era más fácil disculparse? ¿no era más fácil subir al auto y conducir hasta mi casa? ¿o una simple llamada telefónica? ¿por qué tuvo que llegar a tal extremo de terminar todo? ¿o de tratarme así? Barrió el piso conmigo. Fui su trapo. Fui como su perro faldero que lo perseguía. Y me sentía humillada aún por eso. Quizás siempre me sentiría así.

__________

¡Hooooy es vierneeees!
Chicass, dieciocho comentarios en el capítulo anterior. 
Me cago en todo. Hasta en mí. ¡Gracias! 
Luego de almuerzo me pondré a escribir el capítulo siguiente.
Y si noto que hay varios comentarios, les subiré luego, ¡lo prometo!
Las adoro, besos enormes para ustedes. ¡Chaaoo!
Únanse al grupo en facebook del blog:
Ahora sí, byeeee.


15 de octubre de 2014

Nueva encuesta para un nuevo comienzo cercano.


Chicas, lo que escribiré ya lo he publicado en el grupo por facebook, pero sé que no todas están siendo miembros de él, así que tengo una noticia para ustedes.

Algunas me han estado preguntando si voy a hacer otra novela luego de que Por un capricho acabe, y la respuesta es , por supuesto. No dejaré el blog en mucho tiempo, espero nunca hacerlo. Por eso mismo he publicado una encuesta en la que pueden darme su opinión, diciendo qué tipo de personaje quieren que Justin sea. Se encuentra en el lado derecho del blog, por el principio, en el tercer lugar, bajo mi imagen en blanco y negro de perfil. En resumen, justo al lado de esta misma entrada, ¡así que pueden votar ya!

Pero tengo que aclarar, que los votos no decidirán la novela que yo decida hacer. Más bien, será una ayuda para que yo misma pueda tener mi decisión correcta, y para eso las necesito a ustedes.

Bienvenidas a las nuevas lectoras, espero que les guste mucho el blog, me entusiasma mucho que cada vez seamos más, enserio, muchísimas gracias. Y oh, subiré esta noche, posiblemente. Pero no prometo nada, ¿vale? Las adoro un montón ♥


13 de octubre de 2014

Capítulo 60 -Por un capricho.



Estaba asustada. Sin embargo, no sabía exactamente por qué. Yo nunca había estado en una situación así. Todo lo que había experimentado eran desilusiones amorosas, que creí que me habían dolido. Ahora, en cambio, sentía que mi pasado no había sido nada comparado con el presente. 

Tal vez fue mi error. Tal vez el estado en el que estaba era mi culpa. Jamás me debí ilusionar tanto. No se me había pasado por la cabeza el momento en que todo podía terminar, ni la forma en la que pasaría. No estaba preparada. Todo fue como un golpe inesperado, con la suficiente fuerza para que yo sintiera que no podía levantarme.

La conversación con Cipion ya había acabado. Él se encontraba durmiendo plácidamente, tan tranquilo como cuando nada malo en tu vida está sucediendo. Yo anhelaba poder dormir así. Quería dormir cada noche sabiendo que todo estaba bien. Pero no podía. Porque nada en mi vida lo estaba.

Me giré hacia el sentido contrario, queriendo evitar que mi acompañante, en caso de que despertara, notara las lágrimas que estaban por salir de mis ojos. Sentí que Romano saltaba a la cama, y venía hacia mí. Se acostó entre mis brazos, queriendo sentir calor, y lo abracé. Lloré junto a él un par de horas hasta que al fin pude cerrar los ojos, y dormir.

+++

Han pasado dos días desde esa tarde en que la felicidad que me quedaba se arruinó. He estado en casa ambos días. Bueno, excepto ayer por la tarde, cuando Cipion me pidió que lo acompañara al CC en busca de comida chatarra que él tanto ama. Lo acompañé porque creí que necesitaba aire fresco. De alguna manera, sabía que no podía pasarme todos los días acostada y sufriendo. La vida continuaba, no reducía la velocidad por nadie. Era un asco, pero continuaba.

Ni siquiera me había conectado a Facebook. Lo último que necesitaba era ver que Justin estaría conectado, sin poder decirle que lo amaba. Necesité de toda mi fuerza de voluntad para no hacerlo. Bueno, quizás abrí la red social, pero me puse como desconectada. Eso sí, lo cerraba cuando ya sentía que me tiraría los pelos de la cabeza si no hacía algo ya. Y de lo masoquista que yo podía ser, seguro me pondría a leer nuestras conversaciones antiguas sólo para llorar más todavía.

Estaba acostada en mi cama viendo televisión. Cipion estaba en la sala de estar, jugando al Play Station 3. Cuando le dije que papá tenía uno que le habían regalado, no dudó en ir a sacarlo y apoderarse de él como si de una joya preciosa se tratara.

Casi me quedaba dormida con la televisión encendida. No había nada bueno que ver. Pero Michelle me interrumpió, abriendo la puerta con una expresión no muy bonita y sosteniendo el teléfono de casa con una mano.

- __, alguien quiere hablar contigo -me dijo- Es un desconocido, está algo alterado.

Me extrañé por completo. Nadie me llama además de los que dije el otro día, y cuando digo nadie, es nadie. Nadie. Enserio, nadie. Así que recibí el teléfono y con su expresión aún aturdida salió de la habitación. Me puse de pie, algo incómoda.

Llamada telefónica.
- ¿Hola? -contesté, intentando sonar firme.
- __, dios mío, al fin logro contactarte -habló el hombre. Michelle tenía razón, estaba un poco alarmado.
- ¿Con quién hablo? -me apresuré a preguntar.
- Soy el padre de Justin.

Mi corazón se detuvo por un momento. No sabía qué hacía él llamándome. De inmediato me dieron ganas de llorar solo por estar en contacto con alguien relacionado con él.

- Ah.
- ¿Tú y Justin tuvieron alguna pelea? -su pregunta me sorprendió tanto, que me quedé callada- Por favor, hija, dímelo.
- Uh, yo, no sé, ¿por qué lo pregunta?
- __, necesito saberlo ahora mismo -su tono de voz me hacía creer que él me rogaba la respuesta- La ambulancia me lo pide, tienes que decírmelo.
- ¿Ambulancia? -algo no cuadraba- ¿A qué se refiere?

De pronto oí un pequeño sollozo de su parte. Mi piel se erizó y un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo entero. Algo pasaba. Algo muy malo.

- Justin se tomó las pastillas mías que tengo para controlarme, no sé en qué momento lo hizo, pero no despierta, está inconsciente -volvió a sollozar- La ambulancia está por llegar, lo llevarán al hospital de emergencia.

El mundo enteró se calló sobre mi cabeza y sentí que me mareaba. Caí sentada en la cama y me afirmé con un brazo sobre la mesita de noche. Mi cuerpo reaccionó de tal forma que comencé a temblar.

- __, estará en el hospital central de Atlanta -me informó- No sé si podrá recibir visitas, pero creo que a él le gustaría que estuvieras ahí -dicho eso, colgó.
Fin llamada telefónica.

Ni siquiera pude darle la información que me pidió. Pero eso era lo que menos podría importarme en ese momento.

No podía controlar el temblor de mi cuerpo. No podía controlar mis pensamientos, tampoco. Justin se había intentado suicidar, ¿por mí? ¿Por mi maldita y miserable culpa? Creí que nada podría ser peor, pero me había equivocado.

Descontrolada empecé a llorar. Tomé una de mis almohadas y la estreché contra mi cara, queriendo ahogar mis sollozos. Me sentía el peor ser en la tierra. Nadie jamás merecía querer morir por culpa de alguien. Ni Justin merecía querer morir por mí. Ni yo merecía que él lo hiciera. Principalmente, yo no merecía nada de él.

¿Acaso todo era una maldita telenovela? ¿Por qué demonios todo tenía que ser tan dramático? ¿Por qué mi vida tenía que ser de ese modo? Cualquiera tendría un final horroroso con próximos días de sufrimiento y luego de unos meses saldría adelante, pero dios, esto no era eso, ahora estaba en juego la muerte de una persona. La persona que yo amaba más que a nada. Y yo misma lo había causado.

Tiré la almohada a cualquier lugar de mi habitación. Llevé mis rodillas a mi mentón y abracé mis piernas con mis brazos. Escondí mi cara entre ellas. Era uno de los momentos peores que había tenido en el transcurso de mi vida, y sentía que no podía soportarlo. Incluso creí entrar en un ataque de pánico. Hasta el aire me faltaba.

Michelle entró a la habitación y me vio en ese estado. Inmediatamente se acercó a mí y entró en estado asustado.

- __, ¿qué pasa? -me pregunta, pero no puedo responder- __, ¡por dios! Responde, linda.

Tragué saliva e intenté respirar hondo. Forcé mi voz para que sonara fuerte y clara, pero fue un fracaso.

- Es que... -una fuerte tos me salió- Él está en el hospital -volví a llorar más- Lo acaban de llevar en ambulancia.
- ¿Qué? -se impresionó casi tanto como yo- ¿de quién hablas?
- De Justin, dios.
- ¿Pero qué pasó? -casi se le cae la mandíbula.
- ¡No sé! -grité- Digo, sí sé lo que pasó, ¡pero no creí que llegaría a tanto!

De pronto comencé a odiar a Justin por hacer lo que hizo. Pero me odiaba a mí misma también. ¿Por qué no pudo ser fuerte? ¿por qué no pudo intentar llevar las cosas como lo trataba de llevar yo?

- __, no entiendo. Tienes que aclararme.
- Yo y él terminamos hace dos días, ¿de acuerdo? Pero no creí que sería capaz de algo así. Ni siquiera se me pasó por la cabeza, Michelle.

Ella permaneció en silencio. Creí que me daría un sermón, o me diría que no era algo sano que eso pasara. Agradecí que no me dijera nada. Me abrazó y me acunó en sus brazos, permitiéndome llorar. Y vaya que lo hice. Si antes estaba hecha un asco, ahora llegaría a dar pena del asco que daba.

Ese debió ser el presentimiento que tenía. Mis sentidos no habían fallado. Yo sabía que él podía estar en peligro, pero ahora lo había confirmado. Porque él estaba en el hospital. Estaba inconsciente. Muriendo.

+++

Llegué al hospital unos pocos minutos antes de que la ambulancia llegara. Sin embargo, no pude ver cuando lo sacaban en la camilla, porque lo entraron al hospital por otro lugar. Menos mal, porque me habría puesto a llorar como una desquiciada en frente de todos.

Michelle me había acompañado. Antes de venir le habíamos tenido que decir a papá la razón por la que veníamos. No quería decírselo, pero Michelle me dijo que era lo mejor, que no había que mentirle. Que era mi padre, después de todo.

En la sala de espera estaban dos primos de Justin que yo ya había visto antes, y su padre, pero él había ido adentro con él, por cualquier cosa. Me sentía observaba. Todos estaban pendientes de mí. Era como si quisiesen tatuarme la palabra culpable en la frente. Michelle se dio cuenta y me tomó la mano. Bendita sea ella y su comprensión.

Los minutos que pasaban parecían horas. Aunque en realidad eran horas, porque ya llevábamos dos esperando. Michelle me había dicho que si no teníamos noticias luego, tendríamos que irnos, porque mi papá no podría estar esperándonos por mucho siendo que al otro día tenía trabajo y además estaba a cargo de Lila. Yo no quería irme. Quería esperar. O bueno, tal vez sí quería irme, pero por miedo. Porque no podía entender que en serio todo era real. A pesar de eso, una fuerza extraña me impedía pararme de la silla y caminar lejos del lugar.

En eso sale el padre de Justin por una puerta enorme de color blanco, que tenía vidrios extravagantes que impedían poder ver hacia adentro. Bajé la mirada al piso de cerámica. Se sentó a mi lado y tocó mi rodilla.

- Justin está bien, está fuera de peligro -nos contó. Sentir eso fue un relajante enorme, tanto, que me sentí en las nubes por un momento- Pero el médico dice que fue un intento de suicidio -ahora volví a sentir un balde de agua fría sobre mí- Él no entiende como puede haber gente que haga tales cosas siendo que queda una larga vida por delante.

Todos quedamos en silencio. Al parecer, nadie tenía ganas de hablar sobre lo sucedido.

- __, ¿por qué pelearon? -me preguntó él- ¿Qué fue lo que pasó?
- No quiero hablar de eso, señor -mi respuesta fue bastante tonta.
- Pero es que necesito saberlo, cariño. Es necesario.

Miré a mi alrededor. No quería que me miraran de esa forma mientras le contaba. A los primos de Justin que estaban ahí yo los conocía solo apenas  y me ponían muy nerviosa.

- Si quiere podemos hablar afuera -ofrecí.

Él no dudo ni por un segundo. Me tomó por el brazo suavemente y nos fuimos hacia la salida de la sala de espera. Afuera la noche estaba cálida. Pero yo seguía temblando. Y me jodía. Me sentía vulnerable. Tanto, que yo misma me tenía lástima.

- Ya puedes contarme -permitió. Él sonreía de manera tierna, queriendo tranquilizarme. Pero por alguna razón, no lo lograba.
- Terminamos hace dos días -le dije- Peleamos, y de pronto, pasó.

Deseaba que eso fuera todo y sintiera que esa respuesta había sido más que suficiente. Pero era su hijo y querría saber más. Era obvio que mi deseo en ese momento no se iba a cumplir.

- ¿Por qué sucedió?
- Por creer cosas que no eran realidad -fue lo que me limité a decir. Usar las palabras celos y desconfianza me parecía repugnante, así que no iba a decirlas. No.
- Sabes __ -se acercó un poco más a mí, y me pasó un brazo por los hombros. Empezamos a caminar- Yo no te culpo por todo esto. Sé que Justin no debió hacer algo así. Nadie tiene que querer acabar con su vida, __. Pero pasa que él se enganchó mucho a ti. Se enamoró, y se sintió perdido.

Sus palabras me hicieron sentirme un poco mejor, me refiero, a cuando dijo que no me culpaba por lo que sucedió. Yo había creído que él iba a odiarme por el resto de su vida por hacerle algo así a su hijo, pero no. Y eso, era algo.

Sin embargo, la culpa seguía dentro de mí. Y detestaba a Justin. Quería golpearlo por su decisión. Tenía una rabia enorme que no podía controlar. Pero a la vez, tenía mucha tristeza, y quería llorar. Gritar y llorar, ambas cosas al mismo tiempo. Desahogarme.

- Él ha hecho cosas que jamás hizo, solo a tu lado. Tú eres la gran parte de su vida, __ -me explicó- No sé si tú has hecho cosas con él que nunca antes hiciste, tanto sentimental como físicamente -supe que se refería al sexo, y me reí por dentro, porque no me agradó que pudiera estar pensando en malas reputaciones mías- No sé si tú ya habías tenido una relación completamente seria antes. Pero él solo lo ha hecho contigo. Todo, contigo. Él te ama, __.

¿Cómo podía él realmente amarme? Me trató horrible. Trapeó el piso conmigo. ¡Me hizo llorar, me hizo destrozar! ¿Una persona que te ama sería capaz de hacerte tanto daño? ¿de humillarte? ¿de demostrar que no le importa nada de lo que uno sienta? Sí, claro, cualquiera diría "si él no te amara, no habría intentado matarse". ¡Por favor! ¿Es enserio? No pueden comparar eso. Querer matarse por alguien no es señal de amor. Eso atormenta. De amarte, pensaría en el posible trauma que podría dejarte si se mata. Porque eso es lo que me habría pasado a mí. Nadie entiende lo que se siente hasta que está en el momento. Entre la espada y la pared.

- Yo lo amo a él -expresé sinceramente. No quise decir que yo también lo amaba. Porque sentía que él no me amaba a mí. Ya no.

Sin darme cuenta por todo lo que estaba pensando y llorando en mi interior, nos acercamos a tres ventanas muy grandes que habían en una de las paredes del hospital. Nos detuvimos específicamente en una de ellas. Yo iba a girar, porque no había nada de especial en ese lugar. Tal vez solo ambos nos habíamos adentrado tanto en nuestros pensamientos que inconscientemente nos movimos hasta ahí. Pero cuando habló, me di cuenta de que no.

- Él está allí -apuntó con su dedo a la ventana.

Lo mire confundida, ¿había escuchado bien? ¿él estaba allí, realmente? Porque no lo sabía. Puse ambas palmas de mis manos contra el frío vidrio, como si eso pudiera ayudarme a mirar bien. Intenté divisarlo, pero no podía. El vidrio era distorsionado, impedía poder distinguir lo que había dentro. Solo podía notar una mancha color claro que... Oh.

No entendí como no pude darme cuenta de inmediato. Ese era su cabello. Increíble, su cabello resaltaba entre todas las cosas. Sonreí apenas, recordando los momentos hermosos que pasamos juntos. Recordando las veces en que mis dedos estuvieron enredados en ese mismo cabello. En lo bien que se sentía. En lo mucho que lo amaba y en lo enamorada que estaba y seguía estando. Y en lo mucho que quería volver a estar con él.

Pero no se podía. Todo había acabado. Todo se arruinó. Él me odiaba, seguramente, e intentó morir por mí. Si eso no era suficiente motivo para odiarme, no sé lo que era. Y él, por mi parte, había roto mi corazón. En miles de pedazos.


___________

Lamento decir que a la novela solo le quedan diez capítulos. O quince, seguramente.
Muchísimas gracias por los comentarios anteriores, fueron muchos.
Me impresioné, enserio. Las adoro, son increíbles.
¿Creen que podrían comentar y votar en este también?
¿Lo que sucedió lo esperaban? No me maten jajaja.
Adiooooooss. ¡Subiré pronto!
Únanse al grupo de facebook para estar al tanto de todo sobre el blog:
https://www.facebook.com/groups/249293821904711/
Ahora sí, ¡bye!
Pd: No subiré si no comentan.

9 de octubre de 2014

Capítulo 59 -Por un capricho.



Tuvimos que pasar por entre el pasadizo entre dos edificios, los mismos por los que pasamos la otra vez que vinimos a comer unas papas fritas, en donde dos señoras nos vieron en un momento con muchas hormonas. Ahora, si alguien pasaba, no iba a presenciar algo así. Iban a presenciar discusiones.

Me di cuenta de que él no pararía para hablar, y en el auto menos podríamos hacerlo. Él iba a llevarme a casa y luego se iría. No podía dejar que eso sucediera. No quería más problemas. Debíamos aclarar todo de una vez por todas. Así que lo tomé con todas mis fuerzas por el brazo y a regañadientes se giró, enfrentándome. Me asusté y retrocedí. Sus ojos parecían irreales. La expresión de furia era tanta que jamás lo había visto así.

- ¿¡Qué mierdas es lo que quieres!? -me gritó como nunca antes lo hizo. Me quedé en silencio, atónita. No podía apartar los ojos de él. Mis ojos se aguaron y sentí que en cualquier momento me pondría a llorar.
- Hay que conversar sobre esto -logré decir con fluidez, y por fin pude dirigir mi mirada al piso- No me gusta. No me gusta esto, Justin.
- ¡Y a mí no me gusta que estés acostándote con él! -atacó.
- ¡Estoy durmiendo con él! ¡lo haces parecer como si fuera otra cosa!

No entendía sus pensamientos. No me había visto hacer todas las cosas malas que él pensaba. Nadie le había dado razones para ello. En su cabeza había esa idea, y no quería borrarse.

- ¡Es porque es otra cosa, __! ¡Me eres infiel con él! ¿cuántas veces se revuelcan juntos por las noches? ¿una, dos... cuatro?
- No me trates así -le pedí, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.
- Te trato así porque es la maldita verdad. ¿Te gusta como lo hace? ¿es por eso que estás tan feliz por 'dormir' -hizo comillas con los dedos- con él? ¿es mejor que yo, acaso? A que sí.
- Justin, basta -supliqué, sintiendo como la primera lágrima se deslizaba por mi mejilla. Él estaba paranoico. Cada vez se acercaba más ferozmente a mí y yo seguía retrocediendo. Sentía miedo de él.
- Eres una loca -me insultó- Una interesada. Igual que todas las otras, una fácil. Te acuestas con el primero que se te pasa por delante. No sé como diablos pude pensar que eras distinta.
- ¡Te he dicho que ya basta! -empecé a llorar más- Me haces daño, ¿qué es lo que te pasa? ¡tú no eres así!

Y no lo era. Jamás había tenido tal conducta conmigo. No era el Justin que yo no conocía. No era el Justin del que me enamoré perdidamente. Por un momento deseé dejar de amarlo en ese mismo momento. Pero no podía. Si estaba loca, era solo por amor hacia él. Por nada más.

- ¡Cállate! -ordenó- ¡No entiendes lo que pasa! ¿¡qué es lo que sentirías tú si yo estuviera con otra!?
- ¿Yo qué? No he hecho lo que piensas, Justin, te lo juro. Te amo, jamás haría algo que te dañara. Si quieres puedo dormir en el piso, lejos de él. Pero esto me mata. Confía en mí, por Dios.
- No te creo. Mentirosa -se oía tan seguro de sí mismo, que no podía creerlo. Parecía un sueño. Una pesadilla- Sube al puto auto de una vez, __. Hay que llevarte -se giró y comenzó a caminar, pero al percatarse de que yo no lo seguía, se volvió en mi dirección- ¡Camina, joder!
- No quiero caminar -le dije- Tenemos que aclarar las cosas ahora -insistí secándome el rostro con mis manos.
- No esperes nada de eso por mi parte. Maldita sea, solo sube al auto para yo poder volver a mi casa. Ni sé por qué acepté y decidí venir contigo -escupió con amargura.

Preferí hacer caso, y lo seguí. Me sentía como un perrito faldero siguiendo a su amo. Era tan repugnante estar en esa situación. No entendía nada. Todo me daba vueltas. Sus palabras eran como cuchillos atravesando mi interior.

Llegamos al auto unos minutos después, sin decir ni una sola palabra. Subí al auto como me dijo. No tardamos nada en llegar a casa. Él estaba en exceso de velocidad, pero preferí no decirle nada, porque si lo hacía, seguro lo aceleraba más. Había comprendido que en momentos de alterados, si le decía algo, no hacía otra cosa que alterarse más.

Llegamos y él aparcó en frente de mi casa. Creí que iba a despedirse de mí, pero ni siquiera me miró. Me sentía estúpida. Se encontraba con las manos ya rojas por la fuerza con la que apretaba el volante, mirando al frente, sin expresiones.

- Ya me voy. Conduce con cuidado y...
- No me hables -interrumpió. Dios, me impresionaba lo hiriente que podía llegar a ser. Bajé la mirada.

Por alguna razón, recordé la forma en que me había insultado en el pasadizo entre los edificios y lo humillada que me dejó. No sé cómo pasó. De un momento a otro la ira se adentró en mí con una velocidad que no percaté. Justo en ese momento no había tristeza. Y lo agradecía. Porque era el sentimiento que más odiaba.

- Eres un idiota -esta vez, lo insulté yo- No sé como me tratas así.
- Ya no empieces.
- ¡Eres un idiota! -volví a repetir, enojada como el infierno. Quería que le quedara claro- ¡Poco hombre! ¡Un hombre verdadero nunca trataría a una chica así!
- ¡Qué más es lo que quieres, __! -me gritó también- ¡Si hablamos de eso, tú tampoco eres una mujer, entonces! No me hagas mencionar que te acostaste con...
- ¡No me he acostado con Cipion, maldita sea! -grité, me había sacado de mis casillas- ¡Y encima te atreves a traerme de vuelta antes de que la tarde terminara! ¿Acaso ya no te gusta estar conmigo?
- Sabes __, no me importa.
- ¿Cómo que no te importa? -estaba estupefacta. Pasé mi mano por mi frente y reí nerviosamente porque simplemente no podía creerlo.
- Ya lo oíste. Puedes hacer la mierda que quieras. No es mi problema ya.
- ¿Qué? -intenté procesar las palabras que había dicho. Y esperaba haber procesado mal todo- ¿Estás rompiendo conmigo?
- No.
- ¿Qué significa eso, entonces? Porque no hay otra forma de tomarlo.
- Piensa lo que quieras.
- ¿Osea que en realidad sí me estás rompiendo? -había perdido la cabeza.
- Vete de una vez. Dije que lo que quieras. No me interesa.

Todo dentro del auto quedó en silencio. Ni siquiera lograba escuchar el sonido del exterior. Sus palabras giraban en mi mente y sentí que había perdido todo el tiempo del mundo en querer hacer algo por nosotros y nuestra felicidad.

Relajé un poco la tensión de mi cuerpo y suspiré pesadamente. Miré hacia afuera, por la ventana. No quería volver a mirarlo a la cara. No quería volver a tener el peso de mi cuerpo en su auto. No quería nada. Porque la humillación que me había hecho pasar estaría el resto de la vida dentro de mí. Yo era una tonta enamorada y se había aprovechado de eso. Pero lo peor, yo se lo había permitido. Así que llevé mi mano al seguro de la puerta y lo levanté. Abrí la puerta, salí del auto.

- Imbécil. Te odio -intenté salvar lo mínimo de dignidad que me quedaba, sin siquiera girar mi cuerpo en su dirección- Ten una buena vida.

Saqué fuerza de mi cuerpo y podía jurar que fue el portazo más grande que di en toda mi vida. Estaba cabreada. Corrí hacia la puerta de la casa y con total desesperación saqué las llaves de mi pequeño bolso que traía atravesado. Cuando por fin estuve dentro de la casa, intenté con todas mis fuerzas disimular una sonrisa. Pero no podía. Porque yo era un fracaso cuando de fingir sonrisas se trataba.

Busqué a papá y a Michelle por la casa, por si estaban por ahí. Debió ser una suerte que no hubiera nadie. Dejé volver a formar mi ceño fruncido, porque el enojo que tenía era irreconocible para mí. Jamás lo había estado tanto.

Subí las escaleras precipitada, abrí la puerta de mi habitación y la cerré, lista para golpear cualquier material insignificante que estuviera disponible. Pero entonces mis ojos se posaron en mi cama.

Ahí, se encontraba un Romano recostado, mirándome, seguramente sin entender lo que me sucedía. Y lo siguiente que sucedió fue que corrí hacia él y lo envolví en mis brazos. Mi furia se iba por la borda y mi debilidad se hacía presente. Porque la furia y el enojo solo habían sido una coraza momentánea. Comenzaba a hacerse presente mi verdadero yo. Mi gato, mi mejor amigo, había sido suficiente para que yo me sintiera libre de poder mostrar mis sentimientos. Mis lagrimas empezaban a caer y lloré aún más al darme cuenta de que era cierto lo que pasó. Todo había acabado. No había marcha atrás.

Y lloré mucho más todavía, al saber que la única alma que estaría ahí para mí en mis momentos de corazón destrozado, sería Romano. Pero mis lágrimas no solo eran de tristeza cuando caían al pensar en eso. Si no, que eran también, de agradecimiento. Porque se quedaría. Y me quedó claro cuando él no intentó salir de mis brazos al estar abrazándolo desconsoladamente y llorando como la tonta más tonta del mundo. Él estaba ahí, para mí. Yo no estaba sola.

                                                        +++

Ya habíamos cenado. Me las arreglé para lucir lo más normal que podía. Lo había pensado y decidí que lo mejor sería no contarle a papá lo sucedido. Supuse que podría fingir que seguía con Justin y simplemente decirle que no iba a ser posible que él siguiera viniendo a casa porque iba a tener que salir de la ciudad con su padre. Obviamente, no se lo iba a decir de una. Diría esa mentira solo si se le ocurría preguntarme el por qué de su ausencia prolongada. Me consideré afortunada cuando no me preguntó cómo me había ido en nuestra salida de la tarde.

Me acosté en la cama mientras que Cipion veía su programa de televisión favorito, otra vez, como todas las noches de la semana. De algún modo, sentí que traicionaba a Justin. Le había ofrecido dormir en el piso, pero eso ya no seguía en pie. Él había roto mi corazón. Había terminado conmigo. No tenía que sacrificarme por él, siendo que ya no quedaba nada entre nosotros. Nada.

Luego de un rato, apagó el aparato que transmitía imágenes y apagó la luz de la habitación. Todo estaba a oscuras y la única iluminación que había era el de la luna atravesando un poco la cortina.

- ¿Estás bien? -preguntó mi primo, mientras soltaba un pequeño bostezo.
- Sí -respondí firme.
- ¿Segura? No lo parece. Pero bueno. ¿Quieres saber como me fue con Dakota?
- Claro, cuéntame -cualquier cosa sería perfecta si lograba distraerme de mis pensamientos dolorosos.
- Fue una mierda, Dios. Hablamos de ti todo el tiempo -wtf. Eso no era lo esperado.
- ¿Hablaron de mí? -pregunté impresionada- ¿Por qué?
- No lo sé. No tengo ni una puta idea. Creo que era porque no teníamos nada de qué hablar.
- Pero hay miles de temas de conversación -me eché a reír un poco. La primera risa desde la tarde.
- Ajá, sí. Pero ninguno se nos ocurrió en ese momento. Así que no volveremos a salir.
- Lamento eso -lo decía enserio. Después de todo, él venía para estar con chicas. Era su prioridad. Sus hormonas masculinas estaban alteradas.
- Yo también -soltó un largo suspiro y arregló un poco las frazadas que lo cubrían- __, eres una de mis mejores primas en el mundo. Supongo que debes saberlo.

Sonreí, porque era muy raro que Cipion dijera algo así a alguien. No era una persona abierta cuando de expresar sus sentimientos de amor verdadero se trataba. Y que me lo dijera, significaba mucho para mí.

Por un momento me pregunté si con esto, Justin habría cambiado de opinión. Si quizás, al haberse adentrado más en cómo era nuestra relación con Cipion, se habría dado cuenta de que no había nada de lo que temer, ni de imaginar.

- Tú también eres uno de mis mejores primos -sinceré- Pero eres un capullo.
- Y tú una perra aburrida -rió a carcajadas- Pero me diviertes.
- Gracias, supongo -reí con él.

Nos quedamos en silencio por unos minutos. Ambos mirábamos el techo. Logré divisar la figura de una estrella en la parte del medio de este. Y me pregunté cómo había llegado a estar esa estrella pegada ahí. Yo jamás había pegado allí arriba. No habría alcanzado.

- ¿Cómo te fue con Justin? -preguntó de repente. Suspiré sin ganas- Vaya. Esa no es la reacción que debería ser. Te noté extraña cuando llegaste. Puedes contarme, si quieres. Ya sabes, soy tan bueno guardando secretos que hasta se me olvidan. Enserio, ¿qué pasó?

No sabía si decirle. Pero sabía que él no se lo contaría a nadie. Volví a suspirar. Pasé una de mis manos por mi frente y aparté algunos mechones de pelo que cubrían.

- Rompimos -confesé.
- Oh -fue lo único que se limitó a decir. Sin embargo, no me molestó- No sé qué decir. Digo, se veían enamorados como idiotas el otro día.
- Él se enojó mucho conmigo -le conté- Me dijo y dije cosas que jamás esperé, y de un momento a otro acabó todo. Me siento tan idiota.
- Mira, sí, eres idiota, todos lo sabemos -intentó hacerme reír, y lo logró- Pero sabes que no todo dura para siempre. Lo que dura para siempre, es suerte del destino.

Asimilé las palabras y Cipion podía ser tan profundo aveces. Algo se me revolvía en el estómago y era algo que había sentido toda la tarde.

- Sí. Puede que tengas razón -reconocí- Pero tengo un mal presentimiento. Pienso en Justin, y tengo miedo. Él es un impulsivo. No sé de qué puede ser capaz. Ya no.
- Tienes que estar tranquila, __ -aconsejó- El tipo ya está grande para poder cuidarse por sí mismo, tal y como lo hizo antes de estar contigo.

A pesar de que la idea de que él saliera adelante sin mí y luego estuviera con otra chica me hacía querer vomitar, intenté con todas mis fuerzas meter en mi cabeza las palabras de Cipion y no tener nada que temer. Pensar que él estaría bien. Y detestaba querer que lo estuviera después de lo que había pasado. Pero seguía amándolo, y no podía evitarlo. Lo malo es que el presentimiento seguía ahí, sin querer desaparecer.

____________

No me odien, pero, es que, que va.
¡Esto tenía que pasar! He querido hasta llorar, ah.
Espero que les guste, aunque en realidad creo que no les gustó que eso pasara jajaja.
Las adoro lindas, y por fa, comenten mucho.
He sido buena con ustedes porque subí dos días seguidos.
Únanse al grupo del blog en Facebook, para estar al tanto:
https://www.facebook.com/groups/249293821904711/
¡Chaaaaooo!




8 de octubre de 2014

Capítulo 58 -Por un capricho.







Habían pasado dos semanas y con Justin no nos veíamos. A lo más nos comunicábamos por facebook todas las noches, pero se comportaba un poco borde. Yo creía que todo había quedado claro ese día en que conoció a Cipion, pero al parecer no era así. Aunque posiblemente era por otra cosa su comportamiento. No había querido preguntarle por temor a una discusión no deseada. 

Papá no me había dejado salir estos días por una razón que no sé. Por un momento creí que era por Cipion, por no querer que lo dejara solo. Pero hasta él ya había programado una cita, por lo que podía escuchar.

- ¿Enserio tienes una cita? -pregunté sin creerlo. Él me fulminó con la mirada, tomándolo a mal- Digo, me refiero... ¿tan pronto?
- Sí. Es increíble. Supongo que aún siente algo por mí, no sé -la confusión se apoderó de mis adentros, ¿él había dicho la palabra con A?
- ¿Con quién irás? 
- Pues, sobre eso, __. 

Oh, no. Dios mío. Mis sospechas fueron directo a una persona con la que ya no me sentía ni con el más mínimo gusto. ¿Cómo podía hacerme esto? 

- ¿Dakota? -pregunté, y él soltó una risa nerviosa. No fue necesario que afirmara- Dakota. Sí. Lo sabía.
- Así es, con ella. ¿Pero cual es problema? -preguntó inocente- Es tu amiga.
- ¿Cómo que cual es el problema? -alcé los brazos sin poder creerlo, casi grité- ¡Ella no es mi amiga!
- ¿De qué hablas?

Me callé. Empecé a recordar. Había olvidado comentarle a Cipion que yo y ella ya no éramos amigas. Que nuestra amistad por siempre-no-siempre había acabado. Supuse que era mi culpa por no haberlo compartido con él. Pero es que he estado ocupada con tantos pensamientos sobre Justin, que no se me había pasado por la cabeza.

- Lo siento, yo, había olvidado decírtelo -le expliqué, pasando mi mano por mi frente un poco sudada por el calor infernal y además por la noticia- Solo espero que la pases bien.

Dicho eso me tiré a la cama como si fuera lo último que podría hacer en la vida. Cerré los ojos y respiré hondo, queriendo quedarme dormida un rato y quizás, después atreverme a llamar a mi novio por teléfono para preguntarle de una vez qué era lo que le pasaba.

- ¿Qué pasó con ustedes que yo no sepa? -noté un poco de preocupación en su voz- La última vez que vine ustedes eran las amigas del alma. Ella estaba loca por mí y a mi me atraía. Incluso me llevaste a su casa.
- Sí, lo sé, pero es que algo sucedió. Ahora no es la misma. Nos peleamos porque ella me dejó tirada y se fue con otras personas.
- Oh, entiendo. Te ha pisoteado el corazón con sus zapatos de aguja contra frío y duro suelo -expresó de lo más natural. Abrí los ojos, lo miré y deseé tener rayos láser para poder hacerlo papilla.
- Lo siento -se dio cuenta de su falta de compasión- Pero, no tenía idea. Jamás dijiste nada.
- Lo olvidé, al parecer -aclaré un poco mi garganta- Pero olvida lo que te dije. Ve y disfruta.
- ¿Estás segura? -no se notaba convencido.
- Lo estoy. No es correcto que porque yo ya no me hable con ella, tengas que hacerlo tú también. Quizás contigo sea la misma, de todos modos.
- Lamento lo que pasó. Pero está bien, iré, y luego te contaré como fue todo.
- ¿Cuando irán? -le pregunté mientras él cogía una toalla suya tirada en el piso, la guardaba en su bolso y se dirigía a la salida de la habitación.
- Mañana por la tarde. Iremos a pasear a la pequeña zona de turismo -informó- Voy a comer algo abajo, ¿vienes?
- No, gracias.

Volví a cerrar los ojos, escuché el sonido de la puerta al cerrar, y acto seguido, las pisadas de Cipion bajando las escaleras.

¿Y ahora qué? Él iba a salir con Dakota y yo me quedaría sola. Sería una excusa perfecta para que papá me dejara salir con Justin. Por fin. Todo esto había tenido su lado bueno después de todo. Tenía que llamar a Justin de inmediato si quería que tuviéramos una linda tarde al otro día.

Cogí mi celular al que mi padre había puesto dinero. Gracias al cielo. Solo tenía seis números de celular guardados en él, entre ellos estaba el de papá, Michelle, Justin, Cipion, Sam, y Roy. Y de esos seis, solo me llamaban tres: Papá, Michelle y Justin. Llámenme marginada total, pero no podía hacer nada. Es la vida misma. 

Llamada telefónica.
- ¿Aló? -contestó. A pesar de la falta de motivación en ella, hacía despertar múltiples sensaciones en mí.
- Justin, amor, hola -saludé animada- ¿Qué hacías?
- Estaba durmiendo -oh. No era la respuesta que esperaba. Lo había despertado.
- Lo siento por eso, no lo sabía -me disculpé, pero debía continuar- Te llamo porque quería saber si tenías algo que hacer mañana -le pregunté esperanzada. Enserio quería tiempo a solas con él.
- Uhm, pues, que yo sepa no tengo nada que hacer -se aclaró la garganta- De hecho, nunca tengo nada que hacer.
- ¿Podríamos salir? A pasar el rato por ahí, no sé -propuse. Hubo un silencio en la línea, por un momento creí que él no quería y algo dentro de mí se tambaleó- Si quieres. O si no, no importa. Yo...
- Está bien, vamos a salir -aceptó. Suspiré relajada. Habría sido humillante recibir un no por respuesta.
- ¿A qué hora?
- Tú dime.
- Ah, no sé, ¿tal vez a las tres y media? Así tenemos bastante tiempo de la tarde. Ya sabes, papá no me deja estar tan tarde fuera.
- Lo sé, lo tengo claro. Siempre es así -era cierto- Pero bueno, nos vemos mañana, entonces.
- Está bien. Y... -intenté hablar, pero no pude continuar.
- Adiós, __ -porque él había interrumpido mis palabras.

¿Era mi idea, o estaba apurado o algo así?

- Sí, ah, adiós -respondí con dificultad. Quedé un poco aturdida- Te amo.
- Y yo -dicho eso, colgó.
Fin llamada telefónica. 

Pi, pi, pi. Fue lo único que escuché después. Así que alejé el teléfono de mi oreja, y me quedé mirándolo como una tonta. Comenzaba a hacerme posibles falsas ideas. ¿Él no quería hablar conmigo? ¿quiso terminar la conversación a propósito? Yo ni siquiera tenía la intención de acabar la llamada todavía. Su voz me daba paz, era un complemento para mí. Amaba escucharlo hablar.

Preferí no pensar más. Tal vez ni siquiera me había escuchado y creyó que eso era todo. Cualquiera lo pensaría, ¿no? A muchos les pasa. No es necesario cuestionar tanto cosas que no significan nada. Ahora debíamos ahorrarnos todos los problemas en la relación que pudiéramos tener.

                                                      +++

- Hola, amor -lo saludé sonriendo ampliamente. Me lancé en sus brazos gustosa de verlo.
- Hola, shawty -sonrió también. ¿Se le habría pasado su momento alejado?
- Te extrañé mucho -enterré mi cabeza en su pecho, queriendo oler lo más que pudiese su exquisito aroma. Era embriagante.
- Yo también te extrañé -acarició mi cabeza con gentileza. No tardamos mucho en separarnos y ambos nos subimos a su auto.

Cipion ya se había ido a su cita que no es cita, con Dakota. Al parecer él ya no quería llamarle así. Pero bueno. Lo importante ahora, era que yo estaba con mi hermoso novio, por fin. Y ambos estábamos felices. O eso parecía.

- ¿Qué has hecho hoy? -pregunté, queriendo poner algún tema de conversación para alegrar aún más el ambiente.
- Estuve en mi casa todos los días. Jugué juegos, comí, y esas cosas. Todo normal -me contó, me miró de reojo y luego volvió su atención a la carretera- ¿Y tú que hiciste? ¿Algo divertido? ¿tal vez algo que jamás habías hecho antes?

Sus preguntas me causaron un extraño escalofrío. Su tono de voz ya no era como hace unos minutos. Ahora tenía algo tosco en ella. Como un toque de sarcasmo, o un doble sentido. Sin embargo, decidí ignorarlo.

- En realidad, estuve en casa la mayor parte del tiempo. Y un par de veces, toda la familia salió a comprar mercadería, y a comer una que otra comida chatarra -decidí que lo mejor era no referirme específicamente a Cipion, algo me decía que no lo hiciera- Lo único que quería era verte. Papá no había querido dejarme salir, por algún motivo. De lo contrario, habría llamado antes -le di por saber.
- Está bien, no es gran cosa -asintió despreocupado.
- ¿No lo es?
- No, no lo es.

Creí que poder salir juntos de una vez por todas, sería una gran cosa. Pero al parecer no lo era para Justin. ¿Por qué me estaba haciendo tantas ideas en mi cabeza? ¿no podía solo ignorarlo? Me volvía paranoica, todo me lo estaba tomando a mal. Tenía que cambiar eso. Comenzaba a sofocarme. Incluso abrí lo más que pude la ventana de mi lado del auto. Necesitaba calmarme.

- ¿Y como está tu padre? -pregunté, esforzándome por no hacer notar mi cambio de humor.
- Bien, supongo. Pregúntale.

¿Siquiera eso era posible?

- No puedo preguntarle, Justin -reí nerviosamente- No está aquí.
- Entonces llámalo por teléfono -respondió, de repente con un tono antipático. Me sorprendí por sus cambios raros de humor.
- No tengo su número de teléfono -le recordé.
- Pues pídeselo.

¿De acuerdo? Esto ya no era normal. Estaba pesado conmigo. Era un hecho, ya no habían dudas. Estaba intentando alejarme, o esquivarme. Mi humor y felicidad se iban por el drenaje. Mi resentimiento, culpabilidad, tristeza y dolor se hacían presentes. De pronto quería irme a casa.

- ¿Y qué haremos hoy? -otra vez intenté aligerar el ambiente.
- No sé -fue su simple respuesta. Comenzaba a molestarme.

Con que no sabe.

- Justin, ¿te sientes bien? -pregunté queriendo parecer tranquila- Si no te sientes apto para salir hoy por el exterior, podríamos ir a tu casa y pasar el rato allí -pensándolo bien, tal vez solo podría estar sintiéndose mal y por eso sus cambios de humores- A mi no me molestaría.

Esperé su respuesta, sonriendo. También me importaba su estado, no solo el mío. Tal vez yo quería salir con él, pero si él no estaba en condiciones, podríamos de más hacer otra cosa. Él era mi prioridad en esos momentos. Ya lo había hecho pasar por mucho.

- No. Solo vamos a algún lugar, y ya -decidió- Es todo.

Y no dije más. Preferí no hacerlo. Aunque las ganas de exigirle que me dijera qué era lo que le pasaba, no me faltaban.

El resto de la tarde pasó un poco lento. Justin me llevó a comer un helado y por más que intenté que se comportara con ánimos, no lo hizo. Estaba como neutro. Y detestaba admitirlo, pero no me sentía a gusto estando con él de esa forma. Supe que su problema solo era conmigo, porque cuando un conocido amigo de él paso por su lado y lo saludó, la sonrisa de Justin se iluminó como nunca antes lo había hecho. Pero cuando estuvimos a solas, era el chico más oscuro e inexpresivo del mundo.

Quería echarme a llorar como nunca antes lo hice. Su actitud me dolía mucho. Tal vez haberle pedido que saliera conmigo esta tarde había sido un error. No debí haberlo forzado. Podría haberme quedado sola en casa. Eso era mejor que recibir actitudes feas de él.

Ya había acabado mi helado, me senté recta en la mesa apartada que habíamos escogido y me dispuse a dedicarle una sonrisa. Otra de las miles que no había correspondido en toda la tarde. Como era de esperarse, se comportó indiferente. Entonces, supe que era el último insignificante esfuerzo que haría en todo el día. ¡El último!

- ¿Qué te pasa? -pregunté sin más.
- ¿Qué me pasa? -se hizo el loco. No iba a tragarme eso.
- Sí, sabes de lo que hablo, Justin. No quiero que discutamos, lo sabes. Pero necesito saber qué es lo que te pasa conmigo -abrió la boca para hablar, pero se lo impedí- Has estado todo el día comportándote como un esquivo. Me duele.
- ¿Te duele? -rió. Al momento lo odié.
- ¿Qué te he dicho de reírte como un cínico? -intenté controlar mi ira. La imagen de papá riendo de la misma forma se posó en mi mente- ¡Sabes que me molesta!
- No me grites -ordenó serio y de pronto enojado.
- No te grité, nadie más de aquí nos escucha -miré a los alrededores, verificando.
- Claro que lo hiciste. No quiero hablar de esto, __. Arruinarás todo.
- Tú ya has arruinado la tarde, lo mío es aparte. Estoy aquí como una tonta, tratando de hacer algo que te agrade, de al menos recibir una sonrisa, pero nada.
- ¿Qué quieres que haga? -preguntó ya más enojado- ¿quieres que finja?
- No finjas. Pero es que no lo entiendo -agité la cabeza- Creí que estábamos bien.
- Creíste mal -dijo esta vez indiferente.
- ¿Que no puedes aprovechar esta tarde? No nos habíamos visto desde ya bastantes días y ni te importa -escupí- Papá no me dejó salir, y cuando por fin acepta, estás todo enojado.
- ¡Claro que estoy enojado! -gritó- ¡Tengo derecho a estarlo! ¡Mi novia se acuesta con un imbécil todas las noches! -alzó un puño y lo estampó contra la mesa, haciéndome sobresaltar, llamando la atención de las otras mesas.
- Justin, no hagas eso. Harás que nos corran -le pedí con la voz baja- Cálmate.
- ¿Cómo quieres que me calme? -preguntó aún más enojado, esta vez tratando de no gritar- ¡__, tú no entiendes lo que me sucede!
- ¡Por supuesto que no lo entiendo! Ya has hablado con Cipion, es mi primo y somos como hermanos desde que éramos niños, ¿por qué no puedes confiar en mí?
- ¡Porque es un imbécil que solo piensa en sexo! No dudo que en algún momento su calentura podría pasar a otro nivel y tú ni te niegues.
- No soy ese tipo de persona, y deberías saberlo -me defendí- Prácticamente acabas de llamarme puta.
- No te he dicho puta.
- ¡Pero insinuaste que lo soy!
- Hay que irnos de una vez -comenzó a pararse de la mesa y no tuve más opción que hacer lo mismo. Ambos salimos del lugar con algunas miradas sobre nosotros.

Caminábamos hacia donde se encontraba el auto de Justin. Él iba delante de mí, y yo le seguía el paso. Cosa que me costaba, porque no era tan rápida como él. Tenía que trotar para poder alcanzar su caminata a largas zancadas.


________

Ah, no. Este Justin. 
Parece que los celos en los hombres, no son tan lindos después de todo.
¡Las adoro! Muchas gracias por sus comentarios y votos.
Son geniales.
¡Muchos besos!
Únanse al grupo del blog en facebook:
¡Besos! Comentar y votar.


3 de octubre de 2014

Capítulo 57 -Por un capricho.


Maldito. Maldito Justin Bieber y todo lo que tenga que ver con él. Lo detesto. Es un cerrado, incomprensible, mente bloqueada, inmaduro, canalla... y todo lo que podría enfurecer a una chica en el mundo. No iba a llorar. Digo, estuve a punto de hacerlo, pero luego alcé mi cabeza y decidí que no lo haría. Sus celos no tenían sentido.

Oh, bueno, ahora basta de los insultos para intento de desahogo que acabo de gritar en mi mente. Ahora hay que pensar con sabiduría, empezando por ponerme en lugar de él. ¿Cómo me sentiría yo, teniendo que soportar que una extraña prima de mi novio durmiera con él, y qué pensaría? He aquí una lista:

1. Maldita golfa. 
2. Suertuda. 
3. ¿Tendrá novio ella?
4. Confío en Justin, él jamás haría algo así para lastimarme.
5. ¡SERÍAN PRIMOS, POR DIOS!

Hace como dos años Cipion me obligó a leer un relato en donde dos primos estaban tan calientes que terminaban, ya saben, cogiendo. Pero eso es algo que a no muchos les pasa, al menos yo me lo imagino y sería tan repugnante. Sin mencionar que estoy perdidamente enamorada de Justin y aparte, Cipion es... Cipion. Y yo no soy así.

- __, muero de sueño -se quejó Cipion en el momento en que entré por la puerta de la habitación. 
- Duerme -reí un poco.
- Sí, tienes razón, tengo que dormir. El viaje es estresante -se puso de pie y fue hasta su bolso- ¿podrías apagar la luz? Quiero cambiarme.
- Ve a cambiarte al baño, yo me cambiaré aquí -le sugerí.
- ¿Por qué tú aquí? -preguntó de mala gana- No es justo.
- Sí que lo es -dije como si fuera lo más obvio del mundo- Soy la chica, tú el chico. 
- Maldita sea, ustedes siempre dicen eso -rodó los ojos- Para que sepas, los chicos somos superiores a las chicas en millones de aspectos. Digo, somos hombres. Somos los más capaces de cualquier cosa. Tenemos poder sobre el género femenino. Ustedes deben obedecer a su superior. A su Dios.

¿Qué acababa de decir? Oh, cierto. Cipion es un loco del poder masculino. Sin embargo, él jamás se lo admitiría a una chica en la que estuviera interesado. No malinterpreten, él idolatra a las mujeres. Para él son lo más preciado del universo y lo más sexy que hay. Pero como yo soy su prima y tiene bastante confianza en mí, no tiene miedo de expresar sus sentimientos y pensamientos más profundos, aunque sean un asco sin sentido.

- Tú estás loco -reí, sin poder contenerme- Enserio, no tienes idea de lo que dices. Ya puedes ir a cambiarte -le apuré. Sería un tema muy divertido de debatir con él, pero no tenía nada de ganas por lo que acababa de pasar con Justin.
- Bien, pero sabes que tengo razón -creyó él. Definitivamente yo no creía eso.
- Toca antes de entrar -le pedí justo antes de que saliera por la puerta.

Me quité la ropa lo más rápido posible y me puse la pijama. No quería que Cipion entrara por la puerta y me viera en paños menores. Moriría de la humillación y enojo. Seguramente lo golpearía, porque sí, solíamos jugar a las peleas. Solo que esta vez no sería un juego. Para nada.

Salté a la cama y me arropé. Por alguna razón recordé cuando un día Michelle durmió en mi cama conmigo porque hubo un problema con la de papá. Estuvo quejándose toda la noche y el resto de la semana por un inmenso dolor de extremidades. Según ella, mi cama era una dura roca traída desde el infierno para estropear el sueño de las personas y dañar innumerables columnas vertebrales. Pero para mí, era la cama más cómoda del mundo. Jamás me dolía nada. Siempre estaba tibia, suave, y tenía un olor rico.

- ¿__? ¿sigues ahí? -la voz de Cipion por poco me sobresaltó- Ya he tocado tres veces, joder.
- Uh, sí, estoy lista ya. Pasa -permití.
- Por fin -abrió la puerta, entró y soltó un suspiro.

Se acostó en la cama, al otro extremo de esta. Teníamos un espacio considerable entre nosotros. Si Justin estuviera aquí, se daría cuenta de que no tiene nada que temer. O bueno, tal vez se enojaría más, pero ese no es el caso.

El programa de televisión favorito de Cipion había terminado, así que la apagó. Luego apagué la lamparita que estaba junto a mi mesita de noche. La habitación quedó a oscuras y en completo silencio. Acomodé mi cabeza en mi almohada, lista para entrar en un profundo y perfecto sueño.

- __, ¿te gustaría hablar? -otra vez la voz de Cipion- ¿quieres oír una de mis historias inventadas?
- Está bien -respondí con una voz soñolienta. Quería mandarlo al demonio, pero era su primera noche, no podía ser tan pesada con él.
- De acuerdo. Un día, un tipo llamado Cipion estaba caminando por la calle. De pronto, encontró un bar. Pero no era cualquier bar. Era el bar más popular de toda la ciudad. Cipion decidió entrar y divisó a una guapa mujer de estatura alta, envuelta en un atrevido vestido rojo que era típico en esos lugares. Cipion no dudó y fue tras ella. La mujer fue muy fácil. Accedió a ir a su casa en un instante. Al llegar al lugar, fueron directo al grano y...

Eso fue lo único que pude escuchar con más claridad que lo demás. Todo lo que sé es que se la tiró en su casa esa noche. Cipion tenía una imaginación enorme. Digo, le gusta lo erótico, pero también lo profundo que puede llegarte al alma. Sin embargo, no le gustan los romances, esos hermosos que una puede encontrar. Los detesta. También idolatra la cultura, y los pueblos originarios de los países. Sobretodo le gustan unos que se llaman Mapuches. Estos son de otro país, pero son su obsesión. Incluso trata de aprender su idioma. Oh, lo olvidaba, desea ser licenciado en artes. Dibuja a todas horas. Él dice que es una artista nato. Lo que más le gusta es dibujar mujeres desnudas.

- __, ¿estás bien? -preguntó de repente. Tardé un poco en responder, pero me di la vuelta para verlo.
- Ajá.

El silencio tornó. ¿Cuando había dejado de contar su historia?

- Lo único que has estado haciendo es decir "ajá" a lo que te cuento. Tienes más sueño que yo. Pero bueno, como a mi también me bajó, podemos dormirnos ahora -me dio una palmada en el hombro y se volteó al otro lado. Soltó un bostezo- Buenas noches.

Entonces, se puso sus audífonos. No sé cuánto tardé en quedar profundamente dormida, pero no recuerdo nada más de lo que dijo luego de eso. Supongo que debí hacerlo de inmediato. Enserio que estaba cansada.

                                                             +++

Abrí los ojos lentamente. Lo primero de lo que me percaté, era que estaba un poco sudada. Dios, se notaba que ya era verano, todas las mañanas despertaba así. Eché un vistazo a mi lado. Cipion seguía durmiendo. Aún tenía los audífonos puestos. Tomé mi celular de mi mesita de noche y miré la hora.

Dios bendito, ¿las una y media de la tarde? No podía creerlo, ¿desde cuando me dejan dormir tanto en esta casa? Máximo puedo hacerlo hasta las doce, siempre me despiertan. A pesar de que era un gesto muy adorable de parte de papá y Michelle, nunca me ha gustado despertar tan tarde. Me sofoca. Me harta. No sé, me gusta empezar el día antes de las doce.

La tarde pasó rápido. Justin podría llegar en cualquier momento. Normalmente llegaba a las cinco cada vez que venía, o a veces un poco más tarde, o más temprano, eso dependía de la ocasión. Pero como seguramente seguía enojado, llegaría más tarde. Y estaba en lo correcto. El timbre sonó al rededor de las seis.

- Hola amor -lo saludé sonriendo de manera tierna. Detestaba nuestras discusiones.
- Hola -correspondió. Seguía borde.

Quería rodar los ojos, pero me contuve. Me hice a un lado y lo dejé pasar. Él de inmediato se fue a sentar al sofá. Michelle bajó las escaleras y ambos se saludaron. Justo en eso, Cipion salió de la cocina con un baso de coca-cola hasta el tope con hielo. Lo observé bien, y era, mas bien, hielo con coca-cola.

- ¡Oh, Cipion! -le llamé- Él es Justin. Mi novio.

Cipion, muy cortés, se acercó a Justin y le tendió la mano. Ambos se la estrecharon. Se tiró al sofá, pero a uno diferente. Bajó la mirada al suelo. Dejó el refresco en la mesa de centro y tomó su guitarra, que se encontraba al costado de su sofá. Mi primo podía ser muy tímido cuando no conocía a alguien. En ese sentido, era casi igual a mí. No hablaba. Permanecía callado.

- Uh, ah -intenté hablar. Los dos me miraron. Se notaba la tensión que Justin tenía. Su expresión no demostraba ninguna emoción- Y como decía... él es mi novio.

Me sentí un poco tonta. De todas las cosas que pude decir, lo único que se me ocurrió fue recalcar lo que era obvio.

- Sí, lo sé, __ -dijo Cipion- Hoy has hablado de él todo el día. Y eso que solo llegué ayer. Digo, sé que es guapo, pero contrólate -esta vez se giró en dirección a Justin- Está loca, ¿por qué andas con ella?
- Eres un gay, Cipion. No puedo creer que lo hayas llamado guapo. Justin aléjate de él.

Mi novio soltó carcajadas. Dios, podría jurar que eso fue un relajante completo. Como una anestesia. Mis nervios se rebajaron como no saben. Su simple risa en un momento como ese fueron la gloria. Quería golpear a mi primo toda feliz hasta dejarlo inconsciente, como forma de agradecimiento.

- ¿Qué? Conoces como soy. Para mí, los hombres y las mujeres son iguales. La única diferencia, es el genital.
- Sí, sí -rodé los ojos- Porque si un hombre se sacara las cejas, se quitara la barba con cera, se arreglara las imperfecciones masculinas y se pusiera una peluca, nadie...
- Notaría al diferencia -terminó por mí- Lo que pasa es que al hombre le enamora el estereotipo de la mujer. Por eso hay hombres que se meten con travestis, por eso el vocalista de Culture Club anduvo con varios heterosexuales. Estamos acostumbrados a las mujeres con cabello desde los hombros o barbilla hacia abajo, cejas depiladas, pestañas maquilladas, aros, tetas, delicadeza, sometimiento, etcétera.
- Por favor cállate -rogué.
- Es la verdad. Pero, la sociedad es así -me explicó- Y Justin, no me has respondido, ¿por qué andas con ella?

Justin se aclaró la garganta.

- Porque la amo como no tienes idea -sonrió y luego me miró. Quería lanzarme sobre él y violarlo.
- ¿Ya tuvieron sexo? -preguntó descaradamente.
- ¡Cipion! -le regañé frunciendo el ceño- No preguntes esas cosas.
- ¿Qué tiene? -trató de parecer inocente, alzando las manos en forma de disculpa- El sexo es normal. Ya llevan como dos años, todos lo saben.
- ¿Quién te dijo que ya llevamos dos años? -ahora preguntó Justin.
- __. La familia entera sabe sobre ti. ¿Qué no he dicho ya que ella está loca? Pero bueno, como decía, ¿tuvieron sexo o no?
- Eso no es de tu incumbencia, por dios -ataqué tratando de no reír.

Sentí que me sonrojaba. Justin lo notó y casi rió también. Por suerte, Cipion ahora estaba concentrado en las cuerdas de su guitarra y no se daba cuenta. Vaya momentos incómodos que estaba haciéndome pasar.

- Tienes razón, no lo es. Así que te diré algo. Demonios, __ -alzó la cabeza y me miró- Si dejas de ser virgen antes que yo, juro que sería humillante. Tengo como meta tener sexo antes de ti. No puede ganarme mi prima menor. No, no puede.
- Pues vamos a ver quien gana -le desafié.

Moría de risa por dentro, el pobre no sabía que ya había perdido el desafío. Justin reía desde el sillón y a Cipion ni se le ocurrió por qué lo hacía. Quería tomar una foto para tenerla de recuerdo y burlarme de él por el resto de mi vida. Tal y como lo hizo él. Ahora que recuerdo... ¡Maldito!

Flashback -Años antes.
Acababa de dar el examen de admisión para una escuela particular. Decían que era bueno, pero estaba desesperada buscando a dónde irme. Ya estaba terminado, así que salí afuera a donde se encontraba mi mamá con Cipion. Esperamos unos quince minutos, rogando al cielo que los resultados fueran buenos. De pronto, el hombre que era el director de esa escuela, se asomó por la puerta de su oficina.

- Pasen, por favor -nos invitó.

Yo y Michelle nos paramos y entramos. Cipion se quedó afuera. Nos sentamos en una silla, frente al escritorio, y al otro lado de esta estaba el hombre.

- Bueno, __. He revisado los exámenes que has dado, ya sabes, el de matemáticas y el de lenguaje. El de lenguaje está perfecto. Pero, el de matemáticas... -su voz fue disminuyendo- Lamento decirte que está horrible, y que no podrás estar en esta escuela.

La cara casi se me cae al piso. El hombre se puso a reír. Sentía que me moría de la pena. Michelle permanecía en silencio, y yo no me atrevía a mirar su rostro. Posiblemente, el momento más vergonzoso de mi vida.

- Pero -habló otra vez el tipo- podría darte otra oportunidad -mi mundo se iluminó- Vamos a hacer un acuerdo. Si tú vienes mañana y haces de nuevo este mismo examen y te sale bien, voy a aceptarte. No hago esto por muchos chicos que vienen y fracasan, así que deberías sentirte afortunada. ¿Qué dices? ¿Aceptas o no aceptas?
- Pues... -pensé por un momento. Miré a Michelle y ella me daba una sonrisa forzada, sabía que yo estaba incómoda- Está bien.
- Perfecto. Entonces, este examen será eliminado, lo sabes, ¿no?
- Sí.
- Bien. Prepárate -tomó el examen de matemáticas entre sus dos manos, los puso prácticamente justo en frente de mi cara. Y luego, con una marida cruda en sus ojos, fue rasgándola por la mitad- Has estado fatal. Este examen se merece esto, créelo.

Yo seguía mirando como la hoja de papel se rompía y pequeños pedazos iban cayendo de esta. Algo se quebró y se endureció dentro de mí. Esto no era una oportunidad buena, más bien sentía que mi dignidad se estaba yendo por el caño. Y encima el tipo me miraba como si estuviera feliz de hacerme sufrir. Obvio, no se lo iba a decir, era demasiado tímida como para hacerlo. Miré otra vez a Michelle y ella tenía la boca un poco abierta de la impresión. Al parecer, yo no había sido la única que notó que el hombre tenía malas intenciones y se sentía bien haciéndome eso. Seguro solo quería que viniera al otro día para poder rasgar el examen otra vez frente a mis propios ojos.

Agradecí falsamente por la nueva preciada oportunidad que me había dado y con Michelle salimos de esa oficina. Aire fresco entró en mis pulmones y por fin me sentí un poco mejor. Pero mis brazos temblaban y quería llorar, dios, había dañado mi autoestima de alguna forma. No pensaba volver ahí. Prefería irme a otro lugar antes de volver a verle su arrugada y malvada cara.

- ¡__! -me llamó Cipion parándose de su asiento- ¿qué te pasa? Te veo pálida. Te ves terrible. Más de lo normal.
- Gracias -respondí borde y con un tono de sarcasmo enorme.
- No ha quedado -le explicó Michelle. Era eso suficiente. No había que dar detalles.
- Oh. Dios. Espera -corrió su bolso que tenía cruzado, lo abrió y sacó su aparato color negro- Mira a mi costosa cámara un momento -me enfocó-, quiero captar tu cara de decepción para que lo recuerdes el resto de tu vida.

No tuve ni tiempo de reaccionar y ya había sacado la foto. Me la mostró. Él reía a carcajadas como si fuera lo más chistoso del mundo. Era un imbécil. Ni siquiera me esforcé por arrancarle la cámara de las manos y borrarla. Definitivamente, era la peor foto que pudieron sacarme. Ahora recordaría ese momento por siempre. Lo único que pude hacer fue estampar mi puño contra su inmundo cráneo. Entonces Michelle me regañó y fuimos a la casa de mi tía a tomar un jugo natural de frutas que ella misma había hecho para calmar los nervios.
Fin Flashback. 

- Está bien -aceptó Cipion- Lo único que necesito es ir a alguna esquina de por ahí. Podría venderme a un peso con vuelto.
- Hazlo.
- Sí, estoy casi seguro de que lo haré.

Y así pasó la tarde. Acabamos todos cenando juntos. Papá, Michelle, Lila en su silla, Cipion, Justin, yo, y por supuesto, Romano. Romano no podía faltar. Él amaba el jamón tanto como yo. Pero las horas pasaron rápido y luego Justin tenía que irse. No quería que se fuera. Habíamos pasado una tarde completamente agradable, y el que se terminara me ponía triste. Pero no podía hacer nada para evitarlo. Papá nunca aceptaría que se quedara una noche durmiendo conmigo.

Estaba viendo televisión a las una de la madrugada junto a Cipion y de pronto me dio hambre. Sin dudarlo, bajé a la cocina y vi que había para comer. No quería pan, y había comido eso y no se me antojaba hacerlo de nuevo. Posé mi vista en el centro de la mesa de la cocina y un hermoso melón verde estaba allí. Casi se me salen los ojos. Fui por un cuchillo, lo tomé y lo partí por la mitad. Quité las pepas y enterré una cuchara en él. Me llevé un poco a la boca para sentir su sabor. Afortunadamente, estaba increíblemente dulce. Era perfecto.

Romano se subió a la mesa. No había notado su presencia. Comenzó a oler mi melón con ansias, y por un momento me pregunté si tenía ganas de probarlo. Así que saqué unos pedazos, los puse en un plato y lo acerqué a su lado. Él inmediatamente comenzó a devorarlo. Santo cielo, ¿era posible? ¿un gato comiendo melón? ¡Era un hecho, tenía el mejor gato que pudiera existir! Era mi alma gemela, era único, era mi bebé. Me reí por lo animado que se veía comiendo así que lo acompañé, haciendo lo mismo.

Me fui a la cama con una sonrisa en la cara, y con Romano a mi lado. Alcé unas frazadas y él se escabulló dentro, para estar calientito. No me daba miedo porque sabía que nunca lo aplastaría. Siempre era muy precavida en ese sentido y, a pesar de que tal vez no sea posible, tenía un sexto sentido que me mantenía alerta mientras dormía.

No podía dejar de pensar en Justin. Todo había salido bien, y ahora no estaba enojado. Era el mejor día del verano hasta ahora. Creí que ya nada malo pasaría, que entre los tres nos llevaríamos bien y que él confiaría en mí para lo que sea. Pero... tal vez, estaba equivocada.

                                                      ___________

¡Aquí está el capítulo! 
Espero que les guste, lamento si está algo aburrido, no sé. 
Pero estuve tratando de hacer que encajara bien y que no estuviera tan mal. 
Al final, me gusta como quedó. Supongo que valió la pena. 
Porque no me gusta publicar capítulos cuando no me convencen.
Únanse a mi grupo para estar al tanto de la novela:
https://www.facebook.com/groups/249293821904711/
¡Comenten y voten mucho! 
Las adoro, gracias por no dejarme.