27 de abril de 2014

Maratón -Por un capricho.

Capítulo 38



Y así el resto del día en la escuela fue pasando. Cuando por fin llegó la hora de salida, me fui casi corriendo. Parecía una loca desesperada. Pero bueno, lo disimulaba, por supuesto. Me hacía la relajada pero no podía evitar acelerar el paso. Iba mirando el suelo y cuando ya estuve afuera, traté de buscarlo con la mirada. Como todos los estudiantes ya se iban, se me era un poco difícil, y mi estatura no ayudaba mucho que digamos.

Me quedé esperando a verlo por unos cinco minutos. Llegó el momento en que ya no había ni un alma en donde me encontraba. Él no llegaba. Pero lo iba a hacer, porque me lo había dicho por el mensaje. Confiaba en él. Mi chico del baño no podía hacerme esto, menos hoy. Se suponía que sería un día especial para ambos. Aunque ahora sentía que lo era más para mí que para él. ¿Por qué carajos se me había ocurrido volver a esta porquería? Si todo iba a seguir igual, él no haría nada por ambos, le daba todo igual. 

No sé exactamente cuanto tiempo pasó, ni siquiera quería ver el celular. Debió ser como una hora y seguía sin aparecer. Comencé a sentirme nostálgica, ¿me había botado? ¿enserio se había dignado a no venir sin avisar? ¿Dónde diablos estaba? Estaba cabreada, quería mandar todo al diablo. Tenía ganas de llorar de la impotencia. Pero aún así esperé más, teniendo la ilusión de que llegaría… Pero no. Cuando ya estuve segura de que no vendría y no daría la cara por su estúpido retraso, me fui de ahí.  

Cerré de un portazo la maldita puerta de la casa. Dando pisadas muy fuertes subí las escaleras. Me sentía pésimo. Me había plantado la persona que amo y ni siquiera me avisó. Ni siquiera fui yo quien le dijo que me viniera a buscar. Él mismo se ofreció, me ilusionó y luego me plantó. Y aunque probablemente estén pensando que soy una exagerada y toda la cosa, no me importa. Porque duele.

La casa era un silencio completo, no había nadie. Papá trabajaba y seguramente Michelle se había ido a pasar el rato con alguna de sus amigas. Menos mal, porque no quería que alguno de ellos comenzara a hacerme preguntas. Deseaba tener a alguien que me entendiera. Podía llamar a Dakota, pero no. Me sentiría estúpida. También podía intentar con Kathryn, pero ella salió con su madre esta tarde y no la iba a molestar por mis problemas amorosos. Seguramente me echaría a llorar de la pena y no quería mostrarme tan afectada por un chico. Me tiré a la cama y escondí mi cabeza en la almohada. Como no quería llorar solo podía descargarme con enojo. Golpeé la almohada una vez. La golpeé como diez veces más y nada cambiaba, seguía igual. Era un poco hombre, jamás se lo iba a perdonar. ¿Por qué tenía que engañarme así? ¿por qué no simplemente me dijo que no podía venir? ¿tan difícil era hacer eso? Y encima yo, la tonta, me quedo afuera de la escuela por más de una hora esperándolo. Era un estúpido, mentiroso, idiota y engañador. Jamás lo esperé de él. No sé por qué le creí.

Abrí los ojos… ¿me había dormido? Miré hacia la ventana y el sol ya no estaba con tanta intensidad. Debían ser como las seis de la tarde, aproximadamente. En fin, no me importaba. Me acomodé en la cama para seguir durmiendo. De inmediato recordé lo sucedido con Justin. Maldito, las iba a pagar. ¿Desde cuando estaba comportándome así? Pienso de manera tan brusca… pero es de entender. Ya sentía que me tatuaban “ilusa” en la frente. Y como no podía dormir me comenzó a dar más pena todavía. No aguanté más, al diablo con el enojo. Lloraría, jamás me gustó ocultar mi sensibilidad. Y sin darme cuenta algunas lágrimas comenzaron a caer. Me sentía tonta y ridícula. Lo único bueno era que nadie sabía lo que había pasado, pero no me hacía sentir mejor. Solo lloraba, muy dolida con él. Seguía amándolo, pero nadie merece que le hagan estas cosas. 

Me cabreé cuando el teléfono de casa comenzó a sonar. No se escuchaba casi nada, ya que yo estaba arriba, pero como estaba despierta no era un problema notar el tono. Sin nada de ganas me levanté de mi cómoda cama y salí de la habitación. Bajé las escaleras mientras me rascaba la cabeza, de muy mal humor. Tomé el estúpido y miserable teléfono con fuerza y brusquedad.

- ¿¡Qué!? –contesté en grito sin interesarme quien era. 
- ¡___! –oh, el olvidador- ¡son las seis de la tarde y recién te estás dignando a contestar el teléfono, joder!
- ¿Qué más da? ¿Para eso llamas? Esperaba algo más importante –sinceré enojada.
- ¿Algo más importante? Toda la puta mañana y tarde te he estado llamando a la mierda de celular y teléfono, y tu ni siquiera has contestado una vez, ¡qué es lo que te pasa!
- ¡No me hables así, Justin! –le hablé con la misma intensidad- ¿Y como te atreves a preguntarme eso? ¡Sabes muy bien lo que me pasa, no sé como eres tan mentiroso si ni siquiera me has llamado una vez! 
- ¿Cómo que no te he llamado? ¿Ahora vas a andar haciéndote la inocente y la que no sabe nada? ¡Más de sesenta llamadas te he hecho y ni vergas me respondiste!
- Idiota, mentiroso, ¡deja de mentir! –no podía ocultar más mi enojo- ¡me plantaste!
- ¿Cuándo te planté? ¡Te avisé que no iría! Te mandé como diez mensajes aparte de las llamadas y nada. ¿Qué estabas haciendo en la escuela? ¿divirtiéndote con tu amigo Sam? ¿jugando a los mejores amigos con derechos con él?

- Ay por dios, ¡no hables idioteces! No me llegó ninguna llamada ni mensaje, te esperé por más de una hora afuera de la escuela y jamás apareciste, ¿cómo quieres que me sienta? ¿Qué ande risita y risita de aquí para allá? ¿eso quieres?

Y cortó la llamada. Los pitutos comenzaron a sonar. Me quité el teléfono de la oreja y le miré. ¿Quién se creía para llegar y cortar la llamada? Cabrón. Inmaduro. Pendejo. ¡Demasiado pendejo! ¡Es un…!

Y entonces el tono de mi celular se hizo escuchar en la casa. Al parecer venía de la cocina. ¿Por qué venía de la cocina? Digo, no había ido a la cocina en todo el día, no tenía por qué estar ahí. Confundida caminé hacia allá, tomé el teléfono y miré. Era Justin, de nuevo. Contesté de inmediato. Esto se iba a poner mal.

- ¿Diga? –puse la voz más dulce que pude.
- Donde pedo tenías ese celular. Dime. Ahora –ordenó decidido. De un momento a otro me di cuenta de que era bastante sexy cuando se enojaba.
- Uhm… Lo olvidé, al parecer –reconocí con vergüenza. Enorme atado que le hice por nada. Esperaba que el enojo se le fuera de un viaje.
- Lo olvidaste… ¡lo olvidaste! –gritó- Justo este día se te tuvo que olvidar, ¿verdad? Y luego me andas culpando a mí de que yo te planté y estupideces de esas, ¿cierto?
- Lo siento, yo no sabía que se me había quedado. No quise revisar el celular en toda la tarde, ni cuenta me di –le hice saber.
- Sabes qué __, discutiremos este puto asunto después y me vas a tener que explicar cosas de la mejor manera o vas a ver.
- ¿Acabas de amenazarme? Y será mejor que tú también me expliques, ¡porque nada es una excusa para que me hicieras esto! Pudiste pasar a la escuela a dejarme el recado, pero ni siquiera se te ocurre. Me ilusionaste. 
- ¿Quieres saber la razón? ¿quieres apostar a que es una razón muy buena y justificada? Vas a perder __, te lo aseguro. Conste que te lo estoy advirtiendo. Será mejor que lo pienses bien.
- Que te quede claro que nunca te voy a perdonar esto y que nada lo va a justificar. ¡Y está bien! Apostemos, a ver quien gan…
- Michelle está en el hospital –me interrumpió- Ya es madre, tuvo a la bebé, ahí lo tienes. Nació tu hermana y he sido yo quien la ayudó –me quedé helada- Y más te vale que estés aquí en lo más mínimo de tiempo. Ahí tienes otra advertencia –y luego de ese momento tan intimidante, se echó a reír- Ay __... cómo me voy a divertir con esta apuesta… -y cortó. La piel se me erizó, ¿qué quería decir?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Quedé con el celular aún en la oreja, tratando de analizar la situación y la noticia que acababa de recibir. ¿Qué se suponía que debía hacer? Claro, ir al hospital, ¿pero qué más? Era nueva en todo eso, jamás tuve una hermana. Mi nerviosismo aumentaba. Llegaría ahí ¿y luego qué? ¿con qué cara miraría a Justin? O a mi padre o a Michelle. Papá seguramente me regañaría por no haber estado para ella, de alguna manera suele desquitarse. Pero no era lo peor, el no saber qué hacer me tenía muy mal, ni siquiera me había movido del lugar en donde estaba. Sentía que me desmayaría en cualquier momento. Mis manos sudaban, sentía que mis mejillas ardían sin razón y tenía un calor insoportable.

A pesar de todo lo que había pasado, logré ir a tomar un taxi para llegar a donde debía. No tardé tanto en llegar, y cuando me bajé me confundí, ya que habían tres edificios enormes, pero diferentes. Alguno de ellos debía ser para las futuras y recientes madres. Pude identificar a cual de ellos debía entrar gracias a un hombre del aseo que me dio indicaciones. Le agradecí enormemente por ello. De hace ya tiempo que no venía a un hospital. No solía enfermarme tan gravemente como para venir a tipos de lugares así. Digamos que tengo un terror a los médicos. No específicamente a ellos, si no que a las agujas, más que nada. 

Llegué a la entrada. Afuera había unos cuantos metros cuadrados de pasto, estaba bonito. Pero cuando puse un pie dentro y quise subir la escalera del edificio de madres o bebés, como le quieran llamar, un caballero barbón de estatura media que ni siquiera había visto me tomó por el brazo, haciéndome dar un brinco. Lo miré con pánico. Las palabras no me salieron, no esperaba que un desconocido me hablara o aún más, me tocara.

- No puede entrar, señorita. Por favor desaloje el lugar –me sorprendí. Ni que fuera un parásito.
- Vengo a ver a la esposa de mi papá –le expliqué.
- No puedes pasar –insistió firmemente- Tienes que ir a buscar un pase.
- ¿Un pase? –pregunté extrañada- ¿para qué quiero yo un pase?

Me jaló más del brazo, sacándome de ahí. Quedé afuera parada como una tonta. Podría decir que me sacó a empujones. Lo miré mal, y un poco molesta. 

- Tienes que esperar tu turno de visitas. Solo se puede entrar de a una persona, y se exige el pase, sin excepciones. Si no vas a ir a buscar uno, será mejor que no entres y ya. Buenas tardes.

Y se fue a parar donde se encontraba antes, cerca de la escalera, en el interior. Miré a mí alrededor. Tampoco me había dado cuenta de que había un montón de gente esperando. El desconocido mandón tenía razón, había que esperar el turno. Sentía varias miradas sobre mí, seguramente pensaban que yo era una cualquiera sin respeto alguno ¿dónde debía conseguir el pase? 


                      Capítulo 39




Como no tenía idea y no me sentía lo suficientemente a gusto preguntando a alguien de nuevo, me fui a buscar algún lugar para sentarme. Cuando logré divisar una banca, alguien me hizo dar un vuelco en el corazón, ¿era Justin quien estaba sentado ahí? Por dios. El pobre se veía pálido, casi como un fantasma. Tenía la mirada perdida, los brazos los tenía lacios, y su cabeza colgaba desde el respaldo de la banca. Avancé hacia él y me paré en frente. Ojalas estuviera vivo. 

- Llegué –avisé, para que me notara. Al posar su mirada en mí se incorporó. No creí que reaccionara tan rápido, considerando su aspecto.
- Oh –se rió cínicamente. Fruncí el ceño- Hasta que la perdida se digna a aparecer.
- Te ves pálido, Justin –ignoré su comentario por completo. No le iba a dar el gusto.
- Es lo que pasa luego de que ves la cabeza de un bebé mientras nace. O lo que pasa cuando ves que se le rompió la fuente a la familiar de tu novia. O lo que pasa cuando tienes que tomar el lugar del padre por cinco minutos y estás paranoico. O lo que pasa cuando tu novia no te contesta el celular y hace que pienses cosas. O lo que pasa cuando te hace rabiar hasta la mierda y tarda un millón de años en llegar a este maldito hospital de mierdas, ¿no crees? –me miró con enojo evidente.
- Está bien –rodé los ojos- Lo siento, ¿sí? Enserio lo siento. Yo no quería.
- Aish, yo no quería –imitó mi voz de niña- Luego hablamos sobre esto, ahora no me siento bien. ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías ir a conocer a tu hermana.
- Necesito un pase y no sé donde encontrarlo. Yo… 
- Bien –interrumpió- Quédate aquí. Voy por el maldito pase, que seguramente no te atreverás a ir a buscar –se paró de mala gana de la banca, metió sus manos en sus bolsillos y comenzó a caminar.
- ¿No puedo ir contigo? –pregunté de buena forma, dando un paso, lista para ir tras él.
- Agh, sabes __, quédate aquí. Eres una tortuga, seguramente tardarías más de lo que tardaste en llegar –quiso hacerme fastidiar.

Y lo logró. Se giró y fue por él, dejándome allí quieta y sola. En parte, sabía que me lo merecía. Lo traté mal, hice un escándalo y lo insulté cientos de veces en mi cabeza. Todo por mi bobería de olvidar el celular. Esperaba que esto no durara mucho, de lo contrario me volvería loca. Ya sabía que Justin era un caos cuando se enojaba, pero esto ha sido muy inesperado, no creí que volviera a suceder, al menos no hoy. 

Tomé asiento e intenté relajarme un poco, para así poder evitar que la espera fuese un fastidio. Pasaron cinco minutos y él aún no volvía. Supuse que debía haber una fila larga y que por ello aún no volvía. Comenzaba a hacer un poco de frío y yo no tenía algo muy abrigador puesto. Solo un jeans ajustado, unas converse negras de cordones blancos, además de una camiseta manga larga color amarillo claro. Cómodo, pero demasiado veraniego para estas horas, con este clima incluido. 

De pronto, una señora de aproximadamente mi misma estatura, un poco maciza, de cabello muy corto y gesto molesto, venía caminando. Vendía unos dulces de menta, unos curitas y pilas de control remoto. Empezó a ofrecer a algunas personas, pero todos le decían que no. Me dio un poco de pena. Si yo tuviera un poco de dinero conmigo, le habría pedido algo. Era una lastima.

Me asusté cuando se comenzó a acercar a donde yo estaba. Mi corazón se puso inquieto y traté de mirar hacia cualquier lado para ver si dejaba de tomarme en cuenta y se iba para otro lado. Pero no. Paró en seco delante de mí.

- Toca aquí –me dijo, apuntando su cabeza con su dedo índice. La miré extrañada.
- ¿Qué? –pregunté, creyendo que había escuchado mal.
- Que toques aquí –volvió a repetir.

Me miraba fijamente. Supuse que no se iría hasta tocarle la cabeza, por lo que con algo de nerviosismo acerqué mi mano y le di tres toquecitos en la cabeza. Ella sonrió, llena de placer. Parecía que hubiese tenido un orgasmo de tanto que le gustó. Quité mi mano, pero no se fue.

- ¿Quieres comprar algo? –pobre mujer, debía de tener algún problema, porque no podía comunicarse bien. Me sentí mal por no poder ayudarle.
- Pues, no. No tengo –dije sin mucho interés- Lo siento.
- Oh… -se aclaró la garganta- Hija de puta.

Me insultó y se fue caminando. Me quedé con la boca completamente abierta. ¿Qué se creía? Y yo que había sentido pena por ella, hasta creí que no hablaba bien pero el insulto vaya que le había salido bien. La gente me miraba, sentí que me iba a poner completamente roja. Saqué mi celular del bolsillo y traté de distraerme, queriendo salvar algo de dignidad. Luego de unos tres minutos más, apareció Justin. Por fin.

- Aquí está –extendió el papel de color blanco hacia mí, mientras se sentaba a mi lado. Lo tomé.
- Gracias –comencé a pararme, pero su voz me detuvo.
- ¿A dónde vas? –me tomó por el brazo, haciendo que me sentara otra vez- Tienes que esperar a que tu padre salga, él está adentro, ¿qué es lo que tienes en la cabeza? ¿caca? –exclamó enojado.
- ¿Qué es lo que te pasa a ti? Antipático, pesado, no tienes por qué decirme las cosas de esa manera –me enojé también.
- Es la única forma de que entiendas algo de lo que pasa, niña.
- Pues no me interesa, yo no te he dicho nada malo.
- Ya, como sea. Mejor cierro el hocico –y se calló. 

De repente, noté que papá se venía acercando hacia nosotros. Ya había salido. Me alegré. Al fin conocería a la nueva integrante. Me emocionaba bastante. 

- Hija, hasta que has llegado –se sentó a mi lado y besó mi frente. Se apoyó contra el respaldo de la banca, igual que nosotros. 
- Lo siento, no había podido llegar antes, yo…
- ¿Por qué no? ¿sabes qué hora es? –comenzó a regañarme- ¿por donde andabas?
- No hice nada, lo prometo –le dije, algo asustada- Es que olvidé mi teléfono, y luego de que llegué de la escuela me fui a casa, y me quedé dormida. 
- Como siempre, nunca te concentras en las cosas. No tienes ni un poco de responsabilidad. Te digo una y otra vez lo que tienes que hacer, pero te entra por una oreja y te sale por la otra –no me gritaba, pero sentía que en cualquier momento lo haría ahí mismo.
- Papá, no es momento de discutir. Al menos no hoy. Se supone que es un día especial para ti, ¿o no? 

Intenté con todas mis fuerzas sonar de forma madura, pero en realidad era solo para salvarme del castigo o regaño. Justin permanecía callado. Papá cambió la expresión de su cara a una más relajada. Gracias a Dios.

- Tienes razón. Solo por esta vez no diré algo más. 
- Bien.
- Justin nos ha ayudado mucho hoy –dijo papá, más animado. Giró su cabeza hacia él- Oye, hijo.
- Dígame, señor –ambos se miraron. Justin se veía tan sereno y tranquilo que me hacía pensar que yo era la única paranoica. 
- Muchas gracias por todo lo que ayudaste a mi esposa. De no ser por ti, no habría podido tener a mi hija en mis brazos. De verdad te lo agradezco. Me alegra que __ tenga un amigo con tanta buena voluntad –sonrió ampliamente.
- No agradezca nada, señor –sonrió mi novio, aunque noté que no era una sonrisa sincera. El hombre le había dicho que solo era mi amigo. Por un momento olvidé que mi padre no sabía nada- Fue todo un gusto ayudarle. Sé que es muy importante para usted, tanto como para __ -me miró de reojo. Me sonrojé.
- Sí, en realidad lo es –papá le tomó la mano y ambos se la estrecharon, así como compadres- ¿Cierto, __?
- Ahm, sí –fue lo único que respondí. Bajé la mirada.
- Santo cielo, hija. ¿Qué es eso? ¿no le darás las gracias a tu compañero? No te he enseñado tales cosas –se mostró furioso una vez más. De inmediato intenté suavizar la situación.
- Sí, __ -habló esta vez el chico del baño- ¿no me harás un agradecimiento? ¿unas palabras por haberte avisado de tal suceso? –sabía a la perfección que sus palabras tenían un cierto sarcasmo. 
- Entiendo –rodé un poco los ojos, sabiendo que no se daría cuenta. Levanté la cabeza- Gracias, Justin. Enserio gracias. Gracias por ser todo un superhéroe, por salvar la vida de mi hermana y a Michelle –me eché a reír. 

Papá no pareció entender mi burla hacia una parte de lo que había dicho, así que sonrió. Justin, por otro lado, frunció el ceño y se limitó a cruzarse de brazos y a volver a apoyar su espalda contra el respaldo. Nos quedamos en silencio. 

En cuanto noté que la señora loca se venía acercando hacia donde nos encontrábamos, me hundí en vergüenza y traté de relajarme. No era que estuviese caminando directamente hacia nosotros, pero estaba por los alrededores.


- Mierda –se quejó papá- Ahí está esa mujer otra vez.
- ¿La conoces? –me sorprendí.
- Claro que la conozco. Siempre está vagando por las calles, queriendo vender, y si le das dinero de más, no te da el vuelto. Es una estafadora. 
- Oh, vaya. No lo sabía –admití.
- Es cierto –se unió Justin- Y a veces insulta a la gente. Una vez una niña iba subiéndose a un autobús y la jaló del pelo, tirándola al suelo.
- Eso también es verdad –mi padre estuvo de acuerdo con él- Además, suele gritarme tonterías cada vez que no le compro. Hasta que me aburro y la trato mal. Es una vieja que se hace la tonta. Solo no la pesquen.

La mujer no tardó en acercarse, se paró delante de nosotros, tal como lo hizo conmigo. Traté de no inmutarme, ni bajar la mirada, cosa que logré. Se preparaba para ofrecernos algo, ya que extendió su canasta hacia nosotros.

- Cómprenme algo –exigió enojada, como si tuviera derecho a obligar.
- ¡No quiero nada! –le gritó papá- ¡Lárgate! ¡ahora! –papá se iba a poner de pie, él quería ahuyentarla.

La mujer un poco más no se muere del miedo. Inmediatamente comenzó a retroceder. Se tropezó y casi se cae.

- ¡Enojón! –le gritó y se fue corriendo.

A medida que se iba alejando, le gritaba unos cuantos insultos a papá. Entre ellos el “culiado, imbécil, marica, bastardo” y el famoso “hijo de puta” que ya me había dicho a mí. Me eché a reír. A diferencia de hace rato, esta vez había sido gracioso. Papá y Justin también se echaron a reír como unos locos. Y para colmo, la gente desconocida que había presenciado el momento también se reía. No es que fuéramos malos, pero si ella fuera agradable, mi padre no le habría dicho nada y le habría dado unas cuantas monedas. Además, ellos ya tenían una historia mala.

Al final, terminé entrando al hospital. El caballero que me había sacado a empujones por fin me dejó pasar. Pasé un momento incómodo, en el que no podía abrir la puerta que daba hacia el pasillo. Un chico se puso a reír de mí, traté de no darle importancia, pero logré abrir la puerta, e inmediatamente me puse como tomate. Caminé entre las incontables salas en donde se encontraban mujeres con sus nuevos bebés. Yo tenía la número 41-43, y eso que aún quedaban demasiadas. Pero bueno, cuando entré, la vi. O sea, en realidad observé a Michelle. La estaba amamantando. Dudé en si entrar o no. Pero apenas ella me vio, sonrió tanto que se me fue imposible no entrar a verla y a preguntarle como estaba. Avancé, nerviosa y sin saber que decir o hacer.


- ¿Cómo estás, __? –preguntó amable- Creí que no vendrías, cariño.
- Yo… es que –aclaré mi garganta- no pude venir antes. Pero ya estoy aquí. 

Michelle quitó una mantita con la que estaba cubriendo su pecho, y pude ver la cara de la nueva bebé. Sentí que mis ojos se humedecían. Era hermosa. De la clase inocente, pequeña y dulce que no solía ver a menudo. Sonreí. Casi no creía que pudiese tener a una hermana. 

- Es tan linda esta niña –dije con ternura, mientras le tomaba una manito- Temía quebrarla- No lo puedo creer…
- Con tu padre hemos decidido que se llamará Lila –me contó.
- ¿Lila?
- Sí, raro, ¿no crees? Lo vimos en el calendario, y nos terminó gustando –rió.

No pude evitar reír con ella. No solo porque dijo lo del calendario, si no que en Futurama uno de los personajes era Lila y ellos no tenían ni la más mínima idea. No dije nada, porque no era momento para hablar de caricaturas. 

                     Capítulo 40

                                                         
                               

Al pasar los minutos, pude tomar a Lila en brazos. Creí que me daba tanta paz… hasta que comenzó a gritar y a llorar como una loca y se puso roja de la furia. Me asusté e inmediatamente se la pasé a Michelle. Creí que se estaba ahogando, pero luego supe que era algo normal. Tan tierna que se veía y de repente es como un ogro. Me recordó a Romano, mi gato, cuando llegó. 

Cuando la hora de visitas finalizó, me tuve que salir para afuera. Papá y Justin me esperaban. Hacía algo más de frío. Y de la nada, apareció mi tía Susana. No creí que vendría, pero sin embargo lo hizo. Me abrazó fuertemente. Venía con uno de mis primos, al que yo consideraba como un hermano. Se llamaba Alejandro, y era un porfiado al que no soportaba, pero aún así. Y cuando nos íbamos, no pudimos evitar pasar los cinco a comer chatarras a un restaurante que quedaba justo en frente del hospital. Justin me miraba de vez en cuando. Estaba sentado en frente de mí. Era lo suficientemente discreto como para lograr que no se notara. Se veía feliz. Me gustaba, era perfecto. Hasta que en un momento de descuido, el sándwich que tenía en mi mano recibió un codazo de parte de Alejandro, aterrizando en todo mi cabello. 

- ¡Agh, Alejandro! –me quejé- ¡mira lo que hiciste!

Papá, mi tía y Justin estaban jodidos de la risa, mientras que yo estaba fastidiada. No era tanto por mi cabello, si no que mi hermoso sándwich se había arruinado bastante. Mayonesa ya no quedaba, pues toda se me quedó encima. Y para qué hablar de los demás ingredientes. Comencé a darme cuenta de que me sentía un poco estresada, por lo que pude calmarme rápidamente. No quería estar así.

Era tan extraño que Justin estuviera compartiendo con mi familia, pero a la vez era muy confortante, porque iba ganándose cariño de a poco. Pero no importaba todo lo bien que estuviera con ellos por este momento. La mentira seguía, y eso no iba a cambiar, al menos no por ahora. Y no estaba a gusto con ello.

Terminé no asistiendo a clases durante todo el resto de la semana. Papá me había pedido que ayudara a Michelle en sus primeros días como madre. Digamos que yo no era la más apta para ese trabajo, pues ni siquiera sabía que los primeros meses no se les puede dar papilla, si no que solo leche. 

Michelle había estado solo tres días en el hospital, así que mientras no estaba, lo único que podía comer eran unas papas fritas quemadas con huevo –que no estaba correctamente frito-, todo hecho por papá. No me dejó ayudar en nada, es más, cuando traté de sacar las papas para que no se quemaran, me regañó, y dijo que aún no había que sacarlas, ¿cómo era posible que aún no estuvieran listas, si se estaban poniendo bastante cafés? Dios. No me quedó alternativa que comer eso.

Hoy era día lunes y debía irme a clases. Justin me esperaría en un parque que sigue de mi casa, un poco más allá. Me iría a dejar. Hoy cumplíamos otro mes de relación. Debía ocultarse, de lo contrario papá se volvería loco y quedaría una enorme embarrada. 

Yo ya iba camino hacia donde lo iba a encontrar. Miré la hora en mi celular, que marcaba exactamente las 7:45am, buena hora como para no llegar tarde. Conste que yo jamás de los jamases he entrado atrasada a una clase. Jamás. Y no pienso hacerlo, lo odio.

- ¡Justin! –le llamé. Él se encontraba apoyado entre algunos árboles. Se volteó a verme y sonrió ampliamente. Sin darme cuenta, ya estábamos abrazados, mientras nos besábamos.
- Feliz mesiversario, amor –me deseó al momento de apartarse de mí, a no más de dos centímetros.
- Para ti también, mi vida –le miré embobada. No podía no estarlo.

Conversando de cosas sin sentido nos fuimos caminando hacia su carro, que estaba estacionado unos metros más allá. Me hizo subir y puso algo de música. Arrancó de inmediato y partimos hacia nuestro destino. Solo nos quedaban menos de quince minutos juntos y debían aprovecharse, al menos mirándonos. 

- Me habría gustado estar contigo hoy todo el día, shawty –dijo. Teníamos la mala suerte de que fuera un día de clases.
- A mi me encantaría haber podido, pero hemos tenido mala suerte –suspiré- Ya sabes, con todo lo que pasa, con la escuela, con papá… 
- Lo sé, entiendo –habló apenado. Miraba directamente hacia la calle, por lo que me puse a mirar por la ventana.
- Enserio lo lamento, Justin. Estaría todos los días contigo si pudiera, pero…
- __, no te presiono –me interrumpió con esas palabras- Y es que no puedo ocultar que me gustaría obtener algo más. Me jode ocultar todo esto a tu papá, no puedo ni estar contigo en nuestra fecha, no puedo besarte en público, no puedo decirte una palabra bonita siquiera. Tengo que estar como soldado en tu casa, cuidando mi vocabulario, con miedo de decir una palabra o de llamarte de una forma que podría arruinar lo que tenemos. No sé por qué mierdas tiene que haber tanto drama entre nosotros. 

No mentiré. Me quedé callada. No sabía exactamente que decirle. Si antes me sentía mal por no tener lo que ambos queríamos, ahora me sentía peor. Era la peor novia del mundo. Él hacía cosas por mí, ¿pero qué hacía yo por él? Nada. O al menos eso parecía. Así que me puse a pensar seriamente en algo que se me vino en mente. Me daba pánico, pero era necesario. Y esperaba no arrepentirme de ello. Esperaba que todo fuese un secreto más.


- ¿Y si me voy de pinta? –pregunté de forma insegura. Justin, como un rayo, giró su cabeza bruscamente, para comenzar a mirarme de reojo, tratando de no quitar tanto la vista hacia la calle mientras conducía.
- ¿Has dicho la palabra con P? –preguntó impresionado.

- Sí, eso dije. Pinta.
- Pero __, t…tú –tartamudeó- jamás has hecho algo así, no es normal. 
- Quiero hacerlo por ambos, Justin. Me da miedo, pero quiero hacerlo.
- No es lo correcto –reconoció.
- Sé que no lo es, pero un día que lo hagamos no hará tanto daño, ¿o sí? –intentaba sonar lo más relajada posible, pero por dentro estaba hecha un lío.
- No creo que lo haga. Aún así no quiero que sientas que te obligo a hacer esto. Digo, yo estoy más que dispuesto a desviarnos del camino e ir a donde tú quieras, pero si no te sientes lista lo voy a aceptar…
- Justin por favor, no hagas que me arrepienta –le rogué tirando la cabeza hacia atrás, algo fastidiada- ¿vas a querer que me vaya contigo?
- Sí quiero, amor –dijo de inmediato- De verdad quiero.
- Yo también quiero –y no mentía, tenía unas enormes ganas. 
- Entonces, ¿vamos?
- Sí –respondí casi desesperada. No quería arrepentimiento.
- ¿A dónde?
- ¿Hay alguien en tu casa? –pregunté curiosa.
- No, solo estaríamos tú y yo.
- Pues vamos. Si no te molesta, claro –sonreí de lado.
- ¿Molestarme? –se echó a reír- He estado esperando desde hace tiempo. Por fin un rato completamente a solas.
- Sí –sonreí, sin duda alguna muy feliz- Por fin.

Y de un momento a otro el muy tonto dio una vuelta en U, y giró hacia la izquierda, para irse por otra calle. Lo regañé por eso. Pero sobre lo otro, ya no había marcha atrás. Me iría de pinta hacia su casa. Estaba demasiado emocionada. No sabía si era por las ganas que tenía de estar con él todo el día o por los nervios. Aunque seguramente era por ambas cosas. Esto contaba como un tipo de primera vez, pues yo jamás hacía tales cosas.

No tardamos tanto en llegar hasta su casa. Diría que Justin estaba demasiado apurado en que llegásemos. No le dije nada, quizás se sentiría un poco avergonzado, y a mi no me molestaba para nada que digamos. De verdad quería tiempo a solas con él.

- Shawty, ¿quieres desayunar? –me preguntó.

Me encontraba acostada en su cama, cubierta con las sabanas y digamos que solo en una de sus playeras y ropa interior. No malinterpreten, no estuvimos haciendo nada. Habíamos llegado hace como unos treinta minutos y yo estaba viendo la televisión. Daban los padrinos mágicos. 

- Mm, no lo sé –sinceré- No tengo hambre.
- Pero igual, por si luego te da. Tengo jamón, queso, mermelada y margarina –se rascó la cabeza con gracia- Ya sabes, yo tenía previsto esto, así que…
- Me gusta lo del jamón con queso –interrumpí riendo.
- ¿Y algo de beber? –sonrió- Tengo sprite.
- Sprite, ¡por supuesto! –acepté animada.

Él no dijo más, me guiñó un ojo y salió de la habitación. De repente me sentí algo acalorada. Me daba algo que Justin me guiñara el ojo, es que se ponía tan sexy que debería ser ilegal.

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¿Qué les ha parecido la maratón? Lamento la tardanza, pero en estos días les traeré otra –pero pequeña- maratón de dos capítulos. Comenten y voten, ¿si? Cuídense y espero que la novela aún les guste mucho. Un beso a todas. El próximo capítulo estará mucho mejor jajaja. Adiós.

14 de abril de 2014

Capítulo 37 -Por un capricho.



Pasaron dos semanas. No puedo decir que los días pasaron volando, porque no fue así. Lo echaba de menos. Escuchaba su voz a través del teléfono, y veía sus palabras escritas mediante el Facebook, pero no se comparaba ni en lo más mínimo con sus abrazos, sus besos tiernos y su bonita risa. Aparte de desear verlo pronto no había hecho nada impresionante. Todos los días estaba en casa, menos cuando salía con papá a ver mi uniforme y útiles escolares para entrar como debía. Michelle no podía acompañarnos, pues tenía el parto atrasado, debió nacer hace una semana pero aún no pasaba nada, solo había que esperar. El resto del tiempo me quedaba en mi habitación leyendo un libro, mientras jugaba con mi gatito. No era algo que me molestara, es más, me sentía completamente a gusto teniendo mis momentos de tranquilidad pura y sana. 

- ¿Y cómo te sientes para el primer día de clases? –me preguntó Michelle, sin lugar a dudas muy entusiasmada. 
- Bien, supongo –dije sin mucha emoción, mientras revolvía el té que me había servido con mi cuchara. Me había costado un mundo pararme de la cama. No quería hacerlo. No.
- Sé que estás nerviosa, pero pasará luego del primer día. Todo se volverá perfecto __, ya vas a ver. Estarás con tus amigos, ¿no?
- Conocidos –corregí de inmediato, pues solo Sam y Dakota eran mis verdaderos amigos, los demás se podían ir por el caño.
- Bueno, entonces estarás con tus conocidos. Yo me sentiría feliz. Al crecer uno comienza a extrañar cada detalle de la escuela –comentó.
- No es feliz cuando entras dos meses después de lo debido, quedando atrás en las materias y confundida de saber si servirá para algo lo que haces o no.
- Pero tú le pediste a tu padre entrar, ¿lo olvidas?
- Sí, pero ya no estoy muy segura. Empiezo a sentir que mi elección fue estúpida, que no me servirá para lo que quiero en absoluto –me daban ganas de llorar, todo era tan seguro antes, que estaría mejor con Justin, cuando quizás ni lo veré. 
- ¿Y qué es lo que quieres lograr? –se acercó más a mí. Dejé de revolver mi té y la miré fijamente. Esperaba que ella me hiciera sentir mejor.
- Más ánimo. Quiero risas, quiero al menos un año especial. No quiero estar triste, quiero estar feliz aunque tenga que levantarme a esta hora. Quisiera ahora mismo estar riendo por ir, en lugar de querer llorar. Que mi vida mejore. Que las discusiones con papá ya se acaben. Que sea tomada en cuenta. Quiero más libertad. Ni siquiera sé lo que en realidad se siente tener dieciséis –dudé en decir lo siguiente, pero aún así lo haría- Y además, un novio. Todo eso quiero.
- Pero tú eres tomada en cuenta, __. Tú misma puedes darte ese ánimo si piensas de mejor forma en lugar de tener mucha preocupación. ¿Y enserio quieres un novio? Eso no se busca.
- No soy tomada en cuenta, soy prácticamente invisible. Y sí quiero un novio, ¿que tiene de malo? Si tengo edad para quedarme sola en casa durante su luna de miel, supongo que tengo para tener a alguien a mi lado que me quiera.
- No me refiero a que no tengas edad, si no a eso de que el amor no se busca.
- Sé que no se busca, no lo estoy buscando –aclaré. Ya lo tenía.
- ¿Entonces?
- Es que, ¿qué pasa si conozco a un chico este año? ¿qué pasa si ese chico me gusta? Obviamente no le diré que no quiero estar con él, porque me gusta. El problema es papá. Me da miedo hasta preguntarle la hora.

Michelle abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró. Miró al frutero que estaba en el centro de la mesa. Me frustraría si ella me negara que papá no da miedo, o que no asusta o intimida. El hombre puede ahuyentar hasta familiares que son muy respetados y brutos.

- Debo admitir que te encuentro razón –suspiré, aliviada de sentirme comprendida en ese sentido- Tu padre no sabe manejar el que tú ya estás creciendo. Él cree que cada sexo masculino que se te pase por el frente te hará daño, pero debes pensar que solo quiere cuidarte. Hay mucho peligro hoy en día, desde las violaciones, las malas intenciones, hasta simplemente un corazón roto. Él no quiere que nada te suceda, todos los padres lo hacen.
- Lo sé, soy consciente de eso, lo tengo claro. Pero no puedo aprender cosas si no las experimento. No por los peligros de allá afuera tendré que ocultarme. Quiero saber lo que es ser adolescente. Y al llegar a vieja me gustaría tener algo que contar, algo de lo que reírme y sentirme satisfecha. Yo… 

Me callé. Algo había vibrado y era mi celular. Estiré la mano y lo alcancé. Era un mensaje. Mi rostro se iluminó al ver el nombre de mi novio en la pantalla. Lo abrí inmediatamente, asegurándome de que Michelle no viera o leyera nada. 

“Primer día de clases y primer día en que te iré a buscar. Me habría gustado ir a dejarte, pero papá me ha mandado. Pf. Te amo, shawty. Suerte –Justin”

- Tengo que irme –comencé a pararme de la mesa, acomodando mi falda.
- ¿Quién era? –preguntó curiosa.
- Dakota, me esperará en la entrada –mentí.
- Vale, entonces que te vaya bien. Ve a tomar lo que te falta, yo voy a sacar algo de colación para que te lleves.

Se paró de la mesa al igual que yo y fui a lo que me había dicho. Tomé mi mochila del sofá y me la puse. Me paré en frente del espejo de la pared. Mi mochila era pequeña de color café, pero era bastante bonita. Y mi uniforme no consistía en algo más que una falda azul marino –que estaba un poco corta, pero no tanto, solamente a mi gusto-, además de mis pantis y calcetas muy largas que yo arreglaba a mi gusto, también de color azul marino y por último mi chaleco con cuello en forma de V. Llevaba el cabello suelto y no me puse nada de maquillaje, me daba pereza. Michelle enseguida volvió con una caja de leche individual de frutilla y un alfajor. Ella misma los puso en mi mochila. Me despedí de ella y me fui hacia clases. 

- ¡Hey __, por aquí! –Dakota me llamó desde la entrada, mientras alzaba los brazos para que la viera. Se veía alegre. Inmediatamente sonreí y me apresuré para llegar a ella. Ambas nos dimos un abrazo- ¡Contaba los días para que volvieras! ¿cómo has estado? 
- Bastante bien, no tenía muchas ganas de venir. Esto me da nervios –sinceré.
- Tranquila, no pasará nada, todo sigue igual. Te sentarás conmigo, ¿verdad?
- Claro, no tengas dudas –reí.

Diría que a empujones me llevó adentro. Tocaron el timbre y me guió hacia el salón correspondiente. Algunos conocidos me saludaban, pero quien más emoción tuvo fue Sam, por poco me ahorca. Nos tocaba tecnología, donde la profesora se llamaba Karen. Su cabello era corto de color castaño muy oscuro y puntas rojizas. Era muy agradable y siempre sonreía. Tenía una cierta admiración por ella. Ha pasado por muchas cosas, pero ella sigue adelante. Es como un ejemplo.

- ¡Buenas días, niños! –saludó a todos con la mano, sin siquiera mirar, pero se veía animada. Dejó sus libros en su mesa, que estaba justo delante de mí y Dakota. Su vista se levantó, posando los ojos en mí- Por dios, ¿eres tú, __? –asentí sonriendo tímidamente- ¡no te he visto por meses, que cambiada estás! ¿cómo te has encontrado? ¿qué te ha dado por volver? ¡es impresionante!

Me reí por su expresión. Ella fue la primera profesora que me hacía sentir a gusto con mi regreso y probablemente sería la única que lo haría. O eso creía yo. Digamos que muchos profesores en mi escuela son agradables, pero uno que otro arruina los puntos.

- Me he encontrado bien, le he dicho a mi padre que ya era hora de estar de regreso, así que aquí estoy –sonreí feliz.
- Pues me alegra tenerte de vuelta, eres más que bienvenida aquí –volvió a sonreír ampliamente- Eres de las pocas que no me hartan, lo agradezco al cielo.
- ¿Yo también soy bienvenido? –se metió Sam, que estaba sentado atrás de nosotras con Roy. Dakota explotó en carcajadas.
- Cariño, ¿tú bienvenido? No jodas.
- ¿Y quién te metió a ti, Mohohoho? –se defendió.
- Es cierto Sam, te portas muy mal –la profesora Karen estuvo de acuerdo- En cada clase te llamo la atención mínimo unas veinte veces. Lo que me recuerda que debo citar a tu apoderado –abrió el libro y comenzó a escribir unas cosas. Yo reí bajo.
- Gracias, Dakota –agradeció este con sarcasmo- Por tu culpa, ya ves lo que haces.
- Yo solo dije la verdad –se hizo la ofendida.
- Pues tu verdad arruinó mi día. Fea, ¿eso es un grano? –le apuntó la nariz.
- ¡Cállate! –se tapó la zona- Estúpido, malcriado, ¡canalla! ¡No sirves para nada!
- ¿Ah sí? Eso no es lo que dice tu mamá cuando me la…
- ¡Asqueroso! –le interrumpió molesta, él sonreía con superioridad- Profesora, ¿ya ve lo que anda diciendo Sam? Insinuó que mi madre es una puta.
- Sí, lo he escuchado –reconoció ella- Sam, ¿eso es lo que te han enseñado en casa? Pobre de tu amigo Roy, es tan calmado y tan buen chico… Lo corrompes.
- Es cierto… -se integró Roy al ser nombrado- Sam siempre trata de que yo haga lo que quiere, me golpea y me obliga a hacer su tarea… -bajó la cabeza- Es tan triste, malo y bravucón –mintió, pero sabíamos que era una broma, no matarnos de la risa fue algo imposible.
- ¿Qué? ¿estás jodiendo, cierto? –Sam abrió los ojos como platos- Esto es increíble, me culpan por todo. Traidor.

Roy puso cara de angelito. En ese momento me di cuenta de que los momentos así los había extrañado a más no poder. Michelle tenía razón en ese sentido, cosas así son muy especiales. 

El día pasó rápido. Algunos otros profesores también me dieron la bienvenida. Con los chicos reímos juntos, contaron anécdotas que pasaron en la escuela mientras no estuve, me pusieron al día en todos los rumores jajaja, y ahora nos encontrábamos almorzando. Era muy bueno para ser el primer día. Lo que más deseaba era que llegara la salida. Por fin estaría con él. Solo quedaban dos horas de clases luego de terminar la comida. Estaba ansiosa. 

- ¿Es cierto eso de que tienes novio, entonces? –preguntó Sam asombrado, casi escupiendo todo de su boca.
- Bueno… pues sí –hice una sonrisa ladeada. Me sentía un poco mal por como se debía estar sintiendo.
- Mierda.
- Amigo, calma –Roy le tocó el hombro- Tú has tenido tus chicas, ¿por qué __ no puede? Tiene derecho.
- Sí, pero no creí que tan pronto, digo, jamás me puso al día –ahora dirigió su mirada hacia mí- No, no lo hiciste.
- Lo siento, pero no me preguntaste, que yo recuerde.
- Ya ves, fue tu culpa –le dijo Dakota esta vez.
- Tú no me hables. 

A pesar de que Sam estaba vuelto un loco, lo estaba tomando muy bien a como cualquiera de nosotros esperaba que lo hiciera. Pasó sus manos por su cabello, alborotándolo. Se veía molesto, o frustrado. Incapaz de hacer algo por la noticia que acababa de enterarse. Comenzaba a arrepentirme de no haberle contado antes. Me jodía sentirme culpable.

- ¿Estás bien? –le pregunté apenada- Lamento no haberte dicho, pero ya sabes, no creí que fuera necesario.
- Y no lo era, __. No te sientas mal –me consoló Roy- Ustedes no eran nada, Sam cada fin de semana tiene una chica, y que yo sepa jamás luchó por tenerte –lo miró de reojo- Es su culpa.
- Sí, es cierto –Dakota lo apoyó- Sam, olvida por un momento la discusión en el salón y piensa en lo que tu amigo te está diciendo.
- Exacto, hazlo de una vez –siguió Hablando Roy- ¿Qué pasa si hubieras enamorado a __ hasta el punto en que ella quisiera estar contigo? Capaz la hubieras lastimado yendo a fiestas y hasta pudiste haberle sido infiel. Y no me mido al decirlo, porque eres tan idiota que sé que en algún momento tal vez lo habrías hecho. La amistad de los cuatro se habría acabado, porque ni yo te hubiera vuelto a dar bola y menos Dakota –esta vez la mirada de él se dirigió a mí- ¿tú sentiste alguna vez algo por él? 
- Pues… -pensé detenidamente, debía ser sincera- Un poco, creo. Era muy lindo conmigo en ocasiones, pero siempre por el rato.
- ¿Ya ves? –le frotó este la espalda- Fue tu culpa. La perdiste.
- No me hagas sentir miserable –Sam por fin habló- Y bien, lamento esto. Es solo que es inesperado, ¿desde cuando __ se fija en alguien de tal modo?
- No sé, pero en algún momento iba a pasar.
- Yo también pienso lo mismo –dijo mi amiga- Pero el chico tiene lo suyo, además tiene un culazo con el que no hay que perder el tiempo mirándolo, solo tomarlo entre las manos y apretujarlo.
- ¡Dakota! –la regañé echándome a reír.
- ¿Qué? –rió junto conmigo- A mi me gusta tu elección, tienes un punto a favor. Sam es una tabla.
- ¡Bien, hasta aquí! –gritó Sam golpeando la mesa- __, voy a aceptar tu relación y no te voy a joder con mis sentimientos, solo trataré de olvidarte con quien sea. Pero si en algún momento el tipo te hace daño, no dudes en que me tienes a mí, te consolaré, te cuidaré, te querré, te daré el apoyo que te mereces y te violaré hasta hacerte sudar, junto con todo lo que solo yo te podría dar, ¿quedó claro a los tres? Y estoy hablando enserio. Lo juro.

Sentía que me sonrojaba, pero no pude evitar soltar risas y los chicos tampoco. Ni siquiera él mismo se aguantó. Sabíamos que no estaba jugando. Y me sentía bien de que de apoco el fuera comprendiendo.

- Bueno… eso fue, casi lo suficientemente romántico –comenté- Pero gracias.

Sonrió.

- Sí, no puedes evitar ser un pervertido con su cuerpo –Dakota rodó los ojos.
- Si estás celosa porque no eres la afortunada, eh –se hizo el galán.
- Ay por dios quiero vomitar. __ vamos al baño –bromeó.

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¡Hola! Lamento la tardanza, mucho, pero aquí está el capítulo. Sin Justin, como ven, pero hay cosas necesarias. Y lo hice un poquitín más largo, no sé si han dado cuenta. Un beso a todas, comenten y voten mucho, ¿si? El próximo capítulo estará mucho mejor, ¡ya verán! Se los aseguro. Un beso enorme. Únanse al grupo de lectoras: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/  ¡Adiós!