30 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y seis - Fresa con Chocolate.



Dentro de la cabaña Fabiola me empuja a la cama sin ningún tipo de delicadeza. Me ordena que me recueste de una forma no muy agradable, pero no digo nada, guardo silencio y obedezco. Junto a Marizza corre hacia el baño y vuelven con una pequeña toalla empapada. 

- ¿Dónde hay un cuchillo? -pregunta Marizza, lista para pelar los hojas de Aloe Vera que hemos logrado conseguir en el camino. 
- No tenemos -le responde Fabiola, mientras se sienta a mi lado en la cama- Creo que Drew o Seth han traido uno, pero no podemos entrar por nada del mundo. Ni siquiera sé cuál es. Si lo intentamos tardaríamos mucho.
- Entonces tendré que ir a la cabaña de Aurora y registraré sus cosas. Utilizamos uno en el almuerzo. Debe de estar ahí -sin decir nada más, se voltea, abre la puerta y sale al exterior con apuro.

El lugar queda en silencio absoluto. Fabiola se arrodilla sobre la cama a un costado de mí. Toma la toalla lista para ponerla sobre mi espalda y cuando estoy esperando para sentir la fría sensación de humedad, se detiene.

- Necesito que te quites la ropa.
- ¿Qué? -alzo las cejas, sin verla- ¿Por?
- No puedo limpiarte con la parte de arriba puesta.
- Sí puedes -le llevo la contraria- Nada más levanta todo bien.
- ¡No puedo! -grita, sorprendiéndome- ¡Sólo hazlo!

De acuerdo, nunca se pone así, tan agresiva. Debe de estar muy preocupada. Si no fuera mi mejor amiga, en este momento estaría gritándole su vida y diciéndole unas cuántas cosas más que tal vez olvidé al principio, sólo para asegurarme de que cada palabra le quede bien clara.

Suelto un suspiro, me siento y comienzo a quitarme la sudadera, seguido de mi camiseta de tirantes. Cuando estoy lista vuelvo a recostarme boca abajo. Siento que Fabiola desabrocha con cuidado mi sostén. Vuelve a tomar la toalla y en un segundo está pasándola delicadamente de arriba hacia abajo en toda la zona.

- Lamento haber hecho que te cayeras -se disculpa en voz baja. Suena deprimida. Frunzo el ceño- No fue mi intención.
- No ha sido tu culpa. Además, Marizza ha dicho que me han puesto el pie.
- Pero si no hubiese saltado del susto como una tonta no habría chocado contigo, no habrías tratado de sujetarme, no te habrían puesto el pie por detrás y definitivamente no habrías caído sobre un montón de ortigas. 
- Sé que no te gusta que las personas griten demasiado fuerte y ese grito nos pilló desprevenidas -intento hacerla sentir mejor- No es nada grave. Todo está bien.
- ¿Y qué hay sobre lo que tú sentiste? -pregunta- Sé que no te gusta que te vean en situaciones así, cuando luces dolida o vulnerable. Menos cuando tienes a personas de ese tipo frente a ti.

Me quedo muda. Eso es algo que no puedo negar. De hecho, no puse atención a tal cosa hasta ahora. Supongo que tuve mi mente ocupada sintiendo el ardor y picor sobre mi espalda, en lugar de algo más. Debí parecer realmente estúpida frente a ellas y sé que fue así, que no me equivoco. De no haberlo sido, ¿De qué otra cosa se hubieran reído? Pero entonces recuerdo lo que sucedió después, y sonrío.

- Tienes razón, pero me importa un bledo porque todo lo demás valió la pena.
- ¿Te refieres a lo que le dijimos a Cinthia y Anita? -asiento. Fabiola comienza a reír. Sus risas secan luego de unos segundos, y entonces le digo:
- Gracias por defenderme...
- ¿Para qué están las amigas? 

Se encoge de hombros con despreocupación, pero sé que en su interior siente bonito, tal y como yo. Nunca dudé de ella, siempre he sabido que ante alguna circunstancia de tal calibre ella estaría ahí para mí. Y así ha sido. Cierro los ojos e intento relajarme. Duro así un par de minutos, hasta que Fabiola vuelve a hablar.

- ¿Piensas decirle esto a Seth? Me refiero a lo ocurrido.
- Por supuesto que no.
- ¿Por qué? -casi puede sonar a una reprimenda por parte de mi amiga- Debe saberlo.
- Solamente causaría drama o algo así. No quiero que piense que estoy celosa por su antigua relación con Anita o algo, o que piense que lo único que quiero es que me defienda. No lo soportaría. 
- Sabes que Seth no pensaría nada de eso.  

Es cierto. Lo sé por antemano. Ni siquiera sé por qué me molesto en inventar excusas que sé que no tienen ni el más mínimo sentido.

- Ya, pero es que hay una razón por la que no quiero...
- ¿Cuál? -comienza a interesarse más por el tema. Dudo un poco entre decirle lo que creo que sucede, pero termino soltando un bufido y abriendo la boca.
- Es que no sé, Seth ha estado extraño. Es como si estuviera duro como roca.
- No me sorprende, dado todo el ejercicio que hace junto a Drew.
- Su cuerpo en forma no es a lo que me refiero exactamente -logro sonreír un poco, pero esa pequeña sonrisa se me va de inmediato- Sino que es a su estado de ánimo, no sé cómo explicarlo. Cada vez que lo he abrazado el día de hoy está demasiado tenso. Siento que se esfuerza hasta para sonreír o estar calmado. Mira a todos lados excepto a mí como si estuviera preocupado o pendiente de algo. Me cuesta lograr que se relaje y no dura casi nada. Me preocupa.
- Tal vez sólo está teniendo un mal día -Fabiola intenta ayudar, pero en realidad eso sólo me ha hecho sentir peor.
- ¿Teniendo un mal día cuando se supone que debería estar disfrutando? Es su viaje por la universidad, no el mío. Tal vez me caí en ortigas y lo que sea, pero me la estoy pasando bien. ¿Por qué él no?
- No lo sé, Cristal. De saberlo te lo diría -frota su mano en mi hombro, queriendo darme su apoyo de alguna manera. Suelto un suspiro- ¿Por qué no le preguntas y ya?
- No me lo diría -le aseguro- De haber querido decírmelo ya lo habría hecho. Además, por poco le digo que le amo.
- ¿Qué? -Fabiola no puede ocultar su sorpresa. Seguro ha abierto los ojos a su máxima capacidad- ¿Estás hablando en serio?
- Sí... -confieso, un poco avergonzada- Fue muy extraño. De pronto creí decírselo, pero al parecer lo imaginé. Al darme cuenta comencé a tener pesadillas despierta. Fue horrible. Creo que sólo estoy delirando y el problema soy yo, no Seth. Tal vez él está completamente normal. Dios, ¡Me estoy volviendo loca! 

Agarro mi cabeza entre mis manos y hundo mi cara en la cama. Afortunadamente mis manos ya no pican tanto, casi nada. Todo en mi mente da vueltas. ¿Desde cuando me pasa esto? Porque lo odio, no lo soporto, no lo aguanto más. Quiero que se vaya este malestar. Debo hacer algo.

- ¿En qué momento empezaste a sentirte así? En la mañana estabas bien.
- Por favor, en el fondo tú lo sabes -aprieto los ojos con fuerza.

Nos quedamos en silencio nuevamente. Casi me da pena tener que hablar de esto. Mi corazón late con fuerza sin que yo pueda evitarlo. Siento algo en el estómago, una molestia. Estoy fuera de control, queriendo moverme de un lado a otro sólo para pensar en otras cosas y calmarme.

- ¿Amas a Seth? -y ahí está, la pregunta del millón de parte de mi mejor amiga. Supe que lo haría desde el momento en que le confesé lo que me sucedía. Me quedo callada y cuando nota que no respondo, continúa:- No está mal que lo hagas -no me atrevo a responder, así que agrega:- ¿Cuál es el problema?
- No lo sé, yo... Algo no está bien conmigo esta tarde. No puedo hacer nada y mucho menos responderte con claridad.
- Solamente dime si lo amas o no.

Inhalo, exhalo. No una vez, sino varias. Comienzo a ordenar todo dentro de mí y pienso en el momento en el bosque. No puedo mentir, mucho menos a Fabiola. De haber sabido que un momento como este sería tan complicado y significativo para mí, habría intentado prepararme.

- Creo que sí -admito. Fabiola deja de pasar la toalla sobre mi espalda y se sienta delante de mí. Me apoyo en mis codos y la miro a los ojos. Lo extraño es que, de pronto, al decir eso me siento más tranquila. Incluso sonrío.
- ¿Ves? ¿Eso era tan difícil? -luce orgullosa de mí. Sonríe aún más, confiada. 

Nuestra conversación se ve interrumpida porque la puerta de la cabaña se abre y entra Marizza con el cuchillo en mano. Nos sonríe y se va al baño, que es donde ha dejado las hojas de Aloe vera. No tarda mucho en volver con las hojas ya peladas y listas para ser usadas. Ojalá sirvan de algo.

Fabiola comienza a pasar su sábila por mi espalda con la ayuda de Marizza. Es tan relajante que podría quedarme dormida y no despertar hasta el año tres mil. La sensación es un tanto extraña, pero es agradable al mismo tiempo. 

- ¿Cómo te sientes? ¿Te sigue ardiendo y picando? -me pregunta Fabiola, más de una hora después de haber untado todo en mí. Niego con la cabeza, pero me fulmina con la mirada- ¿Estás segura?
- Sí. Me siento muy bien ahora -sonrío. Es como si nunca hubiese ocurrido nada.
- ¡Me alegro! -exclama Marizza, animada- Ya decía yo que mañana tendríamos que correr al hospital. Yo me enterré una cuando pequeña, pero fue en la pierna y casi nada. No imagino lo que sentiste al clavarte tantas. 

La puerta de la cabaña se abre una vez más y entra Jaqueline, sonriente. Cuando me ve acostada en la cama riendo con las chicas, parece emocionarse.

- ¿Cómo van las cosas, niñas? -se frota las manos y se acerca a mí, observando con atención mi espalda- ¡Que bien! Casi no hay rastro de las picaduras.
- En realidad no siento nada -le hago saber- Me siento como nueva.
- Estupendo. Pero en caso de que vuelva la comezón, no te rasques por nada del mundo.
- Vale, no lo haré. 
- Deben tener más cuidado con las plantas de los bosques, no tienen que olvidarlo. Hay algunas que incluso son venenosas. Gracias a Dios no caíste en una de esas.
- ¿Tan grave sería? -pregunta Marizza.
- Tanto como para decir que incluso podría perder la vida.
- Entonces es una suerte. ¿Puedo quitarme todo esto ya? -pregunto esperanzada. 
- No veo el problema. Adelante -todas sonreímos- Yo voy a volver a donde me corresponde. Ya todos están de vuelta. Pueden salir cuando quieran. Ah, y pónganse algo que les abrigue porque comienza a hacer frío.

Tan rápido como había entrado, Jaqueline sale por la puerta. Me pongo de pie, tomo mi mochila con mis cosas y aviso a las demás que me ducharé. Antes de cerrar el baño con seguro, Fabiola me avisa que estarán esperando para irnos afuera las tres juntas.

Me enjabono bien el cuerpo y al estar lista me pongo ropa cómoda, entre ellas un short deportivo y una sudadera delgada, igual que la que tenía antes. Menos mal traje tres cambios de ropa o de lo contrario me habría tenido que poner la misma.

Salgo del baño lista para salir.

- ¿Ya? -pregunta Marizza, que está mirando por la ventana de la esquina de la habitación. Fabiola, al notarme, se levanta de inmediato de la cama en donde estaba relajándose.
- Sí. Vamos.

 Salimos de la cabaña y no tardamos en divisar a mi hermano y a Seth, un tanto lejos, sentados en unas bancas de madera. Están conversando animadamente.

- Yo ya me voy -Marizza se despide con la mano.
- ¡Marizza! ¡No es necesario! -le dice Fabiola- Anda, quédate.
- Sigo sintiéndome avergonzada por lo de la mañana.
- Agh, ¡Supéralo! -le digo yo ahora, tomándola del brazo y arrastrándola con nosotras.

Marizza deja de resistirse luego de unos segundos luchando. Drew y Seth, al vernos, sonríen de inmediato. Entonces notan a Marizza y afortunadamente no eliminan la sonrisa. Habría sido algo muy incómodo y tal vez la habrían hecho sentir mal.

- Les presento a Marizza -digo en voz alta.
- Un placer -la saluda Seth, asintiendo con la cabeza. 
- Hey -el intento de saludo de Drew es un asco, pero al menos está sonriendo.

Marizza me toma fuerte del brazo y hace lo mismo con Fabiola. Nos atrae a ella.

- Dios, ¿Por qué sus novios tienen que ser tan hermosos? -susurra. Reímos sin poder evitarlo. Pero entonces Marizza se estremece y parece recordar algo- ¡Oh, ustedes, no saben lo que ha pasado! -se dirige a Seth y a Drew. No deja que nadie le responda y continúa:- ¡Cristal hoy se cayó en ortigas! Sobre un montón. Toda la espalda y sus manos quedaron muy rojas pero al parecer ya está curada. Anita la hizo tropezar.

Un silencio horrendo se hace presente. Pongo una de mis manos en mi cara, frustrada, queriendo colgarme de un árbol. Fabiola me da un ligero codazo y luego, con una de sus manos, me da un apretón, como intentando darme fuerzas para enfrentar la situación. Lo que menos quería era que alguien se enterara. 

Cuando despejo mi cara, lo primero que hago es dirigir una mirada hacia Marizza. Ella parece entender lo que acababa de hacer. Da un brinco.

- ¡Lo siento tanto! -se tapa la boca, sin saber qué hacer- ¡No sabía que no querías que lo supieran! No debí decir nada. Yo... Ya me voy -comienza a caminar hacia algún lugar, no sé a dónde, seguramente muy lejos de nosotros.
- ¿Como es eso? -pregunta Drew. 

Al mirarlo, echo un pequeño vistazo a Seth. Un miedo se apodera de mi. Su rostro ha adoptado una expresión que nunca antes le vi. La sonrisa que tenía hace un momento ya no está. Está tieso. Ni siquiera me observa. Sé que está tratando de no atormentarme con preguntas y no decirme algo equivocado.

- No es nada, estoy bien -intento aclarar.
- Te he preguntado otra cosa -recalca Drew, frunciendo el ceño. De pronto me siento fatal, y enferma.
- Cristal no tiene la culpa -Fabiola sale en mi defensa, sabiendo que yo no quiero decir nada sobre lo que puede causar más drama- Estábamos en el bosque y alguien gritó tras nosotras. Me asusté, choqué con ella, intentó sujetarme y cuando se hizo para atrás Anita le puso el pie. Se enterró las ortigas. Anita y Cinthia se burlaron, nos insultaron, dijeron que me eras infiel, no ayudaron en nada, pero les dimos su merecido.

Seth se levanta sin previo aviso con brusquedad al mismo tiempo que Drew, como si fuesen el reflejo o la sombra del otro. En silencio comienzan a irse con decisión a donde están nuestras cabañas. Mi estómago se contrae y mi corazón late con fuerza. Se supone que ellos no pueden aparecerse por allá, está prohibido. Esto es justamente lo que quería evitar. Lo que menos quería era causar problemas.

Con Fabiola comenzamos a ir tras ellos, pero avanzan demasiado rápido. Miro a todos lados para ver si Jaqueline está en algún lugar sabiendo lo que hacemos, pero no, está charlando con Picasso lo suficientemente lejos para no darse cuenta de lo que pasa. 

Al llegar a la primera cabaña, Seth y Drew comienzan a abrir las puertas de cada una, buscando la de Anita y Cinthia. Creo que incluso ni siquiera están pendientes de si los hemos seguido o no. La que buscan termina siendo la número tres, la que está justo delante de la nuestra. Golpean con brusquedad, y cuando abren puedo ver a Anita muy sonriente, casi feliz por la inesperada visita. Pero cuando nota la expresión que traen en la cara y Drew prácticamente la hace un lado para entrar, su sonrisa se va. La puerta se cierra y lo siguiente que escuchamos son puras maldiciones.

Tomo a Fabiola de la mano, porque no soporto quedarme como una tonta ahí parada. Ella está temblando. Terminamos sentándonos en una roca grande, un tanto apartada del lugar. Aún podemos escuchar todo. Seth le grita a Anita tantas cosas, entre ellas que deje de comportarse como una perra infeliz. Comienza a defenderme, dejándole en claro que soy su novia y que nadie puede ponerme un dedo encima. Drew, por su lado, está vuelto loco de ira hacia Cinthia. Luego no entiendo nada más porque las voces del interior se mezclan demasiado y es imposible entender algo al respecto. 

- ¡Terminaste conmigo por ella! -le grita Anita, en un tono más alto que cualquier voz que haya oído, porque destaca entre las otras- ¡Nosotros dos nos amábamos! ¡Pero tú lo tiraste todo a la basura sólo por esa imbécil! ¡Nos olvidaste!

Un ligero malestar se intala en mi interior de forma automática, sin que pueda hacer nada al respecto. Bajo la mirada hacia mis pies, mientras un montón de pensamientos se asoman a mi cabeza. Pensamientos que, definitivamente, no tuve antes.

Me siento un poco mal. No sólo eso, incluso me siento algo estúpida por no haberlo consultado con Seth. ¿Cómo no se me ocurrió preguntarle si, antes de conocerme, él sentía algo por Anita? Quizás sí había algo más que una relación sin sentimientos entre ellos. Quizás yo fui la única culpable de que ellos dejaran de estar juntos. Al parecer yo los separé, porque antes de aparecer, ellos pueden haber tenido una relación completamente normal. Así como los vi en la supuesta galería de Arte. 

- Lo que sea que estés pensando, deja de hacerlo -ordena Fabiola, de un momento a otro. Alzo mi cabeza y la miro a los ojos. Está frunciendo el ceño con preocupación. El sonido de fondo de nuestra conversación siguen siendo maldiciones y cosas ofensivas- Lamento que se hayan enterado, sé que no querías. 
- No es tu culpa. Ni de Marizza. Ella no sabía que era un secreto.
- Tienes que admitir que es mejor que se enteraran.
- ¿Para esto? -hago una mueca- No me gustan estas cosas. Lo único que sacaremos será que Seth se ponga aún más extraño, tenso, ido, distraído y pensativo a como ha estado todo el día.
- Yo digo que necesitan hablarlo -opina. Suspiro y me encojo de hombros.
- Puede que sí. ¿Sigue gustándote el drama? -le pregunto, logrando sonreír. Unas carcajadas diminutas se escapan de su boca.
- Sabes que sí, siempre y cuando no se relacione con nosotras. 

Le doy un ligero empujón con mi brazo y nos quedamos así, hablando sobre cualquier tema para distraernos. El sol ha desaparecido casi por completo, solamente quedan los colores anaranjados, violetas y grises en algunas partes del cielo. Minutos después la puerta de la cabaña se abre, dando paso Drew y a Seth. Sus rostros, sus maneras de caminar y sus cuerpos logran demostrar a lo lejos que todo está mal. Parecen no darse cuenta de que nos encontramos cerca. Tampoco se molestan en echar un vistazo en nuestra búsqueda, simplemente parecen creer que no los seguimos hasta ahí. Juntos se van hacia el interior del bosque, probablemente tratando de llegar hacia sus cabañas y poder pasar desapercibidos.

Las dos nos quedamos en donde estamos, sin siquiera querer seguirlos. Sería estúpido y desesperado. Tampoco tendría sentido. Deben de estar muy enojados y si estamos allí sólo empeoraríamos todo. Así que permanecemos viendo el atardecer y nos mantenemos ahí hasta que está completamente oscuro. Entonces, sólo entonces, decidimos ir a nuestra cabaña.

♥♥♥

¡Aquí estoy! He tardado un poco más en subir pero bueno, ya no importa. Mañana es año nuevo así que espero que todas se la pasen excelente y tengan un genial nuevo comienzo. Planeo subir pronto. ¿Pueden darse cuenta de que sólo quedan cuatro capítulos más? ¡Estamos por acabar! No falta nada, pero nada de nada. Las quiero mucho, un beso enorme, +8 comentarios para que suba nuevamente. ¡Adiós! ¡Feliz año!


26 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y cinco - Fresa con Chocolate.



Jaqueline nos entrega las llaves. Marizza las recibe y juntas caminamos a nuestra respectiva cabaña. No tardamos nada y sin darnos cuenta ya estamos dentro. Hay, en total, seis diferentes camas de una plaza. El lugar no es tan espacioso como pensé, de hecho creí que habrían más de éstas, quizás ocho, pero no. De todas formas es suficientemente cómodo. Tenemos todo para nosotras solas.

Sábanas dobladas color blanco están encima de los colchones y al lado hay mesitas de noche sin nada encima. En la esquina de la habitación hay un botiquín de primeros auxilios sujeto a la pared. De inmediato me voy hacia la cama que más me llama la atención, junto a la ventana. Fabiola toma la de mi lado. Como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, lanzamos nuestras mochilas encima. No puedo aguantar y me recuesto de espaldas, quedándome mirando el techo. Me percato de que el aroma que hay en el lugar no es desagradable, solamente huele como en todos los lugares que no suelen tener personas todos los días. Sin embargo, es acogedor. Es perfecto.

Los minutos comienzan a pasar. Ninguna habla. Yo estoy muy relajada, al parecer Fabiola está igual. Después de un rato más, busco a Marizza con la mirada. Ha elegido una de las camas del frente, específicamente la del medio. Me siento un poco mal por ella. No tengo nada en su contra. Primero Julián terminó con ella y cuando se interesa en dos chicos se da cuenta de que tienen novia. Tal vez otras chicas se enojarían y se burlarían de tal cosa, pero a mí no me causa ni la más mínima gracia. Ella se siente mal. Lo confirmo cuando se sienta con lentitud en la cama, y se queda como estatua mirando sus manos entrelazadas. Verla así me provoca un triste sentimiento.

Observo a Fabiola. Ella es tan parecida a mí. Creo que incluso antes de mirarla ya sabía que iba a estar con su mirada encima de Marizza de la misma forma que yo. Le hago un gesto, como diciéndole que deberíamos acercarnos a ella o decir algo para hacerle saber que todo está bien entre las tres, al menos por nuestra parte. De inmediato asiente.

- Oye, Marizza -la llamo. Levanta su cabeza y me mira confusa- ¿Qué te pareció el bosque?
- Uhm -bacila entre responder o no- Estaba muy bonito. Demasiado. 
- ¿Verdad que sí? -se une Fabiola- ¿Viste alguna liebre?

Marizza sonríe.

- Sí. De hecho, logré ver siete.
- ¿¡Siete!? -preguntamos Fabiola y yo en voz alta, sin poder creerlo.
- ¡Yo ni siquiera logré ver una! -admito, sintiéndome como una completa ciega. 
- ¡Pero si habían bastantes! -exclama Marizza, riendo. Fabiola se une a sus risas.
- De verdad, no puedo entender cómo no vi nada. Supongo que un día lo superaré, pero bueno -suelto un suspiro mientras me incorporo y me siento. Entonces se me ocurre otro tema de conversación- Oye, pensé que querrías compartir cabaña con tu prima.
- ¿Por qué pensaste eso? -alza las cejas, como si yo estuviera diciendo lo más tonto del mundo.
- Porque son primas... -responde Fabiola por mí.
- Ah, pues no. Ni siquiera nos llevamos tan bien. En realidad no nos llevamos bien.
- ¿Y eso? -no puedo evitar sonrprenderme.
- Mamá y yo vivimos juntas, pero desde hace como dos años los padres de Aurora se divorciaron, por lo que a mi tía no le quedó más remedio que venir a vivir con nosotras y traer a Aurora con ella. 

Comenzó a contar. Fabiola se sentó encima de mi cama, para sentirse más cómoda mientras Marizza contaba su historia. En realidad, no me sorprende que ellas no tengan una buena relación de familia. Por la manera en que le gritó cuando estaba con nosotras, noté que había algo malo.

- La verdad es que cuando niñas nos llevábamos muy bien. Jugábamos a las muñecas, a la comidita, todo. Era como una hermana. Continuamos llevándonos así cuando comenzamos a compartir habitación, pero cuando entró a estudiar a la univesidad se convirtió en una persona completamente distinta. Ahora es igual a esas insoportables chicas con las que se junta. No las soporto.

La voz a través de un citófono comienza a hacerse presente. Es Picasso. Intento escuchar cada palabra de lo que dice pero la verdad es que suena como su propio idioma creado por él. Eso, o yo estoy sorda. Hace rato me sentía ciega y ahora esto.

- ¿Qué es lo que intentó decir? -pregunto con mala cara. La cama está muy rica como para abandonarla.
- Es hora de ir al comedor -me dice Fabiola- Hay que almorzar.
- Bien -comienzo a levantarme- De todos modos ya tengo un poco de hambre. Pero oye, Marizza, si no te sientes bien estando con tu prima y sus amigas, puedes estar con nosotros.
- ¡Sí! No hay problema en eso -Fabiola está de acuerdo con la invitación, sonriente.
- Gracias, pero no. Aún intento superar el momento de hace unas horas atrás -comienza a reír- No puedo sentirme más avergonzada.
- Ya pasó, no te preocupes -le doy a por saber- ¿Pero estás segura de que no quieres venir?
- Sí. Al menos, por ahora no.

Aceptamos su decisión. Tampoco es que podamos obligarla. Así que las tres nos vamos caminando hacia la salida. Abrimos la puerta de la cabaña y caminamos hasta el lugar de donde proviene la voz. Cuando llegamos Marizza se va con su prima. Seth y Drew, al vernos, vienen hacia nosotras. Traen una bolsa cada uno, de esas que hemos traído con comida.

- ¡Nos ha tocado juntos! -celebra mi hermano, sacudiendo el cabello de mi novio. Lo abraza fuertemente- ¡No puedo estar más feliz por eso!
- Ya, Drew, basta -lo empuja ligeramente- Sabes que detesto cuando te dan tus momentos cariñosos en público. Hoy no, ¿De acuerdo?
- Eres un aguafiestas -Drew lo mira mal, pero vuelve a abrazarlo e intenta derribarlo. Seth comienza a reír mientras lucha con él. Se nota que son mejores amigos.
- ¡Jóvenes! -la voz de Picasso, fuerte, por poco revienta mis oídos. Siempre dice la misma palabra para llamar la atención de todos. Cada uno se queda en silencio, y Drew con Seth dejan de bromear entre ellos- Era mentira que ésto es un comedor -indica la cabaña tras de él- No es más que una cabaña como las otras, pero más grande. Así que lamento decepcionarlos pero van a sentarse en algún lugar de los alrededores y comerán lo que sea que hayan traído -muchos, sobre todo chicas, comienzan a quejarse- ¡Debemos ser unos verdaderos excursionistas y disfrutar el aire libre! No voy a dejar que mis estudiantes se vuelvan unos idiotas ajenos a la naturaleza. Ahora disfruten su comida.

Los cuatro comenzamos a mirar hacia todos lados en busca de una zona cómoda en donde no llegue tanto sol y el calor no se sienta tanto. Diviso unas rocas bajo un eucalipto justo a la orilla del lago, un tanto alejado. Luce como una parte ideal para comer.

- ¿Vamos para allá? -sugiero. Los tres miran en la dirección a la que indico. Drew sonríe.
- Hermanita, por fin sirves para algo útil -me felicita Drew, dando palmaditas en mi espalda. No puedo evitar reír.
- Gracias por tus admirables palabras.
- De nada.

Sin prisas nos vamos hacia las rocas. Al momento de estar ya en ellas, debajo del eucalipto, nos damos cuenta de la fresca sombra que nos da. Papá siempre me había dicho que este tipo de árboles eran ideales para eso. Cuando miro más allá y veo un álamo, no puedo evitar pensar aún más en él. Son sus árboles favoritos, además de los sauces. 

- ¿Y qué vamos a comer? -pregunta mi hermano, frotándose las manos, ansioso.
- Sándwiches -responde Seth.
- ¿Sólo eso? -frunce el ceño- ¡Voy a morir de hambre! Quiero a mi madre, ahora.
- Es lo único que tragimos -Seth comienza a revisar en el interior de las bolsas- Además de los jugos en caja. Lo demás lo podemos dejar para más tarde y para mañana.
- Es oficial -lo interrumpe- De aquí no nos vamos con vida. ¿Con qué son?
- Queso, jamón, mantequilla. 
- ¿No se echará a perder con las calores hasta mañana? -pregunta Fabiola. Vaya, no lo había pensado.
- Guardamos todo lo demás en los refrigeradores -le cuenta Seth sonriente.
- ¿Dónde hay de esos? -decido preguntar. 
- En una cabaña de por allá en donde nos tocó. Picasso nos lo dijo. ¿La señora no les avisó?

Negamos con la cabeza. Y en eso queda la conversación, porque los siguientes minutos nos dedicamos a comer. Se nota que estamos hambrientos porque casi no decimos palabra hasta terminar cada sándwich, que eran dos para cada uno. Supongo que a nadie le gusta almorzar sólo esto, pero no es tan malo. Los alrededores son bonitos, hay mucho color verde, animalitos y demás. Nadie puede amargarse en un lugar así.

Nos ponemos a hablar sobre cualquier tema mientras reposamos lo que hemos comido. Estoy satisfecha, sin duda alguna. No tengo razón para quejarme. Todo está de maravilla y estoy segura de que estaremos bien hasta mañana. Hemos traído lo suficiente y no quedamos con hambre.

- Durante la tarde no podremos estar con ustedes -avisa Drew, de repente, mientras acaba su jugo.
- ¿En serio? -Fabiola alza las cejas- ¿Qué harán?
- Según Picasso debemos ir a fotografiar lugares. Supongo que será para un trabajo.
- Los hombres iremos con él. Las chicas con la señora esa. Jaqueline, creo -agrega Seth.
- ¿Y qué haremos nosotras, entonces? -pregunto a Fabiola. Y recuerdo lo que tenía ganas de hacer- ¡Oh, debemos recorrer todo! Mientras las demás se ponen a sacar fotos, nosotras podemos estar pendientes de otras cosas.
- Estoy de acuerdo -Fabiola y yo chocamos los cinco- Tal vez podamos decirle a Marizza que esté con nosotras, para que no se aburra.
- ¿La niña loca que babea por Seth y por mí? -se burla Drew. 
- No seas tan malo -le pide mi amiga- No es una persona detestable. 
- Pensé que se había enojado con ustedes -comenta Seth.
- Creo que no se enojó, solamente se sintió avergonzada -intuyo- No sabía cómo reaccionar ante eso, entonces hizo ese pequeño alegato y se fue. Compartimos cabaña con ella.
- Fabiola, ten cuidado -sugiere mi hermano- Te podrías despertar a mitad de la noche y ver a Marizza registrar tus cosas y oliendo ese osito de peluche que te di. Uno nunca sabe -comienza a partirse de risa por sus propias bromas. Seth explota en carcajadas- ¿Te la imaginas ahí, tío? Deleitándose con mi aroma y atacando a Fabiola cuando ella intenta arrebatárselo. 

No tardan mucho en dejar de burlarse de Marizza, porque Picasso comienza a llamarlos para comenzar la caminata fotográfica. Jaqueline, a su lado, comienza a llamar a nosotras las chicas. Los cuatro echamos las cajitas de jugo a una bolsa, arrugamos todo y lo llevamos a un bote de basura que se encuentra a unos metros. Luego nos despedimos y nos vamos a reunir a nuestros grupos correspondientes. 

- Chicas, haremos una caminata para tomar fotografías. Su profesor lo ha dado como una actividad, así que deben hacerlo obligatoriamente, ¿De acuerdo? Sólo por ésta vez tienen permitido usar sus celulares, en caso de que no traigan consigo una cámara -Todas asienten, excepto nosotras. Jaqueline se da cuenta- Ustedes no deben hacer nada de esto. Pueden acompañarnos y hacer lo que quieran, pero no tienen que perderse. Tendrán que ser cuidadosas.

Desde luego estamos de acuerdo y en cinco minutos ya nos estamos adentrando en el bosque, pero al sentido contrario del que llegamos, es decir, a una parte del bosque que no habíamos visto. Jaqueline va en el frente, le siguen las demás y por último, al final, las seguimos nosotras. 

Por fin logro ver una liebre. Marizza y Fabiola me la muestran, pero cuando intentamos acercarnos sale corriendo como si su vida estuviese en peligro y tuviera que escapar más rápido de lo que lo ha hecho jamás. Es una lástima, porque, en realidad, tocar una sería todo un privilegio. Pero lo más seguro es que si la obligo me muerda y me saque un pedazo. Definitivamente no quiero eso.

No llevamos ni quince minutos dentro del bosque y me doy cuenta de que mi cuerpo comienza a agotarse. Mis piernas ya no se mueven con tanta facilidad como hacían por la mañana y mis ojos se sienten pesados. Sujeto con fuerza el brazo de Fabiola, pero ella se queja.

- No te cargues tanto -me pide, casi en súplica- Apenas puedo avanzar.
- Lo siento -giro mi cabeza hacia un lado- Marizza, ¿Por qué tú no luces exhausta? Déjame decirte que deberías estarlo. Lo tuyo no es normal. No es sano.
- ¿Estás bromeando? Yo soy toda una excursionista. Todos los años voy a subir por los cerros con mi familia y acampamos durante tres días. Por mí caminaría varias horas más sin detenerme.
- Chica, te acabas de ganar mi respeto absoluto.
- Y el mío -Fabiola tiene una mirada de admiración- ¿Cómo lograban tener comida suficiente? Supongo que llevaban cosas simples, como fruta, pan, chatarras, y cosas así.
- Para nada -Marizza niega con la cabeza, ansiosa por darnos una explicación detallada- Nos poníamos a cazar nuestra propia comida.
- Tú estás bromeando -comienzo a reír. Pero cuando me doy cuenta de que soy la única que lo hace, me apresuro a preguntar:- ¿Lo dices en serio?
- ¡Claro! Es lo más genial del mundo. No sabes lo deliciosas que son las liebres y los peces recién sacados del río. Mm -finge chuparse los dedos. No puedo evitar sorprenderme ante eso-, un manjar.
- ¿Se las comían crudas? -hago una mueca de asco.
- No, eso sería horroroso -se pone a reír- Las atravesábamos con un palo y las poníamos sobre una fogata. Lo mismo con los peces.
- ¿Y a qué sabía? -pregunta Fabiola, con los ojos abiertos como platos- Es decir, dicen que el sabor cambia cuando se les cocina así. 
- No puedo explicarlo con palabras. Pero debes probar.
- Desde luego que lo haremos -aseguro sonriente. 

No. Nunca en mi hermosa vida lo haré. O sea, tal vez lo haga, pero no si la he cazado en medio del bosque y tengo que ver la forma en que la matan, le quitan el pellejo y la asan. Mi corazón no podría soportar tal cosa. Me niego.

- Por mí, iría a sugerir ahora mismo a Jaqueline que mataramos algunas para comerlas en la cena.
- Oh... -no encuentro qué decir a eso, porque la idea me parece horrible. No puedo evitar echar una mirada a mí mejor amiga. Su rostro describe el desacuerdo que siente. Niega con la cabeza desesperada, queriendo que haga algo- ¡Oye! Marizza, la verdad eres mucho más agradable de lo que creí. Me caes bien.

En realidad no es una mentira, pero no encontré una manera mejor para cambiar el tema. Sin embargo, parece funcionar, porque la chica sonríe de oreja a oreja. Esto hace que yo sienta algo cálido en mi interior. La verdad es que ella nunca me cayó mal, nada más me parecía un poco molesta su manera de comportarse en algunas ocasiones. 

- Espero que Fabiola opine lo mismo -la mira, esperanzada, queriendo que diga algo.
- Por supuesto que lo hago -asegura Fabiola, sonriendo un poco apenada- No tengo nada contra ti.  
- Lamento haberme comportado así -confiesa, recordando el incidente por la mañana- De verdad, no tenía idea de que...
- Eso ya está olvidado -la interrumpo- Entendemos que no te diste cuenta.
- Cualquiera se equivoca. Todo está bien -Fabiola le pellizca el brazo con ternura. Marizza suspira.
- Gracias. De verdad. 

Jaqueline grita diciéndonos que es hora de detenernos, y que podemos recorrer algunos metros a la redonda para tomar algunas fotografías. Vuelve a repetir que ninguna se aleje demasiado en caso de que corra el riesgo de perderse. 

Marizza, Fabiola y yo comenzamos a caminar hasta la orilla del lago, que está muy cerca a sólo unos veinte metros, aproximadamente. Nos sentamos en la orilla con cuidado de resbalar y caer dentro. Ninguna quiere quedar empapada en medio del bosque y tener que caminar de regreso con la espantosa sensación de un cuerpo pegoteado. 

Tomo una ramita delgada y comienzo a salpicar contra el agua. Me sorprendo cuando un montón de pecesitos bebés comienzan a nadar hacia todos lados, escapando de mi inesperado ataque. 

- Acabas de destruir su casa -me reprende Fabiola negando con la cabeza, mientras me dirige una mirada de desaprobación total.
- Técnicamente, todo el lago es su casa -intento defenderme- Sólo salpiqué.
- ¡Los asustaste! -me apunta con un dedo amenazante.
- ¿Qué tiene? Son peces, todo les causa eso -le explico riendo, casi sin poder creer que se ponga así por esto. Me divierte- Además, seguro ya lo olvidaron. Han pasado diez segundos.
- Puede que tengas razón -me da un ligero empujón con su hombro.
- ¿Qué tiene que ver eso con que lo hayan olvidado? -pregunta Marizza, frunciendo el ceño en señal de confusión. Está mirando el agua fijamente. De a poco, los peces vuelven a juntarse justo en donde yo había salpicado con la ramita.
- Dicen que estos animalitos tienen muy poca capacidad de memoria. Es algo así como Dori, en buscando a Nemo. 
- ¿Y tú crees que es verdad? -se pone a reír. Pongo una mano en mi pecho, un poco ofendida.
- ¡Por supuesto!
- Ahora que me acuerdo, la otra vez leí un artículo que decía que ese era un mito completamente falso -nos cuenta Fabiola. Se encoge de hombros- Pero no sé si será verdad.

Una garza vuela hasta la orilla, bastante cerca de nosotras. Nos quedamos mirándola en silencio, sin hacer ningún movimiento. Se queda como una estatua, con sus ojos fijos en el agua, lo que me hace recordar a Marizza hace unos segundos. Pero nos sobresaltamos cuando hunde su pico con rapidez y extrae un pez. Se lo traga en un santiamén.

- Y me regañas porque salpiqué -susurro a Fabiola, extasiada por lo que acabamos de ver.
- No es divertido -me responde de la misma manera- El pobre pez ha muerto. No lo merecía.
- ¿A quién le importa? Es el ciclo de la vida. 
- Mira, Mufasa, no me interesa el ciclo, la cosa es que se lo comieron. 
- Seguro ya lo olvidó -me burlo, explotando en sonoras carcajadas. La garsa se asusta y se aleja con rapidez, para luego comenzar a volar. Cierro mi boca.
- Genial. La espantaste -Marizza rueda los ojos- ¡Jamás tuve una tan cerca!
- Tienes una risa muy delicada -bromea Fabiola. Ruedo los ojos, pero aún así me río.

No pasan ni cinco minutos más cuando decidimos volver hacia el bosque con las demás. Hemos visto una Codorniz salir de entre algunos pastos lo suficientemente altos como para que pudiera esconder allí su nido. Me siento tan ansiosa que me cuesta un gran esfuerzo mantenerme sigilosa. Pero cuando llegamos a la pequeña zona, alzo un poco mi cabeza, para poder ver bien si hay uno o no.

- ¿Por qué no sólo te acercas, haces a un lado el pasto y ya? -pregunta Marizza.
- Si hago eso podría quedar mi olor y puede que su madre ya no quiera cuidarlos -le doy una lección de sabiduría. Mi papá me lo contó- ¡No podemos permitir eso!
- ¡Oh, sí hay huevitos! -grita Fabiola con emoción- ¡Son pequeñitos!

Alzo mi cabeza un poco más y sonrío como nunca cuando me doy cuenta de que es cierto. Comienzo a decir lo maravilloso de la experiencia cuando Marizza, como era de esperarse, me interrumpe.

- ¿Y si nos los llevamos? No es por alardear, pero muchas veces con mi familia los sacábamos y supongo que ya saben lo que hacíamos después.
- Uhm, Marizza, ¿Hay algún animal al que no hayan matado o comido? -pregunto con interés- ¡Se me rompería el corazón si saco este tipo de huevitos! Tan pequeños y llenos de manchitas. No. No podría.
- ¡Estás desperdiciando tu paladar! -exclama desesperada- ¿Siquiera cazaste estos pájaros? Las escopetas son esenciales. Son incluso más ricos que un pollo.
- Oh, por favor -pongo una mano sobre mi cara- No sigas.

Jaqueline comienza a llamarnos a todas para que nos reunamos en donde habíamos estado, diciendo que seguiremos más allá. Cuando volvemos, nos quedamos de pie un tanto alejadas. Justo en ese momento comienza a sonar un extraño sonido, algo así como un golpeteo rápido, pero ligero. Creo que si el bosque no estuviera en un silencio absoluto como este, jamás me abría percatado.

- ¡Marizza! -una voz que no es muy conocida se hace escuchar. Giro mi cabeza en dirección. Es la prima de Marizza llamaba Aurora, si no me equivoco, y está acercándose. La sigue su grupo, ese en donde están Cinthia y Anita.

Ignoramos el resto. Fabiola también logra escuchar los golpeteos. Comenzamos a mirar hacia las copas de los árboles, queriendo saber qué hace tal cosa. Fabiola toca mi hombro y apunta hacia un árbol en específico. Entonces lo veo. Seguramente no lo habría logrado por mí misma por lo ciega que soy. Un pájaro carpintero muy chiquito está haciendo un agujero en el tronco. Mi pecho se oprime de la ternura.

- Es bellísimo -halago al ave, tan concentrado en su trabajo- Nunca había visto uno.
- Mira sus colores... -susurra Fabiola. En efecto, son unos admirables: Su cabeza es de un brillante color rojo y el resto de sus plumas varían entre blanco, café y negro, no logro saberlo muy bien.
- ¿¡Qué están viendo!? -sueltan un grito. 

Fabiola da un salto enorme, choca contra mí, me agarro de ella para que recupere la compostura pero entonces me hago para atrás y tropiezo con algo. Lo siguiente que pasa es que caemos al suelo, ella sobre mí. Entonces siento un fuerte dolor en mi espalda, sintiendo que algo se me entierra, acompañado de un enorme ardor. Suelto un grito. Fabiola, asustada, se quita de encima con dificultad. Intento pararme, llena de desesperación, pero apoyo mis manos en el suelo y se me escapa otro grito, porque siento que se me entierran más cosas. Lo siguiente que sé es que me agarran y me levantan.

- ¡Lo siento tanto! -vuelven a decir, pero esta vez otra voz. Alzo la cabeza. Es Anita. Se nota a la legua que quiere reír. 

No respondo. Apoyo mi espalda contra un árbol, aguantando el dolor que crece en mi espalda y mis manos. Es insoportable. Me siento desorientada, porque ni siquiera sé de dónde ha venido. No es un dolor del golpe. Es otra cosa. 

- Cristal, ¿Estás bien? -Fabiola, preocupada, me toma la cara y hace que la mire. Asiento con la cabeza, aún sabiendo que no es así, pero no pienso lucir como una débil en frente de nadie. Intento llevar mis manos hacia mi espalda y rascarme, pero sólo alcanzo una parte de ésta. Toda mi espalda está llena de ardor y picor- ¿Qué te pasa?

Quita su atención de mí. 

- ¿Qué es eso? -pregunta a quien sea, viendo las plantas verdes sobre las que me he caído. Nadie responde- ¿¡Qué es!?
- Parece que son ortigas... -dice la prima de Marizza, nerviosa.
- Maldita sea, ¡No aguanto! -la impotencia que me da el no poder rascarme bien es enorme. Sigo intentando lograr que mis brazos lleguen a todos lados.
- ¡No te rasques! -me ordena Fabiola, llevando mis brazos hacia adelante- Sólo va a hacer que empeoren las picaduras. 
- ¡Ay niña, no exageres! -exclama Anita- ¡Sólo son unas plantas!
- ¿Quién es tan ida como para caerse sobre ortigas? -agrega Cinthia, burlesca. 
- No fue su culpa -aclara Marizza- Anita hizo que se tropezaran.
- ¿Yo? ¡Si la otra se asustó y la chocó!
- ¡Noté cuando pusiste el pie! -Marizza contraataca. 
- ¡A nadie le importa! Deja que se pudran solas -le dice Anita- A ver si con eso logran estar más atentas al bosque. 
- Mi amiga tiene razón -la apoya Cinthia, riendo- Por tontas les pasa. No es culpa nuestra que el par no se sepa cuidar.
- ¿¡Se pueden quedar calladas!? -Fabiola explota en ira- Las dos no son más que unas resentidas. No me sorprende que Seth y Drew se hayan limpiado el culo con ustedes. 

Todas nos quedamos en silencio y estoy casi segura de que mi boca se ha abierto hasta llegar al suelo. Decido ignorar el ardor en mi cuerpo y observo con atención la escena. Jamás vi a mi mejor amiga así. Jamás la vi defenderme con tanta intensidad. Sólo para hacerlas enojar, suelto una risa extendida, que es fingida en su totalidad.

- Turn down for what! -grita Marizza. Casi puedo verla bailar la canción.
- ¡Cállate! -le ordena Anita. Dirige sus ojos hasta Fabiola- La próxima vez que vuelvas a repetir eso voy a hacer que te tragues tus propias palabras.
- No te tengo miedo -Fabiola no se inmuta, lo que me sorprende aún más- Están celosas porque Seth y Drew nos prefieren a Cristal y a mí. Todo el día han estado pendientes de nuestras vidas y buscan maneras de volver a tener la atención de ellos. Me dan asco. Ustedes averguenzan al género femenino, haciendo algo tan cobarde como atacar a alguien por la espalda por un hombre.

Si tuviera un bol de palomitas de maíz al alcance de mi mano, me sentaría y las comería con cautela sin perderme ni un segundo de este increíble momento. ¡Fabiola es toda una fiera!

- Nena, ¿Estás segura de lo que estás diciendo? -Anita comienza a soltar carcajadas- Parece que no tienes muy bien vigilado a tu querido amorcito, ¿Verdad? Porque, déjame decirte que tu Drew ha estado siéndote infiel con Cinthia durante todo este tiempo. Te ve la cara de idiota babosa a cada momento, pero no se atreve a decírtelo.
- ¿Quieres saber todo lo que hacemos cuando no estás? -le pregunta Cinthia, muy cínica- Te lo puedo contar todo con lujo y detalle. Por mí no hay ningún problema. Yo encantada -comienza a acercarse a Fabiola. Se han puesto a jugar muy sucio. No tienen por qué decir algo así. Estoy a punto de meterme- Después de todo lo hemos hecho tantas veces que es imposible que olvide algo.

Es todo.
- Encantada estoy yo de saber que mi hermano no se alcanzó a contagiar de herpes cuando estaba contigo -me burlo en su cara, acercándome a mi amiga, para que sepa que tiene mi apoyo- Es más, ¿Quieres que te recuerde lo que pasó en el bus, cuando te dijo lo que dijo? Estás tan desesperada por él y tan necesitada que no te resignas a que ya no hay nada. ¿Alguna vez te dijo que te amó? No. Pero sí se lo ha dicho a Fabiola. Se lleva bien con su familia, salen juntos, ríen a cada momento y se quieren por lo que son -Cinthia no dice una palabra- Y no estoy feliz de decir esto, pero yo jamás pensé que Drew iba a convertirse en quien es ahora. Antes, cuando estaba contigo, era un mocoso. Ahora es un hombre. Sabe lo que quiere, lo cuida y no deja que nadie se lo arrebate. Estoy orgullosa de quien es. Puedo confirmarte de que él no es un mentiroso. A mí jamás me ha mentido -pongo mi mano sobre mi pecho. Recuerdo las veces que me llamó superficial y cuando me dijo que estaba cambiada, que ahora era dulce. Mi instinto protector de hermana crece- Y pongo mis manos al fuego por su relación con mí mejor amiga.

Y nadie dice nada más. La tensión del momento comienza a irse. Anita y Cinthia nos miran tan mal que puedo ver llamas en sus pupilas. La prima de Marizza, Aurora, está nerviosa mordiéndose las uñas. Y Marizza está fascinada.

Jaqueline viene hacia donde estamos justo en el momento en que mi cuerpo comienza a reaccionar y el ardor vuelve a hacerse presente. Creo que fue el impulso del momento lo que me llevó a olvidar la sensación horrible en mi espalda y mis manos.  

Cinthia y Anita se van con rapidez antes de que Jaqueline alcance a llegar a donde estamos. Aurora se queda, mirándonos sin saber qué hacer, pero termina dándonos una mirada de dolor y luego desaparece. Noto la cara de decepción en Marizza.

Fabiola se pone en estado de alerta y me observa, quizás preguntándome si quiero dar a conocer a Jaqueline lo que ha sucedido. Niego con la cabeza. Ya es suficiente por hoy y no quiero armar un alboroto teniendo que probar que fueron ellas las que me hicieron caer.

- ¿Qué sucede aquí? -pregunta, aparentenmente molesta- ¿Por qué han gritado tanto? 
- Cristal se ha caído sobre las ortigas -explica Fabiola, aún preocupada.
- ¿Cómo pasó? ¡Esto no es bueno! ¿Dónde te han picado?
- En la espalda, y las palmas... -le digo.
- Necesitas mostrarme eso. 

No me deja responder y me hace girar sobre mis talones. Levanta mi delgada sudadera y mi camiseta de tirantes. No se queda observando por mucho, pero sí lo suficiente como para llegar a una decisión. Cuando la baja, me vuelvo en su dirección.

- Vamos a tener que volver todas a la cabaña...
- No, espere -la detengo- Sé el camino de regreso. No es necesario llegar a esos extremos. Estoy bien.
- ¡Pero te has enterrado ortigas en toda la espalda y manos!
- Lo sé, pero ellas tienen una calificación en juego. No tienen la culpa -al menos no todas- De verdad, no es necesario. Y si no es mucho pedir, no quiero que nadie se entere de esto.
- Eso es algo que no pasará. No puedes continuar. Te pondría en riesgo.
- ¿Y si nos deja volver solas? -propone Fabiola.
- No puedo dejarlas hacer algo como eso. Están bajo mi cuidado. 
- Puede decirnos qué hacer y nosotras la vamos a obedecer -insiste Marizza.

Jaqueline parece dudar un poco, pero termina soltando un suspiro de resignación muy notorio.

- Tienen que tomar un paño húmedo y pasarlo por toda la espalda de su compañera, pero en la misma dirección. Esto es en caso de que quede rastro de ortiga en su cuerpo -comienza a indicarnos- Si en el camino ven Aloe Vera, corten un pedazo y hunten su sábila en la zona. Déjenla ahí por un rato y puede que el ardor, la hinchazón y las picaduras se eliminen. Si todo esto persiste hasta mañana por la mañana, deben hacérmelo saber. 
- De acuerdo -responden Fabiola y Marizza al unisono.
- Voy a pasar a su cabaña en cuanto estemos de vuelta. ¿Están segura de que recuerdan el camino?
- Sí -vuelven a responder.
- Confiaré en ustedes. Tengan mucho cuidado.

Y es todo lo que pasa, porque al segundo nos giramos y comenzamos a caminar de vuelta al inicio. Fabiola, queriendo cuidarme o protegerme, me toma del brazo con seguridad y me atrae hacia ella. Marizza hace lo mismo con el otro brazo. Mi espalda no ya la siento tan mal como al primer momento, pero espero que todo pase pronto. No lo soporto. Pero al menos le he dejado las cosas bien claras a la tonta de Cinthia. Nadie se mete con mí mejor amiga ni con mi hermano.

♥♥♥

¡Hola! Este capítulo ha estado más largo de lo normal, a mi parecer. Yo quería subir antes, pero los comentarios se tardaron demasiado y bueno, no me quedó más remedio que subir hoy. Aparentemente la novela no acabará antes de año nuevo como quería lograr, pero bueno, no importa. Espero que tengan unos días muy bonitos. No olviden, +8 comentarios para que vuelva a publicar. Ah, ¡Feliz navidad! ¡Las quiero! 




23 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y cuatro - Fresa con Chocolate.



Camino pisando el tierno pasto del húmedo suelo. Como estamos en un bosque, los árboles impiden que los rayos del sol puedan chocar contra la tierra y lograr secarla, así que la temperatura no es sofocante como en la carretera.

Tropiezo con una roca pequeña y por poco me caigo. De inmediato me sujeto de Fabiola. La sangre comienza a subirme a la cabeza. Que vergüenza. Odio cuando pasa eso. Miro hacia todos lados para saber si alguien me vio. Al parecer no. ¡Uf! Menos mal.

- ¡Patas de lana! -escucho que grita Drew, más por atrás de nosotros, muerto de la risa. Seth y unos amigos suyos van a su lado, pero lo miran sin entender. Ellos no me han visto- Tu cuerpo se movió de tal forma que parecías un espagueti remojado. ¡Tonta!
- ¡Cállate! -grito aún más fuerte que él, volteándome- Dios, podrías conseguirte un novio más inteligente. Soy tu mejor amiga, sólo quiero lo mejor para ti.

Alzo mi cabeza para ver a Fabiola. Se encuentra apretando los ojos, aguantando sus ganas de burlarse de mí con todas sus fuerzas. Sin embargo, sus esfuerzos son en vano porque de pronto explota en carcajadas.

- Te ha dicho patas de lana -me apunta con el dedo, casi llorando.
- No puedo creer que te estés riendo. No le encuentro la gracia.
- Espagueti remojado -ignora mis palabras mientras continúa riendo, mientras mira al cielo.
- ¡Fabiola! -me cruzo de brazos, furiosa.
- Lo siento, es que ha sido increíble. No me culpes. Culpa a Drew -logra calmarse un poco- Deberías tener más cuidado en el resto del camino. La tercera es la vencida.
- No es cierto -miro hacia otro lado y de pronto siento que tropiezo con otra piedra. El brazo de Fabiola vuelve a salvarme y logro incorporarme. Sus risas vuelven a hacerse presentes.
- ¡Chichicuilote! -me grita Drew. Me volteo cabreada. Ahora él y todos sus otros amigos están muertos de risa, apuntándome y diciendo quizás qué cosa de mí. Seth le da un golpe en la cabeza a mi hermano, frunciendo el ceño. ¡Que le den!
- Dios -Fabiola, nuevamente, intenta calmarse. Tarda unos segundos en hacerlo, pero lo logra- Pensé que sólo te pasaba con las chanclas. ¡Que risa!
- ¿Cuáles chanclas? -pregunto, lanzándole una mirada llena de mala onda.
- Las que te ponías en el verano. Cada que ibas con ellas, por poco aterrizabas tu cara contra el pavimento. 
- No me lo recuerdes -ruedo los ojos.
- Tú preguntaste -me abraza, pero la vuelvo a mirar mal- ¡Ay, ya! No te enfades. Sabes lo mucho que te quiero.
- También te quiero mucho -no puedo evitar sonreír- Pero eres mala.

Lo siguiente que pasa es que Fabiola pasa su brazo entre el mío y seguimos caminando, pero ahora en silencio. Sus ojos viajan de un lado a otro, admirando cada flor, cada árbol, cada ave que vuela por entre las ramas buscando un lugar adecuado para posarse. 

Es una lástima que yo no pueda hacer lo mismo. Lo único que hago es pensar en el acontecimiento de hace un rato atrás, cuando estuve con Seth y tuve esas pequeñas imagenes pasando por mi cabeza contra mi voluntad. En realidad fue como una pesadilla, porque todo fue tan confuso, un momento estaba viendo a Drew con un estado de ánimo, de pronto veía a Fabiola, a Seth, luego yo lloraba... Y de verdad, fue como si estuviera viviendo ese dolor. 

- ¿Dónde demonios está el puto lago? -un Drew muy alegón rodea nuestros hombros con sus brazos- Me duelen los pies.
- ¿Te llevo la mochila? -le pregunto, burlándome de él.
- Te odio.
- Oye, Drew -lo llama Seth, mientras siento sus pasos acercándose. Drew quita su brazo de mi hombro y Seth me abraza por detrás. Sonrío- ¿Dónde está tu espíritu masculino? No debes quejarte en frente de nuestras chicas. Nos haces quedar mal. 
- Demonios, tienes razón -se pasa la mano por el cabello- Era mentira, no me duelen.
- ¡No mientas! -le reprende Fabiola, dándole un empujón mientras ríe. Drew ríe con ella, toma su cara entre sus manos y la besa.
- ¡Oh! -exclamo- ¡Esto es genial! Fabiola, ¿Te gusta el sabor? Mm... -me lamo los labios- Que ricos moquitos. Y cerilla.

Las mejillas de Fabiola se ponen rojas. Yo exploto en carcajadas.

- ¿Moquitos? ¿Cerilla? -cuestiona Drew- A mentitas será.
- Mentitas mi abuela -sigo riendo- ¡Que asco! Cepíllate. Te lo recomiendo. Aunque bueno, no es necesario porque se ve que a Fabiola le encanta.
- ¡Cristal, ya! -ella me mira mal- No es divertido.
- ¡Te pasa por burlate de mis tropiezos y mis chanclas!
- ¿De qué están hablando? -pregunta Seth- No entiendo nada. 
- Lo que pasa es que... -comienzo a explicar, pero Fabiola me interrumpe.
- ¡Bien, diré la verdad! -ella suspira en derrota. Mira a Drew fijamente a los ojos- En el bus hice que te comieras tus propios mocos y la cera de tu oreja.
- ¿Qué? -la boca de mi hermano se abre- ¿Cómo es eso?
- Fue un juego -le da un fuerte abrazo, mientras sonríe- Te amo.
- ¿Hiciste que me comiera tal cosa? -continúa preguntándole.
- Sí, pero oye, no te sientas mal. Ni siquiera te diste cuenta. Me pareció divertido.
- Fabiola... -está a punto de ponerse a discutir, pero se queda en silencio y luego parece reaccionar- Tienes razón. No hay problema. Además, yo soy delicioso, por lo que mis suciedades deben ser deliciosas también.
- Ya Drew, que asqueroso, que cerdo -lo ataco.
- ¿También yo me comí mis mocos? -me pregunta Seth, curioso. Me acerco a él y acaricio su mejilla.
- Por supuesto que no -lo beso en los labios. Él sonríe- Solamente puse mi cabello en tu nariz.
- Que considerada eres -besa mi frente- Y hermosa.
- Fabiola, eres tan traviesa como yo. Por fuera eres como un dulcesito, todo llamativo y apetecible. Pero por dentro eres una explosión de ácido -le dice Drew, boquiabierto, pero encantado- ¿Nos casamos?
- Está bien.
- ¡Desde ahora soy casado! -avisa mi hermano, tomando a Fabiola de la mano. El grupo con el que va Marizza se voltea en nuestra dirección. Entre ellas, Cinthia- ¡Oye, Cinthia! ¡Olvídame!

Ella rueda los ojos, dándose la vuelta mientras continúa caminando.

- ¡Drew! -Fabiola le golpea el brazo- No seas tan malo. 
- ¡Estoy feliz! -exclama- ¡Cuando estoy feliz necesito burlarme de la gente!
- Lo sé, pero... -mi amiga deja de hablar al momento en que desvía su mirada hacia otro lado- ¡Una liebre! -apunta con el dedo- ¡Miren, allá!

Le hacemos caso. Con rapidez nuestros ojos se quedan observando hacia un enorme arbusto. Arbusto en el que no hay nada, por supuesto. 

- ¿Dónde? -preguntamos Seth y yo al unisono.
- Creo que se metió al agujero de un poco más allá. Pero no estoy segura -vuelve a apuntar. Sí, hay una madriguera a la vista.
- Al parecer -le digo asintiendo- ¿Cómo era? Desde hace mucho que no veo una.
- Bastante grande, sin duda alguna. ¡Y bonita!
- Fabiola, sé que es grande y que te gusta, pero por favor, que quede entre los dos -le dice Drew- Me halagas demasiado.
- ¡Que mal pensado! -Fabiola se pone a reír- Eres un grosero. Y así llamas vulgar a Cristal por su vestimenta. Eres un descarado, Drew.
- Son bromas -Drew la besa en sus labios, divertido.
- ¡Jóvenes! -Picasso se hace escuchar desde adelante- ¡Ya estamos por llegar! ¡Recuerden que cuanto estemos allá se les asignará una cabaña! 

Durante los siguientes minutos, Seth comienza a preguntarme si acaso me duele alguna parte de mi cuerpo. Le digo que no, pero sigue desconforme. Me escruta con la mirada y sus ojos me recorren de pies a cabeza, tratando de hayar una mala postura o ver si acaso evito pisar de alguna manera. Sé que confía en mí, que en el fondo sabe que estoy perfectamente, pero le cuesta entenderlo y confiar en que no va a  pasar nada.

- ¿Estás segura? -insiste. 
- Sí, de verdad -vuelvo a repetir- Me siento muy bien.
- Cristal, yo no me siento así sabiendo que tú estás cargando algo. Mi sistema nervioso se desata. Las casi dos horas que llevamos caminando me he sentido como un loco.
- ¿Por qué?
- Porque me espanta que te pueda pasar algo -explica, casi paranoico- Si cualquier cosa te sucede mientras estás conmigo no me lo voy a perdonar. Se supone que tengo que cuidarte. Como tu novio quiero protegerte siempre y no exponerte a peligros. 
- Seth, todo está bien -le intento hacer entender por décima vez, con toda la delicadeza que soy capaz de entregarle- ¿Acaso has visto lo encontrario?
- Tropezaste dos veces seguidas hace rato en un lapso de treinta segundos.
- No pasará otra vez.
- No repitas eso. Cuando uno lo dice, pasa. La tercera es la vencida.
- Fabiola dice eso. Y mi madre.
- Pues no mienten.

Me doy cuenta de que él ya ha tenido suficiente. No debo ser tan egoísta sólo porque no quiero que me vean como una incapaz. Sé que no me considera así, que sabe que puedo hacer de todo, incluso una vez me lo dijo. ¿Por qué no puedo darle el gusto?

Comienzo a quitarme la mochila y cuando lo hago, la extiendo hacia él. Me mira fijamente, dudando si tomarla o no, y sé que es porque, a pesar de que en realidad quiere cargar todo por mí, le importa lo que yo pueda sentir si él la toma. 

- Puedes llevarla, no pasa nada -sonrío y le doy un besito en la mejilla- No hay problema. Ya la he cargado suficiente por hoy. Necesito un descanso. De hecho, creo que mi espalda se ha relajado considerablemente ahora, cuando me la he quitado. No he roto la promesa.


Seth sigue dudoso, pero termina agarrándola y después la cuelga en su hombro libre. No dice nada. Sólo se limita a volver a tomar mi mano. Puedo jurar que incluso ahora su mano está más relajada. Está muy tenso en ocasiones y a veces eso me preocupa. Sonríe. Yo sonrío. Le doy unos ligeros apretones en su manito sin razón aparente, sólo como un gesto juguetón y de cariño. Suelta unas risitas. Me gusta nuestra manera de comunicarnos así, sin palabras, sólo con cosas minúsculas.


+++

El lago comienza a ser visible ante nuestros ojos. Estamos a sólo unos metros de salir de entre los árboles y casi puedo sentir la diferencia de humedad, aún cuando no he salido todavía. Drew nos apura y comenzamos a caminar más rápido. En un santiamén estamos fuera del bosque, con la vista fija en el lago, que ahora está completamente expuesto para nosotros.

Es enorme. Está rodeado de plantas y vegetación, además de tener patitos nadando en el agua. Algunas garzas están de pie por las orillas, tratando de cazar alguno que otro pecesito y así poder saciar su apetito. Las aves, de vez en cuando, van lanzándose al agua mientras se hunden hacia abajo y luego, al sacar su cabeza, la sacuden tirando fuera cualquier rastro de agua de sus plumitas. Estoy maravillada.

- ¿Te gusta? -me pregunta Seth, abrazándome por mi cintura y acariciando mi vientre.
- Oh, sí, bebé. Por supuesto que me gusta. ¡Sigue, sigue! -jode Drew, muerto de risa. Lo fulmino con la mirada.
- ¿Podrías dejarlos de una vez? -le pide Fabiola, capturando su atención y poniéndole un tema de conversación. Mientras, yo vuelvo a mirar hacia la belleza natural.
- Sí, pero eso sería poco -respondo a Seth, ahora sin interrupciones- En el instituto nunca nos hacen paseos así, sólo para disfrutar y vivir la experiencia.

- Voy a hablar seriamente con ellos. No puede ser que mi novia desee tener viajes y ellos no se los den -finge estar fastidiado. No puedo evitar reír. Me gusta su manera tan simple de decir las cosas.


Picasso comienza a gritar que todos nos acerquemos a él. Miro hacia donde está y se encuentra con una mujer a su lado. Nos vamos hacia allá y lo rodeamos, atento a lo que dirá. El sol pega fuerte y no hay algo que lo bloquee, así que lo mejor sería que no se tarde mucho en hablar.


- La señora que está aquí a mi lado es Jaqueline. Ella va a ser quien va a asignar a las chicas sus cabañas y al estar dentro les dirá algunas reglas que deben seguir. Por mi parte, voy a asignar las cabañas de los hombres. A las una de la tarde vamos a juntarnos todos en la cabaña tras de mí -indica. Es la única que está a la vista, la primera que vimos al llegar-, porque allí es donde se encuentra el comedor. Vamos a alimentarnos todos juntos, cada quien con la comida que trajo, por supuesto. El que vino sin nada se morirá de hambre y tendrá que sobrevivir a su suerte, lo siento -parece que no lo dice en broma, porque está muy serio- Hasta esa hora van a tener tiempo suficiente para sentirse a gusto en su cabaña. Recuerden que nos vamos mañana. Bueno, síganme. Y las chicas sigan a Jaqueline.


Seth y Drew nos hacen un gesto de despedida. Asentimos con la cabeza, sabiendo que no es necesario nada más porque nos veremos pronto. Supongo que cada uno de los presentes sabía que no iban a permitir que ambos sexos compartieran cabañas. Eso, ni en un millón de años, lo permitirían. Y también, medio mundo, sabe la razón.  

Las cabañas se encuentran un poco más allá, por entre los árboles. Mientras caminamos me doy cuenta de que el lago es más grande de lo que creí, porque se extiende mucho más allá. Sólo me había fijado en una parte de él. Hay un enorme lugar por recorrer y quiero conocerlo por completo, o al menos hasta donde pueda. No tengo dudas.

Cuando llegamos, todas nos sentamos en una mesita que hay, lo suficientemente alargada como para que  podamos caer todas. Jaqueline se queda de pie, con un cuaderno entre sus manos. Comienza a revisar lo que dice, y luego nos mira con atención. 

- Chicas, ya saben mi nombre, así que supongo que no es necesario que les diga algo más de mí. Como dijo su profesor, deben seguir unas cuantas reglas. Estas reglas son sólo dos. La primera es que cuando se vayan deben dejar todo en el interior tal y como estaba, sin ningún rasguño o daño. Y la segunda es que, definitivamente, por nada del mundo, pueden meter hombres a sus cabañas. Si no vinieran por la universidad, podrían, pero como es un paseo de estudio queda estrictamente prohibido -todas asentimos- Ahora, voy a distribuirlas. 

Comienza nombrando algunas chicas. No puedo evitar notar que, de un momento a otro, los ojos de Marizza se posan en mí. No le quito la mirada, así que ella es la primera en cortar el contacto visual. Al parecer no está muy a gusto con el grupo de su prima, porque casi no habla con ellas y parece aburrida. 

- ¿Fabiola? -llama a mi amiga- ¿Dónde está Fabiola?
- Presente -dice, alzando la mano.
- Bien, tú estarás en la cabaña número cuatro -le avisa. Me mira con nerviosismo, creo que esperando que nos toque juntas. Yo estoy igual- Vas a compartir cabaña con... ¿Hay alguna Marizza aquí?
- ¡Soy yo! -grita Marizza.
- Bien, entonces ustedes dos estarán juntas en la cabaña -da a por saber- Y también estará una chica llamada Cristal. ¿Quién es?
- Aquí estoy -aviso en voz alta.
- Genial. Dado que son las únicas tres que vienen fuera de la universidad, compartirán cabaña juntas y sin nadie más. ¿Les parece?


Asentimos sin ningún problema. Es mejor, así no nos sentimos fuera de lugar o algo. Tendremos toda una cabaña sólo para nosotras y eso es genial. A pesar de que Marizza haya hecho un pequeño escándalo hace rato, no me parece una molestia. Cuando la observo, hace una mueca, que no es de asco, sólo es como por hacer algo. No parece mal por haber quedado con nosotras y eso me hace sentir a gusto. Así que miro a Fabiola. Ella está sonriente y luce feliz. Y yo también lo estoy.

♥♥♥

¡He subido como dije que haría! Es súper tarde, van a ser las dos y media de la madrugada así que me despido de inmediato. Un beso a todas, +8 comentarios y subo de inmediato. ¡Las quiero! Bienvenidas a las nuevas lectoras y espero que les haya gustado lo que he escrito para ustedes esta vez. ¿Cuál fue su parte favorita? Amé escribir este capítulo, me divertí muchísimo y espero que ustedes también. ¡Adiós!




21 de diciembre de 2015

Capítulo cuarenta y tres - Fresa con Chocolate.



Intento no reír demasiado fuerte. Requiero de toda mi fuerza de voluntad para poder controlar el sonido, pero me cuesta un mundo. Fabiola ríe el doble, pero no se controla de la misma manera que yo, ya que pone su brazo encima de su boca para que no se escuche nada. Esto no es porque somos tontas y simplemente no queremos reír, sino que es porque Drew y Seth están dormidos con su cabeza sobre nuestro regazo y nos da pena despertarlos. 

- Oh, no puedo más -dice Fabiola, con la cara roja. Aprieta su estómago con sus manos- ¡Me está comenzando a doler!
- Admite que es una de las mejores sensaciones -digo, ya más calmada. 

Vuelvo a tomar la punta de mi cabello y lo llevo lentamente hacia la nariz de Seth. En cuanto lo hago frunce el ceño, aún dormido, y comienza a rascarse desesperadamente con una de sus manos. No se despierta. Ahora ha reaccionado un poco más calmado, porque hace un momento parece que se golpeaba el rostro de la picazón. Fabiola ya se ha quitado el brazo de encima y ahora se encuentra riendo en un tono moderado.

- Me toca -avisa, mientras lleva su mano al oído de Drew. Le introduce lentamenente el dedo. Drew, por supuesto, no reacciona. Entonces lo saca y lo mete en su nariz con muchísimo cuidado. Cuando lo retira de ahí, lo lleva a su boca y lo introduce. Mi hermano reacciona, abre la boca y comienza a pasar su lengua por sus labios mientras frunce el ceño dormido, al igual que Seth. Dejo escapar una risa demasiado fuerte pero me callo al instante. Fabiola está muerta del horror y la risa porque Drew, prácticamente, ha comido cerilla y moco.
- A ver si te vas a reír cuando lo beses y te sepa así de exquisito -comento con burla, esperando ansiosa el momento en que suceda. 
- Dios -abre los ojos, asombrada- No había pensado en eso. ¡No es gracioso! ¿Y ahora qué hago? No podré besarlo.

Justo cuando estoy por decir algo, el profesor se asoma por la puerta abierta.

- ¡Jóvenes! -exclama- Faltan cinco minutos para llegar a nuestro destino. Guarden todo y prepárense para descender. Nadie puede quedar arriba -y cuando está por desaparecer, vuelve a asomar su cabeza y agrega:- ¡Recuerden apagar sus celulares! Sólo podrán utilizarlos en una hora determinada. Si esto no se cumple tendrán un punto menos -concluye. Entonces cierra.

Todos sueltan algunos quejidos, diciendo lo injusto que es el hecho de que no les permita usar tecnología. Fabiola comienza a despertar a Drew. Miro a Seth, perdido en sus sueños, tan tranquilo y sin preocupación alguna que me parece demasiado dulce. Comienzo a susurrar en su oído que se despierte, mientras lo sacudo con delicadeza. No funciona. Parece muerto. Me asusto por un momento y compruebo si está respirando. Sí. Así que lo sacudo un poco más fuerte, lo que sólo logra hacer que se mueva en su lugar por un segundo. No veo otra alternativa, más que abrir sus párpados con mis manos mientras tapo su nariz.

- ¿Hola? -le hablo, observando sus pupilas- Tienes que despertar. 

Me doy cuenta de que Drew ya ha despertado, pero continúa recostado. Fabiola le dice que estamos por llegar. Me sorprendo, porque Seth no da signos de vida. ¿Tanto sueño tiene?

- Dios, ¿Te toca hibernar o qué? -toco su cara por todos lados, jalo sus orejas y vuelvo a meter mi cabello en su nariz. Gracias al cielo se sobresalta, abre los ojos con toda la pereza del mundo y lo primero que ve es a mí. Sonrío- Buenos días por segunda vez. Estamos por llegar. 

+++

Bajamos del bus sin prisas. Se nos pide que nos ubiquemos bajo un enorme árbol al costado de la carretera, que al parecer indica la entrada oficial hacia el bosque. Debajo tiene un enorme cartel que nos desea una feliz excursión. Todos dejamos nuestras mochilas en el suelo, para no tener que gastar fuerzas antes de caminar. Nos queda un largo camino por recorrer. No puedo evitar notar lo mucho que el grupo de Cinthia y Anita observa a mi hermano y a Seth. Miro a Fabiola, que ya me está mirando.

- ¿Un poco más obvias, por favor? -dice sarcástica, y comienzo a reír.
- ¡Escuchen! -el profesor alza la voz- No me he presentado, pero para quienes no me conocen mi nombre es Peter Proaso. Pero aquí mis alumnos me llaman Picasso -alzo las cejas al momento en que todos ríen, y no puedo evitar hacerlo yo también. Éste hombre se toma muy a pecho su parte artística. Se ve que es un apodo de cariño- Ahora, voy a pedir a cada uno que no se separe del grupo. Si alguno se pierde no va a quedarle otra que volver al punto de inicio y luchar por su vida. Están lo suficientemente grandes para cometer tal ridiculez, así que espero que sean responsables y no se alejen. En el transcurso pediré que hagan algunos trabajos que van a tener calificaciones, por supuesto. Y cuando lleguemos al lago se van a percatar de que estará con unas seis cabañas, aproximadamente. Ahí vamos a hospedarnos hasta mañana. Y por último, los siguientes diez minutos vamos a esperar a algunos compañeros de ustedes que optaron en venir por otros medios. Gracias. Pueden relajarse, conversar, descansar, o lo que les apetezca.

Picasso toma su mochila y se va a sentar a una roca grande que está a unos cuantos metros. Saca una botella de agua de su mochila, y comienza a beber. Drew y Seth comienzan a decirnos que estaremos caminando por al menos dos horas, por lo que les dijeron en la universidad. Entonces, me percato de que un vehículo se detiene a un costado de nosotros, pero pasamos de eso y seguimos hablando. En ese momento, escucho una terrorífica voz.

- ¿Cristal? ¿Fabiola? -mi cuerpo se estremece. No puede ser cierto. 

Fabiola y yo nos volteamos. En el transcurso de ese pequeño movimiento, creo rezar en mil y un idiomas sólo para que no fuera real. En efecto, no me equivoqué. Es ella.

- ¿Marissa? -no me molesto en ocultar mi sorpresa- ¿Qué haces aquí? 
- ¡Chicas, no puedo creerlo! -grita- ¡No sabía que me las iba a encontrar aquí!
- Nosotras menos... -admite Fabiola, tan ida como yo.
- ¿Vinieron al viaje de los de Arte? ¿Cómo no me dijeron que conocían personas que estudian en esta universidad? Yo he venido para estar con una prima.
- Bueno, es que mi hermano y... -comienzo a explicar pero me interrumpe cuando mira tras de mí.
- ¡Oh, Dios, tu sexy hermano está aquí! -dice ansiosa en voz baja. Por poco vomito- ¡Y con su sexy amigo! Dios, papasitos. Esto será increíble. ¡Nunca las voy a perdonar por no decirme!
- ¿Y ella quién es? -pregunta Drew, sin entender nada, mientras pone cara de pocos amigos. Jamás había notado que se comporta igual que yo cuando alguien no le da buena espina.
- ¿Recuerdas cuando fuimos a la pijamada y una chica quería hablar por teléfono contigo, pero te negaste? -le pregunta Fabiola. Mi hermano niega con la cabeza- Uhm, cuando dijiste que te importaba una mierda las amigas de Cristal, que no te molestara con porquerías de esas. Ibas a ver una película con Seth, pero se pusieron a discutir por el teléfono porque te comiste todas las papas fritas.
- ¡Oh, ya recuerdo! -comienza a reír- ¿Pero qué tiene que ver? 
- Bueno, esa chica es ella -la indica con el dedo.
- Ah. Vale. De acuerdo -dice con desinterés.
- Mucho gusto en conocerte, Drew -lo saluda Marizza, muy sonriente. Mi hermano asiente con la cabeza, mirando a Fabiola de reojo. Pero no le dice nada. Luego se dirige a Seth. Vuelve a sonreír aún más y sus ojos brillan. Creo que no puede soportar que estén los dos chicos que le gustaron, aquí, en frente de ella después de todo lo que esperó- Tú debes de ser Seth. También, encantada de conocerte. Los tres nos vamos a llevar muy bien.

Él la mira sin mostrar ningún sentimiento. La ignora por completo, mirando hacia otro lado. Suelta un suspiro y luego me mira a mí, como implorándome que me desaga de ella. Seth y Drew no tienen paciencia en este tipo de cosas. Y ahora me sorprende que no se haya comportado igual conmigo, sólo pasando de mí, cuando nos conocimos.

- ¿Los tres? -pregunto confusa. Yo veo que, contándola a ella, somos cinco.
- Sí. Yo, Seth y tu hermano -Fabiola y yo fruncimos el ceño, mientras ella parece notarlo- Ustedes ya los conocen, pasan todo el tiempo con ellos. Ahora es mi turno. ¡No sean así!
- ¿Y por qué no todos juntos? -pregunta Fabiola.

Marizza se sonroja. Ya tenía una idea de lo que estaba pasando, pero ahora mismo puedo confirmar mis sospechas. El coraje que siento hacia Marizza es horrible. Casi puedo ponerme en el lugar de Julián y entender el por qué de sus insultos hacia ellla, pero me abstengo a eso y decido aclarar todo de una vez con ella. Es que, en serio, ¿Cómo no se da cuenta?

- Cariño, a ver, al parecer no estás entendiendo lo que pasa -la tomo de un brazo y la arrastro un poco más lejos de ahí, junto a Fabiola. No tengo ganas de decirle nada malo o que la haga quedar en ridículo en frente de mi hermano y Seth. No sé por qué, pero me haría sentirme un poco bruta. Tal vez ellos tengan razón: Estoy cambiando- Sabes la razón por la que estamos aquí, ¿Verdad?
- Sí. Porque decidiste acompañar a esos dos hombres hermosos de ahí -apunta disimuladamente en su dirección. Seth y Drew fruncen el ceño cuando ella deja de observarlos. Fabiola niega con la cabeza, ya un poco aburrida.
- Yo estoy aquí porque Drew, el hermano de Cristal, es mi novio -aclara mi mejor amiga. Marizza parece tan sorprendida ante sus palabras, que se queda callada por segundos. Miro al cielo, rogando que por favor un rayo de luz ilumine a esta chica que no se da cuenta de nada.
- Exacto -afirmo- Mi hermano y Fabiola están enamorados. Son novios. Él la ha invitado a venir con él.
- ¿Entonces tú por qué estás aquí? -me pregunta. No sé, pero si yo fuera a ella, a esta altura ya entendería todo lo que pasa.
- Porque Seth me ha invitado -le doy por saber- Él y yo estamos en una relación.
- Oh... -mira al suelo. Nos quedamos en silencio, las tres. Fabiola me mira y yo me encojo de hombros. No es como que haya algo más para decirle a la pobre Marizza. De pronto sube la cabeza y nos mira con un odio tremento, lo que me toma por sorpresa- ¡Estoy enojada! ¿Por qué no me dijeron nada! ¡Me vieron la cara de idiota todo este tiempo!

Y ahí es cuando mi paciencia se agota.

- Niña, no tenemos por qué contarte tal cosa. Ni siquiera tenemos contacto contigo.
- Es cierto -agrega Fabiola- ¿Por qué estás tan enojada?
- ¡Porque he quedado en ridículo! -grita en voz alta. Los universitarios de nuestro al rededor, casi la mayoría, se nos queda viendo. Siento la incomodidad de Fabiola hacerse presente- Les dije en la pijamada que me gustaban, pero ustedes van y se meten con ellos. Son unas...
- ¡Marizza! -grita una chica del fondo. Cuando miro hacia allá, me doy cuenta de que es una de las chicas del grupo de Anita y Cinthia. Al parecer también está enojada, o molesta por algo. Cada una de ellas nos observa como si fuésemos algo raro- ¿Qué haces por ahí? ¡Ven ya!

Lo que faltaba. La prima está en ese grupito. De por sí, Marizza ya está contaminada. Antes de irse hacia ellas, nos dirige una mirada igual de mala que la anterior. No nos dice nada, se gira y se va. Cuando llega a donde la han llamado, se acopla y eso es todo, porque mi atención desaparece por completo de ella. Justo entonces Picasso comienza a decirnos que ya es hora de comenzar con la caminata. Nos reunimos con los chicos y tomamos nuestras mochilas. 

- ¿Qué estás haciendo? -me pregunta Seth, arrancando mi mochila de mis manos.
- Iba a ponérmela... -le digo, intentando tomarla pero la aleja aún más.
- Ni lo sueñes. No lo permitiré.
- ¿Por qué? 
- Porque nos espera un largo camino y ésto -la señala- está muy pesado.
- Tío, ya luché contra Fabiola -le cuenta Drew, acercándose con la mochila de mi amiga en su espalda.
- Drew, te repito que me des esa cosa -le ordena Fabiola, cruzándose de brazos- No soy una inútil, puedo llevarla por mí misma.
- ¡Sí! -exclamo- ¿Qué les pasa? ¿Acaso creen que no somos capaces de llevar tal carga? La mochila del instituto es mil veces más pesada, con todos los libros y cuadernos. Son unos exagerados.
- Cuando se rompan la espalda y estén llorando nos lo van a agradecer -asegura Seth, tan serio como sólo él puede ser.
- Por Dios, es sólo una mochila -les recuerda Fabiola, sin poder creer lo cuáticos que son- ¿De verdad estamos teniendo esta discusión?
- ¡Soy completamente capaz de llevarla sola! -exclamo. Odio que me vean en menos.

Noto la mirada de Seth sobre mí. Él sabe que no soporto que la gente piense que soy una débil o lo que sea. Su seriedad no se va pero hace un extraño movimiento con su mandíbula, y de pronto noto que está como luchando consigo mismo para no dar su brazo a torcer. Termina suspirando abatido y con desgana.

- A ver, ya -dice Seth, tocando a Drew con su hombro para llamar su atención. Los tres lo miramos- Podemos llegar a un acuerdo.
- ¿Cuál? -pregunta Drew- Ninguno de los quiere que las dos mujeres de aquí lleven esto.
- Lo sé. Pero mira, se las vamos a dar -los dos dirigen su mirada hacia nosotras- Pero en cuanto les duela algo, o estén cansadas, o ya no puedan más, nos lo van a decir y nos permitirán llevarlas.
- Bien -acepta Drew- Y tienen que prometerlo. Si de todos modos siguen cargándolas, tendrán el remordimiento de que nos mintieron, siendo que nosotros estamos confiando en ustedes.

Creo que ha sido el lío más dramático y sin sentido que he tenido en mi vida con estos dos, pero ambas terminamos accediendo. Nos entregan las mochilas recordándonos que lo hemos prometido y que si no cumplimos con nuestra palabra seremos unas malvadas mentirosas. Por el amor a la vida, ¿Es en serio?

El profesor Picasso nos guía hacia el interior del bosque. Todos, de a poco, lo vamos siguiendo con lentitud. Es bueno que nos dejen ir despacio y que nos permitan tomar nuestro tiempo. Además, no hay un montón de rocas que nos puedan impedir caminar bien. Recuerdo que una vez, con mi familia, incluyendo a Drew, fuimos a una caminata hasta un río en otra parte del país. Jamás sentí un dolor de pies igual. Las rocas se nos enterraban, no habían tantos árboles que nos pudiesen proteger del calor e incluso tuvimos que caminar sobre pequeños riachuelos para poder llegar a nuestro destino, empapándonos. Para variar llevábamos una sandía en nuestras mochilas, que por cierto se las tiramos a los peces porque ya no podíamos más.

- No olvides la promesa -siento la voz de Seth tras de mí. Se pone a mi costado y de pronto su mano se entrelaza con la mía. Lo miro a sus ojos, y me sonríe. Asiento con la cabeza.
- No lo haré -sonrío también.
- Quiero que sepas que no me importa ser protector contigo. No es algo que lamente.
- No te lo discuto. Tranquilo.
- Y supongo que sabes por qué he accedido a que la lleves.
- Por supuesto que lo sé -comienzo a reír. Y no sé qué me da, pero me acerco a su anatomía y lo abrazo con todas mis fuerzas, sin hacer que nos detengamos. Él me corresponde de inmediato, como si lo hubiese estado esperando desde antes, preparado en cualquier momento. Deposito un besito en su cuello, sintiendo la forma en que la ternura se adentra en mi interior, apoderándose por completo de todo a su paso, de cada vena, de cada órgano, de cada célula, de cada tejido. Y sin darme cuenta, termino susurrando cerca de su oído:- No puedo explicarte en palabras todo lo que eres para mí.

El agarre de Seth se intensifica. Puedo sentir que su respiración se atasca por un momento, pero me digo que son ideas mías. Y siento otra extraña sensación, como si quisiera decirme algo pero no se lo permite. Se queda sosteniéndome así y no deja de hacerlo hasta que me alejo lentamente de él y vuelvo a darle la mano. Otra vez lo miro a los ojos, y esta sonriendo, pero vuelvo a sentir que quiere o está tratando de comunicarme algo. Eso me hace sentir que enloquezco, porque puede que sean ideas mías y no me atrevo a preguntarle. 

De pronto me veo a mí misma diciéndole que lo amo. Me sorprendo y me asusto. Él sigue mirándome igual y no muestra ningún indicio de haber escuchado algo que, definitivamente, nunca le he dicho. Llego a la conclusión de que lo he imaginado.
Le quito la mirada de encima y miro hacia cualquier lado, menos a él. Que raro. A mí nunca me pasa esto. ¿Por qué estoy teniendo este tipo de visiones hacia el futuro, o como sea que pueda llamarlas? Porque, en este preciso momento, si Drew se pusiera en frente de mí a molestarme y me presionara preguntándome si amo a Seth, no le diría un no por respuesta. Creo que lo miraría, y trataría de ver qué es lo que respondería Seth a la misma pregunta. 

Imágenes comienzan a pasar por mi cabeza: Drew escrutándome con la mirada. Fabiola sonriendo. Seth mirándome a los ojos. Yo asustada y temblando. Drew diciéndole te amo a Fabiola. Mi mejor amiga correspondiendo sus palabras. Seth mirándome con compasión. Yo llorando con mi corazón herido. Mamá y papá diciéndome que todo irá bien. Drew preguntándome por qué lloro. Fabiola diciéndome que no hay razón para llorar. Seth mirándome con furia y decepción. Yo confiando en lo que siento y expresando mis sentimientos. Fabiola orgullosa. Drew contento y asintiendo con la cabeza. Mamá y papá felices. Seth abrazándome, sonriente... Feliz. Yo sacándole el dedo medio a Drew. Seth riendo. Yo y Seth abrazados en la noche. Seth mirándome, queriendo decir algo. Yo tratando de decirle que lo amo, lo amo, lo amo.

♥♥♥

¡He vuelto! No me he tardado nada en subir capítulo. Hoy hemos llegado a los ocho comentarios, por lo que me apresuré a terminar el capítulo y he publicado de inmediato. Muchas gracias por seguir aquí, pendientes de mi escritura, de verdad no tengo palabras para decirles lo que siento con esto. Mientras más rápido dejen los +8 comentarios, más rápido subiré, porque de verdad que tengo ganas de terminar esta historia antes de año nuevo. ¡Un beso enorme y hasta el próximo capítulo!