27 de abril de 2016

Último capítulo - Fresa con Chocolate.



Tomo el celular de mi mesita de noche. Ha llegado la hora. He hecho varias llamadas telefónicas para lograr conseguir estos números. Cada uno de ellos es de los chicos de los cuales me burlé y a los cuales humillé en su cara. No todos, pero sí los que creí necesarios. Algunos de esos chicos eran bastante capullos, así como Julián, y creo que se merecían malos tratos de mi parte. Otros, sin embargo, nunca los vi hacer algo malo, e incluso creo que fueron bastante buenos conmigo. A mí eso no me interesó. Me dio igual. Y estuvo muy mal.

Cuando me contestaron, la mayoría me demostró desconcierto. Casi no dijeron una palabra, es más, creo que incluso pensaron estar alucinando o que tal vez era una broma pesada de mi parte. Eso no me sorprendería, porque considerando la forma horrible en que fui con ellos, es algo difícil de creer que yo podría disculparme tan sinceramente y que haya hecho méritos para contactarlos. E incluso admito que, poniéndome en el lugar de ellos, ni siquiera yo me creería.

Tecleo el último dígito. Doy a llamar con un poco de dificultad a causa del nerviosismo que siento. Llevo el celular a mi oreja y espero paciente, preguntándome cómo será la conversación. ¿Me mandará al diablo? Sí, posiblemente eso.

Al quinto pitido recién logro escuchar un pequeño estruendo. Los segundos se hacen eternos para mí, pero en un abrir y cerrar de ojos me encuentro escuchando su voz. 

- ¿Diga? -contesta. Espero. Me cuesta un poco comenzar a hablar. Es como si la boca se me hubiese quedado pegada y no pudiera abrirla.
- Hola, Darío -logro saludar.

Silencio inmediato. Él no dice nada. Es como si la conversación solamente hubiese sido de esas tres palabras y no diera para más. Tal vez está tratando de averiguar si la persona a la que ha escuchado a través de su celular realmente soy yo. Y es que tan raro, porque yo nunca habría hecho algo como esto ni en un millón de años. No sé que lo es más, si eso o el hecho de que por mi cuenta lo he buscado.

- ¿Cristal? -su sorpresa es evidente- ¿Eres tú?
- La misma -confirmo.

Otro silencio. Para Darío tal vez esto es algo fuerte. Han pasado varios meses, nunca habíamos hablado por teléfono, así que tal vez sólo esté confundido porque mi voz le suena diferente o algo así. No lo sé. 

- ¿Necesitas algo? -intenta ser educado, pero la ligera amargura que traen sus palabras no pasan desapercibidas. Lo he notado.
- Solamente quería pedirte perdón.

De nuevo, silencio. Estoy segura de que sabe de lo que hablo. Esperaba que, en estos momentos, él estuviera gritándome mi vida entera. Es lo más lógico que uno pensaría después de lo que hice. Pero no. 

- Cristal, sobre eso, yo...
- No. Lo estoy diciendo de verdad. Perdón. Lo que te hice estuvo mal. Sé que ya no vale mucho, pero nunca debí tratarte así. No debí jugar contigo, no debí hacerte gastar dinero para nada, y quiero que sepas que eres una gran persona. Fuiste bueno conmigo. Y me aproveché.

Hablar con Darío otra vez me hace sentir bastante mal. Si debo ser sincera, diré que, cada vez que pasaba el rato con él, podía sentir que me divertía. No era un chico aburrido, creo que incluso habríamos podido ser bastante unidos. Tal vez no como una pareja, pero sí como amigos, y yo no estuve dispuesta a nada de eso. Creo que de todos los chicos a los que traté fatal, él fue el que menos se lo merecía. 

- Tú me gustabas de verdad -confiesa con tono tenso. Trago saliva. Mi culpabilidad crece. Habría preferido no oír esa confesión.
- Y lamento eso, también. Porque yo no valía la pena en ese entonces. Es algo que no puedo explicar. Pero la verdad es que no estaba siendo yo misma. Y de nuevo, lo lamento.

No lo digo en plan de querer darle pena. Es la simple realidad. ¿Por qué yo la habría valido? Estaba contaminada por dentro. Solamente quería odiar y lastimar, hacer daño una y otra vez para saciar mi dolor. Seguí haciéndolo muchas veces, porque creía que nunca sería suficiente, que siempre el sufrimiento de los otros se vería corto al lado del mío.

- ¿Ahora sí la vales? -pregunta. Esto me toma desprevenida.
- Para nada. Es más, creo que nadie vale la pena de alguien más, ni siquiera yo -trato de expresar lo que realmente pienso y siento- Pero puedo asegurar que ahora me considero una mejor persona. No una ejemplar, pero me esfuerzo por mejorar cada vez más. Y me está dando resultados positivos.
- Eso me parece genial -puedo notar que su voz ya suena un poco más relajada- Me alegra saber que ahora los hombres podemos estar más tranquilos.

No digo nada. No sé si ha sido una broma o si lo ha dicho para hacerme sentir mal, pero decido pensar que es lo primero. Una pequeña curva hacia arriba se forma en mis labios. Siempre ha tenido sentido del humor. 

- También quiero pedirte perdón -dice de repente. La interrogante se activa en mí.
- ¿Perdón por qué?
- No sé si te acuerdas, pero te llamé puta cuando me mandaste al diablo y te dije que te metieras el Subway por donde te cupiera.
- Oh -hago una mueca, aún cuando él no puede verla, recordando el momento- Tienes razón. Te perdono, descuida. Entiendo lo que pasó. No es nada.
- Fue poco caballero de mi parte.
- Estoy bastante segura de que yo fui poco señorita contigo, así que supongo que estamos a mano. No nos debemos nada.
- ¿Hay que tomar esto como una especie de tregua?
- Podemos llamarlo así, si quieres.

Nuestra conversación se queda ahí. Nada más escucho el sonido de su respiración. Sé que seguramente ya está harto de la conversación, y considerando que se ha portado bien dándome un poco de su tiempo para esto, creo que ya es hora de dejarlo en paz.

Justo cuando estoy por despedirme, decide añadir:

- Oye, espero que no te tomes esto como una insinuación o algo por el estilo, pero... -hace una vaga pausa- Los duendes dicen que tienes una relación. ¿Es cierto eso?

Sonrío un poco. Seth. Nada más al oír de él se enciende una chispa de emoción dentro de mí. Es algo automático que no puedo evitar. Y espero que sea así por mucho tiempo.

- Sí. La tengo hace unos cuantos meses -admito, tal vez bastante orgullosa- Pero a mí también me llegaron los comentarios de que tú estabas con alguien.
- Lo estuve, pero actualmente no. Digamos que no funcionó.
- Lamento mucho eso.
- Descuida, ella no era para mí. Y yo tampoco era para ella, claro está.
- Debes saber que serías un buen partido.
- Me habría gustado serlo para ti -suelta. Me da un vuelco en el pecho.

De acuerdo, tal vez no fue muy buena idea haberlo llamado ahora. Tal vez no era el momento. Al parecer aún está dolido por lo que le hice. Sinceramente pensé que lo olvidaría con facilidad.

- Darío...
- No, ya, lo dejo. Olvídalo. Entiendo que tú estás con alguien ahora. Es mi culpa haberme ilusionado demasiado rápido.
- Yo sabía que lo estabas. Fui una maldita. No fue tu culpa.
- De ambos, hay que admitirlo -se queda callado. Respeto sus continuos momentos de silencio- Sabes, nunca me imaginé recibir una llamada tuya. Mucho menos ahora, después de meses, casi en el  final del verano.
- Ni yo me imaginé estar haciéndolo, créeme -suelto unas risas sin darme cuenta. Darío, al otro lado de la línea, también ríe.
- Tal vez cuando empiece nuestro último año en el instituto podamos volver a retomar lo que teníamos -Analizo lo que me dice. ¿Y si sólo estoy logrando que se ilusione de nuevo? No sé muy bien cómo interpretar sus palabras. Estoy por responder, pero agrega:- Repito: Sé que tienes una relación. Pero me gustaría que podamos ser amigos. Me gustaría conocer a Cristal. A la real. A la verdadera.

Sonrío. Su propuesta no me parece mal. Incluso creo que está siendo sincero, él quiere ser mi amigo. Hace mucho no he tenido un amigo hombre y creo que de todos los candidatos en el planeta, el último en la tierra para considerar habría sido él, dado lo que sucedió entre nosotros.

- Me parece bien -acepto- Sería genial tener un amigo.
- Él es afortunado -su rápido cambio de tema me hace helar la piel. Mi pecho se oprime- Eres linda, creo que lo sabes. Pero a pesar de no haber conocido a la verdadera tú, sé que eres dulce, amable, que tienes carácter, pero que también que no eres cruel como aparentabas ser. Me lo has demostrado ahora. No cualquiera es capaz de contactar a alguien a quien lastimó porque de verdad le ha nacido hacerlo. No todos admiten sus errores e intentar corregirlos. Eso habla muy bien de ti. Y espero que él logre valorar todo eso y más, tal y como lo mereces.

Mis ojos se llenan de lágrimas. ¿Por qué fui tan ruin con Darío? Él, a pesar de todo, piensa que merezco lo mejor. Sabía que estaba ilusionado, pero nunca pensé que tanto. De hecho, creí que lo olvidaría pronto, porque cuando le mandé a volar ese día en el instituto se puso duro y actuó como si le valiera. Cuando pasaban los días, a veces me echaba una mirada por los pasillos pero era completamente neutra. Ahora me doy cuenta de que ocultó sus verdaderos sentimientos.

Pienso en Seth. Sonrío entre mis ojos llorosos. Él sí logra valorarme, en cada aspecto, en cada forma, en cada ocasión. No sé qué hice para merecer a una persona tan maravillosa. Actué tan incorrectamente, pero al parecer la vida ha tenido piedad de mí y me ha dado una última oportunidad. Una para hacer crecer mi alma y para hacer las cosas bien.

- Yo espero que tú puedas conseguir a una chica que sí sea para ti -le digo, queriendo dejar atrás esas lágrimas que amenazaban con salir- Una bonita, dulce, divertida como tú, pero que sobretodo ame ir al Subway cada día, a cualquier hora. Guatita llena corazón contento.

Darío suelta carcajadas.

- Estás demente. Pero tengo que admitir que eso me gustaría.
- Cuando suceda debes contarme todo.
- Sólo con una condición.
- ¿Cuál? -pregunto con curiosidad. Él toma aire.
- Sólo si prometes que, si llegamos a ser grandes amigos, me dirás la razón por la que fuiste así conmigo. Prométeme eso y te contaré hasta lo que no querrás oír.

Por primera vez en mi vida la condición de tener que contar algo sobre mí me parece bien. No sé, pero ya no siento pena ni me siento avergonzada teniendo que hablar sobre mi pasado. De alguna manera siento que puedo confiar en Darío. Además, él dice que lo haga cuando seamos grandes amigos. No me lo está pidiendo de inmediato. Él quiere ganarse mi confianza. Está dispuesto a eso.

- Me parece bien -acepto, satisfecha con mi decisión.
- Perfecto. Es una promesa, entonces.  
- Dalo por hecho.

El sonido de unas voces ajenas a las nuestras se escuchan a través de la línea. No logro entender muy bien lo que dicen. Darío hace un ruido de insatisfacción con la garganta, una especie de gruñido.

- Ya es hora de irme -avisa con desgano- Pero estoy seguro de que hablaremos pronto.
- También estoy segura, no tienes que dudarlo -le dejo en claro- Cuídate mucho. Ten un buen final del verano. Sólo quedan un par de semanas.
- Igualmente, chiquilla. Estás perdonada. Me alegra haber vuelto a hablar contigo.
- Tú igual estás perdonado por haberme llamado puta.

Ambos reímos. Es increíble que algo como eso nos haga reír.

- Tal vez "puta" sea nuestro siempre.
- Por favor cállate -explotamos en unas sonoras carcajadas de inmediato, las cuales logro tranquilizar rápido- ¿Es en serio? ¿Tenías que decir eso? Le diré a todo el instituto que eres fan número uno de Augustus Waters.
- Hazlo, jamás negaré mi amor por ese muerto hombre.

Sus carcajadas van disminuyendo, y entonces una preciosa felicidad va creciendo en mi interior. He hecho lo correcto. Llamar a Darío ha sido una de las mejores decisiones que he tomado. Atreverme a arreglar mis errores ha valido la pena.

Cuando ya ninguno de los dos ríe, volvemos a quedarnos en silencio. No es incómodo. No me molesta. Creo que podría acostumbrarme a eso.

Nuevamente, voces se escuchan en la línea. Suelto un suspiro.

- Es hora.
- Vete, tranquilo -le permito- Gracias por todo.
- No hay de qué -aún no se va. Me hace sentir bien, porque de alguna u otra manera así sé que de verdad me ha perdonado. Me confirma que por fin todo está bien- Te veo el primer día de nuestro último año, Cristal. Hasta pronto.

Una pequeña sonrisa se va formando en mis labios.

- Ahí estaré, Darío -y es todo. Cuatro segundos después, se corta la llamada.

Alejo el celular de mi oreja. Respiro hondo, sintiéndome relajada de una manera inexplicable. De verdad, no podría estar más orgullosa de mí. Por fin siento que he cerrado un ciclo. Por fin siento que he remediado mis errores lo más que podía. Mis padres estarían orgullosos de mí también, eso si supieran todo esto. Nunca lo sabrán, pero eso no es lo importante. En mi corazón siento que lo estarían.

Alzo mi mirada. Fabiola está sentada a los pies de mi cama, observándome con una sonrisa. Me regala un asentimiento de cabeza y eso me hace sentir algo en mi pecho. Es impresionante, cada vez que ella me da a entender que he hecho bien, me doy cuenta de que estoy mejorando. Porque ella no es como yo. Ella es más correcta. 

- Eres increíble -con lentitud va poniéndose de pie. Termina sentándose a mi lado, y me pone una de sus manos en uno de mis hombros- Siempre supe que podrías. Me enorgullece tener una mejor amiga como tú, Cristal. Soy afortunada de tenerte.

Mis ojos se humedecen un poco  y casi puedo jurar que los suyos también lo están. Escucharla a ella decir esto sobrepasa los niveles de felicidad. Fabiola es quien me vio en todas mis facetas. Me vio siento cruel, me vio llorando, me vio feliz, me vio fingiendo, me vio sufriendo, me vio cambiando... Y sigue aquí. Sigue conmigo a pesar de todo.

- Y yo también lo soy, amiga.

Estiro mis brazos hacia su anatomía y ella se acerca a mí. Oculto mi rostro en su cuello, y ella oculta el de ella en el mío. Nos quedamos así, calladas, sin decir nada más. No tengo dudas: Cuando nos necesitemos nuevamente, estaremos así, cargando nuestro peso en la otra, serenas y en paz, sabiendo que no importa cuánto tiempo pase, ninguna se irá. No importa si hay peleas, discusiones, o malas rachas. Nosotras seguiremos unidas.

- ¿Por qué escuché la voz de mi novia en la habitación de mi odiosa hermana? -la voz de Drew se escucha a través de la puerta. Las dos nos separamos, riendo. Miramos a la puerta y segundos después ésta se abre- ¡Eres tú!

Corre hacia la cama y se lanza. Rodea a Fabiola con sus brazos, la acuesta en la cama, se pone sobre ella y comienza a besarla. Por Dios, ¿Y estos qué se creen? ¿Piensan que están en una porno?

- De acuerdo, pueden hacer eso en otro lado. ¿Por qué tengo que estar presente cuando sus hormonas se alteran? -me quejo, pero ninguno me hace caso- ¡Necesitan controlarse! -vuelven a ignorarme. Drew comienza a darle un beso aún más apasionado- ¡Heeey! -comienzo a darle puñetazos en la espalda, muerta de vergüenza- ¡Hooola! ¿Puede alguien oírme?
- ¿Qué les he dicho de tener demostraciones de amor explícitas frente a mi novia? -una voz ronca, sexy y masculina que conozco al revés y al derecho se hace notar.

En la puerta, tan guapo y perfecto como siempre, está Seth. Sonrío de inmediato. Me pongo de pie con agilidad y corro hacia él, lo que es increíble, porque yo nunca corro.

Me lanzo sobre él, mientras lo rodeo con mis brazos y escucho unas pequeñas vibraciones en su pecho originadas por las risitas que ha soltado. Me gira por los aires, una y otra vez.

- ¿Cómo está mi mujer favorita? -me pregunta cuando se detiene. Deposito un beso en su cuello- Yo estoy muy bien, sobretodo ahora.
- Me alegro mucho. También estoy bien, pero pensé que llegarías más tarde -me baja, pero se queda abrazándome por la cintura.
- Pensé lo mismo, tenía que terminar algo antes de venir, pero lo he hecho antes de lo previsto y no dudé en venir de inmediato.

Me suelta y veo que agarra un objeto que está apoyado en el marco de la puerta. No había visto que trajera algo con él. Es una especie de rectángulo grande, pero su ancho no es de más de cuatro centímetros. Está cubierto por una fina tela de color negro, y eso es suficiente para despertar mi curiosidad. Él oculta lo de abajo.

- ¿Qué es eso? -pregunto, alzando una ceja.
- De acuerdo, nos vamos -avisa Drew, cogiendo a Fabiola de la mano y sacándola de la habitación- Volvemos en cinco minutos. Estaremos por ahí.
- Cuidado, eh. No están solos -les recuerdo, riendo.

Fabiola se sonroja y se encoge de hombros. Se van enseguida. De pronto ya no están y estamos Seth y yo, completamente a solas en la habitación.

Seth ya no está a mi lado. Lo busco con la mirada. Él se ha trasladado a los pies de mi cama. Me hace un gesto para que me acerque. No dudo ni por un segundo en hacerlo. Voy hacia él, me pongo a su costado y observo sus manos coger el rectángulo cubierto con la tela. Tengo la sensación de que me gustará. Él siempre busca la manera de que las cosas me agraden.

- Lo habría traído mucho antes, pero no estaba terminado. Sentía que le faltaba algo. Ahora, finalmente, está completo.

No sé de lo que me habla, pero asiento con la cabeza. Lleva el rectángulo hacia una de mis paredes. Diviso un pequeño clavo en la que elige. De acuerdo, ahí no había un clavo antes pero supongo que Seth lo ha clavado ahí, dado que acostumbra a hacer este tipo de cosas a mis espaldas cuando se trata de un regalo o una sorpresa. Me encanta que lo haga. Siempre tan preparado. Siempre tan perfeccionista.

Cuelga el rectángulo gracias al clavito. Con sus dedos toma una pequeña parte de la tela, se gira hacia mí y me observa fijamente. Sonrío un poco, esperando a que decida mostrarme lo que contiene ese rectángulo.

De pronto, la tela negra cae al suelo. Me quedo congelada. No. Esto no es una simple figura geométrica. No es un rectángulo de porquería. Esto un cuadro. Y en este cuadro, estoy yo. No lo me lo puedo creer.

Hago algo tan cotidiano, tan real. Es como verme a mí misma en carne y hueso. Estoy ahí, haciendo algo tan poco importante como estar sentada en la mesa de la cocina, mirando mi tazón de cereales sin tocar con una mirada perdida, vacía, sin sentido alguno, tal vez como esperando algo de la vida. 

- ¿Recuerdas la foto que te tomó Drew? -me pregunta, sacándome de mi trance.

Hago memoria. Sí. Por supuesto que la recuerdo. Ese día por la mañana tenía que ir al instituto y no me sentía nada bien. Hubo un momento en que me descuidé y volví a la tierra cuando sentí el sonido que hace la cámara cuando capta una fotografía. Drew me había tomado una. Me enfurecí, y él me dijo que necesitaba esa foto.

- Pensé que era para hacer un meme sobre mí y pegar copias por toda la universidad -balbuceo, sintiendo que me baja la sensibilidad- Eso fue lo que me dijo Drew...
- No, Cristal -me corrige Seth- Él tomó esa foto porque yo se lo pedí.

Me quedo en silencio, impactada. No es algo que me esperase. No puedo describir la manera en que me siento. Mis ojos comienzan a humedecerse y no puedo hacer nada al respecto.

Dejo de mirar a Seth para regresar mi mirada a su cuadro. ¿Así solía verme? Luzco tan deprimida, tan sola, tan desorientada, sin emoción alguna. Quizás desamparada. Por más que intento adentrarme en mi mente, no logro recordar qué es lo que estaba pensado, pero seguramente no era algo que me hacía sentir feliz.

Una imagen viene a mí. Drew me tomó esa foto después de la fiesta en que Seth y yo nos besamos por primera vez. A medida que pasaban los días, comencé a tener pesadillas horribles con la persona que me atormentó por tanto tiempo. Es increíble el dolor de sentía. Puedo sentirlo a través de la pintura. En ese entonces, ya no me estaba funcionando el ocultar mi dolor. Y Seth era causante de eso, porque  él llegó a mi vida y revolvió todo. Él me descubrió.

- Es gracioso -comienza a decir. Vuelvo a verle. Parece incrédulo, como si lo que fuese a decir a continuación fuese algo casi irreal- No sé por qué le pedí esa foto. Tal vez sí. Yo te había besado, sabía que sentía más de lo que debería por ti y tenía una necesidad de pintarte. Nunca pinté a alguien con quien tuviera contacto, ni aunque me pagaran. Pero, no sé, yo quería pintarte. Es ridículo, lo sé. Cuando le pedí la foto a Drew, me miró como si estuviera volviéndome loco. Y creo que tenía razón. Yo me estaba volviendo loco. Por ti, Cristal. La chica misteriosa me estaba enamorando a una velocidad enorme, y yo no me daba cuenta.

La primera lágrima cae por mi mejilla. Avanzo hacia él y sus brazos me acogen de inmediato. Parezco una niña llorando, pero es que nunca había estado tan feliz y completa en toda mi vida. Nunca, nadie, hizo algo tan hermoso por mí. Nadie nunca pintó para mí. Por más que le sugerí a Drew que me pintara, nunca quiso hacerlo. Seth lo ha hecho, pero sin que yo se lo pidiera. No me ha pedido nada a cambio de hacerlo. Ha hecho arte para mí. Yo soy su arte en este momento.

- Cuando teníamos esos problemas, esas peleas y discusiones a cada momento, nunca pensé en desistir de conocerte y saber más te di. Estaba obsesionado, tú me llamabas. Me sentía como un imbécil. Me cabreabas. Y tú eras siempre tan complicada y difícil, pero tan maravillosa y especial, que...
- Seth... -comienzo a sentirme mal, porque en el fondo, cuando él recuerda eso, también se siente así- Está bien, de verdad. No tienes que decir nada...
- ¿Tienes idea de cuánto te amo? -me dice al oído. Toma mi cabeza entre sus manos y me hace mirarle. Lo veo un poco borroso por el agua que acaba de brotar de mis ojos. Él está emocionado e intenta no hacerlo tanto como yo. Intenta mantenerse estable- Dime, ¿Tienes idea? ¿La tienes?
- Sí, por supuesto que la tengo -respondo con seguridad- Sé que me amas. ¿Y tú tienes idea de lo mucho que yo te amo?
- Claro que sí -asegura tal y como yo, sin rechistar- Jamás podría dudar lo nuestro, pequeña. Eso sería lo último que haría.

Abrazo a Seth por su cuello, busco su boca y lo beso. Él me corresponde con toda la pasión que sólo él es capaz de entregar. Me hundo en nuestro beso, saboreando cada momento, cada segundo, y aprovechándolos como si fuese el último que tuviéramos. Él me embriaga. Él me complementa. Él es parte de mí, en todos los aspectos posibles. En éste momento me agradezco a mí misma y agradezco a quienes estuvieron conmigo, porque pude abrir los ojos. De haber seguido siendo como cuando conocí a Seth, estoy segura de que lo habría perdido. Ahora pienso que eso pudo haber pasado, y no me imagino el sufrimiento que habría sentido ni lo mucho que me habría arrepentido.

- Habría podido pintarte sin la foto -susurra Seth sobre mis labios, muy lentamente- Pero quería que fuera perfecto. Conozco cada parte de ti, cada rasgo, por completo.
- Lo ha sido -le doy por sentado- Es el más perfecto regalo que me han dado.
- Me alegra saberlo -sonríe ampliamente- ¿Y sabes qué más he traído?
- ¿Qué cosa? -pregunto ansiosa.
- Un postre de Fresa con Chocolate -me cuenta- Te va a encantar.
- Me gusta más que el hacemos nosotros dos, Chocolate -sonrío contenta. Seth capta el mensaje.
- Oh, eso no lo puedo negar. Es el más delicioso de todos, Fresa mía.
- Enhorabuena, tío -la voz de Drew se vuelve a escuchar dentro de la habitación.

Vuelvo mi cabeza. Mi hermano y mi mejor amiga nos miran con una sonrisa, sin tener intención de ocultar su felicidad. Drew fija su mirada en Seth y alza su dedo en señal de aprobación. Puede ser un verdadero hermano molesto, pero le amo. Él quiere lo mejor para mí, a pesar de todo. No importan nuestras peleas, siempre nos cuidaremos las espaldas. 

Alejo mi mirada de él, y me centro en Fabiola. Ella me regala una más de todas las incontables sonrisas que me ha regalado, y me guiña el ojo. Algo tan simple como eso. Le correspondo guiñando el mío también. Sonríe aún más, y apoya su cabeza en el hombro de Drew. El brazo de él de inmediato rodea su cintura. Y sé que los cuatro guardaremos este momento en nuestras memorias como una fotografía más.

- ¡Temporizador! -exclama Drew, tomándonos por sorpresa, mientras saca su celular de su bolsillo. Echa un vistazo a Seth- Hermano, yo también quiero pintar. Así que escucha, tomaremos una foto de este momento, en donde salgamos los cuatro. Y vamos a hacer un cuadro gigante con esa foto, pero lo pintaremos juntos.

Seth sonríe, ansioso y encantado con la propuesta.

- Me parece perfecto.

Drew pone su celular encima de mi cómoda. Nos sentamos los cuatro juntos a los pies de la cama. De pronto, mientras esperamos los diez segundos del temporizador, alguien se asoma a la puerta. Es Alejandro. Se da cuenta de lo que estamos haciendo y su rostro se derrama en felicidad.

- ¡Yo quiero ser quien tome la foto! -grita. Corre hasta el celular y lo toma.
- Maldita sea, Alejandro. ¡Estábamos por tomarla! -se queja Drew- Pringado de mierda.
- No me interesa, imbécil. Yo la tomaré. Pónganse bien, a ver.

Se queda de pie delante de nosotros y se agacha un poco, adoptando la típica pose de todo un fotógrafo. Los cuatro nos apegamos lo más que podemos. Seth está a mi lado derecho, Fabiola está a mi lado izquierdo, y al otro lado de Fabiola está Drew. Miramos a la cámara, dando nuestra mejor sonrisa. El sonido de la captura se escucha, y Alejandro se dispone a mirarla.

- Se ven muy felices, saben -comenta de repente, sin quitarle los ojos de encima- Cuando yo tenga novia, espero poder ser tan feliz con ella, tal y como lo son ustedes.

Creo que él nunca había dicho unas palabras tan bonitas.
Se acerca a nosotros y pone el celular en frente. Ahí estamos, los cuatro. Mi hermano menor tiene razón. Estamos muy felices. No fingimos serlo. Y no puedo esperar a que esto sea un cuadro.

Seth aprieta mi mano con fuerza. Lo miro. Las palabras no son necesarias. Sus ojos me demuestran, una vez más, que tengo su completa atención, y como si yo fuera lo más digno de ver para su persona, así como lo hizo la primera vez que estuvimos a punto de besarnos.

A veces, cuando somos jóvenes, creemos que nada tiene solución. Nos sentimos mal con nuestra vida, con nuestro cuerpo, con nuestra familia, con nuestro instituto, con todo lo que nos rodea. Pero nunca nos detenemos a mirar las cosas que en realidad valen la pena, cosas que demuestran lo bueno, y mucho menos nos dignamos a cambiar. La mayoría de las veces, nosotros somos el problema.

Cuando miro atrás, a mi antigua vida, me doy cuenta de que hubieron muchos errores que cometí. Errores que pude haber impedido, que pude haber cambiado, que pude haber compensado. Me habría ahorrado mucho dolor, mi vida habría sido distinta, tal vez si lo hubiera hecho nunca habría sobrepasado los límites que sobrepasé. Pero me quedé ahí, de pie o tirada en la cama, mirando la manera en que todo se derrumbaba a mi alrededor. Y no hice nada más. 

Nunca olvidaré la época en que toqué el fondo del pozo. Nunca olvidaré que pude estar a punto de sufrir anorexia, ni cuando me llevé tan mal con mis padres que por poco me internan, tampoco cuando creí que nunca nadie podría humillarme y lastimarme más de lo que esa persona de mi pasado lo hizo. Fui tan ingenua en ese entonces, tan inocente y permití que me hicieran daño, pero también permití hacerme daño a mí misma.

Ahora no importa. Ya nada de eso importa. Tarde o temprano hay que aceptar el hecho de que serás perseguida el resto de tu vida por el fantasma de tu oscuridad y que solamente tienes dos opciones: Superarlo, o aliarte a ese fantasma.

Yo he decidido superarlo.

El famoso dicho: "Soy así y quiéreme como soy" no sirve. No aplica. No brinda nada bueno. Todo lo que causará es dolor. Si nosotros sabemos que estamos mal, ¿Por qué no mejorar? ¿Por qué no hacer algo para crear nuestra felicidad? ¿Por qué no ser más de lo que somos ahora? ¿Por qué no hacer feliz a la persona con la que estás y a la vez hacerte feliz a ti misma, junto a todos los que te aman? Los cambios son buenos. ¿Por qué tener miedo a ellos?

Ahora yo soy un cuadro. Cada vez que los rayos del sol entren por mi ventana y yo no quiera verlos, me daré la vuelta y tendré una hermosa vista. Una vista que me ha regalado Seth, el hombre a quien juzgué, odié, y maltraté como si nada. El hombre que ha puesto su talento, su pincel, su amor, su arte en una pintura dedicada a mí. El hombre que a pesar de todo malo que causé, me ha dado todo lo que es capaz de dar.

La verdad es que nunca nos decimos te amo. La primera vez que nos lo dijimos fue en el bosque, en la caminata por la universidad. Hasta el día de hoy me lo ha dicho muy pocas veces, me sobran dedos de una mano. En mi anterior relación, sentía una necesidad horrorosa de que me dijeran te amo a cada segundo. Hoy nunca me lo dicen. Hoy me lo demuestran. Hoy es verdadero. Y me encanta que sea así.

A lo largo de nuestra vida, los momentos que más vamos a recordar son los peores. Pero luego recordaremos la forma en que nos levantamos y, aunque sea difícil de creer, nos sentiremos encariñados con esos momentos. Quizás incluso, si nos dieran la opción de elegir que nunca hubiesen ocurrido, escogeríamos que se quedaran ahí. Escogeríamos que siguieran existiendo y no los cambiaríamos por nada.

A mí no me pasó lo que se supone que es típico. No llegué a la vida de un hombre y le hice cambiar, no lo hice tener una vida mejor, no fui ese pequeño milagro que arregló a una persona hecha un desastre. En este caso, un hombre llegó a la mía. Un hombre me cambió a mí. Yo era el desastre. Yo era la rota. Yo era el caso perdido.

Hoy puedo ser feliz. Si Seth me dejara ahora, sufriría mucho. Pero sé que lo superaría. No volvería a pasar por lo mismo de antes, no volvería a hacer daño a personas para sentirme mejor conmigo misma. He conocido a un hombre que complementa mi felicidad, pero que sin embargo, no es la razón de ésta. Y eso es justo lo que yo quería.

Ya que me gusta tanto leer, tal vez podría escribir un libro sobre mi historia con Seth. Tal vez no es la historia más romántica, tal vez yo no sería un personaje muy amado, tal vez habrían muchas cosas que podrían parecer estúpidas a los lectores e incluso mi actuar en el pasado podría parecer ilógico, pero sería real. Sería sincero. Sería perfecto. Y quizás muchas personas se sentirían identificadas conmigo. Y también con nosotros.

Yo ya no quiero ser la chica Barbie. No quiero que mi novio sea el chico Ken. Pero si algo sé, cariño, es que si no soy la mujer más hermosa en todo el gran planeta, si no soy la más atractiva, la más guay o la más admirada, quiero que sea él, el que crea lo suficientemente en mí, como para creer que puedo tener las cualidades más hermosas, más atractivas, más guays y más admiradas. Aunque sea sólo un secreto de dos. Un gran secreto entre él y yo. Que sólo compartamos nosotros. Nadie más que nosotros y nuestro amor.

Pero lo más importante: Creo en mi.
No cambies porque los demás te lo dicen. Cambia por ti.
Y quiero a Seth, a mis amigos y a mi familia conmigo.
A donde quiera que vaya.
Siempre en mi corazón.

♥♥♥

Prometí que subiría, y aquí está el último capítulo de Fresa con Chocolate.
Queridas lectoras, quiero agradecer a cada una de ustedes, a cada una de las que me apoyaron desde el principio, hasta el final. Pero también a las que llegaron luego de haber empezado, y que se quedaron hasta llegar aquí. Sé que no cumplí con lo de subir cada ciertos días, pero es que a veces las cosas se complican y creo que todos lo sabemos.
P
ara escribir esta novela me he basado en distintos aspectos, incluso creo que la mayoría de ellos los he utilizado en aspectos de mi vida. Siempre hago eso, no sé si han dado cuenta. Es algo que no puedo evitar.
Estoy emocionada y me dan ganas de llorar. Me he encariñado mucho con esta historia. Creo que hasta ahora ha sido mi favorita. He disfrutado muchísimo escribiéndola. Cristal y Seth se van a quedar siempre conmigo, no importan los años que pasen.
Y me he encariñado tanto con ellos, que he dejado un final abierto. ¿Saben por qué? No sé si les gustará la idea, pero pienso hacer una segunda parte. Ésta historia, más que nada, se ha centrado en el espíritu de superación de una chica con problemas. El siguiente sería muy diferente, se mostraría mucho más de la vida de estos cuatro personajes. Por supuesto, no la publicaré todavía, ni siquiera la escribiré aún. Pero tengan por seguro que en algún momento llegaré aquí y les diré la fecha en que comenzaré a publicarla.
Respondiendo a sus preguntas: Sí, voy a seguir escribiendo. Empezaré una novela muy pronto aquí en el blog. No soy capaz de cambiar Blogger. Pero advierto que será muy distinta, me iré a una temática muy diferente. Estoy tratando de elegir entre Acción y Fantasía, ¿Cuál les llama más la atención? Haré las dos, pero tengo que empezar por una. Ah, sin mencionar que lo más probable es que ya no ocupe más a Seth para mis historias, sino que a un personaje propio. Creo que muchas de ustedes se irán a raíz de esto último, pero espero que la mayoría lo entienda. Espero que les haya gustado este último capítulo. Muuuuchas gracias a todas por su apoyo, por sus comentarios, por su motivación y por su interés ante mi escritura. Son maravillosas. Espero que, en algún momento, ésta historia les haya hecho pensar, meditar y darse cuenta de las cosas.

L
as quiero mucho
¡Y nos vemos pronto!
Uno de estos días estaré publicando una entrada sobre mi nueva novela.
A cada una de las que comente en éste capítulo, les responderé algo bonito abajo de su comentario. Muaahh


23 de abril de 2016

Capítulo cuarenta y nueve - Fresa con Chocolate.



Abro mis ojos con dificultad, sin poder evitar fruncir el ceño. El sol entra por mi ventana con delicadeza, muy levemente, y es suficiente para darme cuenta de que tal vez ya son como las ocho de la mañana.

Me giro hacia el lado contrario, queriendo tener un poco más de oscuridad. Suelto un suspiro y cierro mis ojos otra vez, deseando soñar algo bonito que me haga sentir súper genial. Tal vez podría ser una heroína con superpoderes y salvar al mundo, como en el último sueño que tuve.

Suelto un grito ahogado cuando siento que me cogen de los tobillos y me arrastran hacia abajo. Mi corazón late con fuerza e intento aferrarme a las sábanas de la cama con desesperación. Un segundo después, cuando ya no me jalan, unas risas sonoras que conozco muy bien comienzan a sonar por toda mi habitación.

- ¿Algo divertido? -pregunto, soltando un bufido. Estiro mi brazo, tomo una almohada y entierro mi cara en ella. Las risas cesan un poco.
- Es una especie de reprimenda por  no estar levantada todavía. Aún así, buenos días.
- Por favor, es el primer día de vacaciones y quieres que me levante a estas horas. Es casi como ir al instituto -recuerdo que me saludó- Buenos días para ti también.
- Valdrá la pena. Este es nuestro primer verano juntos y quiero que lo aprovechemos al máximo -dice con decisión.

Siento el sonido de sus pasos acercándose a mí para luego sentir que el colchón se hunde a mi lado. Levanto mi cabeza de la almohada y me volteo, quedando boca arriba. Cuando lo observo, Seth tiene su mirada fija en mí y me sonríe.

- Sí -sonrío con él- Es el primero.
- El primero de muchos -agrega, casi como una promesa. De pronto, su sonrisa va desapareciendo- Quiero que estemos juntos el mayor tiempo posible. Tenemos casi tres meses para ello. Luego yo iré a la universidad otra vez, tú harás tu último año de instituto y nos veremos poco, así como ha sido desde que nos conocimos.
- Siempre puedes venir temprano por la mañana y sentarte frente a mí para verme desayunar -lo invito, mientras recuerdo cada vez que hacía eso antes de que nos dirigiéramos la palabra.

Automáticamente una sonrisa se apodera de su rostro. Se inclina hacia mí, poniendo ambas manos a los lados de mis hombros, para luego besarme delicadamente. Sus labios son tan suaves y cálidos que se vuelven embriagadores. Nunca podría negarme a tal maravilla.

- Eso me encantaría -acepta al separarse un poco de mí- No importa si es sólo durante cinco minutos cada día. Yo quiero verte.
- Ambos queremos vernos -corrijo.

Nos quedamos un par de minutos abrazándonos y besándonos, mientras en ocasiones conversamos de ningún tema en particular. Después termino poniéndome de pie, mientras voy a buscar la vestimenta que me pondré hoy. Seth decide darme un poco de intimidad para que me cambie. Después de todo, a mis padres no les gustaría que él esté aquí dentro mientras que yo me desnudo.


+++


Camino hacia el auto de Seth con tranquilidad. Ya estoy totalmente lista y lo mejor de todo es que no hay prisa, no hay horario, no hay límite. Por fin es verano y no tenemos ninguna preocupación. La vida debería ser así los trecientos sesenta y cinco días del año.

Abro la puerta de los asientos traseros y me da un susto de muerte cuando veo la cara más fea y horrenda que he visto jamás.

- Dios, Drew -me pongo una mano en el pecho, mientras finjo respirar con dificultad- No puedes ir así por la vida, asustando a la gente. ¿No sabes tener cuidado? ¡Podrías matar a alguien!
- Cállate, hermanita. Éste -da palmadas en el asiento- es mi lugar.

Me empuja hacia atrás y vuelve a cerrar la puerta. Baja la ventanilla mientras pone una cara maliciosa y burlona. Me cruzo de brazos, frunciendo el ceño, lista para pelear el día de hoy. Siempre estoy preparada para esto.

- ¡Yo siempre ocupo la parte de atrás! -comienzo a decir.
- Pues ahora no. Fabiola se va a subir en cuanto pasemos por su casa y yo me sentaré con ella. Quedas fuera.
- Menudo imbécil, es mí mejor amiga, no tuya -dejo en claro- No te creas la gran cosa.
- Sí, pero yo soy su novio. El novio le gana a la mejor amiga en todos los aspectos.

Mi boca cae al suelo, casi ofendida por lo que me acaba de decir. Abro la puerta otra vez, decidida a sacarlo de ahí a patadas si es posible. Me tiro encima de Drew cargando todo mi peso, intentando entrar a como de lugar.

- ¡Estás demente! -exclama, intentando sacarme- ¿Cuál es el problema contigo? Tienes que tener respeto, Cristal. La palabra es respeto. Debes respetar mi decisión.
- Tú te apoderaste de mi parte del auto -le recuerdo, moviéndome para todos lados para así pasar por encima. No pienso dejarlo ganar.

Logro entrar por completo y me siento del otro lado, a su costado. Me hago para atrás, alzo mis piernas y pongo mis pies en su espalda mientras empujo con toda la fuerza que puedo. De verdad lo voy a sacar. Él debe salir.

Drew comienza a enojarse mientras hace fuerza con su espalda para no caer hacia afuera. Se aferra con sus manos a los asientos.

- Tío, ¿En serio vas a permitir esto? -le pregunta a Seth, quien está sentado en el asiento del conductor, observándonos desde el espejo retrovisor.
- Las mujeres mandan, amigo -le dice él. Yo comienzo a reír, muy satisfecha. Drew frunce el ceño, me fulmina con la mirada y sale de la parte de atrás. Cierra mi puerta, abre la del copiloto y se mete dentro.
- A ver, hermano. Aquí es cuando nuestra amistad se complica. ¿A quién quieres más, a mí o a Cristal? Tienes dos segundos.
- ¿Es joda? -mi novio alza una ceja.
- ¿Cómo te atreves a preguntarle eso? -casi no me lo puedo creer- ¡Es la pregunta prohibida! Nunca se debe elegir entre algo como eso. Ambos tenemos un papel muy diferente. Que inmaduro. ¿Dónde estudias, tonto? ¿En el Kinder?

Seth comienza a reír.

- Claro, lo dices sólo porque sabes lo que responderá. Está claro que me elegirá a mí.
- Cuál es tu problema mental.
- Da igual, sólo quiero ver a mi novia. Se acabó el estúpido tema.

Con eso estoy de acuerdo, así que me quedo en silencio mientras Seth y Drew se ponen a charlar. Me quedo mirando por la ventana los siguientes minutos. El día está precioso, soleado, perfecto para cualquier actividad. Estos son los días que más me gustan. Nunca podré entender a las personas a quienes no les gusta algo tan maravilloso como un día lleno de la luz del sol.

No tardamos en llegar a casa de Fabiola. De inmediato ella sale y se sube conmigo en la parte de atrás. Me da un fuerte abrazo.

- Fabiola, ¿A quién quieres más, a mí o a Cristal? -Drew interrumpe el bonito momento. Ruedo los ojos mientras Seth suelta carcajadas. ¿Otra vez con eso?
- Dios, Drew, tú y tus preguntas -Fabiola se pone a reír- A ambos. ¿Por qué?
- ¡Ahí tienes, idiota! -le echo en cara- ¿Ya ves? Esa pregunta no se puede hacer. Ya basta, en serio. Detente. Nadie te pesca.
- Cierra la boca, niña hueca -él se gira en mi dirección, casi asesinándome con los ojos- Ya verás, esto no se quedará así. Ponte alerta.
- Te odio tanto...
- Oh, que gran cosa. No me interesa. También te odio.

El resto del trayecto me quedo conversando con Fabiola por un momento. Luego, cuando ya se nos acaban los temas de conversación que podemos hablar en frente de ellos, cogemos nuestros audífonos y nos ponemos a escuchar música.

La verdad es que no tengo ni idea de a dónde vamos. Seth no me lo ha dicho todavía. Pero tampoco tengo ganas de preguntarle, sé que me gustará de todas formas. Aprecio mucho el hecho de que él quiera hacer de este verano algo maravilloso. Me encanta. Y no tengo ni la más mínima duda de que lo será.

A medida que los minutos de viaje transcurren, el viento que entra por la ventana se va volviendo un poco más helado. Ya no es cálido, en lo absoluto. A pesar de que hay sol, me siento un poco descuidada al no haber traído una sudadera.

Conozco el lugar por donde estamos pasando. Un poco más allá está la playa, esa por la que pasamos cuando fuimos a la universidad de los chicos para ir a su caminata hacia el bosque. El olor a mar comienza a notarse cada vez más y sin darme cuenta ya tengo una perfecta vista de él, en donde sus olas chocan contra las rocas de la costa y los pelícanos gozan de las gotas de agua que saltan sobre ellos.

Toco el hombro de Fabiola, que está muy concentrada viendo su celular. Ella de inmediato se acerca a mi ventana. Tal y como la última vez que pasamos por aquí, miramos al cielo. Las gaviotas vuelan sin parar, algunas haciendo círculos, o simplemente yendo de un lado a otro. Ahora todo es mucho más bonito que aquella vez, porque todo está sin presiones. Todo está bien. Es el comienzo del verano, hay un sol estupendo, no tenemos preocupación alguna y sólo nos queda disfrutar.

- ¿A dónde iremos? -decido preguntar en voz alta, llena de curiosidad.
- ¿No se te da alguna idea? -pregunta mi hermano, en tono pesado- Serás tonta.
- Drew, ya -Fabiola le suplica con la mirada- No seas así con ella.

Mi mejor amiga sale del lado de la ventana, va hacia la parte de atrás del asiento de Drew y lo intenta rodear con sus brazos al tiempo en que deposita un beso en su mejilla. Drew sonríe, seguramente olvidando todo su mal genio interior.

- Lo que estamos haciendo ahora es buscar una playa que esté casi vacía -Seth comienza a responder a mi pregunta- Luego vamos a estacionar en frente, nos bajaremos, te pondrás tu bikini y te meterás al agua conmigo.
- ¿Qué? -no puedo evitar mostrar mi sorpresa.
- Lo que escuchaste.

Paren todo. No. Esto no puede ser. ¿Está bromeando? ¡No sé cómo no se me ocurrió que iba a traerme a bañar! ¡Era tan obvio! ¿Cómo pude no darme cuenta? ¡Es la única razón por la que andaríamos por este lugar! Me siento tan fuera de mi mente. Drew tiene razón, soy una tonta. Una verdadera, de las grandes, de las reales.

- No he traído el bikini -intento buscar una excusa, queriendo ocultar mi desagrado.
- Con eso no hay problema. Me he encargado de sacarlo de tu cómoda y traerlo yo mismo -hace una pausa- De nada.

Me echa una mirada escrutadora por el espejo. Eso basta para saber sus intenciones. Él lo sabía. Sabía que yo odiaría la idea de meterme al mar. Nunca en mi vida lo he hecho, ni siquiera por la orilla. Nunca he tocado su agua. Tampoco sé nadar. Mucho menos me gusta la sensación de tener arena entre los dedos de los pies, ni que ésta me quede pegada a la piel. Odio las piscinas que son hondas, me da pánico ahogarme y me empieza a faltar la respiración. Si me sucede eso con algo tan simple, ¿Cómo se supone que voy a meterme al mar si con una ola basta para que me trague y me ahogue?

Apego mi espalda al respaldo del asiento. Si hay algo que he logrado es controlar mi ira cuando algo me causa un malestar, al menos con Seth, que es mi novio. Lo que menos quiero es portarme mal con él, siendo que siempre se porta tan bien conmigo. Sin embargo, tengo que admitir que no puedo evitar sentir un poco de rabia. ¿Por qué no me lo dijo? ¡Es un malintencionado!

Fabiola me mira desde su lugar. Sé que se siente un poco mal por mí. Por supuesto, ella no tiene problemas. Es una estupenda nadadora. No veo por qué se preocuparía teniendo que andar bañándose en la playa. Si yo supiera hacerlo ahora mismo estaría rebozando felicidad por doquier. Lo malo es que tampoco quiero aprender, porque lo odio. No quiero meterme a piscinas, no quiero meterme a la playa. Sólo a la ducha. O a un río, eso sí es bonito y relajante, porque no tienen olas y son bastante bajitos por las orillas.

- Ah, cariño -Drew llama a mi mejor amiga- También te he traído un bikini.
- ¿Cómo? -su sorpresa es incluso más grande que la que yo he tenido hace un instante- Yo no uso eso, Drew.
- Pero estarás guapa. Ya verás.
- Es que no me gusta.
- Aquí yo creo que está bien -Seth habla, quizás para impedir que se forme una pequeña discusión y así se pueda hablar a solas fuera del auto.

Estaciona a un costado de la vereda. Un hombre, que es cuidador, se acerca a la ventanilla del conductor e intercambia unas palabras con Seth. No presto atención a lo que dicen, pero el hombre no tarda en irse y luego los cuatro nos comenzamos a bajar.

Seth y Drew se van hacia el maletero, sacando lo que sea que hayan traido. Fabiola se queda apoyada por el lado de la puerta en que se bajó. Yo estoy de pie al otro lado, cruzada de brazos y mirando hacia donde sea. Hay silencio absoluto, excepto por los autos que pasan a nuestros costados y el graznido de las gaviotas. Ambos no tardan en coger todo. Drew se va con dos mochilas pequeñas hacia donde está Fabiola, y comienzan a hablar sobre el tema de los bikinis. Seth, por otro lado, viene hacia mí, pero sólo con una mochila grande.

- Tú sabes que quiero verte saltar entre las olas a mi lado -es lo primero que me dice. Pensé que me pediría disculpas, pero no. Él no está arrepentido de haberme traido. En lugar de molestarme, me enternece. Mi corazón siente bonito.
- Sí, y de verdad me gustaría hacerlo contigo. Pero tú sabes que me da pánico tanta agua junta. ¿Y si me ahogo? ¡No quiero morir! -me exaspero, alzando los brazos. Seth comienza a reír en voz alta- No es divertido. Ni siquiera tengo fuerza. Una ola pequeña ya es capaz de arrastrarme.
- Siempre me ha gustado ese dramatismo que le agregas a las cosas de la vida -confiesa, dejando la mochila en el suelo y acercándose a mí. Sus brazos de pronto me rodean- Eres divertida sin querer serlo.
- Y a mí me gusta que me lleves de paseo. Ahora escucha, como a mí me pase algo, te juro que papá no se quedará de brazos cruzados. Te cortaría tus genitales.
- Eso nos causaría un problema -alza una de sus cejas muy picarón, intentando bromear. No sé cómo le hace, pero exploto en risas al instante. Vuelve a abrazarme cuando se contagia de mi risa y entonces deposita un beso en mi cuello.

Al separarse de mí, Seth sonríe, me toma de la mano y cuando Drew con Fabiola terminan de hablar, se unen a nosotros y cruzamos la calle hacia la playa. Está completamente vacía, cosa que me extraña. Tal vez es porque está muy alejada o porque aún es temprano. Sin embargo, es mucho mejor así. Todo es sólo para nosotros cuatro. De alguna manera es más cómodo.

Cuando por fin estoy de pie sobre la arena, me dispongo a mirar detenidamente a mi alrededor. Entonces me doy cuenta de que no hay baños, no hay ningún lugar en donde podría ponerme el bikini.

- ¿Cómo se supone que vamos a cambiarnos? -decido preguntar.
- Oye, sí -Fabiola se da cuenta al momento en que está echando un ojo- No podemos quitarnos la ropa así como así.
- Las vamos a cubrir con toallas contra la roca -nos dice Seth.
- Sí -le apoya Drew. Luego mira a Fabiola con una cara de caliente y psicópata total. Ella lo nota- Contra la roca.
- Te amo -es lo único que le responde, mientras comienza a sonrojarse.
- Nunca tanto como yo te amo a ti -la toma por la cintura y le dice lo mucho que ama sus cachetes rosas.

Seth comienza a sacar toallas de la mochila y las extiende encima de la arena. Mi corazón da un vuelco. Mi mente se llena de recuerdos de esa noche, en el bosque, al costado del lago. No puedo evitar sentir maripositas. ¡Esa experiencia fue increíble! Me encantó. No, me fascinó. Sé que él se la pasó tan increíblemente como yo. Lo hemos repetido un par de veces más, no en el lago, pero sí cuando se da la ocasión. Él es simplemente maravilloso en todos los aspectos.

- Cristal, deberías guardar tu celular en la mochila. No querrás que se moje -me sugiere Seth, sacándome de mis felices pensamientos. Oh, él no tiene ni idea. No sabe que estoy pensando en cosas inadaptadas sobre nuestros cuerpos juntos mientras él está todo iluso e inocente, jaja.
- Oh, claro que no quiero eso -comienzo a quitarme mi pequeño bolso y se lo entrego. Él lo coge y lo guarda.
- Fabiola, tú también -mi mejor amiga se lo entrega. Éste se lo pasa a Seth y él hace su trabajo- En fin, ahora que todo está en orden, es hora de que nosotros les digamos la verdad.

Frunzo el ceño. Cualquier pensamiento inadaptado desaparece de mi golosa y sucia cabeza. ¿De qué habla?

- No tragimos bikinis. Cristal tenía dos, lo sabemos, pero no los encontramos. Registramos todos los lugares de su habitación en los que tenía ropa -admite Seth, como si nada.
- ¿Ustedes registraron mi habitación? -abro la boca. Dios, con ellos no se puede- ¡Eso es invasión a mi privacidad!
- Así que -Drew ignora lo que he dicho- Nos bañaremos con lo que traemos. Pensamos que sería más entretenido.

Lo siguiente que sé es que de pronto estoy el hombro de Seth, con mi cabeza colgando en su espalda. Comienzo a gritar como una loca mientras golpeo hasta donde alcancen mis puños, pero es en vano. Él avanza casi corriendo hacia adelante. De pronto comienzo a ver que sus zapatos pisan el agua, luego ésta comienza a llegar a sus tobillos, a sus rodillas, a sus muslos y ahí es cuando grito como nunca antes lo he hecho. Comienza a bajarme, mis piernas se hunden rápidamente y siento que me congelo. Me abraza contra él y después siento el típico sonido de cuando entra agua en los oídos.

Segundos después, cuando salgo a la superficie, comienzo a toser como desquiciada. Seth aún me tiene agarrada de la cintura con fuerza, para que el mar no me vaya a llevar con él. El agua me llega hasta mi cintura, pero aún así me agarro de sus brazos, apretándolos, tratando de controlar el miedo que siento. Maldito idiota, ¿Cómo se atreve? ¡Estoy toda empapada! ¡Y con ropa! ¿Ahora con qué me iré a casa?

Antes de que pueda comenzar a quejarme y demostrar mi molestia, él pone su mano en mi mentón y me hace verle. Su cabello está para todos lados, gotas caen de él por todo su rostro y tiene una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Recuerdas cuando te tiré a tu piscina? -hace una pregunta que no esperaba. Su voz adopta un tono bajo tan sexy que me hace ver estrellas.

No tengo ni que esforzarme en hacer memoria. Por supuesto que lo hago. Fabiola y yo estábamos listas para meternos. Dejé en claro que no me metería porque encontré que el agua estaba muy helada. Pero Seth se encargó de tirarme dentro en contra de mi voluntad. Entonces lo llamé maldito, y le dije que lo odiaba.

- No podría olvidarlo -le respondo, casi sonriendo. Puede que me haya enfurecido esa vez, pero ahora, al mirar hacia atrás, me hace feliz.
- Ha salido exactamente como ese momento. He puesto mis manos justo en donde lo hice aquella vez -confiesa. Lo miro impresionada.
- ¿Recuerdas algo como eso? -en mi vida no podría describir lo que siento ahora mismo. Yo no puedo decir que me acuerdo, porque el hecho de que me tirara a la piscina fue tan de repente que lo único que pude sentir fue furia. No presté atención a nada más.
- Cada momento que pasé contigo lo recuerdo -me responde. Creo que podría ponerme llorar en cualquier momento- Esa vez me empujaste cuando notaste que te estaba tocando. Ahora te toco, y no tienes idea de lo mal que me sentiría si intentaras alejarme de ti. Pero si tuviera que volver a ese momento no me importaría, porque, de una forma u otra, eso nos traería de nuevo aquí.

Creo que nunca en mi vida me habían dicho algo tan bonito. En realidad, mejor dicho, creo que nunca nadie me dijo cosas tan bonitas. Pero él siempre lo ha hecho, aún cuando muchas veces me dijera cosas que yo detestaba, con el propósito de conocerme más.

Ahora pienso y me pregunto... ¿Cómo pude tratar a alguien como él de la forma en que lo hice? ¿Cómo pude juzgarlo de inmediato, desde la primera vez que lo vi? Hice tal espectáculo ese día, y dije sobre él cosas tan feas. No sólo ahí, sino que seguí haciendo con el transcurso de las semanas.

Si ahora mismo tuviera que volver a ese momento, en el día en que me tiró a la piscina con él, lo haría sin dudar. Creo que incluso sería capaz de volver a llorar noche tras noche después de que me pasó lo que me pasó, con tal de saber que pronto llegará el día en que Seth llegue a mi vida. Él lo valdría. Sé que en el pasado me creía una princesa y que quería que me trataran como una. Hoy en día sé que no lo soy, pero sin embargo, él me trata como una.

- Lo lamento tanto... -le digo, casi al borde de las lágrimas. Él me mira confuso.
- ¿Qué cosa? -una ligera arruga se forma en su frente.
- Haber sido tan desgraciada contigo durante tanto tiempo.

Seth toma mi cara con cuidado y me besa. Sus labios, un poco fríos por la temperatura del agua de mar, siguen sabiendo y sintiéndose tan deliciosos como siempre. Desliza sus manos por mi cuerpo hasta mi cintura y me atrae formando un fuerte abrazo. Llevo mis manos hacia su cabeza y entierro mis dedos en sus cabellos húmedos.

Menos mal nunca me tiré al mar con otra persona. Menos mal Seth me cargó y me metió a rastras. Dudo que habría sido tan maravilloso como ahora, aquí, con él. La verdad, estoy segura de ello. No necesito comprobarlo.

Nuestro dulce beso se rompe, y cuando eso sucede, Seth me mira a los ojos y me dice:

- No hay nada que perdonar, mi pequeña.


♥♥♥

Hola. A éste punto ya quieren matarme y lo entiendo. Sí, sé que aburre que siempre haga lo mismo y realmente lo lamento. ¿Cómo están? ¿Qué es de ustedes? Ojalá les haya gustado este capítulo. Sólo falta uno y adiós a Fresa con Chocolate. Sobre esto, quiero decir que apenas este capítulo llegue a los +8 comentarios subiré de inmediato el siguiente. Es una promesa. Ahora mismo comenzaré a escribir el último y de verdad quiero que sea perfecto. Un beso a todas, las quiero mucho, un abrazo y mis mejores deseos a cada una. Ah, y una cosa más: En el último capítulo, a todas las que comenten, les responderé uno por uno cada comentario, dedicándoles unas palabritas. Adioooos