27 de junio de 2014

Capítulo 47 -Por un capricho.



Abrí la puerta de la casa con algo de problemas. Al parecer mi llave se había torcido, quién sabe por qué, así que costaba que pudiera servir para la cerradura. Al ya estar dentro tiré mi bolso a la mesa de centro. Me quité mi bufanda y mi abrigo, preparada para lanzarme al suave cojín del sofá. Pero justo tal belleza se cruzó por mi camino, sentándose en donde tenía pensado. Sonreí animada, más de lo que ya estaba.

- ¡Romano! –chillé­- Mi niñito, ¿cómo está? –le pregunté acariciando su cabeza. Él ronroneaba- ¿le dieron su comida? ¿lo cuidaron bien? Aw, cosita –me acerqué a él y toqué su pequeña y húmeda nariz rosada con la mía- Tan pechocho que me salió, coti coti coti. Miau, miau. Sí mi vida también te amo.

En eso noto la presencia de papá y Michelle, sentados en la mesa del comedor, mirándome. Sonreí de lado.

- Hola –saludé con la mano. 
- ¿Así nos saludas? –preguntó papá, anonadado- Llegas y prácticamente le recitas un poema a tu mugroso gato, pero a nosotros nos haces un miserable gesto. Debe de ser una broma. Típico de adolescentes. 

Iba a responder con algo en mi defensa, pero justo habló Michelle.

- Déjala, cariño. Acaba de llegar –le pidió Michelle. Bendita sea ella.
- Es solo que no la entiendo. Los niños de hoy son tan extraños. No sé qué les pasa. ¿Crees que estén en la edad del pavo?
- Vaya, no lo había pensado de esa manera –se echó a reír- Tal vez lo esté, después de todo. Es normal. 

Rodé los ojos sin quitar la sonrisa de mi rostro, y avancé a las escaleras. Cuando por fin estuve en mi habitación, me tiré a la cama. Miré el techo y no podía creer lo feliz que me sentía. La tarde con Justin había sido perfecta, y lo mejor de todo es que mi papá no me había detenido para hacer preguntas. Estuve aproximadamente unos quince minutos pensando sin moverme de ahí, hasta que la voz de Michelle sonó desde abajo, pidiéndome que fuese a almorzar. A pesar de que no tenía apetito, obedecí. 

                                                        +++

Abrí los ojos con dificultad. Deseaba que no fueran las siete. Pero miré la hora en mi celular y eran las 06:55am. No quería tener que levantarme para ir a la escuela. Comenzaba a hartarme de tener que ir a ese lugar. Y por un momento consideré decirle a papá sobre volver a tomar clases en casa. Aún así, no podía hacer nada en el momento, por lo que no tuve más opción que reposar durante cinco minutos más y luchar contra mis párpados para que se mantuvieran abiertos y la molestia se fuera. El tiempo pasó tan rápido que ni me di cuenta cuando ya era hora. Michelle abrió mi puerta.

- ___, es hora –habló un poco alto, creyendo que seguía dormida. 
- Lo sé. Estoy despierta –avisé sin ánimos.
- Bien. Esperaré abajo. Levántate ya, no vayas a llegar tarde –no me dejó responder y ya había desaparecido. 

Al cabo de unos segundos me incorporé y me levanté. Diría que deseaba a más no poder que fuera un buen día. Que valiera la pena. Ya había pasado una semana desde que Justin empezó a trabajar en donde estudio, y afortunadamente aún no pasaba nada indeseado. Me refiero a, ya saben, chicas entrometidas a las que no les importa dañar las relaciones. Era algo que había que agradecer. Incluso de lo soñolienta que estaba, me imaginé  a mi misma agradeciéndoles con la mano a cada una de las chicas de la escuela, y reí por lo estúpido que sería. Era solo un pensamiento de broma, claro. 

Cuando terminé de desayunar me fui a duras penas a la cárcel. Me iba a pie. Justin ya no podía llevarme. Si me vieran aparecer ahí con él, lo más seguro es que se armaría un inmenso lío. Pero admito que la calefacción del auto sería ideal, puesto que hace un frío que te congela la sangre. 

Las horas pasaron rápido en la escuela. Ya eran las 11:15am, y no había visto a Justin en toda la mañana. El clima afuera estaba bonito y soleado. El timbre tocó y me fui al salón de Taller de Lenguaje. Unos rayos de sol atravesaban los ventanales. El profesor solía ser un tanto asfixiante. Siempre gastando bromas de mal gusto que para algunos eran graciosas, pero a mí no me causaban ni la más mínima gracia. Solo a veces lograba reírme. Es que no siempre lo entendía. 

Me senté en la fila que daba a la puerta, por el cuarto pupitre. Ya habíamos unos cuatro estudiantes dentro y el profesor aún no llegaba.
Un chico se tropezó en la entrada.

- ¡Oh, vaya! –hablando de roma, era el profesor y se puso a reír- ¿Te has tropezado? –le preguntó al chico que yacía en el piso- ¡Que lástima! Deja, te ayudaré –extendió su mano para ayudarlo a pararse y cuando él la iba a recibir, se la arrebató- ¡Iluso! Ya para tu mugroso cuerpo y ándate a sentar, Hipoglós. Obstruyes mi paso. 

No pude evitar reír. ¿Hipoglós? La crema que usa Michelle en la bebé para evitar que la piel se le irrite. Es toda pegajosa y resbalosa. Entendí lo que quiso decir. Había sido algo que ver. Suelo reírme de cosas tontas.
El pobre tipo se levantó avergonzado y se sentó por los últimos lugares de la fila de la ventana. Tragué el resto de mi risa y me tranquilicé. como de costumbre. Y cuando el resto de la clase llegó, todos nos quedamos en silencio. Dakota hoy no había venido. A pesar de no seguir como antes, seguía preocupándome por ella.

- Bien –empezó a hablar en frente- He escrito en la pizarra lo que es para hoy. Haremos lectura comprensiva de la página 120 a la 123 y contestarán las preguntas de la 124, referente al texto. Recuerden que a final de semestre el promedio que obtengan se irá a la verdadera asignatura de lenguaje en coeficiente dos. Después de todo, esto solo es un taller, pero eso no quiere decir que le resten importancia –asintió a la clase y dio un fuerte aplauso- Y bueno, pónganse a trabajar.

Dicho eso, se dio la vuelta y se sentó en su escritorio, para ponerse a escribir en su notebook. Yo estuve haciendo mi tarea durante algunos minutos hasta que me nombraron. Estaba pasando lista. Ni siquiera me había dado cuenta.

- Oh –me paré del asiento algo confundida todavía- Presente, profesor.

Y me senté. Si había algo que él no tolerara es que nos quedáramos sentados cuando pasaba la estúpida lista. Oh, y sólo para sentirse con autoridad le gustaba que lo hiciéramos. Él mismo nos lo había dicho.
Justo en ese momento tocaron la puerta.

- Adelante –permitió el profesor, sin siquiera mirar para ver quien era. 

Casi al instante,  un chico aparentemente rubio o no sé, se asomó por ella. Solo lo vi de perfil y regresé la vista a mi cuaderno. Pero casi me da un paro cardiaco al levantar la mirada por las dudas y darme cuenta de quien era. Mi novio. Justin. Mi chico del baño. Santo dios, y vaya que se veía guapísimo. En realidad llevaba la ropa que solía usar para el aseo, pero igual.

- Buenos días, Don Juan –le saludó el chico que amo con bastante educación, logrando llamar la atención del gran hombre del escritorio- Vine a buscar un tarro que se quedó aquí, y de paso sacar la basura. Si me permite –maldita sea, se oía tan sexy con ese tono de voz. Creí derretirme.
- Por supuesto, no hay ningún problema, joven –asintió con mucha gentileza. 
- Gracias.

No había ni un solo movimiento ni sonido en el lugar. Captando la mirada de todos, y sobretodo de las chicas, pasó por en medio del salón, sin siquiera inmutarse. Algunas se arreglaban un poco el cabello y hacían caras coquetas, pero él no las miró. Parecía buscar algo. No se tardó nada y sus ojos se posaron en mí. Sonrió ampliamente, pero sin que llegara a ser tan obvio a quien le sonreía. Casi lloré de la alegría. No lo haría, por supuesto. Él se había dado el tiempo de encontrarme precisamente a mí, y no tomó atención a nada más. 

Tomó el ahora bendito tarro y una bolsa de basura pequeña, que aparentemente solo tenía papeles, y caminó de vuelta por donde vino. Asintió despidiéndose de la autoridad, y justo cuando iba a salir por la puerta, el profesor se paró del escritorio.

- Hey, pequeño saltamontes –llamó a Justin. Era obvio que le pondría algún apodo- No te he conocido todavía –puso su gran trasero sobre la mesa, sentándose allí- ¿te molestaría charlar un rato?
- No, claro que no –pareció sorprenderse, seguramente era el primer maestro que le pedía hablar- Yo gustoso.
- Perfecto. ¿Cuál es tu nombre?
- Justin Bieber –respondió mi novio, pasándose la mano por el cabello. 

Las chicas se emocionaron, felices de por fin conocer el nombre del chico de sus sueños. Tendría que haber sentido celos, pero estaba demasiado ocupada admirando su belleza, que era toda mía

- Joven Bieber, ¿puedo preguntarle su edad?
- Diecinueve años, Señor. Todo un macho que se respeta –bromeó golpeando su pecho y haciendo un signo de paz.

La clase entera rió. A pesar de ser muy simple, se habían reído. No sé si por que en realidad fue para casi mearse de la risa o porque el aire de superestrella atractiva lograba causar ese efecto. De todas formas, él era perfecto. Y hasta yo había reído. Incluso el profesor. Fue cuando me di cuenta de que Justin se extrañó. Miraba como vicho raro al salón, creyendo que estaban locos. Supe que no le agradó mucho toda la atención. Él era serio y tal vez pensó que su broma pasaría desapercibida, pero no. 

- ¿Y que hace trabajando en un lugar como este? Digo, seguramente ya terminó sus estudios. ¿ No va a la universidad? Alguien con su apariencia jamás estaría haciendo esto –no se lo dijo de mala forma, más bien, lo halagó.
- De hecho planeo ir algún día a la universidad. Pero mientras preferí trabajar en algo humilde. No soy de los que ven en menos los tipos de empleos. Estoy bastante conforme con estar aquí. 
- Sorprendente, se está ganando mi admiración –tenerla de este profesor era algo casi imposible.
- Eso suena bien –rió, embriagando mis oídos.

En eso el chico del tropezón comenzó a charlar con el compañero de atrás, a un tono lo suficientemente alto como para que molestara.

- ¡Eh, hipoglós! Cierra el pico –le ordenó el hombre bruscamente. Inmediatamente lo hizo voltear y todo estuvo en silencio de nuevo- Ahora, volviendo al tema, señor Bieber, ¿cuál es su razón para quedarse? ¿ha encontrado algún motivo? En la escuela tenemos un montón de jovencitas hermosas –se giró hacia los estudiantes- Como Trina, o Sandra, también Brenda –las apuntó con el dedo y ellas casi brincaron de la emoción- Y demás. 

La sangre me hirvió. Maldito viejo. Quería tirarme sobre él, jalar los pocos pelos que le quedaban y arrancarle el pellejo. ¿Cómo se le ocurre decir algo así? Encima con las que eran creídas y obviamente populares. Claro que no sabe que tiene novia, pero no es genial que un profesor le meta mujeres, ¿o exagero? Él es mío, ¡mío! De pronto quise irme lejos.

- Oh, no estoy interesado en ninguna de ellas. No son mi tipo. Ni en un millón de años –dijo con seriedad. La clase volvió a reír, creyendo que era broma. Excepto esas chicas, por supuesto. Eso me alivió bastante, pero seguía un poco dolida y molesta.
- ¿Cuál es su tipo, entonces? –el viejo era un gran metiche. Bajé la mirada, deseando tener padrinos mágicos para desear estar en casa- Vamos, con confianza.

Pero reinó el silencio. Otra vez.

- Oye, tú –sentí una voz en mi dirección. Pero no cualquier voz. Su voz. Levanté la cabeza y le miré- ¿Cuál es tu nombre?

¿Qué demonios? Por un momento me quedé helada y no sabía que responder. Me estaba hablando, mi propio novio, en frente de todos, y yo no sabía nada. Me maldije por confundirme tan fácilmente y ser una distraída.

- __ -respondí sin más, completamente tiesa como una piedra.
- __... –susurró, pero lo bastante alto para que todos escucharan- Guapísima, con todas sus letras.

 Toda la clase se me quedó mirando, creo que bastante impresionados. No podía creerlo. Él había fingido no conocerme, y me eligió a mí, a pesar de que no podíamos estar relacionados de ninguna manera.


                                                         ____________

Muuuah. Las adoro un montón, bonitas. No bromeo.
Ojala les haya gustado el capítulo.
Subiré lo más pronto. De a poco voy recuperando ritmo al escribir.
Comenten y voten mucho. Ustedes me animan a seguir.
¡Chao!

24 de junio de 2014

Capítulo 46 -Por un capricho.



Vaya suerte. Toda mi espiritualidad se esfumó cuando pude ver que no había nadie por los alrededores, por lo que habíamos podido disfrutar un poco con privacidad. A lo lejos, se podía ver una tierna pareja de ancianos acercándose. Me enternecí al instante. Sin embargo, volteé mi cabeza en dirección a mi hermoso novio. 

- No eres una niña buena, shawty –me dijo- ¡Me dejas con las ganas! 
- Lo siento –me eché a reír, aunque mi disculpas no eran del todo sinceras- Yo igual tengo, así que…
- Pero no es igual, maldita sea. ¡Mira! –apuntó algo desesperado hacia el cierre de su pantalón- ¿ya ves?

Al instante pude notar un bulto demasiado notorio. No pude soportarlo, me empecé a reír sin importar que me tomara como una desquiciada. Bueno, no me reí tan fuerte, pero sí un poco. Negué con la cabeza, tratando de decir algo. Supe que no me reía de eso en específico. Era, más bien, como una pizca de felicidad, diversión, alegría, ternura, y cosas así. No era para burlarme.

- Mala –me fulminó con la mirada.
- No te sientas mal, ha sido divertido –llevé mi mano hacia su cara y le cogí un cachete, pellizcándolo. Hizo gesto de dolor, pero no se alejó.
- No lo hago, pero me las vas a pagar –amenazó- Es tu culpa por ser tan deliciosa.
- Tú lo eres más –y lo decía enserio, él era más delicioso en todos los sentidos.
- Calla, mentirosa. Ahora tú vas a esperar aquí, y yo voy a ir afuera a llamar a tu agradable papá, que jamás dice que no en algo –rodó los ojos, sus palabras habían sido con evidente sarcasmo, logrando que yo sonriera. 

Abrió la puerta y salió. Noté la forma en que trataba de acomodar su pantalón y bajar su chaqueta, para que no se le notara lo feliz que su amiguito estaba. Volví a reír para mis adentros, y él marcó el número de papá en su teléfono, para llevárselo a la oreja.

En cinco minutos Justin ya estaba de vuelta, con una sonrisa de oreja a oreja. Eso sólo podía significar una cosa, ¡me habían dejado! Pero ya, ¿cómo me habían dejado? 

- Explícame ahora mismo, ¿qué le dijiste? –exigí decidida, cuando íbamos camino al centro comercial.
- ¿Ah?
- Lo que le dijiste a papá, lo que inventaste, o lo que sea que hayas dicho –aclaré, casi impaciente por saber.
- No fue nada de otro mundo –dijo con indiferencia- Solo la verdad. 
- ¿No te hizo preguntas? Como a donde iríamos, a qué hora llegaríamos.
- Sí las hizo –sonrió de lado- Así que debemos apurarnos –encendió el auto y se acomodó para empezar a manejar- Tienes hasta las seis. 

                                                                    +++

- ¿Estos no te gustan? –preguntó mostrándome unos zapatos, que por cierto, estaban asquerosamente feos. No pude evitar poner gesto de desagrado, sacando la lengua. Ni loca- Vaya, las mujeres son tan regodionas.
- No somos regodionas –me fui a la defensiva- Los hombres no comprenden. Ustedes solo toman lo primero que ven y nos ofrecen, no buscan. Además son costosos.
- Te he dicho que no te preocupes por eso, tengo bastante. 
- Mm… -intenté meditar- Gracias. Pero siguen siendo feos.

En parte igual bromeaba con eso de feos, porque no lo eran al extremo. No iba a insistir en que no quería que gastara tanto, porque seguramente se terminaría enojando. Además su gesto era bonito, no muchos hombres se tomarían el tiempo de gastar un peso en sus novias, siendo que pueden hacerlo en videojuegos, salidas con amigos, y cosas de esas. Aún así, igual no los iba a comprar. Ya lo dije. Pero como soy buena, no iba a seguir diciéndole el mal gusto que tenía. Lo que es raro, porque se viste increíblemente bien, ¿cómo puede costar escoger algo lindo para mí también? 

Terminé escogiendo un leggins. Justin me regañó, diciendo que era una prenda un tanto provocativa, que probablemente incitaría a los hombres a tocar mis piernas y mi trasero. Sentí que estaba exagerando. Y para hacerlo sentir mejor, le dije que nadie tocaría alguna parte de mi cuerpo salvo él. Por su lado, se compró un gorro en forma de chanchito de tierra –los insectos grises que se hacen bolita, solo que esta era marrón- de unos juegos online que suele utilizar. Tuve que convencerlo de que se lo comprara, ya que él quería gastar todo su dinero en mí, pero yo sabía que le gustaba lo que veía. Lo importante es que quedó muy contento, o al menos, eso pensaba hasta que me habló.

- No me gustó –me dijo cuando salimos de una tienda, comiendo papas fritas. Para llegar más rápido a su auto tomamos un atajo. Un camino algo angosto escondido entre edificios. Como un callejón.
- ¿De qué hablas? –me impresioné y fingí estarlo un poco más de lo debido- Amor, sé que te gustó.
- Sí, me gustó cuando lo veía –reconoció- Pero ahora que lo veo bien, cuesta que permanezca en mi cabeza. Se resbala, y no tiene ojos ni boca. Solo está el puto caparazón. 
- A mi me gusta. El chanchito está bien tierno –sonreí, no quería que se sintiera mal.
- ¿Chanchito? –frunció el ceño- ¡Es un armadillo!
- Oh –sentí que me quedaba sin palabras, y tragué mi papa- Sí, ya lo sabía. ¡Estaba bromeando! ¡Caíste! –me eché a reír como pude y golpeé su hombro. Él me miró no muy convencido.
- Bien –suspiró y se encogió de hombros con total despreocupación- En fin, al diablo. Le pintaré unos ojos con plumón y se lo pondré a mi peluche enorme de Garfield. 

Dicho eso, sonrió. Me impresionaba su rápido cambio de tema, y aún más el de humor. Me reí por ello, era tan perfecto a su manera. No podía evitar sentirme cada vez más enamorada de él. Y no fue hasta ese momento que me di cuenta de que había bastantes cosas que no sabía de su vida. 

- Cuéntame de ti –le dije. Estaba consciente de que de saber más y más, me sentiría aún más loca de amor.
- ¿Cómo qué? –se echó una papa a la boca, que por cierto, estaba cubierta de Ketchup.
- No sé, cosas básicas. Lo que quieras.
- De acuerdo –se aclaró la garganta un poco y solté unas risas con ternura- Me gusta el morado, también usar gorros. Mis zapatillas favoritas son las Supras, ya sabes –movió un pie hacia delante y me mostró su adquisición de última hora- Me gusta los spaghetti a la boloñesa, o hablando como el pueblo: los fideos con salsa. También cuando era más pequeño iba al río, tomaba un renacuajo del agua y lo lanzaba contra la pared de rocas,  haciéndolo reventar –abrí los ojos como platos, eso sí que era… ¿tierno?- Por si quieres saber, también sirve con las ranas. Oh, y gracias a eso me salió una verruga, justo en la palma de la mano, pero me la saqué y jamás volvió a salir. Y cuando era pequeño, caí por una quebrada y aterricé de cara, quebrándome la nariz. Estuve en coma por dos días, casi morí, pero aquí estoy. Hasta el día de hoy me sale sangre de ella frecuentemente –vaya- Soy bastante serio con las personas. Con la mayoría. Y shawty, no sé que más decirte. Lo de mi poco gusto por las fiestas y esas cosas, ya las sabes, así que… ahora págame.

¿Uhm? ¿había escuchado mal? Se metió un montón de papas fritas a la boca, casi su puño completo. Lo dejó hasta la mitad. Masticó lo mejor que pudo, y pude ver como todo bajaba por su garganta. Se limpió un poco de Ketchup que le quedó en la comisura.

- ¿Qué? 
- Que me pagues. Hablo enserio.
- ¿Pero por qué?
- Te di información confidencial. Debes darme algo a cambio.
-  Oh, bien –acepté insegura. Metí una mano a mi bolsillo y solo había una moneda, un broche, y un boleto de autobús- Elige.
- Ah, no. Ni hablar, señorita –acomodó su chaqueta de cuero desde el cuello y dejó su cono de papas fritas en su bolsillo, sin importar que se manchara- A mi me pagas en carne.

Antes de poder pensar a qué se refería, me empujó contra el muro y comenzó a besarme, tan ferozmente que llegó a dolerme un poco la boca al tener contacto. No me importó. Respondí a su beso sin dudar. Y no tardé nada en olvidarme del dolor y centrarme solamente en el sabor de sus labios y de su lengua. Ató sus brazos a mi cintura, y con algo de timidez enrollé los míos en su cuello. Sus manos descendieron a mi trasero y era algo que realmente esperaba. Me alzó, permitiendo que atrapara su cintura con mis piernas y me sentó en algo que sólo podían ser unos bloques de pavimento. Introdujo su mano bajo mi abrigo y lo otro que tenía puesto, y al momento en que su mano hizo contacto con mi piel, me estremecí. No solo porque me gustaba que lo hiciera, si no porque su mano estaba un poco helada. Rápida como un rayo me acostumbré a esa temperatura y ya no interesó. O quizás su mano había adquirido el calor que necesitaba. Su boca dejó la mía y avanzó hacia mi cuello, depositando besos en él. Tuve un acceso perfecto al de él, y comencé a besarlo también, lo más mejor que podía. Eso provocó un tipo de transformación inesperada, porque Justin se puso rígido, y me apretó con bastante fuerza hacia él, llegando a soltar un gemido. Sus manos me recorrían con desesperación y seguí besándolo en el mismo lugar, hasta sus labios, y luego de regreso. Me sentía feliz. Había encontrado su punto débil que lo enloquecía. No sabía como no me había fijado antes. También me recordó a esas imágenes de Facebook, que dicen “Besos en el cuello, mi debilidad” o cosas de esas. Siempre lo encontré estúpido, porque simplemente eso se expandió. La gente publicaba la misma imagen cada vez, y lo más seguro era que más de la mitad ni siquiera había recibido uno. Solo lo decían por la imagen que apareció. Pero con Justin era diferente, realmente eso lo debilitaba. Lo volvía loco y vaya que se le notaba. Me aferré más a su anatomía. Él era tan perfecto. Ni sé cuanto tiempo estuvimos así, pero no fue hasta que sentimos voces de personas que nos detuvimos. Miramos a donde empezaba el tipo de callejón, y en efecto, se acercaba gente. Eran dos señoras. Una de ellas nos apuntó, como pidiéndole a la otra que nos mirara y se impresionaron. Fue como si les fuera a dar un ataque o algo. Estaban lo suficientemente lejos como para no poder ver bien nuestras caras, ni nosotros las de ellas. Justin tomó mi mano y me bajé. Nos pusimos a reír y corrimos el resto del lugar hasta el auto. Nos metimos y nos fuimos directo a casa.

- ¿Viste sus caras? –preguntó a carcajadas- ¡Fue tan idiota que las pusieran!
- ¡Lo sé! –estaba igual de carcajeada que él- Seguramente ambas tienen hijos y pareciera que se les cae la cara al mirar tal escena. Ni siquiera estábamos desvestidos –me di cuenta de lo que dije cuando Justin me miró de forma pervertida. Me sonrojé al instante.
- Dios santo, __. ¿Querías que te desvistiera? Pudiste pedirlo- me guiñó un ojo sin quitar la sonrisa de su cara, y me asusté cuando de un momento a otro estaba completamente serio- Pero lamento decirte que estoy dispuesto a guardar mi virginidad para el matrimonio.

Su seriedad no duró nada, porque ambos nos reímos aún más que hace un momento. ¿Cómo pudo decir eso? ¡Estaba loco!

- ¡La perdiste conmigo! –le recordé, obviamente sabía que estaba bromeando- Bien virgen que eres, eh.
- ¿Insinúas que soy un depravado? Porque, que yo sepa, soy casto de Dios. 
- Sí, casto. Por supuesto –por fin dejé de reír y me controlé más- No dijiste eso cuando estábamos en tu cama y pasó lo que tenía que pasar. Te quejabas de lo mucho que te gustaba, igual que yo ¿recuerdas?

Su hermosa y amplia sonrisa iluminó todo a mi alrededor. Ojeó la calle, y como no venía ningún auto, mantuvo sus manos firmes en el volante. Se acercó a mí, me miró directamente a los labios. Podía sentir su respiración en mi cara.

- Ayúdame a recordar. 

                                                                           ______________

Ustedes son geniales. Siempre recuérdenlo, ¿vale?
Aquí tienen otro capítulo y espero que les guste y que comenten mucho.
Oh, y también voten, claro. Jajaja. ¡Las amo! ¡Chaito! Subiré pronto.



22 de junio de 2014

Capítulo 45 -Por un capricho.



No es que yo fuera alguien a quien le gustara estar molesta. Era el segundo sentimiento que más odiaba, luego de la tristeza, claro. Pero después de pensar, me di cuenta de que no tenía un mínimo de sentido que yo me sintiera de esa forma. En el fondo sabía que no duraría ni diez minutos así, menos con la persona que más amaba. 

- No seas tan celosa –me pidió riendo, pero yo no le encontraba un mínimo de gracia.
- No es que me encante que todo esto suceda –le dije yo- Tampoco me has dicho que hoy era tu primer día –debía sacar algún tema de disgusto antes de derretirme por completo en sus brazos, cosa que sabía que pasaría.
- Iba a decírtelo, pero después quise que fuera una sorpresa –alcé una ceja, vaya sorpresa que me había dado- Admito que no fue lo que esperaba.
- Sé que no lo fue –reconocí más que gustosa, pero seguía en mi posición.
- Pero, mira el lado bueno…

Sin darme tiempo a reaccionar, me tomó por las piernas, separándolas sin nada de esfuerzo, para luego sentarme en una mesa que se encontraba a nuestro lado. Choqué mi cabeza con un tarro de limpieza que estaba en la repisa de atrás, haciendo volar un poco de polvo, quien sabe hace cuanto que estaba allí. Pero me olvidé por completo de ello cuando con un ligero movimiento se acercó tanto a mí que prácticamente nuestras respiraciones eran una sola. 

- No habría podido estar así contigo por semanas, de no ser por este trabajo –terminó de decir, limpiando con cuidado mi cabeza polvorienta.
- Mm… –pensé, para luego sonreír y tomar su cara con mis manos- En eso tienes razón. Tu primer punto a favor.

Corté la distancia entre ambos y lo besé. Ya no me iba a resistir, no podía, simplemente no. Fue como si mi enojo se hubiese esfumado. Lo besé sin parar, y es que el hecho de que estuviéramos besándonos en un cuarto de limpieza era tan excitante que me hacía recordar a algunas novelas que había leído. Me sentía como una rayis, y sonreí entre el beso por eso. 

- ¿De qué te ríes? –preguntó él, contagiándose de mi risa.
- No es nada –volví a besarlo, esta vez solo por un segundo- Recordaba algo. Además, esto me gusta –no pude evitar ruborizarme. 
- A mi me encanta –quiso ganarme, y se preparó para un cambio de tema- No quiero ir a limpiar.
- Debes hacerlo, Justin. 
- Solo por ti –juntó su frente con la mía- Solo por ti hago esto.
- Pero siento que es solo una pérdida de tiempo –comenté.
- Solo los momentos en que no te estoy viendo son una pérdida, __ -sentía un cierto tono de regaño en su voz.
- ¿Cómo estás tan seguro? –cuestioné.
- No tengo idea –besó mi nariz y acarició mi mejilla- Me conformo con saber que estás cerca de mí, a mi vista.

Era imposible que no se me hiciera agua el cuerpo cuando Justin se expresaba de esa manera. No habían palabras exactas para decir lo que me provocaban. Me hacía sentir amada, de la forma más bonita que podría existir.

- Me fascina cuando te pones así –confesé sonriente- Sin enojarte y siendo cariñoso.
- No te acostumbres –dijo, digamos que me lo pidió. 

Logré no fruncir el ceño. Y es que no le encontraba sentido a lo que dijo. Se supone que cuando uno está en una relación, el cariño es una costumbre. Por naturaleza, tiene que ser así. Ahí fue cuando pensé que quizás exageraba con mis pensamientos y con toda mi sinceridad del mundo les digo que no tenía ni una pizca de ganas de ponerme mal otra vez, por lo que lo ignoré. Y no era para tanto, tampoco.

- Ya debo irme –avisé minutos después, poniendo mis pies en el suelo- El timbre va a sonar y nadie debe verme salir de aquí. 
- ¿Tan pronto? –preguntó confuso.
- Sí, Justin. Solo son quince minutos de receso. 
- Ah. No tenía idea, pero supongo que está bien.

Justin me abrazó por la cintura, me atrajo hacia él y me besó. Lo hizo tan apasionadamente que me dieron ganas de quedarme en ese sucio cuarto durante todo el día. Pero él debía seguir trabajando, y yo debía seguir estudiando.

- Te amo –acaricié su mejilla, sonreí, me solté de su agarre y me preparé para abrir la puerta.
- Te amo más, shawty –sonrió dulcemente- A la salida juntémonos en la vuelta de la esquina, para llevarte a casa. Y lamento lo del tarro en tu cabeza.

Asentí, llena de felicidad. 

- No hay nada que lamentar. 

Salí sin abrirla mucho, para que, en caso de que hubiera alguien, no viera que Justin estaba allí dentro. Pero di un brinco cuando me tocaron el hombro y la voz de Sam estaba en mi oído. Ni siquiera alcancé a cerrar la puerta.

- ¿__? ¿qué pedo hacías allí adentro? –preguntó extrañado, mirando la puerta de reojo- Te estuve buscando.
- Ahm, el baño estaba muy lleno –comencé a dudar sobre qué decir, no me estaba saliendo muy bien- así que…
- Vaya __, no sabía que las mujeres podían mear de pie… -habló impresionado- ¿pero ocupaste un tarro, quizá? Es una buena idea. Podría hacerlo cuando esté en apuros.
- Tú estás tonto, no meé allí dentro –rodé los ojos, luchando contra una sonrisa- Solo… acomodé mi ropa –inventé de nuevo- Sí, eso hice.
- Bien, como sea. Mueve tu trasero y vamos a clase, ya han tocado.
- ¿Cuándo? –abrí mis ojos como plato, en ningún momento escuché el timbre.
- Hace como diez minutos –se echó a reír- Cuando vine a buscarte aún no llegaba la profesora de física, así que no hay prisa. 

Me pasó el brazo por los hombros y a paso lento nos fuimos hacia el salón. Me agradaba la profesora de física. Era muy agradable con quienes no hacen problemática en su clase. Sam, Roy y yo siempre trabajamos juntos en esa materia, así que a los tres nos adora. Sin mencionar que no entiendo nada y Sam hace el trabajo por nosotros, pero aún así.

Deseé en ese momento que Justin no se enojara por escucharme interactuar con Sam, ya que sabemos que no le agrada. Pero decidí no enfocarme específicamente en eso, era un buen día y debía seguir de esa forma. No lo iba a estropear. Lo más raro es que tenía miedo de que no le importara en lo absoluto.


Las horas no pasaron rápido como me habría gustado, pero cuando el timbre de la salida sonó, me sentí demasiado bien y de pronto la pereza que tenía se me fue. Deseaba ver a Justin, besarlo y decirle lo mucho que lo amaba. No sabía por qué, pero en ese momento era algo que tenía muchas ganas de hacer.

Salí junto a Sam y Roy de la escuela, ellos se iban a ir juntos y yo me iría a casa pero pararía en la esquina. Ellos no sabían, por supuesto.
Dakota se despidió de mí antes de partir. 

Justo cuando iba doblando la esquina, el primer auto que divisé fue el de mi novio. Bueno, era el único que había, pero no importa. Él estaba con un gorro negro y una chaqueta de cuero negra. Era tan típico de él, pero me encantaba. Me hacía recordar los primeros días en que estábamos juntos. 


- Puto frío de mierda –se quejó en cuanto me acomodé en el asiento de copiloto- ¿No tienes frío? ¿estás abrigada, también? 
- Lo estoy –asentí sonriente. 
- Espero. Si te resfrías, ya verás –se echó a reír. Rodé los ojos sin sacar la sonrisa de mi cara y apoyé mi cabeza en el vidrio de la ventana.

Justin arrancó el auto y nos quedamos callados por unos cuantos minutos. De vez en cuando nos dábamos algunas miradas cómplices o nos regalábamos sonrisas. No hacía frío en el auto, pero si sacaba la respiración directamente sobre la ventana podía ver como esta se empañaba. Estuve entreteniéndome con eso, hasta que la voz de él me hizo salir fuera de mí.

- Tengo una idea –el entusiasmo en su voz me hizo reír, parecía un niño pequeño.
- Dime esa idea –le miré sonriente.
- Podríamos salir hoy. Y de paso, celebrar mi primer trabajo haciendo algo productivo en la vida –propuso orgulloso de si mismo.
- ¿Lo dices enserio?

Me impresioné, jamás habíamos salido un día de la semana, al menos no desde que papá volvió de su luna de miel. Sé que es bastante tonto, pero lo que es nuevo suele ponerme así, en el buen sentido. Sin embargo, él sólo se encogió de hombros y abrió la boca para hablar.

- Podría ser divertido. 

Sí, de eso no tenía dudas.

- Además –continuó-, es más por tener un tiempo a solas contigo. No lo hemos tenido en semanas. Podríamos ir a comer un helado, e ir de compras. Te daré unos cuantos regalos.
- No sé si papá esté de acuerdo –le dije. Y a pesar de las ganas de tener algo nuevo no me faltaban, le dije- Y no necesito regalos, Justin. Estoy bien con estar contigo.
- A mi no me engañas, amor. Sé que quieres tener algo nuevo tanto como yo –se echó a reír.
- Tienes razón, tengo ganas –admití, también  riendo- Pero prefiero mil veces estar contigo, antes de un regalo.
- Lo mismo digo, shawty –me guiñó un ojo, y ese acto fue suficiente para hacerme suspirar, metafóricamente- Y sobre lo de tu padre… Dame su número. Lo llamaré.
- ¿Estás seguro de esto? –era todo muy tentador, pero no sabía si esto resultaría bien o mal, y no quería que Justin tuviera problemas con él.
- Sí, bien seguro –aseguró- Solo dame el número.
- ¿Si te trata mal? ¿Si no me deja?

Yo y mis dudas y presentimientos. 

- Solo dame el número, __. Ahora –se calló, extendiendo una de sus manos hacia mí, sin apartar la vista del camino. Empezaba a notar que solo me llamaba __ en situaciones de molestia o impaciencia- ¡Anda!
- ¡Bien, lo haré! –me resigné por completo- Pero antes aparca.

La sorpresa en él fue enorme. Gigantesca, en realidad. Pero yo no iba a salir de mi postura. Que ni lo pensara.

- ¿Qué? –se rió- Estás bromeando, lo sé. Ya dámelo.
- ¡Que aparques, vamos! –exigí, haciendo gesto con los brazos, debía apurar.

Se me quedó viendo como si estuviera loca y yo me puse totalmente seria. Cuando se dio cuenta de que yo no estaba bromeando ni en lo más mínimo, rodó los ojos y dobló hacia una calle para poder estacionar el auto. 

No es que yo sea una pesada, pero en el último tiempo le he hecho saber que yo soy un tanto estricta en situaciones de seguridad en las calles. Una de las reglas es no hablar por teléfono mientras está conduciendo. Cientos de accidentes ocurren por lo descuidadas que son las personas al hacer eso, de más podríamos llevar a incluirnos en esos accidentes. Yo no quiero eso.

Cuando estuvimos ya posicionados, inhaló profundo, y luego exhaló. Sabía que lo sacaba un poco de sus casillas, pero era por su propio bien. Y por el mío, por supuesto. 

- Sabes que te amo, ¿no es así? –finalmente dirigió sus hermosos ojos hacia mí, cuando ya estuvo más calmado- No haría estas cosas de no amarte, lo juro.

Reí. Era tan tierno. Yo lo amaba más a él. Y supuse que debía compensarlo de algún modo, y qué mejor para hacerlo con un rico beso en sus ricos labios. Me sentí un poco egoísta en no hacerlo especialmente para él, porque yo sí que estaba antojada de tener esos labios sobre mí. Entonces, me hinqué, de forma que pudiera estar más cerca de su anatomía, e inmediatamente posé mis labios en los suyos. Correspondió mi beso al instante. Delicioso. Ni siquiera estuvimos más de diez segundos besándonos, y cuando ya sentí que era necesario detenernos, le puse fin. Justin se me quedó mirando fijamente. Un poco de nerviosismo se centró en mí. Mis hormonas se pusieron algo alborotadas y debía controlarlas. 

- __... –susurró mi nombre de tal forma, que podía sentir como mi interior se estremecía.

No dijo nada más, pero sabía lo que quería tratar de hacerme entender. Su mano hizo camino hacia una de mis piernas, y comenzó a darle ligeros apretones. Subió más, hasta mi muslo, haciendo lo mismo. Si subía más, juro por dios que no me iba a contener. Su otra mano la llevó hasta mi cintura, e intentó acercarme a él con tanta delicadeza, que pudo hasta ser un disimulo. 


Y fue justo en ese entonces cuando recordé que estábamos en vía pública. Que personas podían estar pasando, viendo nuestra escena. Con la mala gana más grande del universo, posé mis manos alrededor de su cabeza y lo alejé de mí. Quise ser lo más delicada posible, y creo que salió bien. Ambos miramos fuera del auto, probablemente pensando lo mismo… Oh, cielos.

                                                        ____________

Hoy estoy media tristona, y creí que era ya tiempo de subirles otro capítulo y no hacerlas esperar. Las adoro un montón, ojalas les guste lo que escribí, y que tengan una buena noche. Besitos enormes, son las mejores. Ya quiero leer sus comentarios y votos, ustedes me inspiran, preciosas. ¡Chao! 

20 de junio de 2014

Capítulo 44 -Por un capricho.



Me levanté de la cama gracias a Michelle, que se encontraba jalando de mí otra vez. Debía levantarme e ir a la escuela. No estaba feliz. Los ojos se me cerraban y se me hacía casi imposible abrirlos, y el clima, en sí, no ayudaba mucho. Ni siquiera tuve que acercarme a la ventana para saber que sería un día nublado, lo que significaba que haría bastante frío. Aún así, sin más, me salí de la cama y me fui al baño.

Bajé las escaleras ya con mi uniforme puesto. Eché una maldición a mí misma por no haberme hecho la enferma. Les juro que tenía cero ganas de asistir a la cárcel, pero no entendía por qué me pasaba precisamente hoy. Tal vez era por la charla que tuve con mi novio el día de ayer, o quién sabe. De todas maneras, ya no había marcha atrás.

Estuve hablando con Michelle por aproximadamente diez minutos, luego tomé mi bolso y me fui a mi destino. Me sorprendí por el hecho de no encontrar a Justin en donde solíamos encontrarnos. Siempre me llevaba en su auto. Bueno, había ocasiones en que no podía, y quizás esta era una vez más. 

Traté de ignorar el hecho de sentir que sin sus buenos días mi día se volvía un asco. Y también traté de ignorar que eso era algo realmente cursi. Pero en fin, llegué a la escuela unos cinco minutos después de que el timbre sonara. Por fortuna, aún no llegaban los profesores a las aulas. Odiaba llegar tarde.

Sam me saludó apenas me asomé, seguido por Roy. Ambos me besaron en la mejilla. Pude notar la mirada de Jackson, que se encontraba mirándome a unos diez metros de mí.

- ¿Qué tal estás, __? –me preguntó Sam- Puto día, está que llueve.
- Es horrible, no me quería levantar –me quejé- Puede que me duerma de pie.
- No eres la única, tampoco quería poner un pie en esta basura de escuela –me apoyó Roy- Saldría corriendo de aquí de no ser por los inspectores.

Y es que era verdad. Los inspectores en mi escuela eran una maldita PDI. Un momento estabas a solas, y al siguiente segundo había uno tras de ti preguntándote si estabas fumando marihuana, el por qué de tu atraso, o la razón de por qué no estás dentro de la sala de clases. 

Cuando la profesora de matemáticas llegó, nos hizo hacer filas de hombres y mujeres. Dakota se dio cuenta de que estaba formada detrás de ella, y me saludó de un beso, al igual que Sam y Roy. Después, se volteó, nada más. 

- Hola, __ -el saludo anual de Jackson se hizo sonar.
- Hola –sonreí amablemente. Me gustó la manera en que saludó. Tan tranquilo y sereno, no como desesperado por llamar mi atención.

No hablamos más, porque las chicas pudimos entrar. Me senté en el pupitre en que solía sentarme en esta clase. Puse mis codos en la mesa y apoyé mi cabeza en mis manos, mirando al frente. Pasaron los varones y la sala se halló repleta. Lo mismo de las últimas semanas: Sam y Roy en frente, Jackson atrás de mí, y Dakota metros lejos. Me puse mis audífonos, y no sé cuantos minutos pasaron desde ahí.

- ¡Oye __! –me llamó una chica desde atrás. Una amiga de Jackson, posiblemente. Me volteé y me quité un audífono. Alcé una ceja, como incitando a que me hablara.
- ¿A quién te gusta?
- ¿Qué? –traté de no poner mi cara rara. Me sentía algo tímida.
- Me refiero a que si te gusta un chico –aclaró.

Claro que me gustaba uno. De eso no tenía dudas, pero no se lo iba a decir. Ni que fuera de confianza. Es decir, podría estar gritando al mundo lo mucho que amo a mi novio, pero ni me servía con ellos, porque de seguro ni me creían.

- ¿Por qué la pregunta? –sentí que me sonrojaba.
- No sé, solo se me ha ocurrido –se encogió de hombros- ¿Y a ti Jackson? ¿te gusta alguien?
- De hecho, sí me gusta una chica. Y mucho.

Jackson se me quedó mirando fijamente y sentí que la incomodidad se adentraba en mi cuerpo. Y para qué hablar de mi sistema nervioso. Podía verme con las mejillas enrojecidas a causa de ello.

- ¿Y quién es? –preguntó ella.
- Mm, no lo diré.

Hice una mueca, y me volteé. A los cinco segundos la chica volvió a llamarme.

- ¡__, __! –chilló- Jackson dijo que tú le gustas, ¡acaba de hacerlo!
- ¿Cuándo? –reí, simulando tranquilidad- No es cierto.
- Pero si lo ha dicho, ¡lo juro! –estaba algo entusiasmada- Jackson, ¡dile!
- Pero si yo no he dicho nada –se excusó él, completamente serio.

Otra mueca se asomó en mi cara, y me volteé. De nuevo. Y por segunda vez la chica me llamó. ¿Qué pasaba ahora? Trataba con todas mis fuerzas calmar mi temperatura. Sentía mis manos un poco temblorosas.

- ¡__, ahora! –alzó los brazos- Por dios, no, ¡tienes que voltearte apenas te lo diga! ¡acaba de decirlo otra vez!
- Pero no lo he escuchado –dije yo.
- ¡Lo hace cuando tú te das vuelta! –dio unos aplausos- Puta mierda, esto es tan tierno –la chica casi lloraba y una pequeña sonrisa se formaba en los labios de Jackson.

Volví a voltearme, casi creyendo que el tema había llegado hasta ahí. Pero no fue así, porque en menos de dos segundos ya se encontraba llamándome otra vez.

- ¡__, tienes que mirar! Carajo Jackson, ¡no debes detenerte cuando ella se ponga a mirar! –le gritó ella y luego se dirigió a mí- __, él mueve los labios diciendo tu nombre y mirándote, pero… yo… Ah –suspiró resignada- Olvídalo.

Miré a la chica, me sonrió y se volteó a donde sus amigas. Jackson no lo hizo. Sin más, me volteé hacia el frente, apagué la música de mi celular y traté de tranquilizarme. Odiaba tener que lidiar con mi timidez. Pero cinco minutos después, una música comenzó a sonar. Estaba despacio, pero lo suficientemente fuerte como para que yo pudiera oírla. Venía del asiento detrás de mí. 

“Me gustas tú, tú, tú, me gustas tú, tú, tú…” 

Sabía que era Jackson. Diablos. Sin duda, este chico puso esa música apropósito. ¿Sería para mí? No estaba segura, pero algo dentro me decía que sí, me decía que sería muy tonta como para no notarlo. No pasó mucho, y él mismo comenzó a cantar.

“Me gustas tú, tú, tú, me gustas tú, tú, tú…”

Rezaba al cielo que Jackson se detuviera. No sabía que hacer, si voltearme o permanecer como estaba, si decirle algo o al menos sonreír. No estaba interesada en él, nada de eso, ¿pero quién sabría exactamente qué hacer en un momento así? Ni idea, pero yo no sabía. Tampoco quería ser mala, tampoco quería que él se ilusionara. 

Sentí que me tocaban el hombro. Ya no podía hacer nada, debía girarme. A pesar de mi nerviosismo, lo hice y me encontré con los ojos de Jackson posados en mí y una sonrisa demasiado amplia en su rostro. Levantó uno de sus dedos y los bajó a la mesa. Miré, y en ella se encontraba algo escrito con un plumón negro:

“Me gustas tú”

La sangre se me puso helada, pero mis mejillas se iban acalorando. Justo cuando iba a decirle lo primero que se me ocurriera, la profesora por fin decidió hacer algo con la clase, por lo que tuvo que apagar la música y todos guardaron silencio. Bueno, no todos, pero sí la mayoría. Por primera vez, agradecí internamente a esa mujer.

Las dos horas de matemáticas pasaron algo lentas. Yo no paraba de pensar en lo que había ocurrido hace minutos atrás. Mi estómago y mi cabeza estaban en un lío. Quería irme a casa, pero obviamente no podía. 

Tocaron el timbre para el recreo. Todos salieron casi disparados. Sam y Roy me hicieron un gesto, queriendo decir que nos veríamos afuera. Jackson se tardó un poco más de lo usual en salir y traté de ignorar su presencia. Mientras guardaba mis cosas, él pasó por mi lado, haciendo que lo mirara y me diera una sonrisa. Salió del aula sin despegar sus ojos de mí. Cuando por fin terminé de guardar todo en mi bolso –que fueron como unos cinco minutos-, caminé hacia fuera y la profesora cerró la puerta. Yo era la única que estaba quedando dentro.

Mientras caminaba por los pasillos, me sentía como un pollito indefenso. Todos conversaban en grupos, se reían, y yo estaba caminando hacia mi casillero, prácticamente sola. Pero pegué el oído en una o más bien, unas conversaciones ajenas y casi me caí de culo al escuchar de lo que hablaban.

“Sí, por dios, el aseador está totalmente guapo”
“¿Bromeas? ¿enserio viste a un chico tan ardiente barriendo?”
“¡Jamás volveré a faltar a clases, te lo juro!”
“Era un poco rubio y unos ojos miel excitantes”
“¿Viste al nuevo chico del aseo? Mierda, jamás hubo algo igual en la escuela”
“Ya hacía falta nuevo personal, le doy un diez”

No podía ser cierto. Él estaba aquí. Ya sabía la razón por la cual no me había ido a recoger. Y lo detestaba más que a nadie en ese momento, pero no era por algo tan simple como eso. 

¿Cómo pudo ser capaz de no decirme que hoy era su primer día? ¿por qué me lo ocultó? ¿y donde diablos se encontraba ahora? Sabía que eso iba a pasar. Todas ya estaban comentando sobre él. Mientras caminaba me daba asco y rabia ver la cara de felicidad que traían. Las chicas estaban completamente animadas y los chicos trataban de ser lo más indiferentes posibles.

Si debía ser sincera, no podía culparlas. Jamás, ni en un millón de años, se presentó un aseador tan atractivo. Siempre eran hombres de unos cuarenta o cincuenta años, ¿y de repente llega uno de diecinueve? Y encima, era mi novio.

Al llegar a mi casillero, lo abrí con algo de dificultad. Fue como si la clave de este se me hubiese olvidado. Pero cuando por fin pude abrirlo, dejé el libro de matemáticas dentro y me aguanté las ganas de tirar todo por la borda y escaparme. Estaba tan enojada que dolía no poder hacer nada para desquitarme. Miraba en el espejo que tenía pegado en la puerta de este, mis ojos estaban opacos de furia y para qué hablar de mi cara. Al menos se me había pasado el sonrojo, era lo único bueno. Me hacía falta Dakota, más que nunca, pero ella ya no estaba para mí. 

Al ya estar más tranquila, me fui hacia el baño, queriendo estar un poco más apartada a solas. Me lavé las manos y moje un poco mi cara. Estaba más lleno de lo que esperé, por lo que no tardé en irme de ahí. Justo cuando iba pasando por un pasillo completamente despejado, alguien me toma por la cintura, me tapa la boca y me arrastra hacia un cuarto. Cerró la puerta y creí que me iba desmayar. Entonces, todo se iluminó y pude ver la cara de… él.

- Hola mi vida –me saludó sonriendo- ¿me extrañaste?

Lo miré de arriba abajo. Odiaba la idea de que con unos pantalones color gris, una camiseta blanca y una cotona negra hasta un poco más arriba de las rodillas, se viera malditamente bien. Era tanto, que quería golpearlo. 

- Sí, te extrañé –le dije yo, no muy entusiasmada.
- Joder __, ¿qué pasa?
- A ti te gusta toda la atención, ¿verdad? –le pregunté enojada. Ya no podía ocultarlo.
- ¿Qué atención? –llevó su mano a la nuca y se rascó.
- La atención que tienes. Esa tontería de que todas estén hablando de ti por los pasillos, digan lo atractivo y ardiente que eres, que te dan un diez, que jamás volverán a faltar a clases solo para verte, y de más. 
- ¿Enserio dicen todo eso? –alzó una ceja- Lastima que no me interesa. Pierden el tiempo.
- Para ti es fácil.
- Claro que es fácil. Yo te amo a ti. Todo lo que pude observar fue toneladas de maniáticas de faldas cortas, labios color rojo puta intenso, dispuestas para folladas con cualquier idiota en la cama. No me interesan ellas. Me interesas tú.
- Justin, tú no entiendes, están también dispuestas para folladas contigo… Ellas…
- Ellas –recalcó, interrumpiéndome- están soñando si piensan que pueden lograr algo conmigo –se me acercó y me sorprendió que tomara mi cara entre sus manos- Estoy contigo, eres mi novia. Te amo a ti. Ellas que se tiren de un barranco.                                                              _____________

Mil disculpas por tardar tanto, iba a subirles los tres capítulos, pero no tengo tiempo de juntarlos, debo salir con mi madre. Haré lo posible para subirles mañana o el domingo, ¿bueno? Perdonen chicas. Para las que no saben, en mi grupo de Factbook salen las explicaciones del por qué de mi tardanza. Comenten y voten, vaya que las amo. ¡Besitos! Las extrañé y a este blog también, aish. Muah. https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Adioooos.