24 de marzo de 2015

Capítulo veinticuatro - Fresa con Chocolate.



Entro a casa con agilidad. Lanzo mi mochila al sofá y me tiro encima como un saco de patatas. Suelto un suspiro enorme, cierro los ojos, e intento descansar. Ha sido un día escolar loco, de cosas nuevas, y aún no me lo creo.

- ¿Hace cuanto llegaste? -siento la voz de mamá, mientras baja las escaleras y llega a la sala de estar, con evidente buen estado de ánimo.
- Ahora, como hace dos minutos -le cuento sin moverme.
- Bien, ¿Quieres almorzar ya?
- Ajá.

Se va a la cocina y yo me incorporo con dificultad. Estoy realmente cansada, tengo sueño, y como si fuera poco ahora tengo un cargo escolar. No me molesta, de hecho creí que era una oportunidad para adaptarme mejor a las personas de mi alrededor. Creí que no iba a tener ni una mísera oportunidad de ganar, pero me sorprendí cuando más de la mitad de la clase dio su voto a mi favor.

Me pongo de pie y sigo a mamá a la cocina. Se encuentra calentando lo que comeré, que por lo que veo, es arroz. ¡Rico! ¡Ya se puso todo bueno! Así que me siento en la silla de la mesa y espero a que todo esté listo.

- Hoy me eligieron tesorera de curso -le cuento animada.
- ¿Qué? -abre los ojos como plato- ¿Tú, tesorera?
- Sí, yo tampoco me lo creí -suelto unas risas- Pero me eligieron. Un chico de mi clase con quien nunca hablé, propuso que yo lo fuera. Hubo una votación entre mí y otra chica, y terminé ganando.
- ¡Eso es genial! -mamá brinca de la emoción- Jamás creí que llegaría el día en que cooperaras con tu clase. ¡Me ofreceré para tesorera de los apoderados!

Mamá ama involucrarse en cargos especiales, sobretodo en los de la escuela. Siempre la eligen, tiene la manía de agradar a gente con facilidad. Yo soy todo lo contrario, por eso ambas nos sorprendimos de tal manera.

- ¿Fabiola no se anotó en nada? -pregunta mientras sirve la comida.
- Sí, ella es la secretaria -sonrío.
- ¡Increíble! Las felicito, ya era hora de que ambas hicieran algo nuevo. Sus dos últimos años de instituto deben aprovecharlos. Cuando ya no vayan, lo extrañarán.
- Lo dudo -comento.
- No sé por qué no les gusta -comienza a decir mamá- En mis tiempos amaba ir, jamás faltaba, me encantaba levantarme temprano, todos los días a las seis a ducharme -mira al techo, sonríe y suspira- Los mejores años de mi vida. Luego conocí a tu padre, un poco antes de terminar mi último año.

Mamá siempre me cuenta la forma en que conoció a papá. Siempre finjo que me sorprende, porque cada vez cuenta algo nuevo que no había escuchado antes de su boca. La realidad es que no hay nada de lo que no me haya enterado, leí su diario hace unos años. Así que me sé todos los detalles de su historia amorosa, incluyendo los sucios y triple equis. Nadie lo sabe más que yo.

Drew entra en la cocina. Cuando lo veo, siento tal impacto que no puedo evitar hacer una mueca de horror. No lo había visto hace como una semana y media. Llegaba tarde a casa, y se iba temprano a la universidad, por lo que no nos topábamos ni en la cena ni en el desayuno, ni nunca.

- Te ves horrible -expreso.
- No empieces -bufa, y toma una manzana de la canasta en el centro de la mesa. Toma una silla, la hace para atrás y se sienta un poco lejos de mí.
- ¿Qué le pasa? -le pregunto a mamá.
- Está cansado. La universidad lo ha mantenido muy ocupado.
- ¿Segura que no está drogado? -comento con diversión.
- Vas a entenderlo cuando estudies algo realmente, no en un instituto -escupe con maldad, viendo en menos lo que yo hago.
- El que estudies en algo superior no quiere decir que lo mío sea fácil -le digo, fulminándolo con la mirada- Mi carrera no es fácil, además, tú eres el mayor y te quejas más.
- Tú igual deberías estar en la universidad ahora, estúpida, pero repetiste dos años. El que yo haya decidido entrar tarde es otra cosa.
- Eso no es... -me quedo en silencio, cuando me doy cuenta de que es verdad- Te odio.
- No es tan linda la verdad, eh -se burla de mí- ¿Cómo está Fabiola?

Nos quedamos en silencio cuando escuchamos su pregunta. Miro a mamá disimuladamente, y ella me mira alzando las cejas e intentando guardar una risa. Drew, por su lado, está demasiado concentrado comiendo su manzana como para darse cuenta.

- Bien, hoy la han elegido secretaria de la clase -le cuento, fingiendo desinterés.
- Eso es bueno, ella es responsable -la halaga.
- Sí, y yo soy tesorera.
- No te pregunté -da una mascada.
- Bastardo -susurro.
- ¿Cuando va a venir? Aún no me acompaña a nadar -sigue hablando, pasando de mí- No he tenido tiempo de hacer nada, sólo espero que no se haya arrepentido.
- No lo sé -me encojo de hombros- También tiene cosas que hacer, no eres el único ajetreado. Tiene una vida, tonto.
- Vaya, todo lo contrario a ti -se pone a reír, con burla- ¿Qué se siente?
- Tengo una vida -me pongo una mano al pecho, algo ofendida- Solamente soy más casera.
- No, lo que pasa es que eres aburrida y por eso no sales con hombres.
- Desesperada por hacerlo no estoy. Me da igual, todos son idiotas. Disculpa por no tener necesidades sexuales en demasía como tú -suelto.
- Basta -ordena mamá- Detesto que hablen de éstas cosas. ¡Ya saben que no deben pelear!

Drew se pone de pie y sale de la cocina. Choco la espalda contra el respaldo de la silla y justo en ese momento mamá pone mi plato frente a mí. Se sienta en frente, mirándome fijamente, con un toque de comprensión.

Cuando termino de comer, me voy a mi habitación y me cambio el uniforme. Me visto con un pantalón ancho color gris de chándal, además de una camiseta de tirantes color blanco. Justo en ese momento, cuando estoy acomodándome, tocan la puerta de la habitación y mamá asoma su cabeza.

- La señora Solange me ha llamado y tengo que ir a buscar más género. Puede que tarde un poco. Alejandro está en su habitación, ya sabes lo de ver cómo está cada cierto tiempo, y si necesitas algo Drew está en casa.
- Oh, claro, Drew es el héroe, puede salvarme de cualquier peligro -comento con sarcasmo y me pongo a reír como una loca por mi propia broma.
- Solamente tienen que portarse bien. No se maten -dicho eso, cierra la puerta y añade a través de ella:- ¡Llevaré mi celular, llámame por cualquier cosa!

Mamá, como es modista, trabaja para una señora que tiene una tienda de ropa. No le pagan tanto, pero precisamente ella estudió Vestuario y Modismo, así que le gusta. Es feliz haciéndolo. Lo que gana hace que papá no tenga que trabajar tan seguido, y tenemos mejor situación económica. Aún recuerdo cuando papá tenía que hacer milagros para que el dinero nos alcanzara, pero eso ya es otra historia. Ahora podemos darnos nuestros repentinos lujos, y es como si nunca hubiésemos pasado por lo malo.

Me dispongo a encender la laptop y buscar una información mediante el internet para una exposición que tengo que hacer de mi carrera. Detesto las exposiciones. No se me dan tan mal, pero aún así. Prefiero hacer informes o investigaciones escritas de cien páginas, antes de exponer.

Como una hora después cierro el aparato, porque me ha empezado a doler un poco la cabeza. Es algo que suele suceder. Me concentro mucho en la pantalla y es como si me apretaran la cien. Antes de que se vuelva peor, tomo mi celular, me salgo de la habitación y bajo las escaleras, para buscar algo de beber.

Cuando llego abajo, escucho unas voces provenientes del patio. Varias voces, en realidad. A paso lento me pongo a mirar por el ventanal al lado de la puerta, y casi me desmayo cuando veo a idiotas con botellas de alcohol y fumando lo que parecen porros. ¡Porros!

Antes de poder controlarme, abro la puerta enojada y el olor a cannabis se impregna en mi nariz junto con mis pulmones. ¡Dios mío, qué asco!

- ¡Drew! -le grito- ¿Qué estás haciendo?

Las cabezas de todos se giran en mi dirección, y me da una punzada al corazón cuando mis ojos se encuentran con los de personas que no quería ver. Algunos eran nuevos rostros, pero si me hubiera percatado de los demás, seguro habría preferido no aparecerme.

- Hermanita, no pasa nada. Los chicos han venido a pasar el rato -dice como si nada- Está todo muy tranquilo aquí.
- Maldito idiota, ¡Están drogándose! -exclamo- ¿Cómo puedes decir que no es nada?
- Cristal, tanto sin vernos -habla uno de los imbéciles que solía molestarme. Sus ojos están rojos- Estás linda, no me había percatado antes. ¿Quieres venir con papá? -da unas palmadas a sus piernas, mientras ríe como un desquiciado.
- Drew, diles que se vayan -le ordeno furiosa, pero parece no oírme- ¡Que los saques de aquí!
- ¡Déjame en paz! -me grita.
- Si no me haces caso, vas a meterte en problemas -lo amenazo. Nadie se mueve, solo ríen.
- No seas pendeja, deja de ser tan molesta -me dice Drew- Yo no me estoy drogando.
- ¡Bueno, tú no, tal vez! ¡Pero éstos buenos para nada sí lo están haciendo! Además el olor ya es suficiente, Drew. No es sano para ti.
- Cristal, sólo es por hoy. Quería cambiar la rutina -rueda los ojos- Enciérrate y quédate tranquila.
- ¿Sabes qué? ¡Voy a llamar a papá! -le muestro el celular, deslizo el dedo y busco su número.
- ¡No! Joder, estoy harto, ¡Deja esa cosa! No lo llames -me suplica Drew, enojado.
- ¡Si los sacas y dejas de hacer éstas cosas, lo voy a hacer!
- Aw, se preocupa por su hermanito mayor -habla otro de ellos, y luego me apunta con el dedo- Ésta no cambia nada, siempre es gruñona.
- Cállate, hijo de puta -escupo con odio. Al tipo parece tomarlo por sorpresa, porque su burla se va y ahora frunce el ceño.
- Zorra mal parida, te voy a enseñar lo hijo de puta que puedo llegar a ser -se para de la silla y comienza a acercarse a mí, mientras intenta desabrochar su pantalón- Pero te aseguro que te va a gustar.

Todo pasa tan rápido, que es como que lo veo borroso. Drew lo toma por el cuello y le da un puñetazo tan fuerte que lo lanza al suelo, lo que me deja estupefacta. Me apego contra la pared mientras sigue golpeándolo, y el otro tipo está tan drogado que no puede hacer nada para defenderse.

Los otros imbéciles se levantan e intentar lograr que Drew suelte al que me insultó, pero les cuesta trabajo.

- ¡Tío, te pasas! -le grita uno a Drew- ¡Sólo fue una broma de su parte!
- Maricones de mierda, váyanse de mi casa, no los quiero ver más -ordena Drew, tan enojado que hasta está rojo- ¡Que se vayan! Pobre del que se acerque así a mi hermana porque les parto la cara a golpes, ¿Se entiende? Cristal, llama a la policía.

Sé que es mentira, pero finjo teclear el número. Los tipos toman en brazos al que está en el piso, y se van, no sin antes exclamar mil y un groserías a mi hermano. Después, Drew me obliga a entrar en la casa.

- Detesto que te metas en mis cosas -escupe- Si no hubieses salido, ésto no habría pasado.
- Si tú no te drogaras, tampoco -le devuelvo.
- No estaba drogándome.
- ¡Pero ellos sí! ¡Y encima en nuestra casa! ¿Cómo permites algo así?
- ¡No lo sé! Llegaron y creí que podía ser buena idea.
- ¿Buena idea? -alzo las cejas- ¿Eso creíste? ¡Drew, ellos fueron quienes te llevaron por mal camino hace tiempo! ¿Qué es lo que quieres? ¿Volver a eso? ¡Estás estudiando!
- No, ¡No quiero eso! Sólo no pensé que pasaría algo malo. Yo no me drogué, ni tomé. Sólo charlé como una persona cualquiera.
- ¡Pues para la otra piensa más, subnormal!
- ¡Bien, ya! -alza las manos, rindiéndose- Fui un estúpido, me mandé la cagada. Ganaste.
- ¡Sí! -celebro dando un salto- Me debes un helado, mediocre.
- Ya, ya -hace un ademán con la mano, restando importancia.
- ¿Helado en copa, extra grande? -pregunto, sólo para molestarlo.
- ¿Qué? ¿Estás jodiendo? Uno en palito no más. Lo que quiere la barsa.
- Ni quería, te odio -exagero, y dicho eso subo las escaleras.

Cuando llego a mi habitación, me pongo a ver la televisión. Las horas pasan, se hacen las diez de la noche, y decido llamar a Fabiola por teléfono, contándole todo lo que sucedió allá afuera con los antiguos amigos de Drew. No pude aguantar, así que le conté hasta cuando me defendió. Digo, cuando lo hizo la otra vez, allá en su falsa galería de Artes, me sorprendí mucho. Pero ahora, de ésta forma, realmente me ha dejado sin palabras.

- Cristal, tengo que decirte algo -susurra Fabiola, de manera casi inaudible. De inmediato me preocupo, y mi sentido de alerta se activa.
- ¿Te ha pasado algo? -pregunto, curiosa.
- No, no a mí. Más bien, quiero decirte una cosa que pasó, porque no quiero que luego te llegue algún rumor, o que quedes mal.
- ¿De qué estás hablando? -me siento en la cama, completamente derecha.
- Vas a enojarte -avisa.
- Fabiola... -me quedo callada por un momento, tratando de analizar la situación- Sólo dime. Prometo no enojarme contigo.
- Es que, hoy iba por la calle, porque fui de compras con mamá. Entonces, cuando iba pasando cerca de Sissy's, me encontré con un amigo que solía tener en el otro instituto. Pero no me percaté de que tras de mi amigo, se encontraba... él.
- ¿Él? -pregunto desconcertada.
- Sí, Cristal. Él. Ese él.
- Oh -murmuro, recién comprendiendo- ¿Y qué pasó? -finjo que no me interesa.
- Me saludó, y preguntó por ti. Lucía muy feliz -continúa hablando. Siento que mi respiración se atasca, y una furia enorme se apodera de mí.
- ¿Es broma? Te saluda así como así, ¿Y encima es tan caradura como para preguntar cómo me encuentro?
- Dijiste que no ibas a enojarte.
- No, Fabiola, no estoy enojada contigo, sólo no entiendo. La cosa es con él. ¿Cómo es tan bastardo como para preguntar eso? ¡Es un idiota!
- No lo sé, yo también me extrañé mucho. Es obvio que él piensa que no le contaste nada malo a nadie sobre él.
- ¿Qué le respondiste?
- Que estabas increíblemente bien, que tu vida iba de lo mejor, y que encima estabas estudiando una carrera que te encantaba -responde. Una cierta sensación de bienestar se apodera de mí, y suelto un suspiro.
- Gracias -le digo, desde el corazón- De verdad.
- No tienes por qué agradecerme. Habían otros anteriores conocidos de nosotras por los alrededores. Nos miraban raro, y no quiero que pienses cosas que no son si alguien te cuenta.
- Tranquila, no pensaría nada malo de ti ni en un millón de años -intento reconfortarla, porque es cierto, siempre le creería a ella.
- Pero hay otra cosa...
- ¿Qué?
- Tiene otra novia ahora.

Mi voz se va, y siento que el trocito de corazón que me dejó cuando todo entre ambos se acabó, se cae, rompiéndose por fin. Mis ojos se llenan de lágrimas, y por un momento olvido que tengo a Fabiola al otro lado del teléfono. ¿Tan rápido se olvidó de mi? Digo, ha pasado más de un año. No es tanto, ¿O sí? ¿O es que yo no lo he asimilado bien?

- Lo lamento, Cristal -oigo decir a Fabiola, con dolor en su voz- Todo ésto iba a pasar en algún momento, ¿No? Lo sabías.
- Claro que lo sabía, es sólo que me siento un poco mal -confieso, en voz baja- Son cosas momentáneas, no es nada serio.
- ¿Quieres tener tiempo para pensar? Puedo irme, y hablamos mañana.
- Está bien -acepto su oferta- Gracias por no ocultarme nada.
- No me agradezcas. Llámame en cuanto te sientas mejor, y si necesitas algo, puedes hacerlo también a cualquier hora, incluso en la madrugada.
- Lo sé. Te quiero.
- Y yo. Ambas -me dice, como si quisiera transmitirme un poco de buena vibra- ¿Y Cristal? No olvides que te mereciste a alguien mejor siempre -dicho eso, corta.

Me alejo el celular de mi oreja, y lo dejo en la cama. Recuerdos absurdos que no sirven para nada, comienzan a atacarme. Le he dicho a Fabiola que quería pensar, pero la verdad es que no quiero hacerlo. Me niego. ¿De qué serviría? ¡Sólo me haría llorar! Yo. Ya. No. Lloro. Por. Él.

Mi garganta se seca y de pronto siento una sed que jamás había sentido. Salgo de mi habitación corriendo, y cuando llego a la mesa de la sala de estar, tomo la primera botella de gaseosa que vi, y la pongo en mi boca, tragando todo el líquido del interior, como si fuese la última que quedara en un amplio e infinito desierto caluroso.

Me acabo hasta la última gota, y no me percato de un sabor amargo hasta cuando dejo la botella vacía en la mesa. Qué asco, ¿Por qué sabe así? ¿Habrá estado caducada? Porque al parecer no tenía gas...

Levanto la mirada, y me doy cuenta de que Drew con Seth están sentados en la mesa, mirándome. Ambos tienen una expresión de horror, y el sabor en mi boca se vuelve tan malo que siento la necesidad de lavarme los dientes con furor.

- No vas a creer lo que te acabas de tomar -comenta Drew, asustado.
- ¿Le pusiste algo? -pregunto.
- No voy a decirte lo que era -se aclara la garganta- Pero, hermana, estarás ebria en muy poco tiempo, sobretodo porque nunca antes has tomado.
- ¿¡Estás bromeando!? -grito, tan fuerte como puedo. Lanzo la botella que debió contener Sprite, contra la pared- ¿Así es como tomas para que mamá y papá no se den cuenta!? ¡Te odio, maldito, no sabes cuánto!
- Cálmate, alguna vez iba a pasar, ¿No? -intenta relajarme- Tienes que preguntar antes de tomar las cosas, Cristal. No puedes ir así como así por la casa.
- ¡Yo vivo aquí, idiota! ¡No puede estar pasándome ésto! -la frustración que siento es tan grande, que quiero llorar, pero no en frente de ellos- ¡Me he tomado toda una botella de ésa cosa y tú estás como si nada! ¿Dónde están mamá y papá?
- Fueron a casa de la abuela.
- ¡Bien! Cuando lleguen, estarás frito, Drew -lo apunto con el dedo, y me voy caminando hacia las escaleras. Antes de subir, lo miro fijamente- Dí lo que quieras, tonto. Pero yo te acusaré, me saldré con la mía, y tú, morirás.

Comienzo a correr escaleras arriba, sintiéndome aún peor que antes de haber bajado. ¿Por qué yo? ¿Por qué? No es justo. Y lo peor, es que siempre me pasa a mí.

+++

¡Chicas! ¡Nos volvemos a encontrar! Lamento mucho no haber subido antes, pero es que he estado tan ocupada que no tengo tiempo de nada. Borré los capítulos que tenía guardados, porque realmente no me gustó como quedaron. De haberlos tenido, habría subido. Además, he tenido que prepararme para una exposición, lo que me deja menos tiempo. Según mis cálculos, desde mañana tendría libre la semana. Así que subiría el viernes, y para compensar el capítulo del viernes pasado que no subí, lo haría el domingo. Muchas gracias por la espera. No olviden comentar, y lamento la tardanza. Avisaré una cosa: ¡El próximo capítulo no se lo pueden perder, lo digo en serio! +5 comentarios para que suba, un beso enorme a todas. ¡Chao!



18 de marzo de 2015

Capítulo veintitrés - Fresa con Chocolate.



Narra Fabiola

Me levanto de mi cama a duras penas. Anoche, apenas llegué, me tiré a la cama y me quedé dormida de inmediato. No desperté en toda la noche, y para colmo, me dormí encima de las sábanas, por lo que ahora tengo el cuerpo más frío de lo normal. 

Me voy a la ducha, y cuando salgo recuerdo que tengo que tomar desayuno. No es que tenga tanta hambre, tampoco. Así que bajo las escaleras con mi cabello envuelto en una toalla, me acomodo bien la ropa y entro.

Apenas llego al lugar, todos están sentados en la mesa, recién preparándose para el desayuno. Mi taza con té está servida, hay pan con agregados para elegir. Papá lee el periódico sin prestarle mucha atención. Mamá solamente se dispone a comer.

De pronto, siento la mirada excesiva de mi padre sobre mí. De inmediato rezo al cielo para que no empiece sobre un tema que, en particular, no me gusta tocar. Se cruza de brazos en la mesa, suelta un suspiro, y confirmo lo que estaba pensando.

- Fabiola, estás muy delgada -expresa, con rostro cansado y desconforme. Eso basta para que comience a sentirme mal- Deberías subir de peso.
- Papá, ya hemos hablado de ésto -me quejo en voz baja, rogando al cielo que ésto no hubiera pasado, y que me hubiera despertado, al menos, un poco más tarde.
- Sí, lo hemos hablado, pero veo que sigues igual -me dice, sin cambiar su expresión- Me preocupas, hija. No es bueno lo que te pasa.

Lo más gracioso es que, a algunas chicas las reprenden porque deberían bajar de peso, pero conmigo es todo lo contrario. No me sentiría mal si me sintiera bien conmigo misma en ese sentido, pero la cosa es que eso no pasa. Ni siquiera a mí me gusta mi cuerpo. Quiero subir, pero no puedo, algo me lo impide, y eso es horrible.

El timbre suena, y siento que el mismísimo Dios ha bajado del cielo sólo para ayudarme. Salto de la silla con toda la velocidad excesiva del mundo. Rara vez me ofrezco a abrir la puerta, pero en éste momento es lo mejor que puedo hacer.

Giro la perilla, y no alcanzo ni a reaccionar, ni tampoco a levantar la mirada, cuando unos grandes brazos me rodean, además de un cuerpo pegado al mío. Me asusto tanto que parece que me congelo, pero en nada me sueltan, y cuando veo quién es, siento que he visto la cosa más aterradora del mundo.

- ¡Fabiola, qué gusto verte! -exclama con alegría, mientras sonríe de oreja a oreja. 
- ¿Drew? -es lo único que logro decir. Él asiente con la cabeza- ¿Qué haces aquí?

No es que Drew sea feo, de hecho lo encuentro bastante guapo, pero el que él esté aquí es casi una locura. Siento que estoy siendo muy dramática. ¿Se me estará pegando lo de Cristal? ¿Es contagioso?
- Te dije que iba a venir a hablar con tus padres -me recuerda. Por el amor de Dios, no pudo elegir peor día para hacer ésto.
- Sí, pero no creí que fuera hoy...

La voz de mamá desde la cocina interrumpe mis palabras. Entro en un ataque de nervios, mis manos comienzan a temblar. ¡Drew pudo haberme avisado!

- Hija, ¿Quién es? -mamá alza la cabeza por la entrada de la cocina. Cuando ve a Drew, hace una mueca de asombro- Oh, no sabía que tendríamos visitas. Hazlo pasar, Fabiola.

Antes de que pueda decir nada, Drew pasa por la puerta como tal dueño, y se acerca a donde está mi madre, mientras ella hace lo mismo.

- Señora, ¡Gusto en conocerla! -Drew, con toda confianza, la toma por los hombros y la abraza. Cuando se aleja, toma su mano y la acoge como todo un caballero- Fabiola me ha hablado mucho de usted.

Mamá luce tan incrédula que su rostro expresa nada, y Drew ha dicho la mentira más grande que pudo decir, porque, que yo sepa, en ningún momento hablé de mi madre, y menos tanto. Pero mi cuerpo se relaja cuando mamá sonríe, y comienza a acoger su mano también.

- Oh, muchas gracias, joven -le dice mamá- Pero, la verdad no tenía idea de nada.
- Sí, lo sé. Siento interrumpir a ésta hora, pero yo soy amigo de Fabiola -le cuenta Drew, sin quitar su sonrisa- Soy el hermano mayor de Cristal. 
- ¡Vaya, no sabía eso! -mamá de pronto parece interesada- Cristal no suele venir, así que el que estés aquí me parece realmente increíble.
- Lo sé. Mi nombre es Drew, por cierto.

En eso papá asoma su cabeza por la entrada de la cocina, tal y como mamá lo hizo. Frunce el ceño, y alza una ceja, cuestionándose la extraña visita. Luego, sale de ahí y se acerca a mamá.

- ¿Quién es, Yovana? -pregunta papá.
- Él te lo dirá, Oscar -le dice mamá, animada.
- ¡Señor, buenos días! -le saluda Drew, con un apretón de manos, aún sonriente- Mi nombre es Drew, soy hermano mayor de Cristal y amigo de su hija Fabiola. 
- No sabía que Cristal tuviera un hermano -sincera papá, sin remordimientos.
- Sí, bueno, es comprensible, dado que yo soy universitario, y pues, ya sabe, los típicos hermanos -suelta una carcajada relajada.

Me acerco a ellos un poco, pero lo suficientemente lejos como para no llamar mucho la atención. Los nervios me consumen, podría caer inconsciente ahora mismo y no despertar hasta el próximo sábado.

- Bueno, dado que estamos acompañados -comienza a hablar mamá-, podrías quedarte a desayunar, ¿Qué te parece? Así charlamos, y nos conocemos un poco.
- Si el señor de la casa está de acuerdo -dice Drew, mirando a papá. Siento que mi corazón va a parar en cualquier segundo, pero a papá parece gustarle que Drew lo mire con autoridad, así que asiente con la cabeza, y suelta una diminuta sonrisa.
- Me gustaría conocer a la amistad masculina de mi hija.

Se giran y comienzan a entrar a la cocina. Ni siquiera se percatan de que yo no los sigo. Tampoco me preguntaron qué opinaba yo con que Drew se quedara. Así que tapo mi cara con mis manos, ahora rogando al cielo no pasar un momento vergonzoso. No es que no quiera que Drew se quede, sólo no quiero que puedan asfixiarlo a preguntar y que de pronto papá suelte algo indebido que pueda hacer que él se sienta mal. Mi padre puede ser un gran hombre, pero cuando quiere puede tener un humor de miércoles.

Ahora que me percato, estoy rogando al cielo demasiadas veces. ¿Cuántas llevo hasta ahora en lo que va de la mañana? ¿Cuatro veces?

Termino yendo con ellos a la cocina. Cuando lo hago, todos están sentados, excepto mamá, que está poniendo una nueva taza para Drew. Cuando ella termina, se sienta a la mesa, y yo, para no hacer el ridículo de quedarme de pie sin hacer nada, me siento a su lado. Papá queda al lado de Drew. Yo quedo al lado de mamá. Estamos frente a frente, por lo que estoy con Drew directo a mí.

- Y bien, muchacho -habla papá- ¿Estás saliendo con mi hija? En una relación a escondidas o algo, no sé, porque me parece muy extraño ésto.

Mi cara se pone caliente, y bajo la mirada a mi taza de té. No puedo con la situación. Me sorprende tanto la relajación y determinación que Drew da a mostrar, que en mi interior, en alguna parte por el fondo, siento una extraña fascinación.

- Con todo respeto, Señor Oscar -comienza a decir- Pero Fabiola me parece una chica increíble, y si en algún momento decidiera salir con ella, tendría el coraje para venir aquí y pedir su aprobación.

Estoy tan sorprendida, que levanto la cabeza a la velocidad de la luz, con los ojos bien abiertos. ¿De verdad es él? ¿Drew puede ser tan educado? ¡Estoy sorprendida! Y más aún ahora, que miro a mamá, y tiene una expresión de tanta emoción que podría caer su saliva dentro de la taza de té. Por otro lado, papá está impresionado, ya que sus cejas se mantienen alzadas por la respuesta que acaba de recibir.

- Me estás agradando, muchacho -expresa papá, más relajado- Increíble. ¿Cuántos años tienes?
- Veinte años. Estudiante de la universidad, carrera de Licenciatura en Artes, futuro maestro y artista libre, ambas cosas -le cuenta Drew, con verdadero orgullo por sus logros- Y si se me da la oportunidad, luego carrera de Música.
- Vaya, todo un talentoso -comenta papá, interesado- No es muy visto ver que un amigo de mi hija tiene las cosas tan claras, y encima es responsable. Porque eres responsable, ¿Cierto?
- Por supuesto -asegura Drew- Mis calificaciones no hacen más que mejorar. Y para qué hablar de su hija, siempre pendiente de ella y de su seguridad -ahora me mira a mí, y me da un vuelco por dentro- ¿No es así, Fabiola? -todos me miran con atención, e intento mostrarme lo más segura posible.
- Sí -digo. Increíblemente, mi respuesta sale totalmente creíble- Drew siempre está manteniendo contacto conmigo, y me compra helados.
- ¿En serio? -pregunta papá, impresionado. Drew asiente- Me alegro de eso, me refiero a que le hagas alimentarse. No sé si te das cuenta en lo que llevas conociéndola, pero mi hija es un poco...
- ¡Drew! -chillo, demasiado alto para mi gusto, interrumpiendo. Todos me miran como si estuviera loca- Deberías comer -sugiero- Las tostadas se enfrían. No querrás que se arruinen. Sé que te gusta comer.

Corro la bandeja hacia él, y ofrezco alguno de los agregados. Drew alza una ceja disimuladamente, y sé que está pensando en el por qué de mi reacción, pero sobre todo en por qué corté las palabras de mi padre. Pero se queda callado, y mis sensaciones interiores van calmándose.

- Es muy amable de tu parte, Fabiola -dice Drew, de repente- Tienes razón, mejor comeré algo. Todo se ve delicioso.
- Ay, virgen santísima, éste chico es un cielo -comenta mamá, casi sin aire- Hija, ¿Por qué no lo invitaste antes? ¡Es muy educado! Tus otros amigos siempre se quedaban mudos cuando yo o tu padre nos acercábamos, pero ahora todo es distinto.

Yo jamás hablo mucho con mamá, menos de temas personales, pero Drew acaba de llegar y es como si hubiese revolucionado a toda la casa. Tiene a papá con buen ánimo, a mamá encantada, pero lo único que falta es que haga algo para que yo ya no me sienta tan nerviosa. Si lo lograra, incluso me atrevería a hacer un altar.

- Estoy de acuerdo contigo, Yovana -se le une papá- No sé si será por la diferencia de edad, pero los otros amigos de Fabiola siempre son tímidos y se cohíben hasta por decirles hola. Menos mal, por fin, carne fresca.

El comentario de mi papá suena terrorífico, pero Drew ríe tan fuerte que me pilla desprevenida y doy un salto en la silla. Siento la mirada de mamá sobre mí, como diciendo: ¿Qué te sucede? Pero nadie más parece darse cuenta.

- Bueno, señor, resulta que yo soy bastante maduro para mi edad -dice Drew- Sé que tengo veinte, pero no todos son así en estos tiempos.

Sorprendente, es una suerte que papá jamás haya presenciado las peleas de Drew con Cristal o con Alejandro, porque seguro ahí nadie creería sus palabras. Tengo ganas de reír, en primer lugar porque Drew siempre me ha parecido divertido, e incluso cuando intenta aparentar gran madurez, lo es.

Cuando terminamos de desayunar, papá y Drew se van cómodamente a la sala de estar. Se sientan en el sofá, encienden la televisión y comienzan a hablar de fútbol, si no me equivoco. Mamá y yo nos quedamos en la cocina preparando el almuerzo.

- Me agrada Drew -comenta mamá, rompiendo el silencio que se había formado entre nosotras.
- A mí también -es lo que digo. Finjo distraerme haciendo la ensalada de lechuga, para que no siga tocando el tema.
- Deberías salir con él , ¿No te gusta? ¿Te hace feliz? -suelta, y por poco no me corto el dedo con el cuchillo. ¿Mamá teniendo una conversación seria conmigo? Nosotras nunca lo hacemos, y cuando digo nunca es un rotundo nunca.
- Mamá, nuestra relación -hago énfasis en la palabra-, no es de romance o algo así.
- ¡Qué lástima! -exclama- Porque es muy guapo, y todo un caballero.

Flashback
Cristal arranca ambos cigarrillos con rapidez, sin perder tiempo me los entrega a mí, y mientras tengo los ojos clavados en Drew, los parto en dos y los tiro al suelo, para luego disfrutar cuando mi zapato los hace cenizas.

- ¿Qué coño les pasa? - pregunta Drew, sacando su cabeza por la ventana y mirando lo que quedó de sus cigarrillos- ¡Ambas están locas! Maldita sea, joder -pasa su mano por su cabello, tan desesperado que da un poco de miedo- Era el último puto cigarro que quedaba, ¡El último!
- Te dije que dejaras de fumar y no hiciste caso -le dice Cristal, cruzándose de brazos.
- ¡Son unas completas zorras! -nos insulta- ¡Me las van a pagar! ¡Están en mi lista negra! No saben en la mierda que se han metido.
Fin flashback

Vaya, sí, todo un caballero...

- Tienes razón, es cierto -miento, mientras que me aguanto una risa.
- Tu padre también era así conmigo cada vez que venía a casa de mis padres -mamá suspira- De alguna forma, me recuerda mucho a cuando yo era una adolescente.

¿Papá llamaba zorra a mamá y la amenazaba con ponerla en su lista negra, diciéndole que se la va a pagar? Eso es tan tierno, que podría llorar.

Los minutos van pasando, con mamá dejamos la comida a medias y luego me pide que la ayude a ordenar las habitaciones. No me gusta pero accedo sólo para mantenerme ocupada, no iba a quedarme sola como una tonta.

Al pasar por la sala de estar, papá y Drew siguen conversando alegremente. Es más, ni siquiera se percatan de que paso por su lado. Subo las escaleras rodando los ojos, un poco fastidiada. Es lindo que se lleven bien, ¿Pero y yo? Si se supone que venía a pedir permiso a papá para salir conmigo, no a conversar de cosas de hombres que la verdad ni entiendo.  Supongo que debo darle algo de crédito al chico, quizás está haciendo las pases. Eso sería sorprendente.

Acabamos de ordenar en aproximadamente media hora, y cuando vuelvo abajo Drew está, al parecer, despidiéndose de mi padre. Mamá baja tras de mi, me hace a un lado y da un salto de alegría.

- Drew, cariño, ¿Te quedas para almorzar? -pregunta mamá, ansiosa.
- Muchas gracias, señora Yovana, pero le he dicho a mi madre que volvería a almorzar con ella. Aunque me encantaría en otra ocasión -Drew le da un abrazo para reconfortarla.
- ¡Sí! Me mandas a decir con Fabiola el día en que quieras venir -le dice cuando se separan.
- Por supuesto.
- Drew y Fabiola van a ir a nadar en unos días -habla papá. Cuando lo miro, sonríe tanto que me da algo de susto. ¿Qué le hizo? ¿Lo hipnotizó?
- ¿En serio? ¡Eso es genial! -mamá ahora parece que reboza de emoción- Estoy sorprendida. A Fabiola no le gusta mucho usar traje de baño.
- Me he dado cuenta cuando se metió en la piscina de mi casa -sincera Drew- Pero lo que sea para que ella se sienta cómoda.
- Eso me gusta, que tomes como prioridad y cumplas los deseos de mi hija -abro los ojos. Papá, al parecer, sigue creyendo que salimos o algo- Ella debe de ser tratada como una reina.
- Estoy de acuerdo con eso, no duden que va a estar a salvo conmigo.

Cuando los tres se despiden y Drew se acerca a mí, me preparo para besarlo en la mejilla, pero me interrumpe cuando me toma por el brazo y me arrastra disimuladamente a la salida de la casa. No acaba ahí, si no que luego me lleva hacia la calle.

- Pudimos despedirnos adentro -le digo, haciendo una mueca- ¿Qué le hiciste a papá?
- ¿Cómo que qué le hice?
- No sé, por eso te pregunto. Él no es tan agradable con mis amistades.
- Sólo fui yo mismo.
- Pero en tu casa siempre te portas mal -hago recordar.
- En mi casa, con Cristal. Ella es mi hermana, tengo que entretenerme y desgastar mi ira interna con algo. Además a ella también le beneficia -se encoge de hombros- Tu familia es muy agradable.
- Sí, pueden tener sus malos momentos, pero son buena gente -reconozco orgullosa, sin poder reprimir una sonrisa.
- Tienes muchas facciones de ellos también -agrega, y me estremezco cuando lleva a mi rostro una de sus manos, para acariciarla con su dedo pulgar- Sólo quiero que sepas que soy realmente educado. No he fingido allí adentro.
- Sí, pero pudiste tomarme en cuenta también, me sentí un poco dejada de lado -confieso en voz baja mirando a la acera, y cuando me doy cuenta de que él me ha escuchado, siento que me ruborizo.

Yo nunca soy tan abierta con la gente, me cuesta un poco decir lo que siento, sobretodo si es algo profundo. Pero con no se me hace tan complicado, es más, lo hago inconscientemente, porque realmente no sabía que quería decir lo que dije.

Cuando levanto mi mirada, luce un poco sorprendido, pero no es para tanto tampoco, de más puede burlarse de mí en un rato.

- Tengo todo el tiempo del mundo para ti cada vez que quieras -se relame los labios y luego sonríe- Pero no quería presionarte, siento que no es lo tuyo -me mira fijamente de pies a cabeza, como analizándome, y me hace sentir un poco nerviosa. Entonces detiene su mirada en mi pecho- ¿Quién te dio eso?

Me miro a mí misma. El amuleto en forma de botella, relleno con pequeñas piedras brillantes de color azul con plateado y un rollo de papel con algo escrito, está decorando mi persona. Cristal me lo regaló un día en que me dijo que marcaría nuestra amistad. Ella lo había visto en una tienda que era poco frecuentada, y cuando la vio pensó de inmediato en mí.

Siempre me ha parecido bonito. Es como de esas botellas de deseos que la gente tira al mar, para que flote hacia lo desconocido. Jamás lo conté, pero ella y yo nos conocimos por internet un tiempo cuando ambas leíamos online. Fue una verdadera casualidad de la vida que nos encontráramos. Compró el amuleto incluso antes de verme saber que vivíamos en la misma ciudad. Nuestra relación no se basaba tanto en conversaciones como "¿Cómo estás? Yo estoy bien, ¿Y tú?", "¿Cuántos años tienes, y tu cumpleaños cuando es?", "¿Tienes hermanos, eres hija única?". Podría decir que esas preguntas nos las hicimos más tarde de lo debido. Siempre nos adentramos en cosas más profundas, y de alguna manera más importantes.

- Es un regalo de tu hermana -confieso sonriendo como nunca, feliz porque me lo haya preguntado.
- ¿En serio? ¡Pero si ella nunca tiene ni un peso! -exclama con aire divertido- Pero bueno, tengo que irme. Ha sido un placer.

Se acerca a mí, me abraza, y me besa la mejilla. Luego besa mi frente, cosa que enternece todo mi interior. Asiente con la cabeza, y luego comienza a alejarse.

Me quedo ahí quieta observándolo como una completa retraída, hasta que ya no lo veo. Un carraspeo de garganta me hace brincar, y cuando me doy cuenta, papá y mamá me miran con diversión.

- ¿Te gusta ese chico? ¡Te tiene completamente flechada! -comenta mamá, abrazando a papá con felicidad- No es para menos, es tan educado, tan ejemplar.
- Déjala, Yovana. El chico no me gusta, pero hija, si no es correspondido no vayas a ponerte mal -aconseja papá. Dios, ¿Qué haré con ellos?
- No me gusta Drew -me limito a decir, y luego me acerco a ellos, hasta que los tres nos metimos a la casa.

♥♥♥

¡Hola! Quiero disculparme por subir un día más tarde de lo previsto, pero lo que pasó es que ayer el cargador del notebook se torció, así que no podía enchufarlo. Intenté enderezarlo de una forma bastante mediocre, y terminé partiendo una parte por la mitad. Me enojé como el demonio, la cosa es que no podía cargarlo, así que pues sin carga no hay notebook y sin notebook no hay capítulo. Y por el celular me iba a costar un mundo poner el texto éste, así que preferí que no

La cosa es, que cada vez que no suba será por problemas que tengan que ver con cosas materiales como ésta o el internet, por nada más. ¿Bueno? Así que tengan buen día mañana, las quiero mucho, no olviden dejar +5 comentarios para que suba el viernes. ¡Adiós! Posdata: No he editado el capítulo, estoy con mucho sueño como para hacerlo, así que si hay algún error es por eso.




13 de marzo de 2015

Capítulo veintidós - Fresa con Chocolate.



Seth golpea el volante con tanta fuerza, que llego a dar un salto del susto. ¡Está loco! ¿Tanto le molesta lo que digo? ¡Si él comenzó con todo ésto! Actúa como un demente.

Me apego contra la puerta, queriendo alejarme en caso de que él pierda los nervios y haga algún movimiento lo suficientemente brusco como para que me afecte, y justo con eso, mi susto comienza a irse, mientras que mi enojo vuelve.

- ¿¡Qué es lo que te pasa ahora!? -pregunto en un grito- ¡Contrólate! ¿Hola? Estás con una chica aquí, si no te das cuenta.
- ¿En serio no sabes lo que me pasa? -me mira con los ojos fijos, como si quisiera derribarme con ellos- ¿Es que no te das cuenta? ¡Me pones nervioso, haces que pierda los estribos! Todo el tiempo lo único que haces es parlotear, quejarte y portarte como una inmadura, cuando los demás lo único que quieren es ayudarte. Alejas a las personas, ¡Tienes que dejar de hacerlo!
- ¡Te alejo porque es lo que quiero! -respondo- Seth, tienes que entender que no te quiero cerca de mí. No quiero ser tu amiga, ni tu conocida, ni nada de esas cosas. ¡No me insistas! Ve con Anita, ella es tan tonta como tú, seguro te recibe con placer.
- Maldita sea, ¿Por qué sacas a Anita en éste puto tema? -cuestiona, apretando los puños- ¡Estamos hablando de ti! Ése es tu problema. Te preocupas de los demás, hablas de los demás que no interesan, pero a ti te dejas de lado como si no fueras nada. ¡Creo que es lo que más me molesta de ti!
- ¡No sabes lo que estás diciendo! -le llevo la contraria.
- ¡Claro que lo sé! -insiste- ¿Qué es lo que no te gusta de mí? ¿Es porque fumo? ¿Porque tomo, o he probado drogas? ¿Por cómo me visto, por mis cosas, porque mi familia tiene dinero? ¿O porque simplemente soy amigo de Drew?

Me quedo en silencio. Jamás voy a responder específicamente ésa pregunta. Y no es para molestarlo, creo que es porque ni siquiera yo sé la respuesta. La verdad es una, pero no es nada de lo que dijo. Me aterra pensar que no quiero acercarme sólo por el hecho de que él es hombre. Eso significaría que sigo estancada, y que no puedo superar lo que me sucedió tiempo atrás. 

Miro hacia la ventana, ignorando su presencia. Tal vez así se le olvide el tema. Tal vez no le interese, y sólo haya preguntado por preguntar.

- ¡Demonios, Cristal, responde! -vuelve a golpear el volante, y me niego a volver a dirigir mi mirada hacia él, o a decir algo. Pero entonces me surge otra posible razón reciente, por la cual no siento correcto que yo esté cerca de él. Y no me había percatado de eso hasta ahora.
- ¿Quieres saber una pequeña parte de por qué? -pregunto, pero no dice nada, y todavía sigo mirando- Porque tienes novia y no actúas como deberías. Estás con Anita, pero a pesar de que te dije que ella era una tonta e incluso una zorra, siendo que yo no digo groserías, ni siquiera te diste cuenta ni te tomaste el tiempo de defender su nombre -decido mirarlo, y él tiene los ojos fijos en mí, al parecer algo aturdido- Ya veo lo mucho que la quieres. 

Abro la puerta de copiloto, y salgo. El aire fresco se apodera de mis pulmones de inmediato, siendo suficiente para que me relaje un poco. Me alejo unos cuantos metros, y me quedo de pie, sin hacer nada. Solamente respirando, mientras cierro los ojos. 

Unos pasos se sienten tras de mí. Sé que es Seth. No sentí ni el momento en que salió, pero no importa. Me abrazo a mí misma e intento no ponerme triste. No sé, el simple hecho de que él se comporte así con ella, de una manera tan despreocupada como si pasara de ella, me hace sentir tan mal, que no puedo describirlo. 

- ¿Ya ves que es cierto lo que digo? -pregunta él, deteniendo su paso- ¿Ves que no es mentira? Te preocupas tanto por otras personas, que no te das cuenta de que tienes que preocuparte por nadie más que por ti. Ni siquiera Anita se da cuenta, y tú sí.
- Lo que pasa es que ningún hombre debería ser así con una mujer -sincero- ¿Por qué estar con alguien a quien sabes que no quieres lo suficiente? Vi la forma en que te reclamó. 
- Cristal, Anita no me quiere por lo que soy. Seguro estás pensando que soy un imbécil, que piensas que juego con ella -se acerca un poco más, lo siento aunque no pueda verlo. Un segundo después, siento una cálida respiración en mi oído, para luego oír en susurro, tal y como la vez en que estuvimos solos, juntos en la piscina:- Pero ella nada más me quiere por los billetes, y por mi apariencia. Es todo lo que vio. ¿No es eso ser interesada? ¿No está ella jugando conmigo, también?

Me olvido por unos segundos de la cercanía que tiene contra mi cuerpo. La verdad es que no lo había pensado así. Ni siquiera se me había pasado ni una sola vez por mi cabeza. Yo jamás haría algo como eso, me refiero a estar con alguien sólo por lo que me podría beneficiar. Pero eso no quiere decir que ninguna chica lo haría. También pueden ser malas, y eso quiere decir que no sólo es culpa de los hombres el lastimar...

- Quiero ir a casa -suelto, queriendo detener mis pensamientos. Seth no puede estar logrando que yo cambie mi punto de vista.

Me alejo y camino hacia el auto. Tan pronto como lo hago, siento el frío sobre mi cuerpo, lejos del calor corporal que Seth me brindó por un momento. No quiero sentarme otra vez junto a él, así que intento abrir la puerta trasera, pero sigue cerrada.

- ¿Podrías quitar el seguro? -le pido, casi suplicante- De verdad quiero sentarme atrás. No estoy de humor para nada.

Me giro para verlo a los ojos. Él sigue en el lugar en que estábamos antes, pero en mi dirección. Camina hacia el auto, abre la puerta del conductor y en el interior presiona un botón. Automáticamente el auto suena, y los seguros se desactivan.

- Listo -me dice- Puedes entrar.

Le agradezco con todo mi alma desde el interior. Abro la puerta, ya algo más relajada, y me acomodo a mi gusto. Me apego a la ventana contraria, y suelto un suspiro. Pero cuando me doy cuenta de que Seth está rodeando el auto y que después se prepara para abrir la puerta trasera del otro lado, suelto un grito ahogado.

- ¡Pero qué haces, demente! -exclamo con todas mis fuerzas, mientras se desliza por el asiento. No me responde y se apega a mí- ¡Iugh, aléjate!
- No. Vamos a hablar -me sujeta por las manos, impidiendo que pueda hacer algo en mi defensa- ¿No querías entrar? Te di lo que querías.

¡Maldito idiota, fue una trampa! ¡Debí imaginar que su repentino buen gesto iba a tener algún lado oscuro! Forcejeo lo más que puedo, pero tiene tanta fuerza que sus manos podrías ser hasta como unas esposas en mis muñecas.

- ¡Violador, eso es lo que eres! ¡Quieres violarme! -comienzo a patalear, pero con sus piernas sujeta las mías, y ya no puedo hacer ningún movimiento- ¡Ayuda! ¡Help me!
- Nadie va a escucharte -me dice- Vamos, Cristal. Sólo quiero hablar.
- Seth, ¡Basta! Por favor -mis ojos se cristalizan, pero me niego rotundamente a llorar- No quiero que me toques, ¡Tú sabes que no me gusta!
- Sólo quiero entenderte, tienes que relajarte -me pide en voz baja, como si se sintiera vulnerable por cómo estoy comportándome- Te juro que no voy a lastimarte, pero quiero que confíes en mí y me digas la verdad. ¿Por qué eres así? ¿Quién te hizo daño, Cristal?
- Nunca voy a decirte nada, ¡Tienes que aceptar la realidad! -le repito como le he dicho ya varias veces de que nos conocimos.

Sujeta mis dos manos con una sola de las de él, y la otra la dirige a mi cabeza. De un momento a otro, acaricia mi cabello con delicadeza, con tanta, que de pronto una chispa de bienestar se hace presente en mí. Aprieto mis ojos, sin atreverme a mirarlo. Mi respiración está muy acelerada, y siento la misma sensación de temblor que me da cada vez que me toca. Hace mucho ningún hombre tocaba mi cabello, para hacer algo tan delicado como acariciarlo.

- Quiero lo mejor para ti -se acerca a mí- No quiero hacer nada más que darte cariño. Tienes que creerme. No soy malo.
- Déjame en paz. No me interesa, sólo déjame -insisto.

Intento empujarlo una vez más, pero de un momento a otro me toma en brazos y con un poco de dificultad me recuesta en el asiento. Comienzo a gritar, con casi tanto miedo como la vez en que él, la persona que no quiero volver a nombrar a jamás, me hizo tener miedo de mi vida. Se tumba sobre mí, lo suficiente como para que yo no sea capaz de quitarlo. Sus brazos me rodean, dejándome inmóvil.

- ¡No me puedes obligar a ésto! -exclamo, fuera de mí, que ya no sé si estoy tratando de patearlo, o alguna otra cosa. Lo único que sé es que intento salir, pero no puedo- ¡Loco de remate!
- Silencio, Cristal. Quieta -apoya su mejilla contra la mía, y eso basta para que mis ojos se empapen y quieran derramar lágrimas- Acostúmbrate a mi toque. Tienes que poder. Tú eres fuerte, estoy seguro. Eres la persona más fuerte que he conocido, capaz de todo lo que te propongas. No tengo dudas de ello. Puedes con esto. Puedes con más. Puedes conmigo.

Y no sé, no sé como ocurre. Pero esas precisas palabras son suficientes para que yo deje de luchar por mi libertad, y me quedo tan quieta como él me lo pide. Abro los ojos, y las lágrimas que querían salir ya no son tantas. No me mira, solamente apoya su mejilla contra la mía, y siento su respiración por mi oído, además de cerca de mi cuello.

Jamás un hombre había depositado tanta confianza en lo que yo podía llegar a ser. Nunca, en mis años de vida, me habían considerado como alguien digna, fuerte, llena de poder, en lugar de debilidad. Y creo que era una de las cosas que más anhelaba en mi vida. Que me vieran por lo que yo soy. Que no pensaran en menos sobre mí.

Siempre me consideré a mí misma fuerte, pero en el fondo deseaba que alguien, aparte de mí, lo pensara. Ahora lo he conseguido, y por alguna razón, me siento llena de felicidad. Aún cuando el que me lo haya dicho, sea alguien a quien no acepto completamente. Alguien que fuma, que en algún momento de su vida se ha drogado, que se alcoholiza, que decidió estudiar artes a pesar de que ganará una porquería de dinero siendo que ni siquiera lo necesita porque tiene todo lo que alguien podría desear, que es amigo de mi hermano mayor y quien en cualquier momento pudo hacerme la vida miserable como los otros, pero que sin embargo, no lo ha hecho. Sin mencionar el hecho de que acaba de hacerme entrar en verdadero pánico.

Su agarre hacia mi cuerpo comienza a aflojarse. Lo puedo sentir de inmediato. Su mejilla se desliza sobre la mía lentamente, hasta que nuestros rostros quedan frente a frente. Si él no me hubiera dicho lo que dijo, probablemente estaría gritando, pero ahora mismo quiero saber que en realidad piensa lo que fue capaz de decir.

Miro sus ojos. Nuestras narices rozan, y lucho para reprimir las lágrimas que ahora amenazan con salir, pero no por algo malo, si no por lo bien que me ha hecho sentir.

- ¿De verdad piensas que soy fuerte, y capaz? -pregunto esperanzada. Seguro me verá como la más tonta por estar así, pero no puedo evitarlo. No podría jamás.

Espero una mirada de burla, o una risa, pero nada llega. Solamente se dedica a mirarme, y a acariciar mi cabello. Suelta un suspiro lleno de alivio. No lo culpo. No sé muy bien por qué estoy comportándome así, seguro mañana me odie y estaré gritándole, pero me gusta éste momento. No lo cambiaría por nada.

- Claro que lo pienso -susurra de manera casi inaudible. Su aliento choca contra mi rostro. Es un aroma extravagante. No es a mentas ni a dulces, pero me gusta- Estoy seguro de todo lo que tiene que ver contigo, Cristal. No sé lo que te pasa, la verdad no entiendo lo que está sucediendo ahora ni la razón de tu pregunta -sincera, volviendo a juntar su nariz contra la mía- Pero gracias al puto Dios que lograste que yo esté así contigo. Creí que no iba a poder...
- Ya cállate -ordeno, interrumpiéndolo. Se queda callado, algo aturdido, pero de pronto suelto una sonrisa enorme. Cuando lo nota, parece volver a relajarse, y sonríe conmigo- Pero no esperes que te lo diga, Seth. Cuando digo que no lo haré, es porque jamás, pero jamás lo haré.

Ante mis palabras, sus ojos muestran un poco de decepción. No es algo que me tome por sorpresa. Sólo estoy siendo sincera. No voy a engañarlo tampoco.

No sé si soy yo en realidad, pero quito mis brazos acorralados con facilidad, ya que no me lo impide, y con timidez lo abrazo por su cintura. Abre los ojos impresionado, pero yo no puedo dejar de mirarlo como si estuviese viendo la joya más preciosa que vi jamás. Su cuerpo es duro, firme, pero no es lo que importa. Si no lo fuera, seguiría mirándolo con admiración.

- Gracias -agradezco. Vuelvo a juntar su nariz con la mía, tan feliz, que luego hasta lo beso en la punta de ésta.

No me dice nada, solamente me observa, y asiente de una manera en que si no estuviera tan pendiente de él, no lo notaría. Pero yo no necesito nada más. Hoy, a ésta hora, casi las una de la madrugada, ha sido el momento más precioso y feliz de mi vida en más de un año. Jamás lo voy a olvidar.

+++

¿Qué pasó anoche? ¡Que alguien me lo diga! ¿Me drogó? ¿El muy estúpido, miserable, drogadicto y todo lo malo del mundo, me hizo algo de eso? ¡No puede ser! ¡No me reconozco! Mi dignidad se ha ido por el inodoro, aún no puedo creerlo.

Anoche, cuando llegué a casa, me sentía como en la misma nube, tan esponjosa y suave que la verdad aún siento la sensación. ¡Pero no pudo haber pasado por mi cuenta! Aunque tengo que admitir que dormí como una princesa. No puedo quejarme de eso, ¡Incluso soñé con flores, bolas de estambre, valles de la diversión y de más! Ni que fuera un gato.

Sin embargo, hoy me siento feliz. Muy feliz. Quizás tanto como me sentí anoche, pero hay algo que no cuadra. Es decir, no sé cómo actuar ahora. ¿Qué haré la próxima vez que vea a Seth? ¿Cómo voy a mirarlo? Dios mío, ¡Santa foca! Qué verguenza, qué humillación, qué todo. Merezco morir. Estoy casi segura de que él puso droga en el aire dentro del vehículo. ¡Tuvo que ser eso!

Salgo de mi habitación para desayunar y bajo las escaleras.. Me siento un poco extrañada al notar que sólo mamá y Alejandro están sentados en la mesa, ya comiendo sin mí. Bueno, todos menos Drew. ¿Dónde se metió?

- Fue a la casa de tu mejor y agradable amiga -me dice mamá. La miro. Al parecer, notó que yo me estaba preguntando a mí misma por él.

Esperar. ¿Dijo: A la casa de tu amiga?

- ¿¡Fue a la casa de Fabiola!? -pregunto exaltada. Mamá se sobresalta por mi grito, tanto, que se atraganta con el té.
- Cristal, no grites tanto -me dice Alejandro- ¡Que mamá puede sufrir un soponcio! -le da ligeras palmaditas en la espalda. Bueno, ligeras si a eso se le llama cuando la espalda suena bastante- ¿Qué no ves que ya está vieja?
- ¡Alejandro, no estoy vieja! -lo reprende a mamá, repentinamente curada- Vuelve a decir eso y te castigo sin juegos, sin internet y sin celular por todo el fin de semana -Alejandro se queda callado y mamá se vuelve a mi dirección- Sí, fue a casa de ella, pero no me dijo a qué. No sabía que ellos dos se llevaran tan bien. Es una muy buena noticia. Fabiola me cae muy bien.

Guardo total silencio, no queriendo decir algo que no deba. Ya aprendí mi lección de anoche, cuando me puse prácticamente como una cuba, sin percatarme ni en el más mínimo momento. ¿Es sano que mi cabeza no pueda dejar de recordar eso?

- Oh -me aclaro la garganta- Bueno, yo voy a hacerme el desayuno.
- Tomarás sola, porque yo ya he terminado y tengo que a hacer la compra -dice mamá, mientras se levanta- Alejandro, tú vienes conmigo.
- ¡Mamá, no! ¡Hoy dan una maratón en canal History de Top Gear! ¡No me lo puedo perder! -se niega mi hermano, tan paranoico que creo que va a llorar- ¡No puedes hacerme ésto, dijiste que me dejarías verlo!
- Ya sé niño, pero tenemos que ir. Tu padre me ha dejado dinero para la mercadería. Además, dijiste que la maratón es a las dos de la tarde y son precisamente -toma su celular, desliza el dedo y ve la hora- las once en punto. Vamos a llegar temprano.

Me río de Alejandro y me burlo de él. Me fulmina con la mirada. Mamá se gira en mi dirección, asustándome, y disimulo no tener ninguna expresión. Espero que no me haya visto.

- No te burles de tu hermano -me regaña- Mira que te vas a quedar preparando el almuerzo. Ahí en la cocina queda un paquete de arroz, y en la nevera hay unos paquetes de croquetas, para que las pongas en el horno.

No alcanzo ni responder, mamá toma su bolso, Alejandro la sigue y ambos salen de la casa. Dios, ahora resulta que tengo que cocinar. Debí suponer que no iba a salirme con la mía, de todos modos. ¡Pobre de mí! ¡Siempre tengo mala suerte!

Voy a por el hervidor, y echo agua en la taza que fue ocupada por mamá, porque la otra seguro está infectada con el virus T de Alejandro. No quiero ser contaminada. ¡Ni hablar! Así que cuando pongo la bolsa de té en la taza, vuelvo a la cocina para dejar el hervidor. Me regreso a la mesa, me siento, tomo un pan y le pongo una rebanada de jamón encima.

Me quedo analizando la situación. Dios, ¡Qué risa! Muero para que Fabiola me cuente todo lo que pase. No dudo que Drew hará el ridículo en más de una ocasión, y tampoco dudo que Fabiola se pondrá más roja que un tomate, porque estoy segura de que mi hermano ni le avisó que iría ésta mañana. Uy, la diversión que me espera. No tiene nada que ver, pero soy la mejor amiga del mundo.

Por otro lado, ahora que lo pienso, ¿Debería contarle a mi más mejor amiga en todo el mundo lo que me pasó anoche con Seth, además de la humillación que sufrí?


♥♥♥

¡Es viernes! Ya es fin de semana. No iba a subir hoy, pero me di cuenta que desde ayer en la tarde los comentarios llegaron a más de cinco, así que pensé: ¿Por qué no? 
Muchísimas gracias por comentar antes, y por su apoyo hacia mi proyecto, como siempre les digo. ¡Que tengan buena tarde! Ahora que Cristal y Seth tuvieron más contacto, las cosas empezarán a avanzar más de lo normal. ¡No se pierdan los próximos capítulos! Y recuerden, +5 comentarios y votos para que suba el Martes. Un beso enorme.



11 de marzo de 2015

Capítulo veintiuno - Fresa con Chocolate.



Me encuentro sentada en mi colchón, casi muriéndome del sueño porque la tipa que está a mi lado derecho me tiene realmente aburrida. No pensé que sería así, digo, desde que se confesó no ha dejado de parlotear a mi lado, mientras me ruega que haga algo por ella y su felicidad. ¡Es una obsesiva, una psicópata de hermanos!

- Cristal, por favor, tienes que presentarme a tu hermano -insiste Marizza por no sé qué número de vez en lo que llevamos de la pijamada.
- No -respondo borde. Me giro a mi lado izquierdo, donde está Fabiola, y le hablo en susurro- ¿Puedes creer esto? Ya se me está haciendo molesto.
- ¿Por qué no? -pregunta Marizza, volviendo a tocar el tema- ¡No está mal que yo quiera conquistarlo! Si la otra que está tratando de conquistar no le da bola, ¿Por qué yo no puedo intentar demostrar que soy mejor que ella?
- Porque no, y punto. Déjame, Marizza. Me está hartando éste tema. No quiero ser grosera, ¿Pero puedes parar de una miserable vez? 
- Tú no entiendes lo que siento por él -expresa, frunciendo el ceño. Ahora se enojó. 
- Por Dios, no sientes absolutamente nada, sólo atracción física. 
- ¡Llámalo a su celular y pregúntale si puede venir acá un rato, para que nos conozca con las chicas! -propone, y eso me hace quedar tan impresionada que intento con todas mis ganas no reírme en su cara.
- Se nota que no lo conoces, Marizza. Drew jamás en su vida vendría a una pijamada con mis amistades. Lo aborrece -sonrío de lado- Con suerte me trajo a mí y a Fabiola.
- ¿Fabiola se lleva bien con él? -pregunta, repentinamente interesada.
- Por supuesto que sí -le cuento con orgullo- Mí mejor amiga es la única que ha logrado llegar al corazón de Drew, y encima sin siquiera intentarlo. 
- ¿Drew está enamorado de ella? -abre los ojos, tanto, que en cualquier momento el globo ocular se le podría salir para afuera.
- No he dicho eso, pero él le tiene un cariño y una protección que jamás brindó a otra chica. Es más, ¡Terminó a su antigua chica por Fabiola! Y encima la invitó a nadar.
- ¿Es eso cierto? -Marizza se dirige a Fabiola, mirándola amenazante- ¿Significa que tú eres la chica a la que Drew quiere conquistar?

Fabiola me mira impactada. Sé que probablemente no debí decir eso, pero es la verdad. Drew tiene un gran afán de querer estar cerca de ella, además de todo lo que nombré, y no veo por qué debería ser algo que ocultar. 

- No, yo no soy la chica -niega Fabiola, rotundamente- Estás malinterpretando.
- ¿Entonces por qué hace todo lo que Cristal dijo, por ti? -cuestiona molesta.
- No lo sé -responde mi amiga, aturdida- No tengo idea. Jamás le he preguntado, pero es un chico increíble. Realmente se ha portado excelente.
- Le podría agradar yo también, quizás incluso más de lo que tú le agradas -ataca Marizza. Ruedo los ojos, ya algo fuera de mí.
- Marizza, escucha -me meto, para que deje de decirle cosas así- Tú podrías agradar a Drew, pero con esfuerzo, quizás sin que seas tú misma. Fabiola, prácticamente, sólo tuvo que hacer sonar los dedos y en un segundo tuvo a mi hermano en la palma de su mano. Fin.

Ésta tipa ya me está haciendo dar la cabeza vueltas. ¡Me estoy volviendo loca! Lo que me hace preguntarme: ¿Por qué la defendí de Julián? Oh, sí, por recuperar la honra de una mujer. Lástima, porque de saber que Marizza sería tan irritante como cual mono alfa de trasero colorado, gritando por conseguir hembras, me habría inventado otros insultos para Julián, incluso mucho mejores.

Marizza continúa acribillando a Fabiola de preguntas, desesperada por saber más de Drew, queriendo saber qué tiene Fabiola que no tenga ella. No sé por qué se hace tanto problema. Yo no soy tan parecida a Fabiola en el carácter, pero sí en los gustos y en nuestros sentimientos más profundos. A pesar de eso, estoy completamente consciente de todo lo que Drew pudo ver en ella, como para que se llevasen bien. Quiero destacar lo sencilla, tranquila y humilde que mi amiga es. Esas tres cualidades son las que puedes notar a simple vista, incluso antes de hablar con ella por primera vez.

¡He colapsado, definitivamente no aguanto más!
Tomo mí celular que está a un costado del colchón en el que me encuentro. Deslizo el dedo para desbloquear la pantalla, busco el número de Drew y lo pongo en altavoz. Los pitidos suenan y sé que contestará en cualquier momento.

Fabiola me mira como si yo estuviera loca por lo que estoy haciendo. A Marizza se le nota lo nerviosa, pero lo sorprendida y también animada que está. Las chicas, incluyendo a Faloon, Teddy, Amanda y Carlota, han ido afuera a buscar unas cosas para comer, por lo que no han escuchado nada de la conversación, y definitivamente, no escucharán lo que Drew diga.

- Qué pasa -saluda Drew, con voz neutra.
- Tengo a alguien que quiere hablar contigo -informo aburrida.
- ¿Es Fabiola? -pregunta- Porque si es ella, dile que puedo llamarla de inmediato.
- No es ella -le digo, sonriendo satisfecha. Miro a mi amiga, y ella está tratando de no sonreír. Por otro lado, Marizza está claramente molesta- Es una chica que conocí antes.
- Pf -bufa Drew- Cristal, sabes, me haces perder mi tiempo. Seth y yo estamos pasando un rato de hombres en casa, así que no llames para mierdas de éstas.
- Su nombre es Marizza, sólo quiere conocerte -insisto sin nada de ganas, pero sólo lo hago para ser cortés. No quiero ser tan grosera- Podría agradarte.
- Me importa una cagada, ¡Tus amigas me repugnan! -grita- Joder, ¿Fabiola está por ahí?
- Está a mi lado.
- Dile que no haga nada que yo sí haría con alguien.
- ¿Qué significa eso? -pregunto extrañada.
- Tómalo como quieras. Con que ella entienda el concepto, yo feliz.
- Drew, ¿Y las papas fritas? -se escucha la voz de Seth- Las dejé en el sofá cuando llegamos. Es como si hubiesen desaparecido.
- ¡Oh! ¿Eran para compartir? -pregunta mi hermano, todo inocente- Tío, no sabía. Me las comí todas. Venga, dame un abrazo.
- Pero si te dije que eran para ver la película, imbécil.
- No escuché, lo siento -se disculpa- Cristal, ya me largo, no me molestes más -dicho eso, la llamada se corta y no escucho más que los pitidos.

Me quito el celular, lo bloqueo, y suelto un suspiro. Miro a Fabiola, que está mirando fijamente a Marizza, con algo de pena en su rostro. Pienso un momento qué decir para que se sienta mejor o se olvide del asunto, pero sus palabras me interrumpen antes de que siquiera lo intente.

- No me interesa, tu hermano es un capullo. Que se vaya al infierno -escupe con despecho- Quédate con él, Fabiola, yo ni quería -se gira, se recuesta en el colchón, y al parecer, intenta dormir. Su frase no pudo ser más típica.

Las chicas vuelven a la habitación, se sientan sobre sus colchones mientras abren paquetes de comida chatarra, y tardan en darse cuenta de que Marizza se ha puesto a dormir. Supongo que lo hace, porque está roncando al cabo de pocos minutos.

Rato después, me ofrezco a ir por las bebidas a la cocina. Me levanto, saco los vasos del lugar que Carlota me había indicado, y comienzo a servir. Sobrepaso el borde y un poco comienza a chorrear cuando el sonido de mi celular me sobresalta. Lo saco de mi bolsillo, que lo había guardado ahí luego de hablar con Drew, miro para ver quién es, y me pongo un poco confundida.

- ¿Papá? -pregunto, incrédula- ¿Qué haces llamándome?
- Aún estás en la pijamada, ¿Cierto? -cuestiona con autoridad- Porque más te vale que no te hayas ido para otro lado.
- No me he ido, estoy donde te dije -ruedo los ojos, a pesar de que no pueda verme.
- Confío en tu palabra.
- ¿Para qué me llamas? -pregunto insistente- ¡Estoy bien!
- Quería decirte que Seth va a ir por ti y por Fabiola.  A las doce tienes que estar fuera de la casa de Carlota, ¿De acuerdo? Espero que seas puntual.
- ¡Papá, no hagas ésto! -reclamo de inmediato- ¡Habías dicho que tú vendrías!
- Noticia de último minuto, estoy muy cansado. Trabajo de noche, Cristal. Necesito dormir y recuperar mis fuerzas.
- ¿No piensas que Seth quizás hará eso de mala gana? -intento convencerlo- ¿O que puedo ser una molestia? Debe de tener planes.
- Estoy seguro de que no, hija. Hazme caso y por favor no seas grosera. Adiós -no me deja decir nada más, y corta la llamada.

Me quedo mirando el celular como una estúpida, queriendo tirarlo al suelo y pisarlo con toda la fuerza que mi cuerpo me permita, pero me abstengo, porque sé que no me comprarán otro si lo arruino. Con suerte pude conseguir uno en navidad. Papá y mamá no ganan tanto dinero, y todo lo que tenemos ha sido por el esfuerzo de toda una vida de cada uno.

Bueno, podré ser de todo, de lo que sea, pero siempre pienso en mis padres y en su situación, a pesar de no demostrarlo. No soy una persona maldita. Yo sé eso, así que me hace sentir bien y orgullosa, a pesar de cualquier cosa.

- ¿Estás bien? -Fabiola llega a la cocina, viendo mi expresión. Suelto un suspiro que tenía contenido, y cierro los ojos. Alzo una mano y niego con mi dedo índice.
- No es nada, sólo papá al teléfono -sincero a medias, porque no es necesario decirle que me cabreé un poco con él. No es para tanto tampoco.
- ¿Estás segura? -alza una ceja.
- Sí, no es nada importante -sonrío para tranquilizarla.

Me ayuda a llevar los vasos con bebidas nuevamente a la habitación, y todas, excepto Marizza que está dormida, seguimos conversando de cualquier tema sin importancia. Gracias a Dios, el tema excesivo de los chicos ya se acabó, así que en su lugar charlamos hasta del instituto.

Comienzo a relajarme y se me olvida todo lo que pudo salir mal en el día. Creí que estaría de mala gana el resto de la noche, ¡Pero no! En su lugar, estoy radiante porque realmente es como si nada hubiese pasado. ¿Así serían mis noches de pijamada al lado de Fabiola, en mi casa y en la de ella?

Ahora que lo pienso bien, es un no. Claro que no. Las nuestras serían más reales. No tendríamos nada que ocultar, hablaríamos de lo que quisiéramos, ya sean de decepciones de la vida o de los momentos más felices. Podríamos llorar, reír o gritar, sin sentirnos juzgadas en ninguno de los sentidos. El pasado saldría a relucir, el futuro se soñaría a nuestro gusto, y al final, seguramente, quedaríamos en que somos fuertes y en que seguiremos adelante, no importa lo que pase o lo que haya pasado.

Cuando se hacen las once y media, las cosas comienzan a volverse aburridas. Marizza despierta, y comienza a lloriquear por el desinterés que mi hermano le dio. Comienza a darme sueño, y me reprimo de acostarme en el colchón porque no quiero dormir todavía, quiero hacerlo en mi casa. Fabiola, por otro lado, decide pasar el tiempo viendo vídeos graciosos en la laptop de Carlota. No escucha nada de los lloriqueos de Marizza porque está con audídonos.

Cuando faltan quince minutos para las doce, mi celular comienza a sonar y contesto de inmediato. Nadie parece darse cuenta de que siquiera ha sonado, así que me lo llevo a la oreja, con despreocupación.

- ¿Hola? -otra llamada que no quiero.
- Estoy afuera, Cristal -escucho decir a Seth, con voz ronca.
- Acosador, ¿Quién te dio mi número? -pregunto impactada.
- Tu padre.
- Hablaré seriamente con él. No puede estar dando mi número a enemigos.
- Ésa no es la palabra con la que deberías dirigirte a mí -corrige con algo de amargura.
- Lástima.
- Sal, que te estoy esperando.
- Aún no son las doce.
- Pero ya llegué, así que si tú y Fabiola son tan amables, ¿Podrían salir para que yo las vaya a dejar y luego me vaya a mi casa?

Lo pienso un momento, por poco ablando mi corazón y respondo que sí, pero en lugar de eso, corto la llamada y me quedo mirando mis uñas los siguientes minutos. Quiero irme, pero sólo lo hago para molestarlo. Después de todo, el día de hoy comiendo helados en Sissy's él se enojo, ¿No?

Cuando son diez para las doce, mi celular vuelve a sonar. Me lo llevo con desdén al oído, nuevamente. ¡Quiero morir! Estoy cansada, que Dios se apiade de mí.

- Qué quieres -escupo. ¿Desde cuándo recibo tantas llamadas?
- Cristal, si no sales de ahí, prometo no volver a dejar que vayas a ver a tus amigas -me regaña papá, con los nervios algo disparados. Sin embargo, no llega a estar enojado.
- ¿Qué te pasa?
- Seth me ha llamado y me dice que no quieres salir. ¿No te pedí que no fueras grosera? He estado intentando mantener mi compostura contigo, hija. No te he regañado, te dejé ir a esa pijamada, y tú no estás dándome nada bueno a cambio -su voz de pronto suena triste. Dios, está haciendo eso que sabe hacer. Ya está logrando que me sienta culpable.
- Pero papá, aún no son las doce -le recuerdo, queriendo que me comprenda.
- Cristal, vete de ese lugar ahora y regresa con Seth, ahora.

Me doy cuenta de que no va a descansar hasta que le haga caso, y si no llevo a cabo lo que me pide seguro se lo dirá a mamá y ella me dará una reprimenda que no quiero recibir, así que termino dándome por vencida, ya cansada.

- Bien -acepto- Nada más déjame recoger mis cosas, ¿Bueno?
- De acuerdo, gracias -noto que papá se relaja a través de la línea- No sé si estaré despierto cuando llegues, pero tienes que avisar a tu madre cuando lo hagas, ¿Ya?
- Ajá. Buenas noches.
- Buenas noches, hija. Descansa -y cuelga.

Me levanto, quedando firme sobre mis propios pies y me acerco a donde se encuentra mi mejor amiga. Toco su hombro. Ella se sobresalta. Estaba tan concentrada, que no me vio venir. Se quita los audífonos y me analiza con la mirada.

- Debemos irnos, Seth está afuera.
- Oh, vale -comprende de inmediato. Comienza a ponerse de pie.
- No hay prisas, iré al baño. En cuanto vuelva, tienes que estar lista.
- Bien -sonríe y yo me voy hacia donde le dije.

Al llegar, me miro un poco en el espejo y luzco un poco demacrada. De verdad estoy cansada, al parecer. Creí que era sólo algo pasajero, pero al parecer no. Mis ojos lucen muy pesados, y están un poco rojos. No es algo que suela apreciar.

Salgo del baño exactamente a las doce, sólo para mantener mi palabra. Papá dijo a las doce, le dije que bien, así que de más puedo decir que tardé en guardar mis cosas y que por eso terminé saliendo a esa hora aunque me haya dicho que saliera antes. Aunque, bueno, sólo traigo mi celular. ¿Qué importa? ¡Nadie se dará cuenta!

Fabiola y yo nos despedimos de las chicas, y luego salimos de la casa. El auto de Seth está ahí, tan reluciente que el reflejo de la luna choca contra el capó de su auto negro, haciéndolo brillar. Es fascinante, aunque me muestro desinteresada.

Seth sólo nos observa. Noto que la mirada que me dirige a mí, es con algo de molestia. Hace un gesto indicando que nos subamos, y sin rechistar, lo hacemos. El camino transcurre en silencio. Primero noto que vamos en la dirección contraria a mi casa, así que me percato de que primero dejará a Fabiola. Al hacerlo, sus padres me agradecen y me preguntan quién es quien nos ha traído.

- Un amigo de la familia, especialmente confiado por mi padre -les digo, y eso parece que les hace relajar. No quiero que luego ataquen a Fabiola con preguntas.

Me despido, ellos cierran la puerta y regreso al vehículo. Intento abrir la puerta de los asientos traseros, que es donde Fabiola y yo nos habíamos venido, pero están aseguradas. Observo a Seth, y apunta el asiento de copiloto. Frunzo el ceño, pero como no tengo ganas de hablar con él, decido hacerlo a su manera. Estúpido.

- Por suerte que era a las doce -suelta Seth, cuando echa el auto a andar. Ruedo los ojos. Creí que el resto del camino seguiría siendo en silencio.
- Tú fuiste quien llegó antes -me defiendo de mala gana.
- Sí, pero aún así saliste a las doce y cinco minutos de adentro, Cristal -dice con exactitud- Deberías tener un poco más de respeto.
- No es para tanto, ¿De acuerdo? Deja el tema, estoy cansada -confieso- Quiero llegar a mi casa y dormir.
- Bien, pues yo quiero fumar un cigarro ahora mismo, pero no todo en ésta vida se puede -escupe- No  vas a tener todo lo que quieres todo el tiempo.
- No empieces, Seth. ¡Sólo conduce! ¿Qué te sucede ahora?
- Quiero hablar contigo como personas normales.
- Tú fuiste quien se enojó hoy, ¿Por qué me culpas?
- No, Cristal. La que me atacó fuiste tú. Yo sólo quería disculparme en nombre de alguien.
- ¡Por favor, Seth! -me quejo en voz alta- ¡No te disculpaste en nombre de la tonta de Ana, lo hiciste porque quisiste!
- ¿Qué hay de malo en eso? -cuestiona con molestia. Hace una maniobra brusca con el vehículo, y siento que apaga el motor, pero me vale un verdadero bledo en estos momentos.
- ¡Eso es lo malo, precisamente! -vuelvo a quejarme- ¡No necesito que lo hagas!
- ¡Demonios, sólo he estado portándome bien contigo! -me grita, tan fuerte que me hace enfadar aún más. ¿¡Quién se cree!?
- ¡No tienes que portarte bien conmigo! ¡Entiéndelo! -expreso, y para variar, agrego:- Tu Anita es una zorra.
- ¡Me preocupo por ti, Cristal! -continúa- ¡No puedo entenderte! ¡Intento hacerlo, pero no puedo, ni siquiera me dejas! ¿Crees que es agradable ver cómo la gente te juzga?
- Si mal no recuerdo, tú eres uno más de quienes lo hacen. Me llamaste fresa, malcriada, y otras cosas. No intentes hacerte el santo.
- ¡Sí eres fresa! ¡El que te lo diga no quiere decir que lo use como un insulto contra ti! -sigue gritándome- ¡Todo lo otro lo fingí, no he pensado las otras cosas que te dije! ¿No te quedó claro el otro día, cuando te ayudé en el trabajo?
- ¡Oh, por el amor de Dios! ¿Qué es lo que quieres a cambio dejarme en paz? -pregunto desesperada- ¡No me defiendas, no me hables, sólo tienes que hacer como que no existo! Dado que eres tan bueno fingiendo, podrías fingir que soy invisible, también.

♥♥♥

¡He vueltoooooo! No pude subir antes porque estuve bastante ocupada, así que subo ahora. ¡Les tengo una noticia! No entré el lunes a clases, ahora entro el 16 de marzo, así que éstos días los tendré libres para escribir capítulos y si todo sale bien, avanzaría lo suficiente como para subir también los domingos. No estoy segura, sin embargo. No es una confirmación. Muchas gracias por todos y cada uno de sus comentarios. Ya he vuelto de mis vacaciones, y a las que entraron a clases, mucha suerte. ¡Las adoro! Besitos y abrazos. Recuerden, +5 comentarios para que suba. ¡Hasta el viernes!


6 de marzo de 2015

Capítulo veinte - Fresa con Chocolate.



Narra Cristal


Vuelvo a tomar otra cucharada de helado, y la echo en mi boca. Eso es lo único que he hecho en todo el tiempo que llevo en la heladería. Miro a Fabiola y a Drew conversar muy animados, pero en cambio yo estoy en silencio absoluto, porque ni Seth ni yo nos dignamos a decir algo. No es que quiera hacerlo, pero ya estoy un poco aburrida, y eso que no es usual en mí.

Miro hacia las otras mesas. Una señora, con los que supongo que son sus hijos, comen copas de helado, y por lo que veo están más que felices. Un poco más allá, una  par de ancianos beben un licuado, sentados uno al lado del otro, mientras se miran como si fuese la primera vez. El corazón se me deshace, y siento que jamás había sentido tanta ternura en mi vida. ¿Algún día, alguien me mirará de esa forma?

- Sí, son adorables -comenta repentina voz de Seth, sacándome de mis pensamientos.
- ¿Qué? -lo miro, llevando mis ojos hacia él con dificultad.
- Que ellos, esa pareja de mucha edad -los indica con la cabeza-, son adorables.
- Ah -murmuro, intentando analizar bien la situación- Supongo que sí.

Me encojo de hombros, y esta vez dirijo mi mirada hacia la una de las ventanas. Personas pasan apuradas y otras relajadas. Una camioneta con un micrófono pasa diciendo que un circo hará un show éste fin de semana, y que la entrada está en oferta.

- Lamento el comportamiento de Anita hoy por la tarde -vuelve a hablarme Seth.
- Gracias -le digo, sin mirarlo-, pero no me interesa lo que haya dicho. Ya ni me acuerdo.
- Que eras una hueca creída -me recuerda. Ruedo los ojos, ni siquiera se lo pedí.
- Vaya insulto. Ni que no lo hubiese escuchado antes.
- Ha sido descortés -continúa-, y te miró de una manera desagradable.
- Seth, éste tema no me importa -giro mi cabeza hacia él, intentando no entrar en molestia- Anita y tú pueden actuar como quieran. Paso de eso.
- Yo no paso de eso, Cristal -recalca con voz dura, llamando mi atención- Ella se pasó. Te juzgó de primera con sólo verte.
- No es algo nuevo. ¿Podemos hablar de otra cosa?
- ¿Por qué actúas como si no te importara? -pregunta enojado.
- ¡Porque no la conozco, no me hace sentir nada! -dejo en claro, alzando la voz, pero lo suficiente como para que nadie a nuestro alrededor escuche.
- ¿Cómo mierdas no vas a sentir nada, si la gente se burla de ti y te trata mal en tu cara?

Vuelvo a rodar los ojos, ya algo desesperada. Si hay algo que logré es no tomar en cuenta opiniones innecesarias que no brindan nada. No quiero ponerme como una loca, menos aquí en público. Tampoco quisiera arruinar el buen rato de mi amiga con Drew.

- Entiende una cosa -ordeno, amenazante- Sé cuidarme por mí misma y he madurado lo necesario como para dejar que ningún comentario de gente hipócrita me lastime.
- Estoy dándome cuenta de eso, no tengo ni dudas.
- Te sorprendería lo fácil que soy de caer mal a las personas, y no es algo que tenga interés en cambiar. Así que olvida el tema de una vez.
- Solamente no te entiendo -se excusa, suspirando algo frustrado.
- Seth, escucha, tú sólo preocúpate de tu relación con Anita. Ni siquiera pienses en mí, ¿Está claro? -digo, más como una orden, que como una sugerencia. Él me mira atento- No necesito que alguien me defienda o venga a darme un sermón. Que te quede claro que no me afecta en nada. La gente como esa de las que me insultan, están muertas para mí. Y punto final. Ya basta.

Dicho eso, me lleno la boca con helado, dando por finalizada la discusión. En el fondo, agradezco que Seth se preocupe por mí, pero yo no voy a demostrar debilidad o vulnerabilidad en frente de un hombre jamás. Me lo he prometido a mí misma desde hace ya tiempo, y el que Seth se haya portado bien el otro día ayudándome con mi trabajo y encima compartiendo fresas conmigo, no cambia las cosas. Sigo en mi postura.

Cuando ya pasa bastante tiempo, Drew y Fabiola se acercan a nuestra mesa, que ha estado en silencio desde que dije ya basta, nos dicen que es hora de irnos para que nos dejen en la pijamada. Me animo un poco con eso, porque la verdad no estoy cómoda sola con Seth, y menos después de la pequeña riña que hemos tenido.

Me subo al auto en silencio, y nadie dice nada en todo el camino. Me harto un poco de eso, porque lo último que necesito es incomodidad o soledad, así que aclaro mi garganta, ya preparada para hablar de cualquier cosa.

- ¿Cómo estuvo el helado? -le pregunto a Drew.
- Estuvo bien -responde, sonriendo- De hecho, diría más que bien.
- ¿Y el tuyo, amiga? -le pregunto sonriente.
- ¡Espléndido! -Fabiola aplaude- Drew va a hablar con mis padres para que me dejen ir a nadar con él, y así se conocen.
- ¿Es eso cierto, Drew? -le pregunto, claramente impresionada.
- Sí, hermana. Te dice la verdad -me guiña un ojo.
- Eso es genial -sonrío con sinceridad.

Me gusta que Drew se comporte como caballero con ella. Me gusta que saque ese lado, porque casi nunca lo hace. Suele ser el imbécil subnormal enamora chicas, pero al parecer algo en él está saliendo a flote. ¿Acaso en realidad estoy soñando? ¿Qué pasa si nada de ésto es real? ¡Porque, por Dios, es Drew!

Llegamos a la pijamada y entramos de inmediato a la casa de Carlota. Ella nos recibe gustosa, y nos informa de que sus padres no están en casa, por lo que podemos hacer lo que queramos. Supongo que es lo que cualquier chica que quiere vivir la vida con rudeza haría. Yo no, ¡Mi madre me arrancaría el cabello uno por uno! ¡Y para qué hablar del carácter que se hace presente en mi padre!

- ¡Juguemos a las preguntas! -propone Faloon, una compañera de curso.
- ¡Oh, sí, yo voto por eso! -la apoya Carlota- ¡Vamos, chicas! ¡Todas acerquen sus colchones, poniéndolos juntos hasta hacer un círculo!

El círculo no tarda en hacerse presente. Éste está formado con la cabecera de los colchones, lo que nos permite estar lo suficientemente cerca la una de la otra. Fabiola está a mi lado, ansiosa por empezar. ¡Vamos, que aquí nos enteramos de muchas cosas!

Tiramos el cachipún, y al final la que pierde es Amanda, una chica de la escuela pero que es de otra clase distinta. Ella se queja en derrota, y al final termina cediendo.

- Bien, Amanda -habla Carlota- ¿Alguna vez lo haz hecho con un chico?
- ¿Hacer qué? -pregunta ella, juntando las cejas, extrañada.
- ¡Hacerlo! -le vuelve a repetir.
- ¿De qué hablas? -que inocencia.
- Se refiere a si tuviste sexo con alguien -aclaro, y de pronto todas comienzan a burlarse de la tierna y dulce Amanda. Tengo una prima pequeña que se llama Amanda y es la gran demonio, no la soporto.
- Oh, eso -se sonroja un poco- Pues, no. No lo he hecho con nadie.
- ¿Esperas a la persona correcta? -le pregunta Fabiola, interesada en el tema.
- Supongo que sí -se encoge de hombros- No es algo que tenga como meta.
- ¡Pero oye, tuviste que estar a casi hacerlo, al menos! -Faloon insiste con otra pregunta, queriendo sacar más información- ¡Si estuviste con Caleb como por un año!
- Nunca estuve a solas con él, Faloon. Papá y mamá no me lo permitían, y además no es que tuviera muchas ganas de aceptar cada vez que me invitaba a ir a escondidas a su casa -dice- ¡No soy tan tonta! Sé lo que quería.
- Está bien lo que hiciste, Amanda -le intento hacer sentir mejor- Si no quieres hacer algo, no lo hagas y ya. Ya ves, no estás con él ahora. Menos mal no cometiste un error.
- Cristal tiene razón -me apoya Fabiola- No está mal que te guardes para alguien en un futuro.
- ¡Oh, gracias! -exclama ella- ¡Al fin me siento comprendida! Porque Faloon está tan abierta que no sé cuántos han estado dentro de ella el último año.
- ¡Amanda! -la regaña Faloon- ¡Dijiste que no ibas a decir nada!
- Te pasa por bocona. Sabías que no quería hablar sobre Caleb -comienzan a discutir.

La siguiente en perder es Teddy, otra compañera de curso con la que no hablo mucho, pero que me aún así me agrada. Se toma sus manos y ruega para que no le hagan una pregunta que no quiere contestar. No puedo evitar reír.

- Nombra a los tres últimos chicos con los que te liaste -ordena Fabiola, y me sorprendo por ello. ¡Seguro logra que quede la embarrada! Ésto será divertido.
- Pues, si mal no recuerdo, fueron Robert, Arturo y Dylan.
- ¿¡Dylan!? -pregunta Amanda, algo histérica- ¿Cómo te liaste con él?
- No sé, fue en la fiesta de una amiga. Él fue y pues aproveché al situación.
- Zorra, ¡Sabías que él me comenzó a gustar luego de que terminé con Caleb! -le saca en cara, ya un poco roja del enojo.
- Ay, Amanda, es sólo un juego.
- ¡Pero lo hiciste! -le recuerda- Jamás lo pensé de ti.
- ¡Y encima también con Robert, él fue mi ex! -sigue hablando, ignorando por completo las palabras de Teddy.
- Tú lo dijiste, tu ex. ¡Ex! -grita- ¡Es pasado, tienes que superar las cosas! Marizza, ¿Tú cómo hiciste para superar a Julián?

¿Ha dicho Marizza? O mejor dicho: ¿La chica que estuvo todo éste tiempo frente a mí, es Marizza? ¿Cómo no pude reconocerla? ¿Tanto ha cambiado? Porque creí que venía solamente acompañando a alguien, porque casi nadie la conocía, al parecer.

¡Claro que ha cambiado! Reemplazó sus dos trenzas largas junto con sus lentes con mucho aumento y su flequillo recto. ¡Ahora luce mucho más despejada! Tanto, que juro que de verdad no la he reconocido. No puedo evitar mirar a Fabiola y ella está igual o incluso más sorprendida que yo.

- Me costó mucho -sincera Marizza- Yo lo amaba, pero al parecer él a mí ya no, y por eso creo que me fue infiel -confiesa con algo de pena- Pero si algo me ayudó a superarlo, fue simplemente el tiempo y comenzar a salir más frecuentemente con mis amigas.
- Pf, Amanda ya ha tenido bastante tiempo pero como es tan ilusa no le sirve ni un carajo -comenta Carlota. Amanda la fulmina con la mirada.
- ¡Pero bueno, ya! -anuncia Teddy- ¡Ahora le toca a Fabiola y a Cristal!

Todas aplauden, cosa que no me esperaba. Digo, sé que soy una persona que tiene muchos rumores a su alrededor y Fabiola también los tiene gracias a mí, cosa que no me enorgullece. La cosa es, que parece que éstas chicas están hambrientas por algún chisme nuevo. ¡Qué desesperadas!

Ahora más que nunca me alegro de haber tratado a Julián mal. Se lo merecía, puesto que le fue infiel a una chica, que es de las cosas más ruines que existen. El tipo es un bastardo, menos mal tuve la oportunidad de darle un poco de su merecido.

- Fabiola, ¿Es verdad que te gusta Austin del último año, y que tuviste sexo en la cancha junto al arco de fútbol con él? -pregunta una chica que no vi antes.

Parece que a mí mejor amiga se le cae la cara al piso, y yo abro la boca impresionada. ¿De dónde salió eso que ni siquiera yo me enteré? Porque sé muchos de los rumores, pero éste jamás lo oí ni en broma. Estoy impresionada. ¡No lo puedo creer!

- No, claro que no -responde Fabiola, algo aturdida- Jamás me ha gustado Austin. Ni siquiera he hablado con él.

Las chicas ponen cara de decepción.

- Pero debe de gustarte alguien, ¿No? -pregunta Faloon.
- Por el momento no.
- Oh, vaya, creímos que tendríamos más información -se queja Teddy- Ya sabes.
- Lamento decepcionarlas -se disculpa Fabiola riendo.
- ¿Y tú, Cristal? -se dirigen a mí, ahora Marizza- ¿Andas con alguien, tienes novio? Porque nos dijeron que Angelo y tú salieron del baño de chicas una tarde, y se comportaron extraños, e incluso algo sudados.
- ¡Por supuesto que no tengo novio! -me pongo a reír por tal barbaridad- Angelo entró al baño de los hombres sólo a verse en el espejo del baño, porque dice que los hombres no tienen uno tan bueno. Y nos comportamos extraños porque abrió el grifo de la llave tan brusco, que el agua saltó por todos lados y me mojó. ¡Qué historias inventan!
- Que triste, la verdad tenía la esperanza de saber algo del tipo de chicas que le gustan a Angelo -comenta Teddy- Es tan lindo.
- Sí, bueno, si lo encuentras lindo ve a por él -sugiero, y ella sonríe emocionada.
- Ahora le toca a Marizza, porque hay una cosa que quiero saber pero que no pregunté -expresa Carlota, con mirada maliciosa- ¿Hay algún chico que te guste ahora?
- Uh, podríamos decir que sí -responde ella sonriendo.

Todas gritan de la felicidad, y luego de unos murmullos que no se entienden y de raras expresiones de rostros, el lugar queda en silencio y Marizza se pone a hablar.

- ¿Cuál es su nombre? -pregunto algo enternecida.
- No sé si tú debas saberlo -me dice. De inmediato algo me pone el alerta. ¿Será él?
- ¿Por qué?
- Porque... -hace una pausa y piensa sus palabras- Porque es tu hermano.

Creo que me muero y vuelvo a revivir, porque es tan grande la sorpresa que no me percato de que todas están mirándome atentas, llenas de ganas de saber qué es lo que diré. Fabiola tiene una expresión consternada, supongo que porque ambas, lo que menos esperábamos oír, era sobre Drew, ¡Y menos aún en una pijamada del instituto!

- Bueno, Marizza -comienzo a hablar- Lamento decepcionarte, pero Drew está en plan de conquistar a alguien -sincero. Bueno, no miento, porque al menos eso es lo que creo. Siento que algo se trae con respecto a Fabiola, estoy casi segura.
- ¿Qué? ¡No puede ser! -se queja Marizza, al borde de las lágrimas- ¡Es tan precioso! Hace unas semanas, cuando bajaste frente al instituto en un auto negro lo vi. ¡Parece un modelo de revista!
- No es para tanto -le digo con desgrado- Chica, estás delirando.
- ¡Pero es que de verdad creí que algún día le hablaría, y se enamoraría de mí! -grita, y comienza a llorar.

Entro en pánico, porque no sé que hacer. No sé si reírme o hacer algo para que se calme. Mi hermano, el animal menos avanzado en todo el mundo, está rompiendo corazones por doquier. ¿Quién lo diría?

- Está bien, Marizza -le dice Faloon, dándole palmaditas en la espalda- Habrán más chicos.

Marizza levanta la mirada con los ojos aguados y asiente. Suspira, cerrando los ojos con fuerza. Pasa sus manos por el rostro, y sonríe.

- No importa, su amigo también está bueno. Puedo intentar con él -dice con aparente alegría. Vaya, ésta sí que es rápida. Parece que su rompimiento con Julián la dejó así de cambiante.
- ¿Te refieres a Seth? -pregunta Fabiola.
- ¿Ése es su nombre? -Marizza cobra un destello de vida- ¡Es precioso! ¡Estoy ansiosa por conocerlo! ¿Van a presentármelo, verdad?
- Lamento decirte que él tiene novia -suelto, sin una pizca de piedad. Ya me molestó un poco, primero con mi hermano, se olvida al segundo de él y ya quiere con otro. Un poco suelta.
- ¡No, mierda, no puede ser!

Comienza a golpear su cabeza contra el colchón. Teddy intenta pararla y yo me siento fuera de lugar. Aguanto mis risas, y cuando miro a mí mejor amiga, ella está igual. Me hace una ceña, como pidiendo que por favor no haga nada burlesco, y como me lo pide ella, le doy a entender con una mirada que no lo haré. Pero vaya, ¡Sí que es difícil! Con tal espectáculo dramático, no es para menos. Y encima provocado por Drew, y por Seth.

♥♥♥

¡Hoooola! Es viernes, sigo lejos, pero acá está el capítulo! ¿Cómo se subió? ¡Magia! Porque sí, soy maga o hechicera, para que sepan. Un beso a todas, comenten y voten. Son preciosas, nunca lo olviden, y pues feliz viernes. ¡Adiós!