8 de febrero de 2014

Capítulo 32 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Eliana y Neny-



Veinte minutos después me asomé por la ventana y el carro de mi novio ya estaba estacionado. Él y Dakota se encontraban de pie en la acera, aproximadamente dos metros cerca de la puerta que daba a mi jardín. Acomodé mi chaqueta y abrí la puerta. De inmediato, ambos se giraron y sonrieron. Caminé hacia allí y la abrí. Dakota saltó a abrazarme.


- ¡Juro por dios que no volveré a subirme a un carro con Justin! –me besó en la mejilla, me soltó y me empujó fuerte al lado de Justin. Él me acogió sin chistar. 

- ¿Por qué? ¿qué ha pasado? –pregunté inocente mientras dirigía la mirada a mi novio y besaba dulcemente sus labios, sonriendo.

- ¿Cómo estás tan calmada? ¡Me ha traído a cientos de kilómetros por hora! Casi nos mata, estuve gritándole todo el jodido camino. Está mal de la cabeza.

- Oye, no estuvo nada mal –la interrumpió Justin- Admiro mis capacidades de manos para poder conducir tan bien mi auto. Moco.

- Cállate.

- ¿Qué tiene que ver un moco aquí? –ahora no entendía nada.

- Resulta que estábamos sentados en unas escaleras con asientos y ella…

- Nada, no tiene nada que ver –mi amiga impidió que él continuara, con una mirada desafiante incluida- Es un molestoso, ha creado un gusto por reírse de mí.

- ¡Admite que ha sido gracioso! –comenzó a matarse de la risa.

- ¡No lo ha sido! –noté que ella trataba de no reír.

- ¡Se aguanta la risa, Justin! –avisé y a pesar de que no entendía de qué hablaban me reí, y ahí fue cuando Dakota explotó en risas.

- Si tú le dices a alguien más de esto, las pagarás –amenazó ella regulándose.

- Bien, bien. No haré nada. No le diré a nadie más que a mi __ -me dio un abrazo, tomó mi cara entre sus manos y juntó nuestras narices.

- No tanto amor, por favor. Siento que sobro –ella hizo cara de asco.

- Lo haces –le dijo él.

- Estúpido. 


Estuvimos conversando un rato en la acera, riendo, contando anécdotas, hablando de lo que sea que se nos pasara por la cabeza. Había extrañado mucho a Justin, a pesar de que no hace mucho lo había visto y también quería ver a mi amiga. Preferimos no entrar a la casa, porque de hacerlo podría llegar mi padre, o podíamos perder la noción del tiempo y se quedarían más de lo debido. Yo estaba algo incómoda y nerviosa. Si mi padre llegaba a verlo, no sabía la forma en que lo trataría o hablaría. Tenía ganas de tronar los huesos de mis manos. Solo no lo hacía porque no me gustaba el ruido que generaba y además no sabía bien como hacerlo. Hasta que de repente me doy cuenta de que papá se bajaba de un taxi, seguido por Michelle. Mi corazón se aceleró y sentí que todo se daba vueltas. Mierda, había llegado antes de lo esperado. Se nos quedó mirando fijamente, tan derecho como si fuese un militar. No sabía ni qué decir, ¿debería presentarlos? Justin y Dakota se pararon de la vereda en silencio. Dakota se le acercó a saludar como normalmente lo hacía. Hasta había olvidado que ellos ya se conocían desde hace tiempo. 


- Ahm, papá…

- Buenas, señor –habló Justin por mí- Mi nombre es Justin Bieber, soy amigo de __ y Dakota.


Mi corazón se estrujó.
Amigos. Ni sabía por qué me afectaba tanto, si nosotros mismos habíamos acordado eso. Se acercó a él y ambos se dieron un apretón de manos. El corazón se me salía por la garganta. No sabía que Justin se acercaría a él tan amablemente luego de lo que le conté como era el carácter de mi padre.

- Soy el padre de __, no es necesario que diga mi nombre –sonrió- ¿Qué hacen aquí afuera? Pasen a la casa –invitó a todos- Vamos, pasen.


Él entró junto a Michelle y nosotros nos quedamos mirando por un segundo. Desconocí a mi padre por un momento. ¿Qué pasaba? ¿desde qué momento era tan agradable con mis amistades? No sabía que sería posible, ni mucho menos que fuera algo que de verdad sucedía. De todas formas, estaba totalmente agradecida de que actuara así con ambos.


- Está simpático hoy –comentó Dakota, igual de confundida que yo.

- Sí, es tan extraño –estuve de acuerdo con ella y sacudí mi cabeza para acomodar mis pensamientos. 


Justin permaneció callado con las manos en sus bolsillos y comenzamos a caminar dentro de la casa. Me dolía no poder tomar su mano, o besarlo. Aún así trataba de no parecer mal por ello. Les invité a ir a mi habitación y no bastó ni dos minutos para que ya me encontrara cerrando la puerta con ellos sentados en mi cama. Mi cuerpo no podía tranquilizarse del todo, cosa que detestaba.


- Me ha invitado a pasar, ha sido un buen gesto –dijo mi novio. Me senté a su lado y le di un apapacho. Le sonreí, dándole cariños en su espalda.

- Sí, eso es mucho viniendo de él –le hice saber.

- Pero bueno –se incluyó Dakota-, ya estamos aquí. Ya sabe de la existencia de Justin, no puede ser tan malo. ¿Ustedes dos no eran novios? 

- Lo somos –le aclaró mirándome- __ sigue siento mi novia.

- Pero dijiste que eran amigos –puso una cara confusa.

- Sí –esta vez hablé yo- Pero decidimos que era mejor no decirle, aún.

- La verdad, en tu caso también habría hecho lo mismo. Tu padre da terror, imagino como estaría si le dieran la noticia al momento de llegar de su dulce luna de miel. Woah. Todo habría estado mal.

- Y me alegro de que no haya sucedido –me acurruqué contra él, oliendo su aroma. No quería pensar en lo que pudo haber pasado. Sentí su respiración en mi oído y bastó para hacerme estremecer. Él rió. Lo hizo a propósito.

- Sí… Y bien, esto es un logro. Merecemos fotos, yo las sacaré –se ofreció gustosa.


Caminó hacia mi armario, en donde se encontraban unos gorros con visera para el sol. Eran de Justin, pero él me los había prestado. Me los iba a traer de todas formas a pesar de la respuesta que me diera. Soy amante de ellos, no miento. Escogió uno y se lo puso. Era color azul marino con unos cuantos diseños dorados.


- ¿Me queda bien, amiga? –me preguntó ella posando alegremente.

- Perfecto, aunque me quedan mejor a mí –yo y mi ego. Hice una mueca.

- O a mí, que soy el dueño –le dijo a Dakota- Son míos.

- ¿Crees que porque son tuyos no me los pondré? Ahora son de __, dudo que ella te los regrese.


Inmediatamente Justin me miró.


- Me los regresarás, ¿verdad amor? –él esperaba algo positivo.

- Pues, uhm, creo que no. Me gustan, no lo haré. Lo tuyo es mío –fue mi excusa y los tres nos pusimos a reír. Él negó con la cabeza, sin bajar el tono de su risa.

- Desde ahora tendré que pensar muy bien antes de prestarte algo.


Dakota no tardó en coger la cámara de mi cajón y comenzó a capturar momentos. Nos tomó varias a Justin y a mí. Algunas abrazados, otras con un casi beso, hasta con la lengua afuera en ocasiones. Luego me tocó sacarle algunas a ella con el gorro que había sacado. Estuvimos varios minutos pasándola bien, hasta que ella vio la hora y dijo que tenía que irse.


- Si llego después de la hora que me dijo, me matará. Detesto cuando lo hace –se quejó- Debo estar en casa a las 10:00. Está algo enojada, por eso me ha puesto hora de llegada. Se parece un poco a tu padre, __.

- Sí, pero al menos a ella solo le da en ciertas ocasiones –traté de hacerla sentir mejor- Tu madre es linda persona.

- Tienes razón, lo es –hizo una pausa- Posiblemente exagero. Bueno… me voy.

- ¿Te irás sola? –le pregunté. Justin escuchaba atento la conversación. 


Ella asintió, tomando su bolso. Me besó la mejilla y se despidió de Justin con la mano. Caminó hacia la puerta, pero la voz de mi novio impidió que siguiera. Le miré, esperando que hablara de nuevo.


-Vamos a dejarla a su casa, __ -me dijo. Quería, pero no podía- ¿qué dices?

- No creo que papá me de permiso, Justin –estaba casi segura de eso.

- Yo pediré permiso por ti, así podemos estar unos cuantos minutos más juntos antes de que me vaya –intentó convencerme- Acepta.

- ¿Y si te dice algo malo? –no lo soportaría.

- No lo hará, bajemos y veamos que pasa –me tomó de la mano, nos puso de pie y los tres salimos por la puerta para bajar las escaleras. Yo no estaba muy a gusto. Prácticamente él me arrastró por ella. Suspiré.

- Chicos, no creo que esto funcione –opinó mi amiga. 


Le sonreí de lado. Mi novio pareció ignorar las palabras de ella y las mías y se fue a donde estaba mi padre, en el sofá mirando la televisión. Michelle no se encontraba con él, ella debía estar en la habitación o cocina, de seguro. Lamentaba eso, pues ella era buena haciéndolo cambiar de pareceres o impidiendo sus enojos.


- Disculpe, señor –le habló Justin, poniéndose de pie a su lado. Papá le imitó- Quería preguntarle si dejaría que __ fuera a dejar a Dakota conmigo a su casa.


Yo prácticamente temblaba. Dakota fue cerca de Justin y se paró a su lado. Me acerqué un poco, pero no lo suficiente. Lo admito, parezco una maldita cobarde, pero es que no quería escuchar las palabras que posiblemente papá les diría, y ya tenía algunas en mente. Hay que ponerse en mi lugar.


- ¿A estas horas? –papá rió un poco- No, para nada. Es muy tarde.


Sentí que me desmoronaba. Odiaba cuando papá se comportaba como un cínico, con esa risa que se le escapa cuando se niega a algo. Me daba furia por dentro, deseaba tener la libertad suficiente para poder salir por las noches. 


- Llegaremos pronto, no tardaremos. La casa de ella no está muy lejos –insistió Justin- Ellas quieren estar un momento más juntas, no se han visto en días.

- Lo siento, joven. No hay manera. Además, luego no puede volver sola, es peligroso –siempre tan protector.

- No volverá sola, yo la vendré a dejar. Se la dejaré tal y como estaba en la casa, se lo aseguro –él realmente quería estar más conmigo.

- ¿Y si los asaltan o les pasa algo? ¿qué podrías hacer tú por mi hija en situaciones de esas violentas? –volvió a reír.


Quería llorar, ya estaba comenzando a hablarle mal. Justin arrugó la frente, pero inmediatamente sacó el gesto. Sabía lo que significaba eso. Bajé la mirada, y subí al segundo piso, para encerrarme en el baño. Me aferré contra la toalla que estaba colgada, aguantado las lágrimas. Me repetí una vez más a mí misma que era una cobarde. Era algo nuevo para mí, y sentir que tratan de esa forma a Justin sin que él pudiera hacer algo me destrozaba. Y para que sepan esto era solo un poco. 
Tampoco yo podía impedirlo, de hacerlo, tendría casi por seguro que no volvería a admitirlo cerca de mí bajo ninguna circunstancia. Y yo no quería eso.

Pasaron unos cinco minutos y me dispuse a bajar. Ya se me habían pasado las ganas de llorar, logré detener ese sentimiento. Cuando estuve de nuevo en la sala, ellos seguían hablando.


- Mi hija es todo para mí, es la regalona de esta casa. Si le pasara algo por tu culpa, te podría asegurar que no saldrías bien de esto. ¿Sabes? Mis cuñados, los hermanos de Michelle, son unos hombres de casi dos metros. ¿Tú crees que yo les tengo miedo? Jamás, nunca se los he tenido. Sé pelear, sé como defenderme. ¿Cuántos años tienes tú? Ni siquiera eres adulto.

- Tengo diecinueve, señor –le corrigió.

- ¿Y qué harías si alguien intenta hacerle daño?

- La protegería, realmente lo haría. Les entregaría todo lo que quisieran robarme, me enfrentaría a ellos. Lo que sea para que se encuentre a salvo.

- Claro, entregar todo, según tú. ¿Y si hubiera una pistola? Mi hija no puede andar por ahí sin mí.


Se notaba que papá no había estado presente cuando Justin me defendió del borracho que intentó propasarse conmigo en el estacionamiento del supermercado. Recordar ese momento ya no me daba susto, pero él me había salvado sin problemas, y sin tener la responsabilidad de ello. Pudo dejarme ahí tirada mientras que el idiota intentaba violarme, pero no lo hizo.


- Por favor, déjela ir con nosotros. No tardaremos. Queremos pasar un tiempo más los tres, es muy raro que pase. La traeré aquí lo más rápido, enserio.

- ¿Sabes? Vayan, pero si le pasa algo a mi hija a tu cuidado tú vas a ser quien pague. No te salvarías. Es la primera y última vez que le doy permiso para algo como esto. Vuelvan pronto.


Dakota y mi novio sonrieron. Se despidieron de él como si nada de la discusión hubiera pasado. Papá volvió a sentarse a mirar la televisión. Caminaron hacia mí, me giraron y salimos por la puerta. Al sentir el aire de la noche sentí una relajación extrema. Detestaba lo que había pasado. Me sentía pésimo habiendo escuchado la forma en que le habían hablado a mi chico del baño. No había durado mucho la simpatía de aquel hombre.

                                          _______________


Está del asco, escrito de una forma pésima. De verdad que siento eso. Pero lo he subido por ustedes, para que no tengan tanta espera. Aún así espero que les haya gustado. El próximo estará mejor, pero poner esto en la novela era necesario. Únanse al grupo del blog para estar al tanto de los capítulos: https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Las amo demasiado, un beso a todas y comenten y voten mucho. Muac.

4 de febrero de 2014

Capítulo 31 -Por un capricho.



-Capítulo dedicado a Fabiola Díaz y Marcos-


Nueve de la mañana con cincuenta y cinco minutos. Ya faltaba poco. Cinco minutos para que él entrara por la puerta. Me había llamado diciendo la hora de su llegada. Mis manos temblaban, mi pulso se aceleraba, mi cabeza daba vueltas. Y no entendía muy bien el por qué. Era el hombre que me crió, mi padre. Si era así, ¿por qué me sentía tan acomplejada? Tenía miedo de lo que fuera a pasar, tenía miedo de que toda la felicidad que había tenido en su ausencia se me acabara. No sé de qué no tenía miedo en realidad. No me malinterpreten, amo a este hombre. Pero conozco su carácter, sé como es. Nada de lo que en el futuro se entere podrá agradarle. Podría apostar a ello. 


Toc toc
. La puerta. Ni cuenta me había dado de que los cinco minutos ya habían pasado. Entre tanto pensamiento las manecillas del reloj se habían movido tan rápido que pensé que pudo ser mi imaginación. Toc toc, de nuevo. Sí era él.

- ¡__, hija! –me saludó con una enorme sonrisa. Me abrazó fuertemente. Sonreí al sentir su tacto. Supe que sí lo había extrañado.


Besó mi mejilla y frotaba sus brazos contra mi espalda. ¿Me había echado de menos? Sentí una linda sensación dentro de mí. Era muy remota la vez en que me abrazaba, aún más de esta manera.


- Papá –fue lo último que me limité a decir, para que luego de unos cuantos segundos el abrazo se acabara.


Me hice a un lado para que pasaran. Michelle me saludó con un abrazo poco apretado. Se me hizo raro, pero luego bajé la mirada y me encontré con un enorme bulto sobresaliente. Había olvidado que estaba por tener el bebé. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Las maletas estaban en la puerta y nadie se molestó en adentrarlas a la casa.


- Está todo muy limpio, cariño –observó mi padre- Has hecho un buen trabajo.

- Te dije que ya tenía edad para quedarse sola –le habló Michelle. 


Ella me miró y le agradecí con un gesto. Ambas estábamos complacidas. No habría imaginado que ella tuviera más confianza en mí que mi propio padre. De todas formas, fue algo especial. Me sentí muy bien.


- ¿Te ha alcanzado el dinero para la comida y esas cosas? –preguntó.

- Sí, no me faltó nada. Comí muy bien –quizás pudo haber faltado, si me hubiera quedado aquí todo el tiempo que él estuvo fuera.

- ¿Sobró? –asentí, esperanzada de que él me dejara quedarme con algo- Bien, me servirá para comprar unas cuantas cosas. ¿Hay algo para comer?

- La nevera está llena –sonreí.


Ellos fueron a la cocina a preparar algo de comer, pues yo no había cocinado. Preferí esperarlos. ¿Ya vieron? Es rara la vez que papá me da dinero. Cuando le sobra no suele darme algo, y solo me compra ropa en navidad y en mi cumpleaños. En el día del niño me compra una cosa pequeña y aún sigo encontrado huevitos de chocolate en pascuas. 


- Papá, ¿puedo tener un gato? –le pregunté de repente, apoyada contra la mesa de la cocina. 


Él se encontraba de espaldas, sacando la caja de té guardada en uno de los grandes muebles. Se volteó cuando tuvo esta en sus manos y la dejó sobre la mesa. Fue a coger la tetera y sirvió un poco de té en su tasa y en la de su esposa.


- ¿Un gato? –preguntó y soltó unas risas- ¿para qué quieres uno? No sabes cuidar a los animales.


Una ligera molestia se produjo en mi interior. Antes había tenido conejos, patos, pájaros, perros, gatos, entre otros. Lamentablemente murieron todos, creo que no los alimenté bien. Era pequeña, olvidaba darles la comida necesaria. Siempre me sentí culpable. Mi primer perro lo tuve desde que nací, fue el mejor perro que pude tener. Jamás me mordió, me dejaba usarlo como caballo y era muy mansito. Lo amaba, era ciego de un ojo, pero no me importaba. Entonces, un día, la gata de uno de mis primos tuvo gatitos. Le rogué a papá que me dejara tener uno, y como era pequeña, aceptó. Fuimos a buscarlo, mi primo me dijo que lo cuidara, y que su nombre era Romano. Al pasar el tiempo tuve dos conejas, ambas negras, muy bonitas. Luego llegaron dos perros más, protectores, rudos y juguetones. Al cabo de un tiempo, tuve dos patos. Una vez entró el perro de un vecino durante la noche y por poco los mató. Salieron ilesos y un tiempo después la hembra comenzó a poner huevitos, hasta que un día amaneció muerta. Días después, murió el macho. Para compensarme, papá me compró tres pájaros, pero murieron a la semana. Me dio mucha rabia, nunca más quise tener un pájaro de mascota. Y ahí empezó a volverse todo horrible. Romano, mi gato, llegó por la mañana muy mal. Le habían dado veneno y estaba agonizando. No le pude llevar al veterinario, papá no tenía dinero ese día. Por la noche soñé que él se reponía, que estaba bien, que estaba feliz… Y que salía por la puerta de la casa a jugar, y le dije adiós con la mano. Por la mañana papá me despertó, y me dijo que había fallecido. Lloré lo que más pude por días hasta que no hubo más que derramar. Ese gato me dio tanta felicidad y apoyo, me lamía la cara y las manitos, se lanzaba sobre mí, siempre estábamos juntos, éramos inseparables. Pero luego comprendí que ese sueño significó que él, a pesar de morir, estaba bien. Que no estaba sufriendo, que quiso mostrarme que yo no tenía de qué preocuparme y que no debía llorar. No me importaba lo que las personas me dijeran, yo sabía que tenía una conexión con él, más fuerte que cualquiera cosa. Cuando cumplí catorce murieron mis conejas, fue horrible. Y para rematar, murió el perro que me acompañó desde que nací. Sufrió tanto, estuve con él hasta casi el último momento. Estábamos afuera, y luego fui a buscar algo de beber y cuando salí, ya su corazón había dejado de funcionar. Nuevamente lloré lo más que pude. Me di cuenta de que él no quiso que yo lo viera morir. Y después de eso, no pasaron más de unos días para que otro de mis perros comenzara a morir. Le daban ataques, su cuerpo temblaba y derramaba sangre por los ojos. Falleció por la noche. Y días después, el último perro que me quedaba, también murió, al parecer de pena por perder a sus amigos caninos y quedar solo. Fue horrible, casi todos murieron por hileras, por turnos, por solo días de diferencia. La pasé muy mal. Odiaba todo, no entendía por qué les sucedió a ellos. Así que papá fue a consultar con un especialista y dijo que de seguro había sido un virus el que había matado a los últimos animales tan fácilmente. Como ven, no tuve buena experiencia con las mascotas. Pero ahora quería un gato. Los gatos eran mis animales favoritos, anhelaba tener uno. Quería un amigo de esos. Sabía que no podría reemplazar a mi Romano, pero no importaba.


- Esta vez lo cuidaré bien, papá –aseguré- Quiero un gato. En la casa de la esquina están regalando algunos. Podría adoptar uno.

- No, __ -se negó- Luego se mueren y empiezas a llorar por días. Te encariñas mucho y al cabo del tiempo, se sufre. 

- Pero no importa eso, puedo darle un hogar y eso es suficiente. Sé que terminará muriendo en algún momento de su vida, pero sabré que le di una buena vida. Déjame tener uno, ¿de acuerdo? –insistí, de verdad que deseaba que aceptara.


Me miró dudoso, pensó por un minuto y luego negó con la cabeza. Odiaba que papá fuera tan difícil de convencer. Me jodía. Quería llorar y golpearlo en la cara, pero no podía. Miré a Michelle suplicante, queriendo su ayuda. Ella al parecer entendió.


- Han de ser unos gatos bonitos, me gustaría que hubiera uno en casa –opinó. Papá la miró extrañado.

- ¿Y si luego muere? Digamos que mi hija no es alguien que sepa sobrellevar una muerte. Menos cuando es por animales.

- Le ayudaré a cuidarla, me gustan los gatos. Yo digo que adopte uno, ¿qué dices?


Él, frustrado, se frotó la cara con sus manos. Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños, apoyando los codos en la mesa. Sabía que se le hacía difícil tener que decirme que sí, pero yo de verdad que estaba entusiasmada con esto.


- Le alimentarás todos los días, no quiero quejas más tarde por culpa del gato. Si se sube a las mesas o se pone a comer de las ollas, se quedará afuera. Por nada del mundo quiero ver su caca en los sofás, ni en ningún otro lugar que no sea su arena, ¿está claro? –a pesar de su tono autoritario y molesto sonreí ampliamente. 

- ¡Sí, sí, sí! ¡claro! ¡lo haré! –chillé emocionada dando saltos- ¡Muchas gracias!


Michelle se echó a reír y papá le siguió. Dio un suspiro y se me quedó mirando fijamente. Yo no podía dejar de estar feliz, era una excelente noticia.


- Que no se te olvide lo que acabo de decirte. Ya, ve por el gato. Y espero que no sea una hembra.


No dije nada más y corrí hacia la puerta tropezando hasta con mis propios pies. Pasé por el jardín, atravesé la puerta que daba a la calle y fui hacia la casa. Toqué el timbre y un hombre con barba asomó su cabeza por la puerta. Era bastante alto y extremadamente delgado. 


- ¿Diga?

- Ahm, dice aquí que están regalando gatos –apunté el cartel- ¿le queda alguno?


Eso pareció llamar la atención en el hombre, ya que rápidamente salió de donde se encontraba y se paró frente a la puerta, que nos separaba.


- Sí, quedan dos, pero nos hemos quedado el que es rubio, así que solo queda el negro con blanco para regalar. Es macho.

- Yo lo quiero, señor.

- Claro, todo tuyo. Pero ahora se encuentra en el patio trasero. El pasto está muy alto y seco, además se esconde entre las tablas y se me escapa. Trataré de cogerlo lo antes posible, por lo que trata de venir seguido para ver si ya lo atrapé.

- Por supuesto, no hay problema. Lo haré. Gracias, señor –le sonreí feliz.

- Gracias a ti, no íbamos a dejar que ese gato se quedara. Mi madre quería ahogarlo en un tarro con agua –dicho eso se volteó y se adentró en su casa como un rayo, dejándome sola en la vereda.


Preferí ignorar lo que me había dicho. Había salvado al gatito. Estaba tan feliz que sentía que nada podía ser mejor. Si tuviera a Justin aquí conmigo, le besaría tanto que sería hasta peligroso. Me fui caminando a casa, le dije a papá y a Michelle lo que el hombre había dicho, para luego subir las escaleras y entrar a mi habitación. Cuando ya estaba en ella, revisé mi celular, que se encontraba en la mesita de noche y tenía un mensaje de Justin.

"No puedo esperar. No podré estar este día sin verte. 
Te amo -Justin"

¿Podría ser más hermoso? Joder. Quería estar entre sus brazos ahora mismo. Quería estar en su casa. Quería volver a comer a su lado. Quería sentarme en su regazo a mirar la televisión. Quería morderlo hasta dejarle marcas. Quería todo.


(Día siguiente)


Había ido por la tarde a ver si tenían al gatito, pero no. La misma persona con la que había hablado, me dijo que había logrado atraparlo, pero que lo soltó como media hora antes de que yo viniera. Me maldije por dentro, así que tuve que irme con las manos vacías a casa. 


Se hicieron las ocho y media, ya estaba oscuro. Papá y Michelle habían ido de compras así que estaba sola en casa. Encendí la televisión y me puse a ver “Bichos, una aventura en miniatura” esa película animada me hacía reír mucho. Fui al baño y al volver, tenía unas cuantas llamadas perdidas de Justin. Mi corazón se aceleró y entonces volvió a sonar. No dudé ni un solo momento y lo llevé a mi oído.


- ¿Hola?

- ¿Cómo estás mi amor? –me preguntó animado. Bastó escuchar su voz para que yo me animara también.

- Bien, ¿cómo estás tú?

- Bien ahora que hablo contigo. Estoy en el centro de la ciudad con Dakota, tengo un plan y quiero ponerlo en marcha.

- ¿Qué plan? 

- ¿Está tu padre en casa? –preguntó ignorando mi pregunta.

- No, él ha salido. ¿Vas a venir? –pregunté impresionada.

- Si quieres que vaya, iré. 

- Quiero que vengas, ¿pero qué pasa si él te encuentra aquí al llegar? Se enojara tanto, no tienes idea –me asustaba hasta pensar en ello.

- ¿Sabes qué? No me importa. Iré ahora mismo, llevaré a Dakota conmigo. Nos vemos allá. Te amo, linda.

- ¿Qué? ¡no! –intenté impedir- Justin, no vengas. Papá se volverá loco, ¡enserio!

- Tranquila, boba. Si quieres me iré antes de que llegue. Te dije que no soportaría estar sin verte, ¿o no? –recordé el mensaje que me había mandado.

- Sí, lo dijiste.

- Pues ya ves. Iré, nos veremos, te besaré como no lo hice ayer y me iré antes de que mi suegro llegue, no quiero que tengas problemas por mi culpa luego con él, ¿si? Te amo más que a nada, shawty. Nos vemos –no podía decirle que no, era tan lindo, definitivamente quería verlo.

- Te amo más, Justin. Nos vemos –sonreía como tonta y eso que él no podía verme a través del aparato- Pero oye, estoy en pijama. Yo…

- No me interesa como vistas, ya estoy caminando hacia el carro con Dakota. Debo cortar, estoy ansioso por verte, llegaré rápido. Adiós.


La llamada terminó. Tardé en analizar todo lo que iba a pasar en los siguientes minutos, por lo que corrí a cambiarme de ropa. Cogí lo primero que tenía y me lo puse. Unos pantalones ajustados blancos, una camiseta de tirantes ropa y encima una chaqueta negra. No me gustaba como me veía, pero no podía hacer más. Él vendría a verme y no podía desaprovechar la oportunidad.


                                         ________________


¡Lindas, siento la tardanza! Y también siento si este capítulo no ha sido de su agrado, pero bueno. Deben tomar en cuenta que hice que Justin apareciera al menos por un momento. La novela desde ya se pondrá mejor, ¿está claro? Únanse al grupo para estar al tanto de cuando subo capítulo en el blog, entre otras cosas:
https://www.facebook.com/groups/249293821904711/ Las amo demasiado, no tengo mucho tiempo, así que comenten y voten mucho. Subiré lo más pronto posible, un beso a todas.